lunes, 20 de junio de 2016

Estudio bíblico de Hebreos 9:8-24

Estudio bíblico de Hebreos 9:8-24








Estudio bíblico de Hebreos 9:8-24

Hebreos 9:2-24

En este capítulo 9, a partir del versículo 2 y hasta
el versículo 7, hemos visto las diferentes partes del tabernáculo y el
mobiliario del mismo, en un párrafo titulado "El nuevo santuario mejor
que el antiguo". Pasando ahora a la aplicación espiritual, leamos ahora
lo que dice el versículo 8:

"El Espíritu Santo da a entender con esto que aún no
se había abierto el camino al Lugar santísimo, entre tanto que la
primera parte del Tabernáculo estuviera en pie."

Expresa que el camino hacia la misma presencia de
Dios (en realidad, precisamente el que se dirigía hacia el mismo rostro
de Dios) aún no se había abierto. Y añaden los versículos 9 y 10:

"Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el
cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto,
en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste
solo de comidas y bebidas, de diversas purificaciones y ordenanzas
acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas."

Observemos la frase "que no pueden hacer perfecto"
debería entenderse en el sentido en que no podían hacer perfecto al
"adorador".

El camino a Dios en el tabernáculo se encontraba
bloqueado realmente por tres entradas y compartimentos. Es decir que,
la gente podía llegar solamente a esa entrada exterior y allí presentar
su sacrificio. Si alguien traía un cordero, colocaba su mano sobre él en
un acto de identificación, ya que el animal moriría en su lugar, y
entonces el sacerdote se lo llevaba desde allí. Sería muerto y ofrecido
en el altar de bronce. El individuo que había traído el cordero no podía
ir más allá de esa entrada. Luego, un sacerdote tomaba esa ofrenda,
que podría ser un corderito, y ponía su mano sobre él y era sacrificado
y ofrecido, y luego esa persona salía de ese lugar. En lo que se
refiere al lugar santo, allí sólo podía entrar el sacerdote. Y luego,
tenemos el Lugar Santísimo; allí ni el sacerdote ni el pueblo podían
entrar. Sólo el sumo sacerdote podía entrar en aquel lugar. Por lo
tanto, el tabernáculo o tienda de reunión, constituía un arreglo
provisional, temporal, el servicio religioso del ritual y las ordenanzas
fueron dadas solamente para un breve período de tiempo.

Ahora Cristo nos puede llevar a Dios, pero sólo Él
puede llevarnos allí. En el Evangelio de Juan capítulo 14, versículo 6,
el Señor Jesucristo dijo: "Nadie viene al Padre sino por mí". Esta es
la verdadera adoración, y la verdadera adoración nos impulsará a servir.
Nosotros hoy nos acercamos a un Dios santo en base a un Salvador
crucificado. Sólo Él puede impulsarnos a la adoración.

Este fue el motivo por el cual el apóstol Pablo les
escribió a los creyentes en Éfeso, en el capítulo 5, versículo 18 les
dijo: "18No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes
bien sed llenos del Espíritu". Observemos de qué habló Pablo primero,
después de ser llenos del Espíritu. En el versículo 19 continuó
diciéndoles", 19hablando entre vosotros con salmos, con himnos y
cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros
corazones". Esto es adoración. Estimado oyente, la experiencia más
emocionante que le puede suceder al hijo de Dios es estar lleno del
Espíritu de Dios, y que el Espíritu de Dios tome las cosas de Cristo y
las haga reales y verdaderas para nosotros. Esto trae alegría a
nuestros corazones. Si usted ha estado en la presencia de Dios para
adorar, tendrá alegría en su corazón, tendrá una canción en su corazón.
Algunos podrán tener dificultades para expresar con sus labios una
canción, pero con toda seguridad la sentirán en su corazón. El adorar a
Dios es verdaderamente una hermosa experiencia.

Quisiéramos recapitular lo que hemos dicho sobre el
santuario aquí en la tierra, que es inferior al que se encuentra en el
cielo. Para hacerlo recurriremos a un bosquejo.

(1) Se encontraba en la tierra. Era un santuario
mundano, es decir, que estaba elaborado con elementos materiales de este
mundo. Y fue construido sobre esta tierra.

(2) Era una sombra de las cosas que vendrían. Nunca
fue la realidad. Algunos se han confundido en el estudio del
tabernáculo y han centrado su interés en el tabernáculo terrenal. Pero,
en el mejor de los casos, fue simplemente una sombra, una figura del
verdadero que se encuentra en el cielo.

(3) Era inaccesible para el pueblo. Uno no podía
entrar en aquel lugar. Si usted hubiera sido un israelita en aquel día,
no habría podido entrar corriendo en la presencia de Dios. Habría sido
detenida en la primera entrada. Habría necesitado presentar allí un
sacrificio, y no habría podido llegar más lejos; el sacerdote estaba
allí para realizar el rito en lugar suyo. Sin embargo hoy, amigo
oyente, nosotros somos un sacerdocio de creyentes, y cada uno de
nosotros tiene acceso a Dios. Ese es uno de los grandes privilegios que
tenemos porque Cristo partió el velo en dos partes y ha entrado a la
presencia de Dios, frente al rostro mismo de Dios. Él se encuentra
precisamente allí, y Él está allí por nosotros y a favor nuestro. Los
israelitas no tuvieron ese privilegio bajo el antiguo pacto.

(4) Era temporal. Pero el Señor Jesucristo va a
mantener el camino abierto por la eternidad. Necesitamos a alguien que
lo mantenga abierto a través de la eternidad. El tabernáculo terrenal
sólo era un arreglo provisional y temporal.

(5) Era ineficaz para cambiar los corazones de las
personas. Esta es la característica que quisiéramos enfatizar por encima
de todas las demás. El santuario terrenal no tenía absolutamente nada
que ver con la acción de cambiar las vidas de las personas. Pero usted,
estimado oyente, hoy puede venir a Cristo, y Él puede cambiar su vida.
Sólo Él puede para adorar a Dios en espíritu y en verdad, y convertirlo
en una realidad en su vida. Para algunas personas su relación o
asistencia a la iglesia se parece a nuestra actitud cuando éramos niños,
cuando en el hogar nos entreteníamos con los juegos infantiles. Hay
cristianos que, aunque hayan llegado físicamente a la edad de la
madurez, aún consideran a la iglesia como un entretenimiento. Desempeñan
las más variadas actividades en el seno de la comunidad cristiana,
ejercen responsabilidades en las diversas áreas de trabajo de la misma.
Alguien dijo que se mantienen tan ocupados como las hormigas termitas y
son exactamente tan efectivos como ellas. Creen que están sirviendo a
Dios. Estimado oyente, usted nunca podrá servir a Dios hasta que le haya
adorado.

Leamos ahora el versículo 11 de este noveno capítulo
de Hebreos, que inicia un nuevo párrafo de este capítulo, que hemos
titulado:

El sacrificio superior

"Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de
los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no
hecho de manos, es decir, no de esta creación"

La frase "de los bienes venideros" realmente se
refiere a "cosas buenas que han sucedido". Pensemos en las cosas buenas
que nos han llegado por medio de Cristo.

Y continúa diciendo el versículo, "por el más amplio
y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos". Este tabernáculo no es
algo que el hombre haya construido aquí. El tabernáculo mejor no
pertenece a esta creación natural, en cuanto a los materiales de
construcción o constructores.

Todo esfuerzo que se lleve a cabo para endulzar la
adoración por medio de elementos naturales o artísticos altamente
elaborados, sólo sirve para agradar a la naturaleza humana, es decir, a
la parte física del ser humano. No beneficia a sus necesidades humanas
en absoluto. Necesitamos reconocer que hay un verdadero tabernáculo o
santuario en el cielo, que hay un verdadero Sumo Sacerdote allí, y que
hay una adoración espiritual. Usted puede adorarle a Él en cualquier
parte y es hermoso cuando las personas pueden reunirse en una iglesia
para adorar verdaderamente a Dios. Estamos seguros que muchos de
nuestros oyentes han estado en reuniones de este tipo, y habrán
comprobado que es una experiencia maravillosa. Continuemos leyendo el
versículo 12 de este capítulo 9 de Hebreos:

"Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros,
sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar
santísimo, habiendo obtenido eterna redención."

El profesor McGee cree que este versículo prueba que
Cristo llevó literalmente Su sangre al cielo. Veamos lo que dice: "No
por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por Su propia sangre".
O sea, que se refiere literalmente a Su propia sangre derramada en la
cruz del calvario. Él entró. ¿Y cómo entró? Por Su propia sangre. El
Suyo fue un sacrificio superior y el único digno del tabernáculo
verdadero.

El énfasis en este versículo es que Cristo entró una
vez en el lugar santo y obtuvo una redención eterna. Los sacerdotes
israelitas entraban continuamente, y sólo conseguían algo temporal. Esto
coloca la autoridad e importancia sobre el sacrificio de Cristo, y nos
recuerda que la vida de Cristo nunca salvó a nadie. Usted puede seguir
sus enseñanzas y pensar que es salvo, pero, estimado oyente, Sus
enseñanzas nunca salvaron a nadie. Fue la muerte de Cristo, fue Su
redención lo que nos salva. Ahora, dice el versículo 13:

"Porque si la sangre de los toros y de los machos
cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los impuros, santifican
para la purificación de la carne"

Aquí se mencionan "las cenizas de la becerra". Esta
es una referencia a la ordenanza de la vaca rojiza en Números 19. La
vaca era quemada completamente y sus cenizas llevadas fuera del
campamento a un lugar limpio. Cuando un hombre quedaba ceremonialmente
impuro (principalmente por tocar un cuerpo muerto) el sacerdote tomaba
las cenizas, las mezclaba con agua, y rociaba al infractor. Este acto
servía para purificarlo ceremonialmente para que pudiera ser restaurado
al compañerismo con el resto del pueblo. Aquí destacamos que la vaca
tenía un simbolismo particular. Se usaba una hembra, en vez de un macho.
En la primera carta de Pedro capítulo 3, versículo 7 se nos dijo que la
mujer era más frágil y delicada. Nuestra impureza proviene de nuestra
debilidad. Somos débiles y Cristo descendió y experimentó físicamente,
en el cuerpo, nuestra debilidad.

El texto nos dice que se usaba una vaca roja.
Creemos que el color rojo nos habla del hecho de que Cristo se hizo
pecado por nosotros, no de una manera intelectual: Él realmente se hizo
pecado por nosotros. ¿Y cómo sabemos que el color rojo es el color del
pecado? Isaías dijo en su primer capítulo, versículo 18: "Venid luego,
dice el Señor, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la
grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el
carmesí, vendrán a ser como blanca lana". Así que tenía que ser una vaca
roja, que señalaba al hecho de que Él se hizo pecado por nosotros.

El animal no tenía que tener ningún defecto.
Seguramente no podía representar a Cristo, a menos que fuera perfecto.
Cristo es santo, inocente, puro y separado de los pecadores.

La vaca roja también tenía que ser un animal sobre
el cual nunca se hubiera colocado un yugo. Este detalle simboliza el
hecho de que, aunque Cristo se hizo pecado por nosotros, Él nunca estuvo
sometido a la esclavitud del pecado.

La becerra debía ser conducida fuera del campamento,
y allí era sacrificada en presencia del sumo sacerdote. En este
detalle, vemos la figura de que el Señor Jesús es, a la vez, la ofrenda,
y el Sumo Sacerdote. Él se ofreció a Sí mismo.

La sangre de la ofrenda era rociada por el sumo
sacerdote ante el tabernáculo siete veces. Muchos piensan que en la
Biblia el siete es el número de la perfección. Pero el significado
principal de dicho número es que indica el carácter de algo completo.
Aquí nos habla del hecho de que el sacrificio de Cristo fue una
operación terminada. Así, un sacrificio se ocupó del pecado del
creyente.

La totalidad del cadáver de la vaca debía ser
quemado, una vez más, en presencia del sumo sacerdote. Es que Dios amó
al mundo de tal manera que entregó a Su único Hijo, Jesús se entregó
libremente a sí mismo, pero probablemente nosotros nunca hayamos pensado
en la aflicción que se vivió en el cielo en el día en que Él murió.

El libro de Números también nos relata que ramas de
cedro y de hisopo eran echadas al fuego en que se incineraba a la vaca.
Este detalle nos resulta sugestivo. EL primer libro de los Reyes,
capítulo 4, versículo 33 dice que el rey Salomón "también disertó sobre
los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la
pared". Salomón conocía toda la gama de los árboles y de la vida
vegetal, todo el reino de la naturaleza. Por lo tanto creemos que este
detalle nos habla del hecho de que el Señor Jesucristo no sólo redimió a
la humanidad, sino que también ha redimido a este mundo. Vivimos en un
mundo maldecido por el pecado; el mundo gime sufriendo con dolores como
de parto, pero será liberado. Algún día será redimido y el pecado será
removido.

Un poco más adelante en este capítulo se nos dice
que incluso el mismo cielo tuvo que ser purificado (como veremos en el
versículo 23). Alguien podría extrañarse de que hubiera impureza en el
cielo. Es que allí fue donde se originó el pecado, cuando Lucifer
promovió una rebelión. En consecuencia, el sacrificio de Cristo fue
adecuado y completo. Fue una operación terminada que abarcó a toda la
creación de Dios que había sido afectada por el pecado.

Otro detalle fue que las cenizas de la vaca debían
ser guardadas en un lugar limpio y después mezcladas con agua cuando
fueran a ser utilizadas. Creemos que el agua nos habla de la Palabra de
Dios. Es la Palabra de Dios la que revela el pecado en la vida del
creyente.

El sacrificio de Cristo proveyó redención para el
futuro, para su redención y mi redención. También proveyó redención para
los pecados de aquellos que vivieron en los tiempos del Antiguo
Testamento. Los creyentes del Antiguo Testamento fueron salvos por la
fe. Abraham fue salvo por la fe. ¿Cómo? Él creyó en Dios y trajo un
cordero. ¿Y fue aquel cordero adecuado? No; pero representó figurativa y
anticipadamente a Cristo. Así que el sacrificio de Cristo se proyecta
hacia el futuro y hacia el pasado. Continuemos leyendo el versículo 14
de este capítulo 9 de Hebreos:

"¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el
Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará
vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?"

Si la sangre de los animales pudo remover la
impureza ceremonial, con toda seguridad, la sangre de Cristo sí puede
remover la culpa del pecado. Después de todo, si la sangre de los toros y
de los machos cabríos hubiera sido adecuada, Cristo nunca habría
derramado Su sangre para llevar a cabo la obra apropiada.

Dice aquí en el versículo 14, "limpiará vuestras
conciencias". La ordenanza de la vaca roja en Números 19 nos habla de la
vida del creyente y del hecho de que como creyentes, usted y yo
necesitamos una purificación constante. Dice la primera carta de Juan,
capítulo 1, versículos 7 y 9: "7Pero si andamos en luz, como él está en
luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo,
nos limpia de todo pecado. 9Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y
justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad". Es
que la sangre de Cristo purifica no el cuerpo sino la conciencia.

Es la conciencia de la persona la que necesita ser
purificada. Y usted y yo no lo habremos logrado hasta que nos apropiemos
de este sacrificio maravilloso de Cristo, reconociendo Su autoridad
para perdonar y limpiarnos completamente del pecado. Fue la conciencia
la que ha sido despertada por la Palabra de Dios, pero que también puede
descansar en una salvación terminada. Figurativamente hablando, por la
noche podemos apoyar nuestra cabeza sobre la almohada sabiendo que
nuestros pecados son totalmente, completamente, plenamente perdonados.
Podemos saber que tenemos la relación adecuada con Dios porque Cristo la
ha hecho apropiada.

El versículo 14 también dice "limpiará vuestras
conciencias de obras muertas". Las obras muertas tienen que ver con las
obras que usted realiza para salvarse. Es que, desde un punto de vista
espiritual, estamos muertos en nuestras transgresiones y pecados, y todo
lo que una persona muerta puede producir son obras muertas. Así que
cualquier cosa que usted haga para tratar de obtener su salvación
constituye una obra muerta.

Como las buenas obras nunca son una causa de
salvación, sino que son un resultado de la salvación, el escritor
continuó diciendo "limpiará vuestras conciencias de obras muertas para
que sirváis al Dios vivo". La palabra servir implica realmente "adorar".
Se trata de "adorar al Dios vivo". La adoración y el servicio van
juntos. Usted no puede servir a Dios sin adorarle; y tampoco puede
adorarle sin servirle. Cuando vemos hoy a un creyente perezoso, que no
hace nada para Dios, no cuestionamos su salvación, pero sí ponemos en
duda su adoración. ¿Adora esa persona realmente a Dios? Porque si usted,
estimado oyente, se postra ante Él en adoración y alabanza, entonces
usted se va a levantar y comenzará a hacer algo para Él. Continuemos
leyendo ahora el versículo 15 de este noveno capítulo de Hebreos:

"Por eso, Cristo es mediador de un nuevo pacto, para
que, interviniendo muerte para la remisión de los pecados cometidos bajo
el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna"

Dice aquí que Cristo es "mediador de un nuevo
pacto". El énfasis recae en el hecho de que Él es el mediador del nuevo
pacto. Aquellos que estuvieron bajo el pacto antiguo, los creyentes del
Antiguo Testamento, fueron salvos porque esperaban con ansia Su venida
cuando presentaban sus sacrificios. No sabemos cuánto entendieron, y sin
embargo, el Señor Jesús dijo en el capítulo 8 del Evangelio de Juan
versículo 56: "56Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver mi
día; y lo vio y se gozó". El libro del Génesis no nos contó este
detalle, pero sí lo mencionó el Señor Jesús. Creemos que todas las
personas del Antiguo Testamento esperaron con ansia la venida de Cristo.
Fue como si Dios hubiera salvado "a crédito". La sangre de los toros y
machos cabríos nunca pudo remover sus pecados. Ellos presentaron sus
sacrificios por fe, y cuando Cristo vino, murió para redimir "los
pecados pasados", como dice Romanos 3:25. Es decir, que Él murió por los
pecados de todos aquellos que vivieron en el período que se extendió
desde Adán hasta el tiempo de la cruz. Y desde aquel tiempo usted y yo
también acudimos a Él por la fe. Y continúan diciendo los versículos 16 y
17 de Hebreos 9:

"Pues donde hay testamento, es necesario que conste
la muerte del testador, porque el testamento con la muerte se confirma,
pues no es válido entre tanto que el testador vive."

Si usted, amigo oyente, ha hecho su testamento y aún
está vivo, entonces su testamento, su última voluntad no beneficia a
nadie. No opera hasta que usted muera. Ahora aquí la mención se refiere
al testamento hecho por una persona que murió. Mientras vivía, no era
válido. Lo que queremos decir es que la vida misma de Cristo nunca podía
salvarle a usted. Fue la muerte de Cristo la que le salva. Y en los
versículos 18 al 22, leemos:

"De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin
sangre, porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la
Ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos
cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y
también a todo el pueblo diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios
os ha mandado. Además de esto, roció también con la sangre el
Tabernáculo y todos los vasos del ministerio. Y según la Ley, casi todo
es purificado con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay
remisión."

Aquí se repitió la palabra "sangre" seis veces,
revelando el lugar y poder de la sangre en el ritual del Antiguo
Testamento. Dice aquí "sin derramamiento de sangre no hay remisión".
Esta frase es el axioma del Antiguo Testamento. Y la sangre también es
importante en el Nuevo Testamento. En el Apocalipsis encontramos que la
victoria fue ganada por medio de la sangre del Cordero, no por medio del
ingenio, fuerza física o incluso espiritual de alguna persona. Y dice
el versículo 23:

"Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas
celestiales fueran purificadas así; pero las cosas celestiales mismas,
con mejores sacrificios que estos"

Como ya dijimos, estas cosas espirituales
necesitaron purificación porque el pecado se originó en el cielo. La
sangre de los toros y machos cabríos nunca ha sido derramada en el
cielo, lo cual nos habría parecido crudo. Sin embargo, el hecho de que
la sangre de Cristo esté en el cielo, no reviste ninguna crudeza. Leamos
el versículo 24 de este capítulo 9 de Hebreos:

"Porque no entró Cristo en el santuario hecho por los
hombres, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse
ahora por nosotros ante Dios."

El tabernáculo o tienda de la tierra fue solamente
una figura, porque la realidad se encuentra en el cielo. Dice aquí que
Cristo entró allí "para presentarse ahora por nosotros ante Dios", es
decir, ante el mismo rostro de Dios. Cristo no ha entrado en un
santuario construido por el hombre, es un santuario espiritual, pero
real. Él murió en la tierra para salvarnos. Y Él vive en el cielo para
mantenernos salvos. Cristo Jesús se encuentra allí por causa nuestra.
Esperamos contar con su compañía en nuestro próximo programa, para
continuar reflexionando en este capítulo 9 hasta finalizarlo.

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