domingo, 17 de julio de 2016

Profetas Anteriores – Un Breve Resumen del Contenido y Significado de los Libros Históricos de Josúe a Reyes | P. Arieu Theologies Web

Profetas Anteriores – Un Breve Resumen del Contenido y Significado de los Libros Históricos de Josúe a Reyes | P. Arieu Theologies Web





Profetas Anteriores – Un Breve Resumen del Contenido y Significado de los Libros Históricos de Josúe a Reyes




 
 
 
 
 
 
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Profetas Anteriores – Un Breve Resumen del Contenido y Significado de los Libros Históricos de Josúe a Reyes 

Instituto Bíblico Reformado, por Juan Medendorp


Contenido 


Introducción


I. El Libro de Josué


A. El Llamamiento de Josué (1:1-18)


B. La Conquista de la Tierra Prometida (2:1-13:14)


C. La División de la Tierra Prometida (13:15-21:45)


D. La Despedida de Josué (22-24)


II. El Libro de Jueces


A. La Fuente de las Miserias (1:1-3:6)


B. Los Jueces de Israel (3:7-16:31)


C. El Estado de Israel al Final de la Epoca (17:1-21:25)


III Los Libros de Samuel


A. Samuel, el Ultimo Juez de Israel (1 Samuel 1-7)


B. El Pueblo Pide y Recibe un Rey (1 Samuel 8-14)


C. Saul Es Rechazado, David Es Elegido (1 Sam 15-31)


D. David, Rey de Israel (2 Samuel 1-24)


IV. Los Libros de los Reyes


A. El Reino Unido de Salomón (1 Reyes 1:1-12:24)


B. El Reino Dividido: Jeroboam a Zimri (1 R. 12:25-16:20)


C. El Reino Dividido: El Ministerio de Elías y Eliseo


(1 Reyes 16:21-2 Reyes 15:12)


D. El Reino Dividido: La Cautividad de Israel


(2 Reyes 15:13-17:41)


E. El Reino Dividido: La Cautividad de Judá (2 Reyes 18-25)


Conclusión


Introducción


Este estudio lleva el título “Los Profetas Anteriores.” Este no es un
término muy concocido entre nosotros. Su trasfondo es el estudio
teológico de la Biblia Hebrea, es decir, la versión escrita en el idioma
de los Hebreos. En la Biblia Hebrea hay tres divisiones: La Ley, Los
Profetas y Los Escritos. “La Ley” refiere a los primeros cinco libros de
la Biblia, también conocidos como el Pentateuco. Esa primera división
ya estudiamos en el estudio anterior de esta sección bíblica del pénsum
del Instituto Bíblico Reformado. La segunda división, Los Profetas, se
divide en dos sub-divisiones: Los Profetas Anteriores y Los Profetas
Posteriores.


La división de los profetas de la Biblia en dos partes corresponde a
una división cronológica y también una división literaria. La división
cronológica, es decir, de tiempo, entre los profetas anteriores y los
profetas posteriores cae más o menos entre el séptimo y el octavo siglo
antes de Cristo. Los profetas anteriores cubren mayormente los eventos
desde la entrada en la tierra prometida de Canaan por el pueblo de
Israel, hasta el exilio al comienzo del sexto siglo antes de Cristo.
Principalmente, pues, Los Profetas Anteriores cubren los eventos entre
el siglo trece y el siglo siete antes de Cristo. Los Profetas
Posteriores, en cambio, cubren principalmente los siglos ocho a cuatro
antes de Cristo, aunque en una pequeña parte, corresponden al mismo
período.


La otra división es literaria. Los Profetas Anteriores son libros
históricos, es decir, relatan eventos de la historia de Israel, mientras
que Los Profetas Posteriores relatan las profecías de los grandes
profetas de los reinos de Israel y Judá. Los escritos históricos no caen
dentro del género que nosotros normalmente llamamos profecía. En qué
sentido, pues, podemos decir que Los Profetas Anteriores son profetas?
Si no hay profecía, cómo pueden ser llamados profetas? Aquí vemos algo
de lo amplio que es la profecía bíblica, y lo estrecho que es, muchas
veces, nuestro entendimiento de ella. La profecía es más que un mero
predición del futuro. La profecía es también la capacidad de discernir
el movimiento de Dios en la historia: pasado, presente y futuro. Estos
libros, llamados Los Profetas Anteriores, relatan la historia desde una
perspectiva espiritual. Los escritores de estos libros no únicamente ven
la historia, sino también ven la mano de Dios moviendo en ella. Esta
capacidad y este entendimiento vienen sólo bajo la dirección del
Espíritu Santo. Esta interpretación de los eventos históricos
relacionados con el pueblo de Israel en esa época no es nada menos que
una explicación divina de las causas y los propósitos de estos eventos.


Al leer estos libros será claro al lector que su interpretación
histórica depende directamente de los libros del Pentateuco. En el
Pentateuco, vimos como Dios creó al mundo para que lo glorifique. El ser
humano era clave en la revelación de la gloria de Dios en la creación,
siendo imagen y semejanza de él. Después vimos cuan pronto el ser humano
cayó en pecado, y los desastrosos resultados de ese pecado. A pesar de
todo, Dios sigue adelante con su plan de revelar su gloria en nosotros.
Para implementar ese plan, Dios eligió a Abraham, como padre de muchas
naciones. Eligió también al pueblo de Israel, descendencia de Abraham,
para ser su pueblo modelo en el mundo. Lo liberó de la esclavitud en
Egipto, y le dio la ley escrita por medio de Moisés llevandolo a la
tierra prometida de Canaan para que pudieran vivir según la ley y
demonstrar a todas las naciones la grandeza y la gloria de Jehová.


El libro del Deuteronomio termina cuando el pueblo de Israel estaba a
punto de entrar en la tierra prometida para comenzar su tarea como
pueblo modelo. Al final de este libro, Moisés les exhortaba a guardar
toda la ley, para que pudieran vivir tranquilamente en la tierra que el
Señor su Dios les iba a dar. En su exhortación, Moisés les explicaba lo
bueno que pasaría con ellos si guardaran la ley, y lo malo que les
caería ensima si no la guardaran. Los libros de Los Profetas Anteriores
eran escritos precisamente para demonstrar la verdad de las profecias de
Moises. Claramente estos libros demuestran que cuando el pueblo de
Israel se pegaba a la ley de Dios, Dios bendijo sus propósitos, pero
cuando extravían de esa ley, Dios permitía caer ensima de ellos todo
tipo de calamidad. Los profetas anteriores escribieron precisamente para
proclamar al pueblo de Israel y también a la Iglesia de hoy, que Dios
es fiel a sus promesas. Si nosotros vivimos según su ley,
experimentaremos todo tipo de bendición de la mano de Dios, pero si
violamos esa ley, podemos esperar todo tipo de juicio de la misma mano
de El.


Aquí vemos la importancia de estos libros para la Iglesia hoy día.
Muchas veces ignoramos las historias del Antiguo Testamento, pensando
que sólo tiene que ver con los Judíos y no con nosotros. Pablo dijo una
vez, refiriendose a las historias de Israel, “Mas estas cosas sucedieron
como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como
ellos codiciaron” (1 Corintios 10:6). Las historias de los profetas
anteriores son profecías para la Iglesia de Jesucristo, exhortándonos a
dejar los pecados y sus resultados desastrosos y pegarnos a Jesús,
fuente de ley santa y divina. Así, llenos del Espíritu Santo, nosotros,
que “no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu,”
cumplimos “la justicia de la ley” (Romanos 8:4). No seamos torpres,
aprendamos la lección.


Los Profetas Anteriores abarcan solamente los libros Josué, Jueces, 1
y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes. Los demás libros históricos, a saber, Rut, 1 y
2 Crónicas, Esdras y Nehemías, en verdad pertenecen a la sección de los
Escritos del canon Hebreo. Por eso los consideraremos en otro estudio
bajo el titulo “Escritos Históricos.”


Que Dios les bendiga al estudiar estos libros, para que podamos ver hasta nuestra propia historia de punto de vista de Dios!


1. Cuáles son las tres divisiones del Antiguo Testamento en Hebreo?


La _________________________________________


Los ________________________________________


y Los_______________________________________.


2. La división de Los Profetas se puede dividir en dos partes:


Los Profetas_____________________________


y Los Profetas___________________________.


3. Cuál es la differencia entre Los Profetas Anteriores y Los Profetas Posteriores?


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4. Por qué es importante estudiar la historia de


Israel?________________________________________


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I. El Libro de Josué


Como hemos visto, el libro de Deuteronomio nos deja a la puerta de la
tierra prometida. El pueblo había viajado en el desierto por cuarenta
años, para que la generación desobediente del éxodo muera. Para el
colmo, el mismo Moisés, líder del pueblo en el éxodo y el desierto, tuvo
que morir fuera de la tierra prometida por sus pecados. Cuando el libro
de Deuteronomio cierra, el pueblo está al punto de entrar en el tierra
prometida sin su líder amado, Moisés.


El propósito del libro de Josué es relatar la historia de esa
entrada, dando los detalles de como Dios designó a Josué sucesor de
Moisés y como Dios mismo iba delante de su pueblo para derrotar la
resistencia de los pueblos paganos que residían en la tierra. Aunque
Moisés era grande, era Josué quien realizó la entrada del pueblo de Dios
a la tierra prometida. Es interesante observar, pues, que el nombre
Hebreo Josué es igual al nombre Griego Jesús. Josué llega a ser un tipo,
o representante, del mismo Jesucristo, nuestro gran conquistador, quien
nos liderará en nuestra entrada a la tierra prometida al final de los
siglos. El libro de Josué se divide 4 en partes: el llamamiento de
Josué, la conquista de la tierra, la división de la tierra y la
despedida de Josué.


A. El Llamamiento de Josué (1:1-18)


El primer versículo de este capitulo nos da el contexto del libro:
“Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová . . . .”
Moisés, el siervo de Jehová, había muerto, y el futuro del pueblo era
incierto. Quíen iría delante del pueblo? Quién sería su salvador?
Irónicamente, Josué (=Jesús) significa “Jehová es salvación.” En el
hueco dejado por la muerte de Moises, encontramos a Josué, el elegido
por Dios para llevar el pueblo a la tierra prometida. La frase más
importante en el llamamiento de Josué es, “Esfuerzate y sé valiente,” la
cual ocurre cuatro veces en este capítulo (1:6,7,9 y 18). Josué debe
ser fuerte y valiente frente a la gran responsibilidad de liderar al
pueblo en su conquista de la tierra. La razón por su valentía es la
presencia del Señor Dios en su medio. “No temas ni desmayes, porque
Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (1:9). Pero la
presencia de Dios es prometido después de que Josué es mandado a guardar
toda la ley. El pueblo pudo salir con confianza porque Dios estaría con
él, pero su presencia dependía también de la santidad del pueblo. Dios
no pudo acompañar un pueblo manchado con el pecado.


A base del llamamiento de Jehová, Josué manda al pueblo prepararse
para la entrada a la tierra prometida. En el momento de preparación,
Josué recuerda a las tribus de Rubén, Gad y Manasés que aunque ellos ya
habían recibido su herencia al Este del rio Jordán, todavía tenían la
obligación de acompañar al resto del pueblo en su conquista de la tierra
prometida. Nada en el pueblo de Dios es hecho para el bien del
individuo, sino todo se hace para el bien del pueblo. No podemos
descansar cuando hemos recibido el nuestro, sino todos debemos trabajar y
luchar hasta que todos los hermanos disfrutan plenamente las
bendiciones de Jehová. Esta es una lección clara para la Iglesia de
Jesucristo. Cuando Dios nos llama a la conversión, nos llama a unirnos
al cuerpo de Cristo. Junto con todos los demás llegamos a ser un solo
pueblo en Cristo Jesús. Pero nuestra preocupación no puede ser por
nosotros mismos, sino por el bien de todos nuestros hermanos, los
cercanos y los lejanos. No podemos descansar ni dejar de luchar hasta
que todos nuestros hermanos en la fe disfrutan la plena bendición de
Dios.


Al final de este capítulo hay una nota animadora y a la vez
preocupante. El pueblo promete a Josué su completa obediencia. Lo que él
mande, ellos harán. Sin embargo, al decirlo, expresan también su deseo
“que Jehová tu Dios esté contigo, como estuvo con Moises” (1:17). El
Dios que los libró de Egipto, que los llevó por el desierto, que los
trajo a la puerta de la tierra prometida todavía no es el Dios de ellos,
sino el Dios de Josué. Su compromiso es con Josué y no con el Señor. Al
no tener una relación directa con Jehová, el futuro del pueblo está en
peligro.


B. Conquista de la Tierra (Capítulos 2:1-13:14)


Al consolidar la lealtad del pueblo, Josué procede a conquistar la
tierra prometida. El propósito principal de los relatos en los capítulos
2:1-13:14 es demonstrar claramente que es la fe en, y la obediencia a,
Jehová que da la victoria, y falta de fe y obediencia que causa la
derrota para el pueblo de Dios. En estos capítulos vemos dos historias,
divididas en el medio por la renovación del pacto en el monte Ebal. La
primera historia (capítulos 2:1-8:29) contrasta la conquista de Jericó y
la derrota a las manos del pueblo de Hai. La conquista de Jericó viene a
través de la fe en Jehová y en su poder para vencer. Un mensajero de
Jehová, el Princpe del ejercito de Jehová, anuncia a Josué un mensaje de
Jehová, “Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus
varones de guerra” (6:2). Jehová manda a Josué y al pueblo de Israel a
dar una vuelta por día en los primeros seis días, y en el último día, a
dar siete vueltas. Después de la séptima vuelta en el séptimo día, Josué
manda al pueblo: “Gritad, porque Jehová os ha entregado la ciudad.” Y
así se tumbaron los muros de Jericó. La fe de Israel en su Dios les dio
la victoria.


La única condición que Dios había puesto para la conquista de Jericó
era que el contenido de la ciudad quedara como anatema a Jehová. Esto
implicaba que el pueblo de Israel debía dejar todo el contenido de la
ciudad en su lugar como ofrenda de los primeros frutos a Jehová. Josué
les avisó del peligro de una forma clara: “Pero vosotros guardaos del
anatema; ni toquéis, ni toméis alguna cosa del anatema, no sea que
hagáis anatema el campamento de Israel y lo turbéis” (6:18).
Lamentablemente, la avericia conquistó el temor de Jehová en un cierto
Acán, quien tomó por sí mismo del botín de la ciudad de Jericó dedicado a
Jehová. No fue gran cosa, solamente un manto, y algo de plata y oro.
Pero no fue el valor de los objetos que Dios tenía en la mente, sino la
rebeldía que moraba en el corazón de este Israelita. A causa de sus
propios deseos y sus intereses personales, Acán estaba dispuesto a poner
todo el pueblo de Israel en peligro, quitando de Jehová lo que se le
pertenecía. Esta actitud que ponía los intereses personales delante de
los intereses de Dios y del resto del pueblo era un peligro eminente
para todo el pueblo de Dios. Sobre esta base el pueblo nunca se
construiría. La destrucción sería su destino.


Por esta misma razón, Dios se sintió obligado descrubir y castigar
este pecado para que el pueblo comprendiera que en el pueblo de Dios
ninguno puede poner sus intereses personales por encima de los intereses
del pueblo entero y de Dios. La revelación ocurrió de la siguiente
manera. Cuando el pueblo de Israel salió a la batalla con el pequeño
pueblo de Hai, Dios entregó a los Israelitas a una derrota sorpresiva y
contundente. Los Israelitas, habiendo salido recientemente de una
victoria de fe, clamaban al Señor para que les explicara la derrota
inesperada. El Señor lo pone en palabras sencillas: ” Israel ha pecado.
Han quebrantado mi pacto que yo les había mandado. Han tomado del
anatema, han robado, han mentido y lo han escondido entre sus enseres”
(7:11). A través de una investgación, Josué descubre que Acán había
robado del botín y que lo había escondido debajo de su tienda. Allí lo
encuentran.


El castigo era severo. Todo el pueblo apedreó al pobre Acán, así
mostrando su convicción que ellos mismos debían quitar el pecado del
medio.


En estas dos historias relacionadas vemos un contraste importante.
Por un lado, Israel vive por fe y conquista a sus enemigos sin tener que
levantar una sola arma. Pero, por otro lado, cuando el pueblo cae en
pecado, es derrotado fácilmente. El mismo Señor les enseña: “Por esto
los hijos de Israel no podrán prevalecer ante sus enemigos. Más bien,
volverán la espalda ante sus enemigos, porque se han convertido en
anatema” (7:12). Hay muchas lecciones para nosotros aquí en esta
historia, pero la más sencilla es esta: cuando el pueblo de Dios vive
por fe, no hay quien lo derrota, pero cuando permite el pecado en su
medio, es victima de todo tipo de derrota. Purifiquémonos, pues, para la
gloria de Dios y la victoria de la fe.


En el medio de esta primera sección encontramos el relato de la
lectura del pacto de parte de Josué (8:30-39). En todo esto Josué es el
actor principal. El resto de Israel (con la salvedad de los Levitas) son
observadores en este proceso. No es bueno suponer mucho de nada, pero
aquí la falta de partipación y respuesta de parte del pueblo, queda como
un silencio amenazante.


En la segunda historia de esta primera sección (9:1-13:14) vemos una
vez más los malos resultados cuando el pueblo de Israel depende de sí
mismo y no del Señor. Aunque habían recibido el mandato del Señor de no
buscar la paz con los pueblos de la tierra, sino de destruirlos por
completo (Deuteronomio 7:2), la Biblia nos relata que recibieron hombres
de Gibeón, y hicieron paz con ellos. La razón por este pacto con los
pueblos de la tierra era un disfrase que los hombres de Gibeón habían
hecho, dando la impresión de habían venido de lejos para hacer pacto,
cuando en verdad vinieron de cerca. El versículo clave es 9:14, donde
dice que los hombres de Israel examinaron su ropa y sus provisiones,
pero no consultaron al Señor. Por esta razón, los hombres de Israel eran
engañados, y violaron el mandato del Señor, haciendo paz con los
pueblos de la tierra. Por causa de este pacto, el pueblo de Israel se
sintió obligado a guardar el pacto que hicieron y no destruir los
pueblos con que hicieron pacto, pero los relegaron a llevar agua y
cortar leña para la casa de Dios. De esta forma, entraron en
desobediancia al mandato del Señor.


En el seguimiento de la historia, vemos que el pacto que habían hecho
con los gabaonitas después lleva a los Israelitas a la guerra. Pero en
vez de hacer al pueblo sufrir por su error, Dios utiliza la ocasión para
demostrar una vez más que él es el Dios todopoderoso, y según las
palabras de la promesa dada a Abraham, los que bendicen a Israel son
benditos y los que maldicen a Israel son malditos. En este caso, el rey
de Jerusalén, en esa epoca todavía un rey pagano, vio que los
gabaonitas, un pueblo fuerte y valiente, había hecho pacto con Josué y
Israel. El pueblo de Gabaón ya no era un aliado de Jerusalén, pero
tampoco lo quisieron como enemigo, y para así no tener los gabaonitas en
su contra, decidieron atacarlo y destruirlo.


Los gabaonitas vieron la amenaza y clamaron a su nuevo aliado, el
pueblo de Israel, para que venga a su socorro. Dios asegura a Josué que
debe avanzar en contra de los reyes de la tierra y que saldría con la
victoria. Pues, Josué congrega su ejercito y ataca a los reyes de la
tierra, propinándolos una derrota contundente. En esto también Dios obró
milagrosamente. Al ver que el sol se ponía sin haber logrado una
victoria completa, Josué pide a Dios que alargue el día para así poder
cumplir con el mandato de destruir por completo los pueblos de la
tierra. Y Dios concedió su petición, alargando por un día entero ese día
y permitiendo una victoria absoluta.


Como consecuencia de esta victoria, Josué y el pueblo debieron
enfrentarse con otra alianza más de los reyes de la tierra. Una vez más
el pueblo de Israel salió airoso de su encuentro, demostrando que Dios
estaba en su medio. Con este buen comienzo, ya pronto la mayoría de la
tierra quedaba bajo el control del pueblo de Israel. Pero esta primera
parte del libro no termina con una nota alentadora, sino relata la gran
cantidad de tierras y pueblos no conquistados (Josué 13:1-14). La
presencia de estos pueblos en medio de la tierra, en contra de la
voluntad explícita del Señor, queda como una amenaza constante para el
pueblo. Sus prácticas paganas quedaron como un virus en medio del
pueblo, poniendo en peligro a todo el pueblo de Israel por medio de la
práctica de la idolotría, la cual, a final, se hace realidad. La lección
principal de esta primera parte del libro de Josué es: cuando el pueblo
de Dios vive por la fe en obediencia a él, no hay nada ni nadie quien
lo puede resistir. Pero cuando el pueblo de Dios vive en pecado y
desobediencia a él, está sumamente vulnerable a la destrucción. Que Dios
nos ayude a ser fiel a él!


C. La División de la Tierra (13:15-21:45)


Al terminar las guerras de conquista, llega el momento para dividir
la tierra según las instrucciones dadas por Moises. El propósito de los
capitulos 13:15-21:45 es demonstrar claramente que “No faltó palabra de
todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel;
todo se cumplió” (21:45). Dios prometió dar la tierra a la casa de
Israel, para que todo Israelita pudiera vivir en paz y tranquilidad.
Toda familia de Israel recibió herencia en la nueva tierra prometida,
dando a entender que Dios quiere que todo su pueblo tenga un medio de
vivir. La justicia es parte esencial del vivir en el pueblo de Dios. Las
leyes de Moisés también daban a entender que estas herencias debían
volverse otra vez a sus herederos a travez del Año de Jubileo. Dios no
quiso que hayan ricos y pobres en su tierra prometida, sino que todos
tengan de que vivir. Por eso las visiones del futuro de los profetas de
Israel incluían que cada persona se sentara “debajo su vid y debajo su
higuera” (Miqueas 4:4; Zacarías 3:10). Tener una herencia en el pueblo
de Dios era el derecho de todos los redimidos.


D. La Despedida de Josue (22-24)


Los últimos tres capítulos del libro de Josué paralelan en cierto
sentido el primer capítulo del libro. Vimos en el primer capítulo como
Josué fue llamado por Dios y después él exhortó al puebo a prepararse y a
las tribus de Rubén, Gad y Manasés a acompañar al resto del pueblo en
su conquista de la tierra prometida. El pueblo se preparó y las tres
tribus respondieron a la exhortación de Josué y ayudaron a sus hermanos
ganar sus herencias.


Al final del libro vemos que las tres tribus, habiendo cumplido con
su obligación de ayudar al resto de las tribus, vuelven a su herencia al
otro lado del rio Jordán con la bendición de Josué (22:6). Después de
un malentendimiento, la fidelidad de las tres tribus a Jehová es
confirmada, y viven en paz junto con las demás tribus (23:1).


Habiendo llegado a una edad avanzada, Josué se despide del pueblo de
Israel. En su discurso de despedida (23-24), Josué censura al pueblo
severamente para que no vayan a servir otros dioses, sino que mantengan
su fidelidad a Jehová. El relata las grandes maravillas que Jehová hizo a
su favor, y resalta el peligro que los pueblos paganos en su medio
representaban para su pureza espiritual. Aunque esos pueblos seguirían
en su medio, el pueblo de Israel debía evitar afiliarse con ellos por
pacto o por matrimonio. Era importantísimo que el pueblo evite cualquier
tipo de compromiso con esos pueblos para que la idolatría no entre
gradualmente en su medio. Al final de su despedida, Josué empuja al
pueblo a decidirse, o Jehová o los dioses paganos. “Escogeos hoy a quién
sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando
estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya
tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (24:15). El
pueblo responde no una vez, sino varias veces que su deseo y compromiso
es servir a Jehová (24:16, 21, 24). Oimos el eco de estas palabras por
toda la historia de Israel, dando testimonio en su contra.


El libro de Josué termina con una nota sencilla: “Y sirvió Israel a
Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que
sobrevivieron a Josué y que sabían todas las obras que Jehová había
hecho por Israel” (Josué 24:31). Y después? Veamos.


5. En el llamamiento de Josué, cuál es la condición de la precensia de Dios en el medio de Israel?


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6. Lea Deuternonio 7:1-5 y 16. Por qué quiso Dios que Israel destruyera los pueblos que habitaban en la tierra prometida?


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7. Por qué quiso Dios que todo el pueblo tenga herencia en la tierra de Israel?


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8. Al despedirse del pueblo de Israel, cuál peligro resaltó Josué en su discurso final?


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II. Jueces


Al cerrar el libro de Josué, la conquista de la tierra no estaba
completa. Todavía quedaban muchos pueblos paganos, los cuales debían
haber sido destruidos. Josué reconoció el peligro de esta situación para
el pueblo y censuró severamente al pueblo para que no siguieran los
dioses de los pueblos paganos. Pero con la presencia de los pueblos
paganos, la amenaza quedaba siempre en su medio.


El libro de Jueces describe la historia de Israel después de la
entrada de Josué y el pueblo de Israel en la tierra prometida. Esta
estapa es llamada la etapa de los jueces, porque en esta época, el
pueblo fue guiado por lideres llamado “jueces.” Por esa razón el libro
lleva este título. En esta etapa de la historia de Israel, el pueblo no
tenía ningún lider en particular, sino Dios levantaba lideres según las
necesidades del pueblo.


En muchos sentidos el libro de Jueces es un libro extraño. Las
historias que relata a veces parecen tener poco que ver con Dios, y
incluso, parecen tener todo que ver con lo diabólico. Pero el libro es
importante porque el propósito del libro de los Jueces es mostrar hasta
que punto el pueblo se desenfrenó y como el pueblo sin un líder fuerte
siempre caía en la trampa de la esclavitud. El libro sirve como una
preparación para el nombramiento de un rey en Israel, mostrando que ese
rey era necesario.


La formula de las historias es la misma y hasta rutinaria: el pueblo
cae en la idolatría, es conquistados por otro pueblo, clama al Señor, el
Señor levanta un líder para liberarlo, el pueblo disfruta la paz, el
pueblo cae en la idolatría. Este ciclo se repite vez tras vez, y nos
deja con la clara impresión que el pueblo no posee lo necesario para ser
fieles a Jehová su Dios. Como dijo Josué al pueblo en Josué 24:19 “No
podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celosos;” y más
luego, en el versiculo 22: “Vosotros sois testigos contra vostotros
mismos, de que habéis elegido a Jehová para servirle.” Con cada vuelta
de este círculo vicioso, oímos el eco de estas palabras tan fatales.


El libro se divide en tres partes principales: La fuente de las
miserias (1-3:6), los jueces de Israel (3:7-16:31), el estado de Israel
al final de la epoca (17:1-21:25).


A. La Fuente de las Miserias (1:1-3:6)


El libro de Jueces abre con buenas noticias. Las conquistas de la
tierra continuaron bajo otro liderazgo después de la muerte de Josué
(1:1-36). Con cada extensión de sus conquistas, empero, vemos también
una nota preocupante: el pueblo no echó de la tierra las naciones que
Dios lo mandó quitar. Varias veces oímos que esos pueblos siguieron en
medio del pueblo de Israel (1:21, 27, 29, 30, 31, 32, 33, 35). Esta
situación motiva una visita del angel de Jehová, quién pregunta al
pueblo por qué no han escuchado la voz de Jehová y no han derribado los
altares de los moradores de la tierra? A esa pregunta no hay respuesta,
solo lágrimas. Pero eran lágrimas vacías, evidentemente, porque la
conclusión a que llega el autor de Jueces es ésta:


Y Jehová levantó jueces que los librasen de mano de los que les
despojaban; pero tampoco oyeron a sus jueces, sino que fueron tras
dioses ajenos, a los cuales adoraron; se apartaron pronto del camino en
que anduvieron sus padres obedeciendo a los mandamientos de Jehová;
ellos no hicieron así. Y cuando Jehová les levantaba jueces, Jehová
estaba con el juez, y los libraba de mano de los enemigos todo el tiempo
de aquel juez; porque Jehová era movido a misericordia por sus gemidos a
causa de los que los oprimían y afligían. Mas acontecía que al morir el
juez, ellos volvían atrás, y se corrompían más que sus padres,
siguiendo a dioses ajenos para servirles, e inclinándose delante de
ellos; y no se apartaban de sus obras, ni de su obstinado camino.
(2:16-19)


En tal situación, el futuro del pueblo estaba en juego. Lo que sigue
en el libro es un resumen de las actividades de los jueces.


B. Los Jueces de Israel (3:7-16:31)


Después de explicar la situación histórica, el libro de Jueces
procede a dar la descripción de las carreras de los doce jueces de
Israel, representando las doce tribus (aunque no todas las tribus son
representadas). En el desempeño de sus obras, vemos siempre el mismo
patrón como arriba anotado: idolatría, cautiverio, liberación, paz,
idolatría. El sentido dado es de un círculo vicioso, y así en verdad
fue. Las carreras de los jueces muestra que un liderazgo más eficaz y
contiuo era necesario para el pueblo, preparando así el camino para el
nombramiento de un rey en Israel.


Otoniel (3:7-11): Es uno de los jueces mayores. Después de que Israel
cayó cautivo a los Arameos por causa de su rebelión y idolatría,
Otoniel, nuero de Caleb, del tribu de Judá, fue levantado por el Señor
para liberarlos de su cautividad. El libro relata que el Espíritu de
Dios vino sobre él (3:10), y el Señor entregó en su mano el pueblo de
Siria.


Aod (3:12-30): Aod es otro de los jueces mayores. Israel cayó otra
vez en la idolatría y fue entregado al rey Eglón del pueblo de Moab.
Moab mantenía su dominio por 18 años, cuando el Señor levantó un cierto
Aod, de la tribu de Benjamín, quien asesinó de una forma espectacular al
rey Eglón y liberó al pueblo de su cautiverio.


Samgar (3:31): Samgar es un juez menor. Sin muchas palabras, la
Biblia relata que este hombre, cuyo origen es desconocido, también salvó
al pueblo de Israel de la mano de los filisteos.


Deborah (4:1-5:31): Deborah está entre los jueces mayores. Sin
fanfarria, la Biblia relata que Deborah, una profetisa, la mujer de
Lapidot, también gobernó a Israel. En su tiempo Dios libera al pueblo de
Israel de la mano de los cananeos. Esta historia es interesante por
varias razones, pero entre aquellos es el hecho que Dios también utilizó
a una mujer, Jael, para destruir a Sísara, general de los ejercitos del
rey de los cananeos, Jabín. En este caso, son los tribus de Zabulon y
Nafatlí que son usados para ganar la victoria (4:6).


Gedeón (6:1-9:56): Gedeón también se encuentra entre los jueces
mayores. Por medio de Gedeón, de la tribu de Manasés, Dios muestra que
la victoria no viene por hombres valientes, ni tampoco por las armas
superiores, sino por medio de la fe y la obediencia. Gedeón, con sólo
tres cientos hombres, conquistó al ejercito de los madianitas, porque
confió en el Señor.


Tola (10:1-2): Tola está entre los jueces menores. De la tribu de Isacar, Tola gobiernaba a Israel por veintitrés años.


Jair (10:3-5): Otro de los jueces menores. También de la tribu de
Manasés, su logro mayor era la colección de treinta ciudades en Galaad
nombrados Havot Jair, o las ciudades de Jair. Jair gobernaba veintidós
años.


Jefté (10:6-12:7): Otro de los jueces mayores. Jefté fue nombrado por
el pueblo de Israel y lo guió a la victoria contra el pueblo de Amón.
Dos cosas de interés sobresalen en esta historia. Primero, Jefté fue el
primero en ofrecer un sacrificio humano en la Biblia, habiéndolo
prometido en un voto solemne antes de entrar en la batalla. Este
sacrificio tan trágica ocurrió por ignorancia de la ley. Segundo, Jefté
fue el primero en causar una guerra civil en Israel. Ofendido por un
insulto de parte de las otras tribus descendientes de José, Jefté mató
cuarenta mil de ellos.


Ibzán (12:8-10): Entre los jueces menores, solo sabemos que Ibzán,
probablemente de la tribu de Judá, tenía treinta hijos y treinta hijas,
los cuales casó “fuera.” Probablemente refiere al hecho de que este juez
se mezcló con los pueblos alrededor. Ibzán juzgó a Israel siete años.


Elón (12:11-12): Elón también es un juez menor, de la tribu de Zabulón. De él sabemos aun menos. Juzgaba por diez años.


Abdón (12:13-15): Probablemente de la tribu de Efraín. La única
noticia de Abdón es que sus desciendientes andaban montados en setenta
asnos, indicando que Abdón era un hombre rico. Juzgó a Israel ocho
años.


Sansón (13:1-31): Culminando la historia de los jueces es el juez
mayor, Sansón. Sansón, nacido de Manoa y su mujer, de la tribu de Dan,
era juez de Israel veinte años. Su vida es sumamente trágica. Apartado
desde su nacimiento para ser nazareo, dedicado por voto al Señor (vea
Números 6:1-21), Sansón debía ser santo al Señor. Como todo nazareo,
Sansón no podía cortar su pelo, tomar vino o comer nada inmundo. Pero
estas cosas debían haber sido las señas externas de una realidad
interna. Obviamente, esto nunca fue el caso con Sansón. Aunque “el
Espíritu de Dios comenzó a manifestarse” (13:25) muy temprano en su
vida, los próximos versiculos nos relatan que Sansón quiso casarse con
una mujer filistea (14:1 y 2). Después de que este primer matrimonio
fracasó, Sansón volvió a repetir su error, metiendose otra vez con una
mujer filistea llamada Dalila. Esta vez el fracaso es total. Por medio
del engaño, Dalila logró conocer el secreto del poder de Sansón: su
pelo. Al cortarselo, el fuerte Sansón cayó en debilidad y fue llevado
preso por sus enemigos, los filisteos, quienes le quitaron los ojos. A
través de los años en la carcel, el pelo de Sansón volvió a crecerse,
sin que los filisteos se daban cuenta. El resultado fue que el poder de
Sansón volvió, y con ese poder, el pobre ciego destruyó a miles del
pueblo de los filisteos.


En cierto sentido, la historia de Sansón es la historia de Israel.
Israel fue separado por Dios para su propio servicio. Dios quiso que sea
un reino de sacerdotes, puro y santo para él (Exodo 19:6).
Lamentablemente, las vias de la santidad–la ley y los sacrificios–eran
menospreciadas y descuidadas por los Israelitas. En fin, el fuerte
pueblo de Israel perdió la fuente de su fuerza–su santidad–y cae en una
ciegura profunda bajo el dominio de sus enemigos. Pero hay esperanza
todavía para Israel. Si vuelve a la fuente de su fuerza–la ley y los
sacrificios–así, recobrando su fuerza perdida, podrán volverse a quitar
el yugo de los enemigos.


C. El Estado de Israel al Final de la Epoca (17:1-21:25)


La última parte del libro de Jueces está llena de historias
horribles. Las cosas que pasaron en Israel al final de la epoca de los
jueces no merecen mención, eran abominaciones delante del Señor Jehová.
Entre los crímines allí relatados encontramos idolatría, homosexualidad,
violación, asesinato, desmembramiento, secuestro y robo. Es obvio que
al final de esta época existía una ignorancia profunda y absoluta en
cuanto a la ley del Señor, la misma ley acerca de la cual Moisés había
dicho “el hombre vivirá en ella” (Levítico 18:5).


Uno de los aspectos más dolorosos de estas historias al final del
libro de los Jueces es el hecho de que en las dos historias una de las
figuras centrales es un levita, miembro de la tribu apartada y
consagrada para el servicio del Señor. No sólo fallaron en su deber
sacerdotal, sino participaron y animaron la idolatría en Israel. Si esto
era el caso con la tribu elegida y apartada por el Señor, cuanto más
con la población en general. Obviamente, el sistema sacerdotal
establecido en la ley de Dios había caido por completo. La situación era
tan grave, que casi resultó en la destrucción total de una de las
tribus de Israel, la tribu de Benjamín.


Este caos es atribuida al hecho de que “En estos días no había rey en
Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” (17:6; 21:25).
Obviamente, el pueblo no era capáz de guardar esa ley, a pesar de sus
promesas y compromisos con el Señor. De este modo el autor de Jueces nos
prepara para la venida del rey de Israel, y al final, para el Rey de
Reyes.


9. Lea Jueces 3:1-6. Según versículo 4, cuál era el propósito de la presencia de las naciones en medio de Israel?


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10. Pasaron la prueba?___________________ ______


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11. Cuántos jueces hay en el libro de Jueces?


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12. Lea Jueces 7. Según 7:2, por qué no quiso Dios que salieran tantos guerreros junto con Gedeón a la batalla?


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13. Lea Jueces 11 y Levítico 27:4 y 5. Cómo causó la ignorancia de la ley una tragedia en la vida de Jefté?


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14. Lea Jueces 17-20. Describe la conducta de los dos levitas en estas historias.


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15. Qué implicaba esto para el pueblo de Israel?


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III. Los Libros de Samuel


Se anota de una vez que tratamos los dos libros de Samuel bajo un
solo titular en este estudio. La razón es que en su forma original,
estos dos libros formaban un solo libro, el libro de Samuel. Para
entender su mensaje de forma correcta, hay que tratar los dos juntos,
tomando en cuenta ambos su estructura y su contenido.


El libro de Samuel, lo que conocemos como 1 y 2 Samuel, demuestra la
siguente estructura: Samuel, el último juez de Israel (1 Samuel 1-7); el
pueblo pide y recibe un rey (1 Samuel 8-14); Saul es rechazado, David
es elegido (1 Sameul 15-31); David, rey de Israel (2 Samuel 1-24). Este
libro es un tratado acerca del liderazgo del pueblo de Dios. Quién es el
verdadero líder? Qué tipo de líder debe el pueblo buscar? En este libro
vemos un contraste entre los tipos del liderazgo: el líder nombrado por
Dios, y el líder pedido por el hombre. El propósito del libro es
mostrar que el líder que Dios quiere es el que es elegido y actua según
los propósitos de Dios y no los propósitos humanos.


A. Samuel, el Ultimo Juez de Israel (1 Sam. 1-7)


La primera parte del libro de Samuel relata el nacimiento milagroso y
el crecimiento del último juez de Israel (1 Samuel 7:15). Samuel era
nacido de una mujer estéril, quien prometió, si el Señor le diera un
hijo, dedicarlo al servicio del Señor. Dios contestó su oración, y la
nueva madre, Ana, cumplió con su promesa. Samuel entró, pues, en el
servicio del Señor. Al dedicarlo al Señor, Ana oró una oración en la
cual resaltó la naturaleza irónica del líder elegido por Dios. “El
levanta del polvo al pobrre, y del muladar exalta al menesteroso, para
hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor” (1 Samuel
2:8). Esta última frase, “heredar un sitio de honor,” se traduce del
Hebreo, literalmente, “heredar un trono de gloria,” y es esta frase que
mora detrás de las descripciones del trono del hijo del hombre en Mateo
19:28 y 25:31. Samuel, el menesteroso exaltado es un tipo que prefigura
la persona de Jesús el Mesías, nacido en un pesebre, pero exaltado a la
diestra de Dios. El poder de Dios se perfecciona en la debilidad. El
líder preferido por Dios es el líder humilde, que no depende de su
propio poder, sino del poder de Dios.


La vida de Samuel representa lo mejor de la epoca de los jueces, y a
la vez indica el tipo del liderazgo preferido por Dios. Llamado por Dios
desde su nacimiento, Samuel desempeñó su papel de juez con toda
convicción, dedicación y amor a Dios y al pueblo. La Biblia relata que
el viajaba por los pueblos de Israel juzgando al pueblo (1 Samuel 7:16 y
17). Lo que esto implica es que Samuel conocía la ley de Dios y la
aplicaba en disputas legales, así enseñando al pueblo la ley del pacto.
Aunque vemos un sacerdocio completamente caido al final de la epoca de
los jueces, bajo el mando de Samuel es restaurado y la ley es enseñada
en Israel. Además, no vivió del pueblo, sino alimentó al pueblo (1
Samuel 12:4). Este es el tipo de líder que Dios quería y que el pueblo
necesitaba.


B. El Pueblo Pide y Recibe un Rey (1 Sam 8-14)


Al llegar a una edad avanzada, Samuel tiene pretensiones de
establecer sus hijos en el liderazgo en su lugar. Pero una vez más vemos
que las cosas de Dios no se recibe por herencia ni patrimonio, sino por
la gracia de Dios. Los hijos de Samuel no siguieron el camino de su
padre, sino corrumpieron sus juicios para conseguir ganancias ilícitas.
El resultado es el rechazo cotundente de los hijos de Samuel de parte
del pueblo de Israel. Quizá sus razones por rechazar a los hijos de
Samuel eran buenas. Sin embargo, al buscar otro líder, mostraron su
debilidad. Buscaron un líder según sus propios criterios y no según los
criterios de Dios. Dijeron: “constitúyenos ahora un rey que nos juzgue,
como tiene todas las naciones” (1 Samuel 8:5). Para Dios no importaba si
se llamaba al líder de Israel “juez” o “rey.” Los nombres no le fueron
importantes. Lo que dolió era el hecho de que el pueblo quería un rey
como “todas las naciones,” es decir, un rey que reina no por el Espíritu
de Dios, como los jueces de Israel, sino por la violencia y la
opresión, como los reyes de la tierra.


Samuel se sentió disgustado con su petición, pero Dios le consoló
diciendo “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te
han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre
ellos” (8:7). Aunque Dios después participa en la selección del primer
rey de Israel, es claro que este rey no es el elegido por Dios. Esto es
claro después cuando Samuel dice: “Ahora, pues, he aquí el rey que
habéis elegido, el cual pedisteis; ya veis que Jehová ha puesto rey
sobre vosotros” (1 Samuel 12:13). Es claro aquí que el rey es elegido y
pedido por el pueblo. El líder que Dios les dio correspodió a los
criterios del pueblo, un hombre “joven y hermoso. Entre los hijos de
Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a
cualquiera del pueblo” (1 Samuel 9:2). Y su nombre era Saul, que
significa precisamente “el pedido.” Por este medio, el pueblo pensaba
escapar el yugo divino, y así buscar su propio destino.


La siguiente parte de la obra de Samuel relata el resultado de la
demanda indebida de un rey como lo de todas las naciones. Aquí vemos
claramente el contraste entre el liderazgo deseado por Dios y el
liderazgo humano. La carrera de Saul, el pedido, es una carrera mixta.
Al principio, Dios da su aprobación de este líder pedido por el pueblo.
Incluso, Dios derrama su Espíritu sobre él (1 Samuel 10:10). Pero es
interesante ver que por la primera vez un líder en Israel es ungído en
vez de llamado directamente por Dios. Aunque el Espíritu de Dios vino
directamente ensima de los jueces, desde ahora en adelante, la unción
del Espíritu depende de la uncción de la profeta de Dios.


Muy pronto el carácter de Saul es manifiesto. Primero, cuando Saul
estaba esperando a Samuel en Gilgal para que Samuel haga los sacrificios
al Señor antes de entrar en batalla con los filisteos, él se desesperó y
decidió hacer los sacrificios él mismo, aunque él no era levita ni
tampoco se había sanctificado de antemano. Ahí Saul recibe el primer
aviso de que Dios había elegido otro hombre “conforme a su corazón” (1
Samuel 13:14). Segundo, en medio de guerra con los filisteos, Saul hace
una promesa imprudente. Saul dijo que cualquiera que coma algo antes de
que se ponga el sol sería maldito. Estas palabras necias dejaron al
ejercito hambriente y agotado, así limitando su victoria. Además, su
propio hijo, Jonatán comió en ignorancia del juramento de su padre.
Cuando esto es revelado por el Señor, Saul intenta destruir su propio
hijo, quien es rescatado por los demás soldados. Saul es un hombre
irreflexivo, incapaz de entender la gran responsabilidad de ser líder
del pueblo de Dios.


C. Saul Es Rechazado, David Es Elegido


(1 Samuel 15-31)


Pero lo peor es cuando Dios manda a Saul a destruir los de Amalec por
su pecado. En vez de cumplir con la palabra de Jehová, Saul desobedeció
al Señor, guardando para si mismo algo del botín que el Señor le había
dicho que destruyera. Esto provoca las palabras hechas famosas por
nuestro Señor Jesús:


Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que
se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor
que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los
carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como
ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra
de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey. (1 Samuel
15:22 y 23)


De inmediato, Dios manda a Samuel que vaya a ungir el nuevo líder de
Israel, un hombre conforme a su corazón. Al ver los hijos de Isaí,
Samuel piensaba que seguramente el Señor eligiría de entre los más
grandes, como eligió a Saul. Pero Dios deja claro que este líder no será
como Saul, quien fue nombrado según la petición del pueblo y
correspondió a los criterios de ellos. Este líder no sería el “pedido”
(=Saul) sino el “amado” (=David), “porque Jehová no mira lo que mira el
hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová
mira el corazón” (1 Samuel 16:7). Y con estas palabras Samuél ungió a
David, el “amado,” rey de Israel.


En los siguientes capítulos, vemos como Saul, el rechazado,
lentamente pierde el control de su persona y su reino. Dios mandó un
espíritu malo sobre él para que lo tormentara, y con esta fractura de su
personalidad, Saul lentamente se auto-destruye, hasta que él toma su
propia vida en la batalla (1 Samuel 31:4). A la vez, vemos la
ascendencia de David. En todo David se mostró fiel a Jehová, y por eso
era digno del reino que Dios le había dado.


Sobresaliente en estas historias de contraste es el famoso relato de
la destrucción del gigante Goliát (1 Samuel 17). Por un lado, tenemos a
Saul, el pedido, paralizado frente a los insultos y blasfemias de
Goliát. Los enemigos de Jehová mantienen inactivo al ejercito de Israel.
Por otro lado tenemos a David, el amado, que no confía en nada ni en
nadie sino en Jehová su Dios. Con esa fe David sale a la batalla,
rechazando usar la armadura de Saul. Armado solamente con un cayado y
cinco piedras, él sale a enfrentarse con su oponente impío. Pero la fe
bastó, y por la fe David ganó. Este episodio muestra claramente que tipo
de líder Dios prefiere. Saul puso su confianza en sus propios
esfuerzos, mientras que David puso su confianza en Dios.


D. David, rey de Israel (2 Samuel 1-24)


El segundo libro de Samuel es un relato del reino de David, el
“amado.” Los primeros pasos de la consolidación del reino bajo David
demuestran que David no estaba interesado en consolidar su propio poder,
sino en consolidar el pueblo de Dios. Esto explica, por ejemplo, porque
David mandó matar el que había quitado la vida de Saul (2 Samuel 1:14 y
15), porque David lamentó la muerte de Abner, primo de Saul y
comandante de su ejercito (2 Samuel 3:33-39), y porque David vengó la
muerte de Is-boset, hijo de Saul (2 Samuel 4:12). En todo esto, David
mostró misericordia hacia la familia de Saul, demonstrando que a él no
le interesaba imponerse como rey de Israel ni tampoco vengarse de sus
enemigos, sino buscar la unidad del pueblo, incluyendo los que le habían
perseguido. Así David dejó claro que su primer preocupación era
protejer al pueblo de Dios





Después David sale a batallar con los filisteos. Es interesante ver
aquí también el contraste de David con Saul. David consulta con el Señor
antes de salir a la batalla, y no por medio de otro, sino David mismo
lo hace (2 Samuel 5:19 y 23). El Señor contesta directamente a David, y
no por intermediario (5:19 y 23). Cuando sale victorioso, David quema
todos los ídolos del campamento de los filisteos (5:21). La diferencia
entre la relación que David posee con el Señor y la que poseía Saul es
obvia.


En linea con esta relación cercana, otro acto de David muestra su
procupación por las cosas del Señor. Por muchos años el arca había
quedado en una casa particular, sin la protección requerida por la
construcción del tabernaculo y sin celebrar los sacrificios necesarios
para redimir el pueblo de Israel de sus pecados. Y aun más importante,
el pueblo no celebraba el Día de la Expiación, el gran día de
arrepentimiento y perdón (Levítico 16). Una vez establecido como rey,
David quiso dar un carácter espiritual a su reino. Por eso, salió a
buscar el arca del pacto y traerlo a Jerusalén. Es muy interesante la
forma en que termina este relato. Al final de la trayectoria del arca
hacia Jerusalén, vemos a David, vestido de un efod de lino fino,
vestimento de sacerdote (2 Samuel 6:14). Además, vemos que David ofrece
holocaustos y ofrendas de paz, y después bendice al pueblo (6:17). En
todo esto, David está asumiendo la postura y desempeñado la funcción de
un sacerdote. En esto, David refleja el liderazgo de Samuel, el líder
deseado por Dios, quien también combinó el papel del rey y sacerdote en
su liderazgo de Israel. En la persona de Samuel, y ahora en la David,
vemos cumplido el deseo del Señor expresado en Exodo 19:6, que su pueblo
sea un reino de sacerdotes, gente santa. Este cumplimiento viene en
anticipación del cumplimiento perfecto de este deseo en Cristo Jesús,
nuestro sacerdote y rey, y a la vez en anticipación del cumplimiento en
nosotros mismos, por medio de Jesús, quien “nos hizo reyes y sacerdotes
para Dios, su padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los
siglos. Amen” (Apocalipsis 1:6).


Esta primera parte de la historia de David culmina con el pacto hecho
por Dios con David (2 Samuel 7). En este capitulo de la vida de David,
vemos el buen deseo de David de edificar la casa de Jehová (7:2). Pero
rechaza la oferta, recordandole a David que es Dios quien pone y dispone
y no el ser humano (7:5-8). En vez de David construir una casa para el
Señor, el Señor le explica que él mismo edificaría una casa para David:


Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días
sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a
uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su
reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el
trono de su reino. (2 Samuel 7:11 y 12)


El descendiente procediente de David sería, por supuesto, el mismo
Jesús, quien destruyó el antiguo templo con sus ritos y sacrificios y
edificó en su lugar un nuevo templo, el templo de su cuerpo, ahora la
iglesia. Es allí, ahora, que el culto agradable al Señor tiene lugar,
porque Dios “no habita en templos hechos por manos humanas” (Hechos
17:24), sino entre su pueblo santo (1 Corintios 3:16).


A partir de 2 Samuel 11, vemos que la imagen de David no es perfecta.
El no es aquello rey que el pueblo anhelaba y esperaba. En tres
ocasiones David entra en problemas por pecados cometidos. Primero, David
es censurado por cometer adulterio con Betsabé (2 Samuel 11-12).
Después tiene que huir de su reino por haberse mostrado paralizado
frente a la maldad de sus hijos (2 Samuel 13-19). Cuando Amnón viola a
su hermana Tamar, David se enoja pero no hace nada (2 Samuel 13:21). Y
cuando Absolón mata a Amnón, David solo llora por Absolón (2 Samuel
13:37). Al final del libro, vemos a David haciendo censo de su pueblo (2
Samuel 24). Es obvio que el único propósito de hacer un censo es para
concer su fuerza. El censo era una muestra de que al final de su vida,
David se estaba apoyando más y más en sus propios esfuerzos y menos y
menos en el Señor. Dios responde a este orgullo en su elegido con un
castigo. Pero una vez más, David responde a esta admonestación y se
humilla en arrepentimiento y sacrificios al Señor.


En todo esto, David es el representante modelo de la próxima epoca de
la historia de Israel: la monarquía. Desde este punto en adelante todos
los líderes de Israel estarían juzgados según el ejemplo dejado por
este gran rey. Aunque el pueblo quiso un rey como todas las naciones,
Dios mostró a través de la vida de David, que el rey perfecto no sería
como Saul–imprudente, arrogante, y olvidador del Señor–sino sería un
hombre “conforme a su propio corazón,” quien amaba a su Dios y al pueblo
del Señor.


16.Lea 1 Samuel 8. Por qué Dios se entristeció con la petición del pueblo para que le diera un rey?


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17 Según su opinión, eran los jueces mejer que


los reyes? _________________ Por qué?


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17. Lea 1 Samuel 17. Según los versículos 45-47 cuál era la fuente de la confianza de David


frente al filisteo Goliát? __________________________


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19. Lea 1 Samuel 28:3-25. En qué sentido demuesta este episodio la debilidad de Saul?


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20. Por qué mató Jehová a Uza en 2 Samuel 6:7?


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21. Por qué no quiso David llevar el arca a Jerusalén después de este episodio?


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22. Lea 2 Samuel 24:18-25. Según 2 Crónicas 3:1 cuál era la
importancia de este lugar?
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IV. Los Libros de los Reyes


Igual como el libro de Samuel, el libro de Reyes fue originalmente un
solo libro en vez de dos. La continuidad entre el libro de Samuel y el
libro de Reyes es obvio. Esa continuidad se ve principalmente en la
cronología. Donde Samuel terminó, Reyes comienza. Pero la continuidad es
más profunda que eso. La continuidad mora también en el mensaje del
libro. En Samuel, vimos como las personas de Samuel y David resaltaron
el líder modelo del pueblo de Dios: elegido por Dios, dedicado al pueblo
y a Dios, y cumplidor de las leyes del pacto. Este tipo de líder
personificó el miembro ideal del pueblo escatológico de Dios, en que
combinó en sí los oficios del sacerdote y rey. Aunque nunca aparece otro
David en las historias del libro de Reyes, todo otro líder ahora es
medido por el estandard que David, el amado, estableció.


El propósito del libro de Reyes es mostrar que cuando el pueblo sigue
el líder de Dios, prospera, pero cuando sigue un líder humano, perece.
Este propósito es cumplido de una forma clara por el autor del libro de
los Reyes. La tanta malicia que aparece entre los líderes del pueblo
cansa al lector y da una muestra clara que el líder del pueblo de Dios
debe cumplir con los propósitos de Dios, o si no, todo el pueblo sufre.


El libro de Reyes se divide en cinco partes: El Reino Unido de
Salomón (1 Reyes 1:1-12:24); El Reino Dividido: Jeroboam a Zimri (1
Reyes 12:25-16:20); El Reino Dividido: El Ministerio de Elías y Eliseo
(1 Reyes 16:21-2 Reyes 15:12); El Reino Dividido y la Cautividad de
Israel (2 Reyes 15:13-17:41); El Reino Dividido hasta la Cautividad de
Judá (2 Reyes 18-25)


A. El Reino Unido de Salomón (1 Reyes 1:1-12:24)


Salomón, el hijo de David, llena muchas de las expectativas del pacto
hecho por Dios con David en 2 Samuel 7. El sale de las entrañas de
David (v. 12), el construye una casa para el Señor (v. 13) y Dios
establece su reino (v. 12). Pero nunca llega a ser llamado “hijo de
Dios” (v. 14). El reino de Salomón es la época de oro del reino de
Israel, porque Salomón sigue en los caminos de su padre David (1 Reyes
3:3). Pero con tiempo es obvio que este no es el gran Mesías esperado
por el pueblo. El queda corto en muchos sentidos.


En el libro de Samuel, vimos como el autor quiso demostrar la
diferencia entre el buen líder y el mal líder. El buen líder era aquel
que fue levantado por Dios y buscaba servir a Dios y al pueblo. El mal
líder, al contrario, fue pedido por el pueblo, y buscaba consolidarse en
el asiento de poder. Cuál de estos dos sería Salomón? Ya temprano en su
carrera como rey vemos la respuesta. Cuando Salomón hace unos
sacrificios al Señor, el Señor apareció a él en un sueño. En este sueño
el Señor ofreció a Salomon todo lo que pidiera (1 Reyes 3:5). En vez de
buscar riquezas o poder, Salomón pidió al Señor que le diera un “corazón
entendido para juzgar al pueblo” (3:9). Como vimos antes, el juzgar era
un medio de enseñar al pueblo las leyes del pacto. Vemos que Salomón se
preocupaba no por conseguir cosas para sí mismo, sino por procurar el
bien para el pueblo y para su Dios. Esta preocupación dio fundamento a
la epoca más próspera de toda la historia de Israel.


La sabiduría de Salomón es visto en los capitulos tres y cuatro. Allí
vemos primero una desición sabia de parte de Salomón (3:16-28), después
una administración sabia, con un sacerdote del Señor al frente de su
gobierno (4:1-28) y al final un resumen de la sabiduría de Salomón
(4:29-34).


En la siguiente etapa vemos la construcción del templo. Como fue
prometido a David en el pacto que Dios hizo con él, el Señor hizo salir
de sus entrañas uno que edificaría su casa. Salomón cumple esa promesa.
Como ya vimos antes en el estudio “Misión y Oración,” la oración hecha
por Salomón revela un reconocimiento soprendente y a la vez lógica. Por
la primera vez en la historia del pueblo de Israel, un miembro del
pueblo reconoce que la responsibilidad de Israel queda más allá de sus
propias fronteras en todas las naciones (1 Reyes 8:41-43, 60). Este
entendimiento estaba presente en la promesa hecha a Abram (Genesis 12:3)
y en el corazón de su padre David (Salmo 22, 57, 72), pero ahora,
delante de toda la nación, en el establecimiento del culto al Señor en
el templo, Salomón reconoce que el enfoque de la obediencia de Israel
debe estar en todas las naciones, y no sólo en Israel.


Aunque la vida y reino de Salomón cumplieron muchas de las
expectativas creadas por el pacto de Dios con David su padre, el último
capítulo del relato acerca del reino de Salomón nos deja entender que no
todo estaba en orden en la vida de este gran rey (1 Reyes 11). Como
muchas veces es la verdad, este hombre de gran sabiduría poseía también
una gran debilidad. Las escrituras nos relatan que Salomón amó “a muchas
mujeres extranjeras” (1 Reyes 11:1). Esto ocurrió en contradicción
directa con el mandato explícito del Señor (Exodo 34:16; Deuteronomio
7:3-4). No únicamente se descalificó para la promesa de un reino eterno
(1 Reyes 9:5), sino su actitud causó una división en Israel mismo (1
Reyes 11:11-13). El resumen de la vida de Salomón encontramos en estas
palabras:


E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. (1 Reyes 11:6)


Con esta triste nota, cierre la vida de Salomón. El gran rey muere en medio de idolatría y confusión.


B. El Reino Dividio desde Jeroboam hasta Zimri (1 Reyes 12:25-16:20)


Aun antes de la muerte de Salomón, el Señor levanta otro líder para
enfrentarse con la linea de David–Jeroboam, hijo de Nabat, efrateo de
Sereda. Siendo todavía siervo de Salomón, el Señor le habló por medio
del profeta Ahías y le dijo que le daría diez de los doce tribus de
Israel, con la condición de que el debía guardar los mandamientos del
Señor como hizo David, el líder modelo.


Cuando Salomón muere, su hijo Roboam asciende al trono de su padre.
En contraste completo con las primeras historias de Salomón, este hijo
demuestra poca sabiduría y hace su reino insoportable para el pueblo (1
Reyes 12:1-24) Esto casi lleva al pueblo a la guerra civil. Sólo una
intervención de parte del Señor evita esta tontería (1 Reyes 12:24).


Con el 12:25 entramos en una nueva etapa de la historia de Israel. El
pueblo ahora esta divido, con Roboam en Jerusalén reinando sobre Judá y
Jeroboam en Secém, reinando sobre las otras diez tribus. Aunque
Jeroboam había recibido la promesa del Señor que si él cumpliera con la
ley del Señor, como había cumplido David, entonces el Señor le
edificaría una casa, igual a la de David, todavía optó no recibir la
promesa. Jeroboam vio el templo solamente en terminos estratégicos y no
en terminos espirituales. Esto lo llevó a pensar que si su pueblo
tuviera que trasladarse a Jerusalén para hacer culto a Jehová, caerían
otra vez bajo la influencia de Roboam. Para evitar eso, Jeroboam
construyó dos altares con beceros de oro, uno en Bet-el y el otro en
Dan. Con esta maniobra, comenzó la apostasía de Israel que llevaría al
final al cautiverio.


El reino de Jeroboam está descrito de la siguiente forma:


Tú no has sido como David mi siervo, que guardó mis mandamientos y
anduvo en pos de mí con todo su corazón, haciendo solamente lo recto
delante de mis ojos, sino que hiciste lo malo sobre todos los que han
sido antes de ti, pues fuiste y te hiciste dioses ajenos e imágenes de
fundición para enojarme, y a mí me echaste tras tus espaldas. (1 Reyes
14:8 y 9)


El reino de Roboam, por otro lado sigue camino similar. Dos veces el
autor de Reyes menciona que su madre era una amonita (1 Reyes 14:21 y
31). Esta repetición al principio y final del relato del reino de Roboam
demuestra que la madre de Roboam, mujer pagana, influenció el reino de
su hijo. El resumen de su reino es este:


Judá hizo lo malo ante los ojos de Jehoá, y le enojaron más que todo
lo que sus padres habían hecho en sus pecados que cometieron. Porque
ellos también se edificaron lugares altos, estatuas, e imágenes de
Asera, en todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso. Hubo
también sodomitas en la tierra, e hicieron conforme a todas las
abominaciones de las naciones que Jehová había echado delante de los
hijos de Israel. (1 Reyes 14:22-24)


El sucesor de Roboam era su hijo Abiam. Igual que Roboam, la madre de
Abiam es mencionada. La razón por esta mención es una vez más el hecho
de que su madre ejerció una influencia mala sobre él. Más tarde nos es
revelado que ella hizo un ídolo de Asera (1 Reyes 15:13). El resumen de
su reino es este:


Y anduvo en todos los pecados que su padre había cometido antes de
él; y no fue su corazón perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de
David su padre. (1 Reyes 15:3)


Asa, el hijo de Abiam, sigue al trono después de su padre. Pero esta
vez vemos que hay un cambio en el corazón del rey. El autor nos relata
que Asa “hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre.
Porque quitó del país a los sodomitas, y quitó todos los ídolos que sus
padres habían hecho” (1 Reyes 15:11 y 12). Sin embargo, Asa hizo alianza
con un rey pagano en vez de confiar en el Señor Jehová para su
liberación, dejando el destino del pueblo en las manos de un impío.


Por otro lado, en las diez tribus del reino de Jeroboam, vemos unos
cambios rápidos y horrendos. Nadab, hijo de Jeroboam, asciende al trono
pero dura solamente dos años. “Hizo lo malo ante los ojos de Jehová
andando en el camino de su padre, y en los pecados con que hizo pecar a
Israel” (1 Reyes 15:26). El fue asesinado y reemplazado por Baasa, quien
duró veinticuatro años. No únicamente destruyo toda la familia de
Jeroboam, sino también “hizo lo malo ante los ojos de Jehová, y anduvo
en el camino de Jeroboam, y en su pecado con que hizo pecar a Israel” (1
Reyes 15:34). Ela, hijo de Baasa, reinó en el lugar de su padre, pero
otra vez él hace el mal ante los ojos de Jehová y dura solamente dos
años, cuando es asesinado por Zimri. Zimri sigue el ejemplo de Baasa y
destruye todos los parientes de la casa de Baasa. Zimri ni pasa su
primera semana en el trono cuando es asesinado por Omri.


Al finalizarse esta primera etapa del reino dividido vemos que la
idolatría se hizo dueno del reino de las diez tribus, llamado ahora el
reino de Israel. Tan lejos habían llegado en su pecaminosidad, que no
hubo ni uno de sus reyes que hizo lo recto ante los ojos de Jehová. Por
supuesto, este reino establecido sobre la base de la idolatría cayó en
un espiral de violencia y sangre.


C. El Reino Dividido y el Ministerio de Elías y Eliseo (1 Reyes 16:21-2 Reyes 15:12)


Con la asención de Omri al trono de Israel entramos en una nueva
etapa de la historia de Israel: las dinastías de Omri y Jehú, y el
ministerio de los profetas Elías y Eliseo. Omri logra establecer su
familia en el trono de Israel por varias generaciones, pero una vez más
oímos las palabras ya esperadas acerca de su caracter: “Y Omri hizo lo
malo ante los ojos de Jehová e hizo peor que todos los que habían
reinado antes de él; pues anduvo en todos los caminos de Jeroboam hijo
de Nebat, y en el pecado con el cual hizo pecar a Israel, provocando a
ira a Jehová Dios de Israel con sus ídolos” (1 Reyes 16:25 y 26).


A pesar de los grandes pecados de Omri, el Señor permite que su hijo
Acab asciende al trono en su lugar. Acab es en cierto sentido lo mejor y
lo peor de todos los reyes de Israel. Por un lado, ningún rey de Israel
logró la prosperidad y poder de Acab. Pero, por otro lado, leemos:


Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos
los que reinaron antes de él. Porque le fue ligera cosa andar en los
pecados de Jeroboam hijo de Nabat, y tomó por mujer a Jezabel, hija de
Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal, y lo adoró. E hizo
altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria. Hizo
también Acab una imagen de Asera, haciendo así Acab más que todos los
reyes de Israel que reinaron antes de él, para provocar la ira de Jehová
Dios de Israel. (1 Reyes 16:30-33)


Cuando el pecado de Israel había alcanzado su cima, Dios mandó sus
profetas Elías y Eliseo para avisar a los reyes de la casa de Omri de la
destrucción venidera por causa de sus pecados. Elías y Eliseo son
representativos de la época de la monarquía. La Biblia nos relata que
Samuel era profeta (1 Samuel 3:20 y 9:9). En Samuel vemos por la segunda
(Moisés era el primero) y última vez los tres grandes oficios del
Antiguo Testamento unidos en un solo líder: el profeta, el sacerdote y
el rey.


Desde el comienzo de la monarquía, el oficio del profeta era separado
del oficio del rey. Saul fue asesorado por el profeta Samuel. Aunque
David fue considerado profeta, él también fue ungido por Samuel (1
Samuel 16:13) y asesorado por el profeta Gad (1 Samuel 22:5 y 2 Samuel
24:11) y Natán (2 Samuel 7:2 y 22:5). Y así comenzó la gran era de los
profetas de Israel, la cual continuó hasta el fin de la monarquía,
culminando con los profetas escritos que encontramos en la Biblia.


Aunque antes del comienzo de la monarquía la uncción de los líderes
de Israel vino directamente por el Espíritu de Dios, con el comienzo de
la monarquía la uncción es mediada por los profetas de Dios. El Espíritu
ahora mora directamente en los profetas de Israel y Judá, y sólo por
medio de ellos en los reyes de Israel. Esta nunca fue una división
deseada por Dios, pero fue necesitada por la institución de la
monarquía. La monarquía se estableció sobre la herencia genética,
pasando del padre al hijo, y no se basó en la libre elección de Dios, y
por eso no podía llenar los requisitos de un liderazgo carismático,
inspirado por el Espíritu. Los profetas mantenían la presencia directa
del Espíritu de Dios en Israel hasta el momento en que los tres gran
oficios podían ser unidos otra vez en el que había de venir, Jesús,
nuestro profeta, sacerdote y rey.


Las obras de Elías y Eliseo eran muchos, pero su encomienda divina
principal era combatir los efectos de la idolatría en la vida de Israel y
extender la fama y la gloria de Jehová. Dos eventos destacan esta
encomeinda. La lucha contra la idolatría recibe una demostración poética
en el encuentro de Elías con los profetas de Baal en el monte Carmal (1
Reyes 18:20-40). Allí Elías pone en juego la soberanía de Jehová,
invitando a los profetas de Baal a participar en una competencia para
ver quien respondaría a las oraciones de sus profetas: Baal o Jehová. La
descripción que sigue es gracioso:


Y ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron
el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: Baal,
respondenos! Pero no había quien respondiese; entre tanto, ellos andaban
saltando cerca del altar que habían hecho. Y aconteció al mediodía, que
Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, porque dios
es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez
duerme, y hay que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces y se
sajaban con cuchillos y con lacetas conforme a su costumbre, hasta
chorrear la sangre sobre ellos. Pasó el mediodía, y ellos siguieron
gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecerse el sacrifiio, pero no
hubo ninguna voz, ni quien respondiese ni escuchase. (1 Reyes
18:26-29)


Después Elías se acerca a Jehová con estas palabras y resultado:


Jehová, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifisto que
túeres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he
hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que
conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a
ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el
holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que
estaba en la zanja. (1 Reyes 18:36-38)


En esta lucha frente a frente entre el Dios Jehová y el ídolo Baal
los profetas de Baal salieron como los gran perdidores, perdiendo hasta
la propia vida cuatrocientos cincuenta de ellos en ese día.


La extensión de la fama y gloria de Jehová encuentra su expresión en
los eventos relatados en 2 Reyes 5. Allí un general del ejercito del rey
de Siria se encuentra con lepra. Al no encontrar remedio para su
condición, él toma el consejo de su esclava israelita y va a visitar el
profeta de Israel, Eliseo. Entonces, el relato continua:


Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las
puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero,
diciendo: Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te
restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí
yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre
de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la
lepra. (2 Reyes 5:9-11)


Este general, tan importante, quiso un buen espectáculo para que
salga sano de su enfermedad. Pero las palabras de la profeta eran
sencillas, demasiado sencillas. El general se sintió indignado. Ni una
audiencia le había dado el profeta. Pero uno de sus criados entendió la
situación y dijo:


Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, no la harías?
Cuánto más diciéndote: Lávate, y serás limpio? (2 Reyes 5:13)


En cierto sentido, el problema de Naamán es el problema de toda la
humanidad. Nosotros queremos grandes ritos y espectaculos para nuestra
salvación cuando, al final de las cuenteas, lo que Dios nos dice es una
cosa sencilla: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo (Hechos 16:31).
Esto nos muestra claramente que la salvación no depende de nada más ni
menos que de una fe sencilla y sincera. Naamán oyó la palabra de su
criado, fue al rio Jordán, y siete veces se “bautizó” en el rio para así
salir limpio de su enfermedad. Así Naamán vuelve a su tierra diciendo:
de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá
sacrificio a otros dioses, sino a Jehová (2 Reyes 5:17). Cuando nosotros
entendemos que lo más sencillo es lo más dificil, saldremos de la
enfermedad de nuestro pecado y volveremos a neustras tierras sano,
salvos y siervos de Jehová.


Durante el ministerio de Elías y Eliseo, nueve reyes reinaron en
Israel, cuatro de la casa Omri y cinco de la casa de Jehú, y todos
reciben la misma evaluación de parte del autor de Reyes: “hizo lo malo
ante los ojos de Jehová . . . ” (1 Reyes 16:25; 16:30; 22:52; 2 Reyes
3:2; 10:31; 13:2; 13:11; 14:24; 15:9).


En Judá las cosas, en cambio, iban mejor. Seis reyes reinaron en
Israel, con una reina en el medio. De los siete gobernadores, Josafat
hizo lo recto en los ojos de Jehová (1 Reyes 22:43), Joram, su hijo hizo
lo malo (2 Reyes 8:18). También su hijo, Ocozías, hizo lo malo ante los
ojos de Jehová (2 Reyes 8:27). Después de la muerte de Ocozías, su
madre, Atalía (nieta de Omri y sobrina de Acab, reyes de Israel),
intentó ocupar el trono, asesinando todos sus propios nietos, hijos de
Ocozías. Pero uno de los hijos, Joás, fue rescatado por su tía, y así
volvió a destruir Atalía y sus colaboradores. Joás hizo lo recto ante
los ojos de Jehová (2 Reyes 12:2). Después de él, su hijo Amasías
también hizo lo recto ante los ojos de Jehová (2 Reyes 14:3) Al final
del hilo, encontramos al rey Azarías, quien también hizo lo recto ante
los ojos de Jehová. Mientras que el conocimiento de Jehová iba
disminuyendose en Israel, Judá demuestra una ligera recuperación.


D. El Reino Dividido y la Cautividad de Israel (2 Reyes 15:13-17:41)


Al terminar el ministerio de los dos grandes profetas, Elías y
Eliseo, el reino de Israel se gira completamente fuera de control. En
poco tiempo Israel pone cinco reyes en el trono, solo para quitarlos
otra vez. La violencia y crueldad en el reino de Israel habían empujado
al pueblo de Israel al borde del caos, y al final, el pueblo cayó. El
rey Salum duró apenas un mes. Manahem lo asesina y toma su trono,
reinando por diez años. El hizo lo malo ante los ojos de Jehová (2 Reyes
15:18). Su hijo, Pekaía dura solo dos años en el poder, haciendo él
también lo malo ante los ojos de Jehová (2 Reyes 15:24). Como una última
oportunidad, Peka recibe veinte años de poder, pero como ya podemos
entender, el también hizo lo malo ante los ojos de Jehová. El rey Oseas,
hijo de Peka, cierre el libro de la historia del reino de Isreal. Por
nueve años él hizo lo malo ante los ojos de Jehová (2 Reyes 17:2),
cuando Dios “quitó a Israel de delante de s rostro, como él lo había
dicho por medio de todos los profetas sus siervos; e Israel fue llevado
cautivo de su tierra a Asiria hasta hoy” (2 Reyes 17:23). La razón por
su cautiverio es expresada así: anduvieron en los estatutos de las
naciones que Jehová había lanzado de delante de los hijos de Israel, y
en los estatutos que hicieron los reyes de Israel (2 Reyes 17:8). En los
siguiente versiculos (9-17), el autor detalla los pecados de Israel. El
pueblo sacado de la esclavitud en Egipto y establecido en la tierra
prometida para ser pueblo sagrado a Jehová había fallado en gran manera.
Puesto que vivían igual a las naciones que fueron echados de la tierra
prometida, no queda ninguna solución sino echar también al pueblo de
Israel de la tierra. Y así fue.


La razon por la destrucción de Israel es claro. Sus reyes hizieron el
malo ante los ojos de Jehová. Y con estos líderes, el pueblo también
cayó en la trampa de la idolatría, y así buscaron y encontraron su
propia destrucción.


A la vez, el pueblo de Judá experiementa una mezcla de liderazgo.
Jotam, hijo de Azarías, hizo lo recto ante los ojos de Jehová (2 Reyes
15:34). Pero su hijo, Acaz, imita el pecado de Israel, haciendo lo malo
ante los ojos de Jehová (2 Reyes 16:2).


E. El Reino Dividido hasta la Cautividad de Judá (2 Reyes 18-25)


Con la desaparición del pueblo de Israel, uno pensaría que Judá se
daría cuenta de lo sucedido y dejaría su pecado y idolatría.
Lamentablemente, la cosa no es así. Ya de ante mano el autor nos avisa
que:


Mas ni aun Judá guardó los mandamientos de Jehová su Dios, sino que
anduvieron en los estatutos de Israel, los cuales habian ellos hecho. (2
Reyes 17:19)


La etapa anterior cierra con una nota de esperanza para el pueblo de
Judá, dado que algunos de sus reyes hicieron lo recto ante los ojos de
Jehová. Y esta nueva etapa abre con la misma esperanza. Ezequías reina
veintinueve años en Jerusalén haciendo lo recto ante los ojos de Jehová
(2 Reyes 18:3).


Pero ya pronto las cosas cambian. Con la ascención de su hijo Manasés
al trono, el pecado de la idolatría vuelve al seno del pueblo de Judá.
Ni según los pecados de Israel pecaba Manasés, sino “según las
abominaciones de las naciones que Jehová había echado de delante de los
hijos de Israel” (2 Reyes 21:2). Como vimos arriba, volverse como las
naciones que fueron echados de la tierra prometida fue la causa del
cautiverio del pueblo de Israel. Y ahora, a causa del pecado de Manasés,
Jehová manda la sentencia de Judá por medio de sus profetas:


Por cuanto Manasés rey de Judá ha hecho estas abominaciones, y ha
hecho más mal que todo lo que hicieron los amorreos que fueron antes de
él, y también ha hecho pecar a Judá con sus ídolos; por tanto, así ha
dicho Jehová el Dios de Israel: He aquí yo traigo tal mal sobre
Jerusalén y sobre Judá, que al que lo oyere le retiñirán ambos oidos. Y
extenderé sobre Jerusalén el cordel de Samaria y la plomada de la casa
de Acab; y limpiaré a Jerusalén como se limpia un plato, que se friega y
se vuelve boca abajo. Y desampararé el resto de mi heredad, y lo
entregaré en manos de sus enemigos; y serán para presa y despojo de
todos sus adversarios; por cuanto han hecho lo malo ante mis ojos, y me
han provocado a ira, desde el día que sus padres salieron de Egipto
hasta hoy. (2 Reyes 21:11-15)


Amón, el hijo de Manasé había reinado sólo dos años cuando fue
asesinado. Siguiendo la trayectoria de su padre, el también hizo lo malo
ante los ojos de Jehová (2 Reyes 21:20). Esta amenaza contra la casa y
linaje de David fue repulsada por el mismo pueblo que mataron a los
asesinatos y puso el joven Josías, de ocho años, en el trono de su
padre. Bajo el mando de este jovencito, hubo una reforma general en el
pueblo de Judá. El reporte de su reino es sumamente positiva: “E hizo lo
recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su
padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda” (2 Reyes 22:2). Durante
su reinado, el libro de la ley fue encontraro y de nuevo el pacto del
Señor fue aplicado en el pueblo de Judá. Además, celebraron la pascua
por la primera vez desde la época de los jueces (23:22). Pero aun el
buen corazón de Josías no fue suficiente para detener la ira de Jehová
contra Israel (23:26).


Con el reinado de Josías, oímos las últimas notas positivas del
pueblo de Judá. Después de su muerte comenzó una racha mala de reyes
infieles al Señor. Joacaz hizo lo malo ante los ojos de Jehová (23:32),
igual que Joacim (23:37), igual que Joaquín (24:9), igual que Sedequías
(24:19). Y con estas noticias, termina el reino de Judá en el mismo
estado que el reino de Israel: el cautiverio. El resto del libro
(capítulo 25) es dedicada a una descripción de los daños hechos por el
rey conquistador Nabucodonosor, rey de Babilonia. Pero no hay ningún
comentario acerca de las razones por el cautiverio. Ya suficiente fue
dicho. Jehová actuó.


La última noticia que tenemos es ambos deprimiente y alentadora.
Vemos el rey de Juda tristemente sentado a la mesa del rey de Babilonia,
dependiente de la misericordia de un rey pagano. Pero por otro lado,
lleva en sí la esperanza de una posible restauración de la dinastía de
David, como Dios le había prometido por medio de su pacto.


23. Cuál es el propósito de los libros de los reyes?


________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________


24. En qué sentido señala este libro a Cristo?
_______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________


25. Cómo puede este libro ayudar a la Iglesia entender su papel en el
mundo?
__________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.


Conclusión


Hemos recorrido la historia de Israel desde la conquista de la tierra
prometida hasta la cautividad. Qué hemos aprendido de esta recorrida?
Las lecciones son bastante obvias. Al principio de su relación con el
pueblo de Israel, Dios expresó su deseo de que su pueblo sea un reino de
sacerdotes, pueplo santo para su Señor Jehová. Al propósito, Dios
entregó al pueblo la ley del pacto, para que viven según ella. También
estableció al pueblo en la tierra prometida para que se alejaran de las
prácticas idólatras de las naciones paganas y llegaran ser una luz
resplandeciente para las naciones alrededor. Para guiarles en esta tarea
Dios le dio líderes al pueblo para llevar al pueblo por los caminos del
Señor. Al hacer estas cosas, el pueblo viviría, según las bendiciones
del pacto, y al no hacerlas, moriría.


Punto por punto la historia nos muestra que Israel falló en esta
encomienda santa. Sus líderes llevó al pueblo por el camino del mal, la
nación no seguía la ley del pacto, nunca llegó a ser una nación santa,
nunca llegó ser la luz de la tierra. Por eso, el Señor lo rechazó y lo
quitó de la tierra. Debemos entender que las promesas del Señor son
fiel. Sabemos que Dios cumplirá sus propósitos en la tierra. Pero en el
día en que nosotros pensamos que somos indispensables en el plan de
Dios, y que Dios nos va a usar sin importarle nuestra conducta y
obediencia, nos hemos equivocado grandemente. Dios nos usa precisamente
porque somos obedientes a él.


Esto nos pudiera dejar en una posición de desesperación, pensando que
todo el cargo de la obediencia al pacto del Señor cae sobre nuestros
hombros. Pero nada pudiera ser más lejos de la verdad. Dios sigue
demandando de su pueblo que sean una nacion santa, pero por medio de
Jesucristo, él nos provee con que obedercerle: el Espíritu Santo en
nuestras vidas. Con la presencia del mismo Dios en nuestro medio por
medio de su Espíritu Santo, no podemos fallar, porque fue enviado
precisamente para que “la justicia de la ley se cumpliese en nosotros,
que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos
8:4). Todo esto debemos a nuestro rey, quien “hizo lo recto ante los
ojos de Jehová” y después murió en nustro lugar. Jesús, Señor nuestro.


Notas


http://www.geocities.com/stephen.mark/Materia/B3.htm




1 comentario (+¿añadir los tuyos?)




  1. Daniela Jaldin

    May 04, 2009 @ 21:00:18

    Mi comentario es que me gusto mucho el resumen de estos libros,
    haria una sugerencia con respecto al libro de los reyes,seria bueno que
    hicieran un cuadro con la descripcion de cada uno de los reyes, debido
    que se viera mas claro esa parte. Dios los bendiga.





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