Publicado el 27 ago. 2014
El
Talmud o en su traducción al arameo, Guemará, “enseñanza”, fue escrita o
recopilada por Rabina y Rab. Ashí para recoger todas las diferentes
ideas y “lógicas” desarrolladas a lo largo de los años de la
post-Mishná. Rabina y Rab Ashí recopilaron todos los comentarios,
enseñanzas y discusiones que se habían ido desarrollando en las
diferentes escuelas talmúdicas de Babilonia bajo el nombre “Talmud
Babilónico” o Guemará, a la par que lo hicieran en Eretz Israel con el
“Talmud Yerushalmi”.
La “Mishná” fue recopilada por Rabí Yehudá
Hanashí y sus alumnos como necesidad imperante ya que la “Ley Oral”
perdía su unicidad, y para salvarla Rabí Yehudá Hanashí se tuvo que
basar en el párrafo ¡Et Lahashot La “Hashem” Eferu Torateja!, ¡En
momentos de emergencia sobrepasarán Tu Torá!, ya que la misma Mishná nos
enseñó que al igual que los escritos no se pueden recitar de memoria,
entonces, la Ley Oral no debe escribirse.
Entre las razones por
la que no debe recitarse de memoria un texto de la Torá, encontramos la
exactitud de los escritos y las enseñanzas de las mismas, donde la
carencia de una letra o la repetición de la misma, el uso de sinónimos y
la repetición de expresiones, son la fuente de infinidad de
instrucciones. Solamente “lo escrito” y la exigencia por su importancia
fueron el “seguro” que tras miles de años, después de su transmisión y
de centenas de diferentes situaciones como diásporas, persecuciones y
decretos, el Pueblo de Israel puede estar seguro sobre la veracidad de
la Torá.
La obligación de “enseñarla” de transmitirla a las
próximas generaciones, pudo realizarse cuando la Torá nos prohibió
escribir la “Ley Oral” por lo que todos los interesados no pudieron
confiar en un legado escrito que se pudiera transmitir por generaciones,
sino que la prohibición de escribirla forzó a tener que enseñarla.
Las
diferentes ideas y opiniones que generalmente encontramos en la Mishná y
mucho más en el Talmud no son la consecuencia de equivocaciones ni de
malas enseñanzas de generaciones anteriores, sino todo lo contrario, son
la autenticidad de la pluralidad de la Torá.
“Setenta caras de
la Torá”, “Shivim Panim La Torá”. El Talmud en el Tratado de Shabat
comparó las enseñanzas de la Torá como el golpe de un martillo en el
hierro, en el que todas las chispas, aunque tomen direcciones
contrarias, provienen de la misma fuente. Asimismo, todas las
enseñanzas, tanto de la Mishná como del Talmud como de lo expresado por
nuestros Sabios en épocas posteriores, aunque nos parecieran
contradictorios, proceden de la misma fuente, y sobre la base de ellos
tienen que ser discutidos y demostrados.
No es posible decidir
qué versión de las “setentas” versiones debemos aceptar o no como
verdadera, pues todas desde el momento en que emanan de la verdad de la
Torá, todas absolutamente todas son verdaderas, sino cual deberá ser la
que “obligue” a mi comportamiento “Halajá” (camino), como nos enseñó la
Torá: “Ajarei Rabim Lehatot”, “Tras la mayoría, la decisión”. En cada
generación “su mayoría”, no la mayoría de los que no saben ni la mayoría
de una casta impuesta, sino la mayoría de los Sabios a la que no
tenemos el derecho de pertenecer, sino que tenemos la obligación de
participar: “Talmud Torá Kenegued Kulam”.
El estudio de la Torá
es comparado con la realización de toda la Torá. “Vedarasta”, “E
indagarás”; la obligación de indagar, de no recibir las palabras de la
Torá como axiomas o tabúes.
La Torá no obliga a realizarnos esa
serie de preguntas con respecto a todos sus preceptos: por qué, de dónde
se aprende, cuándo, cómo, etc. Esa es la base del Talmud, la pregunta
como principio y como incentivo la indagación. “Vedarasta”, “E
indagarás”.
El Talmud llega a nosotros en un idioma extraño “el
arameo”, y muchos intentos de traducirlo a otros idiomas, como al propio
hebreo, resultaron fallidos ya que el Talmud tiene su propia “neshamá”,
que no puede ser trasplantada a ningún otro lugar, para así poder
entender la discusión entre Abayé y Rabá, o entre las escuelas de Shamai
e Hillel, o entre Rabán Gamliel y Rabí Yehoshúa. No es suficiente con
saber la traducción de las palabras y entender el tema, sino que hay que
“vivirla”.
Muchas traducciones se han hecho del Talmud pero
ninguna puede sustituir al “estudio vivo” donde se pierde el concepto de
maestro-alumno y donde la discusión lleva a lo que dijeron Nuestros
Sabios: “Mucho aprendí de mis maestros, más de mis compañeros y mucho
más de mis alumnos”.
Documental hecho por: History Channel
Talmud o en su traducción al arameo, Guemará, “enseñanza”, fue escrita o
recopilada por Rabina y Rab. Ashí para recoger todas las diferentes
ideas y “lógicas” desarrolladas a lo largo de los años de la
post-Mishná. Rabina y Rab Ashí recopilaron todos los comentarios,
enseñanzas y discusiones que se habían ido desarrollando en las
diferentes escuelas talmúdicas de Babilonia bajo el nombre “Talmud
Babilónico” o Guemará, a la par que lo hicieran en Eretz Israel con el
“Talmud Yerushalmi”.
La “Mishná” fue recopilada por Rabí Yehudá
Hanashí y sus alumnos como necesidad imperante ya que la “Ley Oral”
perdía su unicidad, y para salvarla Rabí Yehudá Hanashí se tuvo que
basar en el párrafo ¡Et Lahashot La “Hashem” Eferu Torateja!, ¡En
momentos de emergencia sobrepasarán Tu Torá!, ya que la misma Mishná nos
enseñó que al igual que los escritos no se pueden recitar de memoria,
entonces, la Ley Oral no debe escribirse.
Entre las razones por
la que no debe recitarse de memoria un texto de la Torá, encontramos la
exactitud de los escritos y las enseñanzas de las mismas, donde la
carencia de una letra o la repetición de la misma, el uso de sinónimos y
la repetición de expresiones, son la fuente de infinidad de
instrucciones. Solamente “lo escrito” y la exigencia por su importancia
fueron el “seguro” que tras miles de años, después de su transmisión y
de centenas de diferentes situaciones como diásporas, persecuciones y
decretos, el Pueblo de Israel puede estar seguro sobre la veracidad de
la Torá.
La obligación de “enseñarla” de transmitirla a las
próximas generaciones, pudo realizarse cuando la Torá nos prohibió
escribir la “Ley Oral” por lo que todos los interesados no pudieron
confiar en un legado escrito que se pudiera transmitir por generaciones,
sino que la prohibición de escribirla forzó a tener que enseñarla.
Las
diferentes ideas y opiniones que generalmente encontramos en la Mishná y
mucho más en el Talmud no son la consecuencia de equivocaciones ni de
malas enseñanzas de generaciones anteriores, sino todo lo contrario, son
la autenticidad de la pluralidad de la Torá.
“Setenta caras de
la Torá”, “Shivim Panim La Torá”. El Talmud en el Tratado de Shabat
comparó las enseñanzas de la Torá como el golpe de un martillo en el
hierro, en el que todas las chispas, aunque tomen direcciones
contrarias, provienen de la misma fuente. Asimismo, todas las
enseñanzas, tanto de la Mishná como del Talmud como de lo expresado por
nuestros Sabios en épocas posteriores, aunque nos parecieran
contradictorios, proceden de la misma fuente, y sobre la base de ellos
tienen que ser discutidos y demostrados.
No es posible decidir
qué versión de las “setentas” versiones debemos aceptar o no como
verdadera, pues todas desde el momento en que emanan de la verdad de la
Torá, todas absolutamente todas son verdaderas, sino cual deberá ser la
que “obligue” a mi comportamiento “Halajá” (camino), como nos enseñó la
Torá: “Ajarei Rabim Lehatot”, “Tras la mayoría, la decisión”. En cada
generación “su mayoría”, no la mayoría de los que no saben ni la mayoría
de una casta impuesta, sino la mayoría de los Sabios a la que no
tenemos el derecho de pertenecer, sino que tenemos la obligación de
participar: “Talmud Torá Kenegued Kulam”.
El estudio de la Torá
es comparado con la realización de toda la Torá. “Vedarasta”, “E
indagarás”; la obligación de indagar, de no recibir las palabras de la
Torá como axiomas o tabúes.
La Torá no obliga a realizarnos esa
serie de preguntas con respecto a todos sus preceptos: por qué, de dónde
se aprende, cuándo, cómo, etc. Esa es la base del Talmud, la pregunta
como principio y como incentivo la indagación. “Vedarasta”, “E
indagarás”.
El Talmud llega a nosotros en un idioma extraño “el
arameo”, y muchos intentos de traducirlo a otros idiomas, como al propio
hebreo, resultaron fallidos ya que el Talmud tiene su propia “neshamá”,
que no puede ser trasplantada a ningún otro lugar, para así poder
entender la discusión entre Abayé y Rabá, o entre las escuelas de Shamai
e Hillel, o entre Rabán Gamliel y Rabí Yehoshúa. No es suficiente con
saber la traducción de las palabras y entender el tema, sino que hay que
“vivirla”.
Muchas traducciones se han hecho del Talmud pero
ninguna puede sustituir al “estudio vivo” donde se pierde el concepto de
maestro-alumno y donde la discusión lleva a lo que dijeron Nuestros
Sabios: “Mucho aprendí de mis maestros, más de mis compañeros y mucho
más de mis alumnos”.
Documental hecho por: History Channel
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