viernes, 17 de junio de 2016

Judaismo Virtual

Judaismo Virtual






 
Sección
de la Torá de esta semana 

La
clave mística del éxito
El
libro de Génesis finaliza con la sección Vivió,
en la cual se declara, al final de la misma: “José
murió a la edad de ciento diez años”
(Génesis 50:26) Esto quiere decir que José
había gobernado en Egipto durante 80 años.
Pues a los 17 años había sido vendido por
sus hermanos, y los compradores lo llevaron a Egipto. En
este país fue puesto en la cárcel, donde permaneció
por espacio de 12 años. Después de ese periodo
fue sacado de allí para interpretarle al Faraón
unos sueños que le habían sobrevenido y estaba
preocupado porque nadie se los podía interpretar
correctamente. José lo hizo con éxito y fue
nombrado virrey, siendo entonces de 30 años de edad.
Ejerció como tal hasta el día de su muerte,
a los 110 años. Es decir, gobernó en Egipto
durante 80 años. Y hasta el día de su muerte
sustentó a su padre y sus hermanos, con todas las
familias de ellos.



En el comienzo del libro de Éxodo se declara: “José
murió, y todos sus hermanos, y toda esa generación.
Los Hijos de Israel se fructificaron, proliferaron, aumentaron
y se fortalecieron mucho, muchísimo, y la tierra
se llenó de ellos” (Éxodo 1:6-7).
Hasta
que todos los hermanos de José murieron, los Hijos
de Israel eran libres. Pero después: “Se levantó
un nuevo rey en Egipto, que no conocía a José.
Él le dijo a su pueblo: «He aquí que
el pueblo, los Hijos de Israel, son más numerosos
y más fuertes que nosotros. Vamos, seamos más
astutos que ellos para que no se multipliquen, y sea que
en caso de guerra, se una también él a nuestros
enemigos y luche contra nosotros, y suba de la tierra».

Designaron oficiales de tributo sobre él, para afligirlo
con sus cargas, y construyó ciudades de almacenamiento
para el Faraón, Pitom y Ramsés. Pero cuanto
más los afligían, más aumentaban y
se esparcían; y su desprecio se despertó a
causa de los Hijos de Israel. Egipto sometió a los
Hijos de Israel con trabajos inhumanos. Le amargó
la vida con trabajos duros, con barro y con ladrillos, y
con todos los trabajos del campo; todos los trabajos que
les asignaban eran inhumanos (Éxodo 1:8:12).
La
narración bíblica no deja lugar a dudas. Los
egipcios olvidaban todo el bien que José les había
hecho y esclavizaban cruelmente a sus descendientes, los
Hijos de Israel. Y esto no fue todo, pues ciento treinta
años después de que los Hijos de Israel habían
descendido a Egipto, al Faraón le sobrevino un sueño.
En el mismo, el monarca estaba sentado sobre el trono de
su reinado. Alzó sus ojos, y divisó un hombre
anciano que estaba de pie frente a él, que tenía
en sus manos una balanza y la dispuso delante del Faraón.
Después tomó a todos los ancianos de Egipto,
la totalidad de los ministros, y todos los hombres de importancia,
a quienes amarró, y los colocó en uno de los
platillos de la balanza. Asimismo, asió un cordero
tierno, a quien puso en el otro platillo, desnivelando el
animal la balanza ante el enorme conjunto de personas que
se hallaban en el otro lado.
El
Faraón se sorprendió sobremanera, exaltado
por el increíble hecho, donde un pequeño cordero
puede contrarrestar a tanta gente junta. Por ello, al despertar,
convocó a todos sus siervos, y les relató
lo que había soñado. Ellos escucharon y temieron
en gran manera.
El
Faraón les dijo: “Revélenme por favor
el significado de este sueño que tuve”.



Bilam, el hijo de Beor, uno de los principales ministros
del Faraón, interpretó el sueño de
la siguiente manera: “Esto no es sino un gran mal
que sobrevendrá sobre Egipto en los días postreros.
Pues un hijo le nacerá a Israel, el cual destruirá
todo Egipto, y aniquilará a sus pobladores, sacando
luego a todo Israel con mano fuerte de Egipto.
El
Faraón escuchó a Bilam y por eso: “El
rey de Egipto les dijo a las parteras hebreas, de las cuales
la primera se llamaba Shifra y la segunda Pua, y dijo: «Cuando
atiendan a las mujeres hebreas y las vean sobre el asiento
de dar a luz, si es un varón, lo mataréis,
y si es una mujer, vivirá». Mas las parteras
temían a Dios y no hicieron lo que les dijo el rey
de Egipto, y dejaron que los niños vivieran.

El Rey de Egipto convocó a las parteras y les dijo:
«¿Por qué habéis hecho esto y
habéis dejado que vivan los niños?».
Las parteras le dijeron al Faraón: «Pues las
mujeres hebreas no son como las mujeres egipcias, pues son
expertas; antes de que la partera llegase a ellas, ya dieron
a luz». Dios benefició a las parteras y el
pueblo aumentó y se fortaleció enormemente.
Y fue gracias a que las parteras temían a Dios que
Él les hizo casas. El Faraón ordenó
a todo su pueblo, diciendo: «Todo varón que
nazca, al río lo arrojaréis. Y toda mujer,
la dejaréis con vida» (1:15-22).
Las
citadas parteras, Shifra y Pua sus verdaderos nombres eran:
Iojeved y Miriam. Y la razón por la que a Iojeved
se la llama Shifra es porque embellecía al bebé,
limpiándolo de la sangre del parto y acondicionándolo;
lo que en hebreo se define como: “meshaperet”,
palabra ésta que da origen a Shifra. Y Miriam, que
era la hija de Iojeved, se la llamaba Puá, porque
calmaba con su voz al recién nacido que lloraba,
acto que en hebreo se denomina: poá. Y de esta palabra
surge Puá (Rashi Génesis 1:15).
Resulta
que Iojeved -Shifra- era la partera, y Miriam -Puá-,
que era una niña, su asistente. Ahora que conocemos
estos datos, es posible comprender más precisamente
lo declarado en la cita que expresa: “Mas las parteras
temían a Dios y no hicieron lo que les dijo el rey
de Egipto, y dejaron que los niños vivieran”.
Observando el texto original, apreciamos que existe un detalle
que llama la atención en la palabra hebrea que define
a “las parteras”. Pues esta palabra, que es
“hamialdot”, está escrita en forma carente.
Decimos
esto porque no está escrito “hamialdot”
con todas las letras que corresponden, sino que a la palabra
le falta una letra “vav”. Por eso es posible
leer “hamialedet”, que significa partera. Deduciéndose
que era una sola partera, y la segunda era su asistente.
Este
dato se puede apreciar en el valor numérico de la
palabra en su original hebreo:

Veamos
ahora el valor numérico de Iojeved bat Levi, es decir,
Iojeved, hija de Levi:



Resulta que “hamialedet”, que significa partera,
sumándole el valor intrínseco 1 arroja un
resultado igual a 490, el miso que el del nombre de la partera
citada. Esta partera, Iojeved, había nacido a Levi
al llegar a Egipto, cuando cruzaban la frontera (Rashi).
Un
alumbramiento sensacional
Después
de esto, se narra en la Torá: Un hombre salió
de la casa de Levi y tomó una mujer de Levi. La mujer
concibió y dio a luz a un hijo. Ella vio que era
bueno y lo escondió durante tres meses. Ya no podía
esconderlo más, entonces tomó un canasto de
juncos y lo untó con arcilla y brea; colocó
al niño en él y lo puso entre las cañas,
a la orilla del río. Su hermana se colocó
a distancia, para saber qué sería de él
(Éxodo 2:1-4).
Esta
mujer que había dado a luz era nada más y
nada menos que Iojeved. Y en ese momento ella era de 130
años de edad, pero milagrosamente le había
vuelto el periodo catamenial, recuperado su fertilidad.
Este
dato concerniente a su edad es posible calcularlo teniendo
en cuenta que cuando ella nació, el pueblo de Israel
ingresaba a Egipto. Como está escrito: “Todas
las personas que llegaron con Jacob a Egipto, sus propios
descendientes, además de las mujeres de los hijos
de Jacob, sumaban sesenta y seis personas. Y los hijos de
José que le nacieron en Egipto sumaban dos personas.
Todas las personas de la casa de Jacob que llegaron a Egipto:
setenta” (Génesis 46:26-27). Ahora bien, sumando
todos los nombres que fueron contabilizados previamente
en la cita mencionada, más José y los dos
hijos suman 69. Siendo así ¿por qué
dice que eran setenta? Porque Iojeved había nacido
en la frontera.
Ahora
bien, sabemos por otra parte, que los Hijos de Israel permanecieron
en Egipto 210 años. Y cuando salieron Moshé
era de 80 años de edad. Siendo así, cuando
Iojeved le dio a luz, era ella de 130 años de edad
(Rashi, Éxodo 2:1).
El
hijo que le había nacido a Iojeved era sensacional.
Toda la casa se había llenado de luz con su venida
al mundo. Y como había nacido al sexto mes de embarazo,
su madre lo puedo ocultar durante tres meses de las autoridades
egipcias. Ya que ellos calculaban la fecha y al cumplirse
el tiempo de gestación, enviaban soldados para buscar
al recién nacido y matarlo en caso de ser varón.
Aconteció
pues que después de los tres meses que completaban
los nueve de gestación común: “Ya no
podía esconderlo más, entonces tomó
un canasto de juncos y lo untó con arcilla y brea;
colocó al niño en él y lo puso entre
las cañas, a la orilla del río” (Éxodo
2:3).
Aquí
aconteció otro milagro: la hija del Faraón
había decidido convertirse al judaísmo y por
eso se encontraba en el río Nilo, para purificarse
(Talmud, tratado de Sotá 12b). Este dato puede apreciarse
aludido en el versículo que declara: “La hija
del Faraón bajó al río a sumergirse,
y sus criadas caminaban junto al río” (Éxodo
2:5).
Observemos
la expresión: “La hija del Faraón bajó”
en su original hebreo:

las
letras finales forman la palabra: “datá”,
que significa: “su fe”:

La
revelación es evidente: había bajado al río
Nilo para purificarse de la idolatría y convertirse
al judaísmo. Por eso fue llamada Batia, que significa:
“hija de Dios” (Rokeaj). Y en esos momentos:
“Ella vio el canasto entre las cañas y envió
a su sirvienta, y lo tomó” (Ibíd.).
Considerad
que la palabra hebrea utilizada para referirse a “su
sirvienta” es: “amata”, que puede interpretarse
como: “mano”. Es decir, ella extendió
su mano intentando tomar el canasto de las aguas. Es decir,
no fue su sierva la que lo hizo, sino la hija del Faraón
misma. ¿Y cuánto debió alargar su mano?
Ese dato lo obtenemos también de la palabra hebrea
“amatá” que deriva de ”amá”,
que significa “codo”. Revela que su mano se
extendió varios codos para tomar el canasto, ocurriendo
esto en forma milagrosa. Ella tuvo la voluntad de hacerlo,
y Dios la ayudó (Rashi, Beer Maim Jaim).
En
el Talmud consta la medida que se proyectó el brazo
de la hija del Faraón: En el versículo fue
dicho: El brazo de la hija del Faraón, se extendió
una distancia de sesenta codos para que pudiese tomar el
canasto en el que se encontraba Moshé (Meguilá
15b).
Después
de esto la hija del Faraón: “Lo abrió
–al canasto- y vio al niño, y he aquí
que el joven lloraba. Ella le tuvo compasión y dijo:
«Éste es uno de los niños hebreos».
Su hermana le dijo a la hija del Faraón: «¿Quieres
que vaya y te llame una nodriza de las hebreas, para que
amamante para ti al niño?». La hija del Faraón
dijo: «Ve». La joven fue y llamó a la
madre del niño. La hija del Faraón le dijo:
«Toma este niño y amamántalo para mí,
y yo te daré tu paga». La mujer tomó
al niño y lo amamantó. El niño creció
y le fue traído a la hija del Faraón, y fue
un hijo para ella. Lo llamó Moshé, pues dijo:
«Porque de las aguas lo saqué (Éxodo
2:6-10). Ella eligió este nombre debido al acontecimiento
que había tenido lugar, y basándose en el
término arameo “meshitihu”, que significa
“sacar”.
A
continuación está escrito: “Sucedió
en aquellos días que Moshé creció y
salió con sus hermanos, y observó sus sufrimientos”
(Éxodo 2:11). Obsérvese que antes ya fue dicho:
“El niño creció” (Éxodo
2:9), y nuevamente fue dicho en este último versículo
que citamos: “Sucedió en aquellos días
que Moshé creció...”. ¿Qué
enseña esta aparente redundancia? Rabí Iehuda
en el nombre de Rabí Elazar declaró: La primera
vez se refiere a la estatura de Moshé, y la segunda
vez, a su grandeza, ya que el Faraón lo había
designado encargado de su casa.



En el Midrash se narra: Mientras residía en casa
del Faraón, Moshé vestía ropas color
púrpura, y crecía junto a los hijos del monarca.
Moshé se hizo grande en el palacio, y Batia, la hija
del Faraón lo consideraba como a su propio hijo.
Toda la casa del Faraón lo honraba, y todos los hombres
de Egipto le respetaban.
Cada
día Moshé iba a la tierra de Goshen, donde
se hallaban sus hermanos, los hijos de Israel. Al recorrer
los puestos de trabajo apreciaba que la respiración
de ellos era entrecortada. Esto demostraba un estado de
agotamiento total. Además, vio el trabajo forzado
al que eran sometidos día tras día. Como está
escrito: “y observó sus sufrimientos”
(Éxodo 2:11).
Moshé
les preguntó: ¿Por qué han sido dispuestas
estas labores tan duras sobre vosotros, para que las realicéis
día tras día?
Los
hijos de Israel le narraron todos los decretos que había
establecido sobre ellos el Faraón, incluso antes
de su nacimiento –de Moshé-. Además,
le contaron relataron todos los consejos emitidos por Bilam,
el hijo de Beor, que había propuesto matar a todos
lo niños que nacieren, e incluso al mismo Moshé,
cuando éste era pequeño y había tomado
la corona de sobre la cabeza del monarca egipcio.
Moshé
escuchó las declaraciones, y enfureció mucho
con Bilam. Desde ese día comenzó a acosarlo
jornada tras jornada, pues deseaba matarlo.
Un
día, le fue dicho a Bilam: “El hijo de Batia
te quiere matar, y te acosa jornada tras jornada”.
Bilam
temió mucho de Moshé, por lo que tomó
a sus dos hijos y salieron de Egipto, y huyeron a la tierra
de Kush. Ellos acudieron al rey Kikanos, que reinaba en
ese lugar. En tanto Moshé era amado por todos, tanto
por el Faraón, como sus siervos, y los demás
egipcios, pues El Eterno puso gracia sobre él, para
hallar la simpatía de la gente.
Un
día, Moshé fue a Goshen, tal como era habitual
en él, para ver a sus hermanos. Contempló
los terribles trabajos forzados a los que eran sometidos,
y se sintió notablemente afligido.
Después
de esto regresó a la capital de Egipto, ingresó
al palacio real, avanzó hacia donde se encontraba
el rey, se prosternó, y le dijo: “Mi señor,
he venido a solicitarte algo muy pequeño, no me hagas
tornar, por favor, con las manos vacías”.
El
Faraón le indicó: “¡Habla!”.
Entonces,
Moshé pidió: “Otorga, por favor, a tus
siervos, los hijos de Israel, que residen en Goshen, un
día para que descansen de su trabajo”.
El
mandatario respondió: “Haré acorde a
tu solicitud”.
Y
ordenó el Faraón hacer correr la voz por Egipto
y Goshen diciendo: “A ustedes, todos los hijos de
Israel, así dijo el rey: hagan vuestra labor y servidumbre
durante seis días, y el día séptimo
descansen, no hagan trabajo en él. Así se
hará a ustedes todos los días, tal como lo
ordenó el rey, y Moshé, el hijo de Batia”.
Moshé
se alegró por este beneficio logrado para sus hermanos,
y los hijos de Israel hicieron acorde a la nueva disposición.
Pues esto provenía de El Eterno, porque comenzaba
a recordarlos para salvarlos, por causa de sus ancestros.
En tanto el Creador permanecía con Moshé,
quien era un hombre grande en los ojos de los egipcios,
y en los de todo Israel, quien hablaba bien de ellos frente
al Faraón, y procuraba permanentemente mejorar el
bienestar de sus hermanos (Sefer Haiashar).
Un
suceso embarazoso
Cuando
Moshé era de dieciocho años de edad, quiso
ver a sus padres, por lo que fue a Goshen, donde los hijos
de Israel eran obligados a realizar los trabajos forzados
y la servidumbre. Allí vio un egipcio que maltrataba
a uno de sus hermanos. Como está escrito: Como está
escrito: “y vio que un hombre egipcio golpeaba a un
hombre hebreo, a uno de sus hermanos” (Éxodo
2:11). Cuando el hebreo vio a Moshé, escapó
hacia él para que lo ayudase, pues era un hombre
muy honrado y grande en la casa del Faraón. Le dijo:
“Mi señor, este egipcio fue a mi casa por la
noche, me maniató, y violó a mi mujer frente
a mi presencia, y ahora procura quitarme la vida”
(Sefere Haiashar, Rashi). Cuando Moshé escuchó
esta atrocidad, enfureció sobremanera con el egipcio,
por eso: “Miró hacia un lado y hacia el otro,
y vio que no había nadie; golpeó mortalmente
al egipcio y lo escondió en la arena” (Éxodo
2:12).
La
declaración: “Miró hacia un lado y hacia
el otro” requiere explicación. Pues si se declara:
“vio que no había nadie”, se sobreentiende
que lo Moshé constató mirando hacia uno y
otro lado. ¿Siendo así, qué viene a
enseñar esta aparente redundancia? El Exegeta Rashi
se percató de esta particularidad y explicó:
Moshé vio –mediante su espíritu de santidad
denominado “Ruaj Hakodesh”- lo que le había
hecho el egipcio en la casa, y también vio lo que
le había hecho en el campo. Pues en la mente del
egipcio ya estaba concebida la idea de matar al esclavo
hebreo en el campo (Rashi Mizraji).
Asimismo,
la expresión “vio que no había nadie”,
contiene un secreto más que describe el alto grado
de aprehensión espiritual de Moshé. Indica
que se proyectó hacia el futuro y vio que no saldría
de él ningún descendiente que se uniría
a la fe de Dios, tornándose prosélito (Rashi).
También
debemos saber que Moshé mató a este hombre
malvado a través de un nombre sagrado de Dios que
él conocía. Y esto es posible deducirlo de
lo que está escrito a continuación:
Al
día siguiente -Moshé- salió, y he aquí
que había dos hombres hebreos peleando. Le dijo al
malvado: «¿Por qué golpeas a tu prójimo?».
Él le respondió: «¿Quién
te designó por príncipe y juez sobre nosotros?
¿Acaso dices que me matarás, como mataste
al egipcio?» (Éxodo 2:13-14).
Se
aprecia que no está escrito: “¿Acaso
tú pretendes matarme...?”, sino: “¿Acaso
dices...”. Se aprende de aquí que lo mató
al egipcio con una pronunciación emitida por su boca.
Es decir, con el nombre sagrado de Dios (Midrash Tanjuma
Shemot 10).
Después
de este suceso: “Moshé tuvo miedo y pensó:
«Ciertamente el asunto es sabido». El Faraón
escuchó acerca de este asunto e intentó matar
a Moshé; Moshé huyó del Faraón
y se asentó en la tierra de Midián. Se sentó
junto a un pozo (Éxodo 2:14-15).
Tiempo
de reflexiones
Esta
cita pareciese revelar que Moshé huyó de Egipto
a Midián, e inmediatamente se asentó allí,
y se casó con la hija de Itró. Pues a continuación
de la huída de Moshé de Egipto, está
escrito: “El sacerdote de Midián tenía
siete hijas; ellas llegaron y sacaron agua y llenaron los
abrevaderos para dar de beber a las ovejas de su padre.
Llegaron los pastores y las echaron. Moshé se levantó
y las salvó... Moshé decidió habitar
junto al hombre; y él le dio a su hija Tzipora a
Moshé. Ella dio a luz a un hijo, y él lo llamó
Gershom, pues dijo: «He sido extranjero –ger-
en una tierra extraña»” (Éxodo
2:15-22). Y a continuación se menciona el llamado
de Dios a Moshé, para que guíe al pueblo de
Israel a la libertad. Como está dicho: “Moshé
estaba pastando las ovejas de Itró, su suegro, el
sacerdote de Midián; él guió a las
ovejas detrás del desierto y arribó a la Montaña
de Dios, hacia Joreb... El Eterno vio que se había
apartado para ver; y Dios lo llamó de entre el arbusto
y dijo: «Moshé, Moshé» y él
respondió: «Heme aquí» (Éxodo
3:1).
Al
leer estos versículos, uno podría conjeturar
que todo ocurrió en un breve lapso de tiempo. Pero
ha de considerarse que más está escrito: “Moshé
tenía ochenta años y Aarón tenía
ochenta y tres años cuando hablaron con el Faraón”
(Éxodo 7:7).
Con
este último dato, conjeturamos que desde que Moshé
huyó de Egipto, hasta que guió a Israel a
la libertad, transcurrieron 62 años. Pues recordemos
que se había ido cuando poseía 18 años.
Ahora
bien, ¿qué hizo Moshé en todo este
tiempo? ¿Sólo se ocupaba de las ovejas de
su suegro; o en ese lapso recibió también
algún tipo de instrucción para conducir apropiadamente
a un pueblo entero, compuesto de millones de integrantes,
como el que debía liderar? Evidentemente, de acuerdo
con la lógica, hace falta preparación y aptitud
para desarrollar una función de este tipo. ¿Acaso
Moshé no fue probado para comprobar si estaba capacitado?
Estas
preguntas que hemos formulado son muy puntuales y requieren
de una explicación certera. Y en el Midrash encontramos
la respuesta que necesitamos. Esta es la síntesis
de lo narrado en el Sefer Haiashar al respecto:
En
aquellos días aconteció que los moradores
de oriente y Aram, se habían sublevado a Kikanos,
el rey de Kush.



El mandatario designó a Bilam en su lugar para que
cuidase la ciudad en su ausencia y se encargase de todo
lo relacionado con el reino. Después de hacerlo,
salió inmediatamente con todas sus huestes para enfrentar
a los pueblos de oriente y Aram, con el fin de restablecer
el orden y someterlos nuevamente bajo su poder.
El
rey venció en la contienda y regresó a su
ciudad triunfante. Pero se halló con la sorpresa
de que Bilam se había sublevado y había tomado
el poder, cerrando todos los accesos. Al no existir otra
alternativa, Kikanos con todos sus hombres sitiaron la ciudad.
En
esos días, llegaba Moshé procedente de Egipto,
y se unió al ejercito de Kikanos. En poco tiempo
se ganó la confianza del rey, pues demostró
aptitudes para el combate, entrega y arrojo, como así
sabiduría. Fue nombrado consejero del rey.
Tras
nueve años de sitiar la ciudad, Kikanos falleció,
y los hombres decidieron designar a Moshé su nuevo
rey. Éste aceptó y se puso al frente del ejército.
En muy poco tiempo Moshé organizó un ataque
a la ciudad, y lograron vencer la resistencia de Bilam sin
mayores obstáculos. Así fue como los guerreros
recuperaron sus familias y posesiones.
Moshé
fue el rey de Kush por espacio de cuarenta años.
Era un mandatario ejemplar, muy apreciado por el pueblo.
Pero después de ese periodo, la esposa de Kikanos,
Adonia, que le había sido concedida a Moshé,
se quejó de éste. Pues en todo el tiempo que
fue rey no se allegó a ella, y tampoco practicaba
la idolatría de esos lugares. Como consecuencia de
esta queja, Moshé fue depuesto.
Así
fue como tras permanecer en Kush 49 años, debió
salir de allí y buscar un nuevo destino. Aunque ya
no era el mismo que cuando llegó, pues se había
convertido en un gran guerrero, y había adquirido
una notable experiencia como rey de un gran pueblo.
Moshé
salió de la tierra de Kush, y tomó su camino,
siendo por entonces de sesenta y siete años de edad
cuando abandonó ese lugar. Pues de Hashem provenía
también esto, al aproximarse el momento de sacar
a los hijos de Israel de Egipto.
Moshé
se dirigió a Midián, pues temía regresar
a Egipto, por causa del Faraón.
Cuando
llegó, se sentó junto a un manantial de aguas,
cuando salían las siete hijas de Reuel a pastorear
el rebaño de su padre. Ellas se acercaron al manantial,
y extrajeron agua para dar de beber a las ovejas.
En
eso vinieron los pastores de Midián y las echaron,
aunque Moshé se levantó, lsa salvó,
y dio de beber a sus animales.
Ellas
fueron hacia su padre y le dijeron: “Un hombre egipcio
nos salvó ante los pastores, y también extrajo
agua para nosotras y dio de beber a las ovejas”.
Reuel
dijo a sus hijas: “¿Dónde está?.
¿Por qué abandonasteis al varón?”.
Reuel
envió por él, para que lo traigan a la casa,
y coma pan con él.
Así
aconteció, y Moshé le relató sobre
su huida de Egipto, y su reinado en Kush durante cuarenta
años, tras lo cual tomaron el poder de él,
y lo enviaron en paz, y con grandes honores.
Cuando
Reuel hubo escuchado esas palabras, pensó en su corazón:
“Colocaré a este hombre en la cárcel,
y a través de ellos, ganaré sus corazones,
pues debe haber escapado de ellos”.
Reuel
lo atrapó, y colocó en prisión, donde
estuvo preso por espacio de diez años. Pero durante
su permanencia en ese sitio, Tzipora, la hija de Reuel,
se apiadó de él, y le suministraba pan y agua
todos los días.
Finalmente,
después de ese lapso, Aconteció al cabo de
una década, cuando transcurría el primer año
de reinado del nuevo Faraón, que Tzipora dijo a su
padre Reuel: “El hombre Hebreo que has colocado en
prisión hace ya diez años, no hay nadie que
reclame por él, por eso, si está bien ante
tus ojos padre, envíame por favor, y veré
si aun vive o ha fallecido”.
El
padre no sabía que ella le llevaba alimento cada
día, y esto respondió a su hija: “¿Es
posible que suceda algo así, afligir a un individuo
durante diez años en prisión sin comida ni
bebida, y que aun viva?”.
Su
hija le respondió: “Has oído que el
Di-s de los Hebreos es Poderoso y Temible, que además
hace a ellos maravillas a cada instante. El salvó
a Abraham del horno encendido en Ur Kasdim, y a Itzjak de
la espada de su padre, cuando se dispuso a ofrendarlo, a
Iaakov, del ángel, cuando se trenzó con él
en Maabar Iabok, y también al hombre este Hizo muchos
milagros, cuando lo Salvó del río Nilo, de
la espada del Faraón, y de los habitantes de Kush,
y también del hambre puede salvarlo y hacerlo vivir”.
Las
palabras de su hija fueron consideradas apropiadas por Reuel,
por lo que consintió con ella, y fue a ver que sucede
con el individuo que había sido puesto en prisión.
Una vez allí, advirtió que el prisionero se
halla de pie, y alaba y ora al Dios de sus padres.
Reuel,
tras contemplar lo que acontecía, envió sacar
al hombre del pozo, cortar su cabello, cambiar sus ropas,
y le sirvieron pan.
Luego
de esto, Moshé descendió al jardín
de Reuel que se encontraba detrás de la casa, y oró
allí a Hashem, su Di-s que hizo con él muchas
maravillas. Cuando elevaba su plegaria, divisó un
bastón de zafiro clavado en el jardín. Se
aproximó a él, y vio que se halla gravado
sobre el mismo, el nombre de Hashem, Di-s de los ejércitos.
Tras leer lo que decía, estiró su mano, y
lo tomó, desenterrándolo como quien arranca
una hierba silvestre que creció entre las plantas,
y pasó a su mano.
Este
era el bastón, con el cual fueron realizadas todas
las maravillas de Di-s luego de haber creado los cielos
y la tierra, y todas sus huestes, mares, ríos, y
todos sus peces.

Y fue cuando expulsó Di-s a Adam del jardín
del Eden, que este tomó el bastón en su mano,
y salió a trabajar la tierra de la que fue tomado.
Este bastón llegó hasta Noaj, que lo entregó
a Shem, y a sus descendientes, hasta llegar a manos de Abraham
el Hebreo.
Luego,
cuando Abraham dio todo lo que era de él a su hijo
Itzjak, entregó también este bastón.
Y aconteció cuando Iaakov huyó a Padam Aram,
que lo llevó en su mano, y cuando regresó
a su padre, no lo abandonó. También cuando
descendió a Egipto, lo llevó con él,
y lo entregó a Iosef.
Cuando
falleció Iosef, y vinieron los ministros de Egipto
a su casa, el bastón llegó a Reuel, el midianita,
quien cuando abandonó Egipto, lo llevó con
él, clavándolo en su jardín.
Todos
los hombres fuertes de Keinim fueron sometidos a la prueba
de intentar tomarlo, al solicitar a Tzipora, su hija, pero
no pudieron, por lo que el mismo quedó insertado
en el jardín de la casa de Reuel, hasta que venga
quien pueda superar el examen. Y cuando el dueño
de casa vio el bastón en manos de Moshé, se
sorprendió enormemente, dándole a su hija
Tzipora por esposa.
Hasta
aquí habían transcurrido 60 años de
exilio de Moshé. pues 9 años estuvo sitiando
Kush junto a Kikanos, después fue rey de ese lugar
durante 40 años, y 10 años estuvo preso en
casa de Itró, he aquí 60 años. En el
primer año de casados Moshé y Tzipora engendraron
el primer hijo, Guershon, y al año siguiente el segundo
Eliezer (véase Éxodo 18:1-4).
Después
Moshé fue a hacerse cargo del pueblo de Israel para
sacarlo de Egipto, y guiarlos a la libertad.
La
aptitud de Moshé
Hemos
apreciado que Moshé estaba muy bien preparado para
gobernar un pueblo, pues había adquirido gran experiencia
durante su exilio. Sin embargo, Dios quería que el
líder de Israel sea un individuo comprensivo y sensible
además de ser buen guerrero y poseer capacidad de
gobernar. Por eso Dios lo probó a Moshé en
ese aspecto.
En
el Midrash se narra cómo aconteció: Moshé
pastoreaba el rebaño de su suegro, y un corderito
se escapó. Moshé lo persiguió hasta
que le dio alcance. En ese momento vio que el animal estaba
bebiendo del lago. Moshé le dijo: no sabía
que estabas sediento, ahora seguramente estarás cansado
por haber caminado tanto. El pastor lo alzó en brazos
y lo llevó de regreso al rebaño.
Dios
vio y dijo: Tú eres piadoso con los animales, estás
preparado para pastorear un rebaño de seres humanos.
Después
de esto Dios lo convocó a Moshé. como está
escrito: Moshé estaba pastando las ovejas de Itró,
su suegro, el sacerdote de Midián; él guió
a las ovejas detrás del desierto y arribó
a la Montaña de Dios, hacia Joreb. Un ángel
de El Eterno se le apareció en una llamarada de fuego
que salía de un arbusto. Él vio, y he aquí
que el arbusto ardía en el fuego, mas el arbusto
no se consumía. Moshé dijo: «He aquí
que me apartaré y contemplaré esta gran imagen
¿por qué el arbusto no se consume?».

El Eterno vio que se había apartado para ver; y Dios
lo llamó de entre el arbusto y dijo: «Moshé
, Moshé » y él respondió: «Heme
aquí». Él dijo: «No te acerques
más, quítate tus zapatos de tus pies, pues
el lugar sobre el que te encuentras parado es tierra santa».
Y Él dijo: «Yo soy el Dios de tu padre, el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob».
Moshé ocultó su rostro, pues tuvo miedo de
contemplar a Dios.

El Eterno dijo: «Ciertamente he visto la aflicción
de Mi pueblo que está en Egipto y he oído
su clamor a causa de sus supervisores, pues he sabido de
su dolor. Bajaré y lo rescataré de la mano
de Egipto, y lo ascenderé de esa tierra a una tierra
buena y amplia, a una tierra en la que fluye la leche y
la miel datilera, al lugar del cananeo, el jeteo, el amorreo,
el perizeo, el jiveo y el iebuseo. Y ahora, he aquí
que el clamor de los Hijos de Israel ha llegado hasta Mí
y también he visto la opresión con que los
egipcios los oprimen. Y ahora ve y te enviaré con
el Faraón, y sacarás a Mi pueblo, los Hijos
de Israel, de Egipto» (Éxodo 3:1-10).
Después
de esto aconteció un suceso inesperado, Moshé
se niega a aceptar la solicitud de Dios. Como está
escrito: “Moshé le dijo a Dios: «¿Quién
soy yo para ir con el Faraón y para sacar a los Hijos
de Israel de Egipto?»” (Éxodo 3:11).
Uno
al escuchar esta declaración piensa: seguro que Dios
le dijo: está bien, si tú no deseas el cargo,
buscaré otro individuo para que te reemplace. Pero
insólitamente no aconteció así, sino
que Dios le insistió. Como está escrito: “Y
Él dijo: «Pues estaré junto a ti y ésta
es tu señal de que Yo te he enviado: cuando saques
al pueblo de Egipto, servirán a Dios sobre esta montaña»”
(Éxodo 3:12).
Después
de esto, Moshé buscó nuevas excusas para rechazar
el ofrecimiento. Como está dicho: “Moshé
le dijo a Dios: «He aquí, cuando yo vaya a
los Hijos de Israel y les diga: “El Dios de vuestros
antepasados me ha enviado a vosotros” y ellos me digan:
“¿Cuál es Su Nombre?”, ¿qué
les diré?»” (Éxodo 3:13). Y Dios
seguía insistiéndole y convenciéndole
para que aceptase. Como está dicho: El Eterno le
dijo a Moshé : «Seré lo que seré».
Y Él dijo: «Así dirás a los Hijos
de Israel: “Seré me ha enviado a vosotros”».
También le dijo Dios a Moshé : «Así
dirás a los Hijos de Israel: “El Eterno, el
Dios de vuestros antepasados, el Dios de Abraham, el Dios
de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Éste
es Mi Nombre por siempre, y éste es Mi recuerdo,
de generación en generación”. Ve y reúne
a los ancianos de Israel y diles: “El Eterno, el Dios
de vuestros antepasados, ha aparecido ante mí, el
Dios de Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: «Ciertamente
os he recordado y lo que se os hace en Egipto»”.
Y he dicho: «Os haré ascender de la aflicción
de Egipto a la tierra del cananeo, del jeteo, del amorreo,
del perizeo, del jiveo, y del iebuseo, a una tierra en la
que fluye la leche y la miel.

Ellos oirán tu voz. Tú y los ancianos de Israel
irán al rey de Egipto y le dirán: “El
Eterno, el Dios de los hebreos, se ha presentado ante nosotros.
Y ahora, os rogamos nos dejes partir en un camino de tres
días por el Desierto y presentaremos ofrendas a El
Eterno, nuestro Dios”. Sé que el rey de Egipto
no os dejará ir, excepto con mano fuerte. Yo extenderé
Mi mano y golpearé a Egipto con todas Mis maravillas
que realizaré en su interior, y después de
eso os enviará. Yo haré que este pueblo halle
gracia a los ojos de Egipto, para que cuando os vayáis,
no os vayáis vacíos. Cada mujer pedirá
a su vecina y a la que vive en su casa vasijas de plata,
vasijas de oro y vestimentas; y las colocarás sobre
tus hijos e hijas; y vaciaréis a Egipto» (Éxodo
14:22).
Era
un momento difícil para Moshé. Dios mismo
le solicitaba nuevamente que aceptase el ofrecimiento, y
le ofrecía garantías de que triunfaría.
Pero también esta vez Moshé rechaza la oferta.
Como está escrito: Moshé respondió
y dijo: «Mas no me creerán y no escucharán
mi voz, pues dirán: “El Eterno no apareció
ante ti”» (Éxodo 4:1).


Y Dios volvió a insistirle, suministrándole
esta vez poderosas herramientas milagrosas que le permitirían
seducir al pueblo sin lugar a dudas para que le escucharen.
Como está escrito : El Eterno le dijo: «¿Qué
es lo que tienes en tu mano?» Y él dijo: «Una
vara». Él dijo: «Arrójala a tierra»,
y él la arrojó a tierra y se transformó
en una serpiente. Moshé huyó de ella. 4 El
Eterno le dijo a Moshé : «Extiende tu mano
y tómala por su cola». Él extendió
su mano y la agarró fuertemente, y se transformó
en una vara en su palma. «Para que crean que El Eterno,
el Dios de sus antepasados, apareció ante ti; el
Dios de Abraham, el Dios de Itzjak (Isaac) y el Dios de
Iaacov (Jacob).» El Eterno también le dijo:
«También: lleva tu mano a tu pecho»,
y él llevó su mano a su pecho; luego la quitó
y he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve.
Dijo Él: «Vuelve a poner tu mano en tu pecho».
Y él volvió a poner su mano en su pecho; y
al sacarla de su pecho he aquí que era otra vez como
su carne. «Acontecerá que si no te creen y
no escuchan la voz de la primera señal, creerán
la voz de la última señal. 9 Y sucederá
que si tampoco no creen estas dos señales y no escuchan
tu voz, tomarás agua del río y la verterás
sobre la tierra seca, y el agua que tomes del río
se transformará en sangre cuando esté sobre
la tierra seca» (Éxodo 4:2-8).
Después
de todo esto, increíblemente Moshé vuelve
a negarse. Como está escrito: “Moshé
le dijo a El Eterno: «Te ruego, mi Señor, no
soy hombre de palabras, ni desde ayer, ni desde anteayer,
ni desde que hablaste por primera vez con Tu sirviente,
pues yo soy pesado de boca y pesado de palabras»”
(Éxodo 4:10). Pero Dios vuelve a insistir. Como está
dicho: “El Eterno le dijo: «¿Quién
le puso boca al hombre, o quién lo hace al hombre
mudo o sordo, o al hombre que ve o al ciego? ¿Acaso
no soy Yo, El Eterno? Y ahora, ve. Yo estaré en tu
boca y te enseñaré lo que debes decir».
Él dijo: «Te ruego, mi Señor, envía
a alguien más apropiado para ser enviado»”
(Éxodo 4:12-13).
Al
escuchar esto, uno ya comienza a plantearse muchas cuestiones
que parecen no tener explicación. ¿Por qué
Dios le insiste tanto? ¿Acaso no había otro
individuo que pudiese llevar a cabo la tarea y no se negare
como Moshé? ¿Por qué no lo dejaba Dios
y buscaba otro? Y por el lado de Moshé, ¿Por
qué cuándo los hombres de Kush le ofrecieron
ser su rey aceptó sin titubear, pese a que no poseía
experiencia alguna en esa función y ahora se negaba
rotundamente? Y consideremos que en el caso de los hombres
de Kush eran ajenos a Moshé, y ahora se trataba de
sus hermanos. ¿Qué es lo que sucede aquí?
La confusión es demasiado grande.
Los
versículos subsiguientes revelan el misterio. Observad
esto que acontece a continuación: “La ira de
El Eterno se despertó contra Moshé , y dijo:
«¿Acaso no está tu hermano Aarón,
el levita? Yo sé que él ciertamente hablará;
además, he aquí que él saldrá
a encontrarte y cuando te vea se alegrará su corazón.
Tú le hablarás y colocarás las palabras
en su boca; y Yo estaré en tu boca y en su boca;
y os enseñaré a ambos lo que deben hacer.
Él hablará por ti ante el pueblo; y ocurrirá
que él será tu boca y tú serás
su guía. Y esta vara tomarás en tu mano, con
la que harás las señales»” (Éxodo
4:14-17).
Después
de esto, acontece un suceso desconcertante, Moshé
acepta sin decir una sola palabra. Como está escrito:
“Moshé fue y regresó a Ieter, su suegro,
y le dijo: «Por favor, iré y regresaré
junto con mis hermanos que están en Egipto, para
ver si siguen con vida». Y Itró le dijo a Moshé
: «Ve en paz».

El Eterno le dijo a Moshé en Midián: «Ve,
retorna a Egipto, pues todas las personas que piden por
tu vida han muerto». Moshé tomó a su
mujer y a sus hijos...” (Éxodo 4:18-20).
Este
último suceso desconcierta. ¿Qué fue
lo que hizo cambiar de opinión a Moshé? ¿Cuál
fue la circunstancia que determinó que abandonase
su férrea postura de desobedecer la orden Divina
y repentinamente aceptase el cargo, sin presentar ningún
tipo de pretexto?
El
exegeta Rashi lo explica: la clave se encontraba en la declaración
que El Eterno hizo a Moshé: “He aquí
que él saldrá a encontrarte y cuando te vea
se alegrará su corazón”. Es decir, no
creas que acontecerá como tú piensas, que
tu hermano se disgustará contigo cuando observe que
alcanzas el poder, sino que “se alegrará su
corazón”.
Moshé
escuchó eso y ya no presentó más oposición
para aceptar el cargo de primer mandatario. Se aprecia de
aquí, que Moshé tuvo en cuenta hasta los sentimientos
que podría generar en su hermano una actitud suya
que roce su status. Pues Aharón era en ese entonces
líder de la comunidad, y Moshé fue precavido
de no herir sus sentimientos en los más mínimo.
Aunque esto significare perderse la posibilidad de ser el
rey del pueblo y un héroe nacional cuyo nombre quedase
registrado en la historia por toda la eternidad.
Ha
de tomarse el ejemplo de Moshé para asumir cualquier
liderazgo. Uno debe dirigir a sus subalternos con el rigor
necesario, pero a su vez con la comprensión y el
amor que merecen. Debe exigírseles que cumplan con
sus obligaciones, pero también ser contemplativos
con ellos en el factor humano. Siempre debe tenerse en cuenta
el aspecto emocional de alguien que está bajo nuestra
tutela o autoridad. Es una de las principales claves para
alcanzar el éxito, tanto en el plano material, como
en el espiritual. Pues cuando uno no es contemplativo con
su prójimo, genera odio, rencor y resquemores; y
eso produce una gran cantidad de energía negativa
que puede perjudicar en cualquier momento al destinatario
de tales descargas. Pero quien actúa honorablemente,
haciendo valer su autoridad, pero a su vez siendo contemplativo
con sus subalternos en el orden emocional y sensitivo, logrará
la victoria. Como consta en el Midrash: El individuo debe
ser agradable y bien recibido por las criaturas (Tana Dvbei
Eliahu Raba 13: 5). Es decir, debe estar en paz con todas
las personas (Ieshuot Yakov). Es esta una regla de oro indispensable
para triunfar.


Indice
de la Parasha
 





 


 



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Frases
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En esta
época moderna, donde hay tanta tecnología e innovación,
es cuando más falta hace la energía humana salida directamente
del corazón, y transmitida personalmente, sin la mediación
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energía de la persona con quién hablamos, y también
la nuestra propia.
—————
No siempre
es suficiente con la buena disponibilidad, y la capacidad individual,
ha veces para triunfar también hay que valerse de la creatividad.
—————
Donde
hay unión no hay traición, pero si surge división,
la invasión de los sentimientos de odio y rencor crecerán
y se multiplicarán, y nadie ganará; por eso, siempre es
bueno multiplicar los esfuerzos para conservar la unión, que aunque
mucho se pierda en lo que respecta a los deseos personales, será
mucho más lo que se gane por el efecto de la fuerza grupal conjunta.




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