domingo, 17 de julio de 2016

1 INTRODUCCIÓN A LOS LIBROS DE JOSUÉ, JUECES, SAMUEL Y REYES

1 INTRODUCCIÓN A LOS LIBROS DE JOSUÉ, JUECES, SAMUEL Y REYES

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Biblia de Jerusalén. Ed. Desclée de Brouwer, 2009


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INTRODUCCIÓN A LOS LIBROS DE
JOSUÉ, JUECES, SAMUEL Y REYES


A los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes se les
llama en la Biblia hebrea los Profetas anteriores, en
contraposición a los Profetas posteriores: Isaías,
Jeremías, Ezequiel y los Doce Profetas Menores. Este
apelativo se explica por una tradición que atribuía la
composición de estos libros a profetas: a Josué, la del
libro que lleva su nombre; a Samuel, la de Jueces y
Samuel; a Jeremías, la de Reyes. Y se justifica por el
carácter religioso que les es común: estos libros, que
nosotros llamamos históricos, tienen como tema
principal las relaciones de Israel con Yahvé, su
fidelidad o su infidelidad, sobre todo su infidelidad, a
la palabra de Dios, cuyos portavoces son los profetas.
En realidad, los profetas intervienen con frecuencia:
Samuel, Gad, Natán, Elías, Eliseo, Isaías, (…) sin
contar las figuras de menor relieve. Los libros de los
Reyes ofrecen el marco en que se ejerció el ministerio
de los profetas escritores antes del Destierro.
Estos libros, así eslabonados con lo que
inmediatamente les sigue en la Biblia hebrea, lo están
también con lo que les precede. Por su contenido,
vienen a ser una prolongación del Pentateuco: al final
del Deuteronomio, Josué es designado sucesor de
Moisés, y el libro de Josué comienza a raíz de la
muerte de Moisés. Se ha supuesto que incluso existía
unidad literaria entre los dos conjuntos y se ha
buscado la continuación de los documentos o de las
fuentes del Pentateuco, en el libro de Josué; de este
modo se ha llegado a delimitar un Hexateuco; e
incluso se ha ido más lejos, llegándose a abarcar los
libros de los Reyes. Pero los esfuerzos realizados para
descubrir los documentos del Pentateuco en Jueces,
Samuel y Reyes no han dado ningún resultado
satisfactorio. La situación es más favorable en cuanto
a Josué, donde se distinguen corrientes que están más
o menos relacionadas con la yahvista y la elohista, si
es que no son continuación de éstas. Sin embargo, la
influencia del Deuteronomio y de su doctrina resulta
más clara aún y los partidarios de un Hexateuco deben
admitir por su parte una redacción deuteronomista de
Josué. Estas conexiones con el Deuteronomio
prosiguen en los libros siguientes, si bien de manera
variable: son extensas en los Jueces, más limitadas en
Samuel, predominantes en los Reyes, pero siempre
distinguibles. De ahí que se haya elaborado la
hipótesis de que el Deuteronomio era el comienzo de
una gran historia religiosa que se prolongaba hasta el
final de los libros de los Reyes.
Justificada históricamente en el Deuteronomio la
doctrina de la elección de Israel, y definida la
constitución teocrática que de ahí se sigue, el libro de
Josué narra el establecimiento del pueblo elegido en la
tierra a él prometida; el de los Jueces esboza la
sucesión de sus apostasías y de sus conversiones a la
gracia; los de Samuel, después de la crisis que condujo
a la institución de la realeza y puso en peligro el ideal
teocrático, exponen cómo se realizó este ideal con
David; los de los Reyes describen la decadencia que se
inició desde el reinado de Salomón y que, por una serie
de infidelidades, y a pesar de algunos reyes piadosos,
condujo a la condenación del pueblo por su Dios. El
Deuteronomio habría sido desprendido de este
conjunto cuando se quiso reunir todo lo que se refería
a la persona y la obra de Moisés (cf. la Introducción al
Pentateuco).
Esta hipótesis parece justificada, pero ha de
completarse, o corregirse, con dos corolarios. Por una
parte, la redacción deuteronomista ha operado sobre
tradiciones orales o documentos escritos, distintos por
su antigüedad y carácter que, generalmente, estaban
ya agrupados; y ha retocado de forma desigual los
materiales que utilizaba. Esto explica que los libros, o
grandes secciones en cada libro, conserven su
individualidad. Por otra parte, no se llegó de un golpe
a esta misma redacción deuteronomista, y cada libro
muestra indicios de varias ediciones. A juzgar por el
libro de los Reyes, cuyo testimonio es el más claro,
hubo al menos dos redacciones, una a raíz de la
reforma de Josías, otra durante el Destierro. A
propósito de cada libro se irán dando precisiones
sobre estos diversos puntos.
Son, pues, estos libros, en su forma definitiva, obra de
una escuela de hombres piadosos, imbuidos en las
ideas del Deuteronomio, que meditan sobre el pasado
de su pueblo y deducen de él una lección religiosa.
Pero también nos han conservado tradiciones o textos
que se remontan hasta la época heroica de la
conquista, con la narración de los hechos salientes de
la historia de Israel. El hecho de que ésta sea
presentada como historia sagrada no disminuye su
interés para el historiador y realza su valor para el
creyente: este último, no sólo aprenderá en ella a
encontrar la mano de Dios en todos los
acontecimientos del mundo, sino que, en la exigente
solicitud de Yahvé para con su pueblo elegido,
reconocerá la lenta preparación del nuevo Israel, la
comunidad de los creyentes.
Ellibro de Josué se divide en tres partes: a) la
conquista de la tierra prometida, 1-12; b) el reparto
del territorio entre las tribus, 13-21; c) el fin de la
jefatura de Josué, y especialmente su último discurso y
la asamblea de Siquén, 22-24. Es cierto que este libro
no fue escrito por Josué mismo, como lo ha admitido la
tradición judía, y que emplea fuentes diversas. En la



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primera parte, en los caps. 2-9, se reconoce un grupo
de tradiciones, a veces paralelas, que se vinculan al
santuario benjaminita de Guilgal, y en los caps. 10-11,
dos historias de batallas, la de Gabaón y la de Merom,
de las que se hace depender la conquista de todo el
Sur, y más adelante, la de todo el Norte del país. La
historia de los gabaonitas, cap. 9, infiltrándose en 10
1-6, sirve de enlace entre estos elementos, que
probablemente se hallaban reunidos desde los
comienzos de la época monárquica.
El hecho de que los relatos de los caps. 2-9 sean
originarios de Guilgal, santuario de Benjamín, no
quiere decir que la figura de Josué, que es efrainita,
sea en ellos secundaria, porque los componentes de
Efraín y de Benjamín entraron juntos en Canaán antes
de establecerse en sus territorios respectivos. Es
innegable el aspecto etiológico de estos relatos, es
decir, su afán por explicar hechos y situaciones que no
dejan de ser observables, pero solamente afecta a las
circunstancias o a las consecuencias de
acontecimientos cuya historicidad no se debe rechazar,
excepto, al parecer, el relato de la toma de Ay.
La segunda parte es una exposición geográfica de
índole muy diferente. El cap. 13 localiza a las tribus de
Rubén y Gad y a la media tribu de Manasés, instaladas
ya por Moisés en Transjordania, según Nm 32, ver Dt
3 12-17. Los caps. 14-19, concernientes a las tribus del
oeste del Jordán, combinan dos clases de documentos:
una descripción de los límites de las tribus, de una
precisión muy desigual, y que en el fondo se remonta a
la época premonárquica, y listas de ciudades que han
sido añadidas. La más detallada es la de las ciudades
de Judá, 15, que, completada con una parte de las
ciudades de Benjamín, 18 25-28, distribuye las
ciudades en doce distritos; refleja una división
administrativa del reino de Judá, probablemente en
tiempos de Josafat. A modo de complementos, el cap.
20 enumera las ciudades de asilo, cuya lista no es
anterior al reinado de Salomón; el cap. 21, sobre las
ciudades levíticas, es una adición posterior al
Destierro, pero que utiliza los recuerdos de la época
monárquica.
En la tercera parte, el cap. 22, acerca del regreso de
las tribus de Transjordania y la erección de un altar a
orillas del Jordán, presenta las señales de redacciones
deuteronomista y sacerdotal; tiene su origen en una
tradición particular cuya fecha y sentido son dudosos.
El cap. 24 conserva el antiguo y auténtico recuerdo de
una asamblea en Siquén y de un pacto religioso que
allí se estableció.
Además de algunos retoques de detalle, se pueden
atribuir a la redacción deuteronomista los pasajes
siguientes: 1 (en gran parte); 8 30-35; 10 16-43; 11
10-20; 12; 22 1-8; 23; la revisión de 24. La forma en
que el cap. 24, retocado según el espíritu del
Deuteronomio, se ha mantenido junto al cap. 23, que
se inspira en él pero que es de otra mano, nos
proporciona el indicio de dos ediciones sucesivas del
libro.
Éste presenta la conquista de toda la Tierra Prometida
como el resultado de una acción de conjunto de las
tribus bajo la dirección de Josué. El relato de Jc 1
ofrece un cuadro diferente: en él vemos que cada tribu
lucha por su territorio y es a menudo derrotada; es
una tradición con origen en Judá, pero algunos
componentes de esta tradición penetraron en la parte
geográfica de Josué: 13 1-6; 14 6-15; 15 13-19; 17 12-
18. Esta imagen de una conquista desperdigada e
incompleta está más cerca de la realidad histórica, que
sólo de una manera conjetural es posible restituir. El
establecimiento en el sur de Palestina se hizo desde
Cadés y el Négueb y sobre todo por medio de grupos
que sólo paulatinamente fueron integrados en Judá:
los calebitas, quenizeos, etc., y los simeonitas. El
establecimiento en Palestina central fue obra de los
grupos que atravesaron el Jordán bajo la dirección de
Josué y que comprendían a los elementos de las tribus
de Efraín-Manasés y de Benjamín. El establecimiento
en el Norte tuvo una historia particular: las tribus de
Zabulón, Isacar, Aser y Neftalí pudieron hallarse ya
establecidas desde una época indeterminada y no
habrían bajado a Egipto. En Siquén se adhirieron a la
fe yahvista que el grupo de Josué había traído y
adquieren sus territorios definitivos luchando contra
los cananeos que los habían subyugado o que les
amenazaban. En estas diversas regiones, el
establecimiento se realizó en parte mediante acciones
de guerra y en parte mediante la infiltración pacífica y
las alianzas con los anteriores ocupantes del país. Es
preciso mantener como histórico el papel de Josué en
el establecimiento en Palestina central, desde el paso
del Jordán hasta la asamblea de Siquén. Tomando en
consideración la fecha que se ha indicado para el
Éxodo (Introducción a Pentateuco), se puede proponer
la siguiente cronología: entrada de los grupos del Sur
hacia el 1250, ocupación de la Palestina central por
los grupos procedentes de allende el Jordán a partir de
1225, expansión de los grupos del Norte hacia el 1200
a.C.
De esta historia compleja, que sólo de un modo
hipotético restituimos, el libro de Josué ofrece un
cuadro idealizado y simplificado. El cuadro está
idealizado: la epopeya de la salida de Egipto se
prosigue con esta conquista en que Dios interviene
milagrosamente en favor de su pueblo. Está
simplificado: todos los episodios se han polarizado en
torno a la gran figura de Josué, que dirige los



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combates de la casa de José, 1-12, y a quien se
atribuye un reparto del territorio que no llevó él a
cabo ni se realizó de una vez, 13-21. El libro concluye
con la despedida y la muerte de Josué, 23; 24 29-31;
de este modo, él es, del principio al fin, su personaje
principal. Los Padres han reconocido en él una
prefiguración de Jesús: no sólo lleva el mismo nombre,
Salvador, sino que el paso del Jordán, que, con él al
frente, da entrada en la Tierra Prometida, es el tipo del
bautismo en Jesús, que nos da acceso a Dios, y la
conquista y el reparto del territorio son la imagen de
las victorias y de la expansión de la Iglesia.
Esta tierra de Canaán es, con toda evidencia, en las
limitadas perspectivas del AT, el verdadero tema del
libro: el pueblo, que había encontrado a su Dios en el
desierto, recibe ahora su tierra, y la recibe de su Dios.
Porque quien ha combatido en favor de los israelitas,
23 3-10; 24 11-12, y les ha dado en herencia el país
que había prometido a los Padres, 23 5, 14, es Yahvé.
El libro de los Jueces comprende tres partes
desiguales: a) una introducción, 1 1 - 2 5; b) el cuerpo
del libro, 2 6 - 16 31; c) adiciones que narran la
migración de los danitas, con la fundación del
santuario de Dan, 17-18, y la guerra contra Benjamín
en castigo del crimen de Guibeá, 19-21.
La introducción actual al libro, 1 1 - 2 5, en realidad
no le pertenece: se ha dicho a propósito del libro de
Josué que era otro cuadro de la conquista y sus
resultados, considerado desde un punto de vista de los
de Judá. Su inserción ha ocasionado la repetición en 2
6-10 de informaciones acerca de la muerte y la
sepultura de Josué que se habían dado ya en Jos 24
29-31.
La historia de los Jueces se refiere en la parte central,
2 6 - 16 31. Los modernos distinguen seis grandes
jueces, Otniel, Ehúd, Barac (y Débora), Gedeón, Jefté
y Sansón, cuyos hechos se refieren de una manera más
o menos detallada, y seis menores, Sangar, 3 31, Tolá
y Yaír, 10 1-15, Ibsán, Elón y Abdón, 12 8-15, que
solamente son objeto de breves menciones. Pero esta
distinción no se hace en el texto; hay una diferencia
mucho mayor entre los dos grupos, y el título común de
jueces que se les da es el resultado de la composición
del libro, que ha reunido elementos extraños entre sí
en un principio. Los grandes jueces son héroes
libertadores; su origen, su carácter y su acción varían
mucho, pero todos poseen un rasgo común: han
recibido una gracia especial, un carisma, han sido
especialmente elegidos por Dios para una misión de
salvación.
Sus historias fueron narradas primero oralmente, en
formas variadas, e incorporaron elementos diversos.
Finalmente, fueron reunidas en un libro de los
libertadores, compuesto en el reino del Norte en la
primera parte de la época monárquica. Abarcaba la
historia de Ehúd, la de Barac y Débora, quizá alterada
ya por el relato de Jos 11, referente a Yabín de Jasor,
la historia de Gedeón-Yerubaal, a lo que se añadió el
episodio de la realeza de Abimélec, la historia de Jefté
ampliada con la de su hija. Se recogieron dos antiguas
piezas poéticas, el Cántico de Débora, 5, que es un
duplicado del relato en prosa, 4, y el apólogo de Jotán,
9 7-15, dirigido contra la realeza de Abimélec. Los
héroes de algunas tribus se convertían en este libro en
figuras nacionales que habían dirigido las guerras de
Yahvé para todo Israel. Los jueces menores, Tolá,
Yaír, Ibsán, Elón, Abdón, proceden de una tradición
diferente. No se les atribuye ningún acto salvador,
solamente se dan informaciones acerca de sus
orígenes, su familia y el lugar de su sepultura, y se dice
que han juzgado a Israel durante un número de años
preciso y variable. Conforme al uso diverso del verbo
s?ft., juzgar, en las lenguas semíticas del Oeste,
emparentadas con el hebreo, en Mari en el s. XVIII
a.C., y en Ugarit en el s. XIII, y hasta en los textos
fenicios y púnicos de la época grecorromana (los
sufetes de Cartago), estos jueces no sólo administran
justicia, sino que gobiernan. Su autoridad no se
extendía más allá de su ciudad o de su distrito. Fue
una institución política intermedia entre el régimen
tribal y el régimen monárquico. Los primeros
redactores deuteronomistas poseían informes
auténticos de estos jueces, pero extendieron su poder a
todo Israel y los ordenaron en sucesión cronológica.
Trasladaron su título a los héroes del libro de los
libertadores, que de ese modo se convirtieron en jueces
de Israel. Jefté servía de lazo de unión entre los dos
grupos: había sido un libertador, pero también había
sido juez; se sabían, y se dan a propósito de él los
mismos datos, 11 1-2; 12 7, que a propósito de los
jueces menores, entre los cuales se incrusta su historia.
Con ellos se equiparó también una figura que
primitivamente nada tenía que ver con ninguno de los
dos grupos: el singular héroe danita Sansón, que no
había sido ni libertador ni juez, pero cuyas hazañas
contra los filisteos se narraban en Judá, 13-16. Se
añadió en la lista a Otniel, 3 7-11, que pertenece a la
época de la conquista, ver Jos 14 16-19; Jc 1 12-15, y
más adelante a Sangar, 3 31, que ni siquiera era
israelita, ver Jc 5 6, así se alcanzaba la cifra de doce,
simbólica de todo Israel. Fue también la redacción
deuteronomista la que puso al libro su marco
cronológico: conservando los datos auténticos sobre
los jueces menores, fue intercalando en los relatos
indicaciones convencionales en que se repiten las
cifras de 40, duración de una generación, o su múltiplo
80, o su mitad 20, en un esfuerzo por alcanzar un total



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que, combinado con otros datos de la Biblia,
corresponde a los 480 años que la historia
deuteronomista pone entre la salida de Egipto y la
construcción del Templo, 1 R 6 1. En este marco, las
historias de los Jueces llenan sin lagunas el período
que discurrió entre la muerte de Josué y los comienzos
del ministerio de Samuel. Pero, sobre todo, los
redactores deuteronomistas dieron al libro su sentido
religioso. Éste se expresa en la introducción general de
2 6 - 3 6 y en la introducción particular a la historia de
Jefté, 10 6-16, así como en las fórmulas redaccionales
que llenan casi toda la historia de Otniel, que es una
composición deuteronomista, y que sirven de marco a
las grandes historias siguientes: los israelitas han sido
infieles a Yahvé, él los ha entregado en manos de los
opresores; los israelitas han implorado a Yahvé, él les
ha enviado un salvador, el Juez. Pero vuelven las
infidelidades y la serie se repite. Este libro
deuteronomista de los Jueces tuvo por lo menos dos
ediciones. Los indicios más claros son: los dos
elementos que se añaden en la introducción, 2 11-19 y
2 6-10 2 20 - 3 6, y las dos conclusiones a la historia
de Sansón, 15 20 y 16 30, que significan que el cap. 16
es una adición.
Este libro no contenía aún los apéndices, 17-21. Éstos
no narran la historia de un juez, sino que informan de
los acontecimientos ocurridos antes de la institución de
la monarquía, razón por la cual han sido añadidos al
final del libro después de la vuelta del Destierro.
Reproducen antiguas tradiciones y han pasado por una
larga historia literaria o preliteraria antes de ser aquí
incluidos. Los caps. 17-18 tienen su origen en una
tradición danita sobre la migración de la tribu y la
fundación del santuario de Dan, que ha sido
transformada en sentido peyorativo. Los caps. 19-21
combinan dos tradiciones de los santuarios de Mispá y
Betel, que fueron divulgadas por todo Israel; estas
tradiciones, quizá benjaminitas, fueron revisadas en
Judá en sentido hostil a la realeza de Saúl en Guibeá.
El libro es casi nuestra única fuente para el
conocimiento de la época de los Jueces; pero no
permite escribir una historia lógica de esa época. La
cronología que nos da es artificial, como lo hemos
dicho ya. Suma períodos que han podido superponerse
en el tiempo, puesto que los tiempos de opresión y las
liberaciones nunca afectan más que a una parte del
territorio y la época de los Jueces no se extendió más
de siglo y medio.
Los principales acontecimientos cuyo recuerdo se nos
conserva pueden ser fechados dentro de este período
sólo por aproximación. La victoria de Tanac bajo
Débora y Barac, 4-5, pudo haber sido conseguida
hacia mediados del s. XII, es anterior a la invasión
madianita (Gedeón) y a la expansión de los filisteos
fuera de su territorio propio (Sansón). De ello se
deduce sobre todo que, durante este turbulento
período, los israelitas no sólo tuvieron que luchar
contra los cananeos, primeros poseedores del país, por
ejemplo contra los de la llanura de Yizreel, batidos por
Débora y Barac, sino también contra los pueblos
vecinos: moabitas (Ehúd), amonitas (Jefté), madianitas
(Gedeón), y contra los filisteos recién llegados
(Sansón). En estos momentos de peligro, cada grupo
defiende su territorio. En ocasiones, un grupo se une a
los grupos vecinos, 7 23, o a la inversa, una tribu
poderosa protesta porque no ha sido invitada a
participar del botín, 8 1-3; 12 1-6. El Cántico de
Débora, 5, estigmatiza a las tribus que no han
respondido al llamamiento y, cosa notable, Judá y
Simeón ni siquiera aparecen nombrados.
Estas dos tribus vivían en el Sur, separadas por la
barrera no israelita de Guézer, de las ciudades
gabaonitas y de Jerusalén, y su aislamiento alimentaba
los gérmenes del cisma futuro. Por el contrario, la
victoria de Tanac, que daba a los israelitas la llanura
de Yizreel, facilitó la unión de la Casa de José y de las
tribus del Norte. Sin embargo, la unidad entre las
diferentes fracciones estaba asegurada por la
participación en la misma fe religiosa: todos los
Jueces fueron yahvistas convencidos, y el santuario del
arca en Silo era el centro donde todos los grupos se
encontraban. Además, estas luchas forjaron el alma
nacional y prepararon el momento en que, ante un
peligro general, se unirían todos contra el enemigo
común, bajo Samuel.
El libro enseñaba a los israelitas que la opresión es un
castigo de la impiedad y que la victoria es una
consecuencia de la vuelta a Dios. El Eclesiástico alaba
a los Jueces por su fidelidad, Si 46 11-12, la epístola a
los Hebreos presenta sus éxitos como la recompensa
de su fe; forman parte de esa nube de testigos que
anima al cristiano a rechazar el pecado y a soportar
con valentía la prueba a que se le somete, Hb 11 32-
34; 12 1.
El librito de Rut figura a continuación de los Jueces en
los Setenta, la Vulgata y las traducciones modernas.
En la Biblia hebrea se encuentra colocado con los
Hagiógrafos como uno de los cinco rollos, los
meguil.lot, que se leían en las fiestas principales;
servía Rut para la fiesta de Pentecostés. Aunque el
tema del libro lo relaciona con el período de los
Jueces, ver 1 1, el libro no formaba parte de la
redacción deuteronomista, que se extiende desde Josué
hasta el final de Reyes.



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Es la historia de Rut la Moabita que, tras la muerte de
su marido, un hombre de Belén emigrado a Moab,
vuelve a Judá con su suegra Noemí y se desposa con
Booz, pariente de su marido, en cumplimiento de la ley
del levirato; de este matrimonio nace Obed, que será el
abuelo de David.
Una adición, 4 18-22, da una genalogía de David
paralela a la de 1 Cro 2 5-15.
Se discute mucho la fecha de composición y se han
propuesto todos los períodos desde David y Salomón
hasta Nehemías. Los argumentos alegados en favor de
una fecha tardía: lugar en el canon hebreo, lenguaje,
costumbres familiares, doctrina, no son decisivos, y el
librito, menos los últimos versículos, podría haber sido
compuesto en la época monárquica. Es una historia
edificante cuya intención principal es mostrar cómo
resulta premiada la confianza que se pone en Dios,
cuya misericordia se extiende hasta una extranjera, 2
12. Esta fe en la Providencia y este espíritu
universalista son la enseñanza duradera del relato. El
hecho de que Rut haya sido reconocida como la
bisabuela de David ha dado un valor especial a este
librito, y San Mateo ha incluido el nombre de Rut en la
genealogía de Cristo, Mt 1 5.


EL LIBRO DE RUT


Rut y Noemí
1 1 En la época en que gobernaban los Jueces,
hubo hambre en el país. Un hombre de Belén de
Judá se fue a residir, con su mujer y sus dos
hijos, a los campos de Moab. 2 El hombre se
llamaba Elimélec, su mujer Noemí y sus dos hijos
Majlón y Quilión. Eran efrateos, de Belén de Judá.
Llegados a los campos de Moab, se establecieron
allí. 3 Murió Elimélec, el marido de Noemí, y
quedó ella con sus dos hijos. 4 Éstos se casaron
con mujeres moabitas, llamadas Orfá y Rut. Allí
habitaron unos diez años. 5 Murieron también los
dos, Majlón y Quilión, y quedó sola Noemí, sin
sus dos hijos y sin marido. 6 Entonces decidió
regresar de los campos de Moab con sus dos
nueras, porque oyó en los campos de Moab que
Yahvé había visitado a su pueblo y le daba pan. 7
Salió, pues, con sus nueras, del país donde había
vivido y se pusieron en camino para volver a la
tierra de Judá.


8 Noemí dijo a sus dos nueras: «Andad, volveos


cada una a casa de vuestra madre. Que Yahvé
tenga piedad con vosotras como vosotras la
habéis tenido con los que murieron y conmigo. 9
Que Yahvé os conceda encontrar vida apacible
en la casa de un nuevo marido.» Y las besó. Pero
ellas rompieron a llorar, 10
y dijeron: «No.
Volveremos contigo a tu pueblo.» 11
Noemí
respondió: «Volveos, hijas mías, ¿por qué vais a
venir conmigo? ¿Acaso tengo yo aún hijos en mi
seno que puedan llegar a ser vuestros maridos?


12 Volveos, hijas mías, andad, porque yo soy


demasiado vieja para casarme otra vez. Y aun
cuando dijera que no he perdido toda esperanza,
que esta misma noche voy a tener un marido y
que tendré hijos, 13 ¿habríais de esperar hasta
que fueran mayores?, ¿dejaríais por eso de
casaros? No, hijas mías. Siento gran pena por
vosotras, porque la mano de Yahvé ha caído
sobre mí.» 14 Ellas rompieron a llorar de nuevo.
Después Orfá besó a su suegra y se volvió a su
pueblo, pero Rut se quedó con ella.


15 Entonces Noemí dijo: «Mira, tu cuñada se ha


vuelto a su pueblo y a su dios; vuélvete tú
también con ella.»


16 Pero Rut respondió: «No insistas en que te


abandone y me separe de ti, porque
adonde tú vayas, iré yo,
donde tú vivas, viviré yo.
Tu pueblo será mi pueblo
y tu Dios será mi Dios.


17 Donde tú mueras moriré


y allí seré enterrada.
Que Yahvé me dé este mal



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y añada este otro todavía
si no es tan sólo la muerte
lo que nos ha de separar.»


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Viendo Noemí que Rut estaba decidida a
acompañarla, no insistió más.


19 Caminaron, pues, las dos juntas hasta Belén.


Cuando llegaron a Belén, su presencia provocó
una gran excitación en toda la ciudad. Las
mujeres exclamaban: «Pero, ¿no es esta
Noemí?» 20 Mas ella respondía: «¡No me llaméis
ya Noemí! Llamadme Mará, porque Sadday me
ha llenado de amargura.


21 Colmada partí yo,


vacía me devuelve Yahvé.
¿Por qué me llamáis aún Noemí,
cuando Yahvé da testimonio contra mí
y Sadday me ha hecho desdichada?»


22 Así fue como regresó Noemí, con su nuera Rut,


la moabita, la que vino de los campos de Moab.
Llegaron a Belén al comienzo de la siega de la
cebada.
Rut en los campos de Booz
2 1 Tenía Noemí por parte de su marido un
pariente de buena posición, de la familia de
Elimélec, llamado Booz.


2 Rut, la moabita, dijo a Noemí: «Déjame ir a


espigar al campo de quien se muestre amable
conmigo». Ella respondió: «Vete, hija mía.» 3 Fue
ella y se puso a espigar en el campo detrás de los
segadores, y quiso su suerte que fuera a dar en
una parcela de Booz, el de la familia de Elimélec.


4 Llegaba entonces Booz de Belén y dijo a los


segadores: «Yahvé con vosotros.» Le
respondieron: «Que Yahvé te bendiga.» 5
Preguntó Booz al criado que estaba al mando de
los segadores: «¿De quién es esta muchacha?» 6
El criado que estaba al mando de los segadores
dijo: «Es la joven moabita que vino con Noemí de
los campos de Moab. 7 Me rogó que le permitiera
ir espigando detrás de los segadores. Ha venido y
ha estado sin parar desde la mañana hasta
ahora.»


8 Booz dijo a Rut: «¿Me oyes, hija mía? No vayas


a espigar a otro campo, ni te alejes de aquí.
Quédate junto a mis criadas. 9 Fíjate en la parcela
que siegan y ve tras ellas. Ya he ordenado a mis
criados que no te molesten. Si tienes sed, ve
donde están las vasijas y bebe de lo que saquen
del pozo los criados.» 10 Ella inclinó su rostro, se
postró en tierra y le dijo: «¿Por qué me tratas con
amabilidad y te fijas en mí, que no soy más que
una extranjera?» 11 Booz le respondió: «Me han
contado al detalle todo lo que hiciste con tu
suegra después de la muerte de tu marido, y
cómo has dejado a tu padre y a tu madre y la
tierra en que naciste, y has venido a un pueblo
que hasta entonces no conocías. 12 Que Yahvé te
premie por tu obra y que tengas cumplida
recompensa de parte de Yahvé, Dios de Israel,
bajo cuyas alas has venido a refugiarte.» 13 Ella
dijo: «Que mi señor siga siendo amable conmigo,
ya que me has consolado y has hablado al
corazón de tu sierva, cuando yo no soy ni siquiera
una de tus criadas.»


14 A la hora de la comida, Booz le dijo: «Acércate


aquí; puedes comer y untar tu pan en el vinagre.»
Ella se sentó junto a los segadores, y él le ofreció
grano tostado. Comió ella hasta saciarse y aun le
sobró. 15
Cuando se levantó para seguir
espigando, Booz ordenó a sus criados: «Dejadla
espigar también entre las gavillas y no la
molestéis. 16
Podéis sacar incluso algunas
espigas de las gavillas y las dejáis caer para que
ella las recoja, y no la riñáis.» 17 Así que estuvo
espigando en el campo hasta el atardecer y,
cuando desgranó lo que había espigado, había
como una medida de cebada.


18 Cargó con ella y entró en la ciudad. Mostró a su


suegra lo que había espigado, sacó lo que le
había sobrado después de haberse saciado y se
lo dio. 19 Su suegra le dijo: «¿Dónde has estado
espigando hoy y qué has hecho? ¡Bendito sea el
que se ha fijado en ti!» Ella contó a su suegra con
quién había estado trabajando y añadió: «El
hombre con quien he trabajado hoy se llama
Booz.» 20 Noemí dijo a su nuera: «Bendito sea
Yahvé, que no deja de mostrar su bondad hacia
los vivos y los muertos.» Le dijo Noemí: «Ese
hombre es nuestro pariente, uno de los que
tienen derecho de rescate sobre nosotras.» 21 Dijo
Rut a su suegra: «Incluso me ha dicho que me
quedase con sus criados hasta que hubieran
acabado toda su cosecha.» 22 Dijo Noemí a Rut,
su nuera: «Es mejor que salgas con sus criadas,
hija mía; así no te molestarán en otro campo.» 23
Se quedó, pues, con las criadas de Booz para
espigar hasta que acabó la recolección de la
cebada y la recolección del trigo, y siguió viviendo
con su suegra.
Booz dormido en la era
3 1 Noemí, su suegra, le dijo: «Hija mía, creo que
debo procurarte una posición segura que te
convenga. 2 Ahora bien, ten en cuenta que el tal
Booz con cuyas criadas estuviste es pariente
nuestro. Pues bien, esta noche estará aventando
la cebada en la era. 3 Así que lávate, perfúmate y
ponte encima el manto. Después baja a la era y
no dejes que te reconozca ese hombre antes que
acabe de comer y beber. 4 Cuando se acueste,
fíjate bien en el lugar en que se haya acostado.
Después vas, descubres un sitio a sus pies y te
acuestas. Y él mismo te indicará lo que debes



Biblia de Jerusalén. Ed. Desclée de Brouwer, 2009


RUT
 
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IPB-SCA


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hacer.» 5 Ella le respondió: «Haré todo lo que me
dices.»


6 Bajó a la era e hizo todo lo que su suegra le


había mandado. 7 Booz comió y bebió, y sintió el
corazón alegre. Entonces fue a acostarse junto al
montón de cebada. Vino ella sigilosamente,
descubrió un sitio a sus pies y se acostó. 8 A
media noche sintió el hombre un escalofrío, se
volvió y notó que había una mujer acostada a sus
pies. 9
Preguntó: «¿Quién eres tú?»; ella
respondió: «Soy Rut, tu sierva. Extiende sobre tu
sierva el borde de tu manto, porque tienes
derecho de rescate.» 10 Él dijo: «Que Yahvé te
bendiga, hija mía. Tu segundo acto de lealtad ha
sido mejor que el primero, porque no has
pretendido a ningún joven, pobre o rico. 11 Y
ahora, hija mía, no temas; haré por ti cuanto me
digas, porque toda la gente de mi pueblo sabe
que eres una mujer virtuosa. 12 Ahora bien: es
verdad que tengo derecho de rescate, pero hay
un pariente más cercano que yo que tiene este
derecho. 13 Pasa aquí esta noche, y mañana, si él
quiere ejercer su derecho, que lo ejerza. Pero, si
se niega, te rescataré yo. ¡Lo juro por Yahvé!
Acuéstate hasta el amanecer.» 14 Se acostó ella a
sus pies hasta la madrugada. Él se levanto a la
hora en que todavía un hombre no puede
reconocer a otro, pues se decía: «Que no se sepa
que la mujer ha venido a la era.» 15 Él dijo: «Trae
el manto que tienes encima y sujeta bien.» Sujetó
ella, y él tomó seis medidas de cebada, se las
puso a cuestas y luego entró en la ciudad.


16 Cuando volvió donde su suegra, le dijo ésta:


«¿Cómo te ha ido, hija mía?» Entonces le contó
cuanto el hombre había hecho por ella, 17 y
añadió: «Me ha dado estas seis medidas de
cebada y me ha dicho: ‘No debes volver de vacío
donde tu suegra.’» 18 Noemí le dijo: «Quédate
tranquila, hija mía, hasta que sepas cómo acaba
el asunto. Este hombre no parará hasta concluirlo
hoy mismo.»
Booz se casa con Rut
4 1 Booz subió a la puerta de la ciudad y se sentó
allí. Acertó a pasar el pariente del que había
hablado Booz, y éste le dijo: «Acércate y siéntate
aquí, fulano.» El otro fue y se sentó. 2 Reunió
luego a diez ancianos de la ciudad y les dijo:
«Sentaos aquí.» Ellos se sentaron. 3
Dijo
entonces al que tenía el derecho de rescate:
«Noemí, que ha vuelto de los campos de Moab,
vende la parcela de campo de nuestro pariente
Elimélec. 4 He querido hacértelo saber y decirte
que la adquieras en presencia de los aquí
sentados, en presencia de los ancianos de mi
pueblo. Si vas a rescatar, rescata; si no vas a
rescatar, dímelo para que yo lo sepa, porque
después de ti soy yo quien tiene derecho de
rescate.» Él respondió: «Yo rescataré.» 5 Booz
añadió: «El día que adquieras la parcela para ti
de manos de Noemí tienes que adquirir también a
Rut, la moabita, mujer del difunto, para perpetuar
el nombre del difunto en su heredad.» 6
El
pariente dijo entonces: «En esas condiciones no
puedo rescatar, porque podría perjudicar mi
herencia. Usa tú mi derecho de rescate, porque
yo no puedo.» 7 (Antes en Israel, en caso de
rescate o de cambio, para dar fuerza al contrato,
había la costumbre de quitarse uno la sandalia y
dársela al otro. Ésta era la manera de testificar en
Israel.) 8 El que tenía el derecho de rescate dijo a
Booz: «Adquiérela para ti.» Y se quitó la sandalia.


9 Entonces dijo Booz a los ancianos y a todos los


presentes: «Testigos sois vosotros hoy de que
adquiero todo lo de Elimélec y todo lo de Quilión y
Majlón de manos de Noemí, 10 y de que adquiero
también a Rut la moabita, la que fue mujer de
Majlón, para que sea mi mujer, a fin de perpetuar
el nombre del difunto en su heredad y que el
nombre del difunto no sea borrado entre sus
parientes y en su localidad. Vosotros sois hoy
testigos.» 11 Toda la gente que estaba en la
puerta y los ancianos repondieron: «Somos
testigos. Haga Yahvé que la mujer que entra en tu
casa sea como Raquel y como Lía, las dos que
edificaron la casa de Israel.
Hazte poderoso en Efratá
y sé famoso en Belén.


12 Sea tu casa como la casa de Peres, el que


Tamar dio a Judá, gracias a la descendencia que
Yahvé te conceda por esta joven.»


13 Booz tomó a Rut, que se convirtió en su mujer.


Booz se unió a ella, y Yahvé hizo que concibiera y
diera a luz un niño. 14 Las mujeres dijeron a
Noemí: «Bendito sea Yahvé, que no ha permitido
que te falte hoy uno que te rescate para perpetuar
su nombre en Israel. 15 Será el consuelo de tu
alma y el apoyo de tu ancianidad, porque lo ha
dado a luz tu nuera, que tanto te quiere, y que es
para ti mejor que siete hijos.» 16 Tomó Noemí al
niño y lo puso en su seno, y se encargó de criarlo.


17 Las vecinas le pusieron el nombre de Obed,


pues dijeron: «Le ha nacido un hijo a Noemí». Es
el padre de Jesé, padre de David.
Genealogía de David.


18 Éstos son los descendientes de Peres. Peres


engendró a Jesrón; 19 Jesrón engendró a Ram;
Ram engendró a Aminadab; 20
Aminadab
engendró a Najsón; Najsón engendró a Salmón;


21 Salmón engendró a Booz; Booz engendró a


Obed; 22 Obed engendró a Jesé; Jesé engendró a
David




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