viernes, 3 de junio de 2016

Talmud - Metapedia

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Talmud





Versión babilónica del Talmud.
El Talmud (del hebreo התלמוד) es una obra que recoge las discusiones rabínicas sobre leyes judías,
tradiciones, costumbres, leyendas e historias. El Talmud se caracteriza
por preservar la multiplicidad de opiniones a través de un estilo de
escritura asociativo, mayormente en forma de preguntas, producto de un
proceso de escritura grupal a veces contradictorio.
El judaísmo considera al Talmud la tradición oral, mientras que la Torá (el Pentateuco) es considerada como tradición escrita.



Contenido

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Introducción

La mayor paradoja que puede hallarse en toda la histo­ria de la
humanidad, es la de encontrar un pueblo que fuese el elegido y
seguidamente el vomitado por Dios; que no es otro más que el judío. En
su continuo deambular por la vida, aferrado a sus tradiciones como
ningún otro, va transmitiendo de padres a hijos sus creencias religiosas
y sociales de forma que, a través de los siglos, el judaísmo arrastra a
una casta indomable, atribuyéndose a sí misma la condición de casta
superior, instruyéndose en que el judío es el único Dios viviente en la
tierra, el Adam Kadmón, el hombre celeste; todos los demás han sido
puestos en la tierra para servir al hebreo.


Predicando entre sí un odio espantoso contra todos los demás
pueblos, a los que azuza como a perros a la pelea, y adoctrinándose
entre ellos con la terrible idea de que, "aun al mejor de entre los goim
(los no judíos), se les debe ex­terminar."


El porqué y cómo viene ocurriendo todo esto, se puede explicar
con razones sencillas y comprensibles que no hay porqué ocultar. En
primer lugar, porque los hebreos tienen un espíritu demoníaco, "tiene
por padre al diablo que es el padre de toda mentira, y sólo quieren
hacer las cosas de su padre"; en segundo lugar, porque están sometidos
entre ellos, a una férrea disciplina a través de los Kahales
(Consejos nacionales, regionales y locales) y de los rabi­nos; en
tercer lugar, porque tienen un Código sagrado y secreto al que no puede
sustraerse ningún judío, y rige desde fechas inmemoriales; y, por
último, porque todos están sujetos a pagar un tributo económico al Kahal
al margen de los otros impuestos, lo que convierte al judaís­mo en la
secta mejor organizada, pagada y sostenida del mundo entero.


Pero ahora no vamos a hacer más que una breve refe­rencia a la
vasta obra del Talmud, pues no se trata realmente de un libro sino de
una colección de 63; y basándonos en trabajos hechos por varios
escritores, escasos sobre el tema, tratamos ahora de darlo a conocer en
España, que ha sido y sigue siendo la cuna del criptojudaísmo, como
reconoce el eminente historiador judío contemporáneo Cecil Roth, en su
Historia de los marranos. Esta obrita aunque es peque­ña, es de una
labor ardua y paciente.


Hay que resaltar de entrada que El Talmud se acepta y respeta con
veneración por los judíos del mundo entero, particularmente por todos
los ortodoxos, que son la in­mensa mayoría.


Se trata de una obra elaborada exclusivamente por rabi­nos, por
aquellos considerados como los más sabios entre ellos, y actualmente
está de tal forma tan impuesto entre la judería, que ya cualquier
rabino, aisladamente, es incapaz de formular la menor crítica sobre su
contenido. Ninguno puede alzar su voz contra él, sólo el Gran Rabinato
reunido podrá ir lenta y ocasionalmente corrigiendo aquellos aspectos
que más repugnen a las mentes de los demás rabi­nos.


De las dos partes de que consta El Talmud: La Misná y La Guemará,
quizá sea la primera la parte principal de todo él. Así como la Ley
Moisés, es considerada la prime­ra Ley o Ley fundamental; la Misná es
como una Ley ordinaria, y La Guemerá, como el Reglamento que la
desarrolla y complementa. Pero ninguna de estas dos pue­de ser vulnerada
por ningún israelita. La Ley de Moisés sí.


Y creemos sinceramente, que cuando no se conoce bien una materia,
lo primero y más juicioso es informarse antes de afirmar o entrar en
discusión sobre ella, porque esto es más propio de irresponsables. Las
páginas que siguen no pretenden otra cosa. Sólo satisfacer a alguien que
sienta un sano interés por saber lo que es el Talmud y lo que enseña, y
ya nos damos por satisfechos. Y cualesquiera que sean las criticas que
produzca, aún las opiniones más encontra­das, será la recompensa a este
pequeño trabajo.


Y rematemos ya esta introducción con una tradicional oración que
durante siglos se vino repitiendo en la liturgia de cada Viernes Santo,
desde el Papa de Roma hasta el último pastor de almas, que aunque quedó
excluida de dicha liturgia por el Concilio Vaticano II, casi al mismo
tiempo que Pablo VI reconocía públicamente que el humo de satanás había
penetrado en la Iglesia de Cristo, y el común de la curia romana admitía
que algún diablo se paseaba vestido de púrpura por la ciudad del
Vaticano; no por ello hemos de entender que está prohibida, pues a
diario se pide a Dios por toda clase de autoridades, institu­ciones,
pecadores, y, por qué no por los judíos.




La oración reza así:


"Oremos también por los pérfidos judíos para que Dios quite el
velo de sus corazones, a fin de que reconozcan con nosotros a Jesucristo
Nuestro Señor.


Omnipotente y sempiterno Dios, que no excluyes de Tu Misericordia
ni aún a los pérfidos judíos: oye los ruegos que te dirigimos por la
ceguedad de aquel pueblo, para que reconociendo la luz de Tu verdad, que
es Jesucristo, salgan de sus tinieblas. Por el mis­mo Dios y Señor
Nuestro."




Penetrad en las moradas de aquel pueblo, y veréis la miseria
espantosa que lo aflige. Hallaréis a los padres haciendo leer a sus
hijos un libro mis­terioso que a su vez lo harán también leer los hijos a
sus hijos.



Chateaubriand







El Talmud: código sagrado y secreto

Lo cierto es que, aunque los judíos no exhiben el Talmud, o conjunto
de libros que lo integran, más bien lo ocultan, es considerado por ellos
como una ley propia y superior, y su 'existencia es tan real como el
crimen ritual mismo. Y el Talmud no es otra cosa más que un conjunto de
disposiciones y reglas de conducta, de muy obligado y severo
cumplimiento para el judío,
en donde lo religioso no es materia única, y más bien seundaria; en
donde todo está en abierta contradicción con la moral cristiana, y en
donde todo aparece escrito y con la suficiente claridad, acerca de la
consideración y el posible asesinato de los goim, los no judíos.[1]


Basta esta sola cita del Talmud para formar criterio y emitir un juicio ponderado:



Sólo el judío es
humano, todos los demás no judíos son animales. Son bestias con forma
humana. Cualquier cosa es permitida que esté en contra de ellos. El
judío puede mentirles, trampearlos y robarlos. Puede violarlos y
asesinarlos.
Pudiendo comprobarse que principios semejantes se reiteran en varios libros del Talmud, como veremos más adelante [ii].[2]


Y esto, aunque parezca inverosímil, es real y está escri­to, y lo escrito, escrito está. Quod scripsi, scripsi; verba volant, scripta manent.


Por consiguiente, el Talmud resulta ser un amplio texto escrito
punible por si mismo en muchísimas de sus partes, ya que su contenido ha
desbordado la mente humana, el ámbito de la intencionalidad o de los
malos pensamientos, traspasando lo probable y cayendo dentro de lo
comprobable o verificable. Ello aparte las muchas frases injuriosas
contra otras religiones, particularmente las cris­tianas y musulmana, sin que las palabras ni el espíritu con que se utilizan permitan tampoco la menor duda acerca de la intención injuriosa, (quando verba sunt per se injuriosa, animus injuriandi praesumitur).


Hemos de continuar, pues, adelante, con el examen del único
código sagrado de los judíos, antes de sentar que su reprobable
contenido es un hecho inconcuso; que está en abierta contradicción con
la ley mosaica, en la que dicen que se inspira, así como con el Antiguo
Testamento, y por descontado contra el Nuevo, porque ni siquiera lo
admite, y por consiguiente, en pugna con el alegato aducido por los
defensores de Israel, de que sus leyes no prescriben la efusión de
sangre. Por el contrario, el Talmud preconiza el crimen y lo justifica.



Consideraciones sobre el origen e importancia del Talmud

Parece necesario, por consiguiente, hacer una referen­cia mucho más
amplia al Talmud, para saber de él y averiguar, sin lugar a dudas, la
opinión que a través del mismo tienen los judíos sobre los no judíos, y el comporta­miento a que les compele a todos los israelitas en general, y a los sionistas en particular.


Digamos de entrada que el Talmud es una voz hebrea derivada a su
vez de lamud, que significa enseñanza, y re­coge, por escrito, la
tradición oral judía sobre diversas materias: religiosas, sociales, e
incluso políticas y de me­dicina. Por Talmud, se conoce, pues, una vasta
compilación de los preceptos enseñados por los rabinos más autoriza­dos
o maestros de la ley, (khakhams o doctores), sobre varias materias,
recogiendo y explicando completamente toda la ciencia y enseñanza del
pueblo judío, ya milenaria; y que, los israelitas, vienen observando tan
rigurosamente, si no más, que la propia ley de Moisés o Pentatéuco.


Los exégetas concuerdan en considerar a Moisés como el autor del
Pentatéuco, esto es, de los cinco primeros libros del Antiguo Testamento
(Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio), que si no llegó a
redactarse todo por él completamente, interviniendo otros, dadas ciertas
diferencias que se señalan, particularmente de estilo y las varias
denominaciones que se le dan a Dios, al menos 33 nombres diferentes, si
se hizo bajo su dirección. Como también se acepta generalmente que
Moisés utilizó escritos ya anteriores a él, así como cierta tradición
oral. Y dada la pretendida inspiración del Talmud en la ley mosaica, y
basándose en ello, surgen diferencias, toda vez que algunos escritores
-incluidos rabinos-, sostienen que los preceptos rabínicos -o
talmúdicos- proceden de Moisés, mientras que otros le atribuyen una
mayor antigüedad, como el alemán J. Streicher, para quien las leyes
talmúdicas provienen de hace más de 3.000 años, y -di­ce-, son tan
válidas hoy como lo fueron entonces.


El caso es que, los israelitas, quienes llaman al Penta­téuco simplemente: La Ley o Torá,
le dan más valor a las interpretaciones talmúdicas que a todo el
Antiguo Testa­mento, incluido, por supuesto, el Pentatéuco, al que
esti­man mucho menos. Es decir, el valor de la Ley (mosaica) es inferior
al del Talmud.


Para sostener esto último, domina una corriente rabíni­ca según
la cual, argumentan que, Moisés, al subir al monte Sinaí para recibir
del mismo Dios la ley escrita sobre las doce tablas de piedra con los
mandamientos, también recibió las interpretaciones de la misma, o sea,
la ley oral; pues de otra manera no necesitaba permanecer tanto tiempo
en el monte, por cuanto Dios le pudo haber entregado la ley escrita en
un solo día. Y tratan de apoyar esta tesis recurriendo al Éxodo, (cap.
24, 12), en donde se refiere el mandato de Dios a Moisés:




"Dijo Yavé a Moisés: Sube a lo alto del monte en donde estoy y
detente allí. Yo te daré unas tablas de piedra con la ley y los
mandamientos que tengo escritos en ellas, a fin de que los enseñes al
pueblo."





Los doctores de la ley -rabínicos- interpretan que en este pasaje
bíblico, las palabras tablas de piedra significan los diez mandamientos;
que la ley significa el Pentatéuco; los mandamientos significa la
"Misná; que tengo escritos en ellas, los profetas y los hagiógrafos; y a
fin de que los enseñes al pueblo, la "Guemará". Y así consta en el
libro llamado "Berakhoth", el primero del Talmud.


Hay que distinguir, por lo tanto, entre tradición oral y
tradición escrita. Es decir, tradición bíblica anterior y pos­terior a
Moisés. La tradición oral de los preceptos talmúdicos, vinieron
transmitiéndose mezclados con los de la Cábala entre los judíos. Cábala,
etimológicamente en hebreo significa eso: tradición.


Las diferencias que se señalan entre Talmud y Cábala,
son las de que, mientras los preceptos talmúdicos son dados para el
conocimiento y dominio del común de los judíos, con carácter secreto
para todos los demás, y sin perjuicio de que sus interpretaciones queden
reservadas para los doctores de la ley; la doctrina cabalística fue
depositada en una minoría judía, elitista, y su enseñanza es dirigida
exclusivamente a personas seleccionadas entre estos mismos, generalmente
rabinos. La enseñanza talmúdica es exotérica; la cabalística,
totalmente esotérica u oculta. Y mientras, las enseñanzas talmúdicas son
de inspiración monoteísta con marcado acento egoísta, basa­das en el
monoteísmo de la misma ley mosaica, la Cábala es netamente panteísta,
basada en las costumbres de Cal­dea, Egipto y otros pueblos antiguos,
que adoraban a los ídolos e incluso a los diez principales demonios,
practica­ban la magia, la cartomancia y otras ciencias ocultistas o
supersticiosas, y desde luego ofrendaban niños a los dioses.



Antecedentes cabalísticos de la Masonería

Lo que sí se puede afirmar igualmente y sin el menor temor a errar, es que los dogmas filosóficos y rituales de la Cábala, se fueron transmitiendo hasta nuestros días a tra­vés de la masonería,
la que los mantiene igual que hace siglos. Ha de hacerse notar que la
masonería, tal como la conocemos actualmente, afloró en el año 1717 en
Inglate­rra, mas, es muy anterior, puesto que nació de una secta secreta
fundada por nueve judíos en el año 43 después de Cristo, bautizada con
el nombre de La Fuerza Misteriosa, con dos propósitos principales: El
primero, combatir a los nazarenos de creciente expansión, y contrariar
sus predicaciones. Y el segundo, conservar la influencia polí­tica
israelita.


En medio del confusionismo existente, o que pretende crearse,
sobre el origen de la masonería, creemos que es decisivo lo que al
respecto dio a conocer el judío brasileño de procedencia rusa, Jorge
Samuel Laurant, bajo el titulo: La Disipación de las Tinieblas o el
Origen de la Masone­ría. Este Laurant, descendiente de uno de los nueve
judíos fundadores de la secta, fue el último heredero y deposita­rio de
esta historia familiar, la cual vino recogiéndose por sus antepasados
con anotaciones sobre uno de los mismos documentos originales de la
fundación, y fue publicada por primera vez a finales del siglo XIX, en
francés, después vertida al árabe y turco, por el libanés ortodoxo Awad
Khoury, con la mediación del entonces presidente de la República de
Brasil, Doctor Prudente José de Moraes Ba­rros (1841 - 1902), de quien
Khoury era el "Encargado de Negocios privados de S.E. o présidente da
República dos Estados Unidos do Brazil"; y más recientemente traducida al español por Ivan Zodca, en la Argentina en 1962.[3]


Los nombres de los otros herederos o depositarios de aquel pacto
secreto, de los ochos restantes fundadores, todavía se desconoce.


El bisabuelo de dicho Laurant, que ya se había conver­tido al
cristianismo protestante por influencia de su espo­sa, y decidido a
desvelar este misterio, fue asesinado, sin que posteriormente pudiese
descubrirse jamás al autor o autores. Resulta curioso leer en tal libro,
lo que dejó escrito un judío que llegó a alcanzar la más alta
graduación masónica: "Sin embargo, el esclavo conoce a su amo, pero
nosotros, en cambio, no conocemos a quien nos ordena, y le obedecemos
ciegamente".


Monseñor León Meurin, jesuita, arzobispo de Port Louis en
Madagascar, afirma en su obra Filosofía de la Masonería: "La doctrina
cabalística no es en el fondo más que el paganismo en forma rabínica; y
la doctrina ma­sónica, esencialmente cabalística, no es otra cosa que el
antiguo paganismo reavivado, oculto bajo una capa rabínica y puesto al
servicio de la nación judía". Más adelante, también emite este juicio:
"La doctrina del Talmud es para el judío la teología moral, como la
Cábala es la teología dogmática". Y en otro lugar aún vuelve con la
siguiente observación: "Examinemos las doctrinas y la alta dirección de
la Orden, y en todas partes encontrare­mos a los judíos. Los emblemas y
enseñanzas de las logias muestran, sin lugar a dudas, que la Cábala es
la doctrina, el alma, la base y la fuerza oculta de la masonería".[4]


Nicolás Serra y Caussa, escribe también a este respecto en su obra El Judaísmo y la Masonería:
"El inventor, fundador o introductor del sistema masónico, si no fue
judío por la circuncisión, tan judío era de corazón como los mejores
circuncidados; pues la masonería respira ju­daísmo por los cuatro
costados".


Luego cita Nicolás Serra la opinión de un judío, de José Lehmann,
después sacerdote católico, recogiéndole estas palabras sobre el
particular: "El origen de la francmasonería debe atribuirse al judaísmo;
no ciertamen­te al judaísmo en pleno, pero, por lo menos a un judaísmo pervertido".


El historiador judío
francés Bernard Lazare, escribió a finales del S. XIX: "Es evidente que
sólo hubo judíos, y judíos cabalistas, en la cuna de la masonería".


Por su parte, el rabino Isaac Wise escribió en 1855: "La
masonería es una institución judía, cuya historia, grados, cargos,
señales y explicaciones, son de carácter judío des­de el principio hasta
el fin".


El filósofo alemán Fischer anotó en 1848 esta otra observación:
"La gran mayoría de la orden masónica no admite al cristianismo, sino
que lo combate a punta de cuchillo; y la prueba de ello la tenemos en la
admisión de todos los judíos en las logias".


Otra perspectiva digna de tenerse en cuenta sobre la influencia
judía en la masonería, es la que hace el ex masón M. J. Doinel, quien
después de haber militado en el Gran Oriente de Francia, y ya convertido
al cristianismo, sienta lo siguiente: "Los masones se lamentan de la
domi­nación que los judíos ejercen en las logias, en los Grandes
Orientes, en todos los 'puntos del triángulo', en todas las naciones, en
toda la extensión de la tierra. Su tiranía se impone en el terreno
político y financiero. Desde la Revo­lución Francesa han invadido las
logias y actualmente la invasión es total. Así como la masonería es un
Estado dentro del Estado, así los judíos forman una masonería dentro de
la masonería. El espíritu judío reina en los 'ta­lleres' con la
metafísica de Lucifer, y guía la acción masónica, totalmente dirigida
contra la Iglesia Católica, contra su jefe visible, el Papa, y contra su
jefe invisible, Jesucristo; repitiendo el grito deicida: ¡Crucifícalo!
La Sinagoga en el pensamiento de Satanás tiene una parte preponderante,
inmensa. Satanás cuenta con los judíos para gobernar la masonería, como
cuenta con la masonería para destruir a la Iglesia".


Pero la mejor caricatura de estos ilusos y siervos soña­dores,
quizás la haya trazado el judío húngaro Teodoro Herzl, famoso por ser el
padre de la moderna doctrina sionista, escritor y periodista, quien
convocó y presidió el primer congreso sionista celebrado en Basilea en
cuya ocasión afirmó: "Las logias masónicas establecidas en todo el mundo
se prestarán a ayudarnos en lograr nues­tra independencia. Es que
aquellos cerdos, de los masones no judíos, no comprenderán jamás el
objeto final de la masonería".


Otro importante personaje de la cabalística esotérica hebrea, ni
financiero ni hombre público, el judío francés Saint-Yves d'Alveydre
(1849-1909), el teórico y maestro, formulador de la llamada doctrina de
la Sinarquía, antece­dente inmediato de la sionista, y por consiguiente
de las líneas maestras del futuro Gobierno Mundial, no oculta su
criterio sobre aquellos ilusos, escribiendo en uno de sus libros (Misión
de los Judíos, en 1884): "Si se dejara en manos de masones y papanatas
el plan arquitectural y su ejecución, jamás se levantaría el monumento".[5]


Pudiéramos aportar otros muchos criterios autorizados, pero sobre
este extremo, no vamos a insistir más puesto que no es nuestro
propósito hacer aquí un examen de la masonería ni mucho menos de los
crímenes de la masone­ría. Baste ahora hacer la observación, para
concluir, de no difícil comprobación, de que ni la masonería en su
conjun­to, ni un solo masón siquiera ocasionalmente, al menos durante su
militancia, haya hecho o dicho lo más mínimo que pudiese dañar o
simplemente molestar a los judíos o a su política imperialista. Por el
contrario, santifican cual­quier atrocidad judía, como los brutales y
sucios asesinatos de palestinos que se suceden mes tras mes, actitud que
incluso encuentra eco en la misma ONU, con su visible tolerancia, no
pasando de las fórmulas de consuelo y condena, cuando de crímenes y
ocupaciones de territorios ajenos, por los judíos se trata.


Se le achaca a la ONU el ser una institución de inspira­ción judía, pero al menos, por lo que se ve, es la caja de resonancia del imperialismo sionista,
normalmente a tra­vés del norteamericano, o mejor, del angloamericano,
que se limita a pedir "mayor moderación" ante los excesos sionistas, o
veta propuestas que ponen claramente de ma­nifiesto que, en tal
Organización, la igualdad, democracia y justicia, no tienen el mismo
significado para todas las naciones integrantes, como tampoco para los
judíos o me­dio judíos, unidos por los mismos lazos y sentimientos
sionistas.[6]


También hay que decir que, la masonería siempre fue tanto de la
mano del capitalismo como de su secretismo. Y aun del comunismo, salvo
en aquellos países en donde éste queda impuesto, porque entonces la
masonería comienza a ser cercenada. ¡Consumada la traición ya no es
menester el traidor! Véase si no el ejemplo de Rusia durante los últi­mos 70 años, en donde la masonería ha estado totalmente prohibida.


Por otra parte, en relación con las guerras y su explota­ción, veamos lo que opina Henry Ford,
el famoso indus­trial norteamericano inventor del automóvil que lleva
su nombre, y escritor, comentando en uno de sus artículos periodísticos
publicado en el Daily Mail, de 21-9-1923 (luego recogidos en su libro El judío internacional):
"No necesitamos la Liga de Naciones para poner fin a la guerra. Poned
bajo control a los cincuenta financieros judíos más ricos, que promueven
guerras para su único provecho, y las guerras cesarán"[7]


Por último, hagamos notar sobre este punto que, en el acta de la
sesión del 'convento' (asamblea), del Gran Oriente Francés celebrado en
1929, se hizo constar esta advertencia:


"Nuestra Orden no puede conservar su fuerza y valor más que
manteniendo su carácter secreto. El día en que perdamos nuestro carácter
específico en lo referente a nuestra discreción y secreto, nuestra
acción en el país habrá finalizado".


Y, para finalizar, digamos que el 20 de febrero de 1959, la
Asamblea Plenaria de Cardenales, Arzobispos y Obispos de Argentina,
publicaba una declaración colectiva recor­dando la condena formal de la
masonería por los Papas, desde Clemente XII a Pío X, y subrayando que la
francmasonería y el comunismo persiguen el mismo obje­tivo, diciendo:


"Para llegar a sus fines, la Franc-Masonería se sirve de la alta
finanza, de la alta política y de la prensa mundial; el marxismo, por su
parte, se sirve de la revolución social y económica contra la patria,
la familia, la propiedad, la moral y la religión".



De la tradición oral a la escrita

Volvamos a la tradición talmúdica y cabalística. El hecho es que
tanto a una historia como a la otra, se preten­de rodearlas de misterio e
incluso ocultarlas. Una corriente rabínica sostiene que Moisés
transmitió la ley oral a Josías; Josías a su vez la transmitió a los
setenta ancianos (o sa­bios); estos ancianos a los profetas, y los
profetas a la Gran Sinagoga; posteriormente pasó en forma sucesiva a
ciertos rabinos, hasta que ya no fue posible retenerla por más tiempo
oralmente.


Pero aparte estas especulaciones dogmáticas aportadas por los
propios judíos, lo cierto es que unos y otros precep­tos, talmúdicos y
cabalísticos, fueron siendo recogidos por escrito casi al mismo tiempo.
Primero se recoge la doctri­na cabalística, por el filósofo Filón el
Judío (13 a.C. - 54 d.C.), de Alejandría; y poco después la talmúdica
por el rabino Jehudá, desde finales del siglo II y principios del III,
entre el año 190 y el 220, aunque ya antes de Cristo existían en
Palestina colegios que enseñaban Talmud. Al­guno afirma que empezó a
redactarse después de la des­trucción de Jerusalén.


El primero que le dio forma al Talmud, fue por consi­guiente, el rabino Jehudá o Yehudá ha Nasí[8],
pero no totalmente a todo él, sino a la primera parte del mismo,
conocida por la Misná, segunda ley o ley repetida, también así llamada
porque es un comentario a la primera ley o ley de Moisés. Jehudá llevó a
cabo una recopilación de todo cuanto había escrito sobre la materia,
anterior a él, así como recensión de lo legado oralmente, ordenándolo y
dándole forma, y dividiéndolo en seis partes o códigos, cada código en
libros, y, los libros en capítulos.


Estas seis partes o códigos de la Misná -seguimos aquí a Pranaitis-, son las siguientes:[9]


I. ZERAIM: Sobre la agricultura: semillas, frutas, hier­bas, árboles, y uso de las frutas. Contiene once libros.[10]


II. MOED: Sobre las fiestas: tiempo en que deben comenzar y
finalizar, y cómo celebrar tanto el sabat como las otras festividades.
Contiene doce libros.[11]


III. NASCHIM o Nasim: Trata del matrimonio, las mujeres, repudio
de las esposas, sus deberes, relaciones matrimoniales, y enfermedades.
Consta de siete libros.[12]


IV. NEZIKIN: Sobre Derecho penal y civil, penalida­des e indemnizaciones. Consta de diez libros.[13]


V. KODASCHIM: Concerniente al Derecho religioso o sagrado, los sacrificios y los ritos. Once libros.[14]


VI. TOHOROTH: Concerniente a las purificaciones e higiene. Trata
sobre la suciedad y purificación de las em­barcaciones, ropa de cama y
otras cosas. Consta de doce libros.[15]



Las partes del Talmud

El talmud no es, pues, un sólo libro como parecen dar a entender
algunos escritores que lo citan, sino por el contra­rio, un extenso
cuerpo de obra que abarca 63 libros en total, como acabamos de ver,
distribuidos en 613 capítu­los.[16]
Casi tantos como la Biblia. Y consta de dos grandes partes: la Misná,
la primera parte, a que acabamos de re­ferirnos; y la Guemará, que es
una glosa a la anterior, es decir, un comentario del comentario. En
realidad, estas dos partes van en cada libro; la segunda a continuación
de la primera, o incluso intercalada con ella.


Redactada la Misná, ésta fue siendo objeto de estudio y
enseñanza, particularmente entre los siglos II y V, por las dos escuelas
o academias rabínicas más importantes de aquel entonces, la palestina o
de Jerusalén y la babilónica [xvii].[17]
Ese fue el motivo por el que, sucesivamente, fue recibiendo más
añadidos y ulteriores comentarios, que, reunidos, vinieron a constituir
la segunda parte o Guemará.


Cada escuela siguió sus propios métodos, y así, dieron nacimiento
a un Guemará doble, que, posteriormente, tras distintas
interpretaciones y polémicas, concluyó con dos redacciones distintas. La
versión del Guemará de Jerusa­lén, se debe principalmente al rabino
Jochanan, quien pre­sidió la sinagoga de Jerusalén durante ocho años y
conclu­yó sus trabajos en el año 230 d.C. La versión babilónica, sin
embargo, se fue compilando por distintos rabinos y épocas. El rabino
Aschi trabajó en la tarea de su redacción durante sesenta años -se
dice-, desde el 327. La siguió posteriormente el rabino Maremar, desde
el año 427, y la completó el rabino Ravina alrededor del año 500. Se
acep­ta generalmente, que la versión de Jerusalén, por su breve­dad y
vaguedad, es más rehusada por los judíos, en cambio la babilónica, fue
tenida siempre en más estima por los judíos de todas las épocas.


La Guemará, por consiguiente, no es más que una suma de
comentarios sobre la Misná. Si bien, algunos preceptos de la Misná no
fueron examinados, ya que su explicación se dejó para la venida de Elías
y del Mesías. Pero, por lo de pronto, la Guemará, no solamente entró a
formar parte del Talmud, sino que llegó a más, llegó a alcanzar una más
alta consideración que la Misná y la propia Torá o Ley mosaica.


Es el Talmud el que viene a avalar esta última afirma­ción. En el
tratado Sopherim (25, 7, fol. 13 b), se sienta esta curiosidad: "La
Sagrada Escritura se asemeja al agua, la Misná al vino, y la Guemará al
vino aromático".


Ya en dos libros anteriores del Nezikin -IV parte o código-, se
hace una valoración sobre este particular. En el libro Baba Metsia (fol.
33 a) se dice al respecto: "Aque­llos que se dedican a leer la Biblia
ejercitan una determina­da virtud, pero no mucha; aquellos que estudian
la Misná ejercitan una virtud por la que serán premiados; pero, no
obstante, aquellos que se dedican a estudiar la Guemará ejercitan la más
grande de las virtudes".


Y en el tratado Sanhedrín (10, 3, fol. 88 b), se rebaja
igualmente a un segundo plano el valor de la Ley o Torá, es decir, el
Pentatéuco, la misma Biblia, al establecer que:


"Aquel que quebranta las palabras de los escribas peca más
gravemente que aquellos transgresores de las palabras de la Ley".
Asimismo, esto aparece sentado en el libro Erubhin (2º libro del II
código o Moed): "Hijo mío, presta atención a las palabras de los
escribas antes que a las palabras de la Ley"


De donde se deduce claramente, por consiguiente, que lo inspirado
tiene más fuerza que la fuente inspiradora. Las palabras de los rabinos
valen mucho más que las Escrituras Sagradas. Y de aquí se desprende
que, si los rabinos preconizan el crimen -además de otras cuales­quiera
barbaridades-, en sus aberrantes interpretaciones del Pentatéuco, no
cabe duda de que sus enseñanzas son las que valen y se imponen para
todos los judíos. Resulta deplorable aquel alegato de los defensores de Israel,
de que sus leyes se inspiran en la ley mosaica, porque lo que realmente
hacen es tergiversar y sobar sobre aquella ley según mejor les
convenga; como los buenos curtidores de pieles antes de rematar el
curtido. Y desde luego el Talmud prescribe el delito como cosa normal
frente a los goim (los no judíos).


Hay que hacer la salvedad de que a los 63 libros del Talmud, a
que ya hemos hecho referencia, se le han agre­gado cuatro breves
tratados más, por posteriores escrito­res, pero que no han sido
incluidos en el Talmud corriente. Destacando Pranaitis, que casi todas
las ediciones del Talmud tienen la misma cantidad de folios y la misma
disposición del texto; solamente varía el tipo de imprenta o formato,
según sea modelo grande o pequeño.


Como de todas formas, esta obra fue haciéndose volu­minosa y desordenada, los judíos
sintieron la necesidad de algo más sencillo y manejable, lo que fue
originando una nueva tendencia, no de compilación sino de recopilación o
breve compendio, que empezó a dar sus frutos a partir del siglo XI. El
primero que llegó a publicar un Talmud breve, fue el rabino Isaac ben
Jacob Alphassi, aunque no llegó a tener éxito.



Maimónides

Pero según Pranaitis, el primero en editar una obra bien ordenada
sobre la Ley Judía, fue el rabino Moische ben Maimón, a quien los judíos
llamaban abreviadamente Rambam, o "El Águila de la Sinagoga", y también
rabino Iarchi o Raschi; más conocido entre los cristianos por
Maimónides, que fue el nombre que prevaleció. Un judío-español que nació
en Córdoba en 1135, allí estudió medicina y filosofía, y a través de
sus traducciones Europa conoció la cultura griega, a Platón y a
Aristóteles. Y murió exiliado en Egipto en 1204, malviviendo de la
medicina.


Moisés Maimónides, escribió en árabe y hebreo sobre temas
filosóficos, médicos y talmúdicos. Sobre éstos, re­dactó primero unos
comentarios al Talmud que publicó en un libro llamado Perusch, incluido
en la Guemará. Poste­riormente, en 1180, concluyó su gran obra
denominada Misná Torá (Repetición de la Ley), también llamada Iad
Chazakah (La Mano Fuerte), que es un compendio del Talmud, dividido en
cuatro partes o volúmenes con 14 libros en total. Incluyó conceptos
filosóficos propios y nuevas leyes, motivo por el que fue excomulgado
por su pueblo y condenado a muerte, y aunque no fue ejecutado sí fue
perseguido. Después de Maimónides, el mundo judío quedó dividió en dos
bandos, el de sus seguidores y el de sus detractores. A pesar de ello,
el valor de su obra fue en aumento. Tanto es así, que actualmente entre
los judíos circula como máxima, el aforismo:


"De Moisés a Moisés (Maimónides), no ha habido otro Moises".


Su grey no le ha abandonado. En 1935, con motivo de la
conmemoración del VIII centenario de su nacimiento y la fraternal
colaboración del masónico gobierno de la II República española, en la
sinagoga de Córdoba se descu­brió una lápida de mármol blanco con la
siguiente inscrip­ción:




VIII centenario de Maimónides
1135-30 de marzo de 1935
España por medio de su gobierno
rinde homenaje al genio inmortal del judaísmo.
Córdoba, su patria, le ofrece la veneración de su recuerdo.




Sin embargo, todo hay que decirlo, Maimónides, con toda su inteligencia y
capacidad de trabajo, no fue sino una mente luciferina al igual que
algunos otros eminentes de la judería. Guardan cierto parentesco con los
demonios, quienes siendo creados espíritus puros, nacidos ángeles, les
perdió la ambición y acabaron rebelándose contra el mismo Dios, pensando
que podrían ser tanto como él y, claro está, lo que alcanzaron fue la
eterna condena, aunque el daño ya lo dejaron hecho. Ya veremos más
adelante cómo Maimónides interpreta el "no robarás" o el "no matarás":
sólo a judíos, no a los demás, porque los otros no son personas sino
animales, bestias. ¡Sabrán esto los masones! Su egoísmo le llevó incluso
a abjurar del mosaísmo para abrazar el islamismo.


Con posterioridad a Maimónides, ya solamente merece la pena citar
a dos rabinos en relación con los trabajos del repetido Talmud, a Jacob
ben Ascher y a Joseph Caro ben Efraim. Ascher, publicó en 1340 un
compendio de la obra de Maimónides, expurgada de todo cuanto consideró
su­perfluo y personal, dividida en cuatro partes, que no alcan­zó el
éxito esperado.



El Schulchan Arukh

Es obligado destacar al otro rabino, por su importancia, a José Caro
(1488-1577), de Palestina, quien, siendo niño, juntamente con sus padres
procedentes de Toledo, fue expulsado de España en tiempos de los Reyes
Católicos. Éste fue el que dio satisfacción a la necesidad generalmen­te
sentida, de un libro breve y sencillo para la inteligencia de todos los
judíos: su famoso Schulchan Arukh (La Mesa Preparada), que llegó hasta
nuestros días y es actualmente considerada como la obra más sagrada para
los judíos ortodoxos, su obligado Código de Leyes.


El Schulchan Arukh no es más que una condensación del Talmud. Un
Talmud abreviado, dividido en cuatro pequeños libros, y éstos en
parágrafos numerados. Es pues, el Código imperante para los judíos,
salvo para una mino­ría que no reconoce más que la Ley mosaica, motivo
por el cual unos pocos son sojuzgados por la mayoría y condena­dos al
ostracismo. Tanto es así, que tradicionalmente las comunidades judías
conciertan un contrato con todo nuevo rabino, para conducir a la
comunidad según este Código de Leyes, sin admitir discrepancias.[18]


José Caro con esta obra terminó con las polémicas habidas entre
los rabinos anteriores a él, aunque inicial­mente tampoco dio plena
satisfacción a todos, ya que dividió a los judíos orientales de los
occidentales.


En lo que no hay unanimidad de criterio es en cuanto a la fecha
de redacción del Schulchan Arukh, y aun sobre su origen. A. Luzsenszky,
quien tradujo el Talmud y el Schulchan Arukh al alemán, en la
Introducción a este último señala al rabí Ascher como el compilador
origina­rio, pero atribuyéndole al rabí José Caro la redacción
defi­nitiva en el año 1490, cuando en este año, según el Rvdo ruso
Pranaitis, Caro solamente tenía dos años de edad, y, por otra parte,
debía encontrarse todavía en España puesto que la expulsión de los
judíos tuvo lugar en 1492, o a partir de este año. El profesor Pranaitis
no cita fecha de redacción de este libro, sólo dice que utiliza la
edición de Venecia de 1594. Monniot afirma que fue escrito por el rabí
Josiel hacia 1576, en Palestina. Josiel debe ser el mismo Joseph (Caro),
pero esta última fecha nos parece muy tardía por cuanto Caro ya tenía
88 años y fallecía al siguiente. El judío Teodoro Reinach, dice
simplemente que debió ser redactado a mediados del siglo XVI. Mas, no
vamos aquí a entrar en más detalles sobre este particular, no es una
cuestión primordial.


Lo que si se debe resaltar respecto del Schulchan Arukh, en
cuanto a su autor, es que el criterio dominante es unáni­me: su autor es
José Caro, en lo que concuerdan los israeli­tas. En el Univers
Israélite de 18 de octubre de 1912, es­criben:


"El principal aflujo se produjo en 1492, después de la expulsión
de los judíos de España que buscaron refugio en el Este de Europa. Entre
los que emigraron a Nicópoli estaba el rabino Ephraim Caro, de Toledo,
cuyo hijo Joseph fue el jefe religioso de la comunidad, estableciéndose
más tarde en Safed: es el autor del Schulchan Arukh, que quedó como
código del judaísmo".


Sobre este libro sagrado, nos parece muy importante el decir
también que, en un sínodo israelita celebrado en Hungría en el año 1866,
los asistentes tomaron, entre otros, el siguiente acuerdo:


"Hay que negar públicamente el Schulchan Arukh a los ojos de
los no judíos, pero en realidad, todo judío en todo país está obligado a
cumplir en todo momento estas leyes
". Resolución que fue suscrita por 94 rabinos, 182 abogados, 45 médicos y 11.672 judíos de distintos esta­mentos.[19]


Alguien podrá preguntarse cómo llenar alguna laguna o aclarar
algún precepto talmúdico de difícil interpretación. Pues bien, se puede
decir al respecto que carecen de juris­prudencia pero no de pragmatismo,
pues los rabinos lo hacen todo, para los judíos
son el alma y el sostén de Yavé en la tierra, hacen y deshacen sin
apelación. Se puede traer aquí una cita del libro talmúdico Horcoim, en
el que sien­tan una regla de oro ante la necesidad de alguna
interpreta­ción, que es del tono siguiente:


"Los rabinos enseñan también, respecto al Talmud, que si se
encuentra algo en un libro que salga del orden natural o que sobrepase
nuestra inteligencia, se debe culpar a la debilidad del entendimiento
humano, ya que al meditarlo profundamente, se observa que el Talmud no
contiene más que la pura verdad".


Ahí queda una vez más la reafirmación de que los mandatos
talmúdicos son obligatorios, han de obedecerse ciegamente por los
judíos; y ya sabemos que están en abierta contradicción con la Biblia.
En donde se inspiran es en su ancestral espíritu de casta, jamás
superado por ningún otro grupo humano.



Actualidad y ocultación del Talmud

La existencia del Talmud ya no puede ser negada por nadie. Ya hemos
dicho que lo escrito, escrito está. Pero se pretende poner en tela de
juicio su permanente vigencia, su actualidad, aunque parezca en
principio ser un intento fútil. Pues son ellos mismos los que nos
muestran con frecuencia todo lo contrario.


Sobre este particular podemos traer aquí como prueba, una
sentencia no muy lejana, divulgada en España por la agencia Efe, con
fecha 20.12.1979, diciendo que:


"El Tribunal rabínico de Haifa (Israel), ha condenado hoy a un
marido a tener relaciones sexuales con su mujer.-La víctima es un
profesor de enseñanza media de 32 años, cuya esposa se querelló porque
desde hace ocho meses no mantenía relaciones sexuales con ella". Y añade
que, "la decisión de los jueces rabínicos se ha basado en el Talmud
(sic), que prescribe que los esposos han de tener relaciones sexuales
continuadas, salvo el caso de fuerza mayor. La multa ha de ser pagada
según lo fijado por el Talmud".


En lo que yerra la nota de prensa, es en señalar que el Talmud fue redactado en el año 600 antes de Jesucristo.


Aunque sea de pasada, hagamos la observación de que la moral
sexual israelita, en este punto, no anda muy lejos de la de sus hermanos
en Abraham, los musulmanes; am­bas muy distantes de la cristiana. A
propósito de esta sentencia, creemos que los jueces, necesariamente
tuvie­ron que tener a la vista, aparte otras consideraciones, el Libro
IV del Schulchan Arukh, dedicado al Derecho ma­trimonial, a la mujer,
sus enfermedades, dote, etc., en estos parágrafos numerados que vamos a
ver, los que muestran su estancamiento en una moral primitiva,
verdaderamente arcaica y discriminatoria para la mujer -todavía se
justi­fica la poligamia, el aborto, y la consideración de mujer objeto-,
y transcribimos seguidamente ya sin más co­mentarios, dejándolo al
criterio ajeno:


"1. A todo israelita le está permitido tener tantas muje­res
simultáneamente como pueda alimentar. Pero los sa­bios han recomendado
mantener sólo cuatro mujeres, para que por lo menos recaiga una vez
sobre cada mujer un ayuntamiento carnal. Para la mujer el mandamiento de
la procreación no tiene fuerza obligatoria".


"6. Un kohen (sacerdote judío) no debe casarse con una
divorciada, ramera o debilitada. ¿Quién es una ramera? Cualquier mujer
no judía, o también una judía que ha tenido relación con alguien a quien
no le estaba permitido casarse con ella".


"44, 8. Cuando un israelita se casa con una akum
(no judía) o una esclava, entonces el casamiento es nulo, por­que no
son capaces de ser tomados en casamiento, e igualmente cuando un akum o esclavo se ha casado con una israelita".


(En el parágrafo 27, anterior, se dice que "sólo es prostitución,
aun en el caso de previa conversión de la otra parte a la religión
israelita").


"62. Puede uno casarse en un mismo día con tantas mujeres como
quiera, y es suficiente que se diga las usua­les siete bendiciones Sólo
una vez sobre todas las mujeres. Pero hay que gozar con cada mujer en
particular, es decir, con una doncella durante siete, y con una
cohabitada tres días".


"76. Aquellos que no tienen ocupaciones de ninguna índole deben
practicar el ayuntamiento carnal cada noche; los obreros de la ciudad
dos veces en la semana; los que trabajan fuera de la ciudad una vez, los
conductores de camellos una vez al mes, los muleros una vez en la
sema­na, los marineros una vez en seis meses, los eruditos sólo el
sabat. Al que es débil se le debe examinar para ver cuanto puede rendir.
El ayuntamiento carnal debe ser prac­ticado el día en que la mujer se
ha bañado. Cuando tiene varias mujeres, no todas necesitan vivir en la
misma casa".


Por otra parte, no quieren dar a conocer estos libros, más bien
tratan de ocultarlos tomando prevenciones am­paradas en lo consignado en
los mismos sobre este parti­cular, quizá para hacerle un cumplido a
aquella observación de Tácito de que "todo lo desconocido se supone
maravi­lloso".


Este afán de ocultar es viejo porque ha echado raíces en los
viejos libros talmúdicos y en las sentencias rabínicas. En el Sanhedrín
se plasma lo siguiente: "Un gentil que estudie el Talmud y un hebreo que
lo ayude en tal estudio, deben ser condenados a muerte".


En el libro Dibbre -David, se hace esta otra advertencia:
"Comunicar a un no judío algo de nuestros libros religiosos, sería lo
mismo que matar a todos los judíos, pues si los no judíos supiesen lo
que enseñamos en contra de ellos, ¿no nos matarían a todos nosotros?"


Y añade esta recomendación: "El judío está obligado, cuando se le
pregunta sobre la interpretación de cualquier frase de la literatura de
los rabinos, a interpretarla falsa­mente, a fin de evitar que
contribuya con una explicación verídica de las frases, al
enriquecimiento de los conoci­mientos de otros en la interpretación de
las escrituras rabínicas, porque lo contrario deberá ser castigado con
la muerte según dice el Talmud".



La obligatoriedad del Talmud

Conociendo de todas formas, cierto rechazo de muchos judíos hacia su
libro sagrado, y no obstante, el ensogamiento existente entre ellos y de
todos a la autoridad rabínica, cabe preguntar:


¿Cómo se mantiene entonces la obligatoriedad del Talmud? A lo que hay que contestar rotundamente: por imposición.


¿Y, de quién? Pues, del rabino y del Kahal (Consejos Supremos, Regionales y Locales).


Ha de tenerse presente que el Talmud, como ya hemos dicho, no
solamente trata de religión, sus preceptos abar­can muchas más materias
de carácter social y político. Los rabinos, antes de recibir su título
profesional, tienen que estudiar y pasar exámenes rigurosos, todos, de
Biblia, Talmud y Cábala. Y donde haya judíos hay organizado un kahal.
Y todo judío -sin excepción- está sometido a una férrea disciplina y
obediencia ciega a sus jefes, y los jefes al Gran Rabinato, bajo amenaza
de distintos castigos, in­cluida la pena de muerte, generalmente por el
veneno, como refiere Jean Boyer.[20]


Son los mismos rabinos los que confirman el dato de que el
control de cada individuo judío es muy minucioso en todas las
actividades de su vida pública y privada.


Desde los trece años queda sujeto al judaísmo, ha de obedecer, prestar juramentos, infiltrarse en el partido o institución que se le ordena, pagar impuestos privados al kahal,
y no luchar ni pleitear contra otro judío sin permiso de sus
autoridades israelitas. Así es como ha venido sos­teniéndose el judaísmo
y logrado ser la secta racista mejor financiada del mundo, aparte el
fanatismo innato de todo judío.


¿Qué ocurre si un israelita se queja o no se somete?
Sencillamente, no es escuchado, o puede ser excomulga­do, o, en caso
extremo, condenado a muerte. Vamos a traer aquí solamente dos muestras,
de dos casos divulgados en la prensa y recogidos por distintos autores,
que nos ponen claramente de manifiesto como funcionan el kahal
y como actúa o responde el Gran Rabinato, en caso de insumisión. Estas
son las dos muestras: Una queja de dos judíos hecha pública a medio de
carta y la excomunión del político norteamericano Henry Kissinger.[21]



Queja de dos judíos al Gran Rabino

La carta de los dos judíos apareció en un diario de Esmirna
(Turquía), l´Echo de l´Orient, de fecha 18 de abril de 1840, dirigida al
Gran Rabino. Contiene una grave denuncia y es indudable que -como todas
estas protes­tas-, conlleva cierto peligro. Estos son esencialmente sus
términos:


"Si la religión judía está enteramente basada en la Biblia, como
lo hace creer el Sr. Gran Rabino, le rogamos nos indique el texto que
sirve de apoyo a las prácticas siguientes:


"1.º ¿Dónde se encuentra que el uso de la carne está prohibido
cuando el buey, la cabra o el cordero no fueron degollados por la mano
de un rabino?


"2.º ¿Que el vino está prohibido siempre que hu­biese sido
elaborado o tocado por una persona que no profesara la religión
israelita?


"3.º ¿En dónde está el texto de la Ley, que en los días de sabat
prohíbe a los israelitas caminar si es portador de una llave, de un
alfiler, de un reloj o de cualquier otro objeto que no le sea
absolutamente necesario?


"4.º ¿Qué se diga en que parte del testamento se lee que los que
emplean su tiempo en la lectura del Talmud, aunque sean ricos
negociantes, serán eximi­dos de los impuestos debidos a la comunidad
israelita y al Gobierno mismo, y que los pobres deberán pagar por ellos?


"¿Quieren saber qué nos sucede, a los pobres israelitas, si rechazamos el sometemos a las caprichosas exigencias de los rabinos?


"Si tenemos algo de dinero, nos lo sacan por la fuerza; si no
tenemos, se nos excomulga, o si no, nos libran a las autoridades para
ser castigados como malhechores.


"¿Tratamos de defendemos ante nuestros jueces? Cientos de falsos
testigos declaran contra nosotros, ya que la ley rabínica tolera el uso
del fraude y del artificio, la persecución, y hasta la muerte de todo
humano que se oponga a la práctica de lo que los autores de esta Ley,
llaman nuestra religión."


Como podemos ver, la averiguación de la respuesta a la insumisión
ya nos la facilitan ellos mismos, no exige mu­cho esfuerzo mental, ni
hay porqué añadir nada más por­que sería como dar lanzadas a moro
muerto.



La excomunión de Henry Kissinger

Veamos ahora el caso de Henry Alfred Kissinger,
cuyo verdadero nombre es Abraham ben Elazar. Los judíos suelen cambiar
de nombre con tanta o más facilidad que de ropa interior, sobre todo al
cambiar de nacionalidad. Se trata de un judío nacido en Alemania el 27
de mayo de 1923, en la localidad de Fürth (Baviera), en donde convi­vió
con sus padres hasta 1938 en que emigraron a Estados Unidos. Su padre
mientras vivió en Fürth ejerció como rabino y se dedicó además a la
enseñanza. A los 15 años, pues, Kissinger emigra, cursa estudios en la Universidad de Harvard,
en donde después pasaría a ser profesor de la misma. En 1943 ingresa en
el ejército estadounidense, y como intérprete es embarcado con la 84
División de Infantería para la ocupación de Europa,
pasando poco después al servicio de espionaje; seguidamente a la
Escuela del Ser­vicio Secreto del Comando Europeo, en la que también
pasa a ser profesor, y al propio tiempo se convierte en un agente del
espionaje soviético, sirviendo más fielmente al comunismo que al
imperialismo yanqui. Kissinger, man­tuvo no solamente relaciones sino
amistad íntima con Guillaume, el espía rojo cuya también íntima relación
con Willy Brandt, obligó a éste a abandonar transitoriamente la escena
política; fue el impulsor de la política pro-comunista de Alemania
Federal así como el responsa­ble de la entrega de Vietnam al
bolchevismo.[22]


Participa ampliamente en la política y vida económica de EE.UU., siendo consejero ininterrumpidamente de Kennedy, Johnson (demócratas), Nixon y Ford (republica­nos), así como miembro activo de los Bilderberg y de la Trilateral;
hasta que comienza a tomar iniciativas propias, y por desobediencia o
pretender independizarse del Gran Rabinato, aun con más poder que el
suyo propio, fue excomulgado, o expulsado de la comunidad judía, no
im­porta ahora que ésta sea o no considerada exclusivamente religiosa;
como ya anteriormente lo había sido Baruch Spinoza, Maimónides, y otros
sabios del judaísmo. Los judíos están sometidos entre ellos a una férrea
disciplina, y han de ser todos muy obedientes y solidarios, sin
desman­darse. Incluidos los rabinos, porque éstos podrán rebelarse
aunque sea contra el mismo Yavé, pero contra el Gran Rabinato, eso
jamás.


No ha importado que anteriormente Kissinger hubiese consagrado
toda su vida y obra, inteligencia y trabajo, al servicio del sionismo y
particularmente del comunismo. Y que hubiese alcanzado el Premio Nobel
de la Paz -con tan buenas recomendaciones-, en 1973, juntamente con el
vietnamita Le Duc Tho,
quien lo declinó por no compar­tirlo precisamente con Kissinger. La
excomunión, por otra parte, demuestra que su posible aplicación a
cualquier otro judío errante, sigue en vigor. El Talmud está en pie.


El anuncio de la excomunión se hizo en el periódico judío Jewish Press, de Nueva York, de 18 de junio
de 1976, página 18; y posteriormente en el magazine mexica­no Jet Set,
no. 17, año 2, de abril de 1977, páginas 22 y 23, de México. El acto
tuvo lugar en un salón del hotel Hilton de Nueva York. Kissinger quedó
así condenado al ostra­cismo político, profesional y económico, hasta
que vuelva a ser rehabilitado. Reproducimos extracto de estos
docu­mentos que resultan ser incontrovertibles.


En resumen, dos aportaciones que consideramos sufi­cientes para
formar criterio, en esta audiencia pública, de que las leyes talmúdicas
siguen estando de actualidad.



Declaraciones vertidas por el propio Talmud

De lo que piensan los judíos sobre si mismos: pueblo escogido; de lo
que piensan sobre los demás pue­blos: idólatras destinados a servir y
honrar a Israel; de la consideración sobre los demás humanos: bestias,
basura, prostitutas; sobre sus mayores aspiraciones: alcanzar el dominio
mundial, por cualquier clase de medios; sobre el concepto de bienes y
propiedades ajenas a los judíos: bienes mostrencos, todos los del mundo
le pertenecen al judío; así como sobre los crímenes sanguinarios:
sacrificios necesarios para agradar a Dios; e incluso sobre otros
as­pectos importantes del pensamiento judío, da razón sobrada el Talmud,
en donde se revelan claramente y hasta de forma reiterativa, y repiten
como un eco todos cuantos rabinos vinieron escribiendo, siglo tras
siglo, sobre ju­daísmo. La cuestión no es baladí ni pasajera.


Mas no se puede hacer ahora una reseña apresurada de citas
talmúdicas sobre todas estas cuestiones, ya que re­sultaría desmesurada y
no es este nuestro propósito.


Baste para la acusación, como para formar recto crite­rio el
lector ante esta tribuna pública, traer aquí solamente aquellas que
aluden a aspectos generales y particularmente al asesinato del goy (el
no judío).


Lo que ya tienen escrito no puede ser negado, quizá tergiversado,
pero las intenciones quedan al descubierto, y los hechos demuestran su
concordancia, corroborando sus instintos.


Sólo hemos de hacer la advertencia previa de que las alusiones al no judío, esto es, al idólatra, al pagano, al gentil, al akum, al goy, después de la venida de Jesucristo se dirigen preferentemente al nazareno, al cristiano, tam­bién al musulmán, y muy especialmente al católico.


Aparte el precepto ya transcrito al principio de estas
consideraciones sobre el Talmud, de que sólo el judío es humano, a los
demás puede mentirles, trampearlos y ro­barlos, puede violarlos y
asesinarlos; nos encontramos con otras prescripciones de igual tono y
similar criterio, que están en contra de toda sana conciencia, repugnan
aun al más débil, desafían al más fuerte y, nos afligen a todos. Y que
trataremos de recoger seguidamente, en lo que consi­deramos más
trascendente.



Sobre el trato a los gentiles y la supremacía judía sobre la Tierra

“Allí donde lleguen los judíos deberán convertirse en patrones, y
hasta que no logremos el dominio absoluto, debemos considerarnos como
exiliados y prisioneros; hasta que no nos hayamos apoderado de todo, no
debemos cesar de gritar: ¡ay, que tormento!, ¡ay que humillación!”.
(Sanhedrin fol. 104, c. 1).


“Si un judío es tentado a hacer el mal, el debe ir a una ciudad donde no sea conocido y hacer el mal ahí”. (Moed Kattan 17a)


“Cualquiera que desobedezca a los rabinos, merece la muerte y
será castigado en el infierno sumergiéndolo en excremento hirviente.”
(Erubin 21b.)


“Golpear a un judío, es como golpear la cara de Dios”. (Sanhedrin 58 b).


“Dios se muestra en la tierra en las semblanzas del judío: Judío,
Judas, Judá, Jevah o Jehová, son el mismo y único ser. El hebreo es el
Dios viviente, el Dios encarna¬do; es el hombre celeste, el Adam Kadmon.
Los otros hombres son terrestres, de raza inferior. Sólo existen para
servir al hebreo; son pequeñas bestias”. (Qabbalah ad Pentateucum, fol.
97, 3)


“YHVH creó al no Judío en forma humana para que el Judío no sea
servido por bestias. Por lo tanto, el no Judío es un animal en forma
humana, condenado a servir al Judío de día y de noche.” (Midrasch
Talpioth, 255d, Warsaw 1855)


“Así como los hombres son superiores a los animales, los judíos
son superiores a todos los pueblos de la tierra”. (Sepher Zeror a Mar,
folio 107, b.)


“Solamente los judíos deben ser llamados hombres, pero los goim,
que vienen del espíritu impuro, no tienen derecho más que al nombre de
puercos”. (Jalkut Reubeni, folio 10, b.)


"El no judío es basura; es excremento." (Schulkhan Arukh, con las palabras del Rabí Josef Caro)


“Todos los niños gentiles son animales." (Yebamoth 98, a)


"Los pueblos de gentiles constituyen el prepucio del género humano que debe ser cortado." (Libro de Zohar, s.n. con.)


"¿Qué cosa es una prostituta? Toda mujer no judía" (Eben ha Ezer, 6, 8)


“Es natural que los judíos no estén obligados a matar a un goim
con el cual viven en paz, pero nunca les será permitido el salvarle.”
(Schulchan Aruk. Ley 50.)


“Los casamientos que se hacen entre gentiles no tienen ninguna
fuerza legal, es decir, que la cohabitación es exactamente como el
apareamiento de animales: por consecuencia, a sus hijos no se les
considerará ningún vínculo de parentesco, ni con el padre, ni con la
madre.” (Schulchan Aruk. Ley 88.)


En el libro Qabbalah ad Pentateucum, (fol. 97, 3), los judíos se glorifican de esta manera a si mismos:


"Dios se muestra en la tierra en las semblanzas del judío:
Judío, Judas, Judá, Jevah o Jehová, son el mismo y único ser. El hebreo
es el Dios viviente, el Dios encarna­do; es el hombre celeste, el Adán
Kadmón. Los otros hombres son terrestres, de raza inferior. Sólo existen
para servir al hebreo; son pequeñas bestias.
"


Y visto ya esto, resultará de fácil comprensión para esta breve
audiencia, la sospecha de que los judíos se nos presentan a todos los
demás hermanos en Cristo, como un hormiguero de pequeños mesías. Al
verdadero todavía le esperan como a un rey, que pondrá a todos los demás
seres y riquezas a los pies del hormiguero, para su mayor servi­cio y
gloria.


En el mismo Talmud, III Parte o Naschim, (en el libro Kethubot, fol. 111 b), se puede leer lo siguiente:


"El Mesías (aún esperado por los hebreos) dará a los judíos el gobierno real del mundo; todos los pueblos les servirán y todos los reinos les serán sometidos."


"Pero esa época será precedida por una gran guerra en la que
las dos terceras partes de los pueblos perecerán. Los judíos necesitarán
siete años para quemar las armas conquistadas.
" (En el Abramanel, Masmia Jeshua, fol. 49 a).


Y nada menos que llegan a establecer un parangón entre la
sabiduría rabínica y la del mismo Dios. Algo insólito. En la II Parte de
la Misná, o sea, en el Moed, en su último libro o tratado llamado
Chaniga, se puede leer asi­mismo:


"Dios, el Señor, pide a menudo su opinión a los rabi­nos en la
tierra, cuando en el cielo se presenta una cuestión difícil en cuanto a
la Ley
". Opinión esta defendida, ade­más, por el rabino Menachen al que le siguen otros.


Y se puede subrayar esta otra:


"Jehová mismo, en el cielo, estudia el Talmud de pie. Tal es el respeto que tiene por este libro." (Trat. Mechilla).



Sobre los bienes de los gentiles

Sobre los bienes de los no judíos hay varias prescripciones
talmúdicas, pero baste citar algunas para formar idea clara de la falta
de la más mínima consideración:


“Dios ha dado a los judíos poder sobre la fortuna y sobre la vida
de todos los pueblos”. (Sepher Haikarim III, 25; Jalkut Simeoni, folio
83, col. 3)


“El judío puede apoderarse de las propiedades de los no judíos”. (Baba Mezia, folio 61, a.)


"Las propiedades de los goim son y tienen la reputa­ción de un
desierto o de las arenas del mar, quien las ocupare primero (entre los
judíos), será su legítimo po­seedor.
"


"Los bienes de un no judío son como un bien mostren­co, y el que viene primero, éste toma posesión de ellos." (Choschen Hammischpat, 156.5).


Comentando estos preceptos el rabino Isidoro Loeb, escribía en 1892, en su obra "La literatura de los pobres de la Biblia":


"Toda la fortuna de las naciones pasará al pueblo judío; el
fruto de los graneros de Egipto, los ahorros de Etiopía, serán de él;
marcharán detrás del pueblo judío, encadenados, como cautivos, y se
prosternarán a sus plantas.
"


Otro precepto que viene a incidir en lo mismo, se encuentra en el
libro Sepher Ikarim, en donde también se encuentran los principales
ataques contra la fe cristiana:


"Dios ha dado a los judíos poder sobre la fortuna y la vida de todos los pueblos."


El escritor judío Marcus Eli Ravage, nacido en Ruma­nia en 1884 y
emigrado desde joven a Estados Unidos, en donde estudió, con estancias
en París, escribió en The Century Magazine de enero de 1928, vol. 115,
lo siguien­te, contradictorio en sí mismo:


"En tiempos de guerra nos sustraemos a nuestro deber por la
Patria, porque por naturaleza y tradición somos pacíficos. Somos los
archi-instigadores de guerras mun­diales y los principales beneficiarios
de tales guerras.
"


"Somos en una misma persona los fundadores y adep­tos
principales del capitalismo, y simultáneamente los principales autores
de atentados de la rebelión contra el capitalismo. De seguro, la
historia no tiene ejemplo algu­no de semejante multiplicidad.
"


Ya el rabino Jochanan había llevado al Pasachim (113, A), esta advertencia: "Si vas a la guerra no vayas en pri­mera fila, sino en las últimas, así podrás ser el primero en volver."
Excusado decir que se refiere a las guerras que ellos promueven entre
las demás naciones, aunque les acojan de buena fe. En Israel no se
acepta la objeción militar.


Sobre la usura, el criterio lo tienen muy claro, apare­ciendo
coincidente y reiterativo. En el libro Sanhedrín (fol. 16.2), se
prescribe que: Está prohibido prestar sin usura a los no hebreos.


En el Sepher de Maimónides (fol. 73.4), se recalca como en un mandamiento lo siguiente:


"Dios ha ordenado practicar la usura respecto a un goim, y no
prestarle dinero sino únicamente cuando nos pague intereses, de tal
manera que en lugar de facilitarle ayuda, nosotros debemos crearle
dificultades, aun cuando él nos es útil.
"


Comentando la misma máxima el rabino Schwabe -citado por Traian Romanescu-, escribe al respecto:


"Si un cristiano necesita dinero, el judío sabrá enga­ñarlo;
él añadirá interés usurero a interés usurero, hasta que la suma esté tan
elevada que el cristiano no podrá pagarla sin vender sus bienes, o
hasta que la suma monte a tanto que el judío pueda comenzar un proceso y
obtener de los jueces el derecho a tomar posesión de sus bienes.
"


“Si los judíos han viajado toda la semana y han engañado a los
cristianos, a derecha y a izquierda, que se reúnen el sábado y que se
gloríen diciendo: Es necesario arrancar el corazón a los goim, y matar
al mejor de los cristianos”. (Judenbalg 21)


“El que entrega a un goym lo que ha perdido, no encontrará la gracia cerca de Dios”. (Sanhedrin, folio 76b)


“Es permitido practicar la usura para con un goim y aún engañarle por el fraude”. (Baba Mezia, folio 61, a)


“Está permitido engañar a un goim y practicar la usura sin llamar
la atención, pero si vendéis algo a vuestro prójimo (es decir, al
judío) o si compráis algo suyo, no os estará permitido engañarle”. (Baba
Mezia , fol. 61; v. Tosaphot, a. I y Tract. Belchoroth, fol. 13b.)


“Cuando un judío tiene en sus manos a un gentil, puede otro judío
prestar dinero a ese mismo gentil y a su vez engañarle; de este modo el
gentil se arruinará, puesto que (con arreglo a nuestra Ley) la
propiedad de un gentil no pertenece a nadie y el primer judío que llegue
tiene derecho pleno a apoderarse de ella.” (Loc. Cit. Ley 24.)


“Siempre es un acto meritorio el apoderarse de los bienes de un gentil.” (Ibid. Ley 25.)


“Cuando un judío trata con un negocio con un gentil, y otro judío
se mezcla y engaña al gentil de una manera cualquiera, bien en el peso,
o en el precio, los dos judíos deben repartirse las ganancias, que
Yahvé les envía.” (Schulchan Aruk. Ley 27.)


El escritor judío Teodoro Reinach, pretende explicar -nunca
justificar-, esta inclinación de los suyos dicien­do que los judíos
aprendieron las artes del comercio y de la usura, de los griegos, y que
esta afición vino a Judea de la Diáspora, especialmente de Egipto. Aun
concedido el be­neficio de la duda, habría que preguntarle el porqué no
habrán aprendido también las cosas buenas de los otros, y porque ya
desde el principio adoraban al becerro de oro. Y advertirles además, que
los cristianos enseñan que a los demás se les debe imitar en las
virtudes, no en los pecados.


También se ocupan de la hipocresía y del juramento. Dice el rabino Bechaf: "La
hipocresía está permitida, cuando el judío la necesita, y cuando tiene
motivos de temer. Que él honre al no judío y le diga ´os amo´, en tales
circunstancias.
"


Pueden jurar en falso cuando sean obligados a hacerlo ante tribunal o autoridad: Jurar con los labios, pero en el interior del corazón invalidad el juramento.



Sobre los cristianos y Jesucristo

En el Pesachim (fol. 118, b), se pone de manifiesto el desprecio al cristiano como a ningún otro, pues se escribe que: "El Mesías recibirá los regalos de todos los pueblos y él no rechazará más que los de los cristianos."


Se ocupan mucho de los cristianos. En el Schulchan Arukh, 2.º
Libro llamado Jore de Ah (Doctrina de la Sabi­duría, 141.1), se consigna
esta observación:


"La reproducción de una cruz ante la cual se hace reverencia, debe ser tomada como un ídolo y está prohibi­da."


Y en el Sepher Zerubadel: "El lugar donde se lleva a cabo el culto cristiano, se llama Casa de Vanidad y Nece­dad, en vez de una Casa de Oración."


Al domingo se le llama día de la calamidad, (no suelen ganar un
duro); a los Santos Evangelios, Libros de Iniqui­dad, (le llaman raza de
víboras, hijos de satanás, etc.); a las festividades cristianas, días
de infortunio; a María le lla­man Charia, esto es, estiércol, en vez de
Miriam (nombre de María en hebreo y arameo), y también le llaman Haria
(¿?), jugando con el vocablo, así como prostituta; y a Jesucristo
bastardo, etc., sólo expresiones procaces; a los sacrificios cristianos:
Ofrecimientos de estiércol.


El respeto al sábado siempre ha sido proverbial entre los judíos,
pero la referencia talmúdica al mismo sobrepa­sa toda medida de fe, y
por otra parte, nos permite observar una vez más como al akum se le
atribuye un tercer puesto, después de los animales. Veamos:


"Si alguien está de viaje y el sabat ya ha comenzado, y tiene
dinero consigo, y va con un burro y con un no judío, entonces no debe
cargar con dinero al burro, sino entre­garlo al no judío, pues el
descanso sabático del burro también le está ordenado, pero el descanso
del no judío no está ordenado.
"


“Yeshu “el nazareno” y sus discípulos practicaban la hechicería y
la magia negra, él incitó a muchos judíos a perderse en la idolatría, y
fueron favorecidos por poderes de gentiles extranjeros, con el
propósito de trastornar el culto judío.” (Sanhedrín 43a).


“Yeshu aprendió brujería en Egipto y usó procedimientos que
involucraban cortar su carne para realizar milagros, lo cual está
prohibido explícitamente incluso en la Biblia.” (Shabbos 104b).


“Yeshu fue un inmoral sexual, adoraba estatuas de piedra (se
menciona un ladrillo), fue apartado de la comunidad judía por su
perversión, y se rehusó a arrepentirse.” (Sanhedrin 107b; Sotah 47a).


"Yeshu está en el Sheol (infierno) y está siendo castigado
sumergiéndole en semen hirviente. Los cristianos están sumergidos en
excremento hirviente." (Gittin 57 a - Nota: otras versiones de este
versículo se traducen de esta manera: "Jesucristo hierve en excremento
caliente.")


La madre de Jesús "era adúltera, en particular con un romano
que se llamaba Pantera, con quien concibió a su pequeño bastardo Jesús"
(Sanedrín 67a); "Ieshu ben Pantera tuvo diferentes acciones perversas e
inmorales, por las cuales terminó expulsado de las academias sin haber
avanzado mucho en sus estudios" (Sotá 47a, Avodá Zará17a)[23]


“Yeshu "el nazareno" fue ejecutado por practicar la hechicería:
"Se ha enseñado que en la víspera del Passover, Yeshu fue colgado, y
cuarenta días antes de éste, la proclamación fue hecha: Yeshua fue
condenado a la muerte porque él practicó la hechicería e incitó a la
gente hacia la idolatría”. (Sanhedrin 43a.)


"La Virgen María fue una prostituta. Ella, quien era descendiente
de príncipes y gobernadores, jugó a la ramera con los carpinteros."
(Sanhedrín 106 a)


"Es la Ley matar a quien reniegue de la Torah y los cristianos
pertenecen a los detractores de la Torah." (Coschen hamischpat 425,
Hagah 425, 5)



Breve idea sobre el criterio de la moral preconizado por los judíos

Para dar una idea del criterio que tienen los judíos sobre la moral
sexual y su afán de endosárselo a los demás, baste leer esta opinión del
judío-francés León Blum, quien fuera dos veces primer Ministro de
Francia, aunque por breves espacios de tiempo, entre 1936-37 y 1946-47,
la que dejó escrita en su libro Du Mariage.


"Las jóvenes volverán de sus amantes tan naturales, como ahora
vuelven de tomar el té con la amiga. La virginidad será destruida
pronto y nunca tendrá esa singular sujeción que viene de la modestia,
dignidad y una especie de temor... Nunca he discernido que tiene de
re­pulsivo el incesto. Meramente noto que es natural y fre­cuente entre
hermana y hermano amantes.
"


El afán por llevar a la humanidad hacia la miseria moral también se observa en estos otros dos conocidos judíos, Carlos Marx (1818-1883) y Federico Engels
(1820-­1895), como políticos, filósofos y economistas, y muy poco
conocidos tanto como rabinos como por su dudosa moralidad, tanto en su
vida privada y familiar como públi­ca, quienes escribieron en
colaboración, entre otros, un pequeño libro a modo de pastoral judaica
titulado: La sa­grada familia, en el que dejaron sentado algo abominable
que sintetiza el criterio filosófico de estas eminencias gri­ses sobre
el particular, cuyo afán apenas han alcanzado hasta ahora, pero que los
judíos siguen predicando con esperanzas de éxito frente a la moral
cristiana:


"Hay que volver a los orígenes, que están en el matri­monio
por grupos; es decir, en la comuna, donde el re­voltijo extermina el
concepto de paternidad. Allí nadie sabe quien es su padre. Y,
socialismo, comunismo, significa eso antes que una idea del Estado. No
lo olvidemos.
".[24]


Abundando en esta línea de inmoralidad preconizada por la
doctrina comunista, de clara inspiración talmúdica, que en la práctica
no es otra cosa más que un poderoso instrumento sionista que juntamente
con la masonería uti­liza preferentemente la judería para alcanzar sus
fines, podríamos citar otros ejemplos.[25]
Lo que ocurre, con frecuencia, es que para separar el trigo de la paja
en los escritos judaicos, hay que majar sobre ellos como antigua­mente
con la trilla en las eras. La revolucionaria judío-rusa Madame
Kroupskaya, cuyo verdadero nombre era Na­diezda Konstantinovna, y estuvo
casada con Lenin desde el año 1897, una vez enviudada en 1924 acentuó
su pro­selitismo a través de la enseñanza, dejando escrito en su Outchit
Gazeta (10-10-1929), lo siguiente:


"Aunque la socialización de las mujeres no está for­malmente
ratificada en la lucha soviética, debe convertirse en una realidad y
penetrar en la conciencia de las masas. Consecuentemente, cualquiera que
intente defender a una mujer que es (indecentemente) asaltada, muestra
una naturaleza burguesa y se declara a sí mismo en favor de la propiedad
privada. El oponerse a la violación es resistirse a la revolución
comunista de octubre
".


La misma Kroupskaya predicaba así sobre la religión sin ocultar su odio visceral, lo que constituye el denomina­dor común a todo comunista y a la vez su credo ateísta:


" Se necesita imperativamente que el Estado fomente
sistemáticamente el trabajo antirreligioso entre los niños. Debemos
hacer de nuestros chicos y chicas no sean sola­mente no religiosos, sino
activa y pasionalmente antirreligiosos. La influencia religiosa del
hogar debe ser vigorosamente combatida.
"


También la cripto-judía española Dolores Ibarruri, más conocida
por "La Pasionaria", en el ardor de sus mítines revolucionarios exhibía
sus pechos, entusiasmando toda­vía más a la masa proletaria, ya
confundida, y le hacía creer que para progresar, no sólo tenía que
desaparecer la propiedad privada sino también la posesión en exclusiva
de la mujer; al propio tiempo que gritaba con énfasis la consigna
talmúdica dictada para el goy, de: "hijos sí, ma­ridos no". Lo que
evidenciaba que "La Pasionaria" no sólo había leído a Kroupskaya y
estaba en la veta política del comunismo,
sino que además secundaba la regla de oro del comunismo, que pretenden
acomodar igualmente al sexo, conforme a la cual, "cada uno ha de aportar
a la comuna según sus posibilidades y recibir según sus nece­sidades".
Esto es, en expresión vulgar, caño libre para la completa realización de
los goim, sin límite, como las bestias, de forma irracional, pensando
que así podrán so­meterlos más fácilmente y encadenarlos como esclavos,
para servir al hebreo, no sólo como único amo sino también como elegido y
predestinado.


Y otras consignas similares -de inspiración talmú­dica-, se vinieron repitiendo hasta nuestros días.


Durante la II República española, su masónico gobier­no hizo
circular la de que "a las monjas, levantémosles las faldas y hagámoslas
madres". Los obedientes seguidores de Sión acordaron, en un acto más
bien oficioso celebrado en el Ateneo de Madrid, designar gobierno,
llegando a nombrar Directora General de Prisiones a la judía Victoria
Kent, comunista y masona, aun antes de tramitársele la documentación
necesaria para nacionalizarse española. Y nada más constituirse el
masónico gobierno, se expandió la furia iconoclasta por toda España:
contra escudos, co­ronas, rótulos de las calles (sustituidos por nombres
de masones), desmonte de estatuas y retirada de crucifijos de las
escuelas. El fiscal de la República, Ángel Galarza, promueve en cadena
sus famosos procesos, el primero contra el propio Rey Alfonso XIII, y
dirige las más impor­tantes depuraciones: furia persecutoria. Francisco
Maciá, desde el Palacio de la Diputación de Barcelona, inicia la furia
de independencia federalista con su discurso: "En nombre del pueblo
catalán proclamo el Estado catalán, bajo el régimen de una República
catalana, que libremente y con toda cordialidad anhela y pide a los
otros pueblos hermanos de España, su colaboración para crear una
con­federación de pueblos ibéricos, ofreciéndoles por los me­dios que
sean, liberarlos de la Monarquía borbónica
", etc. y ... Visca Maciá!
Mori Cambó! Empieza a caer una lluvia de decretos, los primeros dados a
conocer a media noche. Son sepultadas viejas instituciones; más de un
cen­tenar de publicaciones son suspendidas: furia de la contracultura.
Antes del mes de República comienzan a arder iglesias y conventos,
extendiéndose desde Madrid al resto de España; al Cardenal Primado Dr.
Pedro Segura se le comunica por escrito que: "El Gobierno no garantiza
su vida en España ni por espacio de una hora", quien huye a Roma, y a su
regreso es detenido, el 14 de junio, cerca de Guadalajara por una
pareja de la Guardia Civil y conduci­do a la Comisaría, sita en los
bajos del mismo Gobierno Civil, en donde le es entregado un brevísimo
oficio firmado por el Gobernador José León Trejo, de urgente conteni­do:
"Le comunico de orden del Gobierno provisional de la República
española, sírvase ponerse inmediatamente en marcha hacia la frontera de
Irún.
" Sin que el asesinato previsto llegara a consumarse por avería
en el motor del coche de los dos pistoleros enviados desde Madrid con
tal fin; se promocionan las fiestas políticas y profanas en detrimento
de las religiosas de vieja raigambre y con tradi­ción de siglos en
España: furia antirreligiosa.


En resumen, España era objeto de toda clase de excesos de
inspiración talmúdica. La convivencia era imposible ya desde los
primeros momentos.


Y medio siglo después, otro gobierno igualmente mar­xista, hace
pública la de que "hemos de gobernar como si Dios no existiese". Con
similares comportamientos y alu­cinaciones que no hace falta citar,
porque son de actualidad y están a la vista.


Al respecto, si se tiene en cuenta, como dice Linneo, que, la
moral es la higiene del alma; y por otro lado, según el Schulchan Aruhk,
para lavarse las manos –los judíos-basta el agua de cáscara y media de
huevo, ya tenemos también aquí dos buenas medidas para enjuiciar la
higiene toda del judío: la de su cuerpo y la de su alma, su soma y su
psique.



Las verdaderas reglas de moralidad de la Ley Mosaica

Mas, para los que piensen como León Blum, Marx o Engels, o las revolucionarias, particularmente si son judíos
o judías, bueno será refrescarles la memoria con las reglas de
moralidad y las consiguientes maldiciones bíblicas que contiene la ley
mosaica, que tanto dicen respetar, -de corazón a fuera, claro está-, y
que siguen en vigor sin que deban ser violentadas.


De ellas, baste ahora recordarles aquellas reglas de pureza
contenidas en el Levítico, sobre las relaciones ilícitas y pecados
contra naturaleza (particularmente las del capítulo 18, versículos 6 a
30); así como las maldicio­nes del Deuteronomio, (cap. 27, versículos 11
al 26), de las que entresacamos solamente las siguientes:


"Ninguno de vosotros se acercará a una consanguínea para
descubrir su desnudez"... "No descubrirás la desnu­dez de tu padre ni la
desnudez de tu madre," "ni la desnu­dez de tu hermana, sea ésta hija de
tu padre o de tu madre, nacida en casa o fuera de ella; de la hija de
tu hijo," etc.


Y en la otra parte vienen las maldiciones:


"¡Maldito el que peca con la mujer de su padre!...¡Maldito el que
peca con una bestia cualquiera!... ¡Maldito el que peca con su hermana,
hija de su padre o de su madre!... ¡Maldito el que peca con su
suegra!... Maldito el que hiere mortalmente, en secreto, a su
prójimo!... ¡Maldito el que acepta una propina por herir mortalmente una
vida inocente!... ¡Maldito quien no se atenga a las palabras de esta
ley y las ponga en práctica! Y todo el pueblo responderá: ¡Amén! "


Dios anunció las maldiciones a los judíos a través del mismo Moisés, y se recogen en esos dos libros citados de la Ley o Torá:
Levítico y Deuteronomio (3.º- y 5.º- del Pentateuco), que tanto dicen
respetar los judíos, y que de hecho, parece que le van cayendo
irremisiblemente, fatídicamente, como refiere Maurice Pinay.[26] Dios avisa así a los judíos: "Pero
si no me obedecéis y ponéis en práctica todos mis mandamientos, si
despreciáis mis leyes, desdeñáis mis prescripciones, no ponéis por obra
mis mandatos y rompéis mi alianza
", etc. (Lev. 26, 14 y ss.), vendrá
lo demás, vendrá lo peor, las temibles maldiciones, que son mucho más
numerosas que las bendiciones. Es decir, las bendiciones se combinan con
un amplio catálogo de maldiciones; o premios o castigos, pues Dios no
admite posturas eclécticas.


Esperemos, sin embargo, que si el otro le está vedado, tampoco este mundo, pueda ser ni quedar en manos de malditos y lunáticos.


Y dicho todo lo anterior acerca del Talmud, en estas consideraciones, ya no debe quedar la menor duda acerca de que los judíos
ni se inspiran ni respetan el Antiguo Testamento, más bien se inspiran
en su espíritu demoníaco y belicoso y sólo respetan sus perversas
ansias, que aparecen bien a las claras reflejadas en su libro sagrado y
secreto. Y hasta un ciego puede entender que está en pugna con la ley de
Moisés. Por eso mismo Dios los tiene vomitados desde hace siglos.


Para ellos, la vida de los no judíos -tal como la enfoca el
Talmud- vale muy poco, como la de los animales, e incluso se valora
menos. Esto sólo de por sí ya es signifi­cativo, pero es que partiendo
de esta premisa, el asesinato y su justificación les resulta muy cómoda,
en base a que además mantienen sus burdas consideraciones de pueblo
escogido, de casta superior, de que sólo los circuncisos son puros,
cuando la realidad ha venido demostrando todo lo contrario. Pero así es
como se van formando desde jóvenes para que no repugne en sus
conciencias toda clase de transgresiones a la moral.


Recuérdese que ya el profeta Oseas, del S. VIII a.C., nos
presenta los amores entre Dios e Israel bajo el símil de un matrimonio,
el suyo propio, mostrando como Yavé vino en desposarse con una
prostituta, quien lejos de recatarse, se solaza en el adulterio y se
hace cada día más infiel a su único marido: Dios. El profeta Oseas nos
pre­senta una constante, un paralelismo entre el permanente amor de Dios
hacia su escogido pueblo y la traición de éste a su Señor; que va a
repetirse en casi todos los profetas que le siguen, reiterando que se
trata de un pueblo más amigo del pecado, de la desolación, de la
destrucción y devasta­ción, en suma, de la infidelidad; o simplemente,
como dice Miqueas: "vosotros que detestáis la justicia y torcéis el derecho, acabaréis siendo castigados (cap. 3, 9-12)".
Sin embargo, Oseas es un profeta del que nunca oímos una sola cita, ni
siquiera en las rememoraciones de textos que del Antiguo Testamento se
hace comúnmente en cada misa de católicos.


Le secunda eficazmente otro profeta contemporáneo suyo, Isaías,
el hijo de Amós, quien como Oseas se dedicó durante cuarenta años a
sacudir las conciencias con sus impresionantes profecías de denuncia
social, las infideli­dades y pecados de sus congéneres. Destaca José L.
Sicre que, tres profetas son especialmente famosos por su crítica
social: Amós, Isaías y Miqueas. Veamos ahora solamente este breve
oráculo de Isaías (1, 21-26), sobre Jerusalén, la ciudad infiel, tal
como lo reproduce este profesor para sus comentarios.[27]



La ciudad infiel



¡Cómo se ha vuelto una ramera la Villa Fiel!


Antes llena de derecho, morada de justicia,


y ahora de asesinos.


Tu plata se ha vuelto escoria,


tu cerveza está aguada;


tus jefes son rebeldes, socios de ladrones;


todos amigos de sobornos, en busca de regalos.


No defienden al huérfano,


no se encargan de la causa de la viuda.


Oráculo del Señor de los ejércitos,


el héroe de Israel:


Tomaré satisfacción de mis adversarios,


venganza de mis enemigos.


Volveré mi mano contra ti:


te limpiaré de escoria con potasa


separaré de ti la ganga.


Te daré jueces como los antiguos,


consejeros como los de antaño.


Entonces te llamarás Ciudad Justa, Villa Fiel.




Los profetas

Los profetas, con sus constantes denuncias no hacen otra cosa que
invitar a la conversión a su pueblo. Por eso se pregunta Jeremías: "¿Qué
delito encontraron en mi vuestros padres para alejarse de mi? El Señor
os enviaba puntualmente a sus siervos los profetas, y no quisisteis
escuchar ni prestar oído."


Mas ha sido Ezequiel, dos siglos después, una vez invadida
Jerusalén en 597 a.C. por Nabucodonosor, el rey de los babilonios, y
encontrándose desterrado junto con otros judíos fuera de la capital, en
la actual Tel-Aviv, cuando este profeta alza su voz contra los de su
raza con toda severidad, por los crímenes cometidos y porque los judíos
habían desobedecido a Dios y tenían que implorar ahora su perdón. Pero
no fue escuchado, y, llegó la des­trucción total en el año 586 a.C..
Quizá ningún otro profeta como Ezequiel nos da una visión global del
Jerusalén histórico, desde sus orígenes cananeos, idólatras, pasando por
su segunda época de monoteísmo y amoríos con Dios, hasta sus tiempos de
prostitución y traición a Dios: culto a ídolos paganos, sacrificios
humanos, alianzas políticas con egipcios, asirios y babilonios. Luego se
compara a Jerusa­lén con Samaria, "que no pecó ni la mitad que tú". Y
toda traición necesita castigo. El profesor José L. Sicre todavía matiza
más al decir que, desde el origen de Jerusalén, Ezequiel sólo descubre
el continuo amor de Dios al que la capital siempre responde con nuevas
infidelidades.


Veamos los siguientes versos que este profesor atribu­ye al poema
original de Ezequiel (cap. 16), en una parte que más llama
poderosamente la atención.








¡Jerusalén!
Eres cananea de casta y cuna:


tu padre era amorreo y tu madre era hitita.


El día en que naciste,


no te cortaron el ombligo,


no te bañaron ni frotaron con sal,


ni te envolvieron en pañales.


Nadie se apiadó de ti


haciéndote uno de estos menesteres,


por compasión,


sino que te arrojaron a campo abierto,


asqueados de ti,


el día en que naciste.






Pasando yo a tu lado, te vi


chapoteando en tu propia sangre,


y te dije mientras yacías en tu sangre:


"sigue viviendo y crece como brote campestre".


Creciste y te hiciste moza,


llegaste a la sazón;


tus senos se afirmaron


y el vello te brotó,


pero estabas desnuda y en cueros.






Pasando de nuevo a tu lado, te vi


en la edad del amor;


extendí sobre ti mi manto


para cubrir tu desnudez;


te comprometí con juramento,


hice alianza contigo


-oráculo del Señor-


y fuiste mía:


Te bañé, te limpié la sangre,


y te ungí con aceite.


Te vestí de bordado.


Te calcé de marsopa;


te ceñí de lino,


te revestí de seda.


Te engalané con joyas:


te puse pulseras en los brazos


y un collar al cuello.


Te puse un anillo en la nariz,


pendientes en las orejas


y diadema de lujo en la cabeza.


Lucías joyas de oro y plata


y estabas guapísima.






Te sentiste segura en tu belleza


y amparada en tu fama fornicaste


y te prostituiste con el primero que pasaba.


En las encrucijadas instalabas tus puestos


y envilecías tu hermosura;


abriéndote de piernas al primero que pasaba,


continuamente te prostituías.






Por eso, prostituta,


escucha la palabra del Señor:


Voy a reunir a todos tus amantes.


Te entregaré en sus manos:


derribarán tus alcobas,


demolerán tus puestos;


te quitarán los vestidos,


te arrebataran las alhajas,


dejándote desnuda y en cueros.


Traerán un tropel contra ti


que te apedreará






y te descuartizará a cuchilladas.


Prenderán fuego a tus casas,


y ejecutarán en ti la sentencia


en presencia de muchas mujeres.




La nueva alianza

Y recuérdese también que después de Jesucristo ya no cabe la menor
duda porque segrega a la raza de víboras y todos -sin excepción-, son
llamados a la fe: pobres y ricos, sanos y enfermos, cultos e ineptos,
buenos y malos, incluidos judíos y cananeos, para una Alianza Nueva y
Eterna.


Y tanto desde el punto de vista físico como psíquico, son los
propios doctores y la ciencia judía, los que reco­nocen su inferioridad.


En la misma Jewish Encyclopaedia, en el término en­fermedades
nerviosas, reconocen que los judíos están más sujetos a las enfermedades
del sistema nervioso que las demás razas y pueblos entre los que
habitan, siendo la histeria y la neurastenia las más frecuentes; es más,
docto­res judíos han reconocido -recuerda J. Bochaca- que la mayoría de
los judíos son neurasténicos.


Tobles, proclama que todas las mujeres judías de Pales­tina están
histéricas. Y que esta enfermedad, que en el varón raramente se da en
otras razas, es bastante frecuente entre los judíos. Y la misma
Enciclopedia especifica que estas enfermedades nerviosas se dan tanto
entre las clases pobres como entre las más ricas.[28]
Los propios doctores y organizaciones judías han hecho estudios y
publicado estadísticas, que para ellos resultan particularmente
alar­mantes en cuanto a las enfermedades del cerebro y del sis­tema
nervioso, aparte otras. Se puede citar al judío-rumano Dr. Hugo Ganz; a
los judío-alemanes Dr. Rudolf Wasserman y al Dr. M. J. Guttman; el
informe del judío Kreppel en su trabajo Jews and judaism of today
(Editorial Amalthea, 1925); y al psiquiatra vienés Dr. Aleexander Pilcz,
etc.


Asimismo resulta sorprendente, según las estadísticas, el alto
porcentaje de judíos imbéciles, atribuido a los fre­cuentes matrimonios
consanguíneos durante siglos. ¡En dónde está, pues, su superioridad!


Por otra parte, los autores coinciden en señalar que en los
judíos se acentúan ciertas taras debido a los numerosos cruzamientos
consanguíneos, a la endogamia: alto por­centaje de individuos con pies
planos; tendencia al encorvamiento; labio inferior colgante; orejas
grandes; fimosis y parafimosis, y olor conocido científicamente como
foetor judaicus (hedor de judío).


Pero el caso es que, unido, no obstante, a su complejo de
superioridad el odio que sienten hacia todos los demás pueblos, la
inclinación al delito de sangre resulta ser algo innato al espíritu
judío, al que incitan constantemente.


Así se explica que Maimónides, interpretando el no matarás, dice que significa que "no se debe matar a un israelita, pero los goim, hijos de Noé y los herejes, no son israelitas", (Iad Chazakah, Hilkhoth Rozeach y, Hilkhoth Melachim). Del mismo modo que hace estas otras inmo­rales interpretaciones: Está permitido abusar de una mujer infiel, es decir, no judía. Y en cuanto al mandamiento no robarás, significa que no se puede robar a un hombre, es decir, a un judío.


Pasemos ahora a comprobar, más concretamente, si en sus leyes -los libros del Talmud-, se prescribe la efusión de sangre.


En términos generales y por lo que se refiere al crimen ritual,
hay que constatar una y mil veces, que la doctrina talmúdica no sólo lo
autoriza o aprueba sino que aun lo establece como una acción virtuosa,
como un sacrificio agradable a Dios, cuando del goim se trata.


El asesinato se prescribe, al menos, en varios pasajes del Talmud, que reseñamos seguidamente:


"El judío que mata a un cristiano, no comete ningún pecado, sino que ofrece un sacrificio grato a Dios." (Sepher Or Israel, 177 b, y en Ialkut Simoni 245).


De igual modo también se repite lo siguiente en el libro Zohar (I, 38 b y 39 a): "Los que matan a los cristianos, tendrán un lugar elevado en el cielo."


Asimismo consta en Iore Dea (158.1), que: "A los akum que no
son enemigos nuestros, no se les debe matar di­rectamente, no obstante,
no se les debe salvar del peligro de muerte. Por ejemplo, si ves a
alguno de ellos caer dentro del mar, no lo saques afuera a menos que él
te prometa darte dinero.
"


Precepto este último, que reafirma el judío Maimónides (en
Hilkhoth Akum, X.I), en parecidos términos, que son estos:"No tengas
piedad alguna por ellos, porque se ha dicho: ´No muestres ninguna
misericordia hacia ellos´." (Aludiendo quizá al Deuteronomio, 7, 2). "Por
lo tanto, si ves a un akum en dificultad o ahogándose, no acudas en su
ayuda. Y si está en peligro de muerte, no lo salves de la muerte. Pero
no está bien matarlo con tus propias manos, empujándolo dentro de un
pozo o de cualquier otra mane­ra, si no está en guerra contra nosotros.
"


Y escribe seguidamente: "Estas cosas están dirigidas contra
los idólatras. Pero también para los israelitas que dejan su religión y
se convierten en epicúreos, pues deben ser muertos, y debemos
perseguirlos hasta el final. Porque ellos acongojan a Israel y apartan a
la gente de Dios.
"


Sólo merece la pena añadir aquí, que Maimónides, no tuvo empacho
alguno en convertirse al Islam, presionado por los almohades andaluces
-no por los cristianos-, aunque luego tuvo que huir igualmente de
Córdoba, a uña de caballo juntamente con su familia, perseguido a muerte
por los circuncisos, para refugiarse en el Norte de África, y de allí
pasar a Egipto , en donde malvivió como médico y falleció, como hemos
dicho.


A los judíos ni siquiera les está permitido enseñar nin­gún
oficio a los akum, ni hacerle regalos gratuitamente; sólo se permite a
un judío hacer regalos a los gentiles que él conoce, y con la esperanza
de obtener de ellos alguna recompensa. (Iore Dea, 151.11).



Reprobación y condena del Talmud

El Talmud se desacredita por sí mismo, no se necesitan solemnes
declaraciones para ello. Basta un examen parcial del mismo. Y cuanto más
se profundice en su examen más rechazo produce. Aun expurgado de
algunos extremismos odiosos contra los cristianos,
como han hecho en algunas ediciones modernas, aun así, ante normas que
bendicen lo sangriento y ultrajante, y tachan al no judío de bestia, de
basura y excremento, no cabe otra cosa más que el repudio.


¿Dónde está en el Talmud el amor al prójimo? Si el prójimo se
reduce para ellos al círculo judío. ¿Para quién la piedad del judío? Si
se vanaglorian de que ya en tiempos bíblicos (I Macabeos, 13, 46),
hacían exclamar a la víctima: "No nos trates según nuestra mucha
malicia, sino según tu gran clemencia".


¿Qué podrá hacer el goy ante el judío talmudista: Ofrecerle eternamente la otra mejilla, o tomar el látigo y hacer uso de él?


Suelen los defensores de Israel,
ante citas reprobables del Talmud, oponer otros textos contradictorios
buscando un falso equilibrio. Afirman una y mil veces que el Talmud es
superior a la Ley o Torá, pero cuando les conviene acuden a ésta para
buscar la contradicción, o la negación del crimen sanguinario, como
cuando citan el Levítico (Cap. 17, 12-14), como norma inapelable en este
extremo: "Por eso he mandado a los hijos de Israel: Nadie de entre
vosotros ni de los extranjeros que habiten en medio de vosotros comerá
sangre".... "No comeréis la sangre de carne alguna, porque la vida de
toda carne es la sangre; quien la comiere será borrado
".


Pretenden ignorar las otras citas bíblicas acusatorias, pasar por
alto las delaciones de los profetas, callar, quizá intencionadamente,
aquellos pasajes bíblicos que reiteran el rescate del hombre por la
sangre de Cristo, como el último cordero sin defecto ni mancha. Pero
claro, como del Nuevo Testamento no quieren saber nada en absoluto, que
queden pues, reseñados sobre esta última considera­ción, las siguientes
citas: Carta de S. Pablo a los Hebreos, cap. 9 y ss.;1.ª Carta de S.
Pedro, 1, 14; Ap. S. Juan, 22, 18; S. Lucas, XVI, y He. Ap. S. Lucas,
20, 28;; para los que deseen manejar la Biblia.[29]


A otros importantes aspectos de la Biblia volveremos en otro
lugar. Sólo recordar aquí que falsos profetas los ha habido en todo
tiempo. Elías delató y desafió a 450 de una sola vez, que acabaron
siendo degollados en el monte Carmelo[30],
y después de subir a la cima del monte para dar las gracias, Yavé se
limitó a hacer llover para terminar con la sequía que afligía al pueblo y
lavar aquellos desechos (I Rey. 18, 22-45).


¡ Judíos, no se puede servir a Yavé y a Baal a la vez!


Con todo lo dicho, se puede afirmar ya sin titubeos que el Talmud
está en contra del orden natural. O como dice Monniot, no sólo es
anticristiano, es antihumano e inmoral.


En una de las grandes enciclopedias, en la voz Talmud se puede
leer esto: "Se acusa al Talmud de atacar al cristianismo y de predicar
una moral peligrosa"; lo que denota, evidentemente, una de dos: o
ignorancia de los colaboradores en su redacción, cosa improbable, que
más bien debe descartarse; o una malicia descomunal encubier­ta en la
misma exculpación, en la pretendida exoneración de la acusación. Esta
nutrida Enciclopedia no dedica ni siquiera un par de líneas a
especificar el porqué se le acusa, ni la menor alusión a alguna de las
delaciones a que nos hemos referido en las anteriores consideraciones,
del anterior epígrafe, sólo pretende exculpar, sin más, y, repe­timos: o
hay ignorancia o hay malicia. Y, nos parece más bien esto último, pues,
excusatio non petita, accusatio manifesta (excusa no pedida, acusación
manifiesta). La larga mano negra y peluda del sionismo.[31]


Y prosigue la nutrida Enciclopedia, finalizando así su
adoctrinamiento a través de esta voz: "Hubo controversias públicas e
incluso solemnes (Paris, 1240), en las que los rabinos refutaban las
falsas interpretaciones, pero que fi­nalizaban con la prohibición de
estudiar el Talmud, y con la confiscación y destrucción de los
ejemplares del texto. En el S. XV, un erudito alemán, Reuchlin, no sólo
defendió ardientemente el Talmud, sino que se dedicó a promover el
estudio de las literaturas hebraicas".


Mas la realidad es otra. Reuchlin jamás defendió el Talmud, tal
afirmación constituye ¡una solemne mentira! Que se constituye además en
burda, farisaica, cínica, al añadirle lo de "ardientemente". Y por otra
parte, no se puede identificar al Talmud con el resto de la literatura
hebraica. España mismo cuenta con literatura hebraica y no toda es
talmúdica. Pero sobre la cuestión reuchliniana, volveremos más adelante.


Ya Voltaire, nada sospechoso de clerical, y masón arrepentido, dirigiéndose a los judíos, escribía: "O
renunciáis a vuestros libros, o confesáis que vuestros padres
ofrecieron ríos de sangre humana a Dios, más de lo que hizo jamás ningún
otro pueblo
".


La realidad es que, si se puede afirmar con el Nuevo Testamento
en la mano, que el dinero es estiércol del diablo, con mayor razón
también se puede afirmar que el Talmud, -garante de dinero, poder y
sangre de los elegi­dos-, resulta ser la más detestable inmundicia que
haya producido el género humano a través de los siglos. Su tufo es tal
que no puede taparse con ninguna clase de manio­bras.[32]


Mientras los judíos mantengan que no hay nada supe­rior a su
Sagrado Talmud, los goim no pueden permanecer indiferentes. ¡Tan
descomunal acometida reclama paralela defensa!


No puede extrañar, por consiguiente, que el repetido Talmud haya
sido condenado expresamente por, al menos, dos emperadores (Justiniano y
Maximiliano) y diez Papas, de distintas épocas, siendo el último León
XIII, de mente tan lúcida como de ejemplar firmeza de pensamiento y
obra, quien dispuso que el Talmud continuase incluyéndose en el Index
Expurgatorius, de libros prohibidos, de acuer­do con lo acordado en el
Concilio ecuménico de Trento de 1545-1563.


Las cosas son como son, tanto si las vemos y queremos como si no
las vemos o no lo queremos. El mismo Magis­terio de la Iglesia enseña
que la verdad es una y une; la variación es característica del error y
de la mentira; la verdad hay obligación de buscarla, y puede llegarse a
ella a la luz de la razón.


Si seguimos el Magisterio ordinario de los papas, lleva­mos buen
guía. Si este Magisterio es afirmativo, podemos confiar; si es
reiteradamente afirmativo, podemos afirmar; si además los papas mandan
mantener ese criterio y lo suscriben reiteradamente, podemos estar
seguros de estar en la verdad.


Este razonamiento válido para católicos, como creemos, no tiene
porqué ser rehusado por protestantes cristianos, ni aun por ciudadanos
incrédulos, si de buena fe se preocupan por buscar la verdad.


Antes que los papas fue el Emperador Justiniano I el Grande, con
fama de ser piadoso y versado en Teología, quien prohibió en todo el
Imperio Romano la divulgación de los libros talmúdicos, en el año 553.


Diez siglos después, en el año 1510, es el Emperador Maximiliano
I, asesorado por el judío converso Johannus Pheferkorn y la O.P. de los
dominicos de Colonia, quien ordenó que los libros judíos fuesen
confiscados y entrega­dos a las Universidades, para ser examinados, y en
su caso quemados. Esto originó la famosa controversia llamada
reuchliniana, derivada del nombre Reuchlin, debido a que éste se mostró
partidario de destruir solamente aquellos libros talmúdicos que fuesen
injuriosos para los Evange­lios, o los excluyesen, admitiendo lo demás.
Lo que no autoriza a decir que defendió ardientemente el Talmud. Pero el
caso es que planteada así la cuestión, ello dio lugar a que su idea
fuese apoyada por Erasmo de Rotterdam y otros humanistas ¿Acaso, no se
puede hallar algo aprovechable en cualquier libro?; y siendo el Talmud
una colección de 63, con mayor razón, aunque, sinceramente, dudamos que
puedan aprovechar a alguien más que a los judíos.


Por el contrario, siguiendo a aquel judío converso y a la
prestigiosa Orden de Predicadores, cuatro Universidades europeas:
Erfort, Maguncia (hoy Mainz), Lovaina y Paris, alzaron su voz acusando a
Johannes Reuchlin (1455-1522) de ser un propagandista judío; y la
Inquisición de ser un hereje. Y la Inquisición jamás acusó a nadie sino
por escrito y con pruebas. Elevado el proceso al Papa, León X, éste, sin
embargo, no emitió fallo definitivo, ordenando a las dos partes que
guardasen silencio. De esta manera -dice Pranaitis-, ni Reuchlin fue
declarado inocente, ni los libros del Talmud llevados al fuego.


Y así fueron llegando hasta nuestros días. Un patrimo­nio de la
cultura judía. Y de conocimiento obligado para el católico que desee
saber por qué son condenados y prohi­bidos.


El primer Papa que hace una condena expresa de los libros del
Talmud, es Gregorio IX, de finales del siglo XII. Le sigue Inocencio IV
(1243-54), quien dicta la Bula Impia Judeorum Perfidia, de 9 de mayo de
1244, en la que, considerando dicho Papa que el Talmud y otros libros
clandestinos de los hebreos, les incitan a cometer toda clase de
maldades, ordena en la misma Bula que sean quemados públicamente, "para confusión de la perfidia de los judíos".
También hace estas otras consideraciones so­bre los mismos, que más o
menos van a ser reproducidas por otros Papas que le siguen: "La impía
perfidia de los judíos, de cuyos corazones por la inmensidad de sus
crímenes, nuestro Redentor no arrancó el velo, sino que los dejó
permanecer todavía en ceguedad cual conviene, no parando mientes en que
sólo por misericordia, la compasión cristiana los recibe y tolera
pacientemente en su convi­vencia; cometen tales enormidades, que causan
estupor a quienes las oyen, y horror a quienes les son relatadas"
.


A los dos anteriores Papas, le suceden los siguientes Romanos
Pontífices en la condena del Talmud, por conte­ner toda clase de vilezas
y blasfemias contra los cristianos, y ordenando la quema de dichos
libros: Julio III(1550-55); Pablo IV (1555-59); Pío IV (1559-65); San
Pío V (1566-72); Gregorio XIII (1572-85); Clemente VIII (1592-1605);
Alejandro VII (1655-67); Benedicto XIV (1740-58); y León XIII
(1878-1903).


En la edición del Index Expurgatorius (catálogo de los libros
expurgados o sucios), publicada por orden de León XIII en 1887, se hace
esta referencia expresa al Talmud y a dos Papas anteriores a él:


"Aunque en el Index publicado por el Papa Pío IV, el Talmud
Judío con todos sus glosarios, acotaciones, inter­pretaciones y
exposiciones, han sido prohibidos; pero ad­mitiendo que si se publicaran
sin el nombre de Talmud y sin sus calumnias viles contra la religión
cristiana podrían ser tolerados; no obstante, Nuestro Santo Padre el
Papa Clemente VIII en su Constitución contra la literatura impía y los
libros judíos, publicado en Roma en el año de Nues­tro Señor de 1592,
los proscribió y condenó; con lo cual no era su intención permitirlos o
tolerarlos aun bajo las pre­cedentes condiciones; por cuanto él expresa y
especial­mente estableció y determinó que los impíos libros talmúdicos,
cabalísticos y otros nefastos libros judíos, fuesen en su totalidad
condenados y prohibidos y que siempre debían permanecer condenados y
prohibidos, por lo cual su Constitución sobre estos libros debe ser
perpetua e inviolablemente observada
".


Y aún se puede mencionar al antipapa español Benedicto XIII, el
aragonés Pedro Martínez de Luna, más conocido por el Papa Luna, quien
tras ser condenado y depuesto en el Concilio de Pisa de 1409, se instaló
en Peñíscola con su sede papal, en donde vivió hasta su muerte en 1424.
Pues se preocupó grandemente por el problema judío, y ante las disputas
promovidas en España por el judío converso Jerónimo de Santa Fe,
precisamente sobre el Mesías y el Talmud, entre judíos y cristianos,
convocó un Sínodo que se celebró en Tortosa (Tarragona), a lo largo de
casi dos años, (1413-14), con 69 sesiones, con asistencia de rabinos
invitados, particularmente del reino aragonés, y doctores cristianos. Y
después de las largas reflexiones y controversias, este Papa concluyó
por con­denar al Talmud y prohibir incluso su lectura a los judíos, en
unas fechas en que todavía no habían sido expulsados de España. Su
presencia en España, hay que repetirlo una vez más, era fuente de toda
clase de discordias, no sólo religiosas.


Y, finalicemos ya, diciendo que el Talmud sigue hoy día tan en pie para los judíos,
como su general reprobación y condena por la Iglesia, cuya motivación
debe ser cono­cida por todos. Y que desde luego, prescribe los
sacrificios humanos como las ofrendas más gratas a Yavé. Volvamos al
principio de estas consideraciones para subrayar que aquel argumento de
los defensores de Israel, de que sus leyes no prescriben la efusión de
sangre, es falaz.



La sociedad humana, que viene haciendo tan rápidos progresos, debe hacer
un esfuerzo más para superar las fundadas sospechas y sacar de la
oscuridad del olvido este código sagrado y secreto, que conserva toda su
vigencia desde hace siglos, manteniendo de una manera fatal y
desdichada tan taimada y ponzoñosa doctrina, que viene impidiendo la
pacífica convivencia humana.

Referencias


  1. Goy significa "no judío" en hebreo, y hace el plural en goym o goim
    (los no judíos). Se emplea preferentemente por los judíos sionistas y en
    tono peyorativo, a los vocablos gentil y akum, así como idólatra, los
    que utilizan asi­mismo para designar a todos los demás no judíos. Para
    los judíos, la cruz es un símbolo idólatra, y todo lo que ello
    significa, idolatría, pues, así consta expresa­mente en uno de los
    libros del Talmud.

  2. Véase principalmente: El Talmud desenmascarado, del Reverendo ruso
    Iustinus Bonaventura Pranaitis, uno de los "liquidados en checa" durante
    la revolución Bolchevique en Rusia, premonición anunciada por el propio
    autor al final de esta obra, editada por primera vez en San Petersburgo
    (Leningrado ?), en 1892, en hebreo y latín, de cuyos idiomas era
    Profesor en la Academia Imperial Eclesiástica de la Iglesia católica, y
    Dr. en Teología; y el mismo año editada en Norteamérica. En español, por
    primera y única vez, en Buenos Aires, Argentina, Editorial
    Milicia,1976.

    También a Albert Monniot en Los crímenes rituales entre los judíos, y
    a Julius Streicher en Exposición del asesino plan judío contra la
    humanidad no judía, de Editorial Milicia, Buenos Aires, 1976. A Leo
    Ferraro en EL ULTIMO PROTO­COLO - Las claves secretas del dominio
    sionista mundial, Ed. vassallo de Mumbert - Arca de la Alianza cultural,
    Madrid, 1986. Y a Traian Romanescu en Traición a Occidente, Universidad
    de Bucarest, edición en español de Editorial Jus, S.A., México 3, D.F.,
    1983.

  3. Jorge Samuel Laurant en La Disipación de las Tinieblas o el Origen de
    la Masonería, Ediciones Difah, Buenos Aires, Argentina, 1962. En 1980,
    la revista católica Iglesia Mundo, quincenal, editada por E.D.I.M.S.A.,
    Madrid, insertó en coleccionables dicha obra.
  4. Monseñor León Meurin, S.J., Arzobispo-Obispo de Port-Louis, Filosofía de la Masonería, Editorial Nos, Madrid, 1957.
  5. Citado por Pierre Virión, en El gobierno mundial y la contra-iglesia, Ed. Acervo, Barcelona, 1976, p. 25 y 31.
  6. En el diario ABC, del 21 agosto 1992, en un artículo titulado CUANDO SALÍ DE LA HABANA, VALGAME

    DIOS..., Jorge Semprún Maura, exiliado en Francia después de la
    Guerra de Liberación Nacional, internado por los alemanes en el campo de
    Buchenwald, ex miembro del Comité Central del P.C.E., expulsado del
    Partido y, más tarde, nombrado Ministro de Cultura por Felipe González,
    dice: Tranquilos. No pasa nada. Se acaba de nombrar al delegado cubano,
    castrista furibundo, presidente de la Comisión de los Derechos Humanos
    de la O.N.U. Conviene aclarar que tan medio judío es Fidel Castro Ruz
    como Jorge Semprún Maura, ambos por parte de madre, unidos, pues, por
    lazos ancestrales, y aunque suelen ocultar su segundo apellido, como
    todos los buenos criptojudíos, con frecuencia les traicionan sus genes
    hereditarios.
  7. Henry Ford en El Judío Internacional, Ediciones CHACO, Argentina, Resistencia, 1975.
  8. También llamada Simón Judas, El Santo, El Príncipe de la cautividad, El Patriarca de Tiberíades.
  9. Rvdo rusa Iustinus Bonaventura Pranaitis en El Talmud desenmasca­rada, obra citada, p. 18 y ss.

  10. 1. Berakhoth.- 2. Peah.- 3. Demal.- 4. Kilaim.- 5. Schebiith.- 6.
    Terumoth.- 7. Maaseroth.- 8. Maaser Scheni.- 9. Challah.- 10. Orlah; y
    11. Bikkurim.

  11. 1. Schabbath.- 2. Erubin.- 3. Pesachim.- 4. Schekalim.- 5. loma.- b.
    Sukkah.- 7. Betsah.- 8. Rosch Haschanah.- 9. Taanith.- 10. Megillah.-
    11. Moed Katon; y 12. Chagigah.
  12. 1. Jebbamoth.- 2. Kethuboth.- 3. Kidduschin.- 4. Gittin.- 5. Nedarim.- 6. Nazir; y 7. Sotah.

  13. 1. Baba Kama.- 2. Baba Metsia.- 3. Baba Bathra.- 4. Sanhedrin.- 5.
    Makkoth.- 6. Schebouth.- 7. Edaioth.- 8. Horaioth.- 9. Abhodah Zarah; y
    10. Abroth, que también lleva el nombre de Pirke Abhoth.

  14. . Zebbachim.- 2. Chulin.- 3. Menachoth.- 4. Bekhoroth.- 5. Erakhin.- 6.
    Temurah.- 7. Meirlah.- 8. Kerituhh.- 9. Tamid.- 10. Middoth; y 11.
    Kinnim.

  15. 1. Kelim.- 2. Oholoth.- 3. Negaim.- 4. Parah.- 5. Tohoroth.- 6.
    Mikvaoth.-­7. Niddah.- 8. Makschirin.- 9. Zabhim.- 10. Tebhul.- 11.
    Iadaim; y 12. Oketsin.
  16. Pranaitis, ya citado, contabiliza 524, excluyendo los de los últimos libros no incluidos en el Talmud clásico.

  17. Hay que citar nuevamente al. B. Pranaitis, en este punto, y,
    seguidamen­te al profesor Don Vicente Risco en, Historia de los Judíos,
    primera edición de 1944, Ediciones Gloria, Barcelona. Quizás la mejor
    historia y más completa que se haya escrito en un solo libro sobre los
    judíos, no ya en Galicia sino aun en España, por este historiador
    gallego. Claudio Sánchez Albornoz,
    Menéndez Pelayo y otros eminentes historiadores españoles, tratan
    ampliamente el tema de los judíos en España, por consiguiente, no en
    exclusiva su historia sino en un constante parale­lismo con la de España
    y de los árabes. La Academia de Palestina estaba integrada realmente
    por tres: Tiberios, Iamnia y Laydda; y la de Babilonia por otros tres:

    Sura, Pumbaditha y Nehardea. No concuerdan exactamente en este punto

  18. Usamos la única versión española que conocemos del Schulchan Arukh, de
    Ediciones Mi Lucha, Argentina, 1977, de defectuosa impresión, vertida de
    la alemana de A. Luzsenszky, y por consiguiente incompleta. Dice el
    editor:

    "Reproduzco todo lo que puede interesamos a nosotros los no judíos";
    incluyendo al final una parte de las 150 citas de obras de los más
    famosos rabinos, y dos artículos del rabino Marcus Eli Ravage,
    publicados en "The Century Magazine", núms. de enero y febrero de 1928.


    La lectura del Schulchan Arukh juntamente con la de los Protocolos de
    los Sabios de Sión, constituía un deber nacional en la Alemania
    hitleriana, para cono­cer directamente el pensamiento judío sobre el
    akum (el no judío). Por el contrario, en todos los pueblos de la URSS,
    sin excepción, la sola posesión del último libro citado (Los Protocolos
    de los Sabios de Sión), se consideraba gravísimo delito y llevaba
    aparejada como castigo la pena de muerte.

  19. Sínodo israelita recogido por Francisco-Bienvenido Pascual Iglesias en
    su apasionadísima y ampliamente documentada obra, Nueva Humanidad, Ed.
    El Monte Carmelo, Burgos, 1967; así como en Los Judíos sobre si mismos,
    patrocinada por CEDADE, Barcelona, 1980, basada ésta última en los
    eminentes trabajos que durante los años treinta, -década hitleriana-,
    llevó a cabo el "Instituto para la investigación del problema judío", y
    que publicaba en la revista Welt-Dienst, que era editada además en 18
    idiomas, y pese a ello, dicen sus editores, que es prácticamente
    imposible encontrar un ejemplar. En la Fran­cia ocupada se creó otro
    Instituto similar, así como en Hungría, pero los judíos y sus aliados se
    incautaron de millones de libros, revistas y diarios, y la
    recopila­ción de un material tan extenso sobrepasa las posibilidades de
    un particular y aun de un grupo, pues, la paciente y minuciosa labor que
    supone el disponer de todas las publicaciones periódicas judías y
    examinarlas una por una, es lo que hacía el mencionado Instituto
    berlinés. En esta edición, remata la "Liga de Mujeres Anticomunistas de
    Montreal" con el siguiente comentario: Si hay alguna man­cha antisemita
    (antijudía, debiera decir) en la presente publicación, los judíos sólo
    padrón acusar de ello a sus líderes y escritores.
  20. Jean Boyer en Los Peores enemigos de nuestros pueblos, Ediciones Libertad, Bogotá, marzo de 1979.

  21. La primera recogida de Albert Monniot en obra citada, y en Nueva
    Humanidad, de Francisco-Bienvenido Pascual Iglesias, Editorial El Monte
    Carmelo, Burgos, 1967. Y la segunda de Jean Boyer, antes citado

  22. Véase ¿Quién está detrás de Kissinger? Editorial Milicia, Argentina,
    Buenos Aires, 1976. Primera edición en idioma español de la versión
    hecha por Eva Pardo de la Cruz, del original en alemán titulado:
    "Kissinger. Person. Politik, Hintermäner", World Copyright, 1974, by
    Verlag für Zeitgenossische Dokumentation Gmbh.

    Así como a Manuel Bonilla Sauras en La trama oculta del PSOE, con prólogo de Ricardo de la Cierva. Y, Los peores enemigos de nuestros pueblos, de Jean Boyer, ya citado.
  23. Ser judío

  24. Federico Engels, después de fallecido su amigo Marx con quien
    escri­biera de consuno, continuó su labor en este tema con su obra El
    origen de la fa­milia, de la propiedad privada y del Estado, cuya
    primera edición apareció en 1884, (Editorial Fundamentos, Madrid, 1970),
    suavizando un tantico aquella idea inicial, que pretende justificar en
    su origen y evolución histórica, sentando que, "habiendo nacido de
    causas económicas la monogamia", se pregunta: ¿desaparecerá con esas
    mismas causas?; para concluir que, "los intereses de la sociedad son
    superiores y anteriores en absoluto a los intereses individuales". Cosa
    que exigiría matizaciones, por su intercomunicación, y está por ver.

  25. El comunismo y la masonería constituyen las dos principales
    herra­mientas que vino utilizando el sionismo imperialista para sus
    propósitos; predi­cando a través de ellas a los no judíos, las consignas
    de dominio y destrucción que más le convenga en cada momento.

    Es sabido que tanto los teóricos o inspiradores del comunismo como
    sus principales sostenedores o realizadores prácticos, son todos judíos
    sin excepción: Hegel, Marx, Engels, Bakunin, Hess Kum (Kohen), Rosa
    Luxemburgo, Lassaile, Berstein, Kautsk (Kaus), Lenin, Trotski
    (Bronstein), Kerensky, Stalin, etc. Al propio tiempo, iniciados casi
    todos ellos en la masonería. Asimismo, entre ellos, algunos rabinos como
    el propio Carlos Marx, quien además, es hijo de rabino y nieto de
    rabinos tanto por línea paterna como materna

  26. Maunce Pinay en Complot contra la Iglesia, impreso en México,
    Edi­ciones Mundo Libre, 2a edicién de 1969 en idioma español; lleva el
    "imprimatur canonico"

  27. José L. Sicre en Los Profetas de Israel y su mensaje, Ediciones
    Cris­tiandad, S.L., Madrid, 1986. Lleva el "Nihil obstat" de la Iglesia
    católica.

  28. La Jewish Encyclopaedia (Enciclopedia Judía), es un diccionario de
    asuntos judíos, editada por un comité de sabios judíos bajo la dirección
    del Dr. Cyrus Adler, y abarca desde cuestiones económicas, expuestas de
    forma insos­pechada, pasando por las sociales, hasta las políticas, e
    incluso privadas sobre las más importantes familias del judaísmo
    mundial.

  29. Hebreos, cap. 9 : "Por eso (Cristo) es el mediador de una nueva
    alianza, a fin de que, interviniendo su muerte para redimir las
    transgresiones cometidas en la primera alianza, aquellos que son
    llamados reciban la herencia eterna prometida. Porque donde hay
    testamento, es necesario que sea constatada la muerte del testador. " Y
    en 10, 21, y puesto que tenemos un nuevo sumo sacerdote al frente de la
    ´casa de Dios´ ,...(12,25) guardaos, pues, de no atender a aquel que os
    habla". 1.ª carta de S. Pedro, 1, 14: Como hijos de la obediencia, no
    queráis adaptaros a las concupiscencias que os esclavizaban en otro
    tiempo, en los días de la ignorancia". Apocalipsis, S Juan, 22, 18 Yo
    atestiguo a todo el que escucha las palabras de la profecía de este
    libro que si alguno hace añadiduras a esto, Dios le añadirá a él las
    plagas descritas en este libro. Y si alguno quita algo de las palabras
    de este libro profético Dios quitara su parte del árbol de la vida y de
    la ciudad santa escritas en este libro".

    Hechos de los Apóstoles, S. Lucas cap 20 ver. 28 "Velad por vosotros
    mismos y por todo el rebaño del que el Espíritu Santo os ha constituido
    como obispos para apacentar la Iglesia de Dios, que ha adquirido con
    sangre. "


    Y el mismo San Lucas, cap. XVI, 1 - 13: "En aquel tiempo dijo Jesús a
    sus discípulos: El que es de fiar en lo menudo, también en lo
    importante es de fiar; el que no es honrado en lo poco, tampoco en lo
    mucho es honrado. Si no fuisteis de fiar en el vil dinero, ¿quién os
    confiará los bienes verdaderos? Y si no habéis sido fieles en lo ajeno,
    ¿quién os dará lo que es vuestro? ".


    "Ningún criado puede servir a dos amos: porque, o bien aborrecerá a
    uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del
    segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. "
  30. En el Antiguo Testamento, la pena asignada a los falsos profetas es la de muerte. Véase el Deuteronomio, Cap. 13,1-6
  31. Nueva Enciclopedia Larousse, Ed. Planeta, Barcelona, 1982. Ver la palabra Talmud.

  32. Así, vista y examinada la intitulada obrilla Las Bellezas del Talmud,
    impreso y distribuido para confusión de los no judíos, hay que llamar la
    atención acerca de que su pretendido "florilegio de verdades", sí que
    constituye una ver­dadera patraña contragoim, simplemente porque oculta
    lo que no debe y recoge pueriles sensiblerías accidentales, que no
    concuerdan con estas otras supremas fealdades, contrastan sobremanera
    con lo que aquí queda expuesto y es sobrado, para concluir con un recto
    criterio, en esta audiencia pública.

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