miércoles, 11 de mayo de 2016

LA CORRIENTE ORTODOXA DENTRO DEL JUDAÍSMO ESTADOUNIDENSE: EVOLUCIÓN Y DISTANCIAMIENTO Ana Álvarez 1

LA CORRIENTE ORTODOXA DENTRO DEL JUDAÍSMO ESTADOUNIDENSE: EVOLUCIÓN Y DISTANCIAMIENTO Ana Álvarez 1

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UNISCI Discussion Papers, Nº 14 (Mayo / May 2007)
ISSN 1696-2206


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LA CORRIENTE ORTODOXA DENTRO DEL JUDAÍSMO
ESTADOUNIDENSE: EVOLUCIÓN Y DISTANCIAMIENTO
Ana Álvarez 1


Universidad Complutense de Madrid


Resumen:


La percepción que se tiene de la comunidad judía estadounidense desde el exterior es la de un bloque
homogéneo y sólido, capaz de articular una postura coherente y de fijar unos intereses compartidos.
Este artículo pretende mostrar la creciente división que existe entre las corrientes judías mayoritarias,
que siempre se han identificado por su liberalismo y su alineación con el Partido Demócrata, y la
corriente ortodoxa minoritaria que, aunque nunca ha compartido las posturas de la mayoría, no ha
sido hasta recientemente cuando ha hecho públicas estas divergencias. Para ello se analiza desde un
punto de vista demográfico, sociológico, teológico y político a la ortodoxia judía estadounidense, su
posible evolución a medio-largo plazo y cómo su entrada en la arena pública podría afectar a los
intereses de la comunidad judía estadounidense en su conjunto.


Palabras clave: judaísmo; Estados Unidos; minorías religiosas; haredim; ultraortodoxos judíos.
Title in English: “The Orthodox Sector in U.S. Judaism: Evolution and Distancing”
Abstract:


The perception of the U.S. Jewish community from the outside is that of an homogeneous and solid
block, capable of articulating a common position and defining shared interests. This article aims to
show the increasing division between the majority Jewish sectors, always identified with liberalism
and the Democratic Party, and the minority orthodox sector that, although it has bever shared the
majority’s positions, has never made these differences public until recently. The U.S. orthodox Jews
are analyzed from a demographic, sociological, theological and political standpoint, their likely
evolution in the middle and long term, and how their entrance into the public arena could affect the
interests of the U.S. Jewish community as a whole.


Keywords: Judaism; United States; religious minorities; haredim; ultra-orthodox Jews.


Copyright © UNISCI, 2007.
Las opiniones expresadas en estos artículos son propias de sus autores, y no reflejan necesariamente la
opinión de UNISCI. The views expressed in these articles are those of the authors, and do not
necessarily reflect the views of UNISCI.


1 Ana María Álvarez Sánchez es doctoranda en el Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad


Complutense de Madrid. Sus principales líneas de investigación son las Relaciones Internacionales y su
dimensión religosa.
Dirección: Departamento de Estudios Internacionales, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, UCM,
Campus de Somosaguas, 28223 Madrid, España. E-mail: ana.alvarezsanchez@gmail.com.



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Introducción


La comunidad judía estadounidense ha demostrado en los últimos años que dista mucho de
ser una minoría unida que trabaja en pos de unos intereses comunes. La división se produce
entre la corriente ortodoxa y el resto de la población judía del país. En este artículo se
intentará determinar cuáles son las posturas de este sector, cómo divergen respecto al resto de
la comunidad y cuáles podrían ser las consecuencias de esta división.
El análisis se inicia determinando el perfil de la corriente ortodoxa: los grupos que la
forman, el número que representan sobre el conjunto de la población judía de Estados Unidos
y cuáles son las posturas que hacen que se distancien del resto de la comunidad. A
continuación se analiza, en base a diversas variables, las perspectivas de evolución de esta
corriente, tanto a nivel cuantitativo (si aumentará o disminuirá en número) como a nivel
cualitativo (si tenderá a radicalizarse o si entrará en el juego político definitivamente). Todos
estos pasos tienen un objetivo: determinar cómo puede afectar esta división de la comunidad
judía estadounidense a los intereses que tradicionalmente ésta ha defendido y a su capacidad
de influencia sobre la toma de decisión política.


1. Perfil de la ortodoxia judía estadounidense


Para analizar la corriente ortodoxa y las divisiones que encontramos dentro de la comunidad
judía estadounidense, primero tendremos que determinar cuáles son las diferentes ramas que
existen, cómo han surgido y en qué se diferencian entre sí. A grandes rasgos, en Estados
Unidos se han desarrollado cuatro corrientes teológicas. Son, por orden de aparición, el
Judaísmo reformista, el conservador, el ortodoxo y el reconstruccionista. La corriente
reformista fue la primera en surgir y lo hizo en la primera mitad del siglo XIX. Algunos
judíos estadounidenses, como muchos en Europa central, empezaron a atacar la parte
tradicional del ritual, la práctica y la ley judía. La corriente conservadora, por su parte, fue la
segunda en aparecer como entidad organizada sobre la escena estadounidense, durante el
último cuarto del siglo XIX. Nacía para dar respuesta a aquellos judíos que se habían
integrado en la cultura occidental y se sentían en casa en Estados Unidos pero también
querían mantener un judaísmo de corte más tradicional. Así, la ortodoxia se convierte en el
tercero de los movimientos en surgir, aunque en realidad fuesen la gran mayoría silenciosa
existente hasta la llega del reformismo y de los conservadores. Tras el surgimiento de estos
grupos, los que se negaron a hacer concesiones en sus tradiciones para adaptarse al contexto
en el que vivían se constituyeron como la ortodoxia.


1.1. Corrientes dentro de la ortodoxia


La Ortodoxia no es una rama homogénea ni cuenta con nada parecido a ningún organismo que
la englobe en su totalidad. En general, el mundo ortodoxo estadounidense se divide en dos
corrientes principales: por una parte, encontramos a los ortodoxos modernos o moderados y,
por la otra, a los ultra-ortodoxos o haredim.
Los ortodoxos modernos se asocian en torno a la Yeshiva University y se definen por
creer que es posible, aunque requiera un gran esfuerzo, combinar todo lo que significa la
cultura occidental con un profundo compromiso con la práctica normativa y el estudio de la



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Torah. Así, admiten ciertas concesiones a la educación secular, algún incremento en el papel
público de la mujer y un cierto grado de cooperación con las corrientes liberales del judaísmo.
Tras esta corriente ideológica se encuentra la idea de que un judío puede y debe ser un
miembro pleno de la sociedad moderna, aceptando los riesgos que ello conlleva puesto que
entiende que los beneficios son mucho mayores. En la práctica, se está admitiendo que un
judío puede estudiar filosofía cristiana o cualquier teoría científica, relacionarse con no judíos
y no por ello comprometer su condición de judío practicante y respetuoso de las leyes y
normas de la Torah.
En definitiva, la Ortodoxia moderna, al contrario que los sectores ultra-ortodoxos,
rechazan que el aislacionismo respecto al resto de la sociedad sea la única forma de preservar
su forma de vida tradicional. No tanto porque estén dispuestos a adaptarse a la sociedad, sino
porque son capaces de poner en práctica una labor de “compartimentación”, como la ha
denominado Eliezer Don-Yehiya: distinguir y separar aquellos momentos de la vida diaria
que deben estar regidos por la ley judía y la tradición religiosa de aquellos otros en los que es
tolerable actuar en base a las normas de la vida moderna2.
La corriente moderna o moderada de la Ortodoxia ha predominado en Estados Unidos
desde comienzos del siglo XX hasta finales de los años 60. La presencia de los sectores ultra-
ortodoxos en Estados Unidos se remonta a comienzos del siglo XX, aunque no fue hasta
mediados de siglo cuando comenzaron a surgir como comunidades identificables y activas. Es
entonces cuando se produce un despegue de la rama más tradicional, de la Ortodoxia más
radical, corriente que analizaremos a continuación. Las razones de este cambio son diversas.
Una de las más decisivas fue la llegada de elementos ultra-ortodoxos procedentes de Europa
con motivo de la II Guerra Mundial. Estos refugiados, que se habían criado en las
comunidades ortodoxas de Centro-Europa ocuparon rápidamente los cargos de liderazgo e,
intentando evitar la asimilación en la sociedad norteamericana, comenzaron a desarrollar
comunidades más aisladas, a imagen y semejanza de las que habían dejado en Europa. A
medida que crecieron, las comunidades fueron capaces de asumir funciones públicas, llegando
a conseguir poner en marcha sus propios sistemas educativos, de transportes, asistenciales…
Otra de las razones del cambio producido dentro de la Ortodoxia durante los años 60 y
que llevó a los sectores ultraortodoxos a ganar protagonismo fue el hecho de que consiguiesen
mejorar notablemente sus organizaciones y comenzasen a sentirse más cómodos en el ámbito
público. Sin olvidar tampoco la influencia que haya podido ejercer en este desarrollo el
ambiente histórico en el que se produce. Los acontecimientos que caracterizan a la sociedad
estadounidense durante las décadas de los 60 y 70 han tenido mucho que ver a la hora de
generar miedo entre la comunidad ortodoxa a la “contaminación cultural”, miedo a entrar en
contacto con esa sociedad que había ido distanciándose progresivamente de los dictados de la
religión, fortaleciendo así a los sectores que defendían como única forma de preservar el
verdadero judaísmo el total aislamiento respecto a esa sociedad corrompida.
La rama ultra-ortodoxa o haredi, se divide, a su vez, en sectas, cuyos nombres derivan de
sus ciudades de origen en Europa (Bobover, Lubavitch, Satmar, Skver y Ger). Se diferencian
por sus ropas, por sus patrones de convivencia segregados, hablan yiddish y evitan el contacto
con el resto de judíos estadounidenses. Viven en un mundo cerrado formado por sus propias
sinagogas, tiendas, escuelas e incluso sistemas de transporte.


2 Eliezer Don-Yehiya, “Orthodox Jewry in Israel and in North America”, Israel Studies, nº 10.1, (2005), p. 166,


en http://0-muse.jhu.edu.cisne.sim.ucm.es/journals/israel_studies/v010/10.1don_yihya.html



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Existen ciertas diferencias fundamentales entre los ortodoxos modernos y la ortodoxia
haredi tradicional. La primera es la postura por parte de los haredim hacia la sociedad en
general y hacia el resto de la comunidad judía, que es esencialmente una actitud de
aislamiento, opuesta a la actitud inclusiva de la ortodoxia moderna. La segunda es la relación
con la modernidad, la educación general y la ciencia, a las que la ultra-ortodoxia se opone,
mientras que la ortodoxia moderna tolera e incluso acepta. Hay que señalar que la oposición
de los haredim a la modernidad se refiere a su componente cultural, nunca al tecnológico. Al
contrario que grupos como los amish, los haredim no rechazan las innovaciones tecnológicas
sino que las utilizan y adaptan a sus fines de aislamiento social y cultural3.
A pesar de todo, ortodoxos modernos y haredim, al margen de sus diferencias, se
necesitan mutuamente y lo reconocen. Los ortodoxos modernos respetan generalmente las
reglas religiosas de los líderes ultra-ortodoxos, mientras que los haredim dependen, a menudo,
de los ortodoxos modernos cuando necesitan ponerse en manos de un profesional. Los
ortodoxos modernos, a diferencia de los haredim, sí han desarrollado en un gran porcentaje
carreras profesionales. Así, un ultra-ortodoxo siempre preferirá acudir a un médico o un
abogado ortodoxo moderno que a cualquier otro, puesto que éste comprenderá mejor las
implicaciones que tiene el seguimiento riguroso de la ley judía.


1.2. Cifras


En conjunto, los ortodoxos representan apenas un 10% del total de los aproxima-damente 5,3
millones de personas que forman la comunidad judía estadounidense. Las proporciones entre
las diferentes corrientes son las siguientes4:


ortodoxos
10%
conservadores
26%
reformistas
35%
judíos no
religiosos
20%
resto
9%


Aunque pueda parecer un porcentaje reducido, existe una serie de factores que refuerzan
su representatividad frente al conjunto. Todos los ortodoxos son judíos “activos”, tanto en la
esfera religiosa como en la esfera pública, algo que no puede decirse de los judíos del resto de
las corrientes, de los cuales sólo la mitad aproximadamente están activamente conectados a
sus congregaciones5. Si, además, eliminamos al 20% que suman los judíos no religiosos, nos
encontramos con que los judíos ortodoxos pueden llegar a suponer un tercio de los activistas
judíos estadounidenses y, precisamente, los más vociferantes. En palabras de Charles
Liebman y Bernard Susser, la Ortodoxia es el único movimiento “con capacidad (…) para


3 Waxman, Chaim I., “The Haredization of American Orthodox Jewry”, Jerusalem Center for Public Affairs (15


Febrero 1998), en http://www.jcpa.org/cjc/jl-376-waxman.htm


4


United
Jewish
Communities,
“National
Jewish
Population
Survey
2000-2001”,
http://www.ujc.org/getfile.asp?id=4606


5 Datos sobre extraídos del “National Jewish Population Survey 2000-2001”. Puede encontrarse un análisis sobre


estas
cifras
en
http://roperweb.ropercenter.uconn.edu/cgibin/hsrun.exe/Roperweb/najdb/StateId/R2xOPAq4um1REZWxthNvd
GRgZ9j4o-VEI0/HAHTpage/file?fi=41753



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socializar exitosamente a su generación joven y transmitir intensa dedicación y compromiso
entre sus seguidores6.
El segundo factor que refuerza las cifras de la corriente ortodoxa es el mayor índice de
natalidad que presenta frente al resto de la población judía estadounidense7. Esto se traduce,
como detectó un estudio del American Jewish Committee8, en que el número de judíos adultos
entre 18 y 29 años que se describe como ortodoxo se sitúa en un 16%, casi el doble de los que
lo hacen en el grupo de los de 30 a 39 años9. Los porcentajes se cree que son incluso mayores
entre los judíos por debajo de 18 años, grupo que representa alrededor de un 20% del total de
la población judía, de acuerdo con Nathan Diament, director de políticas públicas de la Union
of Orthodox Jewish Congregations of America10.
Un tercer factor que puede influir a la hora de interpretar el 10% que parecen significar
los ortodoxos respecto al total de la comunidad es el hecho de que estos sectores tiendan a
negarse a participar en las encuestas sociales, especialmente aquellas dirigidas por
organizaciones que los ortodoxos consideran sospechosas, como las universidades o las
federaciones, aunque sean judías, puesto que consideran que están dominadas por no-
ortodoxos11. Este hecho podría conllevar una infra-representación del sector ortodoxo en los
estudios y estadísticas.


1.3. Posturas


Al margen de las diferencias teológicas, la corriente ortodoxa se distingue del resto de la
población judía estadounidense por las posturas que adopta frente a cuestiones sociales y
políticas. Aquí analizaremos estas diferencias en base a tres cuestiones clave: una cuestión de
política interior como es la implicación de la religión en la esfera pública; una cuestión de
política exterior, como es la política hacia Israel y, por último, el perfil electoral que presenta,
es decir su relación con los dos partidos políticos y su inclinación a la hora de votar. Estas tres
cuestiones nos permitirán determinar en qué medida la corriente ortodoxa se desvincula en sus
posturas del resto de la población judía.


6 Liebman, Charles y Susser, Bernard (1999), Choosing Survival: Strategies for a Jewish Future, Nueva York,


Oxford University Press, p. 140.


7 Waxman, Chaim I, op. cit.
8 El American Jewish Committee es una de las organizaciones judías más importantes de Estados Unidos. Fue


fundada en 1906 para defender los intereses de la comunidad judía. Hoy en día afirma que su misión es:
Proteger los derechos y libertades de los judíos a nivel mundial; combatir la intolerancia y el antisemitismo y
promover los derechos humanos para todos; trabajar por la seguridad de Israel y profundizar en el
entendimiento entre americanos e israelíes; defender las posiciones en políticas públicas que enlacen con los
valores democráticos americanos y las perspectivas de la herencia judía; y realzar la vitalidad creativa del
pueblo judío”. Sus estudios sobre la comunidad judía estadounidense son los más detallados de los realizados en
la actualidad.


9 VandeHei, Jim, “Future of Orthodox Jewish Vote Has Implications for GOP. Small but Growing Group


Receptive to Republican Ideas”, Washington Post (3 Agosto 2006), en: http://www.washingtonpost.com/wp-
dyn/content/article/2006/08/02/AR2006080201692_pf.html


10 La Union of Orthodox Jewish Congregations of America, conocida comúnmente como Orthodox Union o OU


es la organización ortodoxa más importante de Estados Unidos. Fundada en 1898, se encarga de acreditar
alimentos kosher, engloba una amplia red de sinagogas, dispone de programas para jóvenes, grupos en defensa
de los judíos y de Israel.


11 Heilman, Samuel C. (1995), Portrait of American Jews: The Last Half of the 20th Century, Seattle, University


of Washington Press, p. 148.



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A) Religión y espacio público
Desde un principio, la comunidad judía estadounidense acogió con gran entusiasmo el
establecimiento de una cláusula de separación entre religión y Estado dentro de la
Constitución estadounidense. Tres fueron las razones fundamentales que los llevaron a ello,
según Steven M. Cohen, investigador del Jerusalem Center for Public Affairs12:
Su condición de minoría en una sociedad mayoritariamente cristiana. Esta condición les
obligaba a plantearse que, de no existir dicha separación, sería el cristianismo, como religión
mayoritaria, el que saldría ganando con las prerrogativas del Estado hacia la religión e
instituciones religiosas.
La identificación liberal de la comunidad judía estadounidense. Es un hecho que los
liberales han sido siempre un segmento especialmente defensor de dicha separación.
Su condición de comunidad secular. El hecho de que los judíos siempre se hayan situado
en los niveles más bajos en cuanto a observancia religiosa, comparados con el resto de grupos
de la sociedad estadounidense, ha sido un factor fundamental a la hora de entender su defensa
de la separación entre Estado y confesiones religiosas.
Todas estas razones han sido las que condujeron a los judíos a aliarse con los elementos
más seculares de la sociedad en su defensa de la separación. En la actualidad, según señala
Marc Stern, director ejecutivo del American Jewish Congress, la mayoría de la comunidad
sigue viendo la religión institucionalizada como una amenaza a los intereses de la comunidad
judía y de la sociedad estadounidense en su conjunto13. Sin embargo, un sector formado por
los judíos más activos en las sinagogas, en su mayor parte de la rama ortodoxa, ya no está
dispuesto a que cualquier contacto de la religión con el ámbito público sea necesariamente
contenido. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los judíos ortodoxos envían a sus hijos
a escuelas religiosas, lo que los hace más receptivos a las iniciativas de financiación pública
de la educación religiosa, por ejemplo, contra las que la comunidad judía siempre se ha
pronunciado.
Sin embargo, no ha sido hasta muy recientemente cuando la comunidad ortodoxa se ha
desmarcado públicamente de las posiciones tradicionales con un llamamiento a favor del
apoyo gubernamental a las escuelas judías. Una muestra muy significativa de este salto a la
escena pública ha sido el trabajo que ha llevado a cabo la Union of Orthodox Jewish
Congregations of America (UO) en una alianza sin precedentes con la United States
Conference of Catholic Bishops y la Association of Christian Schools International. Estas tres
organizaciones han desarrollado una intensa campaña de presión sobre el Legislativo a favor
de la reforma educativa denominada “No Child Left Behind Act” en el año 200114. Su
objetivo era conseguir que, de la mejora presupuestaria destinada a la educación pudiesen
beneficiarse también los padres que enviaban a sus hijos a escuelas religiosas.


12 Steven M. Cohen, “Religion and the Public Square: Attitudes of American Jews in Comparative Perspective”,


Jerusalem Center for Public Affairs (16 Julio 2000) en http://www.jcpa.org/jl/jl434.htm


13 Discurso de Marc Stern dentro del debate “American Jews and the Current Challenges of Church-State


Separation”, The Pew Forum on Religion and Public Life
(19 octubre de 2004), en
http://pewforum.org/events/index.php?EventID=65


14 Meistad, Åse, “Lobbying on Behalf of God: Religious Interest Groups and the No Child Left Behind Act of


2001”,
University
in
Bergen
(noviembre
2003),
en
http://www.ub.uib.no/elpub/2003/h/707005/Hovedoppgave.pdf



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A pesar de la división en torno a las cuestiones de separación entre religión y esfera
pública, todavía hay algunos fundamentos en los que coinciden todos los sectores del
judaísmo estadounidense. Nadie dentro de la comunidad cree que se deban tolerar
preferencias oficiales por una u otra fe. Este permanece como un principio sólido sobre el que
siguen unidos. También existe unanimidad respecto a que las actividades religiosas no deben
ser coartadas por el Estado. Y, a pesar de la postura que han manifestado los sectores
ortodoxos, sigue siendo una parte aplastante de la comunidad la que se muestra firme en sus
convicciones sobre la necesidad de separar la religión de la esfera pública sin excepción
alguna.15
B) Israel
En lo que respecta a otro de los temas clave para la comunidad judía como es Israel, la
división entre los sectores ortodoxos y el resto de la comunidad se hace todavía más patente.
Si reformistas y conservadores, por una parte, en su defensa de Israel, están dispuestos a
aceptar la negociación dentro de unos límites, los sectores ortodoxos, por la suya, se
encuentran dentro de la línea dura nacionalista y contraria a cualquier concesión dentro de un
proceso negociador.
Los acuerdos de Oslo ejemplifican perfectamente esta difícil relación. Todos los sectores
de la ortodoxia americana han tendido a simpatizar con las posiciones del Likud en Israel y a
oponerse a la devolución de territorios o cualquier otra concesión al mundo árabe o a los
palestinos. Esto sitúa a los judíos ortodoxos americanos a larga distancia del resto de la
comunidad judía de Estados Unidos. Según los sondeos realizados por el American Jewish
Committee, más del 80% de la población judía estadounidense apoyaba los acuerdos de
Oslo16. Las estadísticas del Israel Policy Forum señalaban que un 70% “expresaban un fuerte
respaldo a los acuerdos de Oslo” y deseaban que Clinton adoptase una posición activa en las
negociaciones17. Pero, a pesar de la buena acogida que entre la comunidad judía había tenido
el proceso de paz, tanto los líderes de las principales organizaciones como los sectores
ortodoxos se opusieron a él.
La oposición a Oslo motivó la aparición de muchos grupos nacionalistas dedicados a
“preservar la seguridad y la integridad territorial de Israel”, que se sumaron a la comunidad
ortodoxa en la lucha contra el proceso de paz. Todas las organizaciones ortodoxas, la Union of
Orthodox Jewish Congregations of America, el Rabbinical Council of America18 y Agudat
Israel19, denunciaron el proceso. Pero su postura era “comprensible” si tenemos en cuenta
que, desde su perspectiva, el proceso de paz no era sólo una afrenta a la integridad sagrada de
Eretz Israel, sino también una amenaza personal, puesto que un 15% de los colonos en los


15


American Jewish Committee, “Attitudes of American Jews”, Jewish Virtual Library, en
http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/US-Israel/ajcsurvey.html


16 Seliktar, Ofira, Divided We Stand: American Jews, Israel, and the Peace Process, Westport, Praeger, 2002, p.


125.


17 Gordon, Neve, “An Israeli in America: While 80 Percent of American Jews Supported Oslo Accords, The U.S.


Jewish Lobby Helped Netanyahu to Destroy them”, The Washington Report on Middle East Affairs, vol.
XVII, nº 7 (noviembre 1998), p. 36.


18 El Rabbinical Council of America es una de las mayores organizaciones de rabinos ortodoxos judíos. Está


afiliada con la Union of Orthodox Jewish Congregations of America. Se fundó en 1935 y su función es
“perpetuar y promover el judaísmo ortodoxo en los Estados Unidos”.


19 Agudath Israel es la mayor organización de la comunidad judía haredi en Estados Unidos, aunque no todos los


judíos ultra-ortodoxos pertenecen o están de acuerdo con ella.



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territorios ocupados eran inmigrantes ortodoxos llegados desde Estados Unidos y existían
intensos vínculos entre ambas comunidades que se remontaban a 196720.
La postura de los sectores ortodoxos la llevó hasta el Congreso la Zionist Organization of
America (ZOA), la organización que ejercía como lobby en representación de las posturas de
los grupos más próximos a las tesis del Likud, y quedó perfectamente clara cuando el 10 de
septiembre del año 2000, publicaron un manifiesto en el New York Times en el que se dirigían
a Barak recordándole que, en caso de que decidiera continuar con las negociaciones, “los 6
millones de judíos estadounidenses superan en número a los 5 millones de israelíes21. Se
hacía patente que los sectores más intransigentes de la comunidad habían pasado a ser los más
activos y a erigirse en representantes del conjunto de la comunidad judía del país.
Otro ejemplo de enfrentamiento de los sectores ortodoxos y el resto de la comunidad en
cuestiones de política exterior fue el que surge en torno a la cuestión de la embajada
estadounidense en Israel. Desde hacía años, todos los gobiernos israelíes y la comunidad judía
estadounidense habían expresado su deseo de que la embajada de Estados Unidos en Israel
fuese trasladada desde Tel Aviv hacia Jerusalén. En 1995, la National Jewish Coalition, la
Zionist Organization of America y los sectores más nacionalistas volvieron a sacar a la luz
pública esta vieja reclamación e iniciaron una activa campaña sobre el Congreso
estadounidense, a pesar del rechazo por parte del gobierno laborista de Israel y del lobby
oficial (el AIPAC), que intentaban conseguir un clima de distensión con los palestinos de cara
al proceso negociador. Finalmente, consiguieron que se aprobase en el Congreso la Jerusalem
Embassy Relocation Act, que ordenaba el traslado de la embajada estadounidense en Israel
para mayo de 199922.
Los sectores ortodoxos y los nacionalistas habían tenido a su favor que los congresistas
conservadores dominaban ambas cámaras desde 1994 y habían preferido atender a las
demandas de la coalición de ortodoxos y nacionalistas frente a las de los representantes
tradicionales de la comunidad como eran el AIPAC y la Conferencia de Presidentes23. Se
ponía de manifiesto que, a partir de ese momento, se hacía difícil para los legisladores
determinar con quién debían hablar y a quién debían dirigirse como representantes de la
comunidad judía.
Como consecuencia de esta división, el AIPAC, que a mediados de los 90 había sido
colocada en segundo lugar de los lobbies más poderosos de Estados Unidos, ha visto como su
número de miembros se estancaba y su influencia se recortaba, debilitada por las divisiones
internas y por el choque con la Zionist Organization of America, el lobby sionista de línea
dura.
La nueva dinámica en el Congreso reflejaba una realidad: la comunidad judía americana
era ahora más plural, pero estaba también más polarizada. Y aunque ambos sectores no
estuviesen respaldados por un número equiparable de judíos, las características del sistema
político americano premiaban la implicación y el activismo, y era en ello donde los grupos
nacionalistas y ortodoxos tenían una ventaja cualitativa sobre el resto de la comunidad. Como
expresó Jonathan J. Goldberg “era cierto que solamente uno de cada 10 judíos se oponía a


20 Seliktar, Ofira, op. cit., p. 125.
21 Said, Edward W., “El último tabú estadounidense”, en: www.newleftreview.net/?getpdf=NLR24002&lang=es
22 Seliktar, Ofira, op. cit., p. 139.
23 El American Israel Political Action Committee (AIPAC) y la Conference of Presidents of Major American


Jewish Organizations son los dos organismos que habitualmente representan los intereses de la comunidad judía
estadounidense ante el Congreso y los diversos organismos del sistema político estadounidense.



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los acuerdos de paz, pero solamente uno de cada cuatro judíos participaba regularmente en
las cuestiones de la comunidad. Y ese uno de cada cuatro incluía a la mayoría de los que se
oponían al proceso de paz24. Además, se podía hacer poco para disuadir a estos sectores de
que adoptasen posturas contrarias a las defendidas por la mayoría de la comunidad o por el
gobierno de Israel. A la hora de presionar al Congreso, los sectores nacionalistas y ortodoxos
estaban actuando dentro de la legitimidad que les daba ser ciudadanos americanos con ese
derecho reconocido.
C) Perfil electoral
En definitiva, si las posturas políticas de la mayor parte de la comunidad judía y las de los
sectores ortodoxos no coinciden e incluso chocan en aspectos tan importantes como Israel o la
relación entre religión y ámbito público, es lógico pensar que su comportamiento electoral
también es divergente. La comunidad judía estadounidense siempre se ha caracterizado por su
incondicional apoyo al Partido Demócrata, como demuestran las estadísticas25:
Figs. 1-3: Voto judío en elecciones presidenciales


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Republicano
Demócrata
Otros


24 Cita de Jonathan J. Goldberg, autor del libro Jewish Power, Inside the American Jewish Establishment


(Reading, Mass.: Addison-Wesley, 1996), p. 57 en Seliktar, Ofira, op. cit., p. 141.


25 Todos los datos sobre voto judío proceden de: Maisel, L. Sandy y Forman, Ira (2001), Jews in American


Politics, Lanham, Rowman & Littlefield, p. 153, recopilados por la Jewish Virtual Library en
http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/US-Israel/jewvote.html



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Republicano
Demócrata
Otros


CANDIDATO
REPUBLICANO
CANDIDATO
DEMÓCRATA
CANDIDATO
INDEPEND.
1916 C. Hughes
W. Wilson
1920 W. Harding
J. Cox
E.V. Debs
1924 C. Coolidge
J. Davis
R. LaFollette
1928 H. Hoover
A. Smith
1932 H. Hoover
F.D. Roosevelt
1936 A. Landon
F.D. Roosevelt
1940 W. Willkie
F.D. Roosevelt
1944 T. Dewey
F.D. Roosevelt
1948 T. Dewey
H. Truman
H.A. Wallace
1952 D. Eisenhower
A. Stevenson
1956 D. Eisenhower
A. Stevenson
1960 R. Nixon
J.F. Kennedy
1964 B. Goldwater
L.B. Johnson
1968 R. Nixon
H. Humphrey G.Wallace
1972 G. Ford
G. McGovern
1976 G. Ford
J. Carter
E. McCarthy
1980 R. Reagan
J. Carter
J. Anderson
1984 R. Reagan
W. Mondale
1988 G.H. Bush
M. Dukakis
1992 G.H. Bush
B. Clinton
R. Perot
1996 B. Dole
B. Clinton
R. Perot
2000 G.W. Bush
A. Gore
R. Nader
2004 G.W. Bush
J. Kerry
R. Nader
Los sectores ortodoxos han mostrado, en cambio y sobre todo en los últimos años, su
distanciamiento respecto al Partido Demócrata y su mayor proximidad a las tesis de los
republicanos. Tomemos, por ejemplo, las campañas de George W. Bush. Éste no consiguió
alcanzar un 25% del voto judío, pero sí tuvo éxito entre dos sectores concretos de la
comunidad judía: los ortodoxos y los inmigrantes judíos procedentes de Rusia que había
llegado al país durante la década de los 9026. Los judíos rusos votaron por Bush motivados
por su política hacia Israel, dado que la mayoría tiene familia en ese país. En lo que respecta a


26 Leftkowitz, Jay, “The Election and the Jewish Vote”, Commentary, vol. 119, nº 2 (Febrero 2005), p. 64.



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la comunidad ortodoxa, las políticas pro-israelíes de Bush en su primer mandato tuvieron
incluso más relevancia, dado que los ortodoxos tienden a hacer visitas regulares a Israel y
siempre han apoyado las políticas duras del Likud. Además, los ortodoxos son el único sector
de la comunidad judía que no está preocupado por la presencia en la administración Bush de
los sectores ultra-conservadores cristianos y su agenda social. Los judíos ortodoxos, a
diferencia del resto de la población judía en Estados Unidos, se oponen al matrimonio entre
homosexuales, apoyan, como hemos visto, el derecho a la financiación pública de escuelas
religiosas y, al contrario que las corrientes reformista y conservadora para las que el derecho
al aborto es un imperativo político, éstos se sienten cómodos con la postura pro-vida del
Partido Republicano.
De hecho, ha coincidido en el tiempo la revitalización de los sectores más ortodoxos de la
comunidad judía con el crecimiento de los grupos fundamentalistas cristianos que se han
venido a englobar bajo la denominación de “Derecha Cristiana”. Este fenómeno ha llevado a
algunos autores a calificarlo como “Tercer Gran Despertar”, un renacimiento religioso
equiparable al Gran Despertar que se había producido entre 1735 y 1744 y al Segundo Gran
Despertar entre 1790 y 1830. El momento que abriría este periodo de fortalecimiento de la
religión en el ámbito público se sitúa habitualmente en la primavera de 1980, cuando tiene
lugar una gran vigilia en Washington D.C. en la que creyentes llegados de todo el país se
reúnen para rezar, en un deseo común de que la religión ganase relevancia a la hora de
determinar la dirección y el carácter del estilo de vida americano, pero también en cuestiones
que iban desde la política a la educación. Muchos quisieron ver en esta manifestación una
respuesta a los acontecimientos que habían marcado la sociedad estadounidense durante las
décadas de 1960 y 197027.
En estos últimos 25 años, las encuestas han mostrado cómo la sociedad estadounidense se
ha ido volviendo mucho más permisiva hacia el papel que la religión debería desempeñar en
la esfera pública. En este ambiente, los judíos ortodoxos comenzaron a sentirse cómodos a la
hora de hacer manifestaciones públicas de su fe. De hecho, ser abiertamente ultra-ortodoxo y
manifestar, por tanto, que la religión judía es algo muy importante para uno es ahora una
postura aceptable e incluso admirable, no menos que ser abiertamente cristiano. No es
extraño, por lo tanto, que los judíos ortodoxos comenzasen a sentirse mucho más próximos a
los sectores cristianos conservadores que respecto al resto de los judíos estadounidense, que
en su mayoría seguían siendo liberales y profundamente seculares. Y el hecho de que los
ortodoxos judíos se hayan unido en muchas de sus reclamaciones a los sectores conservadores
evangélicos ha beneficiado a éstos, dado que, a pesar del reducido número que suponen los
judíos ortodoxos en esta coalición, les ha permitido demostrar ante la opinión pública que
habían dejado de ser un grupo “sectario”, un “club cristiano”, como muchos les
recriminaban28.
La conclusión que las estadísticas arrojan al respecto del comportamiento electoral de los
grupos religiosos en Estados Unidos en los últimos años es que existe un factor mucho más
importante que la religión a la hora de determinar el voto. Ser católico, luterano, evangélico o
judío ya no es definitorio a la hora de determinar la tendencia de voto. Y sí lo es, en cambio,
el grado de observancia religiosa. En otras palabras, cuánta mayor es la frecuencia con la que
un ciudadano estadounidense acude a la iglesia, templo o sinagoga, mayor tendencia habrá a


27 Heilman, Samuel C. (2006), Sliding to the right : the contest for the future of American Jewish Orthodoxy,


Berkeley, University of California, p. 60.


28 Barnes, Fred, “The Orthodox Alliance”, The American Enterprise Online (Noviembre-Diciembre 1995), en


http://www.taemag.com/issues/articleid.16468/article_detail.asp



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que vote por el Partido Republicano29. Y por ello no es extraño que los sectores ortodoxos
judíos se desmarquen del perfil electoral que siempre ha caracterizado a la comunidad judía
en Estados Unidos.


2. Evolución


A continuación analizaremos algunos factores que pueden influir en la evolución de cara al
futuro de la corriente ortodoxa: sus perspectivas de crecimiento demográfico, teniendo en
cuenta que su reducido número es uno de los mayores hándicaps a los que tiene que
enfrentarse; el fortalecimiento de la ortodoxia en cada generación, que podría determinar que
la corriente se radicalizase con el tiempo, y el progresivo aumento de su perfil público.
Comencemos analizando las perspectivas demográficas que presenta la corriente
ortodoxa. Hay una serie de motivos por los que la corriente ortodoxa puede considerarse
afortunada frente al resto de ramas judías de Estados Unidos. En primer lugar, porque tiene
unos índices de natalidad mayores que el resto de las corrientes judías en el país30. Desde su
punto de vista, cuantos más niños tiene una pareja, más seguros se sienten de haber
demostrado su superioridad sobre el mundo secular y de haber seguido la recomendación
bíblica de multiplicarse. Además, los ultra-ortodoxos creen que están llamados a repoblar la
comunidad judía tras la pérdida sufrida con el Holocausto31. Samuel Heilman, profesor de
sociología del Queen College de la City University de Nueva York, comentaba al respecto que
en las sociedades seculares, los jóvenes aspiran a conseguir una carrera universitaria, salir
al mundo laboral y triunfar. Los haredim, por otro lado, han fijado su objetivo en tener tantos
hijos como sea posible. Así es como interpretan el éxito32. Así, las mujeres judías más
religiosas tienen una mayor tasa de embarazos que las mujeres judías menos practicantes.
Esto se traduce, en la práctica en que el 20% de los judíos por debajo de los 5 años pertenecen
a familias ortodoxas, mientras que este porcentaje dentro de la población total judía se sitúa
en torno al 10%33.
Este dato cobra aún más sentido si tenemos en cuenta que el judaísmo no admite el
proselitismo como forma de expansión de la fe judía, al contrario que el resto de religiones
mayoritarias. La única forma de crecimiento de los diversos grupos judíos es a través de la
natalidad o de la atracción de aquellos judíos menos comprometidos con la fe. Es por esta
razón que unas tasas de natalidad altas, que garanticen el crecimiento natural de la
comunidad, son tan relevantes para el futuro de la comunidad judía ortodoxa.
Los ortodoxos tienen, además, un menor índice de matrimonios mixtos (entre judíos y no
judíos) que el resto de las corrientes del judaísmo estadounidense. Esto no sería relevante si
no fuese porque el índice de matrimonios mixtos entre los judíos estadounidenses ha ido en
aumento en los últimos años como se puede comprobar en la siguiente tabla34:


29 Baehr, Richard, “The Exit Polls and the Jewish Vote”, American Thinker (15 Noviembre 2006), en


http://www.americanthinker.com/2006/11/the_exit_polls_and_the_jewish.html


30 Gahr, Evan, “The religious right: not for Christians only”, Insight on the News, vol. 9, nº 31, 2 Agosto 1993.
31 Wattenberg, Ben J. y Kadden, Jeremy, “Jewish Babies”, American Enterprise Institute for Public Policy


Research (9 Diciembre 2005), en http://www.aei.org/publications/filter.,pubID.23547/pub_detail.asp


32 Ibid
33 Baehr, Richard, op. cit.
34


United Jewish Communities, “National Jewish Population Survey 2000-2001”, en:
http://www.ujc.org/content_display.html?ArticleID=83911



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Fig. 4: Matrimonios mixtos
Año de comienzo
del matrimonio
Matrimonios mixtos
sobre el total de matrimonios
Antes 1970
13%
1970-1979
28%
1980-1984
38%
1985-1990
43%
1992-1995
43%
1995-2001
47%
Frente a estos datos encontramos que 9 de cada 10 ortodoxos se casan con judíos y de
aquellos relativamente pocos que no lo hacen, una cuarta parte consiguen que sus parejas se
conviertan al judaísmo35. Y este hecho es relevante porque, históricamente, las familias judías
siempre han funcionado como focos de identidad y socialización para los niños, donde
adquirían el sentido de pertenencia al grupo. Con familias en las que uno de los progenitores
no era judío los vínculos de unión corrían el peligro de perderse. Los hijos de matrimonios
mixtos tienen una tendencia mayor a no implicarse en la vida judía. Y a esto podemos unir el
hecho de que los judíos ortodoxos presentan también unos menores índices de divorcio que
sus correligionarios y que el resto de la población estadounidense.
A estos factores hay que sumar el hecho de que, aunque habitualmente viven en áreas de
alta densidad judía, cuando los judíos ortodoxos se mudan a la periferia han conseguido hacer
algo que pocos de sus correligionarios podrían: han cambiado las comunidades a las que se
han mudado en lugar de ser cambiados por ellas. Así, como no están dispuestos a reducir su
nivel de observancia, la entrada de judíos ortodoxos en comunidades judías pequeñas ha
llevado frecuentemente a un aumento de la religiosidad de éstas.
Aunque todos estos factores podrían hacer pensar que las perspectivas de crecimiento de
la ortodoxia en Estados Unidos son muy buenas, ciertos datos ayudan a matizar un poco el
optimismo despertado por los datos demográficos. En primer lugar está el hecho de que en
las últimas décadas su número se haya mantenido estancado y que la ortodoxia siga siendo
hoy el grupo más pequeño entre las principales corrientes judías, muy por debajo de
reformistas y conservadores, aún a pesar de su mayor número de hijos. En segundo lugar, hay
que mencionar que una de las principales formas de crecimiento de la comunidad ortodoxa,
como había sido la inmigración, ya no sea algo que haga engordar las cifras de la comunidad
de forma significativa, puesto que la mayoría de las migraciones de ortodoxos que ocurren
hoy en día van hacia Israel y no hacia Estados Unidos.
Al margen de los datos demográficos, otro factor que puede determinar la evolución de la
corriente ortodoxa, pero ya desde un punto de vista religioso, es el hecho de que la ortodoxia
aumente en cada generación. La ortodoxia es hoy más estricta en su observancia religiosa y
está mejor educada que nunca antes36. Los hijos de las familias ortodoxas mantienen y


35 Heilman, Samuel C., Portrait of American Jews: The Last Half of the 20th Century., Seattle, University of


Washington Press, 1995, p. 144


36


Kress, Michael, “The State of Orthodox Judaism Today”, Jewish Virtual Library, en:
http://www.jewishvirtuallibrary.org/jsource/Judaism/orthostate.html



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aumentan sus lazos con el judaísmo tradicional y, además, cada vez un mayor número de
judíos no ortodoxos se sienten atraídos por este grado de compromiso.
Una de las razones de esta progresiva radicalización es el hecho de que los colegios y
yeshivas judías hayan sido ocupadas progresivamente por docentes de los sectores más ultra-
ortodoxos. La ortodoxia moderna se había alejado en las últimas décadas de las profesiones
tradicionales para ocupar cargos de responsabilidad en sectores varios de la economía
estadounidense. El resultado es un predominio de los sectores ultra-ortodoxos en las filas
docentes, muy alejados del estilo de vida de los padres de los alumnos a los que enseñan, en
su mayor parte miembros de la Ortodoxia moderna37. Como consecuencia se ha generado una
situación en la que las prácticas y creencias de los padres ortodoxos modernos son
cuestionadas por sus propios hijos, que consideran que el comportamiento de sus padres no se
corresponde con el de un verdadero judío.
El resultado de todo ello es que cada vez un mayor número de mujeres casadas deciden
cubrirse la cabeza, una práctica judía muy inusual entre las mujeres ortodoxas modernas
desde que salieron de Europa. Los restaurantes que ofrecen alimentos “kosher” y las empresas
que los producen han aumentado más que nunca y ahora necesitan pagar múltiples
certificados de idoneidad, cada uno a agencias o rabinos con diferentes estándares, para
convencer a sus clientes de que son aceptables. Tras el instituto, muchos adolescentes
ortodoxos emplean un año para estudiar en una yeshiva en Israel y, cada vez más, un año
acaba convirtiéndose en dos, tres o incluso más tiempo38. Cuando regresan a Estados Unidos,
no pueden evitar expresar su profunda disconformidad con la vida universitaria secular. En
general, comenzaron a pensar que la sociedad americana tenía poco que ofrecerles y, aunque
decidieron recurrir a mecanismos políticos para avanzar en sus reclamaciones o extender su
mensaje, se centraron en mantener e intensificar su separación frente al resto de americanos y
al resto de judíos.
Una segunda consecuencia de esta progresiva radicalización, es que el patrón para ser
considerado “ortodoxo” ha ido progresivamente en aumento. Mientras, en el pasado, personas
que no habían acudido a escuelas judías, no siempre cumplían los cánones de alimentación
pero que estaban afiliados a una sinagoga ortodoxa podían y de hecho se hacían llamar
ortodoxos. En los últimos 25 años, el estilo de vida ortodoxo ha demandado una mayor
actividad y compromiso por parte de sus miembros, mucho mayor que la simple afiliación a
una sinagoga ortodoxa. Dado que ahora el criterio es más estricto, pocos judíos pueden
sentirse capaces de llamarse a si mismo ortodoxos.
Y el hecho de que la ortodoxia se haya radicalizado generación tras generación no sólo es
una muestra de su fortaleza, sino también de un cambio en la percepción que el resto de la
población tiene de las muestras de esta religiosidad “ortodoxa”. Signos como llevar el típico
gorro judío, la kipá o yarmulke, enviar a los hijos a una estricta escuela judía, vestir largas
túnicas negras, han dejado de ser vistos como muestras de una negación a americanizarse para
convertirse en “saludables afirmaciones de etnicidad”39. Sin embargo, nadie puede asegurar
que los mayores niveles de ortodoxia entre los más jóvenes vayan a ser mantenidos con el
paso de los años.


37 Helmreich, William B. y Shinnar, Reuel, “Modern Orthodoxy in America: Possibilities for a Movement under


Siege”, Jerusalem Center for Public Affairs (1 Junio 1998), en: http://www.jcpa.org/cjc/jl-383-helmreich.htm


38 Heilman, Samuel C., Portrait of American Jews: The Last Half of the Twentieth Century, op. cit., p. 149.
39 Chanes, Jerome A.; Linzer, Norman y Schnall, David J. (1998), A Portrait of the American Jewish


Community, Westport, Praeger Publishers, p. 105.



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El último factor que puede ayudarnos a comprender cuál puede ser la evolución de cara al
futuro de la ortodoxia estadounidense es el hecho de que esta corriente haya saltado a la arena
pública en las últimas décadas y lo haya hecho demostrando un notable éxito. Ejercen
influencia política tanto dentro de la comunidad judía como sobre el gobierno a nivel local y
nacional. Ya no es algo sorprendente ver a políticos intentando conseguir su voto. Tampoco lo
es que diversas organizaciones ortodoxas tengan una presencia permanente en los pasillos del
Congreso. Ni siquiera ver cómo el presidente, gobernadores y alcaldes se colocan el gorro
tradicional judío para mostrar su sensibilidad hacia esta comunidad40. De hecho, se ha
producido un fenómeno curioso a este respecto. En los últimos tiempos, cuando los políticos y
cargos públicos quieren mostrar su preocupación y compromiso con la comunidad judía o
simplemente buscan el apoyo económico o electoral de éstos, lo hacen fotografiándose con
judíos ortodoxos, habitualmente haredim con los vestidos y rasgos tradicionales, en
representación de todos los judíos. El hecho de que se hayan convertido en símbolos del
judaísmo estadounidense, aunque sea como parte de una utilización política de su imagen, ha
amplificado también la percepción pública de su creciente fortaleza.
A través de organizaciones como la Union of Orthodox Jewish Congregations, Agudath
Israel o la Zionist Organization of America, la ortodoxia americana ha conseguido que se
oyese su voz en los círculos del gobierno41 en cuestiones que le preocupaban, desde las
regulaciones de kashrut, ayudas gubernamentales a educación privada religiosa o la política
estadounidense hacia Israel, manteniendo posturas independientes de (y muchas veces
opuestas a) aquellas de los organismos no ortodoxos y judíos seculares42.
La confianza que ha ido ganando la comunidad y que se traduce en su seguridad a la hora
de recurrir a los mecanismos que le proporciona el sistema político se puede explicar en base
a diversas razones.
El hecho de que la mayoría de los observadores desde mediados del siglo XX predijeran
la desaparición de la ortodoxia judía como un vestigio del pasado y que la ortodoxia desafiase
aquellas predicciones significa un gran triunfo. Además, el hecho de que los ortodoxos
absorbieran una gran parte de los refugiados de la II Guerra Mundial, los hace sentir
responsables de la supervivencia del verdadero judaísmo43. Los judíos que sobrevivieron al
Holocausto vieron en su supervivencia un reto religioso y moral e intentaron demostrar que
no habían sido abandonados por Dios. De hecho, sentían la responsabilidad de “actuar como
testigos de Dios en la historia”. Por ello, su supervivencia tenía un significado todavía mayor.
Que el resto de la propia comunidad judía tampoco apostase por la pervivencia de la
ortodoxia y con el tiempo esa misma comunidad esté enfrentándose a su propia evaporación y
a una rápida asimilación es otro motivo de orgullo para la ortodoxia. Mientras otros judíos
americanos están sufriendo las consecuencias de los matrimonios mixtos y de la disminución
de la implicación de sus miembros en la comunidad, la corriente ortodoxa parece inmune a
todas esas amenazas a su existencia.


40 Heilman, Samuel C., Portrait of American Jews, op. cit., p. 146.
41 La Orthodox Union, que representa a cerca de 1000 sinagogas de todo el país, creó su Institute for Public


Affairs en 1986 y abrió su propia oficina en Washington. Agudath Israel, que representa a los sectores más
ultraortodoxos, abrió también su oficina en Washington en 1988. La Zionist Organization of America es la más
antigua de las organizaciones que representan los intereses de la ortodoxia más próximos a las posturas del
Likud. En los últimos años, como ya se ha mencionado en este artículo, ha llegado a enfrentarse a otras
organizaciones judías por discrepancias en la política que Estados Unidos debía desarrollar hacia Israel.


42 Chanes, Jerome A., et al., op. cit., p. 106.
43 Heilman, Samuel C., Sliding to the right, op. cit., p. 27.



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No se puede olvidar la influencia que ha podido tener la otra ortodoxia, la ortodoxia
israelí, sobre la situación de la corriente estadounidense. Los ortodoxos israelíes, a pesar de
tener una proporción relativamente reducida dentro del país, consiguieron aumentar su poder
durante los gobiernos del Likud, estimulando la confianza y el despertar político paralelo
entre los ortodoxos americanos.
Por último, mencionar como otra de las razones de su creciente confianza el éxito que
han tenido a la hora de construir instituciones. El número de escuelas judías ortodoxas en
Estados Unidos supera las trescientas44. Los ortodoxos tienen, además, proporcionalmente
más sinagogas que ninguna otra corriente. Han creado una variedad de organizaciones
nacionales, muchas de las cuales engloban un número incluso mayor de organizaciones
locales.


3. Consecuencias


Analicemos ahora cuáles pueden ser las consecuencias del fortalecimiento de la corriente
ortodoxa dentro de la comunidad judía estadounidense y de la consecuente división dentro de
ésta.
Una de las consecuencias podría ser la aparición en el panorama político estadounidense
de una alianza entre los sectores conservadores de los principales grupos religiosos. Lo hemos
visto ya en el caso de la iniciativa “No Child Left Behind” presentada por el presidente
George W. Bush en 2001 y que provocó la unión de judíos, católicos y protestantes ultra-
conservadores45. Si esta alianza puntual puede llegar a evolucionar hacia la forma de una
especie de “lobby religioso” inter-confesional es algo que tendrá que verse en un futuro. Al
menos, la puerta está abierta. No hay que olvidar que estos individuos tienen mucho más en
común entre ellos de lo que los une con el resto de los que profesan su religión.
Una segunda consecuencia podría ser el cambio de la tradicional orientación liberal que
siempre ha mostrado la comunidad judía estadounidense a lo largo del último siglo. Un
aumento de las cifras de ortodoxos dentro de la comunidad podría llevar aparejado un
aumento del porcentaje de votos al Partido Republicano, o eso al menos parece deducirse por
los datos. Las encuestas del American Jewish Committee indican que un tercio de los judíos
por debajo de la edad de 40 años apoyan a Bush. Otro de sus estudios detectó que un 26% de
los judíos por debajo de 35 se identifica como republicanos, si lo comparamos con solamente
un 11% que lo hace en la franja de edad mayor de 65 años46.
Una tercera consecuencia podría ser, con bastantes probabilidades, la disminución de la
capacidad de influencia de la comunidad judía debida a la pérdida de la unidad que siempre
los había caracterizado. La divergencia de los posicionamientos en cuestiones políticas, como
se ha visto en el caso de Israel, con la aparición de un segundo lobby pro-israelí ante el
Congreso, representado por la Zionist Organization of America, que encarna a la línea más
próxima al Likud, a los sectores nacionalistas y religiosos, ha restado en los últimos años
capacidad de influencia a la que hasta entonces era la representación de los intereses judíos, el


44 Heilman, Samuel C., Portrait of American Jews, op. cit., p. 153.
45 Meistad, Åse, op. cit.
46 Sarna, Jonathan D., “Why they’re fighting for the Jewish Vote”, Herald Tribune (26 Octubre 2004), en:


http://www.iht.com/articles/2004/10/25/opinion/edsarna.php



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AIPAC. Si desaparece la voz única de la comunidad judía, si se divide y choca, perderá gran
parte de su capacidad de influencia sobre los representantes políticos.
El hecho de que la comunidad judía haya conseguido el nivel de influencia del que
disfruta se debe, en gran medida, a que cuando se menciona el interés de ésta, cualquier
político entiende que dicho interés representa al 90% de la comunidad, es decir, que seguir
dicho interés significa conseguir un importantísimo apoyo económico y electoral, mientras
que contravenir dicho interés significa perder ese importantísimo apoyo económico y
electoral.
Si las posturas de la comunidad se dividen, su peso se verá mermado. Ya no marcarán
una diferencia cualitativa o cuantitativa. La baza de la comunidad judía en Estados Unidos
frente a otros grupos es su capacidad para luchar unida y con todos los medios a su alcance a
favor de sus intereses. Unos intereses claros, identificables e inmutables bajo cualquier
circunstancia. Conociendo esto, ir en contra de ellos es una decisión que los políticos pueden
tomar, sabiendo de antemano cuál es la reacción que van a conseguir, el rechazo que van a
despertar y los hipotéticos apoyos que van a perder. En ello reside la fuerza de la comunidad.
Si el bloque se rompe, su invulnerabilidad desaparece con él. Los representantes ya no sabrán
cuál es la voz de la comunidad, qué organización es la que la representa y qué intereses son
los que persigue. El debilitamiento de su posición y su capacidad de influencia sería claro.



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