Introducción al AT. Los libros históricos
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1. Introducción. ¿Cuáles son los libros históricos?
2. Los cuatro profetas anteriores
La historia "deuteronomista"
La profecía "preclásica"
Los profetas de los libros históricos
Breve síntesis de los profetas anteriores
3. Los "otros" libros históricos
Las historias de Rut y Ester
La historia "cronista"
4. Para seguir estudiando
Introducción al Antiguo Testamento
Sesión 4. Los libros históricos
Basauri, 2010 Lidia Rodríguez Fernánde
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Introducción al AT. Los libros históricos
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Si seguimos el índice de nuestras Biblias, observam
os que los que los
cristianos llamamos “libros proféticos” se sitúan a
l final del Antiguo
Testamento: después del Pentateuco, de los Libros H
istóricos y de los
Poéticos y Sapienciales llegamos a los libros de Is
aías hasta Malaquías,
cerrando la obra. Sin embargo, la Biblia Hebrea, es
decir, nuestro Antiguo
Testamento tal y como lo entienden los judíos, no s
ólo considera libros
proféticos a Amós, Jeremías, etc., sino que también
denomina a la mayor
parte de lo que nosotros consideramos “libros histó
ricos” como
“profetas”, en concreto, “profetas anteriores”:
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Profetas anteriores
Libros históricos
Josué
Jueces
1-2 Samuel
1-2 Reyes
Josué
Jueces
Rut
1-2 Samuel
1-2 Reyes
1-2 Crónicas
Esdras
Nehemías
Ester
Profetas posteriores
Libros proféticos
Profetas mayores
Isaías
Jeremías
Ezequiel
Isaías
Jeremías
Lamentaciones
Ezequiel
Daniel
Los Doce
Profetas menores
Oseas, Joel, Amós,
Abdías, Jonás, Miqueas,
Nahún, Habacuc,
Sofonías, Hageo,
Zacarías, Malaquías
Oseas, Joel, Amós,
Abdías, Jonás, Miqueas,
Nahún, Habacuc,
Sofonías, Hageo,
Zacarías, Malaquías
Apreciamos que Josué, Jueces, 1-2 Samuel y 1-2 Reye
s figuran en la primera
columna entre los “profetas anteriores”. Los “profe
tas posteriores”
hebreos son nuestros profetas: Isaías, Jeremías, Ez
equiel –los “profetas
mayores”, salvo Daniel– y el grupo de los Doce, los
“profetas menores”.
Nuestras ediciones incluyen entre los libros profét
icos a Lamentaciones y
Daniel, aunque los judíos los colocan en la colecci
ón de los Escritos o
“Ketubim”, y lo mismo sucede con Rut, 1-2 Crónicas,
Esdras, Nehemías y
Ester.
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Abre la
Biblia
por el índice y
compara el
orden de los
libros del
Antiguo
Testamento con
el esquema del
canon judío.
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¿A qué se debe esta diferente clasificación? Debemo
s comenzar con una
puntualización: por profetas anteriores no nos refe
rimos a los diferentes
personajes que aparecen en estos escritos –Samuel,
Dan, Elías, etc.–, sino a
los escritos en sí mismos. Este título de profetas
anteriores se explica, en
parte, porque la tradición judía atribuía la autorí
a de estos textos a
determinados profetas: Josué habría escrito el libr
o que lleva su nombre;
Samuel, los libros de Jueces y 1-2 Samuel; el profe
ta Jeremías, 1-2 Reyes.
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Pero la razón fundamental para considerarlos escrit
os proféticos es otra.
Muy pronto, los judíos percibieron la estrecha rela
ción que existía entre
estos libros y el mensaje de los profetas –de hecho
, un buen número de
profetas con libro encaja en el marco temporal de l
os libros de 1-2 Reyes,
¡y 22 capítulos de los 47 que componen la obra está
n dedicados a relatos
proféticos!–. Para la comunidad judía, estos libros
no constituían una
historia
profana
, sino que eran testigos de la actuación de Yahvé e
n el
mundo y de su fidelidad a las promesas, y llamaban
a Israel a no traicionar
los compromisos de la Alianza.
Este cambio de clasificación de “libros históricos”
a “profetas anteriores”
no es, por tanto, de poca importancia, ya que influ
ye directamente en la
forma como nos acercamos a los textos. Los cristian
os podemos cometer
el error de considerar que el interés básico de Jos
ué a 2 Reyes es el de
informarnos objetivamente sobre una serie de aconte
cimientos y confundir
estos libros con documentos o fuentes primarias de
la investigación
histórica, como si se tratara de una especie de enc
iclopedia o “base de
datos” científica de la antigüedad.
Pero el deseo de los escritores del Antiguo Testame
nto fue más bien el de
presentar los momentos más significativos de la rel
ación de Dios con su
pueblo en clave de fe, como historia de salvación,
y no como una sucesión
“objetiva” –si es que esto fuera posible– de aconte
cimientos. Los autores
bíblicos seleccionan sus fuentes, esquematizan y si
mplifican los hechos,
emiten juicios de valor sobre los protagonistas, re
saltan las intervenciones
de Dios en el transcurso de la historia humana, etc
. Esto significa que la
verdadera preocupación de Josué a 2 Reyes –exceptua
ndo el librito de Rut–
no es relatar de forma aséptica la historia de Isra
el, sino interpretar el
pasado del pueblo a la luz de unas preocupaciones y
unos principios
teológicos muy concretos: los que se encuentran en
el libro del
Deuteronomio, de ahí que se les conozca como “histo
ria deuteronomista”.
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Cf
. Flavio Josefo,
Contra Apión
1,8;
Baba Bathra
14b.15a, del Talmud babilónico.
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Los cuatro profetas anteriores –Josué, Jueces, 1-2
Samuel y 1-2 Reyes–
constituyen un relato unificado que se adentra en l
a historia de Israel, desde
la posesión de la tierra prometida hasta el exilio,
reflexionando sobre las
causas del drama nacional que supuso la destrucción
de Jerusalén el
587/586 a.C. bajo el imperio babilónico y las consi
guientes deportaciones.
Como decíamos, su reflexión se realiza a partir de
las categorías del libro
del Deuteronomio, especialmente del llamado “código
deuteronómico” (Dt
12-26), tratando de iluminar el presente del pueblo
; los relatos
protagonizados por los profetas forman parte de las
lecciones que todavía
le quedan por aprender al Israel disperso.
Uno de los grandes hilos conductores que estructura
los libros es el
esquema profecía-cumplimiento: la palabra de los pr
ofetas se cumple en la
historia, mostrando así la fidelidad de Dios a sus
promesas. Por contra, el
pueblo ha incumplido sus pactos de la alianza; esto
s libros retrotraen al
comienzo de la institución monárquica los problemas
de su época, e
imbuido de la enseñanza de los profetas denuncia la
infidelidad del pueblo,
especialmente del rey. El exilio es por tanto resul
tado de la culpabilidad del
pueblo y el cumplimiento de la predicación de los p
rofetas; la gran lección
para el pueblo es que la conversión es el único med
io para regresar a la
tierra.
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Un solo Dios
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Compara Dt
6:4-5 con las
duras críticas de
idolatría en Jue
2:12-13; 1 Re
22:42-43.
Un solo
templo en
Jerusalén
.
Compara Dt
12:5-6 con las
críticas a los
altozanos de 1
Re 12:25-30.
Una tierra
prometida
que exige el
cumplimien-
to de la
alianza
.
Compara Dt
4:25-26 con 2
Reyes 21.
Esquema en F. García,
El Deuteronomio. Una ley
predicada
. Verbo Divino, Estella, 1989, 12
Introducción al AT. Los libros históricos
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Otro de los grandes temas, sobre todo en el caso de
Elías (cuyo nombre ya
es en sí mismo una confesión de fe, Yahvé es mi Dio
s), es el monoteísmo
explícito. 1-2 Re refleja de forma programática el
enfrentamiento entre la fe
yahvista y el culto idolátrico, simbolizado en los
baales y las aseras. La
segunda gran lección para el pueblo es que Yahvé es
un dios celoso que
exige el cumplimiento de la alianza y que no está d
ispuesto a compartir la
lealtad de Israel.
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Una de las clasificaciones más extendidas en los es
tudios bíblicos es la que
distingue entre los “profetas preclásicos” –de los
siglos XI-IX a.C.– y los
“profetas clásicos” –de los siglos VIII-IV a.C.–. E
sta distribución se justifica
por el hecho de que durante el siglo VIII coinciden
cuatro grandes profetas
que por primera vez darán lugar a una obra literari
a que llevará su nombre
y que tendrá unas características propias: Amós y O
seas en el Norte, e
Isaías y Miqueas en el Sur; por ello, a menudo se h
abla del “siglo de oro” de
la profecía.
Esta profecía preclásica abarca, por tanto, desde e
l asentamiento en
Palestina hasta el tiempo de Amós, durante el reina
do de Jeroboam II. Los
libros históricos empiezan su relato con el último
protagonista del
Pentateuco, Josué, y nos conducen desde la conquist
a del territorio de
Palestina, pasando por la formación del reino de Is
rael, la guerra que dividió
en dos el reino, y finalmente los grandes imperios
que acabaron con los
reinos de Israel y Judá y deportaron al pueblo, has
ta llegar a los últimos
libros que nos cuentan cómo el pueblo de Dios volvi
ó a la tierra prometida.
En todo este continuo histórico podríamos distingui
r tres periodos:
1.
Periodo premonárquico o período de los Jueces. El e
jemplo más
claro lo encontramos en Débora (Jue 4-5), quien gob
ierna a Israel –
lo cual consistía, sobre todo, en fallar pleitos y
zanjar disputas– y se
la presenta como profetisa.
2.
La transición hacia la monarquía, con los gobiernos
de Saúl y David.
En este periodo encontramos a figuras individuales
como Samuel,
Gad, Natán, etc., y a grupos o hermandades de profe
tas extáticos.
3.
Tras la muerte de Salomón (ca. 930 a.C.), y con el
reino ya dividido,
habremos de esperar a Jeroboam II, en el norte, par
a que coincidan
la actividad del último profeta preclásico (Jonás d
e Abitai) y el
primer libro del profeta clásico (Amós).
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