Aragón
ÍNDICE DE LA VOZ
constituyen una región humana formada por parte de tres unidades
naturales, integradas por la historia en un destino común. Estas tres
unidades son los sectores centrales de los Pirineos , al Norte, de la Cordillera Ibérica , al Sur, unidos por la Depresión del Ebro .
Precisamente la red hidrográfica del Ebro con sus numerosos tentáculos
indentados en los Pirineos y el Sistema Ibérico, ha sido uno de los
elementos que ha facilitado la unidad de las tierras aragonesas. Los
afluentes del «padre Ebro» abren en dichas cordilleras numerosos
corredores naturales, a la par que fecundan con sus aguas amplias
extensiones de tierras.
El medio físico aragonés se muestra muy contrastado: desde las altas
cumbres del Pirineo al curso del río Ebro hay más de 3.000 metros de
diferencia altitudinal; el clima mediterráneo-continentalizado de la
Tierra Llana Central, árido y ventoso, adquiere caracteres de montaña
—con temperaturas más bajas, precipitaciones más abundantes e innivación
más frecuente— al adentrarnos en la Cordillera Ibérica y, sobre todo,
en los Pirineos; la vegetación rala y esteparia de la Depresión Central
se enriquece en variedades, se hace más arbórea y frondosa en los
sistemas montosos.
Este cuadro natural contrastado ha condicionado los modos de vida, las
actividades económicas y hasta el modo de ser de la población aragonesa.
¡Qué distintos son los montañeses y los hombres de la Ribera! Sobre las
amplias tierras llanas de la Depresión Central han prevalecido las
actividades agrícolas, aun contando con un cierto complemento pecuario.
El Pirineo y el Sistema Ibérico, con sus bosques y pastizales, han
mantenido unas actividades esencialmente forestales y pastoriles. Las
pequeñas poblaciones urbanas —escasas en relación con las rurales— de
Zaragoza, Huesca, Teruel, Calatayud, Barbastro, Jaca y Alcañiz contaban
con un cierto desarrollo comercial y artesanal, pero el peso de lo
agrícola y ganadero en Aragón era indiscutible en el pasado.
En las últimas décadas el esquema tradicional se ha roto. Aragón ha
dejado de ser una región esencialmente agropecuaria. La estructura
económica se ha modificado sustantivanente. El incremento de la
población urbana, alimentado por la inmigración, se ha traducido en un
mayor peso de las actividades industriales y de servicios, hasta el
punto de que casi la mitad de la renta aragonesa procede de los
servicios y más de un tercio de la industria. El gran problema de Aragón
es de orden demográfico :
es la región menos densamente poblada de España, con 24,7 hab. por
Km.2. En 1998 contaba con 1.183.234 hab., lo que supone poco más del
2,98% de la población española, cuando el territorio aragonés representa
un 9,4% del territorio español. Aragón es, en la actualidad, un gran
desierto demográfico con algunos «oasis» poblacionales, entre los que
destaca de forma desorbitada Zaragoza, que cuenta con casi la mitad de
su población.
Economía
Los intentos industrializadores prendieron demasiado tarde en la región
aragonesa, y aunque existía una cierta tradición artesanal en algunos
sectores, como el textil, será la transformación de primeras materias de
origen agrario lo que permitirá dar los primeros pasos importantes en
el proceso industrializador , inicialmente a través de las harineras y después con la industria azucarera ,
que aprovecha las posibilidades de sustituir las importanciones de
azúcar que llegaban de las colonias antes de 1898. A partir de este año,
el desarrollo de este sector en Aragón impulsa la fabricación de
fertilizantes de los talleres metalúrgicos que construían y reparaban
maquinaria para las azucareras, y de la minería del carbón de las
cuencas turolenses, a la vez que surgían las primeras empresas de
producción eléctrica y fábricas de material móvil y de maquinaria de
precisión. La I Guerra Mundial
produce efectos muy desiguales sobre la economía aragonesa, al
favorecer sólo a unos sectores, mientras que otros se vieron claramente
perjudicados.
En la década de los años 20 se produce una cierta descentralización de la industria regional —muy concentrada hasta entonces en Zaragoza — al desarrollarse núcleos como Sabiñánigo y Monzón ,
en los que se combina la presencia de capital extranjero y la
proximidad a las fuentes de producción de energía eléctrica de los
Pirineos. Sin embargo, la paulatina desaparición de las industrias
azucareras de la región (como consecuencia de las prácticas monopolistas
introducidas en el sector) y la pérdida de las ventajas de localización
industrial que existían en las comarcas pirenaicas (al unificarse las
tarifas eléctricas en 1951), favorece todavía más la concentración de
las empresas en torno a Zaragoza, hecho que se produce no sólo como
consecuencia del funcionamiento típico del sistema capitalista, sino
también por la actuación de la propia Administración, que, en 1964
localiza en este núcleo un Polo de Desarrollo Industrial; medida que,
por otra parte, se reveló como poco eficaz, al igual que las que
posteriormente han intentado potenciar la industrialización de las
cabeceras de comarca.
El producto Interior Bruto nacional alcanzó en 1997 los 79.396.859
millones de pesetas, de los que 2.582.751 millones de pesetas
corresponden a Aragón, lo que se traduce en un 3,25% del total de la
riqueza generada en el conjunto del Estado. Si se analiza la variación
del P.I.B. en términos reales, observaremos que Aragón ha tenido una
tasa real de crecimiento económico de un 3,8%, frente al 3,9 del
conjunto del Estado.
La lectura del esquema adjunto pone de relieve una trayectoria expansiva
tanto a nivel nacional como autonómico, siendo la industria y la
construcción, ésta en menor medida, los sectores productivos causantes
de este crecimiento. Igualmente puede comprobarse cómo la economía
aragonesa ha crecido por debajo de la media nacional:
En 1992, de una población de 1.183.234 habitantes en la Comunidad
Autónoma, la población ocupada era de 450.984 (38,11%), siendo su
distribución por sectores la siguiente: el 10,89% pertenecía al sector
primario; el 27,52% a la industria; el 9,66% a la construcción; el 1,26%
al sector energético, y el 50,66% restante al sector servicios.
La evolución de los sectores productivos marca, a fecha de 1997, un
cambio de tendencia, siendo la industria y la construcción quienes
cobran un marcado protagonismo en detrimento de la agricultura y
servicios, si bien la agricultura marca en los últimos años una tasa de
crecimiento positivo. Con respecto al sector industrial, se pone de
relieve su peso en el desarrollo de la economía aragonesa, alcanzado una
tasa de crecimiento de un 5,30%, superior al promedio nacional, fijado
en un 5,12%:
— Sector primario. Con una extensión de 47.999,9 Km.2 (el 9,47% de la
superficie total española) la Comunidad Autónoma de Aragón dispone del
8% de la tierra labrada en el conjunto del estado. La agricultura ha
registrado, como ya se ha apuntado, una tasa de crecimiento positivo,
más trascendente si cabe, si consideramos los magníficos resultados del
año anterior, debido ello a unas condiciones marcadas por una buena
climatología y la estabilización del sector ganadero, aunque el 2,68% de
crecimiento es muy inferior a la media nacional, el 4,46%. Unas
explotaciones pequeñas, la mala organización del sector, la falta de
empuje exportador y la práctica ausencia de una industria
agroalimentaria en consonancia con las potencialidades existentes, más
el envejecimiento de la población rural están en la base de esta
situación.
En 1998 se han cultivado en toda la Comunidad un total de 1.989.011
hectáreas, siendo el 44% de la provincia de Zaragoza, el 34% de Huesca y
el 22% de Teruel. El mayor crecimiento en cereales se dio con el trigo y
la cebada (un 10 y casi un 9% respectivamente, con respecto al año
anterior), si bien descendió la producción de maíz y girasol. Igualmente
han sufrido una merma los productos hortícolas, de casi un 28%, así
como de los frutales, que descienden casi un 4%.
En lo concerniente a la ganadería, 1998 también ha deparado resultados
negativos, siendo la producción final ganadera de 132.113 millones de
pesetas, es decir, un 9% menos que el año anterior, a lo que no es ajena
la crisis del sector porcino (peste porcina…), si bien los ternascos
con denominación experimentaron un crecimiento próximo al 20%, y el
ganado bovino un incremento del 35% en su producción con respecto al año
anterior.
La renta agraria aragonesa, en 1998, alcanzó los 133.697 millones de
pesetas, una disminución en pesetas corrientes del 1,75% y del 3,5% en
pesetas constantes, con respecto a 1997:
Situada casi en su totalidad en el valle del Ebro (salvo una parte de la
provincia de Teruel), la región aragonesa dispone de la posibilidad de
utilizar agua abundante a partir de su importante red fluvial. El
aprovechamiento de estos recursos ha permitido ir incrementando las
zonas de regadío con obras de la importancia del Canal Imperial de Aragón , cuyas aguas llegaron a Zaragoza en 1784, o el Plan de Riegos del Alto Aragón , que nace en 1913. Aunque la puesta en práctica del Plan fue acelerada a partir de la constitución de la Confederación Hidrográfica del Ebro , ha habido numerosos retrasos, y a pesar de que se proyectó para ser ejecutado a lo largo de cuarenta años, sigue inacabado.
— Sector secundario. El proceso industrializador, dirigido inicialmente
en Aragón por una burguesía regional dinámica y emprendedora, evolucionó
posteriormente a medida que se articulaba el mercado nacional y
pasaban a competir las industrias de origen regional con otras mucho
más potentes y que en muchos casos las han desplazado o absorbido,
siendo consecuencia de este proceso la desposesión industrial a manos
del capital monopolista. Por ello, la mayor parte de las grandes
empresas localizadas en Aragón dependen de grupos bancarios o de capital
extranjero.
A fecha de 1998, el sector industrial aragonés sigue la pauta de ese
ciclo expansivo que, a nivel nacional, se inició en el tercer trimestre
de 1993, y en el que la aportación industrial cobra un gran protagonismo
a la hora de explicar las altas tasas de crecimiento. En este año, el
crecimiento industrial en Aragón sería de un 5,6%, para HISPALINK, de un
6,9% para CAP-AFI o de un 6,32% según FUNCAS.
En el entramado aragonés están funcionando de manera directa 8.482
empresas que, básicamente, tienen una actividad industrial (el 3,5% del
total de España). Más de la tercera parte de ellas carecen de
asalariados y cerca de las cuatro quintas partes emplean a menos de diez
trabajadores. Para conocer la distribución de las empresas industriales
según su actividad y número de ocupados en España y Aragón, nada más
ilustrativo que el cuadro adjunto:
El mayor número de empresas se concentra en las actividades «metalurgia y
fabricación de productos metálicos» (1646), «alimentación» (1279) y
«textil, confección, cuero y calzado» (1280), siendo las industrias de
tamaño grande las que detentan el protagonismo de la industria regional
(en 1997 han generado 1.303 miles de millones de pesetas, más de la
mitad de la cifra de negocio, y del valor añadido, 332 miles de millones
de pesetas, aún cuando solamente ocupan la tercera parte del empleo
industrial, el 31,14%).
Si consideramos la tipología de actividades, veremos que se sigue dando
una gran diversidad, aunque con una preponderancia de aquellas
actividades relacionadas con la construcción de material de transporte,
un 37% del negocio en 1997, un 60,5% de las exportaciones al extranjero
(490.000.000 millones de pts.), un 44% de las importaciones y un 17,4%
del empleo industrial.
La industria
aragonesa comenzó 1998 con 107.010 ocupados y lo finalizó con 108.030,
es decir, la cuarta parte del empleo total en Aragón. En este año se ha
producido una caída en la tasa de crecimiento, positiva en el conjunto
del año, pero preocupante si consideramos que en el último trimestre da
unas cifras negativas, que se sitúan en un 2,3%, aunque este descenso ha
sido más notable en los subsectores dedicados a la producción de bienes
intermedios y energía.
El índice de Producción Industrial (IPI), que refleja los cambios de
cantidad y calidad en la producción industrial, excluyendo la influencia
de los precios, significó, a nivel nacional, un crecimiento del 5,5%,
siendo en nuestra Comunidad superior, al alcanzar casi un 7%.
En el caso de la construcción 1998 traduce una recuperación de los
niveles aceptables de la actividad, aunque los resultados sobre el
empleo deberían de preocupar. Año en el que el sector se está
recuperando, al haberse producido un 2,2% de aumento del V.A.B., el
crecimiento medio que se está produciendo está próximo al 0,5%, aunque
el segundo trimestre se aproxima al 4%. Sin embargo, el empleo del
sector, lejos de aumentar, disminuye, habiéndose perdido en el conjunto
casi un 8% de empleos. Cabe señalar, igualmente, que mientras que en
España ha aumentado el número de empresas dedicadas a la construcción
(un 7%), en Aragón se ha experimentado un descenso (el 0,5%), contando
en la actualidad con 9.747 empresas.
— Sector servicios. En cuanto al sector servicios, viene experimentando
en los últimos años un creciente nivel de actividad, si bien por debajo
de la media nacional. Es, junto a la industria, el sector que registra
una producción mayor por empleado. Dentro de los componentes del P.I.B.
los servicios constituyen el sector con un comportamiento más estable.
Representa el 58% del V.A.B. aragonés, pero por debajo del 65% que
representa a nivel estatal.
Entre los subsectores destacan el comercio, el turismo, con una
tendencia creciente en el incremento de pernoctaciones hoteleras en los
últimos años (un 8,2% frente al 5,2% a nivel nacional) pero, sin
embargo, seguimos con déficit de plazas hoteleras en relación, también,
al conjunto nacional. Entre los subsectores con mayor potencial de
futuro destacan las telecomunicaciones y los transportes; dentro de
estos últimos, el A.V.E. y la Plataforma Logística
del aeropuerto pueden estimular decisivamente el desarrollo económico
de Zaragoza como centro de distribución de mercancías del cuadrante
Nordeste peninsular.
— Sector financiero. En cuanto al sector financiero, la primera entidad financiera moderna en Aragón fue la Caja de Descuentos , que aparece en Zaragoza en 1845 dirigida por Juan Bruil y que de la mano de este importante miembro de la burguesía liberal aragonesa se convirtió en Banco de Zaragoza
en 1856. En 1874 se liquida el banco de Zaragoza y sus mismos
accionistas constituyen el Banco de Crédito de Zaragoza. Como
consecuencia del proceso de acumulación de capital que acompaña a la
industrialización de comienzos de siglo, en 1906 se constituye el Banco
Aragonés de Seguros y Crédito y en 1910 el Banco de Aragón y el Zaragozano . Tras la guerra civil ,
el proceso de concentración que se lleva a cabo en el sector bancario
se traduce en Aragón en las absorciones de todas sus instituciones
bancarias, a excepción del Banco Zaragozano.
Una de las notas características del sistema financiero aragonés es la
gran importancia alcanzada por las Cajas de Ahorro en la captación del
ahorro regional. Es en torno al Consejo de administración de IberCaja
y de sus principales directivos donde está situado el mayor centro de
poder regional, dadas sus conexiones con diversas e importantes
empresas.
— Sector exterior: El comercio exterior presenta en Aragón datos
positivos pero que, sin embargo, representan una pérdida de peso
respecto al conjunto del Estado. Las exportaciones representaban en
Aragón una cifra de 829.401 millones de pesetas en 1998, lo que supone
un incremento del 2,3% respecto al año anterior; sin embargo, a nivel
nacional dicho incremento fue del 6,7%. Por clases de bienes, la
evolución en los últimos años de las exportaciones e importaciones se
reflejan en el cuadro adjunto:
Historia
• Condado de Aragón. Los musulmanes dominaron todas las tierras pirenaicas aunque la historiografía actual tiende a minimizar este hecho. Pero en Jaca
se encuentran el fuerte de Rapitán y el despoblado de Aín, que se
documentan por lo menos en el siglo XII; aquél es producto de la
evolución de árabe ribat, que significa «convento militar para defensa de fronteras»; y el nombre de aín-ahín
equivale a «fuente». De momento es imposible datar el establecimiento
de los musulmanes en Rapitán, aunque hay que situarlo en el siglo VIII.
El año 781-782 en esas tierras ya existía un grupo organizado, que
actuaba bajo la dirección de un tal Ibn Belascut ,
aunque el lugar exacto no se conoce de momento. Las primeras noticias
fidedignas corresponden a los primeros años del siglo IX, en que las
fuentes francas hablan de un conde Aureolo ,
que murió el año 809 cuando mandaba las tierras emplazadas frente a
Huesca y Zaragoza. Poco después ya aparece una dinastía indígena, que
encabezó el conde Aznar I
y persistiría hasta principios del siglo X. El año 828 por vez primera
se cita a Aznar como conde de Aragón. Debe tenerse muy en cuenta que el
nombre de Castilla aparece hacia el año 900; el de Navarra, en 1087; el
de Cataluña, en el siglo XII, según documentos auténticos, aunque alguno
sospechoso ya lo copia en la segunda mitad del siglo XI; y el «reino de
Valencia», en 1239. Así, el nombre de Aragón es el más antiguamente
documentado de la España oriental. El condado de Aragón primitivo se
centró sobre el valle de Echo , extendiéndose también por los Ansó , Borau y Canfranc .
Pero por el sur no llegaba a la canal de Berdún; y Jaca quedaba fuera
del primitivo condado. Su aparición hay que relacionarla con el hecho de
que la calzada de Bearn a Zaragoza pasaba el Pirineo por el puerto del
Palo y seguía por el valle de Echo hacia Puente la Reina de Aragón,
donde se conservan los restos de un puente romano. Los francos
utilizaron la presencia de monjes, al mando de San Zacarías, para
colonizar el valle de Echo, construyendo el monasterio de San Pedro de Siresa ,
hacia 809-814. De la misma forma construyeron los monasterios de San
Martín de Ciellas (al sur de la faz de Biniés) y el de San Julián y
Basilisa de Navasal (al norte de la misma foz), con los que dominaban la
entrada al valle de Ansó. De la misma forma, parece que fueron los
francos los que fortificaron el castillo de Grosín, entre Jaca y Borau,
dominando toda la canal de Berdún ,
así como se asentaron en Canfranc, que parece significar «campo de los
francos», como ocurre en Italia, si bien las menciones documentales son
del siglo XI. La cronología es muy insegura. Pero parece que hacia el
año 900 el condado de Aragón se había extendido hasta Atarés ,
hacia la cuenca del río Aurín, donde se levantaba el monasterio de San
Martín de Cercito, cerca de Acumuer, y hacia la cuenca alta del río
Gállego, dominando el valle de Tena: la posición aragonesa avanzada era
Senegüé. Posiblemente con motivo de esta ampliación territorial se
reorganizó la diócesis de Pamplona, desgajándole en 922 la diócesis de
Sasabe o Sasáu, donde comienza a citarse una nueva serie de obispos,
siendo el primero Ferriolo. Así se crea la diócesis coincidente
territorialmente con el condado. El último conde de Aragón fue Galindo II Aznar , que murió entre 922 y 925. El condado lo heredó su hija Andregoto Galíndez .
La historia de esos años es muy difícil de precisar, ya que algún texto
señala que el rey Sancho Garcés I conquistó Aragón, aunque posiblemente
se refiera a una supeditación del último conde al rey pamplonés. En
cualquier caso, es evidente que se pactó el matrimonio de Andregoto
Galíndez con el futuro rey García Sánchez I ,
hijo y heredero de Sancho Garcés I. Al matrimonio aportó Andregoto
Galíndez el condado de Aragón y parece se celebró después de 935, pero
pronto se anuló dado el parentesco de los contrayentes, ya que eran
primos hermanos, reconociendo los derechos del hijo de ambos, Sancho Garcés II , que a partir de 943 aparece ejerciendo determinada potestad en el condado de Aragón, bajo la proteción de un baiulus.
Cuando Sancho Garcés II fue proclamado rey de Pamplona (970) se produjo
definitivamente la unión del condado de Aragón y el reino de Pamplona.
• Formación territorial de Aragón. Hacia el año 800 surgen en la documentación dos núcleos políticos, en dependencia con Carlomagno y sus gentes: los condados de Aragón y Ribagorza .
Entre ambos estaban las tierras musulmanas de la Arbitania, con la
capitalidad en Boltaña. El condado de Aragón en el siglo IX comprendía
aproximadamente los valles de Ansó, Echo, Canfranc, Aurín y Tena. El
condado de Ribagorza se extendía por los valles del Noguera Ribagorzana,
Noguera Pallaresa, Isábena y Ésera. Los puntos extremos eran Perarrúa,
Roda de Isábena y Arén. En el siglo X se producen dos hechos
importantes: se ocupan las tierras de Boltaña y Aínsa en tiempos del rey
Sancho Garcés I
y del conde Galindo Aznar Il, y se asientan los cristianos en el macizo
de la peña Oroel. La ocupación de Boltaña se produjo hacia el año 916,
lo que permitió la interrelación de Aragón y Ribagorza. El conde Galindo
Aznar II entregó como dote a su hija Toda (casada con el conde Bernardo
de Ribagorza) las conquistadas tierras de Sobrarbe. El citado Sancho
Garcés I ocupó por las mismas fechas Uncastillo. Y a finales del siglo X
se llegaba a dominar hasta la sierra de Santo Domingo, con unas
fronteras imprecisas, que se establecieron definitivamente con el rey Sancho el Mayor
(1004-1035), pues fortificó Sos, Uncastillo, Luesia, Biel, Agüero,
Murillo, Loarre, Nocito, Secorún, Boltaña, Santa María de Buil, Monclús y
Perarrúa. En el caso de las últimas, ya eran cristianas desde antes.
Este monarca conquistó Ribagorza, sobre la que tenía ciertos derechos
familiares. Y desde entonces nunca más se separaría de Aragón. A la
muerte de Sancho el Mayor se fijaron por vez primera las fronteras entre
Aragón y Pamplona (1035), con una división que en líneas generales ha
perdurado hasta hoy, siendo aragonesas Aíbar, Sos y Uncastillo; eran de
Pamplona, Sangüesa y Ruesta. Antes de 1057, un vasallo del rey Ramiro I ,
llamado Arnáu Mir de Tost, conquistaba Fet, Bellmunt, Finestres,
Estopiñán y Caserres, completando más tarde su acción con la
fortificación de Antenza. En la misma zona el conde barcelonés Ramón
Berenguer I el Viejo y el conde de Urgell, Ermengol III actuarían sobre
Estopiñán, Caserras, Purroy y Pilzán, formando una pequeña posesión con
las últimas, que transmitirían a sus sucesores. El rey Ramiro I de
Aragón también actuó directamente sobre la zona, fortificando
primeramente Surta y Abizanda (hacia 1055) y ocupando después Benabarre
(1062), Luzás, Lascuarre, Laguarrés y Viacamp, así como Montañana. Como
resultado práctico de la cruzada contra Barbastro ,
a partir de 1067 se ocupó Alquézar y su comarca, constituyendo un punto
clave en la expansión cristiana hacía el sur. Y prontamente se planteó
la ocupación de Graus ,
en cuyo asedio fue herido y muerto el rey Ramiro I (8-V-1069). El
fracaso ante Graus planteó de distinta manera su ocupación, que se logró
en 1083, coetáneamente a la de Ayerbe y Arguedas (Navarra). Después
continuó en la zona del Cinca, con las ocupaciones de Estada (1087) y
Monzón (1089), que permitieron la de una zona mayor; de esa época
parecen las de Camporells, Nachá, Baells y Baldellóu, así como
Alcampell. En las Cinco Villas se fortificaba Luna (1092) y el mismo año
se tomaba Santa Eulalia la Mayor. Camino de Lérida se ocupaba Almenar
(1093), y se planteaba la ocupación de Huesca, que conquistaría el nuevo
rey Pedro I de Aragón , en noviembre de 1096, tras vencer en la batalla de Alcoraz .
Con Huesca se entregaron Apiés, Alcalá del Obispo, Sangarrén, Robres,
Novales, Tabernas, Banariés y Plasencia del Monte, entre otras
poblaciones. El mismo rey ocupó Barbastro (1100), así como Azara, Azlor,
Peralta de Alcofea y Sariñena, realizando en 1101 una «cruzada» contra
Zaragoza que dio como resultado la fortificación de Juslibol (llamada
Deus o vult, «Dios lo quiere»). Territorialmente, el reino se duplicó
con la acción del rey Alfonso I el Batallador ,
que primeramente ocupó Ejea (1105), Tauste (1105) y Tamarite (1107). En
1117 ya tenía Morella (Castellón) y se planteaba la conquista de
Zaragoza, tras un asedio de varios meses (18-XII-1118). Al mismo tiempo
se rindieron las tierras sitas entre Magallón, Fréscano, Mallén, Cortes,
por el oeste; y Alfajarín, Belchite y Pina, por el este. Tudela
(febrero de 1119), Tarazona y Borja se entregaron más tarde, lo que
permitía la repoblación de Soria (1119). Los almorávides acudieron tardíamente a socorrer Zaragoza, siendo vencidos en la batalla de Cutanda ,
cuyos frutos fueron la conquista de Calatayud (1120) y Daroca. De forma
provisional se ocupó el Bajo Aragón y se llegó hasta Cella, cerca de
Teruel. Pero todo se perdió al morir Alfonso I el Batallador después de
la derrota de Fraga . Al producirse la separación de Aragón y Navarra con la muerte de Alfonso I el Batallador, el rey Ramiro II el Monje
estableció la línea fronteriza que ha llegado hasta nosotros, con
alguna pequeña variante. Así como también se fijó (1136) con Castilla,
donde hoy se encuentra. Durante el gobierno de Ramón Berenguer IV
se desarrolló una conciencia aragonesista, que jugó papel importante en
la ampliación del reino. Se conquistó definitivamente Monzón (1140),
que se había perdido; así como Chalamera, Sariñena y Alcolea de Cinca
(1141). Luego se tomó Ontiñena (1147), Fraga, Mequinenza y Lérida
(1149). Daroca recibía como término municipal hasta los actuales límites
con Castellón-Valencia (1142), incluyendo algunas poblaciones
castellonenses, como Montán, Torralba y Cirat. Poco después se
repoblaban Albalate del Arzobispo (1149), Huesa del Común, Monforte de
Moyuela, Híjar y Alcañiz (1157). El rey Alfonso II
el Casto se extendió por el Bajo Aragón, principalmente, poniendo los
límites del reino de las costas del Mediterráneo. En 1168 ocupaba las
tierras de Caspe, y las hoy tarraconenses Orta de San Juan, Gandesa y
Ulldecona, así como Valderrobres (1169). Los límites entre Aragón y los
condados catalanes se establecieron en el curso del río Ebro, donde
permanecieron hasta finales del siglo XIII. Este rey también conquistó
Teruel (1169), que repobló más tarde. Y ocupó todo el resto de la actual
provincia de Teruel, colocando los límites de Aragón con Castellón y
Valencia donde hoy están, aparte de las ocupaciones posteriores de
Rubielos de Mora (1204), Camarena, Ademuz, Castielfabib y El Cuervo
(1210), que realizó Pedro II de Aragón . La última población ocupada fue Linares de Mora (1223), por Jaime I el Conquistador ,
que en un principio tenía intención de agrandar su reino aragonés con
la ocupación del reino moro de Valencia, por lo que lo repobló a «fueros
de Zaragoza», hasta que en abril de 1239 creó el «reino de Valencia» y
las fronteras se retrajeron adonde estaba al principio de su reinado.
Estas fronteras máximas sufrieron recortes posteriormente, precisamente
en virtud de los repartos del reino efectuados por Jaime I y las
acciones de sus sucesores. Cronológicamente las pérdidas primeras fueron
las sitas al sur del Ebro, hasta Ulldecona, con Amposta, que se
perdieron hacia 1282. Las tierras hoy valencianas de Ademuz lo fueron
con motivo de los repartos aducidos (1244), mientras que las
tarraconenses actuales de Orta de San Juan y Gandesa las comenzó a
disputar Cataluña hacia 1300 y ya se habían perdido en 1350. De la misma
forma, con la recreación del condado de Ribagorza por Jaime II de Aragón las fronteras orientales se colocaron prácticamente sobre el curso del río Noguera Ribagorzana.
• Creación del reino de Aragón. Desde mediados del siglo XIII se repite en todos los textos que Sancho el Mayor , rey de Pamplona, antes de morir dividió sus reinos entre sus hijos, dejando Pamplona al primogénito legítimo García de Nájera ; el reino de Castilla, a Fernando; Sobrarbe y Ribagorza, a Gonzalo . Y a Ramiro ,
su hijo natural y primogénito, el reino de Aragón. Incluso se relaciona
con una leyenda que refiere el presunto adulterio de la reina
Muniadona, que fue acusada por sus hijos García de Nájera y Fernando de
Castilla, siendo defendida por su entenado Ramiro, el futuro rey de
Aragón, hasta demostrar la inocencia de la acusada, tema que ha pasado
al teatro reiteradamente. Sin embargo, el mejor conocimiento de la
documentación y numismática del siglo XI muestra que estamos ante una
leyenda interesada y falsa en su totalidad. De ahí que se precise
estudiar el tema a base de las fuentes coetáneas, partiendo de los
últimos años de reinado de Sancho el Mayor, que poco antes de morir
repartió sus bienes personales entre los distintos hijos. Un documento
datable en 1035 permite asegurar que Ramiro de Aragón recibió de su
padre «toda la tierra que tenía desde Vadoluengo (cerca de Sangüesa)
hasta Matidero» (del municipio de Secorún, part. jud. Boltaña),
exceptuando Loarre y Samitier (que serían de Gonzalo) y Ruesta y Petilla
de Aragón, que serían de García de Nájera. Pero allí sólo se habla de
tierras, nada de dividir el «poder real». Incluso Ramiro recibía
posesiones en Navarra y Castilla. La revisión documental permite afirmar
que el rey Sancho el Mayor murió el 18 de octubre de 1035, dejando la
«potestad» real a su hijo García de Nájera, que en esos momentos estaba
en Roma y tenía escasamente diecinueve años. Era rey en Pamplona, Aragón
y Castilla. Por eso existen monedas acuñadas a nombre de garcía—aragón.
En Castilla, Fernando actuaba como conde. Posiblemente la edad de
García le impedía ejercer totalmente la potestas, por lo que Ramiro se
atribuyó funciones de gobierno en Aragón, donde había recibido las
tierras de su padre. En su testamento señala que tuvo Aragón «en bailía
de Dios»; y en sus documentos originales se tituló únicamente «Ramiro,
hijo del rey Sancho». Pero nunca tomó el de rey, aunque sus coetáneos
así lo denominaron. Y no tomó el título real porque su padre acababa de
introducir en España la teoría de que los reyes lo eran «por la gracia
de Dios»: y Ramiro era hijo natural, lo que le imposibilitaba según el
Derecho canónico coetáneo para reinar (el futuro rey debería ser hijo de
matrimonio canónico «con arras»). Un documento coetáneo precisa que era
«casi como rey». A partir de la batalla de Tafalla (1038?), su hermano
García de Nájera le reconoció algunos derechos, que no conocemos bien. Y
siguió actuando como monarca hasta su muerte (9 de mayo de 1069).
Durante la época de correinado (1062-1063) con su hijo Sancho Ramírez ,
éste se tituló «Sancho, hijo del rey Ramiro». Pero al quedar como rey
único, Sancho Ramírez comenzó a denominarse «Sancho, el aragonés por la
gracia de Dios» (1069-1075), si bien su significado político se nos
escapa de momento. Puede estar en relación con el hecho de haber quedado
como rey único, o mejor porque el año 1068 hubiese realizado un viaje a
Roma para hacerse «caballero de San Pedro», pasando a constituirse en
un vasallo pontificio. Era la época en que los papas se consideraban
dueños de todas las tierras de España. A partir de 1071 las bulas
pontificias comienzan a denominar «rey» a Sancho Ramírez, que sin
embargo no utilizó en esos momentos tal titulación. Según la
documentación auténtica, Sancho Ramírez comenzó a figurar como rey a
partir del momento en que se hizo cargo del reino de Pamplona, tras el
asesinato de Sancho de Peñalén (junio de 1076). A partir de entonces se
llamaría «Sancho, rey de los Aragoneses y de los Pamploneses», título
que ostentaría hasta el momento de su muerte. Así, es posible que el
título real se debiese a la conjunción de dos circunstancias: la
ocupación del reino de Pamplona y la concesión pontificia del título de
«rey», como ocurrió en otros lugares de Europa. Debe advertirse que el
título no corresponde a las tierras donde el monarca ejercía su
jurisdicción sino a los hombres que la poblaban: Sancho Ramírez era «rey
de los hombres Aragoneses», no del territorio de Aragón. La
identificación del rey con una base territorial es más tardía, de
momento no está fijada con exactitud. La intitulación de «rey de los
Aragoneses» alcanza hasta Ramiro II el Monje , inclusive. Pero la serie de cambios que se produjeron con motivo de los desposorios de Petronila con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, incidieron sobre la titulación. Ramiro II todavía se llamó en latín rex Aragonensium («rey de los Aragoneses»); su yerno se tituló princeps Aragonensis («príncipe Aragonés»). De momento no se conocen las motivaciones políticas que puede haber para el cambio entre Aragonensium y Aragonensis; pero la hubo. El primer rey de la «Corona de Aragón», Alfonso II el Casto , se tituló rex Aragonensis,
al principio; pero desgraciadamente los editores de sus documentos no
se han fijado en estas circunstamcias y desarrollan indiscriminadamente
las abreviaturas Arag. como lo consideran oportuno, sin fijarse
que fue precisamente con este monarca cuando los reyes se titularon
definitivamente «reyes de Aragón». Hará falta un estudio de esas
intitulaciones para ver en qué momento se pierde la vieja idea de que
los reyes lo eran sobre los hombres que vivían en un territorio para
serlo de las tierras que configuraban el «reino de Aragón». Posiblemente
esté en relación con el tema el hecho de que, en la época durante la
cual se titularon rex Aragonensis, en las fechas de los
documentos decían que reinaban «en Aragón, Pamplona, Huesca, Monzón,
Zaragoza y en las tierras de España», como Alfonso I el Batallador. Allí
se ve cómo se ha ido formando el reino, por la yuxtaposición de
territorios conquistados sucesivamente, lo que sugiere la idea de que el
nombre de reino de Aragón en el siglo XI y principios de XII no
englobaba todavía a Huesca o Zaragoza. Pero precisamente fue con el rey
Alfonso II el Casto cuando se comenzó a usar el nombre de «reino de
Aragón» para designar el conjunto de tierras que había heredado de su
madre la reina Petronila. En el siglo XIII esta idea ya se ha
configurado totalmente y la redacción de cuerpos jurídicos de ámbito
territorial, como los Fueros de Aragón , confirmarán la idea de que los reyes lo eran de Aragón.
• Corona de Aragón .
La Corona de Aragón constituye una forma de organización política
surgida en la Edad Media y que se mantiene hasta su absorción progresiva
en la unidad española a partir de los Reyes Católicos. Su origen debe
situarse en el testamento de Alfonso I el Batallador ,
y en los sucesos que de él se derivaron: Alfonso, que no tenía
descendencia, había legado el reino a las órdenes militares, lo que iba
en contra del derecho tradicional aragonés y de los intereses de la
nobleza; de ahí que la mayor parte del reino elevó al trono a un hermano
del Batallador, Ramiro II , a la sazón monje en San Pedro el Viejo de Huesca, al que procuraron consorte que le dio pronto una heredera, Petronila .
La iniciativa aragonesa supuso la separación de Navarra, que llevaba
medio siglo unida a Aragón, y que aprovechó la coyuntura para tener rey
propio en la persona de García Ramírez el Restaurador, nieto del Cid
por línea materna. Pero sobre todo suponía entrar en conflicto con las
órdenes militares y su valedora, la Iglesia, pues, aunque no aspirasen a
que se cumpliera al pie de la letra el testamento del Batallador, a
todas luces inviable, sí buscaban una solución de acuerdo con sus
intereses. La solución fue casar a Petronila con Ramón Berenguer IV ,
conde de Barcelona, instrumentándose dos canales jurídicos paralelos,
por los que Petronila era portadora de los derechos que propugnaba el
punto de vista aragonés, y Ramón Berenguer, que era templario, los de
las órdenes militares.
Esta explicación jurídica, que supuso la unión de Aragón y Cataluña,
debe completarse con otras razones más profundas de política peninsular.
Un año después de morir Alfonso I, en 1135, Alfonso VII de Castilla
se hacía coronar emperador en León, y parecía dispuesto a practicar una
política hegemónica sobre toda la península. No tardó en aspirar a la
corona aragonesa, penetrando en Zaragoza, recientemente conquistada a
los almorávides ,
donde fue bien recibido por sus pobladores, que veían en él la mejor
manera de sostenerse frente a los musulmanes. Pero la mayor parte del
reino, al igual que los catalanes, temía la preponderancia castellana,
que con sus aspiraciones sobre las tierras moras de Levante podía cerrar
el paso de la expansión reconquistadora a los restantes reinos
peninsulares. De ahí que Ramiro II, tras fracasar varias tentativas de
solución, ofreciera su hija Petronila, y con ella el reino de Aragón, al
conde de Barcelona, que aceptó de inmediato, ante las ventajas que la
unión le reportaba.
Este matrimonio preconizaba la unión personal de los territorios sobre
los que dominaban los reyes de Aragón y los condes de Barcelona. Pero no
la causaron de forma inmediata, ya que la realeza aragonesa fue
transmitida por Petronila a su hijo Alfonso, el primero que, por
consiguiente, unió en su persona la soberanía de los dos países y los
gobernó por derecho propio. Por eso Ramón Berenguer no se tituló nunca
rey, a pesar de que la Iglesia le concediera el título real en su
donación. Con evidente tacto político, el conde prefirió atenerse en
este asunto al punto de vista jurídico aragonés, titulándose únicamente
príncipe.
¿Qué efectos jurídicos produjo la unión de ambos países? Se ha
observado, con razón, que no se trataba de la fusión de los territorios,
que siguieron gobernándose con plena autonomía, sino de una simple
unión en el vértice, esto es, en la persona de su príncipe o soberano.
De ahí que la denominación que mejor cuadre a esa realidad política
fuera la de Corona (de Aragón), con la que fue designada al cabo de
algún tiempo, y no la de confederación, que impropiamente le han dado
algunos historiadores modernos. El nombre Corona de Aragón sólo se
impuso a partir del siglo XIV, después de que se ensayaran otras
expresiones más genéticas, como Reyal Corona o Corona Aragonum et Catalonie.
Mas, para comprender todo el alcance que en la Edad Media tenían estas
uniones personales es preciso recordar el escaso grado de desarrollo de
los Estados en aquella época, y el papel eminente que en tal situación
correspondía a la persona del príncipe o soberano. La falta de una
integración territorial plena y de una auténtica solidaridad nacional
era suplida mediante el estrechamiento de los vínculos personales entre
el rey y los representantes más calificados de la tierra: la nobleza y
las ciudades. En virtud de esos lazos, aragoneses y catalanes se
convierten en «servidores del rey, no del reino» (J. M. Lacarra), lo que
puede dar idea de que la unión personal, en esas circunstancias, podía
tener más implicaciones de las que aparecen a primera vista.
Por eso es importante consignar lo que supuso la unión para cada uno de
los países fundacionales. Cataluña, por su densidad demográfica y su
dinamismo mercantil, estaba destinada a ser casi siempre el núcleo
rector de la Corona y el más beneficiado. Para lograrlo, no era preciso
que intervinieran en los asuntos internos de Aragón o de los posteriores
miembros de la Corona: hay que reconocer que en este punto hubo siempre
un rígido respeto formal a las respectivas autonomías; bastaba con
tener a su favor a la monarquía, ya que ésta se hallaba en condiciones
de canalizar hacia un país o hacia una empresa determinada muchas
energías de los otros países o reinos, cuyos habitantes eran vasallos y,
en último término, «servidores del rey», quien podía exigirles el
cumplimiento de sus obligaciones. Tales posibilidades no fueron
puramente teóricas: la historia de la reconquista y de la expansión
mediterránea muestra hasta qué punto Cataluña impuso sus criterios e
intereses a través del monarca, el cual halló en los catalanes una
colaboración que, naturalmente, no obtuvo de los aragoneses, quienes
empezaron a condicionar sus servicios a que éstos fueran empleados en el
propio reino.
Aragón, por su parte, recibió el primado de honor dentro de la Corona,
que los reyes nunca le disputaron. No se ha precisado bien hasta qué
punto los condes de Barcelona anhelaban el título de rey, y las
utilidades que de él esperaban obtener, aunque ambas cosas parecen fuera
de duda. De ahí la estima con que aceptaron el título de reyes de
Aragón, y que éste pasara a ser el título y nombre principal de la
dinastía («titulum et numen nostrum principale», dirá Pedro IV), y
Zaragoza la cabeza visible del mismo, aunque esa capitalidad tuviera más
de honorífico que de otra cosa. Los nuevos soberanos manifestaron
también su predilección por los nombres tradicionales aragoneses
(Alfonso, Pedro), frente a los catalanes (Berenguer, Ramón) que ya no
vuelven a ser empleados. Es significativo que el hijo de Ramón Berenguer
IV, bautizado con el primer nombre de su padre, dejara éste y adoptase
el de Alfonso II, con el que le conoce la historia.
Al ser Aragón el título de mayor dignidad, pasó a ocupar el primer lugar
de las titulaciones reales, lo que hizo que diese su nombre a la
entidad política que estaba naciendo: la Corona de Aragón.
Efectivamente, fue costumbre de la dinastía enumerar los diferentes
reinos y territorios que poseía: Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia,
Cerdeña, etc. Sólo en alguna ocasión prescindió el rey de esta
costumbre; como cuando Jaime I
separó de la Corona el reino de Mallorca para su segundogénito Jaime,
el hijo mayor, Pedro III el Grande, se limitó a titularse Rex Aragonis, suprimiendo
los demás para no hacer patente la separación de Mallorca, que él no
aceptaba. Tales enumeraciones tenían, además, otro inconveniente, ya que
los reinos debían preceder a los condados, por lo que Barcelona
descendía a los últimos lugares. Se creó por ello cierto malestar entre
los catalanes que, dueños del poder económico y político, aspiraban
(también a obtener la primacía en estas y otras cuestiones
protocolarias. Consiguieron a veces que el rey fuera a Cataluña antes
que a Aragón a jurar fueros y costumbres. Pero debían entrar en los
combates al grito de «¡Aragón, Aragón!», por lo que más tarde, en un
claro intento compensatorio, se dejó circular la idea de que los colores
de la bandera de la dinastía habían sido tomados de Cataluña.
• Expansión de la Corona de Aragón. La
Corona de Aragón tuvo un espectacular crecimiento tras la unión de
catalanes y aragoneses. Unos y otros tenían vasallos al otro lado del
Pirineo. Después de la unión, esta influencia creció grandemente, sobre
todo por obra de Alfonso II, que poseyó el condado de Provenza y el
Rosellón; así como el vasallaje de varios condes del Languedoc, de otros
fronterizos al reino de Aragón (Bearne, Bigorra), y el del conde de
Foix. Coincidía con una reacción del Mediodía francés frente al
centralismo amenazante de París, cuyo agente era el conde de Tolosa,
Alfonso Jordán. Alfonso II supo explotar esta situación en su favor,
pero resulta tal vez exagerado el título de «imperio occitánico» con el
que se suele designar el heterogéneo conjunto de dominios que hemos
mencionado. Todo ello se vino abajo en el reinado de su hijo Pedro II .
La ofensiva lanzada por París para unir estos territorios a la corona,
halló un magnífico apoyo en el espíritu de cruzada que se había
predicado contra los albigenses. Simón de Montfort era el caudillo de ambas empresas. Pedro II se le opuso en defensa de sus vasallos, pero cayó muerto en la batalla de Muret
(1213). Aunque posteriormente hubo algunos intentos de reacción, la
verdad es que el sueño occitánico se desvaneció con la muerte de este
rey.
Más eficacia tuvo la expansión a través de la Reconquista. La unión
permitió llevar a cabo la ocupación de los territorios que anteriormente
habían disputado catalanes y aragoneses, como algunos comprendidos
entre el Cinca y el Segre. En 1149, Ramón Berenguer ocupó Lérida. Un año
antes, Tortosa. El conde catalán no los incorporó ni a Aragón ni a
Cataluña, sino que los añadió a su corona como territorios
diferenciados. Fue más tarde, al consolidarse la conciencia nacional de
catalanes y aragoneses, cuando se planteó la cuestión sobre a quién
pertenecían esas tierras. Ambas partes creían contar con derechos
históricos y apoyos jurídicos, pues por Lérida y Tortosa corría la
moneda jaquesa pero se gobernaba por los Usatges y por las asambleas de
paz y tregua catalanas. Se creó así un problema que Jaime I intentó
resolver sin que se lograra hasta Jaime II, mediante una solución
salomónica que dejó Lérida para los catalanes. Estos problemas
fronterizos afectaban también a Ribagorza, donde el rey instituyó un
condado, distinto de Aragón y Cataluña.
El avance más espectacular de la reconquista se hizo bajo Jaime I con la
conquista de Valencia y Mallorca, que proporcionaron dos nuevos reinos a
la Corona. El de Mallorca comprendía, además de esta isla, conquistada
en 1229, el resto de las Baleares. Ibiza fue tomada en 1235. Menorca se
sometió a vasallaje y no fue ocupada hasta 1287 por Alfonso III .
La empresa de Mallorca se ha definido como obra de catalanes, pues
fueron ellos los que apoyaron al rey con armas y dinero. La verdad es
que respondía a sus intereses mercantiles, por lo que los aragoneses
mostraron poco entusiasmo, lo que no significa que aquellos que estaban
obligados con el rey no acudiesen con sus armas. Pero los ojos de los
aragoneses estaban puestos en la conquista de Valencia, donde Jaime I
había fracasado en 1225, por causa de los intereses encontrados de
algunas instituciones del reino. Cuando se llevó a cabo, años más tarde,
los aragoneses pudieron comprobar hasta qué punto les era desfavorable
la política del rey. Éste orientó sus esfuerzos a la creación de un
reino nuevo dotado de leyes y personalidad propia, e independiente por
completo de Aragón, cuyos fueros, propugnados por los nobles y los
repobladores aragoneses, fueron lentamente desplazados por voluntad
real.
La expansión mediterránea completa el desarrollo territorial de la
Corona de Aragón. Pedro III el Grande conquistó Sicilia en 1282. Pero la
oposición del papa y de los franceses obligó a sus sucesores a
abandonarla, aunque los sicilianos mantuvieron allí una dinastía
catalano-aragonesa hasta que la isla fue reincorporada a la Corona por Martín el Humano
en 1409. Por la renuncia de Sicilia, Jaime II obtuvo del Papa la
investidura de Córcega y Cerdeña. La conquista efectiva de ésta se
inició en 1323 y fue lenta y costosa (se le llamó «tumba de
aragoneses»); Córcega no llegó nunca a ser conquistada. La espectacular
expedición de los almogávares a Oriente dio lugar a la conquista de los
ducados de Atenas y Neopatria, anexionados primero a Sicilia y desde
1380 a la Corona, por Pedro IV. Se perdieron durante el reinado de Juan I , ante el empuje de los turcos.
• Organización de la Corona de Aragón.
Siendo la monarquía el único lazo que originariamente vinculaba entre sí
a los territorios de la Corona, es lógico que ésta no tuviera más
órganos comunes que la propia monarquía y aquellas instituciones a
través de las cuales el rey despachaba sus asuntos. Así se explica la
importancia de la presencia física del soberano en los diferentes países
de la Corona. Pero la multiplicación de éstos la hacía cada vez más
difícil. Para Aragón, Cataluña y Valencia se estableció una especie de
rotación, que obligaba al monarca a repartir su estancia entre ellos a
lo largo del año. Mas como esto no era suficiente, aparecieron otras
magistraturas, unas de carácter ordinario y con jurisdicción propia,
como el Gobernador General de cada reino, cargo vinculado muy pronto al
primogénito, y otras, como el Lugarteniente, que eran ante todo una
representación de la persona del rey. En algunos lugares, como en
Sicilia, se les dio, por esa razón el nombre de virreyes, con el que tal
institución se incorporó a la historia de la administración española
después de los Reyes Católicos.
En la Alta Edad Media, el rey despacha sus negocios a través de la Casa
Real, conjunto de oficiales que ayudaban al rey tanto en los asuntos
privados como públicos. El desarrollo posterior de la Casa Real corre
paralelo al de la misma institución monárquica. Desde Alfonso II y Pedro
II el rey trata de extender el ámbito de sus competencias y de
justificar sus poderes mediante la fijación de una doctrina teocrática
de la realeza y la potenciación de la figura del soberano, quien se
rodea de un ampuloso ceremonial que le distancia de los súbditos. Todo
crece a su alrededor en idénticas proporciones. La Casa del Rey se
engrandece tanto por la importancia de los asuntos que trata como por el
número creciente de funcionarios. A finales del siglo xiii destacan
cuatro grandes oficios, algunos de vieja raigambre, como los de
mayordomo, camarlengo y canciller, y otros de nueva creación, como el de
maestre racional, jefe de la hacienda regia. Sus titulares pertenecían
por derecho propio al Consejo Real. Eran comunes a toda la Corona,
aunque el particularismo creciente hizo que algunos, como el primero, se
desdoblaran, creándose tantos mayordomos como reinos.
El órgano consultivo más importante en los comienzos de la Corona de
Aragón era la curia regia. Aunque se trataba de una especie de consejo
afecto a la persona del príncipe, y por tanto, común para toda la
Corona, pronto se estableció cierta distinción respecto a su
funcionamiento y a los asistentes, según que los asuntos fueran
catalanes o aragoneses. Pero la división por reinos se impuso
rápidamente, sobre todo cuando, por evolución de la curia regia,
aparecen las Cortes ,
que se convirtieron en la representación natural de cada reino y de su
estructura estamental. Nunca existieron cortes comunes a los diferentes
países de la Corona. A lo sumo, se convocaban «cortes generales», pero
cada reino se reunía por separado en lugares próximos. Las Cortes
canalizaron, además, el espíritu nacionalista de cada reino —que llegó a
imponer al monarca el indigenismo de los oficiales— y los intentos de
regular los poderes de la monarquía y demás instituciones del reino, lo
que originó un gobierno paccionado, es decir, pactado entre el rey y los
súbditos. Esto hizo que, aunque normalmente las formas de gobierno
resultantes fuesen muy similares de un país a otro tampoco faltarán a
veces instituciones peculiares, destacando en este sentido el Justicia de Aragón , en principio un simple juez de palacio, pero que luego se convirtió en juez constitucional entre el rey y el reino.
La historia medieval de la Corona de Aragón muestra la existencia de dos
tendencias de signo distinto, aunque no contradictorias. Por una parte,
la afirmación interna de la personalidad de cada uno de sus Estados
condujo a la aparición de las Diputaciones que, con breve intervalo de
tiempo, se formaron sucesivamente en Cataluña, Aragón y Valencia.
Nacidas para ejecutar ciertas decisiones fiscales, como recaudar y
administrar impuestos, terminaron ejerciendo la representación
permanente del reino cuando se disolvían las cortes. Por el contrario,
la necesidad de robustecer los lazos de los distintos países con la
corona llevaron a Jaime II en 1319 a jurar la indisolubilidad de Aragón,
Cataluña y Valencia, base de la unión, juramento que luego renovaron
los reyes posteriores.
A partir de la unificación peninsular realizada por los Reyes Católicos,
la Corona de Aragón fue lentamente desapareciendo, primero como
realidad política y finalmente como realidad institucional. Desde la
época de Carlos I ,
los países que la integraban dejaron de actuar solidariamente,
integrándose en la unidad más amplia que era la Corona de España. Sólo
la permanencia en la corte del Consejo de Aragón ,
que entendía en los asuntos de Aragón, Cataluña, Valencia, Mallorca y
Cerdeña, recordaba la existencia de la vieja realidad política. El
Consejo de Aragón fue abolido por los Borbones, junto con las demás
autonomías y peculiaridades políticas, entre 1707 —Aragón, Valencia— y
1716 —Cataluña.
• Aragón en la Edad Moderna. Durante el
período que habitualmente denominamos Edad Moderna, Aragón mantuvo las
constantes orgánicas del Estado medieval, pese a los periódicos embates
de la monarquía por involucrar al reino en su política propia, tanto
interna como exterior. Los intentos reformadores de Fernando II , la presión militar ejercida por Felipe I a consecuencia de las llamadas «alteraciones de Aragón », y las reformas de la constitución aragonesa, acordada en las Cortes celebradas en Tarazona
en junio de 1592, no extinguieron la personalidad del viejo reino, pese
a quedar muy mermada. La represión del rey sobre el reino, ejercida a
la sombra del ejército castellano, supuso la sumisión del Estado
aragonés a los designios de la monarquía universal de los Austrias
hispánicos. Los Fueros aragoneses se mantendrían vigentes, aunque
reformados en algunos puntos de singular trascendencia. Como
consecuencia de todo ello, Aragón irá perdiendo fuerza para oponerse a
los reyes en las decisiones que perjudicaban los intereses del reino.
A fines del siglo XVII, cuando Aragón comenzaba a recuperarse de los desastres padecidos durante la centuria (expulsión de los moriscos , pestes y guerras), la muerte de Carlos II daría lugar a una nueva interrupción en su desarrollo constitucional, con el conflicto sucesorio conocido como guerra de Sucesión . La nueva monarquía borbónica reforzada tras la batalla de Almansa , decidirá en los Decretos de Nueva Planta
una nueva fisonomía para Aragón, extinguiendo su personalidad política,
aboliendo su independencia y autonomía, adscribiendo al viejo reino al
uniformismo generalizado en Europa y reduciéndolo al modelo castellano,
más acorde con el sistema francés. Sin embargo, pese a la pérdida de su
forma política, la esencia del reino permanece, traducida en una
conciencia aragonesa de la que es testigo el siglo XVIII y a la que la
llustración aragonesa da nuevas y espléndidas formas. La idea conceptual
del reino se mantiene, y no sólo en los escritores políticos de su
tiempo, como Asso y Calomarde, sino que es algo más profundo que se
pondrá de manifiesto a consecuencia de la invasión napoleónica.
Inmediatamente resurge la realidad del reino, como forma de Estado
aragonés, en las mentes de los caudillos populares, quienes resucitan
sus viejas instituciones. Y en las Cortes de Cádiz representantes aragoneses ocuparán un destacado lugar. El retorno del Antiguo Régimen
y la reestructuración administrativa que se hace de España a partir de
1820, con la creación de cuatro provincias en Aragón en 1823 (Calatayud,
Huesca, Teruel y Zaragoza) y la definitiva reforma administrativa de
1833, supondrán un duro golpe a la conciencia aragonesa. Sin embargo, el
apego a la viejas libertades forales, transmitido de padres a hijos
como vinculación a una identidad propia, diferenciadora de sus vecinos,
se hará notar en las contiendas civiles que conocemos como guerras carlistas . No deja de tener importancia que, a la hora de ganar adeptos en Aragón, los predicadores del carlismo
prometiesen la restauración de las libertades forales aragonesas, como
eficaz medio de atracción de los aragoneses a la causa del carlismo.
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