Omnipotente y sempiterno Dios, que
no excluyes de Tu Misericordia ni
aún a los pérfidos judíos: oye lo
s ruegos que te dirigimos por la
ceguedad de aquel pueblo, para que
reconociendo la luz de Tu verdad,
que es Jesucristo, salgan de sus tini
eblas. Por el mismo Dios y Señor
Nuestro."
“Penetrad en las moradas de aquel pu
eblo, y veréis la miseria espantosa
que lo aflige. Hallaréis a los padres
haciendo leer a sus hijos un libro
misterioso que a su vez lo harán también leer los hijos a sus hijos.”
Chateaubriand
EL TALMUD: CÓDIGO SAGRADO Y SECRETO
Lo cierto es que, aunque los
judíos no exhiben el Talmud, o
conjunto de libros que lo integr
an, más bien lo ocultan, es
considerado por ellos como una
ley propia y superior, y su
'existencia es tan real como el cr
imen ritual mismo. Y el Talmud no
es otra cosa más que un conjunt
o de disposiciones y reglas de
conducta, de muy obligado y severo
cumplimiento para el judío, en
donde lo religioso no es materi
a única, y más bien secundaria; en
donde todo está en abierta contradi
cción con la moral cristiana, y en
donde todo aparece escrito y con la
suficiente claridad, acerca de la
consideración y el posible asesinato de los goim, los no judíos [i].
Basta esta sola cita del Talmud
para formar criterio y emitir un
juicio ponderado:
Sólo el judío es humano, todos lo
s demás no judíos son animales.
Son bestias con forma humana. Cu
alquier cosa es permitida que
esté en contra de ellos. El judío puede mentirles, trampearlos y
robarlos. Puede violarlos y asesinarlos.
Pudiendo comprobarse que principi
os semejantes se reiteran en
varios libros del Talmud, como veremos más adelante [ii].
Y esto, aunque parezca inverosímil,
es real y está escrito, y lo
escrito, escrito está. Quod scrip
si, scripsi; verba volant, scripta
manent.
Por consiguiente, el Talmud resu
lta ser un amplio texto escrito
punible por si mismo en muchís
imas de sus partes, ya que su
contenido ha desbordado la mente humana, el ámbito de la
intencionalidad o de los malo
s pensamientos, traspasando lo
probable y cayendo dentro de lo
comprobable o verificable. Ello
aparte las muchas frases inju
riosas contra otras religiones,
particularmente las cristianas y musulmana, sin que las palabras ni
el espíritu con que se utilizan
permitan tampoco la menor duda
acerca de la intención injuriosa, (quando verba sunt per se
injuriosa, animus injuriandi praesumitur).
Hemos de continuar, pues, adel
ante, con el examen del único
código sagrado de los judíos, an
tes de sentar que su reprobable
contenido es un hecho inconcuso;
que está en abierta contradicción
con la ley mosaica, en la que dice
n que se inspira, así como con el
Antiguo Testamento, y por descontad
o contra el Nuevo, porque ni
siquiera lo admite, y por consig
uiente, en pugna con el alegato
aducido por los defensores de Isra
el, de que sus leyes no prescriben
la efusión de sangre. Por el contra
rio, el Talmud preconiza el crimen
y lo justifica.
CONSIDERACIONES SOBRE EL ORIGEN E
IMPORTANCIA DEL TALMUD
Parece necesario, por consiguien
te, hacer una referencia mucho
más amplia al Talmud, para saber
de él y averiguar, sin lugar a
dudas, la opinión que a través del
mismo tienen los judíos sobre los
no judíos, y el comportamiento a que les compele a todos los
israelitas en general, y a los sionistas en particular.
Digamos de entrada que el Talmud es una voz hebrea derivada a su
vez de lamud, que significa ense
ñanza, y recoge, por escrito, la
tradición oral judía sobre diversas
materias: religiosas, sociales, e
incluso políticas y de medicina.
Por Talmud, se conoce, pues, una
vasta compilación de los precepto
s enseñados por los rabinos más
autorizados o maestros de la le
y, (khakhams o doctores), sobre
varias materias, recogiendo y ex
plicando completamente toda la
ciencia y enseñanza del pueblo ju
dío, ya milenaria; y que, los
israelitas, vienen observando tan ri
gurosamente, si no más, que la
propia ley de Moisés o Pentatéuco.
Los exégetas concuerdan en consid
erar a Moisés como el autor del
Pentatéuco, esto es, de los ci
nco primeros libros del Antiguo
Testamento (Génesis, Éxodo, Le
vítico, Números y Deuteronomio),
que si no llegó a redactarse
todo por él completamente,
interviniendo otros, dadas ciertas diferencias que se señalan,
particularmente de estilo y las vari
as denominaciones que se le dan
a Dios, al menos 33 nombres dife
rentes, si se hizo bajo su
dirección. Como también se acepta generalmente que Moisés utilizó
escritos ya anteriores a él, así co
mo cierta tradición oral. Y dada la
pretendida inspiración del Talmud
en la ley mosaica, y basándose
en ello, surgen diferencias,
toda vez que algunos escritores
-incluidos rabinos-, sostienen
que los preceptos rabínicos -o
talmúdicos- proceden de Moisés,
mientras que otros le atribuyen
una mayor antigüedad, como el alem
án J. Streicher, para quien las
leyes talmúdicas provienen de hace más de 3.000 años, y -dice-,
son tan válidas hoy como lo fueron entonces.
El caso es que, los israelitas, quienes llaman al Pentatéuco
simplemente: La Ley o Torá, le da
n más valor a las interpretaciones
talmúdicas que a todo el Anti
guo Testamento, incluido, por
supuesto, el Pentatéuco, al que es
timan mucho menos. Es decir, el
valor de la Ley (mosaica) es inferior al del Talmud.
Para sostener esto último, domina
una corriente rabínica según la
cual, argumentan que, Moisés, al
subir al monte Sinaí para recibir
del mismo Dios la ley escrita sobre
las doce tablas de piedra con los
mandamientos, también recibió las interpretaciones de la misma, o
sea, la ley oral; pues de otra manera no necesitaba permanecer
tanto tiempo en el monte, por cuan
to Dios le pudo haber entregado
la ley escrita en un solo día. Y tratan de apoyar esta tesis
recurriendo al Éxodo, (cap. 24, 12)
, en donde se refiere el mandato
de Dios a Moisés:
«Dijo Yavé a Moisés: Sube a lo alto
del monte en donde estoy y detente
allí. Yo te daré unas tablas de pied
ra con la ley y los mandamientos que
tengo escritos en ellas, a fin de que los enseñes al pueblo.»
Los doctores de la ley -rabínicos
- interpretan que en este pasaje
bíblico, las palabras tablas de piedra significan los diez
mandamientos; que la ley si
gnifica el Pentatéuco; los
mandamientos significa la «Misná;
que tengo escritos en ellas, los
profetas y los hagiógrafos; y a fi
n de que los enseñes al pueblo, la
«Guemará». Y así consta en el
libro llamado «Berakhoth», el
primero del Talmud.
Hay que distinguir, por lo tanto,
entre tradición oral y tradición
escrita. Es decir, tradición bíblic
a anterior y posterior a Moisés. La
tradición oral de los preceptos ta
lmúdicos, vinieron transmitiéndose
mezclados con los de la Cába
la entre los judíos. Cábala,
etimológicamente en hebreo significa eso: tradición.
Las diferencias que se señalan en
tre Talmud y Cábala, son las de
que, mientras los preceptos
talmúdicos son dados para el
conocimiento y dominio del com
ún de los judíos, con carácter
secreto para todos los demás,
y sin perjuicio de que sus
interpretaciones queden reservadas
para los doctores de la ley; la
doctrina cabalística fue depositada
en una minoría judía, elitista, y
su enseñanza es dirigida exclus
ivamente a personas seleccionadas
entre estos mismos, generalmente
rabinos. La enseñanza talmúdica
es exotérica; la cabalística, to
talmente esotérica u oculta. Y
mientras, las enseñanzas talmúdic
as son de inspir
ación monoteísta
con marcado acento egoísta, ba
sadas en el monoteísmo de la
misma ley mosaica, la Cábala es
netamente panteísta, basada en
las costumbres de Caldea, Egipto
y otros pueblos antiguos, que
adoraban a los ídolos e incluso a los diez principales demonios,
practicaban la magia, la cartomancia y otras ciencias ocultistas o
supersticiosas, y desde luego ofrendaban niños a los dioses.
ANTECEDENTES CABALÍSTICOS DE LA MASONERÍA
Lo que sí se puede afirmar igualmente y sin el menor temor a errar,
es que los dogmas filosóficos y rituales de la Cábala, se fueron
transmitiendo hasta nuestros días a
través de la masonería, la que
los mantiene igual que hace sigl
os. Ha de hacerse notar que la
masonería, tal como la conocemos
actualmente, afloró en el año
1717 en Inglaterra, mas, es muy an
terior, puesto que nació de una
secta secreta fundada por nueve
judíos en el año 43 después de
Cristo, bautizada con el nombre de
La Fuerza Misteriosa, con dos
propósitos principales: El prim
ero, combatir a los nazarenos de
creciente expansión, y contrariar
sus predicaciones. Y el segundo,
conservar la influencia política israelita.
En medio del confusionismo exis
tente, o que pretende crearse,
sobre el origen de la masonería,
creemos que es decisivo lo que al
respecto dio a conocer el judío br
asileño de procedencia rusa, Jorge
Samuel Laurant, bajo el titulo: La
Disipación de las Tinieblas o el
Origen de la Masonería. Este La
urant, descendiente de uno de los
nueve judíos fundadores de la se
cta, fue el último heredero y
depositario de esta historia familiar, la cual vino recogiéndose por
sus antepasados con anotacio
nes sobre uno de los mismos
documentos originales de la fund
ación, y fue publicada por primera
vez a finales del siglo XIX, en francés, después vertida al árabe y
turco, por el libanés ortodoxo Aw
ad Khoury, con la mediación del
entonces presidente de la Repúblic
a de Brasil, Doctor Prudente José
de Moraes Barros (1841-1902), de
quien Khoury era el «Encargado
de Negocios privados de S.E. o pr
ésidente da República dos Estados
Unidos do Brazil»; y más reciente
mente traducida al español por
Ivan Zodca, en La Argentina en 1962 [iii].
Los nombres de los otros herederos o depositarios de aquel pacto
secreto, de los ochos restantes fundadores, todavía se desconocen.
El bisabuelo de dicho Laurant,
que ya se había convertido al
cristianismo protestante por influe
ncia de su esposa, y decidido a
desvelar este misterio, fue as
esinado, sin que posteriormente
pudiese descubrirse jamás al auto
r o autores. Resulta curioso leer
en tal libro, lo que dejó escrito un
judío que llegó a alcanzar la más
alta graduación masónica: «Sin
embargo, el esclavo conoce a su
amo, pero nosotros, en cambio,
no conocemos a quien nos ordena,
y le obedecemos ciegamente».
Monseñor León Meurin, jesuita,
arzobispo de Port Louis en
Madagascar, afirma en su obra
Filosofía de la Masonería: «La
doctrina cabalística no es en el fondo más que el paganismo en
forma rabínica; y la doctrina ma
sónica, esencialmente cabalística,
no es otra cosa que el antiguo
paganismo reavivado, oculto bajo
una capa rabínica y puesto al servicio de la nación judía». Más
adelante, también emite este juic
io: «La doctrina del Talmud es
para el judío la teología moral, como la Cábala es la teología
dogmática». Y en otro lugar
aún vuelve con la siguiente
observación: «Examinemos las doctrinas y la alta dirección de la
Orden, y en todas partes encont
raremos a los judíos. Los emblemas
y enseñanzas de las logias muestran, sin lugar a dudas, que la
Cábala es la doctrina, el alma, la
base y la fuerza oculta de la
masonería» [iv].
Nicolás Serra y Caussa, escribe tamb
ién a este respecto en su obra
El Judaísmo y la Masonería: «El in
ventor, fundador o introductor del
sistema masónico, si no fue judío
por la circuncisión, tan judío era
de corazón como los mejores ci
rcuncidados; pues la masonería
respira judaísmo por los cuatro costados».
Luego cita Nicolás Serra la opinión de un judío, de José Lehmann,
después sacerdote católico, recogiéndole estas palabras sobre el
particular: «El origen de la fr
ancmasonería debe atribuirse al
judaísmo; no ciertamente al judaís
mo en pleno, pero, por lo menos
a un judaísmo pervertido».
El historiador judío francés Bernar
d Lazare, escribió a finales del S.
XIX: «Es evidente que sólo hubo ju
díos, y judíos cabalistas, en la
cuna de la masonería».
Por su parte, el rabino Isaac Wi
se escribió en 1855: «La masonería
es una institución judía, cuya hi
storia, grados, cargos, señales y
explicaciones, son de carácter judío desde el principio hasta el fin».
El filósofo alemán Fischer anotó
en 1848 esta otra observación: «La
gran mayoría de la orden masónica
no admite al cristianismo, sino
que lo combate a punta de cuchillo;
y la prueba de ello la tenemos
en la admisión de todos los judíos en las logias».
Otra perspectiva digna de teners
e en cuenta sobre la influencia
judía en la masonería, es la que
hace el ex masón M. J. Doinel,
quien después de haber militado en el Gran Oriente de Francia, y ya
convertido al cristianismo, sienta
lo siguiente: «Los masones se
lamentan de la dominación que lo
s judíos ejercen en las logias, en
los Grandes Orientes, en todos los
'puntos del triángulo', en todas
las naciones, en toda la extensión
de la tierra. Su tiranía se impone
en el terreno político y financiero. Desde la Revolución Francesa han
invadido las logias y actualmente la
invasión es total. Así como la
masonería es un Estado dentro del
Estado, así los judíos forman una
masonería dentro de la masonería.
El espíritu judío reina en los
'talleres' con la metafísica de Lu
cifer, y guía la acción masónica,
totalmente dirigida contra la Iglesi
a Católica, contra su jefe visible,
el Papa, y contra su jefe invisibl
e, Jesucristo; repitiendo el grito
deicida: ¡Crucifícalo! La Sinagoga
en el pensamiento de Satanás
tiene una parte preponderante, in
mensa. Satanás cuenta con los
judíos para gobernar la masonerí
a, como cuenta con la masonería
para destruir a la Iglesia».
Pero la mejor caricatura de estos ilusos y siervos soñadores, quizás
la haya trazado el judío húngaro
Teodoro Herzl, famoso por ser el
padre de la moderna doctrina sion
ista, escritor y periodista, quien
convocó y presidió el primer congre
so sionista celebrado en Basilea
en cuya ocasión afirmó: «Las logi
as masónicas establecidas en todo
el mundo se prestarán a ay
udarnos en lograr nuestra
independencia. Es que aquellos ce
rdos, de los masones no judíos,
no comprenderán jamás el objeto final de la masonería».
Otro importante personaje de la cabalística esotérica hebrea, ni
financiero ni hombre público, el
judío francés Saint-Yves d'Alveydre
(1849-1909), el teórico y maestro, formulador de la llamada
doctrina de la Sinarquía, antecede
nte inmediato de la sionista, y por
consiguiente de las líneas maestras
del futuro Gobierno Mundial, no
oculta su criterio sobre aquellos
ilusos, escribiendo en uno de sus
libros (Misión de los Judíos, en
1884): «Si se dejara en manos de
masones y papanatas el plan arquit
ectural y su ejecución, jamás se
levantaría el monumento » [v].
Pudiéramos aportar otros muchos cr
iterios autorizados, pero sobre
este extremo, no vamos a insist
ir más puesto que no es nuestro
propósito hacer aquí un examen de
la masonería ni mucho menos
de los crímenes de la masonería. Baste ahora hacer la observación,
para concluir, de no difícil compro
bación, de que ni la masonería en
su conjunto, ni un solo masón si
quiera ocasionalmente, al menos
durante su militancia, haya he
cho o dicho lo más mínimo que
pudiese dañar o simplemente molest
ar a los judíos o a su política
imperialista. Por el contrario, sa
ntifican cualquier atrocidad judía,
como los brutales y sucios asesinat
os de palestinos que se suceden
mes tras mes, actitud que inclus
o encuentra eco en la misma ONU,
con su visible tolerancia, no pasand
o de las fórmulas de consuelo y
condena, cuando de cr
ímenes y ocupaciones de territorios ajenos,
por los judíos se trata.
Se le achaca a la ONU el ser una
institución de inspiración judía,
pero al menos, por lo que se ve
, es la caja de resonancia del
imperialismo sionista, normalment
e a través del norteamericano, o
mejor, del angloamericano, que se limita a pedir «mayor
moderación» ante los excesos sion
istas, o veta propuestas que
ponen claramente de manifiesto que, en tal Organización, la
igualdad, democracia y justicia, no
tienen el mismo significado para
todas las naciones integrantes,
como tampoco para los judíos o
medio judíos, unidos por los mismos
lazos y sentimientos sionistas
[vi].
También hay que decir que, la ma
sonería siempre fue tanto de la
mano del capitalismo como de su
secretismo. Y aun del comunismo,
salvo en aquellos países en donde éste queda impuesto, porque
entonces la masonería comienza
a ser cercenada. ¡Consumada la
traición ya no es menester el tr
aidor! Véase si no el ejemplo de
Rusia durante los últimos 70 años,
en donde la masonería ha estado
totalmente prohibida.
Por otra parte, en relación con la
s guerras y su explotación, veamos
lo que opina Henry Ford, el fa
moso industrial norteamericano
inventor del automóvil que lleva
su nombre, y escritor, comentando
en uno de sus artículos periodísti
cos publicado en el Daily Mail, de
21-9-1923 (luego recogidos en su libro El Judío Internacional):
«
No
necesitamos la Liga de Naciones pa
ra poner fin a la guerra. Poned bajo
control a los cincuenta financiero
s judíos más ricos, que promueven
guerras para su único provecho, y las guerras cesarán
»
[vii].
Por último, hagamos notar sobre este punto que, en el acta de la
sesión del 'convento' (asamblea), del Gran Oriente Francés
celebrado en 1929, se hizo constar esta advertencia:
«Nuestra Orden no puede conser
var su fuerza y valor más que
manteniendo su carácter secreto. El
día en que perdamos nuestro
carácter específico en lo refere
nte a nuestra di
screción y secreto,
nuestra acción en el país habrá finalizado».
Y, para finalizar, digamos qu
e el 20 de febrero de 1959, la
Asamblea Plenaria de Carden
ales, Arzobispos y Obispos de
Argentina, publicaba una declar
ación colectiva recordando la
condena formal de la masonería po
r los Papas, desde Clemente XII
a Pío X, y subrayando que la
francmasonería y el comunismo
persiguen el mismo objetivo, diciendo:
«Para llegar a sus fines, la FrancMasone
ría se sirve de la alta finanza, de
la alta política y de la prensa mundi
al; el marxismo, por su parte, se
sirve de la revolución social y económ
ica contra la patria, la familia, la
propiedad, la moral y la religión».
DE LA TRADICIÓN ORAL A LA ESCRITA
Volvamos a la tradición talmúdic
a y cabalística. El hecho es que
tanto a una historia como a la
otra, se pretende rodearlas de
misterio e incluso ocultarlas. Una
corriente rabínica sostiene que
Moisés transmitió la ley oral a Josías; Josías a su vez la transmitió a
los setenta ancianos (o sabios); es
tos ancianos a los profetas, y los
profetas a la Gran Sinagoga;
posteriormente pasó en forma
sucesiva a ciertos rabinos, hasta qu
e ya no fue posible retenerla por
más tiempo oralmente.
Pero aparte estas especulaciones dogmáticas aportadas por los
propios judíos, lo cierto es que uno
s y otros preceptos, talmúdicos y
cabalísticos, fueron siendo reco
gidos por escrito casi al mismo
tiempo. Primero se recoge la doct
rina cabalística, por el filósofo
Filón el Judío (13 a.C.-54 d.C.),
de Alejandría; y poco después la
talmúdica por el rabino Jehudá, desde finales del siglo II y principios
del III, entre el año 190 y el 220, aunque ya antes de Cristo
existían en Palestina colegios qu
e enseñaban Talmud. Alguno afirma
que empezó a redactarse después de la destrucción de Jerusalén.
El primero que le dio forma al
Talmud, fue por consiguiente, el
rabino Jehudá o Yehudá ha Nasí [viii]
, pero no totalmente a todo él,
sino a la primera parte del mismo, conocida por la Misná, segunda
ley o ley repetida, también así lla
mada porque es un comentario a
la primera ley o ley de Moisés. Je
hudá llevó a cabo una recopilación
de todo cuanto había escrito sobr
e la materia, anterior a él, así
como recensión de lo legado or
almente, ordenándolo y dándole
forma, y dividiéndolo en seis pa
rtes o códigos, cada código en
libros, y, los libros en capítulos.
Estas seis partes o códigos de la
Misná -seguimos aquí a Pranaitis-,
son las siguientes [ix]:
I. ZERAIM:
Sobre la agricultura: semillas, frutas, hierbas, árboles, y
uso de las frutas. Contiene once libros [x].
II. MOED:
Sobre las fiestas: tiempo
en que deben comenzar y
finalizar, y cómo celebrar tanto el
sabat como las otras festividades.
Contiene doce libros [xi].
III. NASCHIM o Nasim:
Trata del matrimonio, las mujeres, repudio
de las esposas, sus deberes,
relaciones matrimoniales, y
enfermedades. Consta de siete libros [xii].
IV. NEZIKIN:
Sobre Derecho penal y civil, penalidades e
indemnizaciones. Consta de diez libros [xiii].
V. KODASCHIM:
Concerniente al Derecho
religioso o sagrado, los
sacrificios y los ritos. Once libros [xiv].
VI. TOHOROTH:
Concerniente a las purifi
caciones e higiene. Trata
sobre la suciedad y purificación de
las embarcaciones, ropa de cama
y otras cosas. Consta de doce libros [xv].
LAS PARTES DEL TALMUD
El talmud no es, pues, un sólo
libro como parecen dar a entender
algunos escritores que lo citan,
sino por el contrario, un extenso
cuerpo de obra que abarca 63 lib
ros en total, como acabamos de
ver, distribuidos en 613 capítulos [xvi
]. Casi tantos como la Biblia. Y
consta de dos grandes partes: la
Misná, la primera parte, a que
acabamos de referirnos; y la
Guemará, que es una glosa a la
anterior, es decir, un comentario
del comentario. En realidad, estas
dos partes van en cada libro; la
segunda a continuación de la
primera, o incluso intercalada con ella.
Redactada la Misná, ésta fue sien
do objeto de estudio y enseñanza,
particularmente entre los siglos II y V, por las dos escuelas o
academias rabínicas más importantes de aquel entonces, la
palestina o de Jerusalén y la babilónica [xvii]. Ese fue el motivo por
el que, sucesivamente, fue reci
biendo más añadidos y ulteriores
comentarios, que, reunidos, vinieron
a constituir la segunda parte o
Guemará.
Cada escuela siguió sus propios méto
dos, y así, dieron nacimiento a
un Guemará doble, que, post
eriormente, tras distintas
interpretaciones y polémicas, concluyó con dos redacciones
distintas. La versión del Guemará de Jerusalén, se debe
principalmente al rabino Jochanan
, quien presidió la sinagoga de
Jerusalén durante ocho años y conc
luyó sus trabajos
en el año 230
d.C. La versión babilónica, sin embargo, se fue compilando por
distintos rabinos y épocas. El rabino
Aschi trabajó en la tarea de su
redacción durante sesenta años -s
e dice-, desde el 327. La siguió
posteriormente el rabino Maremar,
desde el año 427, y la completó
el rabino Ravina alrededor del
año 500. Se acepta generalmente,
que la versión de Jerusalén, por
su brevedad y vaguedad, es más
rehusada por los judíos, en cambio
la babilónica, fue tenida siempre
en más estima por los judíos de todas las épocas.
La Guemará, por consiguiente
, no es más que una suma de
comentarios sobre la Misná. Si bi
en, algunos preceptos de la Misná
no fueron examinados, ya que su ex
plicación se dejó para la venida
de Elías y del Mesías. Pero, por
lo de pronto, la Guemará, no
solamente entró a formar parte de
l Talmud, sino que llegó a más,
llegó a alcanzar una más alta cons
ideración que la Misná y la propia
Torá o Ley mosaica.
Es el Talmud el que viene a aval
ar esta última afirmación. En el
tratado Sopherim (25, 7, fol. 13 b)
, se sienta esta curiosidad: «La
Sagrada Escritura se asemeja al
agua, la Misná al vino, y la
Guemará al vino aromático».
Ya en dos libros anteriores del Ne
zikin -IV parte o código-, se hace
una valoración sobre este particular
. En el libro Baba Metsia (fol. 33
a) se dice al respecto: «Aquellos que se dedican a leer la Biblia
ejercitan una determinada virtud
, pero no mucha; aquellos que
estudian la Misná ejercitan una vi
rtud por la que serán premiados;
pero, no obstante, aquellos que se
dedican a estudiar la Guemará
ejercitan la más grande de las virtudes».
Y en el tratado Sanhedrín (10, 3,
fol. 88 b), se rebaja igualmente a
un segundo plano el valor de la Ley
o Torá, es decir, el Pentatéuco,
la misma Biblia, al establecer que:
«Aquel que quebranta las palabr
as de los escribas peca más
gravemente que aquellos transgresore
s de las palabras de la Ley».
Asimismo, esto aparece sentado en
el libro Erubhin (2º libro del II
código o Moed):
«Hijo mío, presta atención a las palabras de los
escribas antes que a las palabras de la Ley»
.
De donde se deduce claramente, po
r consiguiente, que lo inspirado
tiene más fuerza que la fuente in
spiradora. Las palabras de los
rabinos valen mucho más que las E
scrituras Sagradas. Y de aquí se
desprende que, si los rabinos pr
econizan el crimen -además de
otras cualesquiera barbarid
ades-, en sus aberrantes
interpretaciones del Pentatéuco
, no cabe duda de que sus
enseñanzas son las que valen y se
imponen para todos los judíos.
Resulta deplorable aquel alegato de los defensores de Israel, de que
sus leyes se inspiran en la ley
mosaica, porque lo que realmente
hacen es tergiversar y sobar sobre aquella ley según mejor les
convenga; como los buenos curtidor
es de pieles antes de rematar el
curtido. Y desde luego el Talmud
prescribe el delito como cosa
normal frente a los goim (los no judíos).
Hay que hacer la salvedad de qu
e a los 63 libros del Talmud, a que
ya hemos hecho referencia, se
le han agregado cuatro breves
tratados más, por posteriores e
scritores, pero que no han sido
incluidos en el Talmud corriente
. Destacando Pranaitis, que casi
todas las ediciones del Talmud tien
en la misma cantidad de folios y
la misma disposición del texto; so
lamente varía el tipo de imprenta
o formato, según sea modelo grande o pequeño.
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