viernes, 3 de junio de 2016

Reconquista - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Reconquista
La Rendición de Granada - Pradilla.jpg

La rendición de Granada, obra de Francisco Pradilla, representa la entrega de las llaves de la ciudad de Granada por el rey musulmán Boabdil a la reina Isabel I de Castilla y al rey Fernando II de Aragón.

Fecha 722 - 1492 (770 años)
Lugar Península Ibérica
Casus belli Invasión musulmana de la Península Ibérica en el siglo VIII
Resultado Victoria cristiana y control de los territorios en disputa.
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Se denomina Reconquista al proceso histórico en que los reinos cristianos de la península ibérica buscaron el control peninsular en poder del dominio musulmán. Este proceso tuvo lugar entre los años 722 (fecha probable de la rebelión de Pelayo) y 1492 (final del Reino nazarí de Granada).



Índice

El término «Reconquista»: historiografía y tradición

Algún académico1
ha manifestado que el término podría ser inexacto, pues los reinos
cristianos que «reconquistaron» el territorio peninsular se
constituyeron con posterioridad a la invasión islámica, a pesar de los
intentos de estas monarquías por presentarse como herederas directas del
antiguo reino visigodo.
Se trataría más bien de un afán de legitimación política de estos
reinos, que de hecho se consideraban reales herederos y descendientes de
los visigodos, así como de un intento por parte de los reinos cristianos de justificar sus conquistas al considerarse herederos de los reyes visigodos.



Sin embargo, y ya desde los primeros instantes, la reconquista
constituyó, por parte de los distintos reinos y señoríos surgidos en el
aislamiento del norte montañoso de la Península, como un verdadero
proceso restaurador y liberador, no solo del territorio, sino de la
numerosa población cristiana hispano-visigoda (mozárabes)2
que permaneció durante siglos en el territorio ocupado. Resultaban ser
los verdaderos herederos del reino visigodo, y su apelación constante al
auxilio de los reinos cristianos suponía para las autoridades
musulmanas un problema que surgía periódicamente y que era resuelto con
persecuciones y deportaciones de distinto grado.3


Fuera de España las cosas se han visto de una forma menos
problemática. Nadie ha cuestionado en serio el uso del término
reconquista4 . El profesor Derek William Lomax escribió todo un libro titulado "The Reconquest of Spain".
Consciente de la exaltación y del rechazo de que había sido objeto el
tema por parte de unos y de otros, el gran hispanista inglés expresaba
en las primeras líneas de su obra, con total contundencia, su punto de
vista:


La Reconquista es un marco conceptual utilizado por los
historiadores. Pero, a diferencia del concepto de Edad Media, no se
trata de un concepto artificial. Por el contrario, la Reconquista fue
una ideología inventada por los hispano-cristianos poco después del año
711, y su realización efectiva hizo que se mantuviera desde entonces
como una tradición historiográfica, convirtiéndose también en objeto de
nostalgia y en un cliché retórico de los publicistas tanto tradicionales
como marxistas.



El término parecería asimismo confuso, más aún considerando el hecho de que tras el derrumbe del Califato (a comienzos del siglo XI), los reinos cristianos optaron por una política de dominio tributario –parias– sobre las taifas
en lugar de por una clara expansión hacia el sur; o las pugnas entre
las diferentes coronas –y sus luchas dinásticas–, que solo alcanzaron
acuerdos de colaboración contra los musulmanes en momentos puntuales.


Sin embargo, la temprana reacción en la cornisa cantábrica en contra del Islam (recordemos que Don Pelayo rechazó a los sarracenos en Covadonga apenas siete años después de que atravesaran el estrecho de Gibraltar), e incluso su rechazo del territorio actualmente francés después de la Batalla de Poitiers
del año 732, pueden sustentar la idea de que la Reconquista sigue casi
inmediatamente a la conquista árabe. Más aún, «gran parte de dicha
cornisa cantábrica jamás llegó a ser conquistada»,[cita requerida]
lo cual viene a justificar la idea de que la conquista árabe y la
reconquista cristiana, de muy diferente duración (muy corta la primera y
sumamente larga la segunda), se superponen, por lo que podría
considerarse como una sola etapa histórica, sobre todo si tenemos en
cuenta que la batalla de Guadalete, la primera batalla por defender el reino visigodo en el año 711, marca el inicio de la invasión musulmana. En el Siglo de Oro hubo poetas que definían y denominaban a los españoles como «godos» (como dijo Lope de Vega: «eah, sangre de los godos»)5
y durante las guerras de independencia en América, eran también así
llamados por los independentistas americanos (de allí procede el uso
despectivo que se le da en Canarias
para referirse al español peninsular). Es por ello, según los críticos
del término, un concepto parcial, pues solo transmite la visión
cristiana y europea de este complejo proceso histórico, soslayando el
punto de vista de los musulmanes andalusíes; por otro lado, en el lado cristiano puede decirse que existía conciencia de «reconquista».6



Escritores como Ignacio Olagüe Videla, en La Revolución islámica en Occidente (1974), consideran que la invasión militar árabe es un mito y sostienen que la creación de Al-Ándalus
fue el resultado de la conversión de gran parte de la población hispana
al Islam. Estas tesis han sido estudiadas por el conocido arabista González Ferrín en su obra Historia General de Al-Andalus,
en la que hablando de la Reconquista dice «que en verdad nunca
existió»; igualmente plantea que Al-Ándalus «constituye un eslabón
insustituible de la historia europea».


Las hipótesis de Olagüe no cuentan con ningún apoyo significativo en la historiografía actual.7 La obra de Olagüe ha sido calificada de «historia ficción» y rechazada en círculos académicos.8
La arqueología y los textos antiguos desmienten esta teoría, ya que son
abundantes las fuentes clásicas y los restos arqueológicos que prueban
que la conquista islámica fue violenta, con numerosas batallas y
asedios, donde poblaciones enteras fueron exterminadas por los ejércitos
islámicos, como fueron los casos de Zaragoza o Tarragona en la Conquista del norte,
así mismo tanto en fuentes cristinas, como musulmanas aparecen
numerosas citas acerca de los elevados impuestos especiales que han de
pagar solo los no musulmanes, como la gizya, harag así como leyes que tratan en condiciones de inferioridad a los no musulmanes.


En su España invertebrada, José Ortega y Gasset,
desde la filosofía, afirmaba que «Una reconquista de ocho siglos no es
una reconquista». Curiosamente, se usa normalmente el término «conquista
de Granada» en lugar del de «reconquista de Granada».


Algunos autores[cita requerida]
propusieron con poco éxito el término alternativo de «conquista
cristiana», sin las implicaciones ideológicas del término «reconquista»;
no obstante, el término sigue utilizándose por especialistas y profanos
para designar a ese periodo histórico.



La Hispania visigoda en el momento de la invasión musulmana, durante la guerra civil

Hispania 721 d. C. una vez finalizada la conquista musulmana de los últimos reyes Visigodos Cristianos de Narbona.
El catedrático arabista Serafín Fanjul,
en sus libros “Al-Andalus contra España” y "La quimera de Al-Andalus",
desmonta los mitos de una invasión poco violenta, la idealización de la
convivencia de culturas o religiones en Al-Ándalus y usa el término
reconquista, entendiéndolo como la recuperación por parte de las
comunidades cristianas del territorio previamente cristiano invadido por
los musulmanes.


Consolidación de los núcleos cristianos

En 711 se produjo en la península ibérica la primera invasión de los musulmanes procedentes de África del Norte. Entraron por Gibraltar (que precisamente debe su nombre actual a Táriq, general que desembarcó allí) y que el propio Roderic o Roderico (Don Rodrigo), uno de los últimos de los reyes visigodos, fue a rechazar, perdiendo la vida en la Batalla de Guadalete. Táriq fue llamado a Damasco, entonces capital del califato, para informar y nunca más volvió. Su lugar lo ocupó el gobernador Abd al-Aziz, comenzando el emirato dependiente.


A partir de este momento empezaron una política de tratados con los
nobles visigodos que les permitió controlar el resto de la península. En
716 Abd al-Aziz fue asesinado en Sevilla y se inició una crisis tal que en los siguientes cuarenta años se sucedieron veinte gobernadores. En este año, 716, los árabes comenzaron a dirigir sus fuerzas hacia los Pirineos para tratar de entrar en el Reino Carolingio.


La veloz y contundente invasión norteafricana, además de por los factores que propiciaron la expansión mundial del Islam, se explica por las debilidades que afectaban al reino visigodo:


  • El frágil e incompleto dominio que ejercía sobre el territorio peninsular –en 711 el rey Rodrigo se hallaba dirigiendo una campaña militar en el norte-.
  • La división de sus élites, con enfrentamientos vinculados a la elección de los sucesores al trono de una Monarquía (electiva) no hereditaria.
  • Una aristocracia terrateniente –de tardía conversión al catolicismo-
    superpuesta a una población, libre o servil, con condiciones vitales
    muy duras, entre la que latía un fuerte descontento. Muchos de ellos
    recibieron la conquista como una mejora de su situación.[cita requerida]
  • La decadencia de la actividad mercantil derivó en una
    minusvaloración de la población judía, que en gran medida la
    protagonizaba. También ellos pudieron ver una ventaja en la situación de
    las minorías hebreas amparada por la jurisdicción islámica.
Tras la invasión, la resistencia cristiana cristaliza en dos focos.


El foco asturiano


Estatua de Don Pelayo en Covadonga.
En el año 718 se sublevó un noble llamado Pelayo. Fracasó, fue hecho prisionero y enviado a Córdoba (los escritos usan la palabra «Córdoba», pero esto no implica que fuera la capital, ya que los árabes llamaban Córdoba a todo el califato).


Sin embargo, consiguió escapar y organizó una segunda revuelta en los montes de Asturias, que empezó con la batalla de Covadonga de 722.
Esta batalla se considera el comienzo de la Reconquista. La
interpretación es discutida: mientras que en las crónicas cristianas
aparece como «una gran victoria frente a los infieles, gracias a la ayuda de Dios»,
los cronistas árabes describen un enfrentamiento con un reducido grupo
de cristianos, a los que tras vencer se desiste de perseguir al
considerarlos inofensivos. Probablemente fuera una victoria cristiana
sobre un pequeño contingente de exploración. La realidad es que esta
victoria de Covadonga, por pequeñas que fueran las fuerzas
contendientes, tuvo una importancia tal que polarizó en torno a Don Pelayo un foco de independencia del poder musulmán, lo cual le permitió mantenerse independiente e ir incorporando nuevas tierras a sus dominios.


En cualquier caso, los árabes desistieron de controlar la zona más
septentrional de la península, dado que en su opinión, dominar una
región montañosa de limitados recursos e inviernos extremos no valía la
pena el esfuerzo. Los cristianos de la zona no representaban un peligro,
y controlar el extremo más alejado supondría más costes que beneficios.
De todas formas, la sorprendente expansión del minúsculo reino pronto
preocupó a las autoridades califales. Hubo sucesivas incursiones (en
tiempos de Alfonso II, se hizo una cada año en territorio asturiano),
pero el reino sobrevivió y se siguió expandiendo, con sonoras victorias,
como la batalla de Lutos, Polvoraria y la toma de Lisboa en 798.


El reino de Asturias era inicialmente de carácter astur
y fue sometido en sus últimas décadas a una sucesiva gotificación
debida a los inmigrantes de cultura hispanogoda huidos al reino
cristiano del norte. Asimismo, fue un referente para parte del espacio
cultural europeo con la batalla contra el adopcionismo.
El reino estuvo por épocas muy vinculado al de los francos, sobre todo a
raíz del «descubrimiento» del supuesto sepulcro del apóstol Santiago. Esta idea «propagandista» consiguió vincular a la Europa cristiana con el pequeño reino del norte, frente a un sur islamizado.


El Reino de Asturias tuvo varias escisiones. La primera a la muerte del rey Alfonso III el Magno, que repartió sus dominios entre tres de sus cinco hijos: García, Ordoño y Fruela. Estos dominios incluían, además de Asturias, el condado de León, el de Castilla, el de Galicia, la marca de Álava y la de Portugal (que entonces era solo la frontera sur de Galicia). García se quedó León, Álava y Castilla, fundando el Reino de León. Ordoño se quedó Galicia y Portugal, y Fruela se quedó Asturias.


El foco pirenaico: formación de los reinos


Dibujo de la batalla del libro de Cantigas de Alfonso X el Sabio.
Se originó a partir de la resistencia carolingia (el caudillo franco Carlos Martel había rechazado la invasión musulmana de Aquitania en la Batalla de Poitiers en 732). Posteriormente su sucesor, Carlomagno, creó la Marca Hispánica (frontera militar del sur), que dio origen a otros focos cristianos en la península: el reino de Pamplona, los actualmente llamados condados catalanes, y los de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza.


Navarra

El Reino de Pamplona, posteriormente llamado Reino de Navarra, tuvo como origen la propia familia gobernante, que había pactado con los muladíes de Tudela, la familia Banu Qasi. Su primer rey fue Íñigo Arista. A principios del siglo X, la familia Jimena sustituye a la Arista y el primer rey es Sancho Garcés I,
que tiene un gran éxito militar. Pamplona llegó a controlar lo que
actualmente es Navarra (su origen), La Rioja (llamado entonces «Reino de Nájera») y lo que en la actualidad es el País Vasco, y a unir dinásticamente los condados de Castilla, dependiente de León pero muy autónomo, y Aragón (tras haberse constituido como dinastía hereditaria con el conde Aznar Galíndez), Sobrarbe y Ribagorza en los Pirineos en tiempos de Sancho el Mayor. A su muerte legó su reino patrimonial (el Reino de Pamplona) a García Sánchez III de Pamplona, a quien de jure deberían estar subordinados los tenentes de las otras zonas de su reino: Fernando, que recibió el condado de Castilla; y Ramiro, que recibió el condado de Aragón para después hacerse independiente tras anexionarse Sobrarbe y Ribagorza en 1045, condados que habían sido heredados por el menor de los hermanos, Gonzalo.


Marca Hispánica


Guerreros cristianos y musulmanes
El territorio situado entre el oriente de Navarra y el mar se dividió en condados sometidos a los francos. Los condados catalanes fueron divisiones de la zona occidental Marca Hispánica y los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza ocupaban la zona intermedia. Fue una zona de contención militar que tomaron los francos para frenar las incursiones sarracenas. Si bien la intención inicial de éstos era llevar las fronteras hasta el Ebro, la Marca quedó delimitada por los Pirineos en el norte y por el Llobregat en el Sur. Con el tiempo se independizó del dominio franco con condes como Wifredo el Velloso y Aznar Galíndez.


En la zona de los posteriormente denominados condados catalanes, el Condado de Barcelona se convirtió muy pronto en el condado dominante de la zona. Con el tiempo, tras la unión dinástica entre el Reino de Aragón y el conjunto de condados vinculados al de Barcelona, daría origen a la Corona de Aragón. Posteriormente, los dominios de esta corona se extendieron hacia el sur y el Mediterráneo.


Aragón


Representación de Jaime I de Aragón de la época. Pertenece a los Fueros de Aragón compilados en el Vidal Mayor (1247-1252).
El Reino de Aragón tiene su origen en un condado procedente de la Marca Hispánica. Se uniría debido al enlace dinástico de Andregoto Galíndez con García Sánchez I en el año 943 al Pamplona. Tras la muerte de Sancho III de Navarra en 1035, legó a su hijo Ramiro el dominio del condado de Aragón, que se emanciparía y, tras anexionarse los condados de Sobrarbe y Ribagorza, cuyo gobierno había correspondido a un adolescente Gonzalo a su muerte en 1045, Ramiro I establecería un reino de facto que comprendía los tres antiguos condados y ocupaba los Pirineos centrales. Poco después, en 1076 a la muerte de Sancho el de Peñalén, llegó a anexionarse Navarra, aunque tras la muerte de Alfonso I el Batallador la unión se deshizo. Por esa época, tras una dura lucha con las taifas de Zaragoza, el reino aragonés llegó al Ebro, conquistando la capital en 1118.


Más tarde se produciría la unión dinástica, con el matrimonio de Petronila (hija única del rey de Aragón) y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, lo que conformó la Corona de Aragón, que agrupaba al Reino y a los Condados, si bien cada territorio mantuvo sus usos y costumbres consuetudinarios.


La Corona acabaría por unificar con el tiempo lo que hoy es Cataluña, arrebatando a los árabes el resto de Cataluña, la Cataluña Nueva, y anexionándose los restantes territorios.


El avance cristiano


Reconquista de las principales ciudades por año.

Los reinos de taifas en 1031.

Los reinos peninsulares en 1360.
El avance de los reinos cristianos en la península ibérica fue un
proceso lento, discontinuo y complejo en el que se alternaron períodos
de expansión con otros de estabilización de fronteras y en el que muchas
veces diferentes reinos o núcleos cristianos siguieron también ritmos
de expansión distintos, a la vez que se remodelaban internamente a lo
largo del tiempo (con uniones, divisiones y reagrupaciones territoriales
de signo dinástico); y a la vez que, también, cambiaba internamente la
forma y fuerza del poder musulmán peninsular al que se enfrentaban (que
experimentó diversas fases de poder centralizado y períodos de
disgregación).


Asimismo la expansión conquistadora estuvo salpicada de continuos
conflictos y cambiantes pactos entre reinos cristianos, negociaciones y
acuerdos con poderes regionales musulmanes y, puntualmente, alianzas
cristianas más amplias contra aquellos como la que se dio en la Batalla de Simancas (939), que aseguró el control cristiano del Valle del Duero y del Tormes; o la más sonada (por su excepcionalidad) y de más amplios vuelos en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, que supuso el principio del fin de la presencia almohade en la península ibérica.
El estudio de tan dilatado y complejo proceso pasa por el
establecimiento de diferentes fases en las que los historiadores han
establecido perfiles diferenciados en los ritmos y características de
conquista, ocupación y repoblación.


  • Siglos VIII-X. Completada la conquista en apenas un lustro
    (711-716), al margen solo queda una estrecha franja montañosa en el
    Norte. Su principal esfuerzo hasta el siglo X
    irá dirigido a consolidar nuevas estructuras político-institucionales
    sobre unas realidades socio-económicas en transformación (el
    asentamiento masivo de población huida del avance musulmán),
    configurando las bases del feudalismo en la Península. Al Oeste se afianzó el reino asturiano, extendiéndose entre Galicia, el Duero y el Nervión. Al Este la Marca defensiva
    carolingia germinará en diferentes núcleos cristianos pirenaicos. Su
    precaria situación quedará demostrada durante el reinado de Abd al-Rahman III (912-961), cuando reconozcan la soberanía del Califato, convirtiéndose en Estados tributarios.
  • Siglos XI-XII. La disgregación del Califato (Taifas) facilitará un lento avance cristiano por la Meseta norte y el valle del Ebro, consolidándose institucionalmente los reinos. Ello será financiado con las imposiciones tributarias (Parias) a que sometieron a los reinos musulmanes, convirtiéndolos virtualmente en protectorados. Es un período de europeización, con la apertura a las corrientes culturales continentales (Cluny, Cister) y la aceptación de la supremacía religiosa de Roma. El avance castellano-leonés (Toledo, 1085) provocó sucesivas invasiones norteafricanas –Almorávides y Almohades- que evitaron el colapso de la España musulmana. La repoblación entre el Duero y el Tajo
    se sustenta en colonos libres y concejos con amplia autonomía (fueros),
    mientras que en el Ebro los señoríos cristianos explotarán a la
    población agrícola musulmana.
  • Siglos XIII-XIV. La alianza entre los reinos cristianos (Navas de Tolosa, 1212) logra el definitivo derrumbe del Al-Andalus, conquistando con gran celeridad el sur peninsular (salvo Granada). Una expansión protagonizada por las coronas de Castilla y Aragón generará determinados problemas: la absorción de un enorme volumen territorial y poblacional. En Andalucía y Murcia,
    la imposición de grandes señoríos –nobles guerreros y órdenes
    militares- y la expulsión de las poblaciones autóctonas –agrícolas y
    artesanas- derivará en la decadencia económica del territorio. En Valencia y Alicante,
    los señoríos cristianos, de menor extensión, se superpondrán a una
    población musulmana que mantendrá la prosperidad económica. Problemas
    solapados con la crisis económica del siglo XIV y las guerras civiles
    que desangraron a los reinos de la España bajomedieval. De esta forma se
    consolida España como la nación que por excelencia resistió y contuvo
    los ataques musulmanes en Occidente, siendo el Reino de Hungría el guardián de Europa en el Este ante la llegada de los turcos.
  • Siglo XV. La supervivencia del Emirato
    de Granada responde a varias razones: su condición de vasallo del rey
    castellano, su conveniencia para éste como refugio de población
    musulmana, el carácter montañoso del reino (complementado con una
    consistente red de fortalezas fronterizas), el apoyo norteafricano, la
    crisis castellana bajomedieval y la indiferencia aragonesa (ocupada en
    su expansión mediterránea). Además, la homogeneidad cultural y religiosa
    (sin población mozárabe)
    proporcionó al Estado granadino una fuerte cohesión. Su desaparición a
    finales del siglo XV –además de por sus interminables luchas dinásticas-
    se ensarta en el contexto de la construcción de un Estado moderno llevado a cabo por los Reyes Católicos a través de la unificación territorial y el reforzamiento de la soberanía de la Corona.

La repoblación


San Miguel de Escalada, levantado en la repoblación de tierras leonesas.
En paralelo al avance militar se produjo un proceso de repoblación, hoy llamado colonización,
con el asentamiento de población cristiana, que podía provenir de los
núcleos septentrionales (de tierras montañosas, pobres y superpobladas),
de las comunidades mozárabes del sur que emigraban al norte durante las coyunturas de incremento de la represión religiosa (al arte mozárabe se le denomina también arte de repoblación), e incluso de zonas de la Europa al norte de los Pirineos (a los que genéricamente se llamaba francos).
Las modalidades de asentamiento de esa población varió en sus
características según la forma en que se hubiera producido la conquista,
el ritmo de la ocupación y el volumen de la población musulmana
preexistente en el territorio a repoblar. En las zonas que sucesivamente
fueron frontera entre cristianos y musulmanes, nunca hubo un "vacío
demográfico" o "zona despoblada", a pesar de que algunos documentos (que
así lo pretendían, justificando de ese modo la legitimidad de las
apropiaciones) dieron origen al concepto de "desierto del Duero", acuñado por la historiografía de comienzos del siglo XX (Claudio Sánchez Albornoz).


La llegada de los repobladores cristianos se testimonia
arqueológicamente no solo en lo más evidente (edificaciones religiosas o
enterramientos), sino con cambios en la cultura material, como la
denominada cerámica de repoblación.9


Sirviendo como hitos divisores los valles de los grandes ríos que
cruzan la Península de este a oeste, se han definido ciertas modalidades
de repoblación, protagonizadas cada una por distintas instituciones y
agentes sociales en épocas sucesivas:10


  • Entre la Cordillera Cantábrica y el Duero.
    En una verdadera "cultura de frontera", el rey atribuye durante los
    siglos VIII y XI tierras deshabitadas a hombres libres que debían
    defenderse a sí mismos en un entorno inseguro, y ocupar la tierra que
    ellos mismos iban a cultivar (presuras). Un proceso en cierta forma similar se denomina aprisio
    en los núcleos pirenaicos. A medida que la frontera se alejaba hacia el
    sur, la independencia inicial que caracterizó el espíritu del condado de Castilla (caballeros-villanos, behetrías) se fue sustituyendo por formas más equiparables al feudalismo europeo, con el establecimiento de señoríos monásticos y nobiliarios.

Escudo de Armas. Alcanadre
  • Valle del Tajo.
    Sin mucha aportación nueva de repobladores, se mantuvo gran parte de la
    población autóctona de la Taifa de Toledo (una zona densamente
    poblada). Se inició desde la conquista de Toledo (1086) y de forma simultánea a la repoblación del espacio más al norte, con la que comparte formas jurídicas equivalentes: Talavera, Madrid, Guadalajara, Talamanca, Alcalá de Henares,
    etc. Cada comunidad definida por su origen étnico-religioso (judíos,
    musulmanes, mozárabes y castellanos) contó con un estatuto jurídico
    particular. Tras la invasión almorávide se expulsó a los musulmanes, castellanizándose el reino. La sede arzobispal toledana se enriqueció con las propiedades de las mezquitas y la adquisición de otras, particularmente de familias mozárabes (mesa arzobispal de Toledo, montes de Toledo).
  • Valle del Ebro. Durante la primera mitad del siglo XII, los grandes núcleos urbanos como Tudela, Zaragoza y Tortosa
    mantienen la población musulmana, al tiempo que entran en el territorio
    oleadas de mozárabes, francos y catalanes que se establecen siguiendo
    el sistema del repartimiento, ocupando las casas abandonadas.
  • Valles del Guadalquivir y del Segura, llanura litoral valenciana e islas Baleares. Durante el siglo XIII se realiza mediante repartimientos de donadíos (grandes extensiones concedidas a los más altos nobles, funcionarios, órdenes militares e instituciones eclesiásticas) y heredamientos (medianas y pequeñas parcelas entregadas a caballeros de linaje, caballeros y peones). La población musulmana permaneció en las zonas castellanas hasta la revuelta mudéjar de 1264 y su posterior expulsión, que posibilitó el aumento de los grandes señoríos. En el reino de Valencia la población musulmana se mantuvo en las zonas rurales hasta la expulsión de los moriscos de 1609.

Religión y cultura


Representación de la derrota de las tropas musulmanas en un capitel del monasterio de Sta. Mª la Real de Nieva.
En los territorios dominados por los musulmanes continuaban
existiendo, separadas pero pacíficamente, comunidades cristianas (con
religión, idioma y leyes propias). Eran los llamados mozárabes.
Estos eran respetados al principio, pero poseían menos derechos y más
desventajas frente a los musulmanes (no podían construir nuevas
iglesias, pagaban impuestos especiales...). La tolerancia se perdió a
medida que avanzaba la conquista de la península (de los territorios que
antes pertenecían al dominio de los visigodos por los Estados
cristianos del norte, en buena parte herederos de los visigodos) y con
la llegada de los almorávides y almohades del Norte de África.


También en los territorios que habían vuelto a pasar bajo el dominio
de los reyes cristianos seguían viviendo musulmanes. Así se producía un
intercambio cultural importante entre musulmanes y cristianos. Junto con
estas dos culturas coexistía la judía. Sabían, además del hebreo, el árabe
y el castellano, por lo que tenían un papel importante en la traducción
de textos a diversos idiomas (junto con traductores cristianos en la
Escuela de Traductores de Toledo). La figura cultural judía más importante es el filósofo Moisés Maimónides.
Gracias a la traducción al latín, los textos árabes tendrían difusión
en otros países europeos, y no fue menos importante el hecho de que los
árabes habían conservado y traducido una inmensa cantidad de textos
griegos y latinos, que por esta vía volvieron a ser parte de la cultura
europea.


Todavía hoy en día quedan en España influencias muy importantes de
aquella época: unas 4.000 palabras de origen árabe (muchos nombres y
sustantivos aunque muy pocos verbos), empleadas lógicamente con mayor
profusión cuanto más al sur, monumentos de la época (fortalezas como La Alhambra, mezquitas como la de Córdoba),
iglesias y palacios de estilo cristiano-musulmán (mudéjar), gastronomía
(el empleo generalizado de especias y verduras en los distintos platos
de la cocina española actual, dulces de origen musulmán, el empleo de
vajilla de cristal, o el orden de las comidas -1.er
plato, sopa, 2º plato, carne o pescado y postre), diversas costumbres,
como el hecho de llevar ropas claras en verano, así como la gran
influencia que tuvieron la ciencia, la tecnología, la literatura y la
filosofía no solo en España, sino en Europa.


Fin de la Reconquista

Los Reyes Católicos acabaron la reconquista de España el 2 de enero de 1492, tomando Granada, donde se realiza una festividad el 2 de enero de todos los años. El emir Boabdil, de la dinastía Nazarí, tuvo que abandonar Granada. La tolerancia religiosa que había hasta entonces dejó de serlo con la expulsión de los judíos en 1492,
y con la prohibición del culto islámico en Granada, contra los términos
pactados, en 1500. Acabó del todo un siglo después, con la expulsión de
los moriscos, homogeneizando así toda la península.


Véase también

Notas


  • Abilio Barbero y Marcelo Vigil son los historiadores que acuñaron esta teoría.

  • Bibliografía

    • Jackson, Gabriel, Introducción a la España medieval, Alianza, Madrid, 1996
    • Ladero Quesada, Miguel Ángel, La España de los Reyes Católicos, Alianza, Madrid, 1999.
    • Watt, W. Montgomery, Historia de la España islámica, Alianza, Madrid, 2001.

    Enlaces externos


  • BULLIET.
    R.W.: Conversión lo Islam in the Medieval Period: An Essay in
    Quantitatitve History, Cambridge(Mass.). 1979, pp. 114-127. Ver la glosa
    que hace GLICK. T.: Cristianos y musulmanes en la Edad Media
    (711-1250), Madrid. 1991pp. 43-47.


  • SERRANO, D.: "Dos fatuas sobre la expulsión de mozárabes al Magreb en 1126", en Anaquel de Estudios Árabes, nº 2 (1991) 162-182.


  • GONZÁLEZ JIMÉNEZ, Manuel: "Sobre la ideología de la Reconquista: Realidades y tópicos",
    en Memoria, mito y realidad en la historia medieval : XIII Semana de
    Estudios Medievales, Nájera, del 29 de julio al 2 de agosto de 2002.


  • «Entre Castilla y Cataluña». Consultado el 3 de octubre de 2014.


  • «El alma de España». Consultado el 3 de octubre de 2014.


  • Disparates sobre el Islam en España. Artículo crítico de Dolors Bramon, profesora de Estudios Islámicos de la Universidad de Barcelona, sobre «La Revolución islámica en Occidente» en webislam.com


  • Maribel Fierro, «Al-Andalus en el pensamiento fascista español. La revolución islámica en Occidente de Ignacio Olagüe», en Manuela Marín (ed.), Al-Andalus/España. Historiografías en contraste, Madrid: Casa de Velázquez, 2009.


  • Uso bibliográfico


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