viernes, 3 de junio de 2016

Historia de España para Vírgenes: 6.- LA RECONQUISTA (SIGLOS XI-XIII)

Historia de España para Vírgenes: 6.- LA RECONQUISTA (SIGLOS XI-XIII)










































21 de julio de 2011






6.- LA RECONQUISTA (SIGLOS XI-XIII)




       6.1 Introducción
       6.2 Reino de Castilla y León
       6.3 Reino de León (1157-1230)
       6.4 Corona de Aragón
       6.5 Condados de la futura Cataluña. La Marca Hispánica
       6.6 Reino Navarra
       6.7 Vida social, cultural, religiosa


6-1 Introducción


Como
ya vimos en el apartado 4.6, cuando en el año 1031 desaparece el
califato de Córdoba, al-Ándalus quedaría fragmentado en pequeños reinos
denominados taifas. Esta división debilitó el poder político y,
evidentemente, el militar lo que les impidió mantener sus posiciones en
las fronteras con los cristianos y, de alguna forma, quedaron a merced
de los reyes cristianos. Esto se tradujo en el pago de parias y tributos
(Ver Dossier nº 2 en la página “Dossieres”) por parte de los musulmanes
a los reyes cristianos, cuya consecuencia era doble. Por una parte se
reconocía la superioridad de los cristianos y, por otra, se recibía la
protección militar del rey cristiano correspondiente,  ante
la posibilidad, nada remota, por cierto, de ser atacados tanto por sus
propios correligionarios como por otro rey cristiano.


Creo
que ya hemos dicho que en aquellas épocas todo el mundo estaba a
mamporrazos. Hay que quitarse de la cabeza la idea, si es que se tiene,
(me refiero a la idea no a la cabeza, claro) de que todo era unión entre
los cristianos y unión entre los musulmanes y que el enfrentamiento era
entre unos y otros. No, no, qué va. Es absolutamente cierto, no
obstante, que los enfrentamientos eran fundamentalmente entre musulmanes
y cristianos, por supuesto, pero eso no quiere decir que en ocasiones
no se luchara unidos frente al enemigo, fuera este de una religión u
otra. A mayor abundamiento en esta cuestión, más adelante veremos cómo
uno de los personajes históricos más emblemáticos de España, el Cid
Campeador (Ver Dossier nº 3 en la página “Dossieres”), luchó en algunas
ocasiones al lado de los musulmanes contra reyes cristianos. Todo esto
viene para aclarar que la ayuda que las taifas exigían a cambio del pago
de sus parias y tributos incluía la defensa ante ataques de otros
reinos cristianos, no solamente de los ataques de otras taifas, pues
ambos se producían.


Por
otra parte, la Europa defensiva los siglos IX y X, víctima de ataques
de todo tipo durante este tiempo, en el siglo XI pasó a ser una Europa
claramente a la ofensiva, iniciándose por aquella época las denominadas
Cruzadas. Desde esta perspectiva europea, la reconquista de los terrenos
ocupados por los árabes en Hispania era, al fin y al cabo, el
equivalente de las cruzadas de los cristianos de Europa.


Ambas
cuestiones, el derrumbe del califato cordobés y el cambio causado en
Europa, hacen que los cristianos peninsulares tomen la iniciativa y
consigan dar un cambio en la correlación de fuerzas entre los cristianos
y musulmanes y así, antes de que concluya el siglo XI la ciudad de
Toledo, capital del reino de los visigodos y desde el siglo VIII una de
las ciudades más importantes de los árabes, se recupera y pasa a
pertenecer al reino de Castilla y León.


El
Camino de Santiago en el siglo XI fue un elemento de enorme
importancia, pues, este camino de peregrinación, fue el nexo de unión
entre los cristianos peninsulares con el resto de Europa, lo que les
permitió incorporarse a las corrientes políticas, económicas, sociales y
religiosas que imperaban en Europa, convirtiéndose en una pieza más de
ese mosaico europeo.
Sancho III el Mayor
Es
en esta época cuando se inicia una etapa de consolidación decisiva de
los reinos cristianos basada fundamentalmente en el progreso económico.
Hay que tener en cuenta que en esta etapa, que termina a finales del
siglo XIII, la población se multiplica por tres debido a la expansión
agraria y a la ocupación de nuevas tierras que facilitan el aumento del
comercio local, las actividades artesanales, la vida urbana y con ello
se generaliza el uso de la moneda.


Uno
de los factores que más contribuye a la consolidación de los reinos
cristianos y a su progreso económico en esta etapa, es la aparición de
los tributos y parias pagados por los reinos de taifas. Sin embargo, y
al mismo tiempo, las parias fue motivo de enfrentamientos y disputas
entre los reinos cristianos por ver quien las cobraba, lo que impidió
que este avance fuese más productivo todavía.
Hay
que advertir, además, que es también en este momento de inicio de
consolidación de los reinos cristianos cuando se produce la disgregación
en sus territorios. En efecto, el proyecto unificador del Sancho III el
Mayor, Rey de Pamplona, se viene abajo cuando sus hijos se erigen en
reyes independientes en las posesiones que su padre les había dejado
bajo su gobierno dependiendo del primogénito García. Así en el año 1035,
el testamento de Sancho III deja a su hijo primogénito García el reino
de Pamplona en el que gobernaría directamente; a su hijo Fernando, el
condado de Castilla; a su hijo Gonzalo, los condados de Sobrarbe y
Ribagorza y a su hijo bastardo Ramiro, el condado de Aragón.


En
fin, antes de entrar a ver el desarrollo de cada uno de los territorios
cristianos, decir que, mientras en los territorios musulmanes ninguna
de las taifas consigue imponerse a las demás, en los territorios
cristianos hay dos núcleos que durante este periodo se consolidan y
consiguen ser hegemónicos en sus respectivas zonas de influencia, son
Catilla y Aragón. 


6.2 Reino de Castilla y León.


Como
acabamos de ver, en el año 1035 a la muerte de su padre Sancho III el
Mayor, el segundo varón de éste, Fernando, pasó a gobernar el condado de
Castilla. Justo dos años después, en 1037, se enfrentó a su cuñado, el
rey de León Bermuda III. De aquella batalla salió victorioso Fernando y
se proclamó rey de León, aprovechando la ocasión para pasar a Castilla
de condado a reino. Castilla y León, de esta forma, volvían a estar
unidos, pero con título regio ambas entidades. Así, precediendo el
nombre de Castilla al de León, surge el reino de Castilla y León.
Península Ibérica hacia el año 1037
Durante
su reinado Fernando I (1037-1065), conocido como el Magno, consigue
incorporar las plazas de Viseo, Lamego y Coimbra, pero más que el avance
territorial que, en todo caso, fue escaso, cabe destacar el
sometimiento económico que ejerció sobre las taifas musulmanas, a través
del sistema de parias del que hemos hablado anteriormente.


A
la muerte de Fernando I, una vez más, se produce la división de sus
reinos. Su hijo primogénito, Sancho II, se pone al frente de Castilla,
mientras que Alfonso VI se pone al frente de León y a García le
corresponde Galicia en la que todavía se incluye Portugal. Los tres,
como buenos hermanos, aceptan, en principio, la parte territorial que
les ha correspondido, así como la distribución que su padre hace entre
ellos de las parias que venía percibiendo de diversas taifas. Ahora
bien, parece ser que en aquella época las situaciones tranquilas y
relajadas no tenían cabida, la buena relación entre los hermanos no dura
mucho y el conflicto entre ellos aparece. Sancho II es el que sale
vencedor en el enfrentamiento con sus hermanos y en el 1068 derrota a su
hermano García en LLantada y en el 1072 a su hermano Alfonso VI en
Golpejera, lo que le permitió reunir en su cetro los reinos en los que
había ejercido la soberanía su padre. Unión que duraría hasta 1139,
fecha en la que Portugal se erige en un nuevo reino peninsular, después
de haberse proclamado condado unos años antes. Más adelante veremos esta
circunstancia.
Fernando I deja el reino de Galicia a García, el reino de León

a Alfonso VI y el reino de Castilla a Sancho II. Después

pasó lo que pasó 
Después
de la derrota ante su hermano Sancho II, Alfonso VI hubo de abandonar
León, se refugia en Toledo, es decir en los dominios de su vasallo
musulmán y su hermano García desaparece prácticamente de la escena
política.


Pero,
como antes decíamos, las situaciones tranquilas no parece caracterizar
aquellos tiempos, y en el mismo año 1072 el victorioso Sancho II cae
asesinado por Bellido Dolfos en la afueras de Zamora, ciudad que
controlaba su hermana Urraca. Este hecho, sin duda reprobable, permitió,
sin embargo, a Alfonso VI regresar a las tierras de la meseta norte y
convertirse en rey de Castilla y León (1072-1109)


Nueve
siglos y medio más tarde, en el año 1961, Charlton Heston, encarnando
al vasallo predilecto de Sancho II, acompañado de Sophia Loren en el
papel de su esposa, Dª Jimena, obligaba a Alfonso VI a jurar que no
había tenido nada que ver con la muerte de su hermano Sancho, es decir,
como se diría ahora que no había sido el inductor intelectual del
crimen. Se trata de la película El Cid dirigida por Anthony Mann. Ese
acto, el “Juramento de Santa Gadea” como se le conoce, al parecer no
tiene ningún fundamento histórico que lo avale, y no parece ser que se
produjera en realidad. Aunque eso sí, a la película no le vino nada mal
y, además, es verdad que las relaciones de Alfonso VI con Rodrigo Díaz
de Vivar, el Cid Campeador, no fueron lo que se dice muy fluidas, más
bien todo lo contrario: fueron a cara de perro. Estas relaciones
difíciles llevaron al Cid a ser desterrado en varias ocasiones de
Castilla.


Al
margen de esa relación polémica, Alfonso VI protagonizó acciones de
suma importancia para los reinos de Castilla y León. Por de pronto,
aprovechando la debilidad del reino pamplonés, incorporó a sus reinos,
en el año 1076, diversas comarcas de La Rioja y del actual País Vasco.


Pero
si hay que resaltar algo durante el reinado de Alfonso VI eso sin duda
la toma de Toledo en el año 1085. Hay algunos historiadores que
mantienen que durante su exilio en Toledo hasta la muerte de su hermano
Sancho II, el rey cristiano había pactado con el reyezuelo de la taifa
la entrega de la ciudad a cambio de su instalación en Valencia. Otros,
sin embargo, hablan de 4 años de sitio de la urbe para penetrar los
ejércitos cristianos victoriosos tras la entrega de la ciudad, en el año
mencionado de 1085. Sea como fuere, el caso es que Toledo, que fue la
primera gran ciudad de al-Ándalus que pasó a manos del poder cristiano,
se sumó a los dominios del reino castellano-leonés. Alfonso VI en
aquellos momentos adoptó títulos de lo más pomposo y rimbombantes como imperator totius Hispanae o emperador de las dos religiones.


Además,
la incorporación de Toledo permite también la conquista de diversas
plazas situadas al sur del Sistema Central: Atienza, Guadalajara,
Madrid, Talavera…, lo que hace que las fronteras bajen hasta cerca de
Sierra Morena.
Península Ibérica hacia 1150
Con
estos sucesos es como se inicia la hegemonía de Castilla entre los
reinos cristianos de la península. El hecho de haberse entregado la
ciudad hace que el rey Alfonso VI garantice a sus habitantes musulmanes
el respeto a sus propiedades y creencias. Junto a ellos se instala la
nueva población cristiana, que convive con el importante núcleo mozárabe
y con los judíos, y a cada grupo étnico se le reconoce su propio
derecho y sus propios fueros.


En
cualquier caso no todo fueron buenas noticias durante el reinado de
Alfonso VI. La llegada de los almorávides a la península Ibérica (ver
4.7), procedentes del norte de África, llamados por algunos reyes de
taifas ante su temor de ser atacados por los reinos cristianos, a pesar
de estar pagando las parias correspondientes, dificultó el avance de los
ejércitos cristianos que sufrieron derrotas importantes como la de
Sagrajas en 1086 y la de Uclés en 1108, cuyas consecuencias fue la
pérdida de diversas plazas controladas por los cristianos. Eso sí, el
objetivo prioritario de los almorávides de recuperar Toledo no llegaron a
conseguirlo.


Por
otra parte, Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, que su relación con el rey
Alfonso VI fue de todo menos fluida y cordial, sufrió su primer
destierro en 1081 y pasó a vivir como mercenario al mejor postor,
llegando a servir en esta época al rey de la taifa de Zaragoza. En el
año 1094 El Cid conquistó definitivamente la ciudad de Valencia en la
que estableció el centro de sus dominios, los cuales semejaban una
especie de principado feudal. El Cid vivió en Valencia hasta su muerte
en 1099 y en este tiempo repelió en varias ocasiones las acometidas de
los almorávides. Al parecer el Sr. Díaz tenía una gran capacidad militar
y un valor extraordinario, tanto es así que incluso después de muerto
fue capaz de vencer en una batalla a los musulmanes. Según la leyenda
(una vez más) nos cuenta que su mujer, Dª Jimena, hizo atar el cadáver
de El Cid a su caballo, lo colocó en cabeza de sus ejércitos y lo lanzó
contra los almorávides. Éstos tenían tanto miedo a El Cid que en cuanto
lo vieron a caballo salieron corriendo despavoridos. Por supuesto que la
película antes mencionada también recoge este hecho. En fin, a pesar de
todo, en el año 1102 Valencia terminó cayendo en poder de los
almorávides.
Alfonso VI de Castilla y León
Un
poco antes de su muerte, Alfonso VI, sin hijos varones, pues su hijo
Sancho había muerto un año antes en la batalla de Uclés, nombra heredera
del trono del reino de Castilla y León a su hija Doña Urraca
(1109-1126). Sin embargo, el reino castellano-leonés entra en una
profunda crisis interna que duró prácticamente todo su reinado.




Antes
de la unificación de las coronas de Aragón y de Castilla producida con
el matrimonio de Fernando II de Aragón con Isabel I de Castilla, los
conocidos como Reyes Católicos, se produjo el intento de unificar los
reinos del occidente y oriente peninsular a través del matrimonio entre
Dª Urraca de Castilla y Alfonso I, el Batallador, de Aragón. El fracaso
fue rotundo y se tradujo en enfrentamientos armados entre los propios
cónyuges que acabaron con la separación matrimonial mediante el repudio
de la reina de Castilla por parte de Alfonso I unos años más tarde.


Por
su parte, el condado de Portugal, que había sido cedido por Alfonso VI a
su hija Teresa, casada con Enrique de Lorena, comienza a dar los
primeros pasos hacia su independencia.


Alfonso
VII (1126-1157), hijo del primer matrimonio de Dª Urraca, sucede a su
madre en el trono del reino de Castilla y León. Favorecido por el
declive del imperio almorávide consiguió reanudar el avance militar y
colonizar para su reino por el sur las tierras de la Meseta, lo que se
tradujo en la conquista de nuevas plazas: Oreja (1139), Coria (1143),
Calatrava (1146). Incluso se llegó hasta Almería en una expedición
montada en el año 1147.


Alfonso VII fue coronado emperador en el año 1135 en León, pues sus dominios se extendían “del Océano al Ródano”
lo que significaba que, además de sus propios reinos, recibía numerosos
vasallajes de príncipes y reyes de la Cristiandad. Continuaba por tanto
la hegemonía castellano-leonesa, sin embargo, como veremos un poco más
adelante, la unión, unos años más tarde, del reino de Aragón con el
condado de Barcelona supuso la aparición en tierras peninsulares de una
entidad política de gran fortaleza con capacidad de luchar por la
hegemonía cristiana peninsular. Además, por si fuera poco, Alfonso
Enriquez, hijo de Enrique de Lorena y Teresa, consigue en el año 1139
que Portugal (Ver Dossier nº 5 en la página “Dossieres”) sea reconocido
por el papado como reino y, aunque en un principio Alfonso VII se niega a
reconocerlo como tal, no tendrá más remedio que aceptar la situación en
el año 1143 y reconocer la condición regia de Portugal. Reino que se
afianza con la política de Alfonso I de Portugal que inicia la conquista
y repoblación del espacio comprendido entre Coimbra y el Algarve.


Así
las cosas, la presunta hegemonía de Castilla y León en la España
cristiana comienza a ponerse en duda. Esta pérdida de protagonismo
político se confirma con la muerte de Alfonso VII y la división de sus
reinos entre sus herederos.


En
efecto, Castilla pasó a Sancho III (1157-1158) y León a Fernando II
(1157-1188). La pronta muerte de su padre Sancho III, el pobre reinó
poco más de un año (exactamente 375 días), pilló un poco pequeño a su
hijo y heredero Alfonso VIII (1158-1214). Ante la debilidad de la corona
por la minoridad del rey, algunos intentaron aprovecharse y Castilla
fue escenario de una dura pugna entre las dos principales familias de la
nobleza. Es evidente que siempre hay gente que pretende aprovecharse
del débil y así Navarra se dijo esta es la mía
e intentó recuperar plazas que venía reclamando desde hacía mucho
tiempo como era el caso de Logroño. Bien es cierto que Alfonso VIII
cuando consiguió la mayoría de edad, año 1170, se defendió con firmeza y
consiguió anexionarse Guipúzcoa y Álava y desarrolló una política de
fomento de la costa cantábrica.




Y
como cuando vienen bien dadas hay que aprovechar el momento, Alfonso
VIII decidió echarse novia y fue a tomar como esposa a Leonor, hija del
monarca inglés Enrique II, que llegó con el condado de Gascuña bajo el
brazo en calidad de dote matrimonial, lo que, sin duda, aumentó el
prestigio del que ya gozaba el rey Alfonso.


Ahora
bien, si queremos conocer el hecho más importante realizado por el rey
Alfonso VIII no tenemos más remedio que referirnos a la victoria que
consiguió sobre los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa
(1212), hecho que abrió las puertas del valle de Guadalquivir a la
penetración cristiana. En esta batalla participaron al lado de Castilla
el resto de los reinos cristianos peninsulares a excepción del reino de
León que andaba a la greña con los castellanos.
Azulejo de la plaza de España de Sevilla que representa

 la jura de Santa Gadea
Durante
la segunda mitad del siglo XII nacieron, en tierras de Castilla y León,
las órdenes militares hispánicas (Ver Dossier nº 6 en la página
“Dossieres”), las cuales seguían el modelo del Hospital y del Temple. La
primera que vio la luz fue la Orden de Calatrava (1158). Unos años
después surgía la Orden de Alcántara. La Orden de Santiago fue la última
de las órdenes militares en aparecer. Las mencionadas Órdenes
desempeñaron, desde sus primeros años de funcionamiento, un papel
fundamental en la lucha contra los musulmanes, pero también fueron
decisivas en la actividad colonizadora de las tierras de la meseta sur.


6.3 Reino de León (1157-1230)


Como
hemos visto en el apartado anterior, en el año 1157, tras la muerte de
Alfonso VII, los reinos de Castilla y León se separan dando lugar a la
etapa conocida bajo la denominación de los “Cinco Reinos”, que durará hasta 1230 año en que Castilla y León volverán a unirse bajo la misma corona.


Mientras
que el reino de Castilla queda en manos de Sancho III, el cetro del
reino de León recae en su hermano Fernando II (1157-1188). Como era
habitual en la época, pasó la mayoría del tiempo guerreando con los
vecinos ya fueran cristianos castellanos, cristianos portugueses o
musulmanes andalusíes.


Como
anécdota podemos decir que Fernando II se casó tres veces siendo el
nombre de su primera mujer y el de su tercera el mismo: Urraca, lo cual
demuestra que por aquella época ese nombre era muy popular. Por cierto,
que para completar la anécdota, decir que la madre de  la primera Urraca, hija de los reyes de Portugal, se llamaba Mafalda.


A
Fernando II le sucedió el nieto de Mafalda, Alfonso IX (1188-1230), que
conseguiría, a pesar de la amenaza de Castilla y Portugal de cerrar su
expansión por el sur, extender su reino por la actual Extremadura.


Comenzó su reinado convocando una Curia Regia,  que fue el punto de partida de la institución de las Cortes.
Un hecho histórico innegable, pues se trata de las primeras cortes
europeas en las que participa el denominado “tercer estado”, es decir
representantes de las ciudades y urbes importantes del reino. Por si
fuera poco este hecho, hay que añadir que en estas primeras Cortes se
reconocen una serie de derechos colectivos e individuales hasta entonces
desconocidos.


También durante su reinado se crea el Estudio General de Salamanca que es el origen de la actual Universidad de Salamanca.


6.4 Corona de Aragón.


El
condado de Aragón fue heredado por Ramiro I (1035-1063) de su padre, el
tan ya mencionado Sancho III El Mayor, que pronto lo convierte en reino
independiente de Navarra
y
se amplía a la muerte de su hermano Gonzalo (1037) con las
incorporaciones de los condados de Sobrarbe y Ribagorza. Aragón, al
convertirse en reino, consigue la primacía de la zona y conoce un
espectacular crecimiento territorial.


En
efecto, los núcleos políticos del oriente peninsular, es decir
Pamplona, Aragón y los Condados Catalanes, no se quedaron de brazos
cruzados y, tal como hicieran los castellanos y leoneses, también
arremetieron contra los andalusíes, aunque su progreso territorial
durante el siglo XI fue más modesto, no así en el XII que la expansión
territorial fue muy importante. Como veremos en el apartado siguiente con más detenimiento, el menos afortunado de dichos núcleos fue el reino de Pamplona. Como ya vimos en
apartados anteriores García Sánchez III, sucedió en el trono a su padre
Sancho III el Mayor. A él le sucedió Sancho IV, al parecer un personaje
bastante gris,  que terminó
asesinado después de una conspiración nobiliaria contra él en 1076. A
raíz de aquel suceso el monarca aragonés Sancho Ramírez (1063-1094)
logró proclamarse rey de Pamplona. Aragón y Navarra volvían a estar
unidos
[1], pero ahora, en contraste con lo sucedido tiempo atrás, el papel dirigente correspondía a los aragoneses.


Por
tanto, el principal protagonismo de la expansión territorial a costa de
los andalusíes, en la zona oriental peninsular, correspondió a la
Corona de Aragón.


Sin
duda Sancho Ramírez fue el impulsor de la reconquista aragonesa, tarea
que continuo su hijo y sucesor, Pedro I (1094-1104), con el cual se
completó el dominio de la zona prepirenaica por los cristianos.


A
Pedro I sucedió en la corona de Aragón Alfonso I el Batallador
(1104-1134) cuyo matrimonio con Dª Urraca, reina de Castilla y León,
originó graves conflictos entre los cónyuges, motivando la constitución
de un bando proaragonés en tierras meseteñas y la propia presencia del
Batallador en la cuenca del Duero. Como hemos visto anteriormente el
matrimonio fue anulado. Durante sus reinados fueron conquistadas las
plazas de Egea (1105), Belchite (1117), Zaragoza (1118), Tudela y
Tarazona (1119), Soria (que luego pasaría a Castilla) y Calatayud
(1120).


Más
complicado fue la situación en Aragón y Navarra al morir Alfonso I,
pues éste que no tenía descendientes, legaba sus reinos a las órdenes
militares del Hospital y del Temple. Aprovechando su muerte Alfonso VII,
rey de Castilla y León, ocupó Zaragoza. Por si fuera poco, el pontífice
presionaba para que se cumpliera el testamento del Batallador. Los
nobles aragoneses, descontentos con el testamento citado, aceptaron como
rey a un hermano suyo que era monje, Ramiro II (1134-1157). Este casó
con Inés de Poitiers, teniendo de la misma una hija, Petronila, nacida
en 1136. De nuevo se vislumbró la perspectiva de unión de Castilla y
León con Aragón pues el monje se preparó para la boda de su hija con el
heredero de Castilla, Sancho. Pero el posible temor a la hegemonía
castellana, acaso el recuerdo de las “malditas y descomulgadas bodas”
entre Alfonso I y Dª Urraca, o la preferencia de los nobles de Aragón a
la unión con un pequeño estado feudal, como era Cataluña, inclinó en
última instancia la balanza en favor de la boda de Petronila con Ramón
Berenguer IV, conde de Barcelona. Inmediatamente Ramiro II se retiró de
la escena política. Con este enlace se dibujaba en la península Ibérica
un equilibrio indiscutible, que rompía el anterior predominio del núcleo
occidental, por más que el propio Ramón Berenguer IV rindiera vasallaje
a Alfonso VII. Por su parte, las órdenes militares recibieron
importantes compensaciones, en particular la del Temple. Ramón Berenguer
IV, conde de Barcelona y “príncipe de los aragoneses”, buscó el acuerdo
con los reyes de Castilla para la empresa común contra los musulmanes,
de lo que es muestra palpable el tratado de reparto de Tudillén (1151)
en el que se fijaba la distribución del territorio de al-Andalus, aún
pendiente de conquista. Pero no por ello olvidó Ramón Berenguer IV la
proyección occitánica de Cataluña.


Alfonso
II (1162-1196), primer rey conjunto de Aragón y Cataluña, buscó el
entendimiento con Castilla y lo materializó con la firma del Tratado de
Cazorla (1179) en el que se anulaba el vasallaje de Aragón a Castilla,
al tiempo que se establecían las líneas de la futura acción
reconquistadora.


El
proceso unificador de Cataluña dio pasos adelante durante el reinado de
Alfonso II al incorporarse al condado de Barcelona los de Rosellón Y
Pallars, solo quedaban fuera de su ámbito los condados de Urgell y
Ampurias. Asimismo, Alfonso II actuó sobre el sur de Francia,
desarrollando en dicho territorio una política muy activa, de la que se
derivó la plena incorporación de Provenza. No obstante, al morir se
dividieron sus dominios, pasando Aragón y Cataluña a su hijo mayor Pedro
y el sur de Francia a Alfonso.


Pedro
II el Católico (1196-1213) se vio seriamente involucrado en los
problemas del sur de Francia. Hombre de profundas convicciones
religiosas, en 1204 acudió a Roma para ser coronado por el papa
Inocencio IV, enfeudando el reino de Aragón a la Santa Sede, y en 1212
colaboró estrechamente con Alfonso VIII en la cruzada de las Navas de
Tolosa.


6.5 Condados de la futura Cataluña. La Marca Hispánica.


Mientras
tanto en la Marca Hispánica, el protagonismo, tanto en el terreno
político como en el militar, corrió a cago del Condado de Barcelona,
auténtico vertebrador de Cataluña.


Ramón Berenguer I (1035-1076), conde de Barcelona, tiene que hacer frente a una situación conflictiva heredada. Sin embargo,  inicia
la percepción de parias sobre los taifas de al-Ándalus, al tiempo que
pone en marcha una política de penetración en Occitania, que se tradujo
en la incorporación del territorio de Carcasona-Razés al condado de
Barcelona. A su muerte, sus dos hijos, Ramón Berenguer II y Berenguer
Ramón II, heredaron de su padre ambas posesiones. Los dos hermanos
terminaron enfrentándose, lo que trajo como consecuencia un
debilitamiento de las tierras catalanas, aparte de la desvinculación de Carcasona-Razés.
Las cosas cambiaron, no obstante, con Ramón Berenguer III. Por de
pronto, los condados de Besalú y Cerdaña se unieron con carácter
definitivo a la casa condal de Barcelona, en tanto que el de Urgell
seguía en su condición de feudatario. Retornó al sur de Francia,
llegando a ocupar, después de una pugna con los condes de Tolosa, la
Baja Provenza.


Este
conde organiza una expedición contra Mallorca para acabar con los
piratas de esta isla, a la que se unen naves de varias ciudades
italianas. Aunque la empresa no finalizara con éxito, sirvió para
afirmar el deseo de los catalanes de emprender la ocupación de las
Baleares y consolidó la alianza con las grandes ciudades italianas como
Pisa y Génova, así como Sicilia. Asimismo
revela la preocupación de Ramón Berenguer III por la proyección marítima de Cataluña.


Pero
el principal acontecimiento de la historia política de esta zona fue la
unión del reino de Aragón y del condado de Barcelona, que se produjo a
mediados del siglo XI con el matrimonio entre Petronila de Aragón y
Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona. De esta forma quedaban unidos el
reino de Aragón y el condado de Barcelona y se establecía un equilibrio
en el conjunto de la España cristiana
y tendrá una trascendencia decisiva para el futuro del oriente peninsular.
La teórica supremacía del “imperio Hispánico” se venía abajo, en parte
por la solidez de la nueva unión llevada a cabo en la España oriental.


6.6 Reino de Navarra.


Navarra,
después de ejercer en las primeras décadas del siglo XI una
indiscutible hegemonía sobre los restantes núcleos de la España
cristiana, quedó detenida en su expansión, en parte debido a que se le
cerraron los caminos de la reconquista.
Navarra pasa, pues, a un segundo plano y su expansión territorial queda bloqueada entre aragoneses y castellanos.


Los navarros aprovecharon la muerte de Alfonso I sin descendencia para desvincularse de Aragón, proclamando rey a García Ramírez VI.


Navarra,
desde ese momento siguió su propio rumbo. García Ramírez VI el
Restaurador (1134-1150) incorporó Tudela a sus dominios. Por lo demás,
mantuvo buenas relaciones con Alfonso VII de Castilla y León, asistiendo
en 1135 a la su coronación imperial en León. Pero estaba claro que la
actividad reconquistadora había concluido para los navarros por aquellas
fechas. Más aún, en adelante Navarra vivirá en constante peligro de ser
absorbida por sus poderosos vecinos, Castilla y Aragón.


Sancho
VI el Sabio (1150-1194) intentó aprovechar las minoridades de Castilla
(Alfonso VIII) y de Aragón (Alfonso II) para recuperar tierras
irredentas de Navarra, pero al final no logró nada positivo. Es más, en
1179 La Rioja pasaba definitivamente a Castilla. En su haber, no
obstante, hay que anotar la concesión de fueros a diversas ciudades de
su reino, como Vitoria y San Sebastián.  Fue
precisamente con su sucesor, Sancho VII el Fuerte (1194-1234) cuando
Navarra perdió la salida al mar con la incorporación de Álava y
Guipúzcoa a la corona de Castilla.
Península Ibérica hacia 1230
En
la batalla de las Navas de Tolosa de 1212 Navarra participó activamente
aportando sus fuerzas en el gran triunfo de los ejércitos cristianos
sobre los musulmanes.


6.7 Vida económica, social, cultural, religiosa…


En
la Hispania cristiana continuaba el predominio de lo rural. La mayoría
de la población vivía en núcleos rurales y las fuentes de riqueza
procedían del campo. Sin embargo, en aquella sociedad el mundo urbano
iba adquiriendo mayor peso de forma continua. El Camino de Santiago fue
un elemento dinamizador de la economía por las tierras por las que
pasaba, pues atrajo a numerosos artesanos y mercaderes, en gran medida
franceses, para abastecer a los peregrinos en sus necesidades.


A
los habitantes de estos nuevos núcleos urbanos, denominados burgos, se
les llamaba, obviamente, burgueses. El camino de Santiago supuso el
desarrollo de las villas por las cuales pasaban los peregrinos, cuando
no la creación de nuevas villas y burgos. Así Jaca, Estella, Pamplona,
Logroño Burgos, Castrogeriz, León, Astorga, etc. y, cómo no, la ciudad
del apóstol, Santiago de Compostela, se beneficiaron de la nada
despreciable afluencia de peregrinos. No obstante, hay que decir que la
presencia de artesanos y comerciantes en núcleos urbanos no aparece con
la presencia de los peregrinos, sino que es anterior a que existiera el
camino de Santiago.


Por
lo que respecta a los contactos con el resto de Europa, la Hispania
cristiana mantuvo estrechos contactos con la Europa cristiana. Hubo
diversos monarcas, que se mostraron ampliamente abiertos a la recepción
de todo lo que procedía de la Cristiandad. Este proceso de apertura a
Europa lo demuestra la celebración de un concilio en la ciudad de Burgos
en el año 1080. El arte románico, estilo artístico de carácter
internacional, llegado a tierras peninsulares tempranamente, es otro de
los elementos que corroboran esta apertura.


En
definitiva, la España cristiana mantenía unas relaciones sumamente
fluidas con los vecinos países del continente europeo, lo que se
traducía en el intercambio de personas, productos e ideas.


La
cultura seguía estando controlada por los eclesiásticos. Junto a las
escuelas monacales, dedicadas a la preparación de sus monjes, fueron
cobrando cada día más auge las escuelas catedralicias. En los reinos de
Castilla y León las más importantes escuelas catedralicias del siglo XII
eran las de Santiago de Compostela, Toledo, Palencia y Segovia. No
obstante uno de los rasgos más sobresalientes de la vida cultural del
siglo XII fue el contacto establecido por los intelectuales cristianos
con los musulmanes. La localidad aragonesa de Tarazona conoció el
desarrollo de un centro de estudios en el que trabajaban intelectuales
cristianos, musulmanes y judíos. Dicho centro fue impulsado por el
primer obispo de la diócesis, el franco don Miguel. Asimismo, aunque lo
veremos con más detenimiento en el próximo capítulo, en la primera mitad
del siglo XIII se fundó la denominada “Escuela de traductores de
Toledo”, en la que trabajaban gentes de las tres religiones. En Toledo
se tradujeron obras de autores tan conocidos como los musulmanes Avicena
y Algazel o los clásicos griegos Euclides, Hipócrates, Tolomeo y
Aristóteles.


Las lenguas romances, por otra parte, seguían su marcha ascendente.


[1] Estarían unidos bajo la misma corona hasta 1134

1 comentario:




  1. Gracias al autor de la página. Un título curioso ese de "para vírgenes". Saludos.
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