lunes, 23 de mayo de 2016

1.La Antigua Grecia | La Antigua Grecia

1.La Antigua Grecia | La Antigua Grecia



1.La Antigua Grecia

febrero 14, 2010

3-El origen de la civilización Griega


3.1-Cultura Cretense o Minoica


Recibe este nombre, dado por Sir Arthur Evans en honor del mítico rey
Minos, la civilización floreciente en Creta desde el año 2000 a.C. cuyo
predominio e influencia en el mundo egeo son manifiestos, con una
evolución en la Edad del Bronce muy distinta y propia. Su situación
geográfica y la riqueza de su suelo le proporcionaban pocos recursos
minerales, pero en la parte este y centro grandes praderas y mesetas
pastorales, olivos, vides, robles, cipreses y en la partes norte y este
playas protegidas favorables para el atraque de barcos de todo tipo.


  Antes del 2500 a. C. son escasos los restos de metales, salvo la
obsidiana de Melos. No obstante desde el 2500 al 2000 la población crece
en número y la riqueza gracias a los adelantos técnicos: predominio de
herramientas de piedra y arcilla, aun después de la introducción de la
metalurgia.


  La característica principal de Creta en esta época, según Finley,
es la absorción de elementos  culturales (y de población) procedentes de
Grecia continental, las Cíclades, Asia Menor, Siria y Egipto gracias al
comercio dentro de su desarrollo propio y coherente. Imprimieron su
cultura cretense a los jarrones y objetos metálicos (puñales de cobre) y
ya en el Minoico Antiguo MA empieza a aparecer el embrión de la
arquitectura minoica con su estructura aglutinada en forma de celda de
panal.


  Respecto al origen de la civilización minoica desde el punto de
vista etnológico es difícil adscribir a los cretenses minoicos con algún
pueblo conocido. Una de las tesis más admitida es que son herederos
directos de los habitantes neolíticos de la isla (que llegarían a la
misma hacia el 6000 a. C.) y que los pueblos no neolíticos (indoeuropeos
o no indoeuropeos) que pudieran haber llegado a la isla no se
impusieron, sino que se vieron absorbidos por la cultura cretense sin
imponer la suya. Palmer, el eminente lingüista, plantea que la
destrucción de los palacios hacia el 1700 a. C. es obra de la
penetración en la isla de un pueblo Anatolio, los luvitas, lo que
explicaría también el cambio de escritura, Lineal A en vez de la
jeroglífica, pero a falta del desciframiento del Lineal A, nada es
seguro. Si seguimos las noticias de Creta que da Homero en la Odisea,
la población cretense era una población mixta conformada por cidonios,
heteo cretense y pelasgo, pueblos de los que, aparte del nombre, apenas
se sabe nada.











Características sociales, culturales y económicas de la civilización minoica 


Los rasgos de esta civilización que le concedieron tal predominio cultural son los siguientes:


  • En cuanto a la religión no poseen deidades antropomórficas (lo que
    estaría muy relacionado con los cultos de los neolíticos a las fuerzas
    de la naturaleza), salvo la Gran Diosa Madre, diosa de la fertilidad
    también conocida como la Gran Dama del Laberinto, que aparece
    representada en ocasiones con el vestido típico minoico y serpientes en
    ambas manos, símbolos ellas también de las fuerzas fértiles de la
    tierra.
  • Para el ejercicio de sus cultos poseen pequeños santuarios
    semisubterráneas, dentro de los palacios en ocasiones, y cuevas próximas
    al lugar de asentamiento; parece ser que estas cuevas eran la primitiva
    morada de los primeros habitantes neolíticos de la isla; posteriormente
    las abandonarían como morada, pero no como santuarios; se han
    encontrado rituales de la cultura minoica implica la relación del toro
    (animal de gran carga sexual, erótica y fertilizadora) por noticias de
    los murales de Cnosos y de la leyenda de Minos y el Minotauro .
  • En el embalsamamiento de los muertos utilizan la miel al tiempo que
    en los rituales de los muertos interviene la fermentación como proceso
    natural de renovación de la vida.
  • Posee una sólida base económica con una población densa (se calcula
    que la población de la isla en época de esplendor debía rondar entre
    400.000 y medio millón de habitantes) así como una agricultura y
    ganadería muy productivas (se calcula así mismo que el número de rebaños
    sólo de ovejas de Cnosos rondaría los 1000).
  • Asimismo el comercio se veía favorecido por la fabricación y
    exportación de productos de lujo en oro y plata, cerámicas;  poseía una
    gran flota, provocada por su situación insular, posición estratégica,
    sus productos manufacturados y su escasez de materias primas metálicas.
  • Su sociedad presentaba una fuerte especialización: escribas,
    carpinteros, pastores, agricultores, armeros, escultores, lapidarios,
    vidrieros, alfareros, orfebres, herreros, curtidores, tejedores,
    pintores, etc.
 
Tablilla escrita en jeroglífico
 
Tablilla escrita en lineal B
  • Poseían la escritura (tomada de otro pueblo o desarrollada en suelo
    propio), divisible ésta en tres etapas: jeroglífica, Lineal A y Lineal B
    (este último sistema sólo de época micénica y para anotar ya la lengua
    griega, es evolución del lineal A, que en opinión de algunos podría
    anotar el luvita).
  • Liderazgo espiritual y material de una autoridad palaciega (que
    parecía recibir el nombre de Minos) que estaba obligada a renovar su
    mandato cada año mediante un casamiento-rejuvenecimiento con la Gran
    Diosa Madre representada en la gran sacerdotisa, celebración que sería
    sin duda de carácter neolítico y vestigio de una sociedad matriarcal.
  • Cada familia poseía una parcela de tierra que trabajaba para sí
    mismos y parece que la clase esclava o no existía o lo hacía en una
    proporción muy pequeña.
  • La paz reinante puede que sea la característica minoica más
    peculiar, pues les llevó a no fortificar sus asentamientos, ocupar las
    llanuras y los lugares abiertos y desprotegidos; no hay que atribuirla a
    su flota poderosa como hace Evans con su talasocracia; la flota era
    comercial y no guerrera.
    La civilización minoica alcanzó tal esplendor que, gracias a sus
contactos comerciales, pudieron exportar su modo de cultura a todo el
Egeo: a lo largo del II milenio las Cícladas recibieron paulatinamente
una fuerte influencia de Creta si bien no hay emplazamientos
colonizadores, sólo comerciales, y paralelamente en la Grecia
continental, donde se produjo un amplio proceso de unos 400 años
denominado “minoización de los griegos” (llegados hacia el 2000 a. C.) y
que daría lugar a la posterior civilización micénica (1600 a. C.).
Después, hacia el 1400 los papeles se invirtieron y serán los griegos
micénicos los que darán lugar a la “micenización de Creta”.


Los palacios minoicos 


  El rasgo que más sorprende de la civilización minoica es, sin
embargo, el modo de asentamiento de la población entorno a un edificio
central: el palacio, un complejo civil al servicio de la ciudad.


  Desde que Evans en la frontera entre el siglo XIX y XX descubriera
las ruinas del palacio de Cnosos, el mayor de los palacios encontrados,
hasta nuestros días el hallazgo, desenterramiento y estudios de
poblaciones con palacios se ha visto aumentado en grado sumo; se han
encontrados palacios de los que ni siquiera se conoce el nombre, pues en
época clásica no existían tales asentamientosy no se tenía consciencia y
recuerdo de los mismos, de ahí que hayan recibido nombres actuales; sus
nombres son: Cnosos, Zakro, Malia, Festo, Canea o Kania, Hagia Tríada,
Gurniá, y poblamientos de Tilisos, Kamilari, Mirtos y Palakaistro.


  Todos los palacios se caracterizan por unas peculiaridades que no
se encuentran en ninguna otra civilización del mundo y dicen mucho en
favor del grado de civilización de los minoicos:


  • Colocación y extensión del palacio orgánicamente a partir de un área
    central abierta, un patio, como continuación de la forma colectiva de
    la organización social neolítica.
  • Frente a otras culturas no es un templo o lugar sagrado el centro
    del palacio ni del poblado, sino que el templo del palacio, aparte de
    ser pequeñas dependencias-santuarios, ocupan un lugar marginal dentro
    del palacio y reproducen y recuerdan cavernas; esto concuerda con el
    hecho de que los ritos se celebraran en cuevas y es posible que con
    procesiones.
  • Los palacios que cuentan con dos y, a veces, tres pisos presentan
    generalmente un gran número de habitaciones y dependencias de la planta
    baja a talleres y a almacenes para el grano, el aceite, el vino, etc.
  • Dotaban al palacio de un aspecto de grandeza mediante tres efectos
    de ornato: frescos recubriendo las paredes interiores de las
    dependencias más importantes (casi siempre motivos naturales marinos, o
    pugilatos o escenas de toros (cf. láminas)); escalinatas y revertir los
    palacios con piedras centelleantes cortadas en losas con escoplos y
    sierras consiguiendo un magnifico efecto con poco material (sólo los
    romanos en la Antigüedad consiguieron algo similar al revestir con losas
    de mármol los edificios más importantes de Roma, como el Coliseo);
    finalmente también dotaban a las columnas cierta fascinación con su
    forma ovalada y la policromía del palacio.
  • Al mismo tiempo dotaban al palacio de un aire de ligereza mediante
    la utilización de grandes tragaluces para iluminar las habitaciones;
    mamparas plegables y correderas de madera y pilares-columnas en vez de
    tabiques para separar determinadas dependencias; umbrales en las
    antesalas; varios patios en el palacio, de los que el central solía
    estar empedrado.
  • Higiene de los palacios mediante un sistema de eliminación de
    residuos mediante un alcantarillado, un sistema de drenaje y otro de
    ventilación para las habitaciones gracias a grandes ventanales y
    tragaluces.
  • Por último la sensación que da todo palacio minoico es la de un
    laberinto y no es de extrañar; los pasillos que conducen a las
    dependencias reales y principales tienen forma de de zigzag; las
    escalinatas no son rectas, sino que frecuentemente son en forma de curva
    con lo que el visitante era conducido a sus dependencia y a las
    dependencia reales por un camino indirecto dando un rodeo; al mismo
    tiempo las dependencia de palacio y las casa de la ciudad se aglomeran y
    agolpan al modo neolítico, recordando en muchos casos los callejones y
    callejuelas de los poblados árabes; posteriormente la idea de laberinto
    se convirtió en la de trampa desconcertante, si bien en un origen no lo
    era. La idea de construcción de palacios y asentamientos viene dada por
    una aversión a la simetría en las fachadas y trazados de los edificios.
    Laberinto con todo en una denominación de origen indoeuropeo (sufijo en
    -nth-) que no se sabe si se aplicaba al conjunto del palacio o a una
    sala donde al parecer se danzaba una compleja danza (llamada del
    laberinto), parte del ritual de la Gran Diosa Madre entre la luz y las
    tinieblas (vida y muerte), cuyos pasos estarían dibujados en el suelo
    marcando la dirección del baile. Indicar que la noción de laberinto y el
    Minotauro parece aplicarse en la Antigüedad sólo al palacio de Minos en
    Cnosos.
  No obstante no todos los palacios pertenecen al mismo período y
algunos de ellos fueron reconstruidos dos o tres veces durante el II
milenio debido a las catástrofes naturales (terremotos, maremotos y la
acción conjunta de ambos como consecencia del estallido del volcán de la
isla de Tera hacia el 1500-1400); esto ha llevado a diferenciar dentro
de la cronología cretense y minoica:


  • Período prepalaciego: 2600-2000 a. C. (Minoico Antiguo MA II y MAIII).
  • Período palaciego 1º: 2000-1700 a. C. (Minoico Medio MM I y MM II);
    palacios de Cnosos (puede que anterior al 2000), Malia y Festo.
  • Período palaciego 2º: 1700-1400 a. C. (Minoico Medio MM III y
    Minoico Reciente MR I A y MR II B); nuevo palacio de Festos, el de
    Zakro, Hagia Tríada y Gurniá.
  • Período postpalaciego: 1400-1100 a.C. (Minoico Reciente MR III) de época micénica; el nuevo palacio de Hagia Tríada.
  Por el tamaño del palacio y del asentamiento Cnosos debía ser la
“capital” del mundo minoico y las demás poblaciones con palacios eran
ciudades de segundo orden con unos gobernantes o príncipes posiblemente
subordinados al poder del gobernante de Cnosos que también eran, como
aquél, jueces y sacerdotes, juntamente con el mantenimiento del
monopolio de la metalurgia de los poblamientos al tener los talleres en
el propio palacio. Es muy probable que además existieran diseminados por
las llanuras de Creta una serie de terratenientes semiindependientes.


La leyenda de Minos, rey del mar 


  La leyenda más o menos completa, sin entrar en las distintas variantes o versiones, de Minos dice:


Zeus abandonó a Europa en Creta, después de haber engendrado en ella
a tres hijos: Minos, Radamantis y Sarpedón. En Creta Europa se casó con
Asteria. Los tres hermanos se enamoraron de un joven llamado Mileto y
cuando éste prefirió a Sarpedón, Minos expulsó a Mileto de Creta y éste
fundó la ciudad de Mileto. A la muerte de Asteria Minos reclamó el
trono, dedicó un altar a Poseidón y pidió que saliese del mar un toro;
salió un gran toro blanco y Minos ganó el derecho al trono. Al no
placerle a Sarpedón, Minos lo expulsó y se exilió en Sicilia, donde se
convirtió en rey. Minos casó entonces con Pasífae y Poseidón, para
vengarse de un cambio en un sacrificio prometido, hizo que Pasífae se
enamorara del toro blanco y disfrazado con una vaca de madera construida
por Dédalo, engendró del toro al Minotauro. Para ocultar tal afrenta
Minos encargó a Dédalo la construcción de un lugar apartado de Cnosos
para encerrar al Minotauro y Pasífae. Dédalo construyó el Laberinto.
Radamantis se quedó en Creta y le transfirió a su hermano la costumbre
de reunirse cada nueve años en una cueva con Zeus y obtener nuevas leyes
para su pueblo.
  Minos parece ser el título que recibía el gobernante y la dinastía
regia de la cultura cretense minoica de Cnosos, personaje que debía
realizar funciones administrativas y sacerdotales. De él nos han llegado
noticias a través de la mitología y de los filósofos e historiadores
que han hablado de su figura. Platón opinaba que Minos era un gobernante
muy sabio al tiempo que un gran juez que cada nueve años se reunía con
Zeus; los arqueólogos e historiadores modernos parecen haber
identificado esta noticia con una ceremonia que se celebraba cada ocho
años completos en las que Minos renovaba su mandato como gobernante,
pero no sirviendo a Zeus sino a la Gran Diosa Madre minoica, de la cual
dependía y a cuyo cargo estaba como sacerdote.


  Antes de seguir quiero indicar que la tradición mitológica de Minos
confunde en este nombre a todos los gobernantes de Cnosos (pues era su
título y de ninguno de ellos se nos ha transmitido el nombre) así como
los gobernantes micénicos que, tras invadir la isla, asumieron la
regencia de la isla bajo el mismo título que el gobernante micénico, es
decir, que se unen tradiciones minoicas y micénicas, al tiempo que las
acciones de muchos gobernantes distintos; la idea del servicio de Cnosos
a Zeus transmitida por Platón, sería micénica y el servicio a la Gran
Diosa Madre, minoica.


  Otra noticia anacrónica de su mitología es que se le hace hijastro
de Asteria, nieto de Doro, lo que significa que par la mitología Creta
era doria, cosa que no sucede hasta el final del II milenio a. C..Al
mismo tiempo Téctamo, padre de Asteria, se dice en la mitología que
llevó a Creta una mezcla de eolios y pelasgos (incluyendo quizás jonios
del Ática), quizá haciendo referencia a los habitantes de la isla allá
el s. VIII a. C. compuesta de aqueos, dorios, eolios, pelasgos y
cidonios. El reconocimiento del poder de Minos sería la afirmación del
poderío dorio en la isla.


  Por contra la mitología nos transmite también una rama del linaje
de Minos ajena al mundo griego: su madre Europa, hermana entre otros de
Cadmo, rey de Tebas, es hija de Agenor, hijo de Libia y Poseidón y
procedente de Egipto, y de Telefasa o Argíope, procedente de Canaán. La
significación de su nombre, “de ancho rostro”, es un sinónimo de la luna
llena, título de las diosas lunas Deméter Lebadea y Astarté en Sidón
(quizá relacionadas con la Gran Diosa Madre minoica, de la que la luna
era un símbolo). La violación de Europa por parte de Zeus recogería un
ritual en la que la sacerdotisa de la Luna cabalgaba a lomos del
toro-Sol. Se ha querido ver una incursión de Creta en Fenicia para
explicar este mito.


  La noticia del joven Mileto nos da cuenta de la más que probable
fundación de Mileto por parte de cretenses (minoicos o micénicos),
confirmada además por el hecho de que a Ladé, en Mileto, se la relacione
con el cementerio de Asterio.


  Que Sarpedón emigrara a Asia Menor, a Caria y Licia, se ha
interpretado como el establecimiento de lugares para el comercio de
Creta con dichas regiones.


  La noticia de la relación de Pasífae con el Minotauro se explica
como un rito en el que la Gran Sacerdotisa de la Luna, que llevaba
cuernos de vaca (Pasífae), y el rey Minos, con una máscara con cara de
Toro celebraban un casamiento ritual bajo una encina. El toro es el
animal ritual de Creta: quedan frescos con escenas de toros (el famoso
salto del toro, deporte o rito), era animal de sacrificio y hay
estatuillas de bronce.


  El Laberinto como ya se ha dicho es el palacio de Cnosos, un
conjunto asimétrico e intrincado de habitaciones, antesalas, vestíbulos y
corredores en el que un visitante extraño fácilmente se perdía. Para
Evans el nombre vendría de labrys, palabra lidia y caria que significa
hacha, haciendo referencia a las dobles hachas, signo de la dinastía
real minoica de Cnosos. También recoge la idea de un ritual, un mosaico
dibujado en el suelo como patrón a seguir en la realización de un baile
(como actualmente las danzas “laberínticas” de la Pascua de Resurrección
en Rusia y Gales).


  No obstante tenemos otras nociones acerca de Minos. Una concepción
de Minos como un gobernante sabio hace referencia a los Minos minoicos,
mientras que la idea de Minos autárquico es una caracterización derivada
de Minos el último gobernador micénico de Cnosos antes de su
destrucción, el cual ejerció una cruel dominación para adquirir una
riqueza suficientemente grande para extender su poderío más allá de
Creta a las Cícladas y quizá a otras islas (Chipre?).


  Heródoto nos transmitieron al mismo tiempo dos ideas acerca del
poder de Minos: una, su poderosa flota (la comercial de los minoicos) y
otra, el carácter guerrero de la misma (obra de los Minos micénicos);
esta idea fue llevada más lejos por Evans cuando desenterró Cnosos:
invistió a Minos como el dueño y señor del Egeo bajo el ejercicio de su
talasocracia, un reinado del miedo y un control del mar que Homero en la
Odisea XI califica de despótico. De nuevo se mezclan el Minos minoico y
el micénico: los gobernantes minoicos establecieron en todo el Egeo
establecimientos comerciales en las costas, sin llegar a colonizar las
regiones donde establecían dichos enclaves; comercialmente hablando sí
dominaban el Egeo y tenían una “talasocracia comercial” dentro y fuera
del Egeo, al tiempo que nunca usaron las armas para nada y la paz era la
nota dominante de su civilización; por su parte, los Minos micénicos sí
establecieron pequeñas colonias en el Egeo y además ejercieron una
dominación despótica basando su poder en la guerra, de aquí la idea de
talasocracia despótica.


  Las colonias que Tucídides afirma que Minos creó en el Egeo hay que
considerarlas como misiones comerciales o diplomáticas enviadas por la
Creta minoica para garantizar la buena voluntad y la ayuda de y a los
isleños; el ejemplo más característico que se haya descubierto
arqueológicamente hasta ahora es Akrotiri en la isla de Tera.


Ritos relacionados con Minos 


  Al mito de Minos se asocian muchos más: el de sus hijos, el de
Pasífae, el de Sarpedón, el de Radamantis, pero creo que dos son los más
significativos: el de Dédalo y el de Teseo y Ariadna.


El mito de Dédalo 


  Dédalo pertenece a la familia real de Atenas, descendiente de
Erecteo y se caracterizaba por ser un herrero admirable y ser un hombre
de ingenio sin igual. Huyó de Atenas por asesinar a su sobrino, otro
inventor que le superó al descubrir la sierra. Al llegar a la Creta de
Minos trabajó a su servicio, gozando de su favor en paz. Tras el asunto
de Pasífae y el Minotauro, Minos lo encerró en el Laberinto por él mismo
construido junto con su hijo Ícaro. Para huir del laberinto ideó la
construcción de alas con cera y plumas para él y su hijo; éste pereció
por acercarse demasiado al sol y derretir el sol la cera; otra versión
dice que lo hizo con un barco que le prestó Pasífae y se refugió en
Sicilia y que Ícaro cayó al mar; otra más dice que inventó las velas
para la navegación y así huyó. Minos salió a buscarlo y Sicilia dicen
que mató a Minos mientras se bañaba con pez o agua hirviendo.


  Su mito también presenta acronismos. Dédalo, Talos y Hefesto
parecen ser títulos de un mismo personaje mítico. El mito de Dédalo y
Talos y el de Dédalo e Ícaro parecen combinar el ritual de quemar al
sustituto del rey solar, que se había puesto alas de águila, en la
hoguera de primavera con el rito de arrojar un fármaco con alas de
perdiz.


La huída del laberinto se entiende como la huída del piso del mosaico
con la danza del laberinto, pero la huída a Sicilia se entiende como la
huída de los forjadores de bronce nativos de Creta a Cumas, Sicilia y
Cerdeña como consecuencias de las invasiones micénicas y dorias.


  Aunque Dédalo consta como ateniense por un demo que lleva su
nombre, las artes dedálicas fueron importadas de Creta a Atenas. A él se
achacan la invención de las velas de los barcos, lo que permitió una
mayor velocidad de éstos (y por ello Minos no lo pudo alcanzar en el
mar) o al menos inventó algún artilugio que dotaba de mayor velocidad a
los barcos.


Teseo y Ariadna 


  Minos ordenó que los atenienses enviaran siete muchachos y siete
muchachas cada nueve años a laberinto de Creta, donde esperaba el
Minotauro para devorarlos. A Teseo le tocó ir por sorteo o el propio
Minos lo eligió en Atenas. Al llegar a Creta, Ariadna, hija de Mino, se
enamoró de él y le ofreció el modo de escapar del laberinto: un ovillo
de hilo mágico y las instrucciones acerca ce cómo entrar y salir del
laberinto: abrir la puerta de entrada y atar al dintel el hilo que se
irá desenredándose conforme avance; luego, una vez muerto el Minoturo,
sólo hay que recorrer el camino inverso. Hecho eesto condujo a puerto a
todo el grupo ateniense y llevó consigo a Ariadna a la que abandonó en
Naxos.


  Grecia comenzó a minoizarse desde el XVIII a. C. a partir de los
lazos comerciales impuestos por Creta. El mito parece ser una rebelión
de los atenienses contra los cretenses: construcción de una flota,
rebelión y saqueo de Cnosos y un tratado de paz creto-ateniense
(casamiento entre Teseo y Ariadna); esto debió de producirse en época
micénica y no minoica. El tributo de los jóvenes atenienses al Minotauro
era exigido a Atenas y al matar Teseo al animal o vencer en la lucha a
Minos (cuyo símbolo era el toro) libera a los atenienses del tributo. Es
posible que en alguna época (minoica o micénica) hubiera sacrificios
humanos en Creta.


3.2-Cultura Micénica


En la Grecia continental hacia el 2000 a. C. penetra un nuevo pueblo
indoeuropeo, los griegos, desde el Epiro (su patria originaria según
afirma Aristóteles) y los Balcanes; este pueblo era de civilización
inferior que los pobladores anteriores a los que suplantaron, por lo que
durante 400 años aproximadamente se dedicaron a asimilar la cultura
superior de sus predecesores, al tiempo que se enriquecieron con la
aportación cultural de los minoicos.


  Es posible que los minios de los que se ha hablado (considerándolos también como luvitas) fueran en realidad los griegos.


  Es entonces, alrededor del 1600 a. C. cuando se empieza a expandir
el fruto de dicha asimilación, una nueva civilización que recibirá el
nombre de micénica gracias al desenterramiento de Micenas por parte de
Schliemann y ser ésta el mayor núcleo poblado y de mayor empuje de esta
cultura (coincidiendo así con la idea de Homero de que Micenas era la
más poderosa por ser su rey, Agamenón, el general en jefe de la tropas
griegas en la batalla de Troya).


  Micenas, en la Argólide, se convierte en un centro de riqueza y
poder con una civilización guerrera sin igual en la zona del Egeo; no
obstante no es el único centro de población importante de Grecia central
y meridional que surge y brilla con esplendor en esta época: Pilos en
Mesenia, Tebas, Glá y Orcómenos en Beocia y Tirinto también en la
Argólide y parece que bajo la Acrópolis de Atenas reposa un primitivo
asentamiento fortificado micénico.


  El período de esplendor micénico va desde el 1600 al 1150 a. C.,
cuando se configuran los palacios descritos en la Ilíada y sus reinos:
Pilos, Tebas, Orcómenos, Glá, Atenas y Micenas.


  Lo escabroso del terreno en Grecia continental provocó que el
dominio total sobre la península balcánica fuera imposible, pero no así
en el mar: la construcción de una flota poderosa les permitió la
aventura y conquista de ultramar y sustituir a los minoicos como
dominadores del Egeo.


Características de la civilización micénica 


  Muchos son los rasgos que diferencian de un modo tajante esta
civilización de la minoica; la diferenciación étnica fue el detonante de
ellas. Las principales características son:


  • Por primera vez los gobernantes quieren dejar constancia de su vida y
    su status social, manifestado sobre todo en el enterramiento; por
    primera vez se delimitan espacios sagrados para tumbas; es el caso de
    los dos círculos de tumbas delimitados de Micenas fuera del casco urbano
    con ajuares para los muertos, lujosos objetos metálicos y objetos
    guerreros (petos de oro, collares, pendientes y máscaras faciales de
    oro, etc.); es la inmortalización del poder y la autoridad; (uno de los
    círculos, con la ampliación de las murallas de Micenas quedó encerrado
    dentro del núcleo fortificado).
  • Asimismo el enterramiento presenta la novedad de la colocación de
    losas verticales para indicar las tumbas con grabados de escenas de
    animales, cacerías, militares o círculos como signo sagrado; junto a los
    suntuosos enterramientos están los enterramientos introducidos por los
    griegos desde el 2000 a. C.: son enterramientos en tumbas en forma de
    cistas (grandes vasijas), bien individuales o familiares, en posición
    vertical con los cuerpos en posición fetal; el enterramiento se producía
    dentro de la casa o al pie de los muros de la misma.
  • Elaboración de objetos de lujo muy bellos y exquisitos como
    abalorios de ámbar, las joyas arriba citadas de oro, alfiler con cabeza
    de cristal de roca y escudillas en forma de plato también en cristal de
    roca.
  • Aparición del carro de combate; parece ser un elemento que trajeron
    los griegos y que exportaron a la Creta minoica; se conocía el carro de
    bueyes para transportes, pero el carro de combate se caracteriza por su
    ligereza y por ser llevado por caballos (en Creta minoica se usó el tiro
    de caballos para transporte al ser un pueblo pacífico); otra arma
    propia de los micénica es la espada larga y muy particular es la
    armadura de láminas de metal (bronce) y casco de dientes de jabalí.
  • La sociedad presenta una estratificación social muy marcada,
    dominada por una nobleza guerrera que concentra el poder (en los
    enterramientos se ha visto que además son de una altura y corpulencia
    mayor que el resto de habitantes de estos asentamientos); también hay
    especialización del trabajo en función de las habilidades técnicas y
    artísticas.
  • El rasgo propio que quizá defina más a los micénicos y domine en
    todo su territorio es la gran tumba llamada de tholos (o de colmena) de
    las que la más famosa es la denominada Tumba de Atreo en Micenas: una
    gran cámara mortuoria construida por completo con grandes bloques de
    piedra, de dimensiones enormes y que no tiene precedentes
    arquitectónicos ni dentro ni fuera de Grecia.
 
el rasgo propio que quizá defina más a los micénicos y domine en
todo su territorio es la gran tumba llamada de tholos (o de colmena)
  • La vida micénica también está marcada por una gran religiosidad: el
    futuro panteón griego se empieza a dibujar en estas fechas con las
    divinidades indoeuropeas aportadas por los griegos: Zeus, Hera,
    Poseidón, Artemis, Atenea, Hermes, Ares y Dionisio; la santidad y temor
    por los muertos es un ejemplo; hacían sacrificios humanos a los dioses
    según las tablillas de Pilos; no obstante parece ser claramente
    inidentificable la Gran Diosa Madre de la civilización minoica
    reencarnado en Potnia con el título de da-pu-ri-ti-jo (la dama del
    Laberinto).
  • Los asentamientos se basaban en el levantamiento de casas a modo de
    celdas denominadas mégaron , casas con un porche con columnas, una larga
    habitación rectangular y en muchos casos al final de ésta una despensa;
    en ellos el edificio sobresaliente era el palacio y después la adición
    de fortificaciones como los muros “ciclópeos” de Tirinto o las gruesas
    murallas de Micenas con la puerta de los Leones de acceso al complejo
    amurallado, protecciones contruídas con grandes peñascos y bloques de
    piedra labrada; el palacio era además el centro del culto religioso,
    junto con algunos santuarios externos a los asentamientos a modo de
    ermitas.
  Los micénicos, en su época de esplendor, coincidente con la
construcción de las grandes tumbas de tholos, desarrollaron su actividad
hacia el exterior exportando sus productos y cerámicas al mundo Egeo e
incluso más allá: encontramos restos de dichas actividades comerciales
en Sicilia, Italia, Chipre, Mileto, Rodas y Asia Menor en el Heládico
Reciente HR II A y B; de ésta época son las tablillas de Lineal B
conservadas.


 
  Hablando del Lineal B, los micénicos adoptaron de los cretenses
miniocos la escritura para anotar su propia lengua, el griego; para ello
transformaron el sistema de escritura y sustituyeron el Lineal A (cuya
escritura sólo se encuentra en Creta) por el llamado Lineal B, que se
encuentra en todos los centros micénicos del Grecia continental y que
fue exportado después a Creta.


La evolución de los reinos micénicos 


  Los centros micénicos no eran verdaderas ciudades, aunque se les
llame así (yo he preferido llamarlos asentamientos); las ciudadelas o
fortalezas eran únicamente eso y sólo albergaban un palacio y poco más.
Diseminadas por las cercanías de los asentamientos se han encontrado
restos de poblamientos a modo de pequeñas aldeas en colinas donde
habitaban en gran masa los habitantes de cada reino (de ahí que en las
tablillas de los palacios se haga referencia a muchos nombres de
localidades desconocidas para nosotros, pero que corresponden a estas
aldeas; así sucede en Pilos).


  El palacio y el reino lo regentaba un gran señor (un rey) cuya
riqueza no obstante no se basaba exclusivamente de los tributos de sus
campesinos; había también artesanos que trabajaban la producción de
cerámicas, armas de bronce y otros artículos. Asimismo eran buenos
marineros y, aparte de la rapiña y el saqueo cuando podían, se dedicaban
al comercio. Artesanos y campesinos se incluían en una economía
decpalacio, aunque contaran con una organización de cierta independencia
en el marco de las estructuras aldeanas. El wanax, gran señor rey, eran sustituídos en las aldeas por basileis y
consejos de gerontes. Que se encargaban de organizar y administrar los
campos y actividades artesanales. Comenzaba la división de clases.


  Los wanax y lawagetas (jefes del ejército y
también con atribuciones religiosas-sacerdotales) poseían un pedazo de
tierra denominado temenos por las tablillas donde se indica que es un
pedazo de tierra sagrado destinado a su beneficio y usufructo privado,
mientras que las demás clases sociales los basileis (administradores o
ancianos de las aldeas) vigilaban la tierra denominada kekemena (de la comunidad) y los telestai poseían un pedazo de tierra denominada ktimena (propia), mientras que los demás, el damos, se encargaban o de tierra ajena o de trabajos artesanales.


  Las grandes distancias entre los palacios identificados sugieren
que no había un poder central en la época micénica, sino que cada
palacio era independiente y que Micenas sólo era uno más (a lo mejor el
mayor) y de él no dependía ningún otro centro. En cada centro
aprovechaban la mano de obra de esclavos y campesinos para la
construcción de los palacios, murallas y tumbas tholoi.


  Los micénicos viajaron en busca de rutas comerciales, bien las de
sus predecesores o bien nuevas; su motivación primera era la búsqueda de
metales y de ahí que abrieran rutas hacia Occidente (Sicilia e Italia)
desde el s. XV a. C., pero también al Báltico en busca del ámbar
nórdico, pero también llegaron a Asia Menor, Chipre, Siria y Egipto en
busca de miel, oro, tejidos, marfil, pasta vítrea, papiros, perfumes y
ungüentos; lo sabemos por los restos de cerámica micénica allí
encontrados.


  En función de la cerámica la época micénica se subdivide en:


  • período I: 1550 a. C.
  • período II: 1500
  • período III A: 1425
  • período III B: 1300
  • período III C (incluido submicénico): 1230-1050.
  Del 1400 al 1200 a. C. los estados micénicos comienzan su
esplendor. sus exportaciones crecen y son más visibles en casi todo el
mundo conocido por aquel entonces. Todas las regiones de Grecia
presentan instalaciones en el continente e islas de cultura micénica,
todas ellas con un poder central que se centraba en el poder
territorial.


Los mitos micénicos 


  Del gran caudal de mitos de la mitología griega la mayoría son
micénicos o de época micénica: los micénicos fueron los griegos que
trajeron el panteón (todavía incompleto) de dioses configurado
totalmente un poco más tarde, al tiempo que todos los héroes son
herederos de una sociedad guerrera (y la primera sociedad guerrera en
suelo griego fue la micénica); a ello hay que sumar que los mitos que no
eran originariamente micénicos (los de los minoicos y otros
provenientes de Egipto y Asia Menor) se confundieron o se fundieron con
mitos micénicos (como se ha visto en el caso de Minos); es por ello que
no se van a exponer aquí ningún mito y se va a hacer referencia única y
exclusivamente a la Ilíada y a la Odisea , pero también de modo sucinto
para tratar la problemática del reflejo del mundo micénico en la obra
homérica.


La guerra de Troya 


  Constituye una de las últimas empresas de expansión micénica.
Arqueológicamente sólo puede ser posible en el estrato Troya VII a, pues
es entonces cuando se encuentra una destrucción tras una vida dura y
accidentada: las casas, pequeñas y mal construidas, llenan todo el
espacio libre dando idea de amontonamiento y promiscuidad; en el suelo
de las viviendas aparecen empotradas enormes tinajas para almacenamiento
de líquidos y alimentos en provisión de escaseces provocadas por el
asedio; este estrato además está culminado por un incendio devastador y
en las calles y edificios aparecen cuerpos insepultos; además
cronológicamente los objetos de cerámica micénica importada son muy
escasos y la fecha de destrucción de Troya VII a se produjo entre el
1193 y el 1184 a. C. y las noticias de Eratóstenes y el Marmor Parium la
sitúan hacia el 1208 o el 1250.


  Las causas de la guerra son desconocidas y lo más desconcertante de
todo es que los aqueos no se establecieran en Troya una vez destruída
ésta (quizá por su agotamiento y debilidad de fuerzas); Page ha
sugerido, según unos documentos de los dos últimos reyes hetitas, que un
tal Attarsiyas (identificado con Atreo), aqueo, hacía correrías por
Asia Menor y ejercía su predominio; entonces intervino Taruisa (Troya)
en una Liga que peleó contra el rey hetita Thudalijas IV bajo la
dirección de Assuia (Asia región del Caístro que da nombre al
continente) y, tras el derrumbamiento del reino hetita, aqueos y
asiáticos se disputaron el poder bacante en la guerra con asedios de
Troya, Rodas y una guerra en Asia Menor a mayor escala o extensión.


  La guerra de Troya se inserta además en plena época de crisis y
decadencia del mundo micénico y supuso el canto del cisne de dicha
cultura. La época contemporánea de la guerra, el Heládico Reciente HR
III c muestran un empobrecimiento cerámico, artístico y material,
concluidos con la emigración e invasión doria (o la sublevación de los
dorios como las capas sociales más bajas de la sociedad micénica) con la
cremación de cadáveres y el hierro.


  Respecto a los troyanos es difícil ver en ellos a un pueblo griego,
ya que en la Tróade no se encuentra toponimia indoeuropea y además
culturalmente incineran a los muertos, mientras que los griegos los
enterraban; por ello hay quien dice que eran luvitas o al menos no
griegos.


La Grecia micénica y la Grecia homérica 


  Que los poemas homéricos se basan en acontecimientos de época
micénica es indudable; que se originaron como poesía épica recitada por
aedos, también; que conservan su esencia micénica, también; pero desde
la caída de Troya hasta los poemas homéricos tal y como los conocemos
hoy en día pasaron cerca de 500 años, años que dejaron su huella en la
elaboración homérica.


  Los poemas en primer lugar no pretenden narrar la sociedad micénica
en sus aspectos cultural, social, económico ni aspectos similares, sino
que sólo pretende narrar un acontecimiento bélico en función de la
exaltación de las hazañas de los héroes y hacer un relato agradable para
los oídos del auditorio; ello no evita que a veces se le escapen
referencias y noticias acerca del mundo originario de estos héroes, pero
modernizándolos en muchos casos, es decir, que presentan grandes
anacronismos. Ello nos debe conducir a no creer que todo lo homérico es
micénico y que todo lo micénico va a estar en lo homérico. Debemos tener
a Homero como una fuente de información secundaria o terciaria,
dependiente de la arqueología y de las tablillas de Lineal B.


  La validez del mundo micénico de la Ilíada y de la Odisea en menor
medida debe ser puesta en duda sólo con ojear el contenido de los
poemas. Que guerreasen diez años por Asia Menor lejos de sus reinos y
además las increíbles aventuras de Odiseo hacen que todo lo novelesco y
ficticio de los poemas se impongan sobre lo histórico relegándolo a
ciertas nociones a modo de citas, como el catálogo de la naves, el carro
de guerra micénico, el casco de dientes de jabalí y poco más.


4-La época Arcaica


4.1-Homero: La Odisea y la Ilíada


Homero


Desde remotísima antigüedad (siglos X o IX antes de Cristo) han
venido recitándose, en Grecia primero y en todo el mundo paulatinamente a
medida que la civilización se propagaba, dos hermosos poemas épicos: La
Ilíada y La Odisea. Y también desde aquellas remotas edades se admite
que ambos poemas se deben al ingenio de Homero, rapsoda ciego, natural
de Grecia, quien los habría compuesto y cantado en las calles de su
patria, para reclamar luego el óbolo de quienes escuchaban su canción.


Del mismo modo que las tradiciones y leyendas, los versos de ambos
poemas fueron retenidos de memoria y transmitidos de generación en
generación hasta la introducción, por Cadmo, de la escritura en Grecia,
época en que fueron escritos, y luego pulidos y ordenados para que los
cantos que forman ambos poemas tuvieran mayor concordancia y unidad. A
esto se debe que algunos autores hayan negado la existencia de Homero o
afirmado, aún admitiéndola, que se trata de una recopilación de cantos
debidos a distintos aedos (primitivos poetas de Grecia). Contra estas
opiniones se levanta airosa la propia obra, cuya estructura demuestra
que fue creada siguiendo un plan y desarrollando un argumento. En cuanto
a la existencia de Homero, ahí está su obra, y no puede darse
testimonio más elocuente. “Por el fruto conoceréis al árbol”.


Su nombre deriva de la unión de palabras: O (el), me (no) y oron
(verbo ver). Es decir: “El que no ve”. Esta deducción está de acuerdo
con la ceguera atribuida a Homero por la leyenda.


Con el caso de Colón, Cervantes y otros genios, varias ciudades de su
patria se disputan el honor de haber sido la cuna de Homero. Estas
ciudades son: Esmirna, Pilos, Colofón, Cos, Quíos, Argos y Atenas. Cada
una de ellas ha presentado al debate argumentos y deducciones en abono
de su pretendido derecho, pero ninguno de ellos constituye una verdadera
prueba documental de carácter irrebatible. Quede, pues, la gloria para
Grecia, cuna de la civilización.


También en lo que se refiere a la época del nacimiento de Homero
difieren opiniones. Mientras algunos investigadores dicen que nació 24
años después de la guerra de Troya, otros afirman que no fue sino cinco
siglos más tarde.


El historiador griego Heródoto dice que Homero vivió alrededor del
año 850 antes de Cristo, en tanto que Juvencio, escritor latino de la
Edad Media, lo sitúa en el siglo X de la misma era. Posteriores
investigaciones han permitido llegar a la conclusión de que La Ilíada en
primer término, y La Odisea con inmediata posteridad, fueron dadas a
conocer en Quíos entre los siglos X y IX antes de Cristo, por lo cual
Acusilao, Simónides, Tucídides y Píndaro han afirmado que fue Quíos la
verdadera ciudad donde nació Homero.


Sean cuales fueren la cuna, la época en que vivió y el origen del
nombre del rapsoda, lo importante es que los poemas existen y son
bellos. Queden esas rebuscas y sutilezas para los eruditos. Entretanto
evoquemos con la imaginación al andrajoso trovador ciego que va, de mano
del lazarillo, cantando sus epopeyas en sonoros versos. En versos tan
puros, tan llenos de armonía, de contenido heroico y de ática gracia que
han perdurado triunfal y gloriosamente a través de los siglos.


La Ilíada y La Odisea


La Odisea (de Odiseo, nombre griego del héroe a quien se conoce más
por el latino Ulises) es el segundo en orden cronológico de aparición de
los dos grandes poemas homéricos, el primero de los cuales es La
Ilíada.


Narra Homero en La Odisea los trabajos y sufrimientos a que, por
voluntad de los dioses, fue sometido Ulises, rey de Ítaca, cuando
vencida y arrasada la ciudad de Troya por las huestes griegas, después
de diez años de infructuoso sitio, se embarca en sus naves de regreso a
la patria.


Narra Homero en la Odisea, no obstante ser un relato con asunto
propio, frecuentes alusiones a los hechos acaecidos durante la guerra de
Troya, y los hombres y los dioses que participaron en ella. Conviene,
pues, conocer las incidencias de la famosa epopeya, precisamente, el
argumento de La Ilíada.


Alrededor del año 1260 a.C., el príncipe París, hijo de Príamo, rey
de Troya, se alojó durante uno de sus viajes en el palacio de Menelao,
rey de Esparta. Traicionando la hospitalidad de Menelao, París robó a
Helena, esposa del rey de Esparta, y la llevó consigo a Troya.


Menelao era fuerte y valiente. Ante el ultraje recibido pidió ayuda a
los reyes sus vecinos para formar un gran ejército capaz de combatir
con el troyano, famoso por su capacidad guerrera. Muchos de ellos
acudieron al llamado de Menelao, entre otros: Aquiles, Áyax, Idomeneo,
Ulises y Agamenón. Este último, rey de Micenas, era hermano de Menelao, y
se le confió el mando en jefe de las fuerzas griegas aliadas.


Nueve años duró el sitio de Troya, ciudad que estaba cercada por un
alto y ancho muro de piedra, inexpugnable. Fracasados todos los intentos
de los griegos para tomar la ciudad, distraían sus ocios en frecuentes
incursiones en otros pueblos vecinos, a los que entraban a saco,
apoderándose de las riquezas y de los hombres y mujeres jóvenes, a los
que sometían a la esclavitud. Durante una de las depredaciones el rey
Agamenón se apoderó de Criseida, una joven hija del sacerdote a cuyo
cargo estaba el templo de Apolo en la ciudad saqueada. Crises, el
anciano sacerdote, se dirige entonces al campamento griego como
suplicante, rogando a Agamenón que le devuelva a su hija, a cambio de la
cual ofrece un cuantioso rescate. Reunido en el ágora, el ejército
griego opina que debe atenderse la súplica del sacerdote, pero Agamenón
se niega. Aquiles, el más fuerte y valiente de los héroes griegos, hijo
de la diosa Tetis y el rey de los mirmidones, aconseja a


Agamenón que acate la opinión del ejército y devuelva la joven al anciano sacerdote.


Agamenón, despechado por las palabras de Aquiles, insiste al
principio en su negativa; pero termina por acceder, aunque amenazando a
su contrincante con sacarle a viva fuerza, de su tienda, a una esclava,
Briseida, a quien el rey de los mirmidones tiene un gran aprecio.
Agamenón cumple su amenaza. Devuelve su hija al sacerdote a cambio del
rescate ofrecido y manda varios heraldos a la tienda de Aquiles para que
se apoderen de Briseida. Aquiles no se opone a que se cumpla la
voluntad del generalísimo, pero jura vengarse invocando para ello la
ayuda de Tetis, su madre, que acude a su llamado desde el fondo del mar,
donde tiene su morada. La diosa le aconseja entonces, lo que debe
hacer: permanecer en su tienda, absteniéndose de intervenir en la guerra
que va a desencadenarse, aunque vea morir por millares a los paladines
griegos. Ella irá a pedir a Júpiter, su padre, que origine en las filas
de éstos grandes matanzas bajo las lanzas y las flechas de los
enardecidos guerreros troyanos.


La promesa de Tetis se cumple. Júpiter enciende la guerra entre
griegos y troyanos, y tan numeroso y aguerrido de los últimos que
aquéllos sufren enormes pérdidas en el primer encuentro. Durante largos
días se prolonga la guerra con suerte varia. Pero Júpiter ha decretado
la derrota final de los griegos.


Si Aquiles con sus tropas se presentara en el campo de batalla, su
sola presencia bastaría para trocar en derrota la inminente victoria de
los troyanos; tal es el terror que inspira a sus enemigos cuando se
presenta en el campo blandiendo sus dos lanzas y profiriendo su terrible
grito de guerra. Mas, como si estuviera ciego ante la derrota de sus
antiguos aliados, permanece en su tienda mirando impasible cómo van
cayendo uno tras otro los más valientes y esforzados paladines griegos.


La derrota ha sido tremenda. Conseguida una tregua para enterrar a
los muertos, los griegos alzan un muro para defender las naves. Agamenón
piensa en el regreso a la patria y lo propone a sus aliados. La mayoría
está de acuerdo y corre hacia los navíos. Pero no es esa la voluntad de
los dioses. Minerva se aparece a Ulises, rey de Ítaca, y le aconseja
que exhorte y aliente a los guerreros para que vuelvan al combate.
Ulises es elocuente; nadie sabe argumentar como él, cuya fama de
ingenioso es grande en toda Grecia. Su elocuencia arrebatadora enardece
de nuevo a los griegos, y la guerra se reanuda. El muro defensivo no
tarda en caer bajo el empuje de los troyanos, que pugnan por acercarse a
las naves e incendiarlas. En ese instante, un amigo entrañable de
Aquiles, el héroe Patroclo, le censura su actitud y lo incita a que
intervenga con los guerreros mirmidones a favor de los griegos. Aquiles
vuelve a negarse. Solamente permite, a ruego de Patroclo, que éste calce
sus armaduras, quien así lo hace y consigue alejar a los troyanos de
las naves. Patroclo es valiente y audaz. No se conforma con su victoria,
sino que quiere alcanzar inmensa gloria matando a Héctor, el
generalísimo de los troyanos, que es el más querido de los hijos de
Príamo y cuya fuerza y valor son semejantes a los de Aquiles. Llega
junto al héroe troyano y lo desafía. Se traban en lucha, y Patroclo no
tarda en caer bajo la lanza de Héctor.


La noticia de la muerte de su amigo fraterno llena de dolor al rey de
los mirmidones. ¡Ahora sí! Ahora renunciará a su juramento para vengar
la muerte de su amigo. Sus armas han quedado en poder de Héctor, pues
las había llevado


Patroclo al combate. Pero, Tetis, su madre, que acude a su llamado
nuevamente, le consigue otras magníficas, fabricadas por Vulcano, el
dios forjador.


Dando terribles alaridos, Aquiles se lanza entonces al combate. Los
troyanos, despavoridos ante la matanza enorme que el héroe provoca,
huyen a refugiarse tras los muros de la ciudad. Solamente queda afuera
Héctor. Aquiles lo ve y corre a su encuentro; luchan y Héctor no tarda
en morir bajo la lanza del enfurecido rey de los mirmidones. Aquiles
despoja a su adversario de las armas, después ata el cadáver a una rueda
de su carro de guerra y se lo lleva así hasta su campamento.


Grande es la desesperación que se apodera de Príamo, el anciano rey
de Troya, ante la noticia de la muerte de su hijo. Aconsejado por
Minerva y guiado por Mercurio, acude a la tienda de Aquiles, se abraza a
sus rodillas y le ruega que le devuelva el cuerpo de Héctor para
tributarle los honores que le corresponden. Tan terrible es la cólera de
Aquiles que jamás habría accedido a la súplica del anciano, pero
Júpiter, deseoso de dar fin a la contienda, ordena a Tetis que aconseje
magnanimidad a su hijo. Aquiles, temeroso de la cólera del rey de los
dioses, devuelve a Príamo el cadáver de su hijo, aceptando el rescate
ofrecido.


Vuelve a Troya el anciano, llevando en un carro el cuerpo de Héctor.
Éste es colocado en una pira y quemado. Sus cenizas son guardadas
después en una urna de oro y se levanta un túmulo en su honor. Con el
relato de estos funerales termina La Ilíada.


No acaban aquí, sin embargo, las acciones guerreras ante el muro de
Troya. Está decretada por Júpiter la caída de la ciudad en manos de los
griegos y su designio se cumplirá. También es fuerza que en esa acción
perezca Aquiles a manos de París, herido por una flecha en el talón,
único punto vulnerable del cuerpo del héroe, que al nacer había sido
sumergido por su madre en la laguna Estigia para hacerlo inmortal.


La caída de Troya se debió a uno de los muchos ardides en que era
ducho Ulises, rey de los itacenses. Concertada una tregua con los
troyanos, hizo construir un enorme caballo de madera, que fue obsequiado
a los enemigos en prenda de amistad.


Los troyanos aceptan el regalo y abren en el muro de la ciudad un
boquete, pues el caballo no cabe por las puertas. Y esa noche, del
vientre del enorme animal de madera salen subrepticiamente los más
audaces y valientes paladines griegos, entre ellos el propio Ulises.
Éstos franquean a sus compañeros las puertas de la ciudad, penetran en
ella las legiones griegas, y la inexpugnable Troya, víctima de la
candorosa fe de sus jefes y de la fecunda inventiva de Ulises, es
arrasada y sus habitantes reducidos a la esclavitud.


Terminada la guerra, los griegos se embarcan para sus respectivos
países. No habrían de terminar allí, sin embargo, sus trabajos y
penurias, pues ya sabemos que los dioses tenían acerca de ellos oscuros y
caprichosos designios. Ulises no escapó a tales decretos, sino que, por
el contrario, fue precisamente el más castigado de todos por la ojeriza
de los Inmortales. Sus penurias, el regreso al hogar, y las múltiples
aventuras que para ello debió correr constituyen el argumento de la
Odisea.


La Odisea narra el regreso del héroe griego Odiseo (Ulises en la
tradición latina) de la guerra de Troya. En las escenas iniciales se
relata el desorden en que ha quedado sumida la casa de Odiseo tras su
larga ausencia. Un grupo de pretendientes de su esposa Penélope está
acabando con sus propiedades. A continuación, la historia se centra en
el propio héroe. El relato abarca sus diez años de viajes, en el curso
de los cuales se enfrenta a diversos peligros, como el cíclope devorador
de hombres, Polifemo, y a amenazas tan sutiles como la que representa
la diosa Calipso, que le promete la inmortalidad si renuncia a volver a
casa. La segunda mitad del poema comienza con la llegada de Odiseo a su
isla natal, Ítaca. Aquí, haciendo gala de una sangre fría y una
paciencia infinita, pone a prueba la lealtad de sus sirvientes, trama y
lleva a efecto una sangrienta venganza contra los pretendientes de
Penélope, y se reúne de nuevo con su hijo, su esposa y su anciano padre.


La cuestión homérica


El texto moderno de los poemas homéricos se transmitió a través de
los manuscritos medievales y renacentistas, que a su vez son copias de
antiguos manuscritos, hoy perdidos. Pese a las numerosas dudas que
existen sobre la identidad de Homero (algunos lo describen como un bardo
ciego de Quíos) o sobre la autoría de determinadas partes del texto,
como las escenas finales de la Odisea, la mayoría de sus lectores, desde
la antigüedad clásica hasta no hace mucho tiempo, creyeron que Homero
fue un poeta (o como mucho, dos poetas) muy parecido a los demás. Es
decir la Ilíada y la Odisea, aunque basadas en materiales tradicionales,
son obras independientes, originales y en gran medida ficticias.


Sin embargo, durante los últimos doscientos años, esta visión ha
cambiado radicalmente, tras la aparición de la interminable cuestión
homérica: ¿Quién, cómo y cuándo se compuso la Ilíada y la Odisea? Aún no
se ha encontrado una respuesta que satisfaga a todas las partes. En los
siglos XIX y XX los estudiosos han afirmado que ciertas inconsistencias
internas venían a demostrar que los poemas no eran sino recopilaciones,
o añadidos, de poemas líricos breves e independientes (lays); los
unitaristas, por su parte, consideraban que estas inconsistencias eran
insignificantes o imaginarias y que la unidad global de los poemas
demostraba que ambos eran producto de una sola mente. Recientemente, la
discusión académica se ha centrado en la teoría de la composición
oral-formularía, según la cual la base de los poemas tal y como hoy los
conocemos es un complejo sistema de dicción poética tradicional (por
ejemplo, combinaciones de sustantivo-epíteto: Aquiles, el de los pies
ligeros) que sólo puede ser producto del esfuerzo común de varias
generaciones de bardos heroicos.


Ninguna de estas interpretaciones es determinante, pero sería justo
afirmar que prácticamente todos los comentaristas coinciden en que, por
un lado, la tradición tiene un gran peso en la composición de los poemas
y, por otro, que en lo fundamental ambos parecen obra de un mismo
creador. Entretanto, los hallazgos arqueológicos realizados en el curso
de los últimos 125 años, en particular los de Heinrich Schliemann, han
demostrado que gran parte de la civilización descrita por Homero no era
ficticia. Los poemas son pues, en cierto modo, documentos históricos, y
la discusión de este aspecto ha estado presente en todo momento en el
debate sobre su creación.


4.2-Las colonizaciones


Uno de los fenómenos históricos más llamativos y trascendentes
de la Época Arcaica griega fue sin duda el de la “colonización”, a
través del cual grupos de griegos procedentes de las polis de Grecia
continental, de las islas del Egeo y de Jonia, fundaron una numerosísima
serie de colonias a las orillas de la cuenca del Mediterráneo y del Mar
Negro.


Se trató por consiguiente de un fenómeno de expansión de todo lo
griego por el mundo mediterráneo, que se iniciaría en torno a la mitad
del siglo VIII y que abarcaría toda laÉpoca Arcaica (hasta principios
del siglo V).


En un fenómeno de esta magnitud es difícil hablar solo de una cauda
para explicar su surgimiento, el porqué de las expediciones
coloniales, las razones que movieron a muchos griegos a abandonar sus
patrias respectivas y establecerse en lugares y tierras desconocidas y
hasta cierto punto hostiles. Sin duda el fenómeno tuvo causas profundas y
enormemente variadas, y quizá las que se apuntan seguidamente hayan
sido las más significativas y contundentes del fenómeno.


Causas o factores de tipo económico


El territorio griego tiene una extensión reducida que además contiene
escaso suelo fértil, lo que siempre ha sido un motivo para emigrar y
buscar mejores perspectivas en otras partes. Además,
durante la Época Arcaica griega, siempre existió una mala e injusta
distribución de la tierra entre las diferentes clases
sociales; la aristocracia cada vez era más capaz de acaparar las mejores
fincas y las más fértiles, mientras que el resto de los propietarios
veían reducirse o perder sus tierras por diversos factores. El
crecimiento de la riqueza durante toda la Edad Oscura fue muy lento, y
desde luego no parece haber llegado nunca a las clases más bajas de la
sociedad griega. Por el contrario, el crecimiento demográfico sí parece
haber sido importante desde la Edad Oscura y a lo largo de
toda la Época Arcaica, lo que haría aún más insuficiente el número
o la extensión de tierra existente para todos. Por lo demás, Grecia era
un país que no se autoabastecía en algunos productos vitales (cereal,
madera, metales…) que era necesario importar; el surgimiento de
colonias, o antes, la emigración de colectivos griegos a lugares que
ofrecían inmejorables perspectivas de explotación de esta clase de
productos, impulsaría a las clase dirigentes y gobernantes griegos a
“ver con buenos ojos”, e incluso ayudar y facilitar las expediciones
coloniales, canalizar los deseos de los colonos y a veces “sugerirles”
un destino, un área donde ir y donde establecer una apoikia.


Todo ello habría necesitado una fase previa en la que comerciantes,
viajeros, aventureros y exploradores griegos (de los que se nos han
conservado buen número de nombres y relatos) habrían hecho conocer a sus
compatriotas los mejores lugares del Mediterráneo para establecerse,
los lugares con el clima más benigno, con los suelos más fértiles, con
los pueblos autóctonos más dóciles, etc.


Causas o factores de tipo socio-político


De forma general, este segundo grupo de causas es defendido por
aquellos historiadores actuales que no ven en las causas de tipo
económico las razones del fenómeno de las colonizaciones griegas (no al
menos como causas primeras o más importantes). En la crítica que hacen
de las motivaciones de tipo económico, concluyen que:


  • Dada la independencia que caracteriza a las apoikias y el
    carácter voluntario y coyuntural de sus relaciones comerciales con las
    metrópolis, las expediciones coloniales podrían resolver los problemas
    económicos de los colonos, pero difícilmente de los que se quedaban en
    sus patrias sin participar en ninguna expedición (que obviamente fueron
    los más).
  •  Los primeros y más antiguos asentamientos coloniales de los que
    tenemos noticias no parecen haber tenido un carácter organizado, sino
    más bien espontáneo y hasta cierto punto improvisado, casi como lugares
    de encuentro de colonos, y no como lugares premeditadamente elegidos
    para su explotación económica.
  • En cualquier caso, las motivaciones de tipo económico (por ejemplo,
    agrícolas, comerciales, búsqueda de metales, etc.) serían el instrumento
    o la justificación del fenómeno colonial, pero no la causa que lo hizo
    surgir y adquirir la importancia que tuvo.
 Para los autores que así argumentan, está claro que las verdaderas
causas del fenómeno colonial, las más profundas y objetivas, serían las
de tipo social, consecuencia y reflejo de las deficiencias sociales del
mundo griego arcaico. Consecuencia de estos desequilibrios y
deficiencias sociales fueron las tensiones políticas surgidas entre los
que detentaban y poseían el poder y los que lo sufrían, tensiones que,
en definitiva, provocaron descontentos sociales, luchas enconadas que a
veces terminaban en el simple homicidio y en el surgimiento de bandos
vencedores y vencidos; todo ello, sumado a los problemas económicos,
hacían a mucha gente concebir esperanzas de futuro en la huida,
en la emigración. Iniciado el fenómeno colonizador, mucha gente
conseguiría incluso el derecho de ciudadanía participando en una
expedición colonial y fundando una colonia, ganado así derechos
políticos y sociales que no podían tener en sus respectivas patrias por
ningún medio.


 Desde este punto de vista, la emigración voluntaria (ya fuera
apoyada o sugerida por la metrópoli, o incluso coaccionada por la clase
gobernante) se constituía en una válvula de escape social, de
descongestión social, de desahogo de la tensión interna de las polis
griegas. Quizá en este contexto haya que situar lo que un cronista
griego posterior, Sócrates, dejara dicho en su Panegírico 36: “los colonos se salvaron a sí mismos y a los que se quedaron en la patria”.


Consecuencias de las colonizaciones


Evidentemente, las consecuencias que se derivaron de un fenómeno de
extensión y magnitud que tuvo éste fueron amplias y profundas en todas
aquellas regiones que se vieron afectadas por él. En cada área tuvieron
una manifestación distinta, acorde con las peculiaridades e
idiosincrasia de las tierras y pueblos (culturas enteras a veces)
“colonizados”, hasta el punto de que ello formaría uno de los episodios
históricos más importantes de cada una de las historias regionales de
cada país mediterráneo (historias regionales de Hispania, Galia, Italia,
etc.) Con todo, el fenómeno colonizador tuvo una serie de consecuencias
que afectaron por igual y de forma uniforme al conjunto del mundo
mediterráneo; fueron por consiguiente las consecuencias más generales
del fenómeno colonizador griego, y desde un punto de vista histórico
global (no regional), fueron también las más importantes. A ellos nos
referimos seguidamente.


 En primer lugar, para la propia Grecia en
conjunto, las colonizaciones incidieron de forma notable en variados
aspectos y problemas. Ya hemos dicho cómo, probablemente, la emigración
continua de gente tuvo efectos beneficiosos en la tensión social que las
polis griegas padecían en esta época. Los pequeños y medianos
propietarios de tierra dispondrían ahora en cada polis de más recursos
naturales que antes; los comerciantes y artesanos empezarían a hacer
grandes negocios y a ampliar sus perspectivas económicas al compás del
fenómeno colonizador, lo cual significaba para ellos la multiplicación
de los mercados exteriores (en los cuales colocarían sus manufacturas de
lujo y sus excedentes de vino y aceite, y desde los cuales traerían a
Grecia productos vitales como cereal, madera y metales). Esta
potenciación del comercio griego, sus efectos generales sobre las
poblaciones, las propias transformaciones navales de la época,
contribuirían decisivamente a impulsar la generalidad de la economía
griega.


 En el resto del mundo mediterráneo, el efecto o la consecuencia más
trascendental fue sin duda la propagación del helenismo (esto es, de las
ideas políticas, institucionales, económicas, religiosas, del arte y
de la cultura de los griegos) por toda la cuenca mediterránea. Ello fue
acompañado a su vez en numerosas partes por un fenómeno de sincretismo
cultural, fundamentalmente en el ámbito de lo artístico y religioso,
según el cual aspectos de las culturas mediterráneas eran asumidos e
incluso integrados en la cultura griega, y viceversa (y más importante),
aspectos de la cultura griega quedaban asimilados por culturas
mediterráneas (Tartesios, Etruscos, Sículos, etc.), hasta el punto de
formar una nueva cultura.





4.3-Las Tiranías


La Tiranía (del griego τυραννία), en el sentido que se dio al término
en la Grecia antigua, era el régimen de poder absoluto, de ordinario
unipersonal, que con frecuencia instauraba el tirano, aquel o aquellos
que habían derrocado el gobierno de una ciudad-estado, normalmente
gracias al apoyo popular, pero también mediante un golpe de
estado militar o una intervención extranjera. Así, el tirano ocupaba
el poder no por derecho, sino por la fuerza. Para la mentalidad moderna,
la tiranía se identifica con un uso abusivo y cruel del poder político
que se ha usurpado, pero entre los antiguos griegos, sin embargo, el
término no estaba tan cargado de connotaciones peyorativas, y a menudo
tenía mucho que ver con la demagogia y el populismo. Para los griegos
incluso el término tuvo en principio una connotación positiva y muchos
tiranos eran queridos y muy populares entre los ciudadanos de las polis,
la metrópolis y las menores que eran administradas por éstas. Con el
tiempo las tiranías se convirtieron en un sistema político muy
recurrente por autoritaritos que se apoyaban en la nobleza de la ciudad
para hacerse con el poder, momento en el cual empezó a odiarse e
identificarse con la tiranía moderna.


Parece que el término “tirano” se aplicó por vez primera
a Fidón de Argos y a Cípselo de Corinto. El periodo de esplendor de los
regímenes de tiranía fue el siglo VI a. C., cuando muchos gobiernos
del Egeo fueron derribados y Persia tuvo ocasión de hacer sus primeras
incursiones en Grecia, al buscar diversos tiranos su apoyo para
consolidarse en el poder. Pisístrato y sus descendientes,
los pisistrátidas (Hipias e Hiparco), son el ejemplo de estos
gobernantes para Atenas; Polícrates para Samos, y muchos otros.


La tiranía griega fue principalmente fruto de la lucha de las clases
populares contra los abusos de la aristocracia y los reyes-sacerdotes,
cuyo derecho a gobernar venía sancionado por las tradiciones ancestrales
y la mitología. Los tiranos llegaron con frecuencia al poder a través
de revueltas populares y gozaron de la simpatía pública como
gobernantes, al menos en sus primeros años en el poder. De Pisístrato,
por ejemplo, cuenta Aristóteles que eximió de impuestos a un agricultor a
causa de lo particularmente infértiles que eran sus tierras, y se dice
que Cipselo podía pasear por las calles de Corinto sin escolta de
ninguna clase.


Así definía Aristóteles la tiranía:


«La monarquía o sólo debe tener el nombre sin existir, o
necesariamente existe debido a la gran superioridad del que reina; de
modo que la tiranía, que es el peor régimen, es el más alejado de una
constitución; en segundo lugar está la oligarquía, pues la aristocracia
dista mucho de este régimen, y la más moderada es la democracia».


La tiranía en Sicilia tuvo connotaciones particulares y se prolongó
más a causa de la amenaza cartaginesa, lo que facilitó la ascensión de
caudillos militares con amplio apoyo popular. Tiranos sicilianos
como Gelón, Hierón I, Hierón II, Dionisio el Viejo y Dionisio el
Joven mantuvieron cortes fastuosas y fueron mecenas culturales. Se ha
señalado que entre los siracusanos se atribuía el origen etimológico de
la palabra “tirano” (bien erróneamente, bien como un juego de palabras),
al gentilicio “tirreno”, que era el que aplicaban a los etruscos, otros
de sus enemigos.


En los últimos siglos del I milenio a. C. los autores fueron
generalmente menos tolerantes con la tiranía. Aristóteles, que la
considera “el peor régimen”, afirma que la mayor parte de los tiranos
habían sido demagogos que se ganaron la confianza del pueblo calumniando
a los notables:


«De las tiranías, en efecto, unas se establecieron de este modo,
cuando ya las ciudades habían crecido; otras, ante esto, surgieron de
reyes que se apartaron de las costumbres de sus antepasados y aspiraban a
un mando más despótico. Otras, de los ciudadanos elegidos para las
magistraturas supremas, pues antiguamente las democracias establecían
para mucho tiempo los cargos civiles y religiosos; otras surgían de las
oligarquías cuando elegían a uno solo con poder soberano para las más
importantes magistraturas».


«El tirano sale del pueblo y de la masa contra los notables, para que
el pueblo no sufra ninguna injusticia por parte de aquellos. Se ve
claro por los hechos: casi la mayoría de los tiranos, por así decir, han
surgido de demagogos que se han ganado la confianza calumniando a los
notables».


El más famoso tiranicidio de la antigüedad es el efectuado sobre el
Pisi strátida Hiparco por los tiranicidas Harmodio y Aristogitón,
inmortalizados en una pareja de esculturas atribuidas a
Critios y Nesiotes (en torno al 480 a. C.-470 a. C.) que marcan el final
del estilo arcaico y el comienzo del clásico. La sublevación
contra Tarquinio el Soberbio, a pesar de ser un ex (rey) fue justificada
por la naciente República Romana como un tiranicidio (no obstante el
rey fue expulsado con su familia, no muerto).


5-La época clásica


5.1-Atenas


La historia de Grecia en el siglo V a.C., la época clásica, está
definida por la relación de Atenas con las demás ciudades de su entorno.
En los primeros veinte años de esta centuria se librarán las famosas
Guerras Médicas, en las que Atenas tendrá un papel crucial. La revuelta
de los jonios contra los persas motivará la solicitud de ayuda a las
demás polis griegas. La revuelta fue aniquilada por Darío quien
establecía la autoridad perdida. Para asegurar el dominio de Tracia y
Macedonia, un fuerte ejército y la flota persa al mando de Mardonio se
dispuso a ocupar la mayor parte de la península griega. La reacción de
los griegos fue positiva ya que los atenienses derrotaron a sus enemigos
en la batalla de Maratón (septiembre de 490 a.C.).


Será Jerjes algunos años más tarde quien recupere el plan de
invasión. Tras un primer éxito en las Termopilas, los persas cosecharán
tres rotundos fracasos en las batallas de Salamina, Platea y Mícala.
Durante treinta años los griegos disfrutaron de paz, saliendo
beneficiados del conflicto Atenas, quien pondría en marcha su imperio.

La década de los noventa fue en Atenas escenario de conflictos, donde la
herencia de los tiranos y las tendencias renovadoras de la democracia
se encuentran involucradas con los efectos de la presencia persa en el
Egeo. Temístocles fue elegido arconte en el año 493 pero
será Milcíades el verdadero héroe de Maratón. La posibilidad de alzarse
como tirano o la actitud favorable a los persas motivará numerosas
condenas al ostracismo en Atenas durante la década transcurrida entre
las batallas de Maratón y Salamina. En el año 487 se reformaría el
sistema para que los arcontes fueran designados por sorteo entre
quinientos candidatos elegidos en los demoi, lo que suponía que la
institución quedaba neutralizada políticamente. Por contra, la
influencia de los estrategas aumenta, pasando a tener funciones
financieras y administrativas. En estos años se aprueba la política
propuesta por Temístocles de dedicar los principales esfuerzos públicos a
la construcción de doscientas naves.

Paralelamente, los atenienses descubrieron un nuevo filón metalífero en
Maronea, en las minas de Laurio. Temístocles consiguió sacar adelante
una propuesta por la cual la ganancia había de emplearse en la flota y
utilizarse masivamente con la intervención de los ricos, que realizaban
así su función litúrgica con dinero público en beneficio público.

La nueva guerra contra los persas (480-479 a.C.) va a permitir la
superación de los enfrentamientos sociales en Atenas y favorecer la
solidaridad. También se impulsa la ideología de la unidad, aunque los
atenienses no estén exentos de tensiones internas. En el mes de agosto
de 480 los persas invaden y devastan las regiones del Ática y
Beocia. Temistocles ordena la evacuación de Atenas, transportándose la
población a las islas cercanas. La ciudad es saqueada y la
Acrópolis destruida. Cuando los atenienses regresaron victoriosos, casi
dos años más tarde, se encontraron la ciudad, su santuario y el campo
totalmente arrasados.

Tras la victoria contra los persas, Temístocles parece especialmente
preocupado por la posibilidad de que Esparta recupere la hegemonía
griega. En ese marco hay que situar sus esfuerzos para la reconstrucción
de los muros de Atenas, a la que se oponían los espartanos, que seguían
proponiendo situar toda la defensa griega en el Peloponeso.

Atenas pasa a convertirse en la primera potencia helénica, como líder de
la Liga Délica, organización creada por Atenas y las ciudades jonias
para defenderse del peligro persa.

En el año 470 a.C. Temistocles es condenado al ostracismo, ocupando su
puesto Cimón, hijo de Milciades. Entre sus objetivos está continuar la
guerra contra los persas, consiguiendo dos victorias fundamentales en el
Eurimedonte sobre el ejército y la escuadra persas. El poder alcanzado
por Atenas aumenta la actitud hostil en Esparta, pero por diversas
causas, los espartanos se ven obligados a solicitar la ayuda ateniense.
Cimón ve con buenos ojos la colaboración con la potencia enemiga, pero
su política filoespartana provocará su exilio en 461. Atenas se retira
de la Liga Délica, estableciendo ahora tratados bilaterales con los
diversos enemigos de Esparta.

El partido popular dirigido por Efialtes y Pericles se hace con el
poder, lo que implica la profundización en la democracia. Entre las
primeras medidas de los líderes populares está la limitación de las
competencias del aerópago, el consejo dirigido por la aristocracia,
ocupándose casi exclusivamente de la resolución de los homicidios y la
supervisión de asuntos religiosos. Pero su gran logro es el aumento de
las competencias de la Bulê, de la Asamblea Popular y del tribunal
popular de los heliastas. De esta manera, las decisiones políticas serán
tomadas por la ciudadanía. Estas reformas provocarán el rechazo de los
conservadores, llegando incluso a acabar con la vida de Efialtes.
Pericles no se amedrenta ante el asesinato de su compañero y continúa
con la política reformista, remunerando a los miembros de la Bulê y del
tribunal popular, implicando que cualquier ciudadano pudiera ocupar un
cargo público, independientemente de su posición económica. Otra de las
medidas reformistas será la inclusión de los miembros de la tercera
clase en el Arcontado. En resumen, las medidas de Pericles están
orientadas a pasar la responsabilidad política de la nobleza al pueblo,
sin olvidar que en esa masa popular no están integrados ni extranjeros
ni esclavos.

En lo que a la política exterior se refiere, Atenas continúa su
“cruzada” contra Esparta, aliándose con Argos y con Megara, con lo que
asegura su influencia en el golfo de Corinto. La construcción de la
Muralla Larga hace de Atenas la mayor fortaleza de la Hélade, abarcando
todo el perímetro urbano y el puerto del Pireo. El papel preponderante
de Atenas provoca recelos entre sus vecinos, liderados por Esparta. El
enfrentamiento entre ambos bandos tiene lugar en el año 457, sufriendo
los atenienses una contundente derrota en Tanagra. Las tropas áticas
conseguirán equilibrar la balanza a su favor al derrotar dos meses
después a los espartanos en Enófita, anexionándose Lócrida, Fócida y
Beocia para convertirse en la potencia hegemónica en la Grecia central.
La economía ateniense se ve beneficiada de esta hegemonía y el Pireo se
convierte en el primer puerto de la región.

Los enemigos de Atenas, especialmente el Imperio Persa, no dudan en
continuar hostigando a la nueva potencia helénica. La amenaza persa de
invasión provoca que el tesoro de la Liga Délica sea trasladado a Atenas
en el año 454, lo que motivaría las suspicacias de los aliados. Buen
parte del tesoro sería utilizado para poner en marcha la construcción de
un buen número de obras públicas y monumentos encabezados por el
Partenón, joya de la Acrópolis ateniense a la que se accedía por los
famosos Propileos. Las protestas surgidas por el traslado del tesoro
entre los miembros de la Liga se reprimieron duramente.

El desgaste sufrido por Atenas en estos años de lucha abierta contra
Esparta y los persas llevará a la tregua de cinco años firmada con los
espartanos por Cimón en 451, dos años antes de obtener la victoria en
Salamina sobre los persas. La firma de la Paz de Calias con estos
últimos sellará la supremacía ateniense y el inicio del periodo
imperial. En el año 448 Pericles convoca el Congreso de paz helénico en
el que se busca la consolidación de la paz, la libertad de los mares, la
paulatina introducción del sistema monetario ateniense y la
reconstrucción de los santuarios destruidos por los persas en las
guerras recientes. Esparta no admite la supremacía de su gran rival y
boicotea este Congreso, al tiempo que apoya los alzamientos contra la
potencia ateniense, derrocando al régimen democrático de Beocia e
impulsando la secesión en Megara y Eubea. El momento más álgido de la
presión espartana será la invasión del Ática por un ejército enemigo en
447, lo que obligará a Atenas a firmar dos años más tarde la Paz de los
Treinta Años. Sería éste el momento en que se define circunstancialmente
la aceptación de la doble hegemonía, territorial y marítima, que
coexistirá, con explosiones violentas, a lo largo de los tiempos
venideros. Todos reconocían que Atenas y Esparta tomaban las decisiones
que afectaban al conjunto de los griegos. Pero la firma de este tratado
no evitará uno de los más graves conflictos que vivirá Grecia en el
siglo V a.C.: la Guerra del Peloponeso, considerada por algunos
especialistas como el vehículo con el que Pericles quería recuperar su
prestigio después de los momentos de tensión interna al ser reelegido
demagogo y estratega en el año 443, lo que parecía convertirse en una
tiranía encubierta, tal y como opina Tucídides: “Atenas sólo
nominalmente es una democracia; en realidad es la monarquía de su primer
ciudadano”. Por estas opiniones será condenado al ostracismo.

La dependencia de las más de 400 polis miembros de la Liga Délica
respecto a Atenas se pone de manifiesto en la instauración en cada una
de ellas de instituciones democráticas. Pero las luchas en el seno de la
Liga continúan y el consenso se rompe. En 440 se produce la secesión de
Samos, de Licia y del distrito cario. La respuesta ateniense será
inmediata, enviando una flota dirigida por Pericles que rendirá a los
secesionistas.

En los últimos treinta años del siglo V a.C. Atenas se verá envuelta en
la mencionada Guerra del Peloponeso, conflicto bélico motivado por el
miedo del resto de las polis a la expansión ateniense. La respuesta ante
la agresión espartana será contundente, tal y como se pone de
manifiesto en los planes de Pericles: evacuación de la población ática a
la fortaleza ateniense, ataque a la región del Peloponeso con la
escuadra, evitar un choque frontal con el ejército espartano en tierra
debido a su manifiesta superioridad y sufragar los gastos militares con
6.000 talentos pagados por el tesoro público. En los primeros momentos,
durante la llamada Guerra de Arquidamo, este rey espartano atacará el
Ática por tierra mientras Pericles atacaba las costas del Peloponeso. El
año 429 será crucial en el desarrollo de los acontecimientos ya que se
declara la peste en Atenas, falleciendo un tercio de la población. Entre
las víctimas está el propio Pericles, dejando un significativo vacío de
poder. Dos hombres se disputan la sucesión del liderazgo
ateniense: Nicias y Cleón. El primero es partidario de la paz y el
segundo un ferviente defensor de la guerra. Cleón se hace con el
gobierno y el enfrentamiento continúa abierto, consiguiendo Atenas
importantes triunfos, que hacen a Cleón rechazar la oferta de paz de
Esparta. Pero los espartanos no tardan en organizar su ofensiva gracias
a Brasidas, consiguiendo derrotar a los atenienses en el año 422 junto a
Anfípolis. Al año siguiente se firma la paz entre Nicias y
Plistoanacte, vista por las demás polis griegas como un reparto
hegemónico entre Esparta y Atenas. Pero la paz fue efímera, ya que las
hostilidades se mantienen cuando Argos ataca Epidauro y Esparta
reacciona atacando la Argólide. En este contexto aparece Alcibiades,
quien deseoso de derrotar a Esparta definitivamente, decide plantar
batalla en el terreno que Atenas es superior a sus enemigos: el mar. La
flota se dirigió hacia Sicilia donde Segesta había pedido socorro a
Atenas. Nicias y Alcibiades dirigen la expedición, produciéndose desde
el primer momento diversas tensiones y diferencias, manifestadas en los
variados planteamientos realizados por los estrategos. Estas diferencias
llevarán a la derrota al ejército ateniense en el año 413 a.C.: la
flota en el puerto de Siracusa y las tropas de tierra junto al Asinaro.
En Atenas se establecen medidas excepcionales tendentes a favorecer la
oligarquía, a medias entre la tiranía y la democracia imperialista.
Entre esas medidas está la elección del llamado Consejo de los
Cuatrocientos, al tiempo que la Asamblea Popular se restringe a los
5.000 ciudadanos propietarios. La reacción del ejército ateniense es
contundente, sublevándose en Samos y reclamando a Alcibiades como líder
popular. La oligarquía cae y Alcibiades es elegido estratega. Tras un
decidido impulso democrático gracias a las victorias navales frente a
Esparta, Atenas vive momentos de crisis. La derrota en Egospótamos ante
la flota de Lisandro y los persas conducirán al establecimiento en
Atenas de una tiranía dirigida por los Treinta y sustentada en la
represión. Las condiciones impuestas por Esparta son muy duras:
disolución de la Liga Délica, obligación de aportar tropas a Esparta,
entrega de la escuadra, desmantelamiento de la Muralla Larga y
reconocimiento de la hegemonía espartana. El rechazo a la dirección
oligárquica de los Treinta Tiranos empieza a manifestarse entre los
propios miembros de la clase y entre los defensores de la democracia. La
restauración democrática vino de la mano de Trasibulo y sus
colaboradores. La moderación se instaura con el arcontado de Euclides,
pero las tensiones continúan en Atenas, como se pone de manifiesto en la
condena de Sócratesen el año 399. En estas fechas, Atenas abandona la
política imperialista y se abre un nuevo periodo en el que se fomenta la
artesanía y la agricultura.

Pero el conflicto entre las polis por la hegemonía no tarda en volver a
aparecer. En el año 395 estalla la Guerra de Corinto. Atenas, Corinto,
Tebas y Argos reciben el apoyo persa para sacudirse la hegemonía
espartana. Atenas intenta recuperar la Liga Délica, pero esta muestra de
fuerza por parte de los atenienses provocará el entendimiento entre
Esparta y el Imperio Persa, llegando las flotas de ambos estados a
cerrar el Bósforo para evitar que Atenas sea abastecida con cereales
procedentes del sur de Rusia. Paulatinamente Atenas recupera su imperio
marítimo, favoreciendo la democracia en las ciudades de su entorno. Pero
la recuperación económica y militar no impedirá el recrudecimiento de
los conflictos sociales. Sin embargo, la firma de la Paz de Antálcidas
entre Atenas y Esparta supondrá el mantenimiento de la hegemonía
espartana. Las continuas agresiones espartanas provocarán el
establecimiento de una nueva confederación -la Segunda Liga Délica-
dirigida por Atenas y formada por Quíos, Rodas, Mitelene y Tebas. La
paulatina decadencia de Esparta supondrá el nacimiento de una nueva
potencia hegemónica en la Hélade: Tebas, dirigida por Epaminondas. La
nueva potencia será bastante efímera ante la aparición de un nuevo
Estado que pronto se hará con el poder en toda la península helénica:
Macedonia, dirigida por Filipo II y posteriormente por Alejandro Magno.

El nuevo expansionismo ateniense provocará el enfrentamiento con
Macedonia. La secesión de algunas islas del Egeo supondrá que Filipo
amplíe su zona de influencia provocando la conocida como guerra social,
guerra que finaliza en 335 a.C. al mismo tiempo que el intento ateniense
de crear un nuevo imperio. La expansión de Filipo por el norte del Egeo
llegó a los estrechos, lo que suponía un obstáculo para el comercio de
Atenas hacia el mar Negro. La rivalidad entre ambas potencias provocará
el enfrentamiento en la batalla de Queronea, que se saldó con la
victoria del rey de Macedonia. Mientras en Atenas se produce un claro
enfrentamiento entre opositores y aliados de Filipo, éste es nombrado
hegemón de los griegos (337 a.C.), controlando así toda Grecia. Los
destinos de la Hélade serán dirigidos ahora por una sola persona: el
gran Alejandro.





5.2-Esparta


“En otro tiempo advertí que, siendo Esparta una de las ciudades
estado menos pobladas (de ciudadanos), era evidentemente la más poderosa
y célebre de Grecia, y me pregunté cómo pudo ocurrir eso. Pero después
de reparar en las costumbres de los espartiatas, ya no me sorprendí por
más tiempo” (trad. O. Guntiñas).


Este pasaje con el que inicia Jenofonte su Constitución de los
lacedemonios,  nos da las claves de lo que era Esparta a los ojos de
otros griegos. De un lado, una ciudad apenas urbanizada, sin murallas,
sin magníficas construcciones públicas, en definitiva, urbanística y
arquitectónicamente mediocre, que no se correspondía con la grandeza de
su historia y con el lugar que ocupaba en la ecúmene, en el mundo
conocido; de otro, la excelencia de su minoritaria clase dirigente, los
hómoioi, cuyo modo de vida despertaba admiración entre los estratos
sociales acomodados de otras ciudades estado.


Por extraño que parezca y a diferencia de la gran mayoría de las
póleis griegas, la construcción de un recinto amurallado no fue sentida
como primordial en la configuración política y territorial del estado
lacedemonio. Las murallas no fueron erigidas hasta finales del siglo
III-comienzos del II, en pleno época helenística, cuando Esparta se
encontraba en un profundo declive político y militar. Hasta ese momento
“los hombres de Esparta son sus murallas”, como señala con orgullo el
rey Agesilao II a comienzos del siglo IV.


Esparta tampoco contó con un genuino y definido centro urbano, ni
siquiera en época clásica, sino que mantuvo la primitiva organización en
las cinco aldeas previa al sinecismo que vio el nacimiento político y
cívico de la ciudad en el siglo VIII. Así lo testimonia Tucídides en el
último tercio del siglo V, quien de paso comenta la ausencia de templos y
edificios majestuosos como los que podían encontrarse en Atenas:


“Si fuera asolada la ciudad de los lacedemonios y sólo quedaran los
templos y los cimientos de los edificios, pienso que los hombres del
mañana tendrían muchas dudas respecto a que la fuerza de los
lacedemonios correspondiera a su fama… Pues la ciudad no tiene templos
ni edificios suntuosos y no está construida de forma conjunta, sino que
está formada por aldeas dispersas, a la manera antigua de Grecia” (trad.
de J. J. Torres Esbarranch)


El historiador ateniense la compara con Micenas, cuyos exiguos
vestigios hacen difícil imaginar la magnitud de la guerra de Troya. Para
Tucídides, como para Jenofonte, el poder de Esparta, lejos de
cimentarse en bases materiales, lo hacía en las relaciones entre los
hombres.


Recientes excavaciones arqueológicas han confirmado que hasta el
período imperial romano Esparta adoleció de un ordenamiento urbanístico
regular. Cabe recordar no obstante que el ágora, auténtico nervio
político, religioso y económico de la ciudad griega antigua, no ha sido
sacada a la luz, como tampoco ninguna necrópolis, en gran medida porque
la Esparta antigua descansa bajo la moderna, refundada en el mismo lugar
en 1843. En realidad los trabajos arqueológicos se han visto
restringidos a determinados y muy concretos yacimientos dentro del
perímetro que comprendía la ciudad antigua: la acrópolis (sobre todo del
período romano, incluido el teatro, que data de finales del siglo I
a.C.), algunos túmulos de personajes destacados (las denominadas “tumbas
de calidad”) y poco más, unos resultados un tanto decepcionantes. Hoy,
como hace más de cien años, la imaginación es un ingrediente necesario a
la hora de interpretar la topografía y el urbanismo de Esparta.


Los edificios mejor conocidos de Esparta, gracias a las excavaciones
conducidas a comienzos del siglo XX por Escuela Británica de Atenas, son
el templo de Atenea Calcíeco (“la de la morada de bronce”, pues la
paredes estaban recubiertas de placas de bronce historiadas), que se
erigió en la acrópolis en la segunda del siglo VI; el Meneleo o
santuario de culto heroico dedicado al legendario rey Menelao, a su
esposa Helena y a los hermanos de ésta, los Dioscuros (Cástor y Pólux);
en tercer lugar, el santuario de Ortia, deidad prehelénica sincretizada
con Ártemis (ambas son deidades vinculadas a la fertilidad y a los
animales salvajes), situado a orillas del Eurotas. Un cuarto santuario
políada, el de Apolo Jacintio (ésta era otra divinidad prehelénica
asimilada con Apolo), se hallaba en Amiclas (razón por la que fue
también conocido como Amicleo) y era el lugar de celebración de las
Jacintias, la fiesta más importante de Esparta. Todos ellos están
construidos con arcilla y piedra de conglomerado, materiales locales y
pobres; incluso el templo de Atenea Calcíeco, tenía adobe bajo las
placas de bronce, lo que acentuaba el contraste con el excelente mármol
usado en su homólogo de Atenas, el Partenón.


La arquitectura doméstica era también sencilla. Una pequeña rétra o
ley de Licurgo, dirigida contra el lujo exagerado, prescribía que todas
las viviendas tuvieran el techo trabajado con hacha y las puertas con
sierra, sin ninguna otra herramienta, lo cual implica obviamente que se
construían en madera. Plutarco continúa diciendo que no hay nadie con
tan poco gusto ni tan estúpido como para, en casa humilde y vulgar,
meter camas con patas de plata, mantas de púrpura, copas de oro, etc.


Pues bien, las carencias urbanísticas y arquitectónicas, voluntarias
por otra parte, no han impedido que Esparta fuera el estado griego que,
por encima incluso de Atenas, ha dejado mayor impronta, mayores secuelas
en el pensamiento occidental, ya sea como fascinación, ya como
abominación, y casi siempre como ejemplo militar, político, social,
educativo, etc., siendo superada únicamente por Roma como modelo de
inspiración para la posteridad. En otras palabras: desde la Antigüedad
misma nació y creció imparable una “leyenda de Esparta”.


Huelga decir que esa leyenda mantiene hoy un vigor inusitado: en el
cine, en el cómic, en la novela histórica, en publicaciones
divulgativas. Sin duda el episodio del que más se han nutrido es el de
las Termópilas, por aquello de consagrar el heroísmo y el sentido del
honor y del deber hasta la muerte de los trescientos espartiatas que
defendieron ese desfiladero -vía de entrada hacia el corazón de Grecia-
ante unas fuerzas persas infinitamente superiores en número. No ha
habido en la historia de Occidente derrota mejor explotada e
instrumentalizada en la literatura, convertida en un símbolo de la lucha
por la libertad. El sacrificio de Leónidas y los suyos quedó
inmortalizado en el epitafio que, por mandato de la liga sagrada de
Delfos, rezaba en sus estelas, obra del poeta contemporáneo Simónides de
Ceos: “Caminante, ve y di a los lacedemonios que aquí yacemos en
obediencia de sus decretos”; un león de piedra señalaba muy
apropiadamente el lugar donde había caído Leónidas, cuyo nombre,
parlante, significa “descendiente de León”. Su cadáver había sido
ultrajado por el bárbaro, decapitado y empalado por orden de Jerjes, con
lo que Heródoto realza el modo cruel y salvaje, extraño a los griegos,
con el que los persas se emplean en la guerra. En el año 440 los restos
de Leónidas (reales o virtuales) fueron repatriados a Esparta y
enterrados solemnemente en el ágora, donde más tarde se erigió un
santuario (herôon) conocido como Leonideo, en torno al cual se
instituyeron fiestas y certámenes anuales, las Leonideas, que aún
seguían celebrándose con cierto empaque en época de los emperadores
Antoninos, como testimonia Pausanias.


La irradiación del mito no deja de ser curiosa, porque, con la
posible excepción de Tirteo, del que conservamos algunos poemas, no
disponemos de fuentes de origen espartano: no se ha preservado la obra
de ningún historiador (si es que lo hubo), ni de ningún filósofo,
orador, biógrafo, o cualquier otra clase de autor literario. A Tirteo
precisamente podemos remontar la génesis de la leyenda de la
competencia, el ardor y la disciplina de los espartanos en el campo de
batalla. A mediados del siglo VII, durante la segunda guerra mesenia, el
poeta lírico exhorta en sus elegías a la batalla con enardecidos versos
que son la expresión del espíritu de lucha y de la cohesión cívica que
la clase dominante espartiata. Tirteo acuña el ideal de la kalòs
thánatos, la “bella muerte”, la que se produce en la contienda y que
permite seguir viviendo en el recuerdo de los conciudadanos, sacrificio
sublimado que dará cuño al célebre aforismo puesto en boca de las
mujeres espartanas en el acto de la despedida de los maridos e hijos que
marchan al combate: “Regresa con el escudo o sobre el escudo” (en
alusión a la manera en que los cuerpos de los caídos eran llevados de
vuelta a la patria).


Con el paso del tiempo Esparta forjará el ejército hoplítico más
poderoso de toda Grecia, sobresaliente por sus cualidades de eficacia,
coraje, maniobrabilidad, entrenamiento y disciplina, un ejército de
ciudadanos soldados que, haciendo de la guerra su profesión, impuso su
hegemonía militar en el exterior mientras actuaba como instrumento
represor en el interior. “Esparta no es una ciudad fortificada por
palabras o discursos, sino un lugar donde, cuando la guerra llega, la
mano secunda el consejo de la mente”, dice el poeta trágico Ión de Quíos
ya en el siglo V.


Otro de los pilares sobre los que se construye la leyenda es el
ordenamiento político (politeía) de Esparta, lo que hay llamaríamos la
Constitución. El “padre” de esta Constitución, que los espartanos
llamaron Gran Retra, fue Licurgo, probablemente una figura mítica, no
histórica: “Nada absolutamente que no esté sujeto a dudas puede decirse
acerca del legislador Licurgo” (con esta frase tan explícita y
significativa abre Plutarco su Vida de Licurgo). De aceptarse su
existencia, se le data en un arco que va del siglo XI al VII a.C.
Licurgo trae del oráculo de Delfos, recibida de Apolo, la Eunomía, la
“buena Ley”, que pone orden en el caos imperante hasta entonces. La
pitia misma le saluda como a un dios y su nombre será perpetuado para
siempre por la tradición. A Licurgo fueron atribuidas todas las medidas
legislativas que fueron configurando la realidad política, social y
jurídica del estado espartano, pese a que claramente estas disposiciones
forman parte de un proceso largo que supera con creces la vida de un
hombre. Con ello se les daba una pátina de legitimidad, de autoridad
incontestable, que las hiciera incólumes a la incuria del tiempo. No en
vano en las palabras del exiliado rey Damarato a Jerjes, la Ley es
personificada como un amo o gobernante absoluto -aún más que el Gran Rey
persa- que hace menos libres a los espartiatas, como denota el famoso
epitafio de Simónides ya mencionado. Por eso Sócrates, admirador de
Esparta, rehúsa escapar de la prisión y de la muerte si con ello vulnera
la ley. Las leyes licurgueas presentan una singularidad más con
respecto a los ordenamientos políticos emanados de otros legisladores,
pero acorde con la práctica espartana: no están escritas, lo que
contribuye por un lado a favorecer la asignación al mítico personaje de
todo el material legislativo producido por el engranaje estatal
espartano y, por otro, a su interpretación subjetiva y arbitraria.
Todavía Cicerón creía que “los espartanos vivieron setecientos años con
las mismas leyes y costumbres”.


La Gran Retra constituye un instrumento legislativo fundamental que
dota al estado espartano de un notable equilibrio interno, apaciguando
las tensiones socioeconómicas en el seno de la clase dirigente y la
amenaza de la tiranía (régimen político que Esparta nunca conoció). Esto
ha llevado a su idealización y a su caracterización como una
Constitución mixta, en la que se combinan armoniosamente los tres
sistemas políticos básicos (monarquía, oligarquía y democracia), los
cuales se controlan entre sí para alcanzar la ansiada concordia: “Cada
ciudadano gobierna y a la vez es gobernado”, es la fórmula que sintetiza
la práctica política lacedemonia. Así, fue tomada sucesivamente como
modelo por la Roma de Polibio, Cicerón y Plutarco, la Venecia de
Maquiavelo, la Francia ilustrada de Mably, Rousseau y luego la
revolucionaria de Robespierre, etc. Debe recordarse que la democracia no
fue un régimen bien considerado hasta bien entrado el siglo XX porque
la voluntad del pueblo se asociaba a los peligros de desorden,
volubilidad y excesos de la masa.


Además de la excelencia de sus leyes, Esparta se presenta como un
estado modélico en cuanto hay plena identificación entre el cuerpo
político y el militar, esto es, entre ciudadano y hoplita, fenómeno
único posibilitado por la existencia de una gran masa dependiente (los
ilotas) ligada a la tierra propiedad de sus amos. Efectivamente el
cuerpo cívico del Estado estaba integrado por los hómoioi (“iguales”),
así llamado en razón de su teórica uniformidad social y económica; son
los espartiatas varones de más de treinta años que disfrutan de plenos
derechos políticos y civiles. Los “iguales” se presentan como el grupo
dominante, selecto, minoritario, cohesionado y sin fisuras aparentes,
frente a unos nutridos y heterogéneos grupos dependientes sobre los que
ejercen una presión física y a la vez ideológica.


El número de “iguales” fue descendiendo paulatinamente desde el siglo
VIII, fenómeno de carácter endémico que se conoce con el nombre de
oliganthropía, “escasez de hombres”. Se trata de un problema económico y
social, no demográfico: Esparta sufría de falta de ciudadanos soldados,
no de población. Para paliar esta amenazadora tendencia el Estado
espartano promulgó leyes que otorgaban privilegios a los espartiatas que
tuvieran al menos tres hijos -exención del servicio militar en el caso
de tres, exención tributaria si eran cuatro-, que venían a complementar
una cierta obligación de contraer matrimonio que pesaba sobre el
espartiata, pues los solteros eran multados y objeto de burla, y cierta
permisividad con las relaciones extraconyugales (las disposiciones de
Licurgo permitían que la esposa de un hombre anciano fuera fecundada por
otro más joven o que un ciudadano tuviera descendencia con cualquier
mujer a la que viera noble y con prole, siempre y cuando el marido diera
su consentimiento). Desde el siglo IV también se suavizaron las leyes
que dictaban la pérdida de la ciudadanía y el repudio social para
quienes no exhibieran la debida andreía, valor masculino en el combate
(no sólo cobardía, sino sobrevivir a una derrota): así, tras la debacle
de Leuctra en 371, donde murieron cuatrocientos de los setecientos
espartiatas participantes, Agesilao propuso dejar que “la ley durmiera
ese día”. La exención se repetiría en 331 con los supervivientes de la
batalla de Megalópolis, en la que el ejército macedonio de Antípatro
causó auténticos estragos en las filas lacedemonias. Para calibrar mejor
la coerción aplicada sobre estas personas recordaremos que, de los
trescientos espartiatas de las Termópilas, hubo dos que escaparon a la
negra Parca, Pantitas y Aristodemo, el primero porque se encontraba de
misión en Tesalia, el segundo no está claro si por una dolencia ocular o
por haberse retrasado en llevar un mensaje, pero el caso es que, tras
pasar a la condición de trésantes o “temblorosos” (es decir, cobardes),
Pantitas se ahorca y Aristodemo lava su deshonra buscando
deliberadamente la muerte al año siguiente en Platea, donde rompió la
unidad de la falange para abalanzarse enloquecido contra el enemigo.


En principio, cada espartiata varón que hubiera superado con éxito
los distintos grados de la dura educación (agogé) y que hubiera sido
admitido a las sisitías o comidas comunitarias alcanzaba la ciudadanía
plena y con ella el derecho a un lote de tierra. El disfrute de esta
parcela (klêros) y los ilotas adscritos al mismo, en régimen de
usufructo -la tierra en Esparta pasaba por ser propiedad del Estado y
como tal inalienable-, garantizaba el sustento económico de cada
ciudadano, proporcionándole además el tiempo libre necesario para
dedicarse a las actividades consideradas dignas, “aquéllas que hacen al
hombre más libre”: los asuntos públicos y la guerra, siendo la caza y la
gimnasia convenientes entrenamientos para esta última. La
profesionalidad de los espartanos en la técnica de Ares es sintetizada
por Plutarco en la conocida, aunque probablemente apócrifa, anécdota que
relata cómo el rey Agesilao, ante la queja de los aliados por tener que
enviar al combate y, por consiguiente, a la muerte muchos más hombres
que Esparta, hizo sentar de un lado a los lacedemonios y de otro a sus
aliados, después ordenó a través de un heraldo que se levantaran los
alfareros, luego los herreros, carpinteros y así con el resto de los
oficios, hasta que prácticamente todos los aliados estaban en pie y sólo
los lacedemonios sentados. El rey entonces sentenció: “¿Veis cómo no
enviáis más soldados que nosotros a la campaña?”.


Precisamente la díaita o modo de vida prescrito por la legislación de
Licurgo negaba expresamente a los espartiatas la posibilidad de
practicar o participar de cualquier forma en tareas degradantes -en
general todas las manuales más el comercio- bajo la pena de atimía, es
decir, la pérdida de derechos. La misma finalidad de evitar el ánimo de
lucro estaría en la raíz de la prohibición de acuñar moneda, sustituida
por grandes trozos de hierro que funcionaban a modo de rudimentarios
patrones de cambio, pero que era imposible atesorar.


La homogeneización e igualdad promovidas por las leyes de Licurgo
tenían también su vertiente visual, la que atañe a la forma de vestir y
de llevar el cabello. Los espartiatas debían vestir con sobriedad y
modestia, sin adornos o signos externos de distinción (“se adornaban con
el perfecto estado físico de su cuerpo”, dice Jenofonte), de forma que
no fuera posible diferenciar a los más ricos del resto de sus
conciudadanos. Asimismo, los espartiatas se caracterizaban por su larga
cabellera: Licurgo creía que así parecerían “más altos, más libres y más
fieros”. En Esparta sólo los hómoioi podían llevar el pelo largo, un
signo más de su ciudadanía plena frente al pelo muy corto de las mujeres
y de los muchachos, privados en ambos casos de derechos políticos.


En el campo de batalla los espartiatas se distinguían nítidamente por
su capa púrpura, que infundía miedo a los enemigos apenas eran
divisadas. En el ritual previo al combate, el cabello ocupa una vez más
un lugar nuclear, pues, además de untarse el cuerpo con aceite y de
lustrar sus armas, los espartiatas peinaban y embellecían cuidadosamente
su cabellera, una costumbre que no deja de asombrar al rey Jerjes, que
los imaginaba aterrorizados en las Termópilas ante la inminencia de la
muerte.


La voluntad de suprimir cualquier asomo de individualismo transpira
también en la costumbre de no grabar nombres ni depositar ajuares en las
tumbas, dado que éstas hablan al visitante del linaje y la riqueza del
enterrado (de la prohibición quedaban exentos los ciudadanos caídos en
combate y las mujeres fallecidas durante el parto, su particular acto de
servicio).


Las costumbres espartanas, y muy particularmente la sobriedad en el
vestir, en la alimentación y en todos los órdenes de la vida, forman
parte de lo que se conoce como “dieta” (no sólo alimenticia, sino que se
refiere en general al “modo de vida”), cuya proyección alcanza hasta
nuestros días, en que aplicamos el calificativo de espartano a quien
rechaza las comodidades. La dieta es considerada fuente de las virtudes y
valores que parecían encarnar los espartanos, por lo que despertó
enseguida la admiración entre las clases acomodadas griegas.


Es objeto de emulación igualmente el modo de hablar “lacónico”, que
también hoy empleamos para quien se expresa de manera concisa,
prescindiendo de ornato pero no de ingenio. Plutarco encuentra que “la
frase lacónica, en apariencia breve, consigue perfectamente su propósito
y se agarra al pensamiento de los oyentes”, como cuando el espartiata
Dineces oye exclamar a un aliado que eran tantos los persas que con sus
flechas taparían el sol y se jacta de que así combatirían a la sombra, o
cuando, ante la exigencia de Jerjes de entregar las armas, el rey
Leónidas responde “ven y cógelas”, o cuando, tras la decisiva victoria
de Filipo II en Queronea, que le convertía en dueño de Grecia, los
espartanos (que no participaron en la batalla) le recomiendan que mida
su sombra, para comprobar que no es más grande que antes.


A pesar de esta representación idealizada de la clase privilegiada
espartiata, definida a menudo por la crítica especializada con el
moderno vocablo de “comunismo”, la realidad histórica impone que sólo
fue una fachada tras la que se ocultaban las diferencias sociales y
económicas entre los “iguales”. Hoy nadie sostiene que los espartanos
desconocieran la propiedad privada de la tierra, la compraventa de la
misma, la herencia, la donación, pero sí es cierto que el Estado tuvo
cierto éxito en minimizar su efecto a través de un tejido coercitivo de
leyes y costumbres encargadas de disfrazar en público las notorias
desigualdades en riqueza privada de los hómoioi y de abonar, por tanto,
la máxima de que Esparta es el único lugar en el que Pluto
(personificación de la Riqueza) es auténticamente ciego. Finalmente, la
victoria sobre Atenas en la guerra del Peloponeso hizo que grandes
cantidades de metales preciosos fluyeran a Esparta, con lo que se
aceleraron los cambios y se agudizaron las diferencias económicas; según
Jenofonte, los espartiatas no ocultaban ya sus deseos de servir fuera
de Esparta, en los territorios del imperio, como vía instrumental de
adquisición de riqueza y prestigio. A mediados del siglo IV Aristóteles
testimonia que mientras algunos espartiatas poseían vastas haciendas,
las de otros eran tan pequeñas que apenas permitían la subsistencia.
Apenas quedaban por entonces un millar de espartiatas, ciudadanos de
pleno derecho, de los nueve mil que había en las guerras médicas, siglo y
medio antes. Es natural que los autores antiguos, y a partir de ellos
la tradición occidental, racionalizaran el fracaso militar de Esparta
por la vía moralizante: había sido la corrupción de las costumbres y de
las virtudes de antaño lo que había derrotado a Esparta.


También se ha sublimado el papel de la mujer espartiata. Ciertamente
la posesión de un patrimonio inmueble propio, una instrucción elemental
combinada con la práctica deportiva, un confinamiento sólo parcial en el
hogar materno primero y marital después, junto a la desinhibición en
juegos y procesiones religiosas, donde aparecían completamente desnudas,
eran las principales razones sobre las que descansaba la reputación de
“excesiva libertad” y de “vida licenciosa” de las mujeres espartanas en
comparación con las de otros lugares de Grecia y, en particular, Atenas.
En el plano intelectual, Platón asegura que las mujeres espartanas
tenían una excelente formación filosófica y Yámblico cuenta que había
algunas entre las seguidoras de Pitágoras. Se sabe también de al menos
dos poetisas espartanas de renombre, Megalóstrata y Clitágora. Algunos
historiadores modernos se han dejado llevar en exceso por esta imagen
estereotipada y, siguiendo los pasos de Simone de Beavoir en El segundo
sexo (1948), han visto en la espartana una mujer plenamente emancipada,
económica y sexualmente; es preferible ser más ponderados y menos
arriesgados en los juicios críticos y limitarnos a reconocer la poco
habitual parcela de libertad de las mujeres lacedemonias. Privada, como
en el resto del mundo griego, de la ciudadanía, de la participación en
la Asamblea, del desempeño de magistraturas y cargos públicos, de la
participación activa en la defensa de la ciudad ¿cuál podía ser la
principal contribución de la mujer esparta a la polis, la forma en que
podían demostrar su areté? Naturalmente engendrando varones sanos y
fuertes, futuros ciudadanos-guerreros. Esto no es precisamente
emancipación.


Una vez hemos acabado con los ciudadanos, pasamos a ver los grupos
dependientes. Los periecos, como indica la propia palabra, son los
“habitantes de alrededor” de Esparta, distribuidos en aldeas y pequeñas
ciudades tanto en Laconia como en Mesenia. Las comunidades periecas
contaban con su propia organización interna e instituciones locales,
pero tenían su política exterior sujeta a la voluntad de Esparta
(estaban obligados por ejemplo a enviar contingentes a todas las
campañas militares). Los periecos poseen derechos civiles, pero no
políticos, no son ciudadanos (polítai) lacedemonios. No hay evidencia
sólida de que pagaran a los espartiatas algún tipo de tributo o
impuesto. En general poseen y trabajan tierras menos fértiles y
productivas que las de los espartiatas, pero se ocupan asimismo de
labores denigradas y prohibidas a los hómoioi por la legislación
licurguea como son las manufacturas, principalmente la fabricación y
reparación de armas, y el comercio, de dinamismo y alcance bastante
limitados. Dentro de los periecos había grandes diferencias económicas.
Tenemos constancia incluso de una élite que podía pagarse su panoplia
hoplítica, muy dócil ideológicamente en virtud de los vínculos anudados
con la clase de los hómoioi. A diferencia de los ilotas, los periecos no
suponían un peligro para la estabilidad del Estado y sólo tenemos
noticia de una única y restringida participación en una revuelta contra
la clase dirigente espartiata, la que siguió al gran terremoto de 464.


La tercera categoría social está integrada por los famosos ilotas.
Los ilotas constituían el tipo más conocido de esclavitud comunitaria o
colectiva, atributos ambos que aluden a su homogeneidad étnica, no a la
relación de propiedad, ya que el ilotismo no deja de enmarcarse en un
sistema de propiedad privada como era el existente en Esparta. En cuanto
al primer aspecto, la mayoría de los ilotas tenía un origen mesenio -y,
por lo tanto, eran de etnia doria al igual que los espartanos-,
consecuencia de la conquista espartana “por la lanza” (dorýktetos) de su
territorio, aunque también existían ilotas laconios, que carecían de la
conciencia nacional de los primeros y, en consecuencia, no planteaban
la misma amenaza de revuelta. Bajo esta luz la llamada amenaza ilota no
era sino una desesperada lucha por recobrar la libertad perdida que
culminaría cuando el desastre militar espartano en Leuctra permitió que
en 369 el beotarca tebano Epaminondas refundara la polis de Mesene, en
la falda occidental del monte Itome, adonde acudieron mesenios exiliados
de todos los lugares de Grecia en busca de ciudadanía y tierras.


En lo relativo al régimen de propiedad, el ilota aparece ligado a la
tierra que trabaja, la de su amo espartiata, quien lo vigila, castiga e
incluso puede venderlo. Se sabe, no obstante, de algunas mujeres ilotas
destinadas al servicio doméstico y personal, concubinato incluido. Pero a
diferencia de lo que sucede con la esclavitud mercancía o de
compraventa, en la que el esclavo tiene un contravalor monetario, el
Estado coartaba este derecho de propiedad individual sobre los ilotas
mediante disposiciones como las que prohibían su venta fuera de las
fronteras laconias o su liberación a título individual, o la que
obligaba a prestar temporalmente los ilotas propios, como los perros y
los caballos, a otros ciudadanos que precisaran de ellos, de suerte que
la noción de colectivismo arropaba un sistema de propiedad que era
esencialmente privado.


De acuerdo con la estética y la propaganda visual espartana, la
degradación de los ilotas debía percibirse en su cabeza afeitada y en su
vestimenta, compuesta por una tosca prenda de cuero con que se cubrían,
que remite al mundo animal y a un estadio anterior a la civilización
-por oposición al tejido, elaborado por el hombre-, y por el elemento
más distintivo, la kynê o gorro de piel de perro, una indumentaria que
habían de conservar si no querían ser condenados a muerte y sus dueños
multados por ello.


El trato que recibían también tenía que ser humillante. Ateneo
precisa que los ilotas debían recibir cada año un cierto número de
azotes, hubieran cometido o no alguna falta, para que no olvidaran su
condición de esclavos. El oligarca ateniense Critias, tío carnal de
Platón y cabeza visible del régimen de los Treinta Tiranos impuesto por
Lisandro a la derrotada Atenas en 404/3, afirmaba que en Lacedemonia
podían encontrarse “los más libres de los griegos, pero también los más
esclavos”.


Lo cierto es que para la minoritaria clase dominante espartiata era
una prioridad de su política interna el controlar a la enorme masa de
población ilota como forma de garantizar la continuidad y la eficacia de
su modo de producción socioeconómico. Tucídides expresa en diversas
ocasiones ese temor a una revuelta generalizada que cualquier derrota
militar o catástrofe natural podía animar o reavivar. La más grave fue
sin duda la de 464, propiciada por un gran seísmo, que durante varios
años puso en jaque el orden establecido por la clase dominante
espartiata. Este temor constante explica la represión, a menudo
encubierto y silencioso, a que era sometida esta vasta masa de población
servil.


Entre estas tres principales categorías sociales se movían otros
grupos con un estatuto jurídico ambiguo e indeterminado, a los que se
suele aplicar etiquetas como “ciudadanos de segunda”, “ciudadanos
parciales” o “ciudadanos incompletos”, ya que, aunque carecen de la
plena ciudadanía, disfrutan de la condición de libres y de ciertos
derechos, dentro de una situación general de dependencia.


Para completar esta visión del singular kósmos o universo espartano,
examinaremos una serie de instituciones que, extrañas en ciertos
aspectos a las prácticas de otros griegos, encajaban perfectamente en el
modo de vida de los espartiatas: la agogé, la krypteía y la sisitía.


La agogé es el sistema educacional espartiata, notablemente diferente
del modelo convencional de paideía griega, a través del cual las nuevas
generaciones de espartiatas se convertían en soldados aguerridos y
disciplinados, así como en ciudadanos virtuosos y acatadores de las
leyes inmutables del Estado. Por esta razón Plutarco la llama “escuela
de obediencia” y Simónides “domadora de hombres”.


De acuerdo con estos presupuestos, el entrenamiento militar y los
deportes eran privilegiados por encima de cualquier otro tipo de
aprendizaje, si bien las letras y la música no eran totalmente
desdeñadas. Su significación política es reforzada por el hecho de que
sin haber pasado con éxito los diferentes estadios de la agogé era
imposible alcanzar la ciudadanía plena. Únicamente los futuros reyes
estaban exentos de realizarla, según Plutarco porque su destino era
mandar, no obedecer. Hasta entonces los jóvenes permanecen excluidos del
cuerpo cívico, es decir, sufren una marginación de carácter temporal.


Era misión de la agogé inculcar en los jóvenes espartiatas la idea de
que el bienestar de la comunidad se sitúa por encima de todo, a él debe
encomendarse todo esfuerzo y no al beneficio y la gloria personal (“ser
como las abejas, siempre juntas y alrededor de sus jefes”, según la
metáfora de Plutarco). Debía fomentarse asimismo una conducta austera en
todos los ámbitos de la vida cotidiana, la mencionada dieta,
desterrando cualquier atisbo de arrogancia (pleonexía) o demostración
pública de opulencia (tryphé).


Pero ¿en qué consistía la agogé? Cuando se producía el nacimiento de
un varón dentro de la clase espartiata, su padre lo presentaba a los
ancianos de la tribu, quienes procedían a un examen para comprobar que
el recién nacido estuviera sano y bien formado -que incluía la tan
discutida inmersión en vino-, un requisito indispensable para su
aceptación en el seno de la comunidad, así como para la futura concesión
de una parcela de tierra y los consiguientes derechos de ciudadanía. Si
era rechazado, el neonato sería arrojado por la sima conocida por el
eufemismo de “depósitos”, una práctica que, por cruel que parezca, no
era infrecuente en el resto de Grecia, donde muchos recién nacidos,
sobre todo niñas, eran “expuestos”, es decir, abandonados a su suerte.
Si superaba la prueba, el niño permanecería con su madre hasta los siete
años en una fase conocida como “crianza” (anatrophé) en la que las
mujeres lacedemonias demostraban una gran competencia, a juzgar por el
crédito que merecían las nodrizas de dicho origen.


Tal eugenesia, cercana a la selección natural, era la culminación de
una educación de la mujer espartiata que, aunque totalmente al margen de
la regulada agogé que seguían los varones, consistía también en una
enseñanza elemental recibida en su casa y un aprendizaje de los valores
cívicos en el marco de los coros de muchachas, con sus correspondientes
iniciaciones rituales en fiestas cívicas, complementado todo ello con
numerosos ejercicios físicos realizados al aire libre -carreras,
lanzamiento de disco y jabalina, lucha (en Andrómaca Eurípides las
muestra combatiendo desnudas con los chicos)- que tenían como finalidad
robustecer el cuerpo femenino (en Lisístrata, de Aristófanes, la
espartana Lampito es capaz de estrangular un toro), prepararle para que
el semen del hombre enraizara bien, el parto fuese menos doloroso y
engendrara hijos sanos y fuertes. Pero la fuerza no está reñida con la
belleza y las mujeres espartanas eran reputadas también en este sentido,
empezando por la homérica Helena, esposa del rey espartano Menelao,
que, raptada por el troyano Paris, se encuentra en el origen legendario
de la guerra de Troya.


Desde los siete años el Estado se hacía cargo de la educación del
niño y aparentemente se rompía todo vínculo con la familia natural. Los
niños eran entonces distribuidos en agélai, literalmente “rebaños”, bajo
el cuidado de aquellos a los que se consideraba más capacitados en
cuanto a inteligencia y fuerza física para imponer respeto. En una
primera etapa, que duraba hasta los doce años, los niños (paîdes)
endurecían su cuerpo y su carácter con diferentes juegos y pruebas que
realizaban desnudos y descalzos; pero también aprendían a leer,
escribir, aritmética elemental, expresión oral y algo de música, danza y
poesía, básicamente lo mismo que los escolares atenienses. A lo largo
de todo el proceso formativo será función de los éforos (los magistrados
supremos) comprobar periódicamente, cada diez días, la buena forma
física de los jóvenes, cubriendo de oprobio a los obesos y afeminados.


A los doce años comenzaba el segundo estadio de la agogé, durante el
cual los paîdes, dentro de las agélai, eran divididos en ílai o
“compañías” conforme a clases de edad; cada clase tenía su propio nombre
y el paso a la siguiente siempre aparece marcado por una prueba ritual
que el iniciando debía superar con éxito. Los muchachos permanecían
siempre en grupos, tanto durante los ejercicios del día como durante el
descanso de la noche, cuando las cañas que crecen en las riberas del
Eurotas les servían para confeccionar con sus propias manos unos
rudimentarios lechos (stibádes). Vestían únicamente un manto para todo
el año -el llamado tríbon, confeccionado con tejido áspero- y las
raciones de comida eran frugales, animándoles al hurto, un hábito que se
suponía aguzaba el ingenio. El temor al castigo en caso de ser
descubiertos nos ha dejado la famosa anécdota apócrifa, narrada en las
máximas laconias de Plutarco, del niño que, habiendo robado un pequeño
zorro, lo escondió bajo su ropa cuando aparecieron los dueños y allí lo
mantuvo sin decir nada hasta que las heridas que el animal le causaba en
el vientre le provocaron la muerte. A estas alturas, el entrenamiento
paramilitar había desplazado por completo a la enseñanza de las letras,
aunque no a la música y la danza, beneficiosas por sus aplicaciones
religiosas y militares.


En el tercer ciclo de la agogé, cuando entre los catorce y los
dieciséis años el paîs deja de serlo y pasa a paidískos, “adolescente”,
se establece un vínculo entre los adultos con plena capacidad política y
los jóvenes destinados a aprender los mecanismos de poder, que
cristalizaba en la mayoría de los casos en una relación de tipo
homosexual. Las asociaciones exclusiva­mente masculinas que ensalzaban
las virtudes viriles fomenta­ban que el joven (erómenos) buscara entre
sus integrantes un modelo digno de imitación, mientras el amante adulto
(erastés) -elegido o encomendado, pues no sabemos si había libertad de
elección en la configuración de parejas-, asumía la potestad moral de
guía y conductor. En cierto modo el adulto se hace responsable de la
conducta de su joven amante, como se desprende de una anécdota recordada
por Plutarco, según la cual en una ocasión en que un adolescente
profirió una palabra soez durante un combate, los magistrados no le
castigaron a él, sino a su erastés. Por tanto, el Estado auspicia y
alimenta esta clase de relación en la idea de que era un elemento
fundamental en la formación del buen ciudadano y más en concreto de la
elite dirigente, de tal forma que se ha hablado de una auténtica
“política pederástica” o de una “pederastia ritualizada”.


Poco antes de acabar su etapa de paidískos el joven pasaba el ritual
de flagelación en el altar de Artemis Ortia, que en época romana se
convertiría en un espectáculo para turistas -eso sí sangriento y a veces
mortal-, que acudían en masa para ver lo que consideraban un vestigio
de la poderosa Esparta clásica. Aunque la significación precisa de la
diamastígosis se nos escapa, parece claro que se enmarca dentro de todo
un ceremonial de iniciación a la edad adulta bajo la protección de la
diosa durante el cual se mostraba a los jóvenes las famosas máscaras,
sin paralelos en el mundo griego, y tenía lugar una prueba más de
alteridad o inversión, las danzas licenciosas, que Platón considera
indignas de los ciudadanos. De la muerte ritual, simbólica, los jóvenes
renacían con un nuevo estatus, el de ciudadano integrado por completo en
la comunidad cívica.


Este modelo educacional, sustentado en la profunda separación de
sexos y en la permanente convivencia masculina desde la infancia,
propició la ausencia de relaciones afectivas con las mujeres hasta el
momento de contraer matrimonio. Incluso entonces, en lo que constituye
un rito de inversión de sabor arcaizante, la esposa, que previamente
había sido “raptada” por su cónyuge -trasunto de ancestrales prácticas
tribales, pero que en realidad no es incompatible con un acuerdo previo
entre las familias interesadas-, era vestida y calzada como un varón y
su cabello cortado para que en la oscuridad el marido no sufriese un
impacto psicológico ante un acto para el que la agogé no le había
acostumbrado, abandonando enseguida el lecho conyugal para ir en busca
de sus compañeros de banquete. Se explica así que varones y mujeres se
desposen a una edad más tardía, quizá sobre los veinte años la mujer
-frente a los catorce de media en Grecia- y sobre los treinta el hombre
-en lugar de sobre los veinte-, una vez completado su ciclo formativo.


Como corolario de la agogé propiamente dicha, los jóvenes de veinte
años comenzaban su instrucción militar en el ejército lacedemonio en
calidad de irénes. Igualmente podían acceder al syssítion o comedor para
unirse a las mesas comunes que diariamente reunían a todos los
“iguales”. Pero la ciudadanía plena no se alcanza hasta los treinta
años, cuando se permite al nuevo hómoios participar en la Asamblea de
ciudadanos, incorporarse definitivamente en las filas hoplíticas del
ejército -permaneciendo activo hasta los sesenta años- y concurrir a las
distintas magistraturas del Estado: eforía, estrategia, navarquía… En
el ámbito privado puede ya casarse, formar una familia y explotar el
lote de tierra que le corresponde.


En cuanto a la krypteía o criptia, pronto cautivó la atención de los
investigadores por sus detalles pintorescos, que la convertían en una
reliquia del pasado a la que era posible acercarse a través de la
Etnología comparada, estudiosa de los ritos iniciáticos que todavía
practicaban sociedades primitivas de África, Indonesia y Australia,
donde los jóvenes traspasan la barrera que les separa de la edad adulta
dando muerte a un hombre. Hoy día, más coherentemente, se tiende a
relativizar su carácter de “caza humana” y a cuestionar su singularidad
intentando analizar sus elementos en relación con, y no al margen de,
otras costumbres y prácticas sociales del mundo griego antiguo.


El término krypteía alude al principal mandato al que debían
someterse los criptos, los participantes en la prueba, permanecer
ocultos y no ser vistos, ya que en tal caso se les impone un castigo. En
primer lugar, la criptia entraña una serie de prohibiciones. Los
jóvenes, vestidos con sólo una túnica, a pesar de que la prueba parece
desarrollarse en invierno, y privados de todo equipamiento -calzado,
litera, esclavos que les ayuden- a excepción de un puñal, tienen que
vagar por las montañas escondiéndose durante el día para no ser
descubiertos y castigados. El comentarista a Platón introduce además el
robo, pues los criptos se ven obligados a robar para alimentarse, pero
Aristóteles, en cambio, dice que se les permitía llevar las provisiones
imprescindibles. Al llegar la noche es cuando los criptos dejan de ser
presas y pasan a ser cazadores, descienden de las montañas y matan a los
ilotas. Desconocemos si el ataque se ejecutaba en solitario o en grupo,
pues aunque los textos emplean el singular, no se puede excluir que
éste tenga un valor colectivo. Tampoco resulta claro si tiene un
carácter indiscriminado, esto es, si se mata a todo ilota que se
encuentra en los caminos o campos, o bien existía algún tipo de
estrategia previa para suprimir metódicamente a los ilotas más
peligrosos, como parece implicar Plutarco.


Podríamos decir que la criptia se nos presenta por encima de todo
como una dura prueba cargada de rasgos rituales e iniciáticos que debía
ser superada por un grupo limitado de jóvenes espartiatas, tal vez como
parte de una educación que, prolongando la agogé, buscara fomentar la
astucia, la fuerza y la inteligencia de una elite de ciudadanos
destinada a dirigir la nave del Estado. Esta finalidad primaria no
estaría reñida con otra complementaria, la de controlar numérica e
ideológicamente a la masa de población ilota, que tendría un origen más
tardío, probablemente en época clásica, obedeciendo a las circunstancias
sociopolíticas del momento.


En lo que respecta a la syssitía, era la comida comunitaria que
diariamente, siempre al anochecer, reunía a los hómoioi o espartiatas de
pleno derecho con la finalidad de estrechar y reforzar los vínculos de
unión que hacían posible su predominio sociopolítico. En otras palabras,
en estos banquetes se daban cita los mismos ciudadanos que participaban
en la Asamblea espartana -más los efebos, en el estadio final de la
agogé- y que, por consiguiente, tomaban las decisiones políticas. Hemos
de concebir, pues, la sisitía como una especie de logia -si bien, lejos
de ser ajena, inserta en las coordenadas políticas estatales- que
hermanaba e identificaba a sus integrantes en unos mismos intereses y
objetivos e incluso requería la aceptación de los nuevos miembros por
parte de los antiguos y el secreto acerca de las conversacio­nes
desarrolladas durante las sesiones.


Como la mayor parte de las instituciones espartanas, la tradición
remontaba la instauración de la sisitía al mítico Licurgo, con la misma
finalidad de inspirar el respeto y la obediencia a las leyes dictadas
por el Estado al tiempo que reducir al mínimo la indisciplina reinante
en la ciudad. Aristóteles recoge también un deseo del legislador de
introducir la comunidad de bienes en Esparta. La dieta alimenticia
prescrita para estos banquetes se caracterizaba, según Polibio, por su
frugalidad, con la intención de hacer moderados a los hombres en sus
vidas privadas y evitar manifestaciones de soberbia (hýbris), pues la
cena privada se tenía como ejemplo de molicie, relajación moral y
deterioro físico. Jenofonte, empero, afirma que estas comidas eran
suficientes para calmar el apetito sin caer en excesos. La explicación
reside en que la moderación se plasmaba ante todo en la falta de consumo
de productos exóticos y no en la escasez de alimentos.


A diferencia de los aristocráticos sympósia griegos herederos del
mundo homérico, en las sisitías los comensales no acababan ebrios,
haciendo honor a la fama de moderados bebedores que tenían los
espartanos, característica que se extendía a todo tipo de fiestas y
celebracio­nes. En cambio sí ingerían vino en abundancia los ilotas,
hasta el punto de cantar y bailar de forma grotesca, lo que sin duda
constituía un refuerzo psicológico de su inferioridad ante los
espartiatas y un ejemplo moralizante para que los más jóvenes conocieran
los efectos de la ebriedad en el ser humano. Quienes estaban totalmente
ausentes de la sisitía eran las mujeres, incluidas las hetairas,
habituales animadoras de los banquetes griegos, en opinión de Platón por
la propia naturaleza “biológica” de las mujeres, indisciplinadas y
anárquicas, incapaces de someterse a las normas cívicas, de las que las
comidas comunitarias eran símbolo y expresión.


La sisitía cumplía otra importante función sociopolítica, determinaba
la pertenencia a la clase dirigente en la medida en que si un hómoios
no aportaba los productos en las cantidades estipuladas, perdía sus
derechos políticos y se le despojaba de su condición de “igual”, siendo
relegado a la de hypomeíon, “inferior”. Desde el siglo IV, cuando se
agrandan las diferencias económicas entre los ciudadanos, el número de
hypomeíones aumentó, con lo que se asestaba el golpe de gracia a la
supervivencia de un cuerpo cívico cada vez mermado. No es extraño que, a
diferencia de Atenas, que tuvo varios momentos de esplendor político y
militar, Esparta nunca se recuperara de la derrota ante los tebanos: la
batalla de Leuctra (371) la convirtió en un poder de segundo orden en el
tablero geopolítico heleno; la de Megalópolis (331), ante los
macedonios, en uno de tercera. En apenas cuatro décadas Esparta pasó de
la hegemonía a la humillación.


5.3-Las guerras Medicas


Expansión del imperio persa al año 500 a. C.


Guerras Médicas es el nombre con que se conoce el enfrentamiento
entre el Imperio persa y algunas de las ciudades-estado griegas, durante
el siglo V a. C. El adjetivo «médicas» se debe a que los griegos usaban
los términos «medo» y «persa» como sinónimos, a pesar de
que Media (Oriente Medio) era en realidad una región contigua
a Persia sometida a su imperio.


Antecedentes: la sublevación de Jonia


 (Libros V y VI de las Historia de Heródoto).


En el siglo VII a. C. las mismas se encontraban bajo la soberanía del
reino de Lidia, si bien gozaban de cierta autonomía a cambio de pagarle
tributo. En 546 a. C. el rey Creso de Lidia (el último monarca lidio en
gobernar Jonia) fue derrotado por el rey persa Ciro, pasando desde
entonces su reino y las ciudades griegas a formar parte del Imperio
persa.


Darío I, sucesor de Ciro, gobernó las ciudades griegas con tacto y
procurando ser tolerante. Pero, como habían hecho sus antecesores,
siguió la estrategia de dividir y vencer: apoyó el desarrollo comercial
de los fenicios, que formaban parte de su imperio desde antes, y que
eran rivales tradicionales de los griegos. Además, los jonios sufrieron
duros golpes, como la conquista de su floreciente suburbio de Naucratis,
en Egipto, la conquista de Bizancio, llave del Mar Negro, y la caída
de Síbaris, uno de sus mayores mercados de tejidos y un punto de apoyo
vital para el comercio.


De estas acciones se derivó un resentimiento contra el opresor persa.
El ambicioso tirano de Mileto, Aristágoras, aprovechó este sentimiento
para movilizar a las ciudades jónicas contra el Imperio persa, en el
año 499 a. C. Aristágoras pidió ayuda a las metrópolis de la Hélade,
pero sólo Atenas, que envió 20 barcos (probablemente la mitad de su
flota) y Eretria (en la isla de Eubea), , acudieron en su ayuda; no
recibió ayuda de Esparta. El ejército griego se dirigió a Sardes,
capital de la satrapía persa de Lidia, y la redujo a cenizas, mientras
que la flota recuperaba Bizancio. Darío I, por su parte, envió un
ejército que destruyó al ejército griego en Éfeso y hundió la flota
helena en la batalla naval de Lade.


Tras sofocar la rebelión, los persas reconquistaron una tras otra las
ciudades jonias y, después de un largo asedio, arrasaron Mileto. Murió
en combate la mayor parte de la población, y los supervivientes fueron
esclavizados y deportados a Mesopotamia.


La Primera Guerra Médica 


 (Libro VI de la Historia de Heródoto)


Darío I, rey de los persas.


Tras el duro golpe dado a las polis jonias, Darío I se decidió a
castigar a aquellos que habían auxiliado a los rebeldes. Según la
leyenda, preguntó: « ¿Quién es esa gente que se llama atenienses?», y al
conocer la respuesta, exclamó: « ¡Oh Ormuz, dame ocasión de vengarme de
los atenienses!». Después, cada vez que se sentaba a la mesa, uno de
sus servidores debía decirle tres veces al oído « ¡Señor, acordaos de
los atenienses!». Es por esto que encargó la dirección de la represalia a
su sobrino Artafernes y a un noble llamado Datis.


Mientras tanto, en Atenas algunos hombres ya veían los signos del
inminente peligro. El primero de ellos fue Temístocles,
elegido arconte en493 a. C. Temístocles creía que la Hélade no tendría
salvación en caso de un ataque persa, si Atenas no desarrollaba antes
una poderosa marina.


De esta forma, fortificó el puerto de El Pireo, convirtiéndolo en una
poderosa base naval, mas pronto surgiría un rival político que
impediría el resto de sus reformas. Se trataba de Milcíades, miembro de
una gran familia ateniense huida de las costas del Asia Menor. Se oponía
a Temístocles porque consideraba que los griegos debían defenderse
primero por tierra, esperanzado en la supremacía de las
largas lanzas griegas contra los arqueros persas. Los atenienses
decidieron poner en sus manos la situación, enfrentando así la invasión
persa.


La flota persa se hizo a la mar en el verano de 490 a. C., dirigidos
por Artafernes, conquistando las islas Cícladas y posteriormente Eubea,
como represalia a su intervención en la revuelta jonia. Posteriormente,
el ejército persa, comandado por Datis, desembarcó en la costa oriental
del Ática, en la llanura de Maratón, lugar recomendado
por Hipias (anterior tirano de Atenas, a favor de los persas desde su
exilio) para ofrecer batalla, por considerarla el mejor lugar para que
actuara la caballería persa.


Maratón (septiembre, 490 a. C.) 

Milcíades, avisado del desembarco persa, exhortó a los atenienses a
hacerles frente. Perseguidos por los griegos, que mataron numerosos
enemigos en fuga y lograron apoderarse de ocho naves enemigas, las
cuales fueron insuficientes para cortar la retirada del grueso del
ejército persa, que protegido por la reagrupación y sacrificio de
algunos cientos de hombres pudo reembarcarse precipitadamente. De
inmediato dio Artafernes la orden de dirigirse hacia Atenas, esperando
llegar a una ciudad desguarnecida.


Las bajas persas ascendieron a más de 6.000 hombres, mientras los
griegos sólo perdieron 192, incluido el polemarco Calímaco. Milcíades
ordenó dirigirse de inmediato a Atenas y envió por delante a su mejor
corredor-mensajero, el propio Filípides, para levantar la moral
combativa de la ciudad. Filípides dio la sensacional noticia de la
victoria y cayó muerto por el esfuerzo, según la tradición, aunque
algunos autores apuntan que fue por consecuencia de las heridas
recibidas en el combate. Las tropas llegaron horas después, a marcha
forzada, y se fortificaron en el Pireo y la propia Atenas. Ante el
evidente despliegue defensivo de los griegos y la desmoralización de las
multitudinarias tropas persas, Artafernes no se decidió a desembarcar y
dirigió las naves hacia el Asia Menor.


Tres días después de la batalla, los espartanos mandaron 300 hombres
al mando de uno de sus generales, pero en la llanura de Maratón sólo
yacían los restos de los caídos de ambos bandos, pues los atenienses, en
la precipitación de su retorno a su ciudad, no habían tenido tiempo de
sepultar a sus hombres.


La derrota de los persas se debió a dos factores fundamentales. Uno
era la organización estratégica persa, que hacía combatir a sus hombres
agrupados por nacionalidades, no por armas, lo que debilitaba
militarmente a sus fuerzas pero era necesario para mantener la
disciplina en un ejército que combatía en su mayor parte (con la
excepción de medos y persas propiamente dichos) para un monarca invasor
de su propio país, invadiendo otro país extraño. El segundo y no menos
importante, consistía en que los griegos, al contrario de sus enemigos,
estaban animados por un patriotismo muy poco conocido en aquella época,
alimentado sobre todo por los logros políticos de la democracia
ateniense, hija de las reformas deClístenes, que hacía de los ciudadanos
de Atenas hombres especialmente libres y con derechos políticos, en
comparación con los súbditos de otras naciones organizadas, regidas casi
todas por déspotas absolutos. En las guerras médicas Dario(emperador
persa) fue vencido por Milciades(rey griego) en la batalla de Maratón.


Temístocles retoma el mando en Atenas 




Acrópolis de Atenas.


El victorioso Milcíades quiso aprovechar el momento de gloria para
expandir el poder de Atenas en el Mar Egeo, por lo que poco después de
Maratón envió una parte de la flota contra las islas Cícladas, sometidas
todavía a los persas. Atacó la isla de Paros, exigiendo a sus
habitantes un tributo de 100 talentos, y al negarse la ciudad le
puso sitio, pero la defensa fue tan ardua que los griegos tuvieron que
contentarse con unos pocos saqueos. Este pobre resultado empezó a
desilusionar a los atenienses con respecto a Milcíades, llegando a verle
incluso como un tirano que despreciaba las leyes.


Los enemigos de Milcíades le acusaron de haber engañado al pueblo y
le sometieron a proceso, en el que no se pudo defender por haber sido
herido en un accidente y estar postrado en una camilla. Se le declaró
culpable, salvando la pena capital común en estos casos por los
servicios prestados antes a la patria, condenándole a pagar la elevada
suma de 50 talentos. Poco después moriría a causa de sus heridas. Sería
ahora Temístocles quien tomaría las riendas de Atenas.


En el año 481 a. C., los representantes de diferentes polis,
encabezadas por Atenas y Esparta, firmaron un pacto militar (symmaquia)
para protegerse de un posible ataque del Imperio aqueménida . Según este
pacto, en caso de invasión correspondería a Esparta la tarea de dirigir
el ejército helénico. Su resultado fue una tregua general, que incluso
propició el regreso de algunos desterrados.


La Segunda Guerra Médica 


 (Libros VII, VIII y IX de las Historia de Heródoto)


«Tendréis toda la tierra y el agua que queráis»

Tras la muerte de Darío, su hijo Jerjes subió al poder, ocupándose
los primeros años de su reinado en reprimir revueltas
en Egipto y Babilonia, y preparándose a continuación para atacar a los
griegos. Antes había enviado a Grecia embajadores a todas las ciudades
para pedirles tierra y agua, símbolos de sumisión. Muchas islas y
ciudades aceptaron, pero no Atenas y Esparta. Se cuenta que los
espartanos, al igual que sucedió en Atenas, ignorando la inmunidad
diplomática, respondieron a los embajadores: «Tendréis toda la tierra y
el agua que queráis», y los tomaron y arrojaron a un pozo. Era una
declaración de intenciones hostiles definitiva.


Sin embargo, en Esparta se empezaron a dar augurios nefastos,
causados por la ira de los dioses debido a este acto de insolencia. Se
llamó a los ciudadanos espartanos para solicitar si alguno de ellos era
capaz de sacrificarse para satisfacer a los dioses y aplacar su ira. Dos
ricos espartanos ofrecieron entregarse al rey persa, y se encaminaron
hacia Susa, donde los recibió Jerjes, quien les obligó a postrarse ante
él. Sin embargo, los emisarios espartanos se resistieron, y le
respondieron: «Rey de los medos, los lacedemonios nos han enviado para
que puedas vengar en nosotros la muerte dada a tus embajadores en
Esparta». Jerjes les respondió que no iba a hacerse reo del mismo
crimen, ni creía que con su muerte los liberaría de la deshonra.


 

 

 

 

 

Las Termopilas




Leónidas en las Termopilas.


El poderoso ejército de Jerjes, que se estima en alrededor de 500.000
hombres (sin embargo, se considera hoy en día que la logística de la
época sólo podría haber alcanzado para unos 250.000), mejor equipados
que aquellos bajo el mando de Darío, partió el 480 a. C.


Llevaban en la cabeza una especie de sombrero llamado tiara, de
fieltro de lana; alrededor del cuerpo, túnicas de mangas guarnecidas a
manera de escamas; cubrían sus piernas con una especie de pantalón
largo; en vez de escudos de metal portaban escudos de mimbre; tienen
lanzas cortas, arcos grandes, flechas de caña de aljabas y puñales
pendiendo de la cintura.


(Plutarco)


El Estado Mayor de Jerjes estaba compuesto por seis miembros, muchos
de ellos parientes cercanos del
rey: Mardonio, Tritantacmes,Esmerdomenes, Masistes, Gergis y Megabizo.


Para cruzar el Helesponto, en un pasaje de Heródoto se nos cuenta
cómo se construyó un imponente puente de barcas por el cual el ejército
de Jerjes debía atravesar el mar, pero una tormenta lo destruyó, y
Jerjes culpó al mar ordenando a sus torturadores que dieran mil
latigazos como castigo a las aguas.


Finalmente cruzó el mar y siguiendo la ruta de la costa se adentró en
la península. Paralelamente, la flota avanzaba bordeando la costa, para
lo cual se construyó también un canal para evitar el tempestuoso cabo
del Monte Athos. Las tropas helenas, que conocían estos movimientos,
decidieron detenerlos el máximo tiempo posible en el desfiladero de
las Termopilas(que significa «Puertas Calientes»). Al menos el tiempo
suficiente para asegurar la defensa de Grecia en el istmo de Corinto.


En este lugar, el rey espartano Leónidas I situó a unos 300 soldados
espartanos y 1000 más de otras regiones. Jerjes le envió un mensaje
exhortándoles a entregar las armas, a lo que respondieron: «Ven a
tomarlas». Tras cinco días de espera, y viendo que su superioridad
numérica no hacía huir al enemigo, los persas atacaron.


El ejército griego se basaba en el núcleo de la infantería pesada de
los hoplitas, soldados de infantería con un gran escudo (hoplon, de ahí
su nombre), una lanza, coraza y cnémidas de protección. Formaban
en falange, presentando un muro de bronce y hierro con el objetivo de
detener a los enemigos en la lucha cuerpo a cuerpo.


Las técnicas persas se basaban en una infantería ligera, sin corazas y
con armas arrojadizas principalmente, además de la famosa caballería de
arqueros y carros. El único cuerpo de élite persa eran los llamados
«Inmortales», soldados de infantería pesada que constituían la guardia
personal del rey persa.


Sin embargo, en aquel desfiladero tan estrecho los persas no podían
usar su famosa caballería, y su superioridad numérica quedaba bloqueada,
pues sus lanzas eran más cortas que las griegas. La estrechez del paso
les hacía combatir con similar número de efectivos en cada oleada persa,
por lo que no les quedó más opción que replegarse después de dos días
de batalla.


Pero ocurrió que un traidor, llamado Efialtes, condujo a Jerjes a
través de los bosques para llegar por la retaguardia a la salida de las
Termopilas.


La protección del camino había sido encomendada a 1.000 focidios, que
tenían excelentes posiciones defensivas, pero éstos se acobardaron ante
el avance persa y huyeron. Al conocer la noticia, algunos griegos
hicieron ver lo inútil de su situación para evitar una matanza,
decidiendo entonces Leónidas dejar partir a los que quisieran marcharse,
quedándose él, su ejército de 300 espartanos y 700 hoplitas de Tespias,
firmes en sus puestos.


Atacados por el frente y la espalda, los espartanos y los tespias
sucumbieron después de haber aniquilado a 10.000 persas. Posteriormente
se levantaría en ese lugar una inscripción (Heródoto VII 228):


ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε


κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι.


«Extranjero, informa a los espartanos que aquí


 yacemos obedeciendo a sus preceptos».


Una nota sobre la traducción: ya sea de forma poética o interpretada
el texto no debería leerse en tono imperativo sino como una petición de
ayuda parte de un saludo para un visitante. Lo que se busca en la
petición es que el visitante, una vez deje el lugar, vaya y les anuncie a
los espartanos que los muertos siguen aún en las Termopilas,
manteniéndose fieles hasta el fin, de acuerdo a las órdenes de su rey y
su gente. No les importaba a los guerreros espartanos morir, o que sus
conciudadanos supieran que habían muerto. Al contrario, el tono usado es
que hasta su muerte se mantuvieron fieles. Se puede traducir de muchas
formas, usando «Lacedemonia» en vez de «Esparta», sacrificando
comprensión por literalidad.


Salamina 




Temístocles.


Con el paso de las Termopilas franco, toda la Grecia central estaba a
los pies del rey persa. Tras la derrota de Leónidas, la flota griega
abandonó sus posiciones en Eubea y evacuó Atenas, buscando refugio para
las mujeres y los niños en las cercanías de la isla de Salamina. Desde
ese lugar presenciaron el saqueo e incendio de la Acrópolis por las
tropas dirigidas por Mardonio.


A pesar de ello, Temístocles aún tenía un plan: atraer a la flota
persa y entablar batalla en Salamina, con una estrategia que lograría
vencerles. Se cuenta que Temístocles envió a su esclavo Sicino (o
el eunuco Arnaces, según la fuente), haciéndose pasar por traidor ante
el rey de Persia, contándole que parte de la armada griega escaparía de
noche, incitando de este modo a Jerjes para que dividiera su flota
enviando parte de ella a cerrar el canal por el otro lado, pero no está
comprobado.


Lo cierto es que Jerjes decidió entablar combate naval, utilizando un
gran número de barcos, muchos de ellos de sus súbditos fenicios. Sin
embargo, la flota persa no tenía coordinación al atacar, mientras que
los griegos tenían perfilada su estrategia: sus alas envolverían a los
navíos persas y los empujarían unos contra otros para privarlos de
movimiento. Su plan resultó, y el caos cundió entre la flota persa, con
nefasto resultado: sus barcos se obstaculizaron y chocaron entre sí,
yéndose a pique muchos de ellos, y contando además con que los persas no
eran buenos nadadores, mientras que los griegos al caer al mar podían
nadar hasta la playa. La noche puso fin al combate, tras el cual se
retiró destruida la otrora poderosa armada persa. Jerjes presenció
impotente la batalla, desde lo alto de una colina.


Los helenos sabían que cuando llega la hora del combate, ni el número
ni la majestad de los barcos ni los gritos de guerra de los bárbaros
pueden atemorizar a los hombres que saben defenderse cuerpo a cuerpo, y
tienen el valor de atacar al enemigo.


(Plutarco)


Fin de la Segunda Guerra Médica 

Temístocles quiso llevar la guerra a Asia Menor, enviar allí la flota
y sublevar las colonias jónicas contra el rey de Persia, pero Esparta
se opuso, por el temor de dejar desprotegido el Peloponeso.


La guerra continuó al volver el ejército persa para invadir
el Ática en el 479 a. C. comandado por Mardonio bajo las órdenes
de Jerjes I. Mardonio ofreció la libertad a los griegos si firmaban la
paz, pero el único miembro del consejo de Atenas que votó a favor fue
condenado a muerte por sus compañeros. De esta forma, los atenienses
hubieron de buscar refugio nuevamente en Salamina, y su ciudad fue
incendiada por segunda vez.


Al enterarse de que el ejército espartano (increpado con amenazas por
los atenienses para que les prestaran ayuda) se dirigía contra ellos,
los persas se retiraron hacia el Oeste, hasta Platea. Dirigidos por su
regente Pausanias, conocido por su sangre fría, los espartanos, junto a
los atenienses y los demás aliados griegos lograron otra estruendosa
victoria sobre los persas, (Batalla de Platea, 27 de agosto 479 a. C.),
capturando de paso un gran botín que les estaba esperando en el
campamento persa. Además de la victoria en Platea, ocurrió poco tiempo
después el hundimiento de la flota persa en Mícala, que fue además la
señal para el levantamiento de los jonios contra sus opresores. Los
persas se retiraron de Grecia, poniendo así fin a los sueños de Jerjes
I de conquistar el mundo helénico.


Pentecontecia

Aparece la llamada Pentecontecia, término usado para referirnos al
período de la historia de Grecia desde la derrota de los persas en la
segunda guerra médica en Platea, al inicio de la Guerra del Peloponeso,
concretamente la Guerra arquidámica, en 432 a. C.


Fue un conflicto que enfrentó a las ciudades de la Liga del
Peloponeso, encabezadas por Esparta, a las de la Liga de Delos,
encabezadas por Atenas, y el comienzo de la tercera guerra médica en
el 471 a. C.


La Tercera Guerra Médica 


Durante esta época los atenienses y los espartanos fundan la Liga
Ático-Délica en memoria de la symmaquia, que tendría como principal
objetivo el proteger a Atenas y las colonias jonias del Asia Menor. Esta
liga estaría totalmente comandada por Atenas, llevando así las
directrices en todos los aspectos posibles, por lo que de esta manera se
convierte en el mayor pueblo de Grecia política, económica, social,
cultural y militarmente, sobrepasando a la propia Esparta.


En este momento Temístocles es mal reconocido por el pueblo ateniense
y es exiliado, de modo que huye a las fronteras del Imperio aqueménida,
y allí se pone bajo el mando del nuevo soberano persa, Artajerjes I,
que junto a sus influencias y el acérrimo odio que ambos sentían por la
cultura griega, se decide avanzar hacia las costas griegas para
someterla definitivamente bajo el dominio persa.


Cimón, hijo de Milcíades, enterado de las intenciones de Artajerjes
I, avanza hasta la actual Turquía y derrota al ejército persa en la
batalla del río Eurimedonte en el 465 a. C.


Tras esta gran victoria, Cimón decide que se debe de nuevo promulgar
la amistad y paz con el pueblo espartano, pero los atenienses no
consideran esa opción de igual manera y los destierran por orden
de Efialtes, cuyo mandato no duró mucho y fue sucedido por Pericles, que
dominó Atenas durante casi todo el siglo V a. C. Pericles continua la
guerra contra Persia, en la que destacan dos decisiones que realizó, la
primera la de solicitar a Cimón] su vuelta del destierro y la segunda,
la firma de un tratado de paz con Artajerjes I, el cual lo acepta,
llamado Paz de Cimón en el 448 a. C. que estipula ciertas condiciones
para ambos pueblos y que es presidido por éste, razón por la que fue
mandado de vuelta del exilio, aunque realmente demostrado que fue
presidido por Calias, ya que en el año del tratado, Cimón ya había
muerto, por lo que se piensa fue realizado en su honor y recuerdo.


Las guerras médicas llegan a su fin mediante las condiciones impuestas por los griegos a los persas, a saber:


  • Obligación a los persas de desistir definitivamente en su conquista y expansión a Grecia.
  • No volver a navegar por el mar Egeo
  • Se les permite comerciar con las colonias griegas de Asia Menor.



5.4-Las guerras del Peloponeso


Guerra del Peloponeso

La guerra del Peloponeso en el Egeo.



Fecha 431 a. C. – 404 a. C.
Lugar Grecia continental, Asia Menor, Sicilia
Resultado Victoria espartana
Cambios territoriales Disolución de la Liga de Delos
Beligerantes
Liga de Delos comandada porAtenas Liga del Peloponeso comandada por Esparta
Comandantes
Pericles,

Cleón,

Nicias,

Alcibíades
Arquídamo II,

Brásidas,

Lisandro,

Alcibíades



La guerra del Peloponeso (431–404 a. C.) fue un conflicto militar de
la Antigua Grecia que enfrentó a la Liga de Delos(conducida por Atenas)
con la Liga del Peloponeso (conducida por Esparta). Tradicionalmente,
los historiadores han dividido la guerra en tres fases. Durante la
primera, llamada la Guerra arquidámica, Esparta lanzó repetidas
invasiones sobre el Ática, mientras que Atenas aprovechaba su supremacía
naval para atacar las costas del Peloponeso y trataba de sofocar
cualquier signo de malestar dentro de su imperio. Este período de la
guerra concluyó en 421 a. C., con la firma de la Paz de Nicias. Sin
embargo, al poco tiempo el tratado fue socavado por nuevos combates en
el Peloponeso. En 415 a. C., Atenas envió unainmensa fuerza
expedicionaria para atacar Siracusa, en Sicilia. La expedición
ateniense, que se prolongó del 415 al 413 a. C., terminó en desastre,
con la destrucción de gran parte del ejército y la reducción a
la esclavitud de miles de soldados atenienses y aliados.


Esto precipitó la fase final de la guerra, que suele ser llamada
la Guerra de Decelia. En esta etapa, Esparta, con la nueva ayuda
de Persia, apoyó rebeliones en estados bajo el dominio de Atenas en
el Mar Egeo y en Jonia, debilitando a la Liga de Delos y, eventualmente,
privando a Atenas de su supremacía marítima. La destrucción de la flota
ateniense en Egospótamos puso fin a la guerra y Atenas se rindió al año
siguiente.


La guerra del Peloponeso cambió el mapa de la Antigua Grecia. A nivel
internacional, Atenas, la principal ciudad antes de la guerra, fue
reducida prácticamente a un estado de sometimiento, mientras Esparta se
establecía como el mayor poder de Grecia. El costo económico de la
guerra se sintió en toda Grecia; un estado de pobreza se extendió por el
Peloponeso, mientras que Atenas se encontró a sí misma completamente
devastada y jamás pudo recuperar su antigua prosperidad.1 2 La
guerra también acarreó cambios más sutiles dentro de la sociedad
griega; el conflicto entre la democracia ateniense y la
oligarquía espartana, cada una de las cuales apoyaba a facciones
políticas amigas dentro de otros estados, transformó a las guerras
civiles en algo común en el mundo griego.


Las guerras griegas, mientras tanto, que originariamente eran una
forma de conflicto limitado y formal, se convirtieron en luchas sin
cuartel entre ciudades estado que incluían atrocidades a gran escala. La
guerra del Peloponeso, que destrozó tabúes religiosos y culturales,
devastó extensos territorios y destruyó a ciudades enteras, marcó el
dramático final del dorado siglo V a. C. de Grecia.


Recreación moderna de una fila de hoplitas.


En la Historia de la Guerra del Peloponeso, libro uno, sección
23, Tucídides aclara que Esparta entró en guerra con Atenas «porque
sentía temor a un mayor crecimiento del poderío ateniense, viendo que la
mayor parte de Hellas se encontraba bajo el control de
Atenas». Ciertamente, los casi cincuenta años de historia griega que
precedieron al inicio de la guerra del Peloponeso habían estado marcados
por el desarrollo de Atenas como uno de los poderes principales en el
mundo mediterráneo. Tras rechazar la invasión persa de Grecia en el
año 480 a. C., Atenas lideró la coalición de ciudades estado griegas que
continuaron las Guerras Médicas conocida como la Liga de Delos,
atacando territorios persas en el Egeo y Jonia. Lo que siguió fue un
período al cual se refiere como Pentecontecia (nombre dado por
Tucídides), en el cual Atenas fue conocida más ampliamente como
un Imperio Ateniense, impulsando una guerra agresiva contra Persia. Para
mediados del siglo, los persas habían sido expulsados del Egeo y
obligados a ceder el control de una amplia cantidad de territorios a los
atenienses. Al mismo tiempo, Atenas incrementó su poder. Durante el
curso del siglo, varios de sus ex aliados independientes fueron
reducidos al estatus de estados tributarios de la Liga de Delos; estos
tributos fueron empleados para el mantenimiento de una poderosa flota y,
luego de mitad de siglo, para financiar grandes programas de trabajos
públicos en Atenas.


A poco de instaurada la Pentecontecia, comenzaron a surgir fricciones
entre Atenas y los estados peloponesios, incluida Esparta; tras la
salida de los persas de Grecia, Esparta trató de evitar la
reconstrucción de las murallas de Atenas (sin las murallas, los
atenienses habrían estado indefensos ante un ataque por tierra y sujetos
al control espartano), pero fueron rechazados. Según Tucídides, aunque
Esparta no realizó ninguna acción en ese momento, «se sintieron
ofendidos sin manifestarlo».8 Los incidentes motivados por la
reconstrucción de las murallas de Atenas comenzaron a deteriorar
sensiblemente las relaciones entre ésta y Esparta. (Véase también Muros
largos de Atenas)


En 465 a. C. volvieron a estallar conflictos entre los estados con el
inicio de una revuelta hoplita en Esparta. Los espartanos solicitaron
ayuda a todos sus aliados, Atenas incluida, para sofocar la rebelión.
Atenas envió un contingente considerable pero, al llegar, fueron
enviados de regreso por los espartanos, mientras que los hombres de los
demás aliados tuvieron permiso de quedarse. De acuerdo con Tucídides,
los espartanos actuaron de tal manera por temor a que los atenienses
cambiasen de bando y apoyaran a los hoplitas; ofendidos, los atenienses
repudiaron su alianza con Esparta. Cuando finalmente los rebeldes
hoplitas debieron rendirse y abandonar el país, los atenienses los
establecieron en una ciudad estratégica, Naupacto, en el golfo de
Corinto.


En 459 a. C., Atenas se aprovechó de una guerra entre la ciudad
vecina de Megara y Corinto, ambas aliadas de Esparta, para sellar una
alianza con Megara, obteniendo así un asidero fundamental en el istmo de
Corinto. A continuación ocurrió un conflicto de quince años, conocido
comúnmente como la Primera Guerra del Peloponeso, en el cual Atenas
luchó con intermitencia contra Esparta, Corinto, Egina y otros estados
griegos. Durante un tiempo en medio de este conflicto, Atenas controló
no sólo a Megara, sino también a Beocia; sin embargo, cuando este
terminó, y enfrentando una invasión masiva de Esparta sobre el Ática,
los atenienses cedieron los territorios que habían ganado en la Grecia
continental, y tanto Atenas como Esparta reconocieron los derechos uno
del otro de controlar sus respectivos sistemas de alianzas.11 Oficialmente, la guerra finalizó con la Paz de los Treinta Años, firmada durante el invierno de 446/445 a. C.


Catalizadores de la guerra


Dos acontecimientos condujeron a la reanudación de la guerra que rompía la Paz de los Treinta Años firmada en el 446 a. C.:


  • la guerra entre Corinto y Corcira
  • y la defección de Potidea, colonia de Atenas.
Dos hechos trascendentales fueron los detonantes de la conflagración:


  • el decreto ateniense contra Megara, descrito más abajo
  • y el mencionado crecimiento extraordinario del poder de Atenas.
Guerra entre Corinto y Corcira


En el 435 a. C., Corcira y Corinto rompieron hostilidades. Corinto,
con colonias en el Adriático, intervino en la guerra civil entre
demócratas y oligarcas de su colonia de Epidamno y
envióclerucos (colonos) y una guarnición. Los oligarcas pidieron ayuda a
Corcira, antigua colonia de Corinto, y aquella asedió por mar a la
ciudad de Epidamno con 40 barcos y la cercaron por tierra los exiliados
de esta ciudad y sus aliados ilirios. Los corintios enviaron una
expedición formada por naves y contingentes peloponesios y jonios
aliados de algunos miembros de la Liga del Peloponeso, como los tebanos.
Los corcireos fueron a Corinto y solicitaron el arbitraje de la Liga
del Peloponeso y del oráculo de Delfos. Como los corintios se opusieron,
se entabló una batalla naval frente al promontorio de Leucimna, en
Corcira, en la que vencieron los corcireos, que expugnaron Epidamno, la
cual firmó la capitulación.


Dos años después de su victoria naval, en 433 a. C., Corcira solicitó
su inclusión en la Confederación de Delos, puesto que los corintios
estaban preparando una gran flota para consumar su venganza.


Según Plutarco, los atenienses, a sugerencia de Pericles, les
enviaron una flota de diez naves, una mínima escuadra disuasoria, bajo
el mando de Lacedemonio (hijo de Cimón de Atenas), y posteriormente otro
contingente de 20, con la orden expresa de no entrar en la batalla con
los corintios si estos no atacaban a la ciudad de Corcira.


En la batalla de las islas Síbota, se enfrentaron las flotas corcirea
y corintia, y ante la inminente victoria corintia, intervino la
escuadra de diez naves atenienses. Los corintios, que ignoraban cuál era
o podría ser la magnitud de la flota, se retiraron.


Corcira concluyó un epimachía (alianza defensiva) con Atenas para no
vulnerar las cláusulas de la Paz de los Treinta Años, que conllevó la
presencia ateniense en los puertos de Corcira, impidiendo a Corinto
frenar la expansión ateniense hacia Occidente.


Defección de Potidea


Los intereses atenienses y corintios chocaron también en el norte del
mar Egeo. Potidea, ciudad de Calcídica, miembro de la confederación de
Delos, mantenía relaciones con su metrópolis, Corinto, que seguía
enviando a los epidamiurgoi.


Atenas ordenó a Potidea derribar la muralla del lado del mar, que la
separaba de la península de Palene, que entregasen rehenes y que no
aceptase la presencia de los magistrados corintios.


Potidea contaba con el apoyo de Esparta y del rey macedonio Pérdicas
III, por lo que se negó. Los espartanos les habían prometido invadir el
Ática en el caso de que los atenienses atacasen Potidea. Ésta anunció su
retirada de la alianza ateniense en el 432 a .C , y acogió dentro de
sus murallas a un cuerpo expedicionario de corintios y peloponesios,
comandados por Aristeo de Corinto, lo que casi supuso la ruptura del
pacto del 446 a .C por parte de los corintios, ya que la expedición
estaba formada por voluntarios.


Atenas envió sus fuerzas a Tracia a principios del 432 a .C contra
Pérdicas al estallar la rebelión de Potidea. Según algunos historiadores
que se basan en las listas de tributos del 432 a.C. es posible que
Atenas, con vistas a la guerra con este rey, aumentara de 6 a
15 talentos el tributo (phoros) de Potidea.


La rebelión de Potidea había sorprendido al cuerpo expedicionario
ateniense de 30 trirremes enviado contra Pérdicas y que resultaban
insuficientes para asediarla. Por ello, primero se apoderó de Terme,
después sitió Pidna y obligó a los macedonios a firmar la paz con
Atenas.


Poco después Atenas ordenó el ataque a Potidea y envió nuevas tropas
mandadas por Calias III y por Formión. No envió más contingentes en
previsión de que Esparta cumpliera la promesa hecha a Potidea de invadir
el Ática.





 El Decreto de Megara


En 447 a. C., después de la derrota de los atenienses, batidos por
los Beocia|beocios en Coronea, los megarenses se rebelaron. Con la ayuda
de los corintios, sicionios y epidauriosmasacraron la guarnición
ateniense. Megara que se había unido a Atenas al separarse de la Liga
del Peloponeso, cambió su alianza. En respuesta Atenas envió tropas para
reconquistar Pegas. La Ekklesía ateniense promulgó un decreto que les
excluía de todos los puertos y fondeaderos del Imperio Ateniense. Tales
medidas afectaron gravemente a la economía de Megara, que pidió a
Esparta y a la Liga del Peloponeso la guerra contra Atenas. Esta fue una
de las causas que precipitaron el inicio de la guerra.


La ruptura de la paz


En 440 a. C., la Paz de los Treinta Años fue puesta a prueba
cuando Samos, uno de los aliados más poderosos de Atenas, se rebeló
contra la alianza. Los rebeldes se aseguraron rápidamente el apoyo de
un sátrapa persa, y Atenas se encontró ante la posibilidad de encarar
revueltas a lo largo de su imperio. Los espartanos, cuya intervención
hubiese desatado una guerra para determinar el destino del imperio,
llamaron a sus aliados a un congreso para discutir la posibilidad de
entrar en guerra con Atenas. No obstante, la decisión del congreso fue
no intervenir; los atenienses aplastaron la revuelta y la paz se mantuvo


La segunda prueba para la paz, y la causa inmediata de la guerra,
llegó en la forma de varias acciones atenienses específicas que
afectaron a los aliados de Esparta, principalmente a Corinto. Atenas
había sido convencida de intervenir en una disputa entre Corinto
y Corcira respecto de la guerra civil en Epidamnos y, en la Batalla de
Síbota, un pequeño contingente de navíos atenienses jugaron un papel
sumamente importante al evitar que la flota corintia capturase Corcira.
Sin embargo, cabe notar que los atenienses habían recibido instrucciones
indicándoles que no interviniesen en la batalla. La presencia de navíos
de guerra de Atenas posicionados cerca del lugar donde tenía lugar la
batalla fue suficiente para disuadir a los corintios de tomar ventaja de
su victoria, salvando así a la mayor parte de la derrotada flota
corcirea. Luego de eso, Atenas sitió Potidea, un aliado tributario de
los atenienses y ex colonia de Corinto.


Polis griegas del Egeo septentrional en 431 a. C.


Ultrajados, los corintios comenzaron a presionar a Esparta para que
tomara alguna medida en contra de Atenas. Mientras, Corinto ayudaba de
manera no oficial a Potidea infiltrando grupos de soldados dentro de la
ciudad sitiada para ayudar en su defensa. Estos acontecimientos fueron
una violación directa al Tratado de los Treinta Años, que (entre otras
cosas) había estipulado que las Ligas de Delos y del Peloponeso
respetarían mutuamente sus autonomías y cuestiones internas.


Una nueva provocación surgió en la forma de un decreto ateniense
(establecido en 433/2 a. C.) que imponía estrictas sanciones comerciales
contra Megara (otra aliada de Esparta tras la Primera Guerra del
Peloponeso). Las sanciones, conocidas en conjunto como elDecreto de
Megara, fueron ignoradas mayormente por Tucídides, pero los
historiadores económicos modernos han notado que prohibir a Megara
comerciar con el próspero Imperio Ateniense habría sido desastroso para
Megara y, por lo tanto, consideran al decreto como una causa más de la
guerra.25


En medio de estos eventos, los espartanos llamaron a una reunión de
la Liga del Peloponeso en Esparta en el año 432 a. C. Esta reunión
recibió a representantes de Atenas al igual que a aquellos provenientes
de las ciudades miembros de la Liga, y se convirtió en el escenario del
debate entre atenienses y corintios. Tucídides informó que, hasta ese
momento, los corintios habían condenado la inacción de los espartanos,
advirtiéndoles que si seguían pasivos, pronto se hallarían rodeados de
enemigos y sin ningún aliado.26 Como respuesta, Atenas
recordó a Esparta su historial de victorias militares contra Persia y la
previno de los peligros de enfrentarse a un estado tan poderoso.27 Imperturbable, la mayoría de la asamblea espartana votó que los atenienses habían roto la paz, declarando en esencia la guerra.


El historiador Simon Hornblower afirma que de la narración de
Tucídides se desprende que la causa profunda de la guerra se labró
durante la Pentecontecia, los 50 años que mediaron entre el final de la
Segunda Guerra Médica y el estallido de la Guerra del Peloponeso. Dice
también que el relato tucidídeo de los acontecimientos de la década
445-435 a. C. «son tratados no como parte de eso cincuenta años, a los
que pertenecen estrictamente hablando, sino como parte de la sucesión de
hechos que fueron la causa inmediata de la guerra».Añade que Tucídides
en el libro I.23.6, «desarrolla la primera teoría de la causalidad
histórica», donde dice que:


La causa más verdadera, aunque la que menos se manifiesta en las
declaraciones, pienso que la constituye el hecho de que los atenienses
al hacerse poderosos e inspirar miedo a los lacedemonios les obligaron a
luchar. Pero las razones declaradas públicamente, por las cuales
rompieron el tratado [Paz de los Treinta Años] y entraron en guerra,
fueron las siguientes…














La guerra arquidámica


Los Muros Largos que rodeaban Atenas y la unían con El Pireo.


Esparta y sus aliados, excepto Corinto, eran dominios con base
predominante en tierra, capaces de convocar a grandes ejércitos
terrestres que eran prácticamente invencibles (gracias a las legendarias
fuerzas espartanas). El Imperio Ateniense, pese a tener base en la
península del Ática, se extendía entre las islas del Mar Egeo; los
atenienses obtenían su riqueza del tributo que pagaban esas mismas
islas. Atenas mantenía su imperio por medio de su poderío naval. Es por
este motivo que ambos estados eran relativamente incapaces de plantar
una batalla decisiva.


La estrategia espartana durante la primera guerra, a la que se
denomina guerra arquimádica, por el rey Arquídamo II de Esparta, era
invadir el territorio que rodeaba a Atenas. Pese a que esta invasión
privó a Atenas del producto de las tierras circundantes, los atenienses
conservaron su acceso al mar y no sufrieron mucho el asedio. Muchos de
los pobladores del Ática abandonaron sus granjas y se trasladaron dentro
de los Muros Largos que conectaban Atenas con su puerto de El Pireo.
Los espartanos también ocuparon Ática durante períodos intermitentes de
tres semanas; siguiendo la tradición del sistema hoplítico, los soldados
esperaban regresar a sus casas para participar en la cosecha. Además,
era necesario mantener el control sobre los esclavos espartanos,
conocidos como hilotas, quienes no podían quedar sin supervisión por
períodos de tiempo prolongados. La invasión espartana más extensa,
en 430 a. C., duró apenas cuarenta días.


Véase también: Invasiones espartanas del Ática durante la guerra arquidámica


Inicialmente, la estrategia ateniense la fijaba el strategos, o
general, Pericles, quien aconsejaba a los atenienses evitar la batalla
en terreno abierto contra los numerosos y bien entrenadoshoplitas, y
depender de su flota. La flota ateniense, la de mayor predominio en toda
Grecia, asumió la ofensiva, consiguiendo una victoria en la batalla de
Naupacto. Sin embargo, en 430 a. C. una plaga golpea a Atenas.
La plaga arrasó a la población de la ciudad y, a largo plazo, fue una de
las causas principales de su derrota final. La plaga mató a más de
30.000 ciudadanos, marineros y soldados, incluidos Pericles y sus hijos,
acabando aproximadamente con una cuarta parte de la gente de Atenas. En
consecuencia, la cantidad de soldados se vio reducida drásticamente e
incluso los mercenarios extranjeros se negaban a ser contratados por una
ciudad asolada por la plaga. El temor era tal que la invasión espartana
a Ática fue abandonada, puesto que las tropas no deseaban arriesgarse a
contraer la enfermedad.


Tras la muerte de Pericles, los atenienses abandonaron en cierto modo
su estrategia conservadora y defensiva, adoptando una más agresiva y
llevando la guerra a Esparta y sus aliados.Cleón,
líder de la facción más militarista dentro de la democracia ateniense,
adquiría cada vez mayor importancia. Dirigidos militarmente por un
astuto nuevo general, Demóstenes (quien no debe ser confundido con
el orador ateniense), los soldados atenienses lograron algunos triunfos
mientras continuaban con sus ataques navales sobre el Peloponeso. Atenas
extendió su actividad militar a Beocia y Etolia, y comenzó a fortificar
sus puestos alrededor del Peloponeso. Uno de ellos se encontraba cerca
de Pilos en una pequeña isla llamada Esfacteria, donde el curso de la
primera guerra se puso en favor de Atenas. El puesto en las afueras de
Pilos golpeó a Esparta en su punto más débil: su dependencia de los
hilotas. Esparta era dependiente de una clase de esclavos, conocidos
como hilotas, para que se encargaran de las plantaciones mientras los
ciudadanos se entrenaban para convertirse en soldados. Los hilotas
hacían posible el sistema espartano, pero ahora el puesto en Esfacteria
estaba atrayendo a los hilotas fugitivos. Además, el temor de una
revuelta general de hilotas acicateados por la presencia ateniense hizo
que los espartanos entraran en acción. Demóstenes, sin embargo, realizó
una contramaniobra y atrapó a un grupo de soldados espartanos en
Esfacteria, esperando que se rindieran, pero semanas más tarde, aún era
incapaz de acabar con ellos. Luego de jactarse de que él podría poner
fin a los asuntos de la Asamblea, el inexperto Cleón logró una gran
victoria en la batalla de Pilos y la sucesiva batalla de
Esfacteria en 425 a. C.. Los atenienses capturaron entre 300 y 400
hoplitas espartanos; los prisioneros fueron utilizados por Atenas como
elementos de negociación.


Posteriormente a la batalla, Brásidas, uno de los generales
espartanos, reunió un ejército de aliados e hoplitas y se dirigió hacia
una de las fuentes del poderío de Atenas: la colonia de Anfípolis, que
controlaba a un gran número de minas de plata cercanas que Atenas
empleaba para financiar la guerra. Cabe descarta que en esta época el
historiador Tucídides se desempeñaba como general ateniense y que fue
exiliado por su fracaso, impidiendo que Brásidas conquistase Anfípolis.
Tucídides llegó demasiado tarde para reforzar las tropas que defendían
la ciudad, hecho que llevó a que lo culparan de su caída. En batallas
posteriores, tanto Brásidas como Cleón fueron muertos (véase batalla de
Anfípolis). Esparta y Atenas acordaron cambiar a los prisioneros por las
ciudades capturadas por Brásidas, y firmaron una tregua.


Paz de Nicias


Artículo principal: Paz de Nicias


Tras la muerte de Cleón y Brásidas, fervientes guerreros de ambas
naciones, la Paz de Nicias pudo durar alrededor de seis años. No
obstante, esta fue una época de escaramuzas constantes dentro y en las
inmediaciones del Peloponeso. Mientras los espartanos se contuvieron de
entrar en acción, algunos de sus aliados comenzaron a hablar de
revolución. Estas ideas eran apoyadas por Argos, un poderoso estado del
Peloponeso que había permanecido independiente de Lacedemonia. Con la
ayuda de los atenienses, los argivos tuvieron éxito forjando una
coalición de estados democráticos en el Peloponeso que incluia a estados
importantes como Mantinea y Elis. Los primeros intentos de Esparta por
quebrar la coalición fracasaron, y comenzó a cuestionarse el liderazgo
del rey de Esparta, Agis. Envalentonados, los argivos y sus aliados, con
el apoyo de un pequeño ejército ateniense al mando deAlcibíades, se
pusieron en marcha para tomar la ciudad de Tegea, cerca de Esparta.


La batalla de Mantinea fue la mayor batalla librada dentro del
territorio griego durante la guerra del Peloponeso. Los lacedemonios,
junto con sus vecinos tegeatas, se enfrentaron al ejército combinado de
Argos, Atenas, Mantinea y Arcadia. En la batalla, la coalición aliada
logró varias victorias iniciales, pero fracasó en capitalizarlas; esto
permitió que las fuerzas de élite espartanas derrotaran a la coalición.
El resultado fue una victoria total para Esparta, que rescató a su
ciudad del borde de la derrota estratégica. La alianza democrática se
fracturó y muchos de sus miembros regresaron a la Liga del Peloponeso.
Mediante su victoria en Mantinea, Esparta consiguió recuperarse de una
mala situación y restablecer su hegemonía a lo largo del Peloponeso.


La expedición a Sicilia


Itinerario de la flota ateniense a Sicilia.


En el 17º año de la guerra (415-414 a. C., llegó la noticia a Atenas
de que uno de sus aliados más lejanos en Sicilia,Segesta había entrado
en guerra con Selinunte, entre otras cosas, por disputas fronterizas.
Los selinuntios invocaron la alianza común con Siracusa, ciudad que
atacó a Segesta por tierra y mar. Segesta, recordó a Atenas la alianza
de esta última con la ciudad de Leontino, existente desde la primera
expedición ateniense a Sicilia en 427 a. C., bajo el mando del estratega
ateniense Laques. El pueblo de Siracusa era étnicamente dorio (al igual
que los espartanos), mientras que los atenienses y sus aliados en
Sicilia eran jonios. Atenas sintió la obligación de ayudar a sus
aliados, sobre todo por el temor, manifestado y no infundado, de los
habitantes de Segesta, de que Siracusa, podría aniquilar a todos los
aliados que aún les quedaban a los atenienses y segestanos en tierras
sicilianas, y de que lo siracusanos pudieran prestar ayuda militar a las
demás poleis dorias de la isla y, por tanto, menoscabar el poderío de
Atenas. Segesta prometió sufragar los gastos que ocasionaría la guerra.30 Como
primera medida, la asamblea ateniense decretó, tras oír a los
embajadores de Segesta, enviar una embajada a la ciudad aliada para
averiguar de cuánto dinero disponía en realidad, e informarse de la
situación de la guerra contra Selinunte.31


Los atenienses no actuaron únicamente desde una visión altruista:
respaldados por Alcibíades, el líder de la expedición, soñaban con la
conquista de toda Sicilia. Siracusa, la ciudad principal de Sicilia, no
era mucho más pequeña que Atenas, y conquistar Sicilia habría llevado a
Atenas una inmensa cantidad de recursos. Durante los últimos estadios de
las preparaciones, personas desconocidas mutilaron las hermai (estatuas
religiosas) de Atenas, y Alcibíades fue acusado de crímenes religiosos.
Alcibíades exigió que lo enjuiciaran de inmediato para poder defenderse
antes de la expedición. Los atenienses sin embargo permitieron que
Alcibíades partiera en la expedición sin ser enjuiciado (muchos creyeron
que la razón fue prepararse mejor en su contra). Tras llegar a Sicilia,
Alcibíades fue llamado de regreso a Atenas para el juicio. Temeroso de
que lo condenaran injustamente, Alcibíades se pasó al bando de Esparta
y Nicias quedó al mando de la misión. Luego de su traición, Alcibíades
informó a los espartanos que Atenas planeaba utilizar Sicilia como
trampolín para la conquista de Italia, y emplear los recursos y soldados
obtenidos con esas nuevas, futuras conquistas para dominar todo el
Peloponeso.


Las fuerzas atenienses consistían en más 100 navíos y 5.000 hombres
entre infantería y tropas ligeras. La caballería se limitaba a unos 30
caballos, lo cuales demostraron no estar a la altura de la mayor y mejor
entrenada caballería siracusana. Con su llegada a Sicilia, varias
ciudades se unieron en el acto a la causa ateniense. Nicias pospuso el
ataque en lugar de efectuarlo de inmediato, y así la campaña terminó el
año 415 a.C. con poco daño para Siracusa. El invierno se aproximaba y
los atenienses debieron retirarse a sus cuarteles, pasando la dura
estación reuniendo aliados y preparándose para destruir Siracusa. El
retraso permitió a los siracusanos solicitar la ayuda de Esparta, quien
envió al general Gilipo a Sicilia con refuerzos. Una vez en Italia,
Gilipo montó un ejército conformado por varias ciudades sicilianas y
acudió al rescate de Siracusa. Luego de tomar el mando de las tropas
siracusanas, y tras una serie de batallas, el espartano derrotó a las
fuerzas atenienses, evitando que invadieran la ciudad.


Nicias mandó a Atenas un pedido de refuerzos, siendo enviado
Demóstenes con una nueva flota para unir sus fuerzas con las de Nicias.
Se sucedieron más batallas y los siracusanos y sus aliados volvieron a
derrotar a los atenienses. Demóstenes abogaba por una retirada a Atenas,
pero al principio Nicias se negó. Tras nuevos reveses, Nicias estuvo de
acuerdo en la retirada hasta que esta fue demorada por un
mal augurio (un eclipse lunar). El retraso forzó a los atenienses a una
batalla en el puerto de Siracusa. Los atenienses fueron completamente
derrotados y Nicias y Demóstenes condujeron al resto de sus fuerzas
tierra adentro en busca de aliados. La caballería siracusana los atacó
sin piedad, matando o esclavizando a quienes quedaban de la poderosa
flota ateniense.


La segunda guerra: Guerra de Decelia


Los lacedemonios no se limitaron a simplemente enviar ayuda a
Sicilia; también resolvieron llevar la guerra a los atenienses. Con el
consejo de Alcibíades, fortificaron Decelia, cerca de Atenas, y evitaron
que los atenienses pudieran utilizar sus tierras durante todo el año.
La fortificación de Decelia impidió el envío de suministros a Atenas por
tierra, obligando a que fueran transportados por mar con un costo
mayor. Lo peor de todo quizá fuera que el trabajo en las minas de plata
cercanas fue completamente interrumpido, ya que unos 20.000 esclavos
atenienses fueron liberados por los hoplitas espartanos en Decelia. Con
los 1.000 talentos del tesoro y reservas de emergencia diluyéndose, los
atenienses tuvieron que demandar mayores tributos a sus aliados,
aumentando aún más la tensión y la amenaza de otra rebelión dentro del
Imperio.


Los corintios, los espartanos y otros miembros de la Liga del
Peloponeso enviaron más refuerzos a Siracusa, esperando rechazar a los
atenienses; pero en lugar de retirarse, estos mandaron otros cien navíos
y 5.000 hombres a Sicilia. Bajo las órdenes de Gilipo, los siracusanos y
sus aliados consiguieron derrotar totalmente a los atenienses en
tierra; además, Gilipo alentó a los siracusanos a construir una armada,
la cual logró vencer a la flota ateniense cuando intentaban la retirada.
El ejército de Atenas, buscando escapar por tierra a otras ciudades más
amistosas de Sicilia, fue dividido y derrotado; toda la flota ateniense
fue destruida y los soldados del ejército ateniense fueron vendidos
como esclavos.


Tras la victoria sobre los atenienses en Sicilia, todos creían que el
fin del Imperio Ateniense estaba próximo. Su tesoro casi se había
agotado, sus astilleros estaban vacíos y sus jóvenes, muertos o
prisioneros en territorio extranjero. La fuerza del Imperio Ateniense
fue subestimada, pero era verdad que el comienzo del fin estaba cerca.


Atenas se recupera


Después que la expedición a Sicilia fue destruida, Lacedemonia
fomentó la revuelta por parte de los aliados tributarios de Atenas y,
ciertamente, gran parte de Jonia se levantó contra los atenienses. Los
siracusanos pusieron su flota a disposición de los peloponesios, y los
persas decidieron apoyar a los espartanos mediante dinero y navíos. Las
revueltas y las diversas facciones amenazaban a la mismísima Atenas.


Los atenienses lograron sobrevivir por varias razones. Primero,
porque sus enemigos no tenían mucho empuje. Además, Corinto y Siracusa
tardaron en trasladar sus flotas al Egeo, y los demás aliados de Esparta
también se retrasaron aprovisionando sus tropas y barcos. Los estados
Jonios que se rebelaron esperaban recibir protección, por lo que muchos
regresaron al bando ateniense. Incluso los persas se demoraron en
proveer los fondos y naves que habían prometido, frustrando los planes
de batalla. Sin embargo, tal vez lo más importante haya sido que los
oficiales espartanos no tenían entrenamiento como diplomáticos y eran
insensibles y políticamente ineptos.


En el momento en que comenzó la guerra, los atenienses habían
ahorrado un poco de dinero y tenían 100 navíos para ser empleados como
último recurso. Una vez que zarparon, esas naves se convirtieron en el
centro de la flota ateniense durante el resto de la guerra. En Atenas
tuvo lugar una revolución oligárquica donde un grupo de 400 personas
tomaron el poder. La paz con Esparta habría sido posible, pero la flota
de Atenas, ahora con base en la isla de Samos, se negó a aceptar los
cambios políticos. En 411 a. C., esta misma flota se enfrentó a los
espartanos en la batalla de Sime. La flota designó a Alcibíades como su
líder y continuó la guerra en nombre de Atenas. Su oposición llevó a que
se restituyera el gobierno democrático a los dos años.


Alcibíades, pese a ser repudiado por traidor, aún tenía peso dentro
de Atenas. Él evitó que la flota ateniense atacase Atenas, ayudando a
restaurar la democracia por medios más sutiles de presión. También
convenció a la flota de Atenas de atacar a los espartanos en la batalla
de Cícico de 410 a. C.. Durante esta batalla, los atenienses aniquilaron
a la flota espartana y lograron restablecer la base financiera del
Imperio Ateniense.


Entre 410 y 406 a. C., Atenas obtuvo varias victorias continuas y
recuperó una buena parte de su imperio. En gran parte, todo esto se
debió a Alcibíades.


El triunfo de Lisandro y la rendición de Atenas


Las acciones clave de cada fase.


Luego de una victoria menor de Esparta por parte del hábil general
Lisandro en la batalla naval de Notio en 406 a. C., Alcibíades no fue
reelegido general de los atenienses y se autoimpuso el exilio de la
ciudad. Atenas resultó victoriosa en labatalla naval de Arginusas, donde
la flota espartana comandada por Calicrátidas perdió 70 navíos y 25 los
atenienses. Sin embargo, debido a las pésimas condiciones climáticas,
los atenienses no pudieron rescatar a las tripulaciones varadas ni
acabar con la flota espartana. Pese a la victoria, estos fracasos fueron
causa de indignación en Atenas y desencadenaron un polémico juicio. El
juicio acabó con la ejecución de seis de los mejores comandantes navales
de Atenas. Ahora la supremacía marítima ateniense podía ser desafiada
debido a la pérdida de sus líderes más capaces y la baja moral de los
tripulantes.


A diferencia de algunos de sus predecesores, Lisandro, el nuevo
general espartano, no era miembro de la familia real de Esparta y era
formidable en cuanto a estrategias navales; era un hábil diplomático que
incluso había cultivado una buena relación personal con el
príncipe persa Ciro el Joven, hijo de Darío II. Aprovechando la
oportunidad, la flota espartana partió de inmediato hacia el Helesponto,
la fuente de suministro de cereales de Atenas. Bajo la amenaza de
la hambruna, la flota ateniense no tuvo otra opción que enfrentarse a
los espartanos. Por medio de una astuta estrategia, Lisandro derrotó
completamente a la flota ateniense en 405 a. C., en la batalla de
Egospótamos, destruyendo 168 navíos y capturando entre 300 y 400
marineros atenienses. Sólo 12 barcos atenienses escaparon, y varios de
estos navegaron hacia Chipre, llevando al strategos Conón, quien deseaba
evitar el juicio de la Asamblea.


Debido al hambre y las enfermedades causadas por un asedio
prolongado, Atenas se rindió en 404 a. C. y sus aliados hicieron lo
mismo al poco tiempo. Los demócratas de Samos, leales hasta el final,
continuaron resistiendo y se les permitió huir para salvar sus vidas. La
rendición privó a Atenas de sus muros, su flota y todas sus posesiones
de ultramar. Corinto y Tebas exigieron la destrucción de Atenas y la
esclavitud para todos sus ciudadanos. Sin embargo, los espartanos
anunciaron su rechazo a destruir una ciudad que había prestado servicio a
Grecia en tiempos de gran necesidad; Esparta incorporó a Atenas a su
propio sistema político; ahora tendría «los mismos amigos y enemigos»
que Esparta.


Con esto, los victoriosos espartanos demostraron ser el estado más
clemente que haya combatido a Atenas y al mismo tiempo se convirtió en
su salvadora, puesto que ni Corinto ni Tebas podían, de momento,
desafiar su resolución.


Consecuencias


Durante un corto período de tiempo, Atenas fue gobernada por los
“Treinta Tiranos”, suspediéndose el régimen democrático. Este nuevo
gobierno reaccionario fue establecido por Esparta.
En 403 a. C., Trasíbulo derribó a los oligarcas y restauró la
democracia.


Pese a que el poderío ateniense estaba fracturado, la guerra de
Corinto ayudó a una pequeña mejoría y Atenas siguió teniendo un rol
activo en la política griega. A su vez, Esparta fue derrotada
por Tebas en la batalla de Leuctra en 371 a. C., pero la conquista de
Grecia por parte de Filipo II de Macedonia puso fin a todo unos años más
tarde.


La guerra del Peloponeso continúa fascinando a las generaciones
posteriores debido al modo en que hundió al mundo griego y porque la
democracia ateniense cayó ante una Esparta mucho más militarizada.
Además, la visión que da Tucídides sobre las motivaciones de los
contendientes es mucho más profunda con respecto a cualquier otra guerra
de la antigüedad.


Contexto: Trasfondo de la guerra


Progresivamente, Atenas intervino en los asuntos internos de
las poleis sometidas o aliadas. Ciertos casos criminales debían ser
juzgados en Atenas por tribunales atenienses.


La gran concentración humana dentro de las murallas de Atenas
constituyó un público para la profusión de panfletos, «cuyo único
ejemplar completo que se ha preservado es el Viejo Oligarca».


Tucídides relata lo que supuso para Atenas tener que evacuar, aunque
no enteramente, el Ática. Para muchos habitantes de los demos rurales, y
para los agricultores y ganaderos que vivían en Atenas, la guerra
supuso un cambio radical en su modo de vida.


En el campo de las artes, después de la victoria en la Batalla de
Esfacteria (425 a. C.) y la Paz de Nicias, en Atenas se reanudó la
construcción del Templo de Atenea Niké(425-420 a. C.). Debido a la
guerra, los escultores Fidias y Policleto emigraron a Olimpia y Argos,
respectivamente.


Cleón de Halicarnaso en un tratado que escribió aconsejaba a Lisandro
la forma de reformar la realeza en Esparta, basada en el talento: «la
realeza no es más que una profesión como las otras».


Se escribieron un gran número de obras técnicas: los tratados médicos
hipocráticos, el primer libro de urbanismo escrito por Hipódamo de
Mileto, Damón y Glauco de Regio escribieron tratados de
música, Sófocles escribió una monografía sobre el coro, el
escultor Policleto y el pintor Parrasio teorizaron sobre su técnica.


El ámbito donde se aprecia más diferencia entre los periodos anterior
y posterior a la guerra, es quizá el de la teoría y la práctica
militares. El siglo V a. C. es la época del ciudadano
hoplita: Demóstenes señala el contraste con su época:


Me dicen que en la guerra del Peloponeso los espartanos y todos los
demás luchaban durante cuatro o cinco meses en el verano; invadían,
asolaban la campiña con un ejército de ciudadanos hoplitas y regresaban a
casa. Pero ahora Filipo encabeza un ejército no sólo de hoplitas, sino
de tropas de infantería ligera, caballería, arqueros, mercenarios, y sus
campañas duran todo el verano y todo el invierno.


Demóstenes, Tercera Filípica 343.


El profesionalismo en la guerra nació durante la Guerra del
Peloponeso. Los generales tenían que idear nuevos métodos de combate.
Uno o dos años de guerra procuraron más cambios de los que se habían
visto en toda la Pentecontecia: Formión combatió con sus tripulantes muy
bien preparados en mar abierto, cuando en la Batalla de Síbotas, la
lucha se libraba desde cerca, parecida a una batalla terrestre
(pezomachia), dado la ausencia de maniobras tácticas, como en la Batalla
de Salamina.


Los largos periodos alejados de la ciudad incrementó el profesionalismo. La Anábasis de Jenofonte abunda en ejemplos:


  • Tisafernes se asesoró con un griego de Zacinto consejero militar especializado.
  • Al final de la Expedición de los Diez Mil, Cerétadas de Tebas
    preguntó en Bizancio «si alguna ciudad o tribu necesita un general».
  • Los sofistas ofrecían la táctica como parte de su programa de
    estudios. Platón y Jenofonte se hicieron eco de la pretensión de
    aquéllos de educar en cuestiones militares.
  • Platón hace un estudio sobre el valor en su obra Laques, aparecida
    poco después de la Batalla de Delio (424 a. C.). En ella desdeña
    la hoplomachia (lucha con armas de los hoplitas) y ensalza al hombre
    valeroso que permanece en la línea, que resiste al enemigo y rehúsa
    huir. A los hoplitas espartanos los califica Jenofonte de maestros de la
    guerra. Asimismo, el escritor ateniense acota el cambio producido del
    militar aficionado al profesional en sus tratados De la equitación,
    el Jefe de la Caballería, y en menor medida en la Ciropedia (amplio
    análisis sobre el liderazgo). El precedesor de Jenofonte en este género
    fue un tal Simón Hípico, a quien a pesar de tratarlo con desprecio se
    inspiró en él.
  • La Poliorcética de Eneas el Táctico (años 350 a. C.) es un tratado militar extenso, «la primera recopilación de estratagemas».
  • Varios son los motivos por los que la ciencia del generalato no se desarrolló antes del siglo IV a. C.:
    • la escasez de manuales al respecto.
    • la limitación de los poderes del general.
    • los ciudadanos hoplitas priorizaban mantener la formación y la
      defensa de su territorio, lo que retenía parte los efectivos disponibles
      e impedía la constitución de fuerzas de reserva, cuya importancia para
      un general fue patente a finales del siglo V y principios del IV a. C.,
      como por ejemplo en las luchas entre siciliotas y cartagineses. Y
      que abundan en las guerras de Alejandro Magno, y a las que un general
      podía recurrir para lanzarlas en el momento crítico de una batalla.
      Según Hornblower la revolucionaria falange con una columna de 50
      soldados de profundidad, que desplegó el general tebano Epaminondas en
      la Batalla de Leuctra (371 a. C.) fue gracias a la reserva estratégica
      con la que contaba.
    • un general debía mandar «desde delante» una batalla, por lo que poco podía hacer para dirigirla en lo más reñido de la refriega.
    • El carácter político de su nombramiento por una polis, que no quería
      dejar el mando a un solo hombre. En Esparta los reyes tenían que dar
      cuentas en caso de mala conducta en el campo de batalla. Los generales
      atenienses podían ser depuestos, eran diez y su cargo era anual.
Característico de esta guerra fue la utilización de mercenarios, los
profesionales por excelencia. El empleo clásico tardío difería del
arcaico:


  • en la época arcaica su procedencia era de zonas empobrecidas
    como Creta, Arcadia, Caria; y era una alternativa a la colonización.
  • En Persia, en los inicios de la Guerra del Peloponeso (Guerra
    arquidámica), Pisutnes disponía de un contingente mercenario, Tisafernes
    y Farnabazo II tuvieron a sus órdenes mercenarios.
  • en el siglo IV a. C. los mercenarios son también de otras poleis de
    la Antigua Grecia afectadas por los problemas económicos. Un estudio ha
    desmotrado el alto porcentaje de oficiales atenienses y espartanos
    frente al de arcadios y aqueos en la Expedición de los Diez
    Mil (401 a. C.-399 a. C.).
La evolución de las unidades militares y de las armaduras, más ligeras, se inicia también en la Guerra del Peloponeso:


  • Ifícrates utiliza peltastas armados con escudos ligeros (peltas) y
    calzados con botas ligeras, que tomaron su nombre, «ificrátidas».
  • el strategos ateniense, Trasíbulo pertrechó a 5000 marinos como peltastas.
  • Los peltastas atenienses, ayudados por hoplitas, aniquilaron un
    regimiento de 600 espartanos en Lequeo (391 a. C.), gracias a la
    combinación de armas pesadas y ligeras.

































6-La época Helenística


6.1-Filipo II rey de Macedonia


Filipo II (en griego Φίλιππος, y en macedonio Филип
II-ри, que significa «amante de los caballos») (382 a. C. – 336 a. C.),
rey de Macedonia desde 355 a. C. hasta su muerte. Fue el padre
de Alejandro Magno, y sus hazañas allanaron el camino de la gloria
recorrido por su hijo.


Fue el padre de Alejandro Magno y es posible que lo fuese también de Ptolomeo I Sóter, fundador de la dinastía Ptolemaica.


Vida 


Nacido en Pella, Filipo era el hijo más joven de Amintas
III (394 a. C.-370 a. C.) y Eurídice II. Filipo permaneció
como rehén en Tebas, que por entonces era la polis hegemónica en Grecia,
durante tres años (368 a. C.-365 a. C.). En esa época, Filipo recibió
educación militar y diplomática de Epaminondas y vivió con Pamenes de
Tebas, un entusiasta defensor del Batallón Sagrado de Tebas.


En 364 a. C. Filipo volvió a Macedonia, participando en asuntos de
gobierno. La muerte de sus hermanos mayores, los reyes Alejandro II y
Pérdicas III, le permitieron convertirse en regente de su
sobrino Amintas IV, hijo de Pérdicas III. El joven Filipo, de 22 años,
se convirtió en el gobernante de facto.


El ejército 


La estrella Argéada, símbolo de la dinastía de mismo nombre.


Tras sus tres años de estancia en Tebas, Filipo había estudiado de
cerca los ejércitos griegos y su política. Se dio cuenta de que la nueva
táctica de la ruptura que se enseñaba a los soldados, basada
íntegramente en la falange, podía mejorarse mucho. En el campo político
se dio cuenta de que Tebas ya no era la ciudad fuerte ante Atenas, que
se debilitaba y dejaría de dominar. La idea de este rey era llegar a la
unidad política de todos los pueblos griegos bajo su mando.


Su primer cometido fue organizar un buen ejército, competente,
disciplinado y numeroso, capaz de enfrentarse con los más grandes
pueblos de aquel mundo conocido, capaz de dominarlo, como lo hizo, a lo
largo de dos siglos. Filipo preparó el ejército no con mercenarios, sino
con sus súbditos, para el posterior triunfo de Alejandro Magno, de la
misma manera que Cayo Mario preparó en Roma el ejército que haría
triunfar a César. El biógrafo griego Plutarco (c. 46-125) escribiría
siglos más tarde esta coincidencia en su gran obra Vidas paralelas.


El rey proporcionaba las armas:


  • Casco
  • Coraza de cuero
  • Escudo pequeño y redondeado
  • Espada corta
  • Lanza de 6 metros y medio, la famosa sarissa, la más larga y pesada de las lanzas de la Antigüedad.
Filipo reorganizó el ejército de Macedonia, que hasta entonces se
basaba en la caballería, integrada a su vez por la nobleza. Aumentó el
número de infantes, se preocupó por su equipamiento y les dotó de un
arma nueva, la sarissa. Creó la falange, cuerpo concentrado de
infantería formado por 16 filas de soldados, las 5 primeras filas
bajaban la sarissa para entrar en combate. Los flancos estaban
protegidos por la caballería.


Imagen de un mosaico romano en el que aparece la falange macedonia luchando en la Batalla de Issos.


Se componía de:


  • Caballería pesada (formada
    por la nobleza). Los reyes macedonios poseían una tropa
    de jinetes nobles que formaban su escolta, llamados hetairoi (compañeros
    del rey). Filipo organizó a su modo esa caballería y les dio a todos
    las mismas armas: coraza metálica, jabalina y espada. Eran en total 800
    hombres, y su especialidad era la carga frontal.
  • Caballería ligera. Era la encargada de iniciar el combate y apoyar a la falange atacando los flancos enemigos.
  • Infantería (formada por la masa del pueblo y los hipaspistas -infantería ligera).
  • Falange (donde estaban los hombres más robustos).
    Estaba formada por guerreros armados con lanzas, que entraban en combate
    de forma frontal y sin separar las líneas. Con Filipo adquirieron tanta
    importancia que les denominó pezhetairoi(compañeros a pie del rey)
Al principio este ejército lo componían 10.000 soldados. Poco a poco
fue engrosando en número y alcanzó los 30.000 efectivos. Llegó a ser muy
superior a todos los demás ejércitos de los distintos pueblos griegos,
siendo no sólo superior en número de contingentes, sino en un aspecto
fundamental como era la organización y la disciplina. Filipo sabía que
los griegos se habían ido relajando en sus costumbres y por tanto trató
de corregir los fallos y errores. Los soldados griegos temían las
grandes marchas, nunca se ponían en campaña si no era primavera,
llevaban muchos carros y sirvientes consigo, lo que hacía que se
llenaran los campos y retrasaran las marchas. Desde un principio, Filipo
obligó a sus soldados a caminar 50km diarios llevando sus armas e
impedimentas, prohibió llevar vehículos y sólo consintió un sirviente
por cada 10 hombres y uno también para cada jinete. Además hizo campañas
en invierno. Era muy rígido y contaba con la disciplina por encima de
todo.


Para la lucha en el campo de batalla se colocaban en falange, que era
la masa regular. La falange no era un invento de Filipo, ya existía
entre los griegos, pero él supo perfeccionarla. La falange macedonia
constaba de 16 filas de hombres armados con la sarissa. Los de las 6
primeras filas sostenían con las dos manos la lanza tendida en dirección
al enemigo. Por delante de ellos iban asomando las lanzas de las filas
de los que estaban detrás, de manera que la formación quedaba así:


  • En la primera fila la lanza o sarissa avanzaba 6 metros (6 y medio, a veces).
  • La segunda fila sobrepasaba su lanza en 5 metros a la primera.
  • La tercera sobrepasaba en 4 metros.
  • La cuarta sobrepasaba en 3 metros.
  • La quinta en 2 metros.
  • La sexta en 1 metro.
Las últimas filas sostenían su lanza hacia arriba, se mantenían a la
expectativa y cubrían bajas. En caso necesario, las ocho últimas filas
hacían frente al lado opuesto, volviendo la espalda a sus compañeros.
Entonces se formaba una agrupación impenetrable. La falange era una masa
pesada, de movimientos lentos, que sólo podía maniobrar en llano. Para
movimientos rápidos, escalar alturas y atrincheramientos, Filipo contaba
con infantes que llevaban un escudo pequeño y armas ligeras.


Otra cuestión de la que se ocupó el rey fue de la maquinaria de
guerra que llegó a ser la más completa que los historiadores hayan
conocido hasta ahora. Se empleaba para sitiar ciudades y constaba de
catapultas (que lanzaban grandes piedras y tizones encendidos) y torres
móviles para alcanzar las murallas. Con este ejército tan preparado y
tan bien equipado Alejandro Magno pudo realizar los sueños de su padre
Filipo: conquistar Persia.


Extensión del reino de Macedonia a la muerte de Filipo.


 Ciudad (fecha de ocupación)

 Guarnición macedonia

 Batallas importantes     Reino de Macedonia     Territorios
dependientes     Territorios de los molosos     Tesalia     Miembros de
la liga de Corinto     Estados neutrales     Imperio Persa


Las campañas militares 


Sus ideas expansionistas de Macedonia y su capacidad militar pronto
le llevaron a lograr grandes éxitos. Inmediatamente asentó el poder de
la monarquía macedonia tanto dentro como fuera de sus fronteras. En el
interior, acabó con los pretendientes que le veían como un usurpador y
dominó a los príncipes de las regiones altas (Lincestia, Eilimia y
Orestis). En el exterior, venció a una coalición
de peonios e ilirios en 358 a. C., con lo que Filipo expandió su área de
control tierra adentro hasta el lago Ócrida.


Luego aprovechó la Guerra Social (o Guerra de los Aliados) de
357-355 a. C. para expandirse. En 357 a. C. tomó la
colonia ateniense de Anfípolis, que controlaba las minas de oro del
monte Pangeo, reteniéndola a pesar de las promesas de devolvérsela a los
atenienses. Ese mismo año, Filipo se casó con la princesa Olimpia de
Epiro, hija del rey de Molosia.


En 356 a. C. conquistó Pidna, y a continuación Potidea, ciudad que
entregó a la Liga Calcídica en contra de los intereses de Atenas. Tras
derrotar a una nueva coalición de tracios, ilirios y peonios, apoyada
por Atenas, Filipo se sintió lo suficientemente fuerte como para
postergar a su sobrino, dejarse de ficciones y proclamarse rey de
Macedonia, con el nombre de Filipo II.


Filipo Rey 


Estátero con la efigie de Filipo II de Macedonia


En el mismo 355 a. C. conquistó la ciudad de Crénidas, (a la que
bautizó con su nombre llamándola Filipos o Filípolis) cerca de la costa
del mar Egeo, a orillas del río Hebro y al otro lado de la zona minera
del monte Pangeo. Desde esta ciudad podía tener el control absoluto de
la producción de oro y a partir de ese momento, Filipo pudo acuñar en
este metal y dejar de lado la plata que patrocinaban otras ciudades.


También atacó Abdera y Maronea, en la costa de Tracia, ciudad que
antes había pertenecido a Atenas. Con la conquista de Metone, en la que
Filipo perdió el ojo derecho, finalizó la primera fase de expansión por
la costa (354 a. C.). Aliado con losAleuadas de Larisa, intervino
en Tesalia, desgarrada por la Tercera Guerra Sagrada, siendo derrotado
por Onomarco en dos ocasiones (353 a. C.). Sin embargo, en la
llamada batalla del Campo de Azafrán, en 352 a. C., Filipo aniquiló por
completo a las huestes de Onomarco, el cual fue crucificado. Tres mil
prisioneros fueron arrojados al mar, y como consecuencia de la derrota,
el tirano Licofrón fue expulsado definitivamente de Feres.


Sin embargo, no pudo penetrar en la Grecia central, al estar
bloqueadas las Termópilas por los focidios de Failo, apoyados por
atenienses y espartanos. Entonces, reorganizó Tesalia bajo su hegemonía y
se retiró hacia Epiro primero, y hacia el noreste después, extendiendo
su área de influencia y sometiendo las ciudades costeras griegas del Mar
Negro hasta el río Hebro (352 – 351 a. C.).


Su siguiente ataque lo lanzó en 350 a. C. sobre la
península Calcídica, con la que hasta entonces había mantenido
relaciones amistosas. Sincronizó la campaña con una revuelta que instigó
en Eubea para impedir la intervención ateniense. Ese mismo año
conquistó Estagira, y en el 348 a. C. destruyó su principal
ciudad, Olinto, con lo que la Calcídica quedó sometida al dominio
macedonio. Con Macedonia y las regiones adyacentes, consolidadas, Filipo
celebró unos juegos olímpicos en Dion. En 347 a. C. avanzó para
conquistar los distritos más orientales del Hebro, y obligó a someterse
al príncipe Cersobleptes de Odrisios.


Estos hechos provocaron que en Atenas se empezara a hablar de paz,
aunque todavía predominara la tendencia favorable a la guerra, por lo
que Filipo esperó a la primera ocasión favorable. Esta se dio
en 347 a. C., con ocasión del final de la Tercera Guerra Sagrada:
los beocios llamaron en su auxilio al poderoso Filipo, quien acudió
inmediatamente. En consecuencia, los focidios apelaron nuevamente a
Atenas y Esparta. Sin embargo, aprovechando las disensiones internas de
los focidios, Filipo llegó a un acuerdo con su jefe Faleco, el hijo de
Onomarco, que se había apostado en las Termópilas con un ejército
mercenario. Faleco dejó pasar a Filipo y se retiró al Peloponeso.
Respecto a Filipo, penetró en la Grecia central (346 a. C.), derrotando a
los focidios en la batalla de la llanura de Crocus. Esta batalla le
convirtió en el gobernador (tagus) de Tesalia, en dónde reclamó también
el control deMagnesia, que tenía el importante puerto del Golfo de
Pagasae. Focea fue explusada de la Anfictionía de Delfos, y sus votos
pasaron a Filipo, que fue admitido en la misma (aunque no de muy buen
grado), con lo que adquirió una sólida posición de poder y prestigio en
el mundo griego. Filipo aprovechó su posición en la Anfictionía para
dominar los asuntos de Grecia y tener el control del Oráculo de Delfos,
de suma importancia para cualquier decisión militar o política que
hubiera que tomar.


A Atenas no le quedó otra solución que la paz, que solicitó al
monarca macedonio a través de Filócrates. En ella se garantizaba a cada
parte sus territorios conquistados, y se establecía una alianza
defensiva, lo que dio ocasión al orador Isócrates para exhortar a Filipo
a dirigir sus ejércitos contra los persas. Con las principales ciudades
estado griegas sometidas, Filipo se dirigió contra Esparta y les envió
un mensaje:


Se os avisa para que os sometáis sin mayor dilación, pues enviaré a
mi ejército a vuestras tierras y destruiré vuestras granjas, mataré a
vuestra gente, y arrasaré vuestra ciudad.


Su respuesta fue afirmativa, siempre y cuando Filipo les dejase tranquilos.


Demóstenes


A pesar de las advertencias de Demóstenes, los atenienses dejaron
hacer a Filipo, que consolidó su influencia en Grecia y reconoció la
independencia de Mesenia y Arcadia. Al mismo tiempo, asentó sus dominios
en Iliria, reorganizó de nuevo Tesalia (343-342 a. C.), intervino en
Epiro, expulsando a Arribas y entronizando a Alejandro de Epiro, y firmó
un tratado con el Gran Rey de los persas, Artajerjes III (343 a. C.),
lo que le permitió extender sus posesiones en el territorio tracio,
dirigiendo una gran expedición militar que conquistó la ciudad
fortificada de Eumolpia renombrándola, Philippoupolis (hoy Plovdiv).
En 342 a. C., negoció un acuerdo secreto con Hermias, tirano de Atarneo,
asistido por Aristóteles, con el objeto de tener una cabeza de puente
en caso de invadir Asia.


Demóstenes ansiaba la guerra contra los macedonios, considerados unos
bárbaros, y con sus discursos solivianta y prolonga la enemistad de
Atenas con Macedonia: son las famosas Filípicas. La expansión macedonia
en la región de los Estrechos alarmó a los atenienses, que, conducidos
por Demóstenes declararon la guerra a Filipo (340 a. C.). Éste comenzó
los asedios de Perinto (340 a. C.) y Bizancio (339 a. C.), fracasados
por su carencia de fuerzas navales, y vio temporalmente comprometida su
influencia en toda Grecia. Sin embargo, aprovechó la Cuarta Guerra
Sagrada para decidir el conflicto en tierra. Nombrado hegemon de la
Anfictionía, Filipo penetró en Grecia central y venció en la Batalla de
Queronea (338 a. C.) a los tebanos y atenienses aliados. En esta
batalla, su hijo Alejandro, de 18 años de edad, llevó a cabo su primera
acción militar al mando de 1.800 jinetes. Tras la victoria Filipo erigió
un león de mármol en memoria del Batallón Sagrado de Tebas por su
valentía en la batalla.


Después de esta gran victoria, Filipo demostró una gran sabiduría
política al no humillar a los vencidos. El macedonio instauró su
hegemonía sobre Grecia, constituyendo la Liga de Corinto (337 a. C.),
que incluía a todos los estados griegos, a excepción de Esparta. La Liga
garantizaba la paz general, la autonomía interna de cada miembro, salvo
para reprimir revoluciones, y una alianza perpetua bajo el mando de
Filipo, a quien la Liga concedió el mando de la guerra contra Persia.


Mientras se realizaban los preparativos de la expedición, con el
envío de un ejército a Asia Menor bajo el mando de Parmenión y Átalo,
Filipo fue asesinado.


Muerte de Filipo


En el año 337 a. C., Filipo se divorcia de Olimpia. Su intención era
volverse a casar con una noble macedonia, Eurídice, sobrina del
general Átalo. Para aplacar el descontento de los nobles de Molosia (de
donde era Olimpia), trama un matrimonio de conveniencia entre su propia
hija Cleopatra y un hermano de Olimpia, Alejandro de Epiro, que era rey
vasallo en Molosia.


Para la boda se organizaron grandes fiestas en Egas (primera capital
de la antigua Macedonia). Desde el amanecer avanzaban en procesión
solemne las estatuas de los doce dioses sentados en tronos lujosos muy
adornados. Una estatua hacía la número trece: era la efigie del gran
Filipo. Hubo un gran banquete y a continuación todos se dirigieron
al teatro para terminar allí el agasajo. Llegó Filipo que se había
vestido de blanco para la ocasión y cuando se disponía a entrar en el
recinto sin guardaespaldas (resaltando ante los diplomáticos griegos ahí
presentes su cercanía al pueblo). Entonces se le abalanzó un joven
noble macedonio y le hirió en un costado. Murió al instante allí mismo.
El asesino se llamaba Pausanias(como el famoso general del siglo
V a. C. y el famoso historiador del siglo II), uno de sus siete
guardaespaldas. El asesino inmediatamente intentó escapar y alcanzar a
sus compañeros en la conspiración, que le esperaban con caballos en la
entrada de Egas. Fue perseguido por tres guardaespaldas de Filipo y
murió a sus manos.


Las razones para la acción de Pausanias son difíciles de responder
completamente, dado que existe controversia incluso entre los
historiadores antiguos. El único relato contemporáneo que ha llegado es
el de Aristóteles, que comenta que Filipo fue asesinado porque Pausanias
había sido ofendido previamente por los seguidores del general Átalo,
suegro del rey.


Cincuenta años más tarde, el historiador Clitarco de
Alejandría amplió y embelleció la historia. Siglos más tarde su versión
sería narrada por Diodoro Sículo y por todos los historiadores que se
basaron en Clitarco. En el libro dieciséis de la historia de Diodoro,
Pausanias habría sido un amante de Filipo, que habría tenido un ataque
de celos cuando Filipo cambió sus preferencias por otro hombre más
joven, también llamado Pausanias. Sus intentos por conseguir al joven
acabarían haciendo que éste se suicidase, lo que llevaría a que su amigo
Átalo se enemistase de Pausanias. Átalo acabaría vengándose invitando a
Pausanias a cenar, emborrachándole, y sometiéndole a abusos sexuales.


Cuando Pausanias acudió a Filipo el rey se vio incapaz de castigar a
Átalo, dado que estaba a punto de enviarle a Asia con Parmenión para
preparar la invasión. También se había casado con la sobrina o hija de
Átalo, Eurídice. En lugar de ofender a Átalo, Filipo trató de compensar a
Pausanias ascendiéndole dentro de la guardia real. Sin embargo, parece
que el deseo de venganza de Pausanias habría dado un giro contra el
hombre que no había cumplido en vengar su honor herido, por lo que
planeó matar a Filipo y, algún tiempo más tarde, con Átalo ya en Asia,
puso su plan en marcha.


Otros historiadores (por ejemplo, Juniano Justino 9.7) sugieren que
Alejandro y/o su madre Olimpia eran conocedores de la intriga sino
incluso los instigadores. Al parecer, según el historiador, Olimpia
habría agradecido a Pausanias su acción poniendo una corona encima del
cuerpo del asesino, erigiendo un monumento en su memoria y ordenando
sacrificios anuales en su honor.


Muchos historiadores modernos entienden que todos los relatos son
improbables. En el caso de Pausanias, el motivo que se alega para el
crimen parece muy forzado. Por otro lado, la implicación de Alejandro y
de Olimpia arroja dudas: actuar como se supone que hicieron habría
requerido actuar directamente contra la máquina militar, que era leal a
la persona de Filipo. Lo que parece que se recoge en estas historias son
las sospechas naturales que recaen en los principales beneficiarios del
asesinato. Podría incluso haber parte de propaganda esparcida por los
enemigos políticos dentro de los relatos posteriores al acontecimiento, y
más teniendo en cuenta que Átalo sería posteriormente ejecutado en la
consolidación del poder por Alejandro tras el asesinato.


Por todo ello, los historiadores de todos los tiempos han barajado
muchas teorías sobre el caso. Lo primero que han hecho siempre ha sido
preguntarse quién salía beneficiado con la muerte de Filipo, pero esta
pregunta tiene muchas réplicas. Varios personajes pudieron estar
implicados, como por ejemplo:


  • El propio Alejandro, su hijo
  • Olimpia, la esposa de la que se divorció
  • El rey de Persia
  • Muchos nobles macedonios
  • Demóstenes, su eterno rival
Cada autor presenta su tesis y sus teorías, pero el asesinato de Filipo sigue siendo un misterio.


Semblanza del monarca 


De él se dice que era un excelente jinete, gran nadador y un soldado
muy sufrido en campaña. De maneras afables, conversación animada y gusto
por los festines.


Busto de Filipo II, rey de Macedonia.


Matrimonios y descendencia


  • Primer matrimonio con Fila en el 360 a. C.
    • Carano, hijo varón, muerto en el 336 a. C.
  • Segundo matrimonio con Audata en el 356 a. C.
    • Cinane, esposa de Amintas IV hijo de Pérdicas III(365 a. C.-360 a. C.)
  • Tercer matrimonio con Filina (358 a. C.)
    • Arrideo.
  • Olimpia de Epiro.
    • Alejandro III y Cleopatra de Macedonia.
  • Nicesipolis de Fares
    • Tesalónica de Macedonia
  • Cleopatra (conocida como Eurídice), sobrina de un noble llamado Átalo,fue su última esposa y de esa unión nació:
    • Europa de Macedonia (336 A. de C.-336 A de C. ). La pequeña
      princesa, después de la muerte de Filipo, fue asesinada o mandada
      asesinar por Olimpia en repudio hacia su esposo y a su nueva mujer.






6.2-Alejandro Magno


Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro
Magno; transliterado del griego Μέγας Αλέξανδρος, Megas Alexandros;
(n. Pella, 20 de julio de 356 a. C.– Babilonia, 13 de junio
de 323 a. C.), fue el rey de Macedonia desde 336 a. C. hasta su muerte y
está considerado como uno de los líderes militares más importantes de
la Historia, por su conquista del Imperio persa.


Tras consolidar la unificación de varias ciudades-estado de
la antigua Grecia que estuvieron bajo el dominio de su padre, Filipo II
de Macedonia, poniendo fin a la rebelión de los griegos del sur tras la
muerte de éste, Alejandro conquistó el Imperio persa, incluyendo
Anatolia, Siria, Fenicia, Judea, Gaza, Egipto, Bactriana y Mesopotamia,
expandiendo las fronteras de Macedonia hasta la región del Punjab.


Antes de su muerte, Alejandro había planeado volver hacia el oeste y
conquistar Arabia, la península Itálica e Iberia, además de continuar la
expansión hacia el Oriente y encontrar el fin del mundo, idea
que Aristóteles, su tutor durante la adolescencia, le había inculcado
contándole historias sobre un lugar donde la Tierra acababa y empezaba
el Gran Mar Exterior.


Alejandro promovió la incorporación de persas en el ejército y la
administración a través de lo que ha sido definido por algunos
académicos como una «política de fusión», y favoreció el matrimonio de
miembros de su ejército con mujeres persas. Él mismo se casó con dos
mujeres persas de noble cuna.


Tras doce años de continuas campañas militares, Alejandro murió,
posiblemente de malaria, fiebre tifoidea o encefalitis vírica. Su única
descendencia, muerto a manos de Casandro a los 13 años, dejó el imperio a
merced de sus generales, conocidos como los diádocos(sucesores), que lo
fraccionaron y repartieron. Más de tres siglos después de dominio y
colonización griega en áreas tan lejanas moría Cleopatra, la última
descendiente de Ptolomeo I Sóter, uno de estos diádocos. Con este hecho
acabó el período conocido como helenísticoo alejandrino, que fusionó las
culturas griega y mesoriental.


Su legado ha quedado reflejado en la historia y la mitología de
occidente y oriente, y sus conquistas inspiraron una tradición literaria
en la que aparece como un héroe legendario similar a Aquiles, o como el
«maldito Alejandro» del libro zoroastra de Arda Viraf por su conquista
del Imperio persa y la destrucción de su capital, Persépolis.


Entre las culturas orientales se le conoce como Eskandar-e Maqduni (‘Alejandro
de Macedonia’) en persa, Dhul-Qarnayn (‘el de los dos cuernos’) en las
tradiciones del Medio Oriente, Al-Iskandar al-Akbar الإسكندر
الأكبر en árabe, Sikandar-e-azam en urdu e hindi, Skandar enpashto, Alexander
Mokdon en hebreo, y Tre-Qarnayia (‘el de los dos cuernos’) en arameo,
debido a una imagen empleada en monedas acuñadas durante su reinado en
las que aparece con los cuernos de carnero del dios egipcio Amón. Sikandar, su nombre en urdu e hindi, también se utiliza como sinónimo de ‘experto’ o ‘extremadamente hábil’.


 

Primeros años: Nacimiento e infancia

Hijo de Filipo II, rey de Macedonia (dinastía de los Argéada), y
de Olimpia, princesa de la Casa Real de Epiro, se cuenta que el día de
su nacimiento se tuvo noticia en la capital de tres triunfos, el del
general Parmenión frente a los Ilirios, la victoria del sitio a una
ciudad portuaria por su padre y la victoria del carro del rey en
competición, que fueron considerados increíbles augurios en aquel
tiempo aunque probablemente fueran invenciones posteriores creadas bajo
la aureola de grandeza de este personaje.


Alejandro tenía el hábito de inclinar ligeramente la cabeza sobre el
hombro derecho, era físicamente de hermosa presencia, con cutis blanco,
cabello ondulado de color castaño claro y ojos heterocromos (uno marrón
—el izquierdo— y otro gris), que no se sabe si eran así de nacimiento o
como consecuencia de un traumatismo craneal.


Su educación fue inicialmente dirigida por Leónidas, un austero y
estricto maestro macedonio que daba clases a los hijos de la más alta
nobleza que lo inició en la ejercitación corporal pero también se
encargó de su educación. Lisímaco, un profesor de letras bastante más
amable y que se ganó el cariño del Magno llamándole Aquiles y a su
padre, Peleo. Sin embargo, a los 13 años fue puesto bajo la tutela
de Aristóteles, que sería su maestro en un retiro de la ciudad macedonia
de Mieza y le daría lecciones sobre política, elocuencia y la historia
natural. Sabía de memoria los poemas homéricos y todas las noches
colocaba la Ilíada debajo de su cama. También leyó con avidez
a Heródoto y a Píndaro.


Muy pronto (340 a. C.) su padre lo asoció a tareas del gobierno nombrándolo regente, a pesar de su juventud.10 En
el 338 a. C. dirigió la caballería macedónica en la batalla de
Queronea, siendo nombrado gobernador de Tracia ese mismo año. Desde
pequeño, Alejandro demostró las características más destacadas de su
personalidad: activo, enérgico, sensible y ambicioso. Es por eso que, a
pesar de tener apenas 16 años, se vio obligado a repeler una
insurrección armada. Se afirma que Aristóteles le aconsejó esperar para
participar en batallas, pero Alejandro le respondió: «Si espero perderé
la audacia de la juventud.»


Se cuentan numerosas anécdotas de su niñez, siendo la más referida
aquella que narra Plutarco: Filipo II había comprado un gran caballo al
que nadie conseguía montar ni domar. Alejandro, aun siendo un niño, se
dio cuenta de que el caballo se asustaba de su propia sombra y lo montó
dirigiendo su vista hacia arriba, hacia el Sol. Tras domar a Bucéfalo,
su caballo, su padre le dijo: «Macedonia es demasiado pequeña para ti.»
En efecto, Alejandro quedaba libre para empezar la guerra contra Persia.


Un nuevo matrimonio de su padre, que podría llegar a poner en peligro
su derecho al trono (no conviene olvidar que el mismo Filipo fue
regente de su sobrino hasta la mayoría de edad, pero se adueñó del
trono) lo alejó de él. Es famosa la anécdota de cómo, en la celebración
de la boda, el nuevo suegro de Filipo (un poderoso noble macedonio
llamado Átalo) rogó por que el matrimonio diera un heredero legítimo al
rey, en alusión a que la madre de Alejandro era una princesa de Epiro y
que la nueva esposa de Filipo, siendo macedonia, daría a luz a un
heredero totalmente macedonio y no mitad macedonio y mitad epirota como
Alejandro, con lo cual sería posible que se relegara a este último de la
sucesión. Alejandro se enfureció y le echó encima el contenido de su
copa, espetándole: «Y yo ¿qué soy? ¿Un bastardo?» Cuando Filipo,
borracho, se acercó a poner orden, Alejandro se burló diciendo «Quiere
cruzar Asia, pero ni siquiera es capaz de pasar de un lecho a otro sin
caerse.» La historia le valió la ira de su padre, teniendo que huir. Sin
embargo, terminaría por perdonarle.


Ascenso al poder

Después del asesinato de Filipo en el año 336 a. C. por Pausanias, un
capitán de su guardia, Alejandro tomaría las riendas de Macedonia a la
edad de 20 años como resultado de una conspiración que es atribuida
generalmente a una historia amorosa de Filipo pero que se sospecha pudo
ser planeada por Olimpia, madre de Alejandro, o por los persas.


Tras suceder a su padre, Alejandro se encontró con que debía gobernar
un país radicalmente distinto de aquel que heredó Filipo II veintitrés
años antes, ya que Macedonia había pasado de ser un reino fronterizo
pobre desdeñado por los griegos a un territorio que tras el reinado
de Filipo, se consideraba como parte de la Hélade y un poderoso estado
militar de fronteras consolidadas con un ejército experimentado, que
dominaba indirectamente a Grecia a través de la Liga de Corinto. En un
discurso, puesto en boca de Alejandro por Arriano, se describía la
transformación del pueblo macedonio en los siguientes términos:


Filipo os encontró como vagabundos y pobres, la mayoría de vosotros
llevaba por vestidos pieles de ovejas, erais pastores de parvos ganados
en las montañas y sólo podíais oponer escasas fuerzas para defenderos de
los ilirios, los tribalios y los tracios en vuestras fronteras. Él os
dio capas en lugar de pieles de oveja y os trajo desde las cimas de las
montañas a las llanuras, él hizo que presentarais batalla a los bárbaros
que eran vecinos vuestros, de tal modo que ahora confiáis en vuestro
propio coraje y no en las fortificaciones. Él os convirtió en moradores
de ciudades y os civilizó merced al don de leyes excelentes y buenas
costumbres


La muerte del gran Filipo supuso que toda la Grecia sometida por él
se alzase en armas contra Alejandro ante la aparente debilidad de la
monarquía macedonia. No obstante, Alejandro III demostró rápidamente su
destreza militar atravesando la Tesalia para someterla nuevamente (ya
había sido conquistada por Filipo), y acto seguido venció a los griegos
tomando y destruyendo Tebas, y obligando a Atenas a reconocer su
supremacía haciéndose nombrar Hegemon, título que ya había ostentado su
padre y que lo situaba como gobernante de toda Grecia consolidando así
la hegemonía macedónica, tras lo cual Alejandro se dispuso a cumplir su
último proyecto: conquistar el Imperio persa.


Alejandro corta el nudo gordiano, por Jean-Simon Berthélemy (Escuela de Bellas Artes, París)


Periodo de conquistas: La conquista de Persia

Alejandro pretendía llevar a cabo el plan de su padre y liberar a los
más de 10.000 griegos que se encontraban bajo el dominio persa en Asia
Menor para incorporarlos al resto del mundo heleno por lo que decidió
invadir Asia Menor, en donde los persas ofrecieron débil resistencia y
fueron vencidos en la Batalla del Gránico, a orillas del
riachuelo Gránico, donde los sátrapas le hicieron frente con un ejército
de 40.000 hombres comandado por el astuto Memnón de Rodas compuesto en
su mayor parte por griegos mercenarios. En este combate, Alejandro
estuvo cerca de la muerte, pues un persa trató de asesinarlo por la
espalda, pero salvó la vida, gracias a Clito, su fiel amigo, que de un
sablazo derribó al agresor. Las ciudades griegas de las costas se
entregaron ya sea por miedo o por querer ser liberadas.


A finales de 334 a. C. decidió invernar en Gordión, antigua capital
de Frigia. Allí se encontraba un famoso carro real, sujeto a
unnudo complicadísimo. Según el oráculo de Gordión, quien supiera
deshacerlo conquistaría Asia. No se sabe si Alejandro desató el nudo
pacientemente o si lo partió con su espada. En cualquier caso, la
tormenta que siguió al hecho fue interpretada como un claro signo de
que Zeus lo aprobaba.


Alejandro combate contra el rey persa Darío III en la batalla de
Issos. Detalle del mosaico de la Casa del Fauno de Pompeya (Museo
Arqueológico Nacional de Nápoles).


Una contraofensiva marítima de los persas en el Egeo, al mando de
Memnón de Rodas y su flota, puso en peligro a
la Grecia continental, pero esta amenaza se detuvo después de la
victoria de Alejandro sobre Darío III en la batalla de Issos (pequeña
llanura situada entre las montañas y el mar cerca de Siria) en
el333 a. C., en la cual, el rey Darío huyó amparado en la oscuridad de
la noche dejando en el campo de batalla sus armas y su manto púrpura. El
rey tomó conciencia de la amenaza y envió propuestas de negociación,
que fueron desestimadas. Sin embargo, la familia de Darío III fue
capturada en el interior de una lujosa tienda. Alejandro trató a todos
con gran cortesía y les manifestó que no tenía ninguna cuestión personal
contra Darío, sino que luchaba contra él para conquistar Asia.


Alejandro conquistó fácilmente Fenicia, con excepción de la isla
de Tiro, debiendo mantener un largo asedio (de enero a agosto
de 332 a. C.), conocido como el Sitio de Tiro. Conquistada Tiro,
Alejandro pensó que podía seguir conquistando a su antojo y se dirigió
a Egipto, en donde se hizo proclamar «Hijo de Amón», título reservado
sólo para los faraones. Allí fue bien recibido por los egipcios, quienes
le apoyaban por su lucha contra los persas. En esa época controló la
situación de rebeldía en Anatolia el Egeo, de tal modo que en la
primavera del 331 a. C., desde Tiro, organizó los territorios
conquistados. Darío, con un ejército más numeroso, decidió hacerle
frente en Gaugamela a orillas del Tigris, pero apenas logró salvar su
vida, ya que pese a la superioridad numérica se vio derrotado por el
genio militar del joven rey macedonio.


En ambas ocasiones, el Gran Rey persa escapó huyendo. Darío fue
traicionado por sus nobles y asesinado. Alejandro habría de honrar a su
otrora rival y enemigo y perseguir a sus asesinos.


Los extranjeros que vivían en Persia se sintieron identificados con
Alejandro y se comprometieron con él para venerarle como nuevo
gobernante. En su idea de conquista también estaba la de querer
globalizar su imperio mezclando distintas razas y culturas. Los sátrapas
en su mayoría fueron dejados en su puesto, aunque supervisados por un
oficial macedonio que controlaba el ejército.


En el 330 a. C. Filotas, hijo de Parmenión, fue acusado de conspirar
contra Alejandro y asesinado junto con su padre (por miedo a que éste se
rebelara al enterarse de la noticia). Asimismo, el primo de
Alejandro, Amintas, fue ejecutado por intentar pactar con los persas
para ser el nuevo rey (de hecho, era el legítimo sucesor). Tiempo
después hubo una nueva conjura contra Alejandro, ideada por sus pajes,
la cual tampoco logró su objetivo. Tras esto, Calístenes (quien hasta
ese momento había sido el encargado de redactar la historia de las
travesías de Alejandro) fue considerado como impulsor de este complot,
por lo que fue condenado a muerte. Sin embargo, él se quitó antes la
vida.


Uno de sus generales más queridos del último ejército legado por su
padre fue Clito, apodado «El Negro», al que Alejandro nombraría antes de
este incidente sátrapa de Bactriana. Alejandro, adoptando la costumbre
persa de la proskynesis, pretendió ser adorado como un dios. En un
banquete, su amigo Clito, cansado de tantas lisonjas y de oír cómo
Alejandro se proclamaba mejor que su padre Filipo, le dijo indignado:
«Toda la gloria que posees es gracias a tu padre»; incorporándose volvió
a gritarle: «Sin mí, hubieras perecido en el Gránico.»39 40


Alejandro, que estaba ebrio, buscó su espada, pero uno de los
guardias la ocultó. Clito fue sacado del lugar por varios amigos, pero
regresó por otra puerta, y mirando fijamente al conquistador, repitió un
verso de Eurípides: «Qué perversa costumbre han introducido los
griegos.» Alejandro arrebató una lanza a uno de los guardias y mató a
Clito, que se desplomó en medio del estupor de los presentes.
Arrepentido del crimen, pasó tres días encerrado en su tienda y algunos
afirman que hasta trató de suicidarse a consecuencia de la muerte de su
amigo.


Tras muchas peripecias y conquistas, Alejandro había invadido
la Sogdiana y la Bactriana, se había casado con la princesa Roxana, y
llevaría a su ejército a atravesar el Hindu Kush y a dominar el valle
del Indo, con la única resistencia del rey indio Poros en el
río Hidaspes.


Mapa en castellano que muestra la máxima extensión del imperio de
Alejandro, la ruta seguida por este a lo largo de sus conquistas, y en
estas algunas de las ciudades fundadas por él, las Alejandrías.


A sus 32 años, su imperio se extendía hasta el valle del Indo por el
Este y hasta Egipto por el Oeste, donde fundó la famosa ciudad
de Alejandría (hoyAl-Iskandría, الاسكندرية). Fundador prolífico de
ciudades, esta ciudad egipcia habría de ser con mucho la más famosa de
todas las Alejandrías fundadas por el también faraón Alejandro. De las
70 ciudades que fundó, 50 de ellas llevaban su nombre.


Con sus acciones extendió ampliamente la influencia de la
civilización griega y preparó el camino para los reinos del período
helenístico y la posterior expansión de Roma. Fue además gran amante de
las artes. Alejandro era consciente del poder de propaganda que puede
tener el arte y supo muy bien controlar la reproducción de su efigie,
cuya realización sólo autorizó a tres artistas: un escultor, Lisipo, un
orfebre y un pintor, Apeles. Los biógrafos de Alejandro cuentan que éste
tenía en gran aprecio al pintor y que visitaba con frecuencia su taller
y que incluso se sometía a sus exigencias.


Invasión de la India




Campañas de la invasión del sur de Asia.


Tras la muerte de Espitámenes y su boda con Roxana (Roshanak en
bactriano) para consolidar sus relaciones con las nuevas satrapías de
Asia Central, en el 326 a. C. Alejandro puso toda su atención en el
subcontinente indio e invitó a todos los jefes tribales de la anterior
satrapía de Gandara, al norte de lo que ahora es Pakistán para que
vinieran a él y se sometieran a su autoridad. Taxiles, gobernador
de Taxila, cuyo reino se extendía desde el Indo hasta el Hidaspes,
aceptó someterse pero los rajás de algunos clanes de las montañas,
incluyendo los aspasioi y los assakenoi de la tribu de los kambojas,
conocidos en los textos indios como ashvayanas y ashvakayanas (nombres
que se refieren a la naturaleza ecuestre de su sociedad, de la
raíz sánscrita ashva, que significa ‘caballo’), se negaron a ello.


Alejandro tomó personalmente el mando de los portadores de escudo,
los compañeros de a pie, los arqueros, los agrianos y los lanzadores de
jabalina a caballo y los condujo a luchar contra la tribu de
los kamboja de la que un historiador moderno escribe que «eran gentes
valientes y le fue difícil a Alejandro aguantar sus acometidas,
especialmente en Masaga y Aornos».


Alejandro se enzarzó en una feroz contienda contra los aspasioi en la
que le hirieron en el hombro con un dardo, pero en la que
losaspasioi perdieron la batalla y 40.000 de sus hombres cayeron
prisioneros. Los assakenoi fueron al encuentro de Alejandro con un
ejército de 30.000 soldados de caballería, 38.000 de infantería y
30 elefantes, lucharon valientemente y opusieron una tenaz resistencia
al invasor en las batallas de las ciudades de Ora, Bazira y Masaga,
ciudad esta última cuyo fuerte fue reducido sólo tras varios días de una
sangrienta lucha en la que hirieron a Alejandro de gravedad en el
tobillo.


Cuando el rajá de Masaga murió durante la batalla, el comandante
supremo del ejército acudió a la vieja madre de éste, Cleofis, la cual
también parecía dispuesta a defender su tierra hasta el final y asumió
el control total del ejército, lo que empujó también a otras mujeres del
lugar a luchar por lo que Alejandro sólo pudo controlar Masaga
recurriendo a estratagemas políticas y actos de traición. Según Curcio,
«Alejandro no sólo mató a toda la población de Masaga, sino que redujo
sus edificios a escombros». Una matanza similar ocurrió en Ora, otro
bastión de los assakenoi.


Mientras todas estas matanzas ocurrían en Masaga y Ora,
varios assakenoi huyeron a una alta fortaleza llamada Aornos donde
Alejandro los siguió de cerca y capturó la roca tras cuatro días de
sangrienta lucha. La historia de Masaga se repitió en Aornos, y la tribu
de los assakenoi fue masacrada.


Cuadro de Charles Le Brun que muestra a Alejandro y Poros durante la Batalla del Hidaspes.


En sus escritos acerca de la campaña de Alejandro contra
los assakenoi, Victor Hanson comenta: «Después de prometer a
los assakenoi, quienes estaban rodeados, que salvarían sus vidas si
capitulaban, ejecutó a todos los soldados que aceptaron rendirse. Las
contiendas de Ora y Aornos se saldaron de forma similar. Probablemente
todas sus guarniciones fueron aniquiladas.»


Sisikottos, que había ayudado a Alejandro en esta campaña, fue
nombrado gobernador de Aornos. Tras reducir Aornos, Alejandro cruzó el
Indo y luchó y ganó una batalla épica contra el gobernador local Poros,
que controlaba la región del Punyab, en la Batalla del Hidaspes del
326 a. C.


Moneda de plata de Alejandro (336-323 a. C.), Museo Británico.


Tras la batalla, Alejandro quedó tan impresionado por la valentía de
Poros que hizo una alianza con él y le nombró sátrapa de su propio reino
al que añadió incluso algunas tierras que éste no poseía antes.
Alejandro llamó Bucéfala a una de las dos ciudades que había fundado, en
honor al caballo que le había traído a la India, y que habría muerto
durante la contienda del Hidaspes. Alejandro siguió conquistando todos
los afluyentes del río Indo.


Al este del reino de Poros, cerca del río Ganges, estaba el poderoso
imperio de Magadha gobernado por la dinastía Nanda. Temiendo la
perspectiva de tener que enfrentarse con otro gran ejército indio y
cansado por una larga campaña, el ejército macedonio se amotinó en el
río Hífasis (actualmente,río Beas), negándose a seguir hacia el este por
lo que, este río marca el límite más oriental de las conquistas de
Alejandro:


El combate de Poro desmoralizó mucho a los Macedonios, apartándolos
de querer internarse más en la India: pues no bien habían rechazado a
éste, que les había hecho frente con veinte mil infantes y dos mil
caballos, cuando ya se hacía de nuevo resistencia a Alejandro, que se
disponía a forzar el paso del río Ganges, cuya anchura sabían era de
treinta y dos estadios, y su profundidad de cien brazas, y, que la
orilla opuesta estaba cubierta con gran número de hombres armados, de
caballos y elefantes; porque se decía que le estaban esperando los reyes
de los gandaritas y los preslos, con ochenta mil caballos, doscientos
mil infantes, ocho mil carros y seis mil elefantes de guerra.


Moneda de Ptolomeo que representa a Alejandro con una piel de elefante, símbolo de sus conquistas en la India.


Alejandro, tras reunirse con su oficial Coeno, se convenció de que
era mejor regresar. Alejandro no tuvo más remedio que dirigirse al sur.
Por el camino su ejército se topó con los malios. Los malios eran las
tribus más aguerridas del sur de Asia por aquellos tiempos. El ejército
de Alejandro desafió a los malios, y la batalla los condujo hasta la
ciudadela malia. Durante el asalto, el propio Alejandro fue herido
gravemente por una flecha malia en el pulmón. Sus soldados, creyendo que
el rey estaba muerto, tomaron la ciudadela y descargaron su furia
contra los malios que se habían refugiado en ella, llevando a cabo una
masacre, y no perdonaron la vida a ningún hombre, mujer o niño. A pesar
de ello y gracias al esfuerzo de su cirujano, Critodemo de Cos,
Alejandro sobrevivió a esa herida. Después de esto, los malios que
quedaron vivos se rindieron ante el ejército alejandrino, y éste pudo
continuar su marcha. Alejandro envió a la mayor parte de sus efectivos
a Carmania (al sur del actual Irán) con su general Crátero, y ordenó
montar una flota para explorar el Golfo Pérsico bajo el mando de su
almirante Nearco, mientras que él conduciría al resto del ejército de
vuelta a Persia por la ruta del sur a través del desierto
de Gedrosia (ahora parte del sur de Irán y de Makrán, en Pakistán).


Alejandro dejó, no obstante, refuerzos en la India. Nombró a su
oficial Peitón sátrapa del territorio del Indo, cargo que éste ocuparía
durante los próximos diez años hasta el 316 a. C., y en el Punyab dejó a
cargo del ejército a Eudemos, junto con Poros y Taxiles. Eudemos se
convirtió en gobernador de una parte del Punyab después de que éstos
murieran. Él y Peitón volvieron a occidente en el 316 a. C. con sus
ejércitos. En el321 a. C., Chandragupta Maurya fundó el Imperio
Maurya en la India y derrotó a los sátrapas griegos.


Últimos años




Estatuilla del joven Alejandro montando a caballo, Begram,Afganistán.


Tras enterarse de que muchos de sus sátrapas y delegados militares
habían abusado de sus poderes en su ausencia, Alejandro ejecutó a varios
de ellos como ejemplo mientras se dirigía a Susa. Como gesto de
agradecimiento, Alejandro pagó las deudas de sus soldados, y anunció que
enviaría a los veteranos más mayores a Macedonia bajo el mando de
Crátero, pero sus tropas malinterpretaron sus intenciones y se
amotinaron en la ciudad deOpis, negándose a partir y criticando con
amargura su adopción de las costumbres y forma de vestir de los persas,
así como la introducción de oficiales y soldados persas en las unidades
macedonias. Alejandro ejecutó a los cabecillas del motín, pero perdonó a
las tropas. En un intento de crear una atmósfera de armonía entre sus
súbditos persas y macedonios, casó en una ceremonia masiva a sus
oficiales más importantes con persas y otras nobles de Susa, pero pocas
de esas parejas duraron más de un año. Mientras tanto, en su regreso,
Alejandro descubrió que algunos hombres habían saqueado la tumba de Ciro
el Grande, y los ejecutó sin dilación, ya que se trataba de los hombres
que debían vigilar la tumba que Alejandro honraba.


En su intento de mezclar la cultura persa y la griega entrenó a un
regimiento de muchachos persas para combatir a la manera macedonia. La
mayoría de los historiadores creen que Alejandro adoptó el título real
persa de Shahanshah (‘Rey de Reyes’).


Tras viajar a Ecbatana para recuperar lo que quedaba del tesoro
persa, su amigo más íntimo y posiblemente también su amante, Hefestión,
murió a causa de una enfermedad o envenenado. Alejandro lloró su muerte
durante seis meses.


Muerte de Alejandro


El imperio de Alejandro tras su muerte en el 323 a. C.


El 13 de junio del 323 a. C., Alejandro murió en el palacio
de Nabucodonosor II de Babilonia. Le faltaba poco más de un mes para
cumplir los 33. Existen varias teorías sobre la causa de su muerte, que
incluyen envenenamiento por parte de los hijos de Antípatro (Casandro y
Yolas, siendo éste último copero de Alejandro) u otros, enfermedad (se
sugiere que pudo ser la fiebre del Nilo), o una recaída de
la malaria que contrajo en el 336 a. C.


Se sabe que el 2 de junio Alejandro participó en un banquete
organizado por su amigo Medio de Larisa. Tras beber copiosamente,
inmediatamente antes o después de su baño, le metieron en la cama por
encontrarse gravemente enfermo. Los rumores de su enfermedad circulaban
entre las tropas, que se pusieron cada vez más nerviosas. El 12 de
junio, los generales decidieron dejar pasar a los soldados para que
vieran a su rey vivo por última vez, de uno en uno. Ya que el rey estaba
demasiado enfermo como para hablar, les hacía gestos de reconocimiento
con la mirada y las manos. El día después, Alejandro ya estaba muerto.


Causas

La teoría del envenenamiento deriva de la historia que sostenían en
la antigüedad Justino y Curcio. Según ellos, Casandro, hijo de
Antípatro, regente de Grecia, transportó el veneno a Babilonia con una
mula, y el copero real de Alejandro, Yolas, hermano de Casandro y amante
de Medio de Larisa, se lo administró. Muchos tenían razones de peso
para deshacerse de Alejandro. Las sustancias mortales que podrían haber
matado a Alejandro en una o más dosis incluyen el heléboro y
la estricnina. Según la opinión de Robin Lane Fox, el argumento más
fuerte contra la teoría del envenenamiento es el hecho de que pasaron
doce días entre el comienzo de la enfermedad y su muerte y en el mundo
antiguo no había, con casi toda probabilidad, venenos que tuvieran
efectos de tan larga duración.


Moneda alejandrina que muestra a Atenea y Niké.


La cultura guerrera de Macedonia favorecía la espada antes que la
estricnina, y muchos historiadores antiguos, como Plutarco y Arriano,
mantuvieron que Alejandro no fue envenenado sino que murió por causas
naturales, como la malaria o la fiebre tifoidea, dos enfermedades
comunes en Babilonia. En 1998 un artículo del New England Journal of
Medicine atribuyó su muerte a la fiebre tifoidea complicada por una
perforación gastrointestinal yparálisis ascendiente. Otras enfermedades
podrían haberlo agravado, como la pancreatitis aguda o la fiebre del
Nilo. Recientemente, otros han propuesto que Alejandro pudo haber muerto
víctima de un mal tratamiento de sus síntomas. Se le pudo haber
administrado heléboro, que en aquella época se usaba mucho en medicina
pero que era letal en dosis altas, de forma irresponsable para acelerar
la recuperación del impaciente rey, con resultados catastróficos.
Hipótesis parecidas a estas citan a menudo que la salud de Alejandro
había caído a niveles bajísimos tras años de beber copiosamente y
también a consecuencia de sus muchas y graves heridas (especialmente la
del pulmón, en la India, que casi le quita la vida), y que por tanto era
cuestión de tiempo que una enfermedad u otra le matara definitivamente.


Ninguna hipótesis puede considerarse como irrefutable, ya que la
muerte de Alejandro se ha reinterpretado varias veces a lo largo de la
historia. Lo que sí tenemos como cierto es que Alejandro murió tras
sufrir fiebres altas el 13 de junio del 323 a. C.


Sucesión




Diario astronómico de los años 323-322 a. C. que contiene la muerte de Alejandro, Museo Británico.


En su lecho de muerte, sus generales le preguntaron a quién legaría
su reino. Ya que Alejandro no tenía ningún heredero legítimo y obvio (su
hijoAlejandro IV nacería tras su muerte, y su otro hijo era de una
concubina, no de una esposa), era una cuestión de vital importancia. Se
debate mucho lo que Alejandro respondió: algunos creen que
dijo Krat’eroi (‘al más fuerte’) y otros que dijo Krater’oi (‘a
Crátero’). Esto es posible porque la pronunciación griega de ‘el más
fuerte’ y ‘Crátero’ difieren sólo por la posición de la sílaba
acentuada. La mayoría de los historiadores creen que si Alejandro
hubiera tenido la intención de elegir a uno de sus generales obviamente
hubiera elegido a Crátero porque era el comandante de la parte más
grande del ejército, la infantería, porque había demostrado ser un
excelente estratega, y porque tenía las cualidades del macedonio ideal.
Pero Crátero no estaba presente, y los otros pudieron haber elegido
oír Krat’eroi, ‘el más fuerte’. Fuera cual fuese su respuesta, Crátero
no parecía ansiar el cargo. Entonces, el imperio se dividió entre sus
sucesores (los diádocos).


Tumba

El cuerpo de Alejandro se colocó en un sarcófago antropomorfo de oro,
que se puso a su vez en otro ataúd de oro y se cubrió con una capa
púrpura. Pusieron este ataúd junto con su armadura en un carruaje dorado
que tenía un techo abovedado soportado por peristilos jónicos. La
decoración del carruaje era muy lujosa y fue descrita por Diodoro con
gran detalle. Mary Renault nos resume sus palabras:


El féretro era de oro y el cuerpo que contenía estaba cubierto de
especias preciosas. Los cubría un paño mortuorio púrpura bordado en oro,
sobre el cual se exponía la panoplia de Alejandro. Encima, se construyó
un templo dorado. Columnas jónicas de oro, entrelazadas con acanto,
sustentaban un techo abovedado de escamas de oro incrustadas de joyas y
coronado por una relumbrante corona de olivo en oro que bajo el sol
llameaba como los relámpagos. En cada esquina se alzaba una Victoria,
también en noble metal, que sostenía un trofeo. La cornisa de oro de
abajo estaba grabada en relieve con testas de íbice de las que pendían
anillas doradas que sustentaban una guirnalda brillante y policroma. En
los extremos tenía borlas y de éstas pendían grandes campanas de timbre
diáfano y resonante. Bajo la cornisa habían pintado un friso. En el
primer panel, Alejandro aparecía en un carro de gala, «con un cetro
realmente espléndido en las manos», acompañado de guardaespaldas
macedonios y persas. El segundo representaba un desfile de elefantes
indios de guerra; el tercero, a la caballería en orden de combate, y el
último, a la flota. Los espacios entre las columnas estaban cubiertos
por una malla dorada que protegía del sol y de la lluvia el sarcófago
tapizado, pero no obstruía la mirada de los visitantes. Disponía de una
entrada guardada por leones de oro. Los ejes de las ruedas doradas
acababan en cabezas de león cuyos dientes sostenían lanzas. Algo habían
inventado para proteger la carga de los golpes. La estructura era
acarreada por sesenta y cuatro mulas que, en tiros de cuatro, estaban
uncidas a cuatro yugos; cada mula contaba con una corona dorada, un
cascabel de oro colgado de cada quijada y un collar incrustado de gemas.


Moneda que muestra en el anverso a Ptolomeo I y en el reverso a
Alejandro montando un carro tirado por elefantes, como recuerdo de sus
exitosas campañas en la India.


Según una leyenda, se conservó el cadáver de Alejandro en un
recipiente de arcilla lleno de miel (que puede actuar como conservante) y
metido en un ataúd de cristal. Claudio Eliano cuenta que Ptolomeo robó
el cuerpo mientras lo llevaban a Macedonia y lo trajo a Alejandría,
donde se mostró hasta la Antigüedad Tardía. Ptolomeo IX, uno de los
últimos sucesores de Ptolomeo I, reemplazó el sarcófago de Alejandro por
uno de cristal, y fundió el oro del original para acuñar monedas y
saldar deudas que surgieron durante su reinado. Los ciudadanos de
Alejandría se mostraron horrorizados por esto y poco después Ptolomeo IX
fue asesinado.


Se dice que el emperador romano Calígula saqueó la tumba, robando la
coraza de Alejandro para ponérsela. Alrededor del 200 d. C., el
emperadorSeptimio Severo cerró la tumba de Alejandro al público. Su hijo
y sucesor, Caracalla, admiraba mucho a Alejandro y visitó la tumba
durante su reinado. Tras esto, los detalles sobre el destino de la tumba
son confusos.


Ahora se piensa que el llamado «Sarcófago de Alejandro», descubierto
cerca de Sidón y ahora situado en el Museo Arqueológico de Estambul,
pertenecía en realidad a Abdalónimo, a quien Hefestión nombró rey de
Sidón por orden de Alejandro. El sarcófago muestra a Alejandro y a sus
compañeros cazando y luchando contra los persas.


Testamento

Algunos autores clásicos, como Diodoro, relatan que Alejandro dio
detalladas instrucciones por escrito a Crátero poco antes de su muerte.
Aunque Crátero ya había empezado a cumplir órdenes de Alejandro, como la
construcción de una flota en Cilicia para realizar una expedición
contra Cartago, los sucesores de Alejandro decidieron no llevarlas a
cabo, basándose en que eran poco prácticas y extravagantes. El
testamento, descrito en el libro XVIII de Diodoro, pedía expandir el
imperio por el sur y el oeste del Mediterráneo, hacer construcciones
monumentales y mezclar las razas occidentales y orientales. Sus puntos
más interesantes fueron:


  • Completar la pira funeraria de Hefestión;
  • Construir «mil barcos de guerra, más grandes que los trirremes,
    en Fenicia, Siria, Cilicia y Chipre para la campaña contra los
    cartagineses y aquellos que viven por la costa de Libia eIberia y las
    regiones costeras que se extienden hasta Sicilia»;
  • Construir una carretera desde el norte de África hasta las columnas de Heracles, con puertos y astilleros alrededor;
  • Erigir grandes templos en Delos, Delfos, Dodona, Dión, Anfípolis, Cirno e Ilión;
  • Construir una tumba monumental «que rivalice con las pirámides de Egipto» para su padre Filipo;
  • Establecer ciudades y «llevar poblaciones de Asia a Europa y también
    en la dirección opuesta de Europa a Asia, para traer unidad y amistad
    al continente más extenso a través de enlaces matrimoniales y la unión
    familiar».






Legado y decisión de su imperio


A la muerte de Alejandro quedaron ciertos personajes como familiares y
herederos como su madre Olimpia, su esposa Roxana, su hijo Alejandro,
su amante Barsine y su hijo Heracles, personajes que fueron víctimas
mortales del odio del despiadado y ambicioso Casandro, su sucesor en el
poder, y su probable asesino, asunto éste que, según ciertos
historiadores, no se debe juzgar con la óptica actual, sino con la de
aquellos tiempos.


Dichos personajes eran Filipo Arrideo (que llegó a ser por poco
tiempo Filipo III de Macedonia), hijo de Filipo II y hermanastro de
Alejandro, más su esposa Eurídice (joven macedonia, mandada asesinar
por Olimpia de Epiro después de la muerte de Filipo Arrideo). Roxana,
princesa bactriano-persa viuda de Alejandro, embarazada; fue su última
esposa, mandada asesinar por Casandro. Más tarde nació su hijo llamado
también Alejandro, que llegó a ser Alejandro IV por poco tiempo, pues a
los 13 años fue también asesinado por orden de Casandro. Había asimismo
dos viudas más de Alejandro, hijas del rey Darío, Barsine-Estatira (su
primera esposa con quien concibió un hijo, cuyo embarazo no llegó a
término) y su hermana Parisatis. Aquí ocurre una paradoja, pues la
primera mujer con la que Alejandro mantuvo una relación se llamaba
también Barsine. Era esposa de Memnón de Rodas, mercenario griego que
luchaba por Darío. Se dice que tuvo al primogénito de
Alejandro, Heracles, aunque muchos argumentan que se trataba de una
argucia para conseguir poder y que Heracles no era vástago del Magno. De
todas formas, tanto ella como su hijo fueron mandados asesinar
por Casandro en el 309 a. C.


En el transcurso de unos pocos años, no quedó ningún miembro de la
familia de Alejandro Magno. El reino también sufrió grandes divisiones a
causa de disputas entre los generales más cercanos a Alejandro. Muchos
trataron de mantener el imperio unido pero bajo su mando, lo que generó
una sucesión de batallas y campañas que derivaron en la división en
varios reinos independientes que fundaron sus dinastías.


  • Dinastía Ptolemaica: Ptolomeo estuvo desde un primer momento en Egipto y se mantuvo aislado y estable desde el principio.
  • Dinastía Antigónida: con centro en Macedonia y con
    el hijo de Antígono Monoftalmo, Demetrio como rey; esta dinastía
    conquistó su reino a Casandro y ocupó también Grecia.
  • Dinastía Seléucida: Con base
    en Babilonia y Siria, Seleuco dominó después un territorio más amplio,
    ya que se adueñó de Asia que estaba en poder de Antígono.
Lisímaco obtuvo Tracia y Asia Menor pero no logró una sucesión.


Influencia en la Antigua Roma

Al final de la República y a principios del Imperio, los ciudadanos
romanos cultos usaban el latín sólo para asuntos legales, políticos y
ceremoniales, empleando el griego para hablar sobre filosofía o sobre
cualquier otro debate intelectual. A ningún romano le gustaba oír que su
dominio de la lengua griega era pobre. En el mundo romano, la única
lengua que se hablaba en todas partes era la koiné, variante de griego
que hablaba Alejandro.


Muchos romanos admiraban a Alejandro y sus conquistas y querían
igualar sus hazañas, aunque poco se sabe acerca de las relaciones
diplomáticas que mantenían Roma y Macedonia en aquellos tiempos. Julio
César lloró en Hispania con la sola presencia de una estatua de
Alejandro, lamentándose de que a su edad no había conseguido realizar
tantas cosas. Cuando fue a visitar su tumba en Alejandría le preguntaron
si quería ver también el lugar de descanso de los faraones ptolemaicos,
a lo que César respondió que Alejandro era el único líder que merecía
su visita. Pompeyo el Grande robó la capa de Alejandro, de 260 años de
antigüedad, y se la puso como símbolo de grandeza. Augusto, en su empeño
de honrar a Alejandro, rompió accidentalmente la nariz del cuerpo
momificado mientras dejaba una guirnalda en el altar del rey. Calígula,
el emperador desequilibrado, robó la armadura de Alejandro de su tumba y
la donó como amuleto. Los Macriani, una familia romana que ascendió al
trono imperial en el siglo III d. C., llevaban siempre consigo la imagen
de Alejandro, ya fuera estampada en brazaletes y anillos o cosida en
sus ropas. Hasta en su vajilla estaba representada la cara de Alejandro,
y la vida del rey se podía ver descrita con dibujos a lo largo de los
bordes de los platos.


El Ejército de Alejandro Magno


El denominado «Sarcófago de Alejandro Magno» (Museo Arqueológico de Estambul).


El ejército macedonio bajo Filipo II y Alejandro Magno consistía de
diferentes cuerpos que se complementaban entre sí: caballería pesada y
caballería ligera; infantería pesada e infantería ligera.


La caballería pesada la constituían los hetairoi o compañeros
formados en escuadrones ilai de 256 jinetes con casco beocio, coraza de
bronce o linotorax, equipados con xyston o lanza de 3,80 m y una espada.
Los compañeros formaban la unidad de élite de caballería aristocrática
macedonia, siendo el principal elemento ofensivo de Alejandro. En
batalla, los compañeros se formaban a la derecha de los hypspistas: los 9
escuadrones en el orden del día con el escuadrón real de 300 jinetes
tomando el lugar de honor en la línea bajo el mando de Clito, cuyo deber
era el de proteger al rey en batalla; a su izquierda se formaban los
otros compañeros en 8 escuadrones de 256 compañeros, subdivididos en 4
unidades de 64 jinetes bajo el mando de Filotas. La infantería macedonia
actuaba de «yunque», mientras que la caballería era el «martillo» que
azotaba al enemigo.


Frente a los compañeros se formaban los arqueros y agrianos y
protegiendo su flanco derecho los prodromoi y demás caballería ligera.


La caballería aliada tesaliana servía también como caballería pesada,
armada y equipada como los compañeros, presuntamente la mejor
caballería de toda Grecia y cuya misión era proteger el flanco izquierdo
de la falange macedonia. El escuadrón de Farsalia le servía de guardia
a Parmenio. Al principio de la campaña había 1.800 jinetes tesalios.


Éstos a su vez eran suplementados por el resto de la caballería
pesada griega. Este contingente aliado era parte de la fuerza con que
contribuyó la Liga Helénica al ejército macedonio y que además servían
de rehenes para el buen comportamiento de sus respectivas ciudades.


La caballería ligera consistía de los prodromoi o exploradores con
casco beocio y sin más armadura, cuyo deber era el de reconocer el
territorio enemigo que el ejército atravesaría, y en batalla se formaban
a la derecha de los compañeros. Usaban la sarissa o pica de los
falangistas, pero podían ser rearmados con jabalinas para reconocimiento
y exploración.


Los prodromoi a su vez eran suplementados por la caballería tracia,
odrisios y paionios en su mayoría, armados y equipados con casco tracio
o, en el caso de los paionios, con casco ático sin más armadura y
blandiendo lanza y espada.


Su ejército se componía de treinta mil hombres de infantería y cinco
mil de caballería, según los que dicen menos. Los que más, le dan hasta
treinta y cuatro mil infantes y cuatro mil caballos.


Relieve de Alejandro Magno ante Amón-Ra, en el templo de Luxor.


Alejandro y Egipto


La cultura del Antiguo Egipto impresionó a Alejandro desde los
primeros días de su estancia en este país. Los grandes vestigios que él
veía por doquier le cautivaron hasta el punto que quiso faraonizarse
como aquellos reyes casi míticos. La Historia del Arte nos ha dejado
testimonio de estos hechos y apetencias. En Karnak existe un relieve
donde se ve a Alejandro haciendo las ofrendas al dios Amón, como lo hace
un converso. Viste la indumentaria faraónica:


  • Klaft faraónico (el manto que cubre la cabeza y va por detrás de las
    orejas, clásico del antiguo Egipto), más la corona Doble, roja y
    blanca.
  • Cola litúrgica de chacal, que con el tiempo se transformó en «cola de vaca».
  • Ofrenda en cuatro vasos como símbolo para indicar «cantidad», «repetición», «abundancia» y «multiplicación».
En los jeroglíficos del muro se distinguen además los títulos de
Alejandro-faraón que se representan dentro de un serej y un cartucho
egipcio:


Titulatura Jeroglífico Transliteración (transcripción) – traducción – (procedencia)



Nombre de Horus:


 
 
 


     
 
   
ḥr mk kmt (Horus Mek Kemet)

Protector de Egipto (Kemet)



Nombre de Nesut-Bity:


 
 
 
 


   
 
   
 
stp.n rˁ mr imn (Setepenra Meryamón)

Elegido de Ra; Amado de Amón



Nombre de Sa-Ra:


   
 
 
 
 


 
     
 
   
 
ˁ l k s i n d r s (Aleksanders)

Alejandro

 

El oráculo de Amón en Siwa

Tras un dificultoso viaje por el desierto, llegó a la ciudad de Siwa.
El profeta de Amón le anunció que le saludaba tanto de parte del dios
como de su padre. Alejandro preguntó si había quedado sin castigo alguno
de los asesinos de su padre Filipo, y si se le concedería dominar a
todos los hombres. Habiéndole dado el dios favorable respuesta y
asegurándole que Filipo estaba vengado, Alejandro le hizo magníficas
ofrendas, y entregó ricos presentes a los hombres allí destinados.
También se dice que Alejandro, en una carta enviada a su madre, le
comunicó haberle sido hechos ciertos vaticinios arcanos, que sólo a ella
revelaría. Algunos han escrito que queriendo el profeta saludarle en
idioma griego con cierto cariño le dijo “hijo mío”, equivocándose en una
letra; y que a Alejandro le agradó este error, por dar motivo a que
pareciera le había llamado hijo de Júpiter.


Matrimonios y sexualidad de Alejandro


Generalmente se considera que el apego emocional más grande que tuvo
Alejandro fue por su compañero, comandante de caballería y posible
amante, Hefestión. Probablemente fueron amigos desde la niñez, dado que
Hefestión también recibió educación en la corte del padre de
Alejandro. Hefestión hace su aparición en la historia en el momento en
que alcanza Troya. Allí ambos amigos hacen sacrificios en los altares de
los héroes de la Ilíada; Alejandro honrando a Aquiles y Hefestión
a Patroclo. Como Aeliano (o Eliano) en su Varia Historia (XII.7) afirma:
«De esa manera Alejandro implicó que él (Hefestión) era su objeto de
amor, como Patroclo lo fue de Aquiles.»


Muchos discutieron su sexualidad ambivalente. La carta 24 atribuida
a Diógenes de Sinope —aunque escrita en el primer o segundo siglo de
nuestra era, y reflejando probablemente los chismes de los días de
Alejandro— expresa que amonestó a Alejandro diciendo «Si quieres ser
hermoso y bueno (kalos kai agathos), arroja ese trapo que tienes sobre
tu cabeza y ven con nosotros. Pero no serás capaz de hacerlo, dado que
estás dominado por los muslos de Hefestión.» Y Curcio relata que
«Alejandro despreciaba los placeres sensuales a tal grado que su madre
estaba ansiosa por temor de que éste no le dejase descendencia.» Para
agudizar su apetito por las mujeres el rey Filipo (quien ya había
reprochado a su hijo por cantar en voz demasiado aguda), junto a su
madre Olimpia, trajo a una costosa cortesana llamada Kallixeina. Pero no
todos los antiguos pensaban igual. Eumenes (370-265) afirmaba que
Alejandro «no se sentía a gusto con el sexo».


Posteriormente, a lo largo de su vida, Alejandro se casó con varias
princesas de los anteriores territorios
persas: Roxana de Bactriana, Estateira, hija de Darío III, y Parysatis,
hija de Oco. Alejandro fue padre de al menos dos niños: Heracles, nacido
en el 327 a. C. de su concubina Barsine, hija del sátrapa Artabazo
II de Frigia Helespóntica, y Alejandro IV de Macedonia, deRoxana, en el
323 a. C.


Curcio mantiene que Alejandro también tomó como amante a «Bagoas, un
eunuco de excepcional belleza y en la flor de su juventud, con el cual
Darío había intimado y con el cual Alejandro luego intimaría» (en la
antigüedad los eunucos solían ser emasculados sólo de las gónadas).
Eumenes escribe que, antes de aventurarse aún más al Este, Alejandro
instaló aBagoas en una villa en las afueras de Babilonia y requirió a
todos sus oficiales y cortesanos —ya fuesen griegos o persas— a rendirle
honores (esto es, a presentarle costosos regalos). El favor de
Alejandro por Bagoas es también obvio con el subsiguiente nombramiento
de éste como uno de los trierarcas, quienes eran hombres de carácter que
supervisaban y financiaban la construcción de barcos para el viaje de
regreso a la patria. Su relación parece haber sido bien conocida entre
sus tropas, ya que Plutarco relata un episodio (también mencionado por
Athenaios y Dicaearco) durante unos festejos cuando regresaban de la
India, en los cuales sus hombres clamaban a Alejandro que besase
abiertamente a Bagoas, accediendo a esta solicitud. Cualquiera que fuese
su relación con Bagoas, no fue impedimento para que éste tuviese
relaciones con su reina: seis meses después de la muerte de Alejandro,
Roxana dio a luz a su hijo y heredero Alejandro IV. Además
de Bagoas, Curcio menciona otro amante de Alejandro, Euxenippos, «cuya
joven belleza lo llenaba de entusiasmo».


La cuestión de si Alejandro fue homosexual, bisexual o
incluso transformista (durante las fiestas ocasionalmente se vestía con
el vestido plateado de Atenea), tomando para ello su significado
moderno, es controvertida.


Recientemente, muchos griegos han expresado indignación ante tales
sugerencias en relación con su héroe nacional. Ellos argumentan que los
relatos históricos que describen las relaciones sexuales de Alejandro
con Hefestión y Bagoas fueron escritos siglos después de los hechos, y
que de ese modo nunca puede establecerse cuál fue la relación «real» con
sus acompañantes masculinos. Otros argumentan que lo mismo puede ser
dicho respecto de toda la información disponible acerca de Alejandro
Magno.


Tales debates, de todos modos, son considerados anacronismos por los
eruditos en ese período, quienes señalan que el concepto
de homosexualidad no existía en la Antigüedad: la atracción sexual entre
hombres era vista como normal y parte universal de la naturaleza
humana, ya que el hombre era atraído hacia la belleza, que era un
atributo de la juventud, independientemente del sexo. Si la vida amorosa
de Alejandro fue transgresora lo fue no por su amor hacia jóvenes
bellos, sino por su relación con hombres de su propia edad en un tiempo
en el que el modelo estándar del amor masculino era el que relacionaba
hombres mayores con otros mucho más jóvenes.


Alejandro en la posteridad


Camafeo de Alejandro Magno representado como Zeus-Amón.


Principalmente en Asia, Alejandro Magno es adjetivado Dhul-Qarnayn (‘el de dos cuernos’),53 porque
se hacía representar como el dios Zeus-Amón, llevando una diadema con
dos cuernos de carnero (el animal que representa a Amón), y por los dos
largos penachos blancos que salían de su yelmo.


La figura del rey macedonio se prestó desde la Antigüedad a todo tipo
de fantasías legendarias. Así, una leyenda neogriega recogida
por Nikolaos Politis presenta a Alejandro obsesionado por la
inmortalidad (como Gilgamesh) y emprendiendo en vano la búsqueda del
agua sagrada que podría proporcionársela.54


Alejandro Magno en la literatura

  • De 1969 a 1981 Mary Renault escribió una trilogía de ficción
    histórica sobre Alejandro: Fuego en el paraíso (sobre su niñez y
    adolescencia), El muchacho persa (la campaña de Asia a partir de la
    conquista de Persia, narrada desde el punto de vista del eunuco Bagoas),
    y Juegos funerarios(sobre las luchas de los diádocos). Alejandro
    también aparece brevemente en la novela La máscara de Apolo, y se alude
    directamente a él en El último vino, e indirectamente en The Praise
    Singer. Además de estas obras de ficción, Renault también escribió una
    biografía histórica, The Nature of Alexander (traducida al castellano
    simplemente como Alejandro Magno).
  • El polémico escritor francés Roger Peyrefitte escribió una trilogía
    sobre Alejandro que es considerada una obra maestra de erudición: La
    Jeunesse d’Alexandre (1977), Les Conquêtes d’Alexandre (1979)
    y Alexandre le Grand (1981).
  • Una tercera trilogía fue escrita por el italiano Valerio Massimo
    Manfredi en 1998: El hijo del sueño, Las arenas de Amón y El confín del
    mundo.
  • La novela Alejandro Magno, de Gisbert Haefs.
  • El libro de ficción Alejandro Magno y las águilas de Roma, de Javier Negrete, publicado recientemente en España.

 

Alejandro Magno en el cine

La figura de Alejandro III ha inspirado a numerosos cineastas:


  • Sikander (1941), dirigida por Sohrab Modi, narra la campaña en la India, y en especial, la batalla del Hydaspes.
  • Alejandro el Grande (1956), dirigida por Robert Rossen. El rey macedonio es interpretado por Richard Burton.
  • Alejandro Magno (2004), dirigida por Oliver Stone. El conquistador es interpretado por Colin Farrell.



7-Mitologia griega


7.1-Cosmogonia


Cosmogonía y cosmología 




Amor Vincit Omnia (‘Amor lo conquista todo’), una representación del dios del amor,Eros, por Caravaggio, c. 1601–1602.


Véase también: Dioses primordiales de la mitología griega y Genealogías de la mitología griega


Los «mitos de origen» o «mitos de creación» representan un intento
por hacer comprensible el universo en términos humanos y explicar el
origen del mundo. La versión más ampliamente aceptada en la época, si
bien un relato filosófico del comienzo de las cosas, es la recogida
por Hesíodo en su Teogonía. Empieza con el Caos, un profundo vacío. De
éste emergió Gea (la Tierra) y algunos otros seres divinos
primordiales: Eros (Amor), el Abismo(Tártaro) y el Érebo. Sin ayuda
masculina, Gea dio a luz a Urano (el Cielo), que entonces la fertilizó.
De esta unión nacieron primero
los Titanes(Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto, Tea, Rea, Temis, Mnemósine, Febe, Tetis y Crono),
luego los Cíclopes de un solo ojo y los Hecatónquiros o Centimanos.
Crono («el más joven, de mente retorcida, el más terrible de los hijos
[de Gea]») castró a su padre y se convirtió en el gobernante de los
dioses con su hermana y esposa Rea como consorte y los otros Titanes
como su corte.


El tema de conflicto padre-hijo se repitió cuando Crono se enfrentó
con su hijo, Zeus. Tras haber traicionado a su padre, Crono temía que su
descendencia hiciera lo mismo, por lo que cada vez que Rea daba a luz
un hijo, él lo secuestraba y se los tragaba. Rea lo odiaba y le engañó
escondiendo a Zeus y envolviendo una piedra en pañales, que Crono se
tragó. Cuando Zeus creció, dio a su padre una droga que le obligó a
vomitar a sus hermanos y a la piedra, que habían permanecido en el
estómago de Crono todo el tiempo. Entonces Zeus luchó contra él por el
trono de los dioses. Al final, con la ayuda de los Cíclopes (a quienes
liberó del Tártaro), Zeus y sus hermanos lograron la victoria,
condenando a Crono y los Titanes a prisión en el Tártaro.


Zeus sufrió la misma preocupación y, después de que fuera profetizado
que su primera esposa Metis daría a luz un dios «más gran que él», se
la tragó. Sin embargo Metis ya estaba encinta de Atenea y esto le
entristeció hasta que ésta brotó de su cabeza, adulta y vestida para la
guerra. Este «renacimiento» de Atenea fue usado como excusa para
explicar por qué no fue derrocado por la siguiente generación de dioses,
al tiempo que explica su presencia. Es probable que los cambios
culturales ya en progreso absorbieran el arraigado culto local de Atenea
en Atenas dentro del cambiante panteón olímpico sin conflicto porque no
podía ser derrocado.


El pensamiento griego antiguo sobre poesía consideraba la teogonía
como el género poético prototípico —el mythos prototípico— y le atribuía
poderes casi mágicos. Orfeo, el poeta arquetípico, era también
el arquetipo de cantante de teogonías, que usaba para calmar mares y
tormentas en las Argonáuticas de Apolonio, y para conmover los pétreos
corazones de los dioses del inframundo en su descenso al Hades.
Cuando Hermes inventa la lira en el Himno homérico a Hermes, lo primero
que hace es cantar el nacimiento de los dioses. La Teogoníade Hesíodo no
es sólo el relato sobre los dioses conservados más completos, sino
también el relato conservado más completo de la función arcaica de los
poetas, con su larga invocación preliminar a las Musas. La teogonía fue
también el tema de muchos poemas hoy perdidos, incluyendo los atribuidos
a Orfeo, Museo, Epiménides, Abaris y otros legendarios videntes, que se
usaban en rituales privados de purificación y en ritos mistéricos. Hay
indicios de que Platón estaba familiarizado con alguna versión de la
teogonía órfica. Sin embargo, se esperaba silencio sobre estos ritos y
creencias religiosos, y que los miembros de la secta no hablasen sobre
su naturaleza mientras creyesen en ellos. Después de que dejaran de ser
creencias religiosas, pocos sabían sobre estos ritos y rituales. A
menudo existieron alusiones, sin embargo, a aspectos que eran bastante
públicos.


Existieron imágenes sobre cerámicas y obras religiosas que fueron
interpretados o más probablemente malinterpretados en muchos mitos y
leyendas diferentes. Unos pocos fragmentos de estas obras se conservan
en citas de filósofos neoplatónicos y fragmentos de papiro recientemente
desenterrados. Uno de estos fragmentos, el papiro de Derveni, demuestra
actualmente que al menos en el siglo V a. C. existía un poema
teogónico-cosmogónico de Orfeo. Este poema intentaba superar a
la Teogonía de Hesíodo y la genealogía de los dioses se ampliaba
con Nix (la Noche) como un comienzo definitivo antes de Urano, Crono y
Zeus. La Noche y la Oscuridad podían equipararse al Caos.


Los primeros cosmólogos filosóficos reaccionaron contra, o a veces se
basaron en, las concepciones míticas populares que habían existido en
el mundo griego por algún tiempo. Algunas de estas concepciones
populares pueden ser deducidas de la poesía de Homero y Hesíodo. En
Homero, la Tierra era vista como un disco plano flotando en el río
de Océano y dominado por un cielo semiesférico con sol, luna y
estrellas. El Sol (Helios) cruzaba los cielos como auriga y navegaba
alrededor de la Tierra en una copa dorada por la noche. Podían dirigirse
oraciones y prestar juramentos por el sol, la tierra, el cielo, los
ríos y los vientos. Las fisuras naturales se consideraban popularmente
entradas a la morada subterránea de Hades, hogar de los muertos.


En la mitología griega, Atlas o Atlante era un joven titán al que
Zeus condenó a cargar sobre sus hombros con los pilares que mantenían la
tierra separada de los cielos.


7.2-Los principales Dioses y Héroes


Dioses

Representación de Zeus y Hera


DIOSES MAYORES: Entre Tesalia y Macedonia, en la parte más árida de
Grecia, la erguida silueta del monte Olimpo se levanta en una sucesión
de contrafuertes rocosos. Su cumbre, coronada de centelleantes nieves
eternas, parece elevarse fantásticamente hasta el cielo.


Sobre esta montaña magnífica e imponente se erguía el “Palacio del
Rey del Cielo y de la Tierra”: Zeus (Júpiter). Los acentos de su cólera
resonaban estruendosamente y repercutían con violencia entre las paredes
de los abismos rocosos. Encima de su cabeza, en los blancos vapores de
las nubes, un águila, símbolo de su poderío, volaba sin cesar.


Y sin embargo, mucho antes de que se extendiera sobre el mundo el
reino de Zeus y de que se levantara en la cumbre del Olimpo su mansión
inaccesible para los mortales, con sus torres y sus murallas doradas,
otro dios gobernaba seres y cosas. Era Cronos, el inexorable dios del
Tiempo, a quien los romanos identificaron con Saturno. Cronos, hijo de
Urano (el Cielo), sabía que el Destino lo había condenado a ser
destronado por uno de sus hijos varones.


Por esta razón se apresuraba a devorar a todos los hijos de sexo
masculino que tenía con su esposa Rea. Ésta, cansada de verlos
desaparecer uno tras otro en el estómago paterno, tuvo un día la idea de
reemplazar al hijo que acababa de nacer, con un trozo de roca
cuidadosamente envuelto en primorosos pañales. Cronos cayó en el engaño y
Zeus pudo salvarse.


El niño fue criado secretamente sobre el monte Ida en la isla de
Creta por coribantes y ninfas, y alimentado con leche de la cabra
Amaltea (uno de sus cuernos rotos se transformó después en el “Cuerno de
la Abundancia”). Para que Cronos no oyera llorar a su fatal heredero,
los coribantes hacían gran alboroto alrededor de su cuna golpeando los
escudos con los sables.


Zeus, ya mayor de edad, empezó por liberar a su padre cautivo de los titanes y después lo desterró del Olimpo.


Destronado, Cronos huyó, encontrando asilo en el país latino donde
reinaba Juno. El tiempo en que Cronos vivió en Italia se llamó la Edad
de Oro. Para defender el Olimpo, Zeus tuvo que sostener terribles
combates. Según la leyenda, los gigantes habían sobrepuesto montañas
—Pelión y Osa— una encima de otra, formando una escalera para asaltarlo.
Mas fueron rechazados por Zeus que se valió de su arma irresistible: el
rayo. Mientras tanto, el crimen empezaba a aparecer sobre la tierra, y
Zeus se vio obligado a castigarlo en la persona de Licaón, rey de
Arcadia. Ese príncipe cruel mataba a todos los extranjeros que se
aventuraban •en sus Estados. Zeus se presentó en su reino pidiendo
hospitalidad, y Licaón, como desafiando al poder supremo, le hizo servir
en la comida carne de esclavo. Indignado, Zeus redujo a cenizas la
mansión del perverso rey y lo transformó en lobo. Pero el dios
todopoderoso, que con sólo fruncir el ceño hacía temblar el Universo,
tenía que rendir cuentas al Destino (Fátum). A éste se lo representaba
con el globo terrestre bajo sus pies y tenía en sus manos la urna que
encierra el futuro y la suerte de dioses y de mortales. Fue, pues, el
Destino quien dispuso la boda de Zeus con Hera (Juno), diosa vengativa,
con rostro de blancura deslumbrante, protectora de hogares y familias,
mujer de compañía agradable pero de carácter irascible, y extremadamente
celosa.


Zeus, el diseño del rayo, gobernaba el Universo. Cerca de él estaba Hera (Juno), su esposa, madre de Helaistos (Vulcano) –


El Olimpo, era la más alta montaña griega, era la residencia de los dioses.


Cronos (Saturno), dios del Tiempo, era hilo de Urano y padre de Zeus
(Júpiter). Su esposa, Rea, que los romanos  llamaron Cibeles, era la
diosa de la Tierra.


Palas Atenea (Minerva) era la diosa de la Sabiduría y de la Guerra.
En el centro de su escudo estaba la cabeza de la Medusa que transformaba
en piedra a aque7los que la miraban.


El “Carro del Sol” de Apolo (Febo) iba de un punto a otro del Cielo.
Según cuenta la leyenda, sólo este dios era capaz de conducirlo. 


De la unión de Zeus con Hera nació un hijo cuya fealdad produjo la
indignación materna. Asiéndolo por un pie, Hera lo arrojó desde lo alto
del Olimpo hasta la isla de Lemnos. Esa tremenda caída provocó al pobre
Hefaistos (Vulcano) una cojera eterna.


Arrojado de la comunidad de los dioses se hizo herrero,
estableciéndose en las islas Lípari y bajo el volcán Etna, en el centro
de Sicilia. El fuego que brota de esa montaña es el de la fragua de
Hefaistos, a quien Zeus encargó forjar el rayo. Los compañeros de
Hefaistos son los Cíclopes. Zeus pidió también a Hefaistos la
edificación de la morada olímpica y por recompensa le concedió la mano
de la más bella de todas las diosas: Afrodita (Venus).


La flamante pareja presentaba un singular contraste: el marido no
podía embellecer y la mujer no podía afearse. Por eso vivían separados y
era muy difícil encontrarlos’ juntos. De todos los dioses el más
hermoso era, sin duda alguna,  Apolo (Febo). Hijo de Zeus y de Latona,
había nacido, lo mismo que su hermana Diana, en la isla de Delos. Pero
Diana había quedado aprisionada en las orillas con cadenas de plata.
Desde su niñez, Apolo había mostrado su fuerza extraordinaria
estrangulando con sus manos a la enorme serpiente Pitón; que se había
arrastrado hasta su cuna. MAs adelante, para vengar a su hijo Asclepios
(Esculapio), ful. minado por Zeus, Apolo mató a los Cíclopes forjadores
del rayo. A su vez, en castigo, el padre de los dioses lo desterra,
encargándole el cuidado de los rebaños de Admeto, esposo de Alcestes.
Tiempo después, Apolo, en compañía de Poseidón (Neptuno), exilado como
él, entró al servicio de Laome. donte para quien edificó las murallas de
Troya. Al fin fue llamado al Cielo por su padre, quien le confió el
Carro del Sol.


Desde ese día se lo pudo ver, con su cabellera de oro al viento,
surcando el cielo de oriente a occidente en su carro arrastrado por
briosos caballos. Las Horas lo acompañaban  formando una comitiva
rumbosa. Gustaba Apolo descansar sobre el Parnaso acompañíado por las
nueve Musas.


Alrodita (Venus) nació de la espuma del mar. Era la diosa de la
Belleza y del Amor. Se casó con Hefaistos, el más feo de los dioses.


Hefaistos (Vulcano) forjaba el rayo en compañía de los Cíclopes. Algunos ubicaban su fragua debajo del volcán


En cuanto a Hermes (Mercurio), aparecía siempre en lugares diferentes
del Universo. Era el mensajero alado de los dioses. Se lo representa
con sombrero de viaje, un bastón alado en las manos (el caduceo,
alrededor del cual se enroscan dos serpientes) y alas en los pies.


Artemisa (Diana), hermana de Apolo, era la pálida y fría diosa lunar
de los bosques. Su mayor placer era la caza, estaba siempre acompañada
por una comitiva de ninfas, y perseguía incesantemente ciervos, lobos,
jabalíes.


Palas Atenea (Minerva) era a la vez diosa de la Guerra y diosa de la
Sabiduría. Su nacimiento se produjo en circunstancias extrañas. El padre
de los dioses despertó un día con violentos dolores de cabeza, que le
arrancaban gritos de dolor. Tomó todos los remedios de los cuales podían
disponer entonces los dioses. Más todo fue en vano. Decidió, pues, ir
hasta la fragua de Hefaistos y le exigió que le partiera el cráneo con
un hacha.


Hízolo Hefaistos, obediente al pedido paterno, y cuál no sería la
sorpresa general al ver surgir de la cabeza divina una maravillosa
criatura, cuyos primeros actos no fueron los gritos clásicos de los
recién nacidos, ni el pedir vino como Gargantúa, sino que empezó a
discutir problemas filosóficos con las otras divinidades que habían
asistido a ese fantástico nacimiento. Después del hachazo, el cráneo
paterno se cerró como por arte de magia…


Sobre los mares reinaba Poseidón (Neptuno). Había luchado con Palas
Atenea para dar su nombre a Atenas. Vencido por la diosa quiso vengarse
noblemente con una acción brillante y creó el caballo. Se representa a
Neptuno blandiendo un tridente con el cual podía, a su antojo,
desencadenar las tempestades.


En la guerra de Troya, el rey del mar estaba a favor de los griegos,
pero más tarde se enemistó con Ulises que había matado a su hijo
Polifemo.


DIOSES MENORES


Al igual que los dioses mayores aceptados por todos los hombres,
aparecían junto a estas divinidades menores cuyo culto poseía menor
extensión. Entre estas divinidades podemos encontrar a los siguientes:


Hestía: o Vesta para los romanos. Es la diosa del hogar, permaneces
virgen, protectora de la familia, se identifica con el fuego hogareño.


Hécate: es la diosa de las encrucijadas y los caminos, asociada a la luna y al mundo tenebroso de las sombras y los muertos.


Helios: es el Sol. Su culto está poco extendido solapado por el culto al dios Febo.


Selene: es la Luna. Su persona es absorbida por el culto a la diosa Artemisa.


Pan: hijo de Hermes, dios de los espacios agrestes, al margen de la civilización. Tiene cuerpo y patas de macho cabrío.


Hades: o Plutón para los romanos. Dios de los infiernos, su reino es
el de los muertos, su ámbito subterráneo de las sombras. Considerado
como un juez inflexible.


Ilitía: es la diosa del nacimiento, acude en ayuda de las jóvenes parturientas.


También había divinidades menores que se representaban en grupos de
mayor o menor extensión: a veces en tríos como las Moiras (o Parcas),
las Carites (o Gracias), la Gorgona o las Horas. Las Musas eran 9. Las
Linfas son incontables, al igual que los Sátiros, Titanes o Gigantes.


Moiras: son las diosas del nacimiento humano y del destino. La
primera es la que hila el hilo de la vida, la segunda hace con él el
ovillo y la tercera es la que lo corta inesperadamente cuando quiere.


Gracias: son las diosas de la belleza, del encanto y de la alegría.


Horas: son los genios de la vegetación que correspondían a los tres
momentos del desarrollo de las plantas (nacimiento, crecimiento y
fructificación).


Musas: son las diosas del canto, de la poesía, las artes y las ciencias.


En la mitología griega, Zeus es el rey de los dioses olímpicos, gobernante del monte Olimpo y dios del cielo y el trueno.


Héroes:


Paris


PA


Es uno de los héroes mitológicos de historia más llena de bonitas
aventuras. Es hijo de Príamo y Hécuba, reyes de Troya, probablemente uno
de los más jóvenes entre los mucho que tuvieron. Cuando Hécuba está
encinta sueña que lleva en el vientre una antorcha encendida. Consultado
el oráculo dice que esto significa que el niño será la causa de la
destrucción de Troya. Para que el augurio no se cumpla, Príamo entrega
el niño a un criado con la orden de hacerlo desaparecer. Hécuba evita
que la orden se cumpla y le entrega el niño a unos pastores para que le
cuiden lejos de la ciudad, en el monte Ida. Paris crece como pastor y se
hace un hombre de bella presencia. Paris se casa con la ninfa Enone.
Esta ninfa conoce las virtudes de las plantas y puede curar las
enfermedades con ellas. Tienen un hijo. 


Se celebran las bodas de Tetis y Peleo. Están invitados todos los
dioses menos la Discordia. Enfadada esta diosa irrumpe en la fiesta de
bodas y arroja sobre la mesa una manzana de oro con esta inscripción:
“Para la más bella”.


Hera, Atenea y Afrodita se disputan la manzana. Zeus hace comparecer a
Paris y le pone de juez. Paris exige que las tres diosas se desnuden.
Ellas acceden y tratan de sobornar a Paris. Hera le promete la riqueza y
el poder, Atenea le promete la sabiduría y la virtud; y Afrodita le
promete la mujer más bella de la tierra. Paris le da la manzana a
Afrodita. Paris se presenta en juegos, en Troya, a competir con sus
hermanos (que aún no le conocen) y les vence a todos. Hécuba lo reconoce
y Príamo le admite en palacio porque han pasado treinta años y los
oráculos que en treinta años no se cumplían dejaban de ser peligrosos.
Príamo encarga a Paris que se traslade a Grecia y recupere a Hesione,
hermana del rey, que había sido raptada y está allí como esclava. Enone
ruega a Paris que no emprenda el viaje. Paris no la escucha y marcha a
Grecia. Enone se retira a la cumbre del monte Ida y allí vive solitaria
desde entonces.


En Esparta Paris conoce a Helena, esposa del rey Menelao, comprende
que es la mujer que le prometió Afrodita y se la lleva a Troya. Los
griegos se lanzan contra Troya para recuperar a Helena. Paris, en una
acción de la guerra mata a Aquiles, el vencedor de Héctor, hermano de
Paris. Filotectes hiere a Paris con una flecha envenenada, cuya herida
es mortal de necesidad. Cuando Paris sabe que ha de morir, en vez de
acordarse de Helena se acuerda de Enone, su primera mujer, y porque en
ella ve su última esperanza de curación. Sus esclavos le suben
penosamente hasta la cumbre del monte Ida, donde vive Enone. El
encuentro entre los dos esposos ocurre al atardecer y está lleno de
ternura y emoción. Ella le dice que no le puede curar, y los pastores,
antiguos compañeros de Paris, acuden a la cumbre del monte Ida a
acompañarle en los últimos momentos. Paris muere al entrar la noche. Al
amanecer, los pastores queman el cadáver. Enone se arroja a las llamas y
muere con él, unidos los dos en último abrazo.


JASÓN


Jasón es un héroe mitológico griego. Era hijo de Esón y de Alcímeda,
rey de Yolcos, quien fue destronado por su hermano Pelias. Éste fue
advertido por el oráculo de que tuviera cuidado con un hombre calzado
con una sola sandalia porque pondría en peligro su trono.


Jasón fue educado por el centauro Quirón hasta que fue adulto. Cuando
Jasón cumplió los veinte años, se dirigió a Yolcos dispuesto a
recuperar el trono que por herencia le pertenecía. En el camino, tuvo
que cruzar un río donde perdió una de sus sandalias. Al llegar a la
ciudad, fue llamado por su tío Pelias y éste, al darse cuenta de que
aquél podía ser el hombre que anunciaba el oráculo, decidió alejarlo de
su tierra enviándolo a una difícil misión: viajar hasta la Cólquida (al
pie del Cáucaso), y traer de allí el vellocino de oro, que había sido la
piel de un carnero fabuloso que había salvado la vida a Frixo,
antepasado de Pelias, y lo había trasladado a la Cólquida. Allí Frixo
ofreció en sacrificio a Zeus este carnero y luego regaló la piel del
animal, que era de oro, al rey Eetes, que lo depositó en un árbol
custodiado por dos toros que arrojaban fuego por la boca y una serpiente
que nunca dormía.


HERCULES          


Es el más fuerte y más famoso de todos los héroes. Es hijo de Zeus y
Alcema, mujer de Anfitrión a la que Zeus sedujo adoptando los rasgos de
su esposo. Apenas nacido, Hércules ahogó en su cama a dos serpientes
enviadas por Hera contra él. Adolescente, se unió en una sola noche a
las cincuenta hijas del rey Tespias. Más tarde, furioso mató a su mujer,
Megara, y a sus hijos. Después de purificado en Delfos, se fue a
Tirinto, donde, ya fuera para expiar su crimen ya a consecuencia de un
ardid de Hera y una temeraria promesa de Zeus, quedó sometido a Euristeo
rey de Micenas. Por orden de este ejecutó los doce célebres trabajos:


  LAS DOCE PRUEBAS DE HERCULES
  • Dio muerte al león de Nemea.
  • Dio muerte a la hidra de Lerna.
  • Dio muerte al jabalí de Erimanto.
  • Dio muerte a las aves de la laguna Estinfalia.
  • Dio muerte a la cierva delmonte Cerineo.
  • Limpió los establos de Augias.
  • Capturó el toro de Creta.
  • Domó los caballos de Diomedes.
  • Venció a las Amazonas.
  • Se apoderó de los rebaños de Gerión
  • Fue por las manzanas de oro del jardín de la Hespérides.
  • Capturó a Cerbero del fondo del infierno.
 



A estas aventuras se le unen muchas más, como la de su combate con
Anteo, que recobraba las fuerzas cada vez que tocaba la tierra, y con el
rey egipcio Busiris; su liberación de Prometeo el socorro que prestó a
Atlas; su estancia junto a Onfalia reina de Lidia, quién le obligó a
hilar a sus pies; la liberación de Hesíona, hija de Laomedonte; la lucha
con el dios río Aqueloo etc. Finalmente murió por causa de una mujer;
Heracles mató al centauro Neso, que quería robar a su esposa Dejanira, y
esta victoria fue causa de su muerte. El héroe fue llevado al Olimpo en
una nube, donde residió con los dioses, y estos le dan como última
esposa a Hebe. Heracles parece ser una divinidad solar y luminosa, como
Apolo. Su aspecto antropomórfico era el de un atleta de músculo-cuerpo,
formidable apetito y cóleras violentas. Protector de los gimnastas y
efebos,

representaba para los filósofos la fuerza espiritual, que aceptaba de
grado el sufrimiento en beneficio del bien: era, en suma, una especie de
dios estoico.


AQUILES


En la mitología griega, Aquiles nieto de Éaco fue un héroe de la
Guerra de Troya, y el principal protagonista y más grande guerrero de La
Ilíada de Homero, que trata no de la guerra en su totalidad sino
específicamente de la ira de Aquiles.


Leyendas posteriores (empezando por un poema de Estacio del siglo I)
afirman que Aquiles era invulnerable en todo su cuerpo salvo en su
talón. Estas leyendas sostienen que Aquiles murió en batalla al ser
alcanzado por una flecha en el talón, de donde la expresión «talón de
Aquiles» ha llegado a aludir a la única debilidad de una persona.


Aquiles también es famoso por ser el más «hermoso» de los héroes
reunidos en Troya así como el más rápido. En su mito es crucial su
relación con Patroclo, descrita en fuentes diferentes como profunda
amistad o amor.


Héctor contra Aquiles:


Tras recibir de Antíloco, el hijo de Néstor, la noticia de la muerte
de Patroclo, Aquiles lloró sobre el cuerpo de su amigo. Su madre Tetis
vino a consolar al afligido Aquiles, persuadiéndole para que Hefesto le
hiciese una nueva armadura, en lugar de la que Patroclo había llevado y
que fue arrebatada por Héctor. La nueva armadura incluía el escudo de
Aquiles, descrito con gran detalle por el poeta.      Enfurecido por la
muerte de Patroclo, Aquiles terminó con su negativa a luchar y regresó
al campo de batalla matando muchos hombres en su ira, pero siempre
buscando a Héctor. Incluso luchó contra el dios fluvial Escamandro, que
se enfadó porque estaba obstruyendo sus aguas con todos los hombres que
mataba. El dios intentó ahogarle pero fue detenido por Hera y Hefesto.
El propio Zeus advirtió la furia de Aquiles y envió a los dioses para
contenerlos, pues Troya no debía destruirse aún. Finalmente Aquiles
encontró a su víctima. Aquiles persiguió a Héctor tres veces alrededor
de las murallas de Troya antes de que Atenea, con la forma de su hermano
preferido y más querido, Deífobo, le convenciera para luchar cara a
cara. Aquiles obtuvo su venganza, matando a Héctor de un golpe en el
cuello. Entonces ató el cuerpo a su carro y lo arrastró por el campo de
batalla durante nueve días. Luego presidió los juegos funerarios en
honor de Patroclo.


Con la ayuda del dios Hermes Príamo, el padre de Héctor, fue a la
tienda de Aquiles y le convenció de que le permitiese celebrar los ritos
funerarios de su hijo. El pasaje final de La Ilíada es el funeral de
Héctor, tras el que la caída de Troya es sólo una cuestión de tiempo.


Muerte de Aquiles


Como había predicho Héctor en su último aliento, Paris mató más tarde
a Aquiles, bien con una flecha (en el talón según Estacio) o con un
cuchillo por la espalda cuando visitaba a Políxena, una princesa
troyana. En algunas versiones, el dios Apolo guiaba la flecha de Paris, o
bien era Apolo el que lo mataba sin intervención de Paris.


Sus huesos fueron mezclados con los de Patroclo, y se celebraron
juegos funerarios. Aquiles fue representado en la perdida épica de la
Guerra de Troya de Arctino de Mileto viviendo tras su muerte en la isla
de Leuce en la desembocadura del Danubio. Más tarde Filoctetes mató a
Paris usando el enorme arco de Heracles.


 PERSEO


Es uno de los héroes mitológicos más antiguos. Y el tipo de héroe sin
tacha que protegido por los dioses, triunfa siempre en todo. Hijo de
Zeus y Danae hija de Acriseo, rey de Argos. Advertido de que sería
matado por su nieto, Acriseo encerró a la madre y al niño en un cofre y
los fundió en el mar. Ellos caminaban sin rumbo por la isla de Serifo
donde fueron rescatados y donde Perseo maduró. Polidectes, rey de
Serifo, siente amor por Danae, y temiendo que Perseo se vaya a meter en
sus planes, lo manda a obtener la cabeza de Meduza, un monstruo cuya
mirada transforma los hombres en piedra. Ayudado por Hermes, Perseo
tiene unos zapatos halados que lo llevan por el aire, una bolsa, un
yelmo que lo hace invisible, una espada que nunca falla un golpe y un
espejo mágico. Medusa que es una de las tres Gorgonas, es mortal. Perseo
le corta la cabeza y de la sangre que brota del cuerpo de Medusa nace
el caballo halado Pegaso, y de las gotas que caen de la cabeza sobre el
mar nacen ramos de coral. Perseo guarda la cabeza en la bolsa y así le
tapa los ojos.


 Monta a Pegaso y emprende el vuelo. En Africa pide hospitalidad a
Atlas, que sostiene sobre sus hombros el firmamento. Atlas se la niega,
Perseo le pone delante la cabeza de Medusa y le deja convertido en
montaña de piedra. Vuela hasta Etiopía y allí acaece el mito de Perseo y
Andrómeda, la bella hija de los reyes etíopes Cefeo y Casiopea. La
reina es una belleza, presume de ser más hermosa que una diosa, y los
dioses en castigo le mandan encadenar a una roca sobre el mar a la hija
Andrómeda y a dejarla allí hasta que un monstruo marino vaya a
desposarse con ella. Y entonces llega Perseo por el aire, montado en
Pegaso. En las rocas del acantilado descubre a Andrómeda encadenada
desnuda, la ama y se dispone a salvarla. Lucha con el monstruo marino y
le mata. Despide después al caballo halado que a sido su cabalgadura
durante la lucha y devuelve a Andrómeda a sus padres. Se casa con ella.
Fineo, hermano del padre de Andrómeda acude a reclamar como esposa a su
sobrina, que estaba comprometida con él. Le acompañan sus guerreros,
Perseo gracias a los ojos de Medusa les convierte a todos en piedra.
Perseo y Andrómeda se establecen en Serifo.Liberó
a su madre de Polidectes, y transformó al rey y sus seguidores en
piedra. Descansando en Serifo le regala las sandalias a Hermes que desde
entonces a usado el dios y a Atenea la cabeza de Medusa que desde
entonces la diosa a llevado en su escudo. Perseo regresa a Grecia,
cuando accidentalmente mata a su abuelo Acriseo con un disco, de esta
manera cumpliéndose la profecía. En sus últimas andanzas, siempre
acompañado por Andrómeda, funda el pueblo de los persas, que toman su
nombre. Fue rey de Tirinto y fundó Micenas.


AGAMENÓN


Agamenón, en la mitología griega, rey de Micenas y jefe de las
fuerzas griegas en la guerra de Troya. Era hijo de Atreo y padeció la
maldición lanzada sobre su casa. Cuando los griegos se reunieron en
Áulide para su viaje a Troya, se vieron obligados a retroceder por los
vientos adversos. Para calmar los vientos, Agamenón sacrificó a su hija
Ifigenia a la diosa Ártemis. Su disputa con Aquiles sobre la princesa
cautiva Briseida y las consecuencias de esa cólera forman buena parte
del argumento de la Iliada de Homero. Después de un sitio de diez años,
cayó Troya y Agamenón volvió victorioso a Micenas. Con él fue la
princesa troyana Casandra, que le había sido concedida por el ejército
griego triunfante.


Clitemnestra, mujer de Agamenón, lo recibió con expresiones de amor,
pero mientras él estaba en el baño, ella le tendió una trampa. Egisto,
el amante de ella, golpeó a Agamenón con una espada y, mientras estaba
inconsciente por el golpe, Clitemnestra lo decapitó con un hacha. Su
muerte fue vengada siete años más tarde por su hijo Orestes. La historia
de la muerte de Agamenón es contada en la primera pieza de la trilogía
Orestíada, del poeta griego antiguo Esquilo.


Otras historias:


Ateneo cuenta la historia de Argino, un erómeno de Agamenón:
«Agamenón amó a Argino, cuenta la historia, tras haberle visto nadando
en el río Cefiso, en el que de hecho perdió su vida (pues se bañaba
constantemente en este río), y Agamenón le enterró y fundó allí un
templo de Afrodita Arginis.» Este episodio también fue recogido por
Clemente de Alejandría y Estéfano de Bizancio con leves variaciones.


Varios poetas latinos mencionan a un hijo bastardo de Agamenón,
llamado Haleso, a quien se atribuye la fundación de la ciudad de Falisci
o Alesia. Haleso fue el boyero de Agamenón durante la Guerra de Troya y
luchó más tarde con Eneas en Italia.


ULISES


Ulises es uno de los héroes más populares en la antigua Grecia. En
realidad, su nombre griego es Odiseo. Ulises es el nombre que le dieron
los latinos muy posteriormente. Es un héroe popular cantado por los
rapsodas. Es el héroe viajero por excelencia, cuyas aventuras se
recuerdan por traducción oral. Es hijo de Laertes, rey de Ítaca, una
isla separada por un estrecho de la de Cefalonia. En la juventud de
Ulises, cuando en Ítaca todavía reina Laertes, les visita Eurito, que es
un arquero consumado y que posee el arco más poderoso sobre la tierra,
regalo de Apolo, fundido al calor del sol y fraguado en las aguas de los
mares. Eurito regala el arco a Ulises, pues no ha encontrado a otro
mozo que tenga la fuerza suficiente para manejarlo. Ulises está casado
con Penélope y tienen un hijo: Telémaco. Al principio Ulises rehusó ir a
la guerra de Troya fingiendo locura sembrando en sus campos sal, pero
los griegos colocaron a su hijo Telémaco en frente del arado y Ulises
fue obligado a admitir su treta y unirse a los griegos. En la guerra de
Troya, Ulises interviene más en acciones diplomáticas que en acciones
guerreras.


Destruida Troya, embarca para Ítaca y entonces empieza su gran
aventura, su largo viaje de diez años, tema de la Odisea. Al embarcar,
Eolo, dios de los vientos, le da un odre de cuero donde están encerrados
todos los vientos que podrían desviar la nave, y así solo queda libre
el único viento favorable que le pueda llevar a Ítaca. Pero los
marineros creen que el odre está lleno de vino, lo abren, los vientos
escapan y se divierten zarandeando la nave de Ulises de un sitio a otro.
Las aventuras del largo viaje de Ulises son bien conocidas: la forma
como vence al cíclope Polifemo; su estancia en la isla de Circe, con la
que tiene un hijo; los siete años que pasa en otra isla con la ninfa
Calipso, con la que tiene dos hijos; la forma como consigue hacerse
invulnerable al canto de las sirenas; su llegada a la isla de los
Feacios y su encuentro con Nausica; y al fin su llegada a Ítaca, su
lucha con los pretendientes de Penélope y su encuentro final con ella
con la que vuelve a reinar en la isla.


HECTOR


Es el mayor de los hijos de Príamo y Hécuba, reyes de Troya, y esposo
de Andrómaca y el más valeroso de los guerreros troyanos. Los oráculos
han anunciado que mientras Héctor viva la ciudad no sucumbirá. Héctor
como comandante de las fuerzas troyanas, mantuvo a raya a la armada
griega por nueve años, hasta que sucedió que finalmente cuando Héctor
forzaba a los griegos a regresar a sus naves, él mató a Patroclo, el
amigo del alma de Aquiles. Aquiles que se había negado a combatir por
enemistad con Agamenón, y ninguno de los otros guerreros griegos es
capaz de hacer frente a Héctor, que les hace retroceder siempre y les
persigue hasta sus naves. Entonces cuando Aquiles se entera de la muerte
de Patroclo, la venganza de esta muerte decide a Aquiles a volver al
combate. Héctor se despide de su mujer Andrómaca antes de salir al campo
a luchar contra Aquiles. Esta escena de la despedida es uno de los
pasajes más bellos de la Ilíada. En el combate Aquiles atraviesa a
Héctor con la lanza. Héctor antes de morir predice a Aquiles que París
le matará como así ocurre más tarde. Aquiles ata el cuerpo de Héctor a
su carro y lo arrastra durante tres días alrededor de las murallas de la
ciudad. Y al fin, a ruegos de Príamo le entrega el cadáver. Aquiles
está de acuerdo en brindarle al cadáver y declarar una tregua para
permitir a los troyanos a honrar a Héctor con un adecuado entierro. En
contraste al feroz y enajenado Aquiles, a Héctor se le describe como un
devoto padre de familia y un guerrero caballeroso.











PATROCLO


Fue hijo de Meneceo. Hay distintas tradiciones sobre la identidad de
su madre: Esténele, hija de Acasto; Periopis, hija de Feres o Polipea,
hija de Peleo. En su juventud, Patroclo mató a un amigo suyo,
Clisónimos, durante una discusión. Su padre tuvo que huir al exilio con
Patroclo para escapar del castigo, y buscaron refugio en el palacio del
rey Peleo, padre de Aquiles. Caudillo griego en la guerra de Troya,
amigo íntimo de Aquiles. En el décimo año de la guerra Aquiles retira
sus tropas, los mirmidones, porque tiene una riña con gamenón, el
comandante de las fuerzas griegas. Sin Aquiles los griegos pierden
muchos hombres contra los troyanos. Finalmente como los troyanos llegan a
quemar los barcos griegos, Patroclo persuade a Aquiles para que lo deje
dirigir a los mirmidones para rescatar a los griegos. Vestido de la
armadura de Aquiles, Patroclo hace retirar a los troyanos hasta las
murallas de su ciudad. Héctor en un episodio de la guerra, mata a
Patroclo y éste, ya moribundo, le profetiza que morirá a manos de
Aquiles. La muerte de Patroclo decide a Aquiles a volver al combate, se
enfrenta con Héctor y le mata.   





























TESEO


Es un rey fabuloso de Atenas, entre histórico y mitológico,
convertido en el héroe nacional mitológico del Ática. En la juventud
corre muchas aventuras y triunfa siempre por su fuerza y su valor. En
una de sus aventuras en la isla de Creta, vence al Minotauro. Allí tiene
amores con Ariadna, la hija de Minos, rey de Creta. Es la Ariadna que
será después la esposa de Baco Teseo se lleva a Ariadna a un barco y con
ella va Fedra, hermana pequeña de Ariadna, que será después esposa de
Teseo. Ariadna, por orden de los dioses, es abandonada en una isla donde
la encontrará Dionisios. Teseo es hijo del rey Egeo. Teseo había
quedado con su padre que si regresaba victorioso de su aventura en
Creta, la nave llevaría izada una bandera blanca y si había muerto una
bandera negra En el barco, por una confusión, izan la bandera negra en
vez de la blanca.


Egeo esperaba todos los días sobre un promontorio; ve a lo lejos la
bandera negra, cree que su hijo ha muerto y se arroja al mar, que en
adelante llevará su nombre. Teseo reina en Atenas. Busca esposa, rapta a
Helena, que sólo tiene diez años, no se casa todavía con ella por
considerarla demasiado joven. Los dos hermanos de Helena, Castor y
Polux, van a reclamarla y se la llevan. Teseo lucha contra las amazonas,
las vence, se lleva a su reina Antíope y se casa con ella. De esta
unión nace un hijo, Hipólito, que después se consagra a Artemisa. Las
amazonas asaltan Atenas en busca de su reina y Antíope muere en la
batalla. Teseo es uno de los pocos mortales que en una de sus aventuras,
baja a los infiernos y consigue regresar. Ha bajado al infierno en
busca de Perséfone para casarse con ella, no a conseguido llevársela, y
de regreso a la tierra se acuerda de Fedra, la niña que tuvo en su nave,
hermana de Ariadna, y la pide en matrimonio. Se casan, entonces
Hipólito, el hijo de Teseo y Antíope, ya es un buen mozo. Durante una
larga ausencia de Teseo se produce el encuentro de Fedra con Hipólito,
con todo el mito de Fedra. Después de la muerte de Fedra, Teseo ya viejo
visita al rey de una isla, y este rey le lleva a una cumbre con la
excusa de enseñarle sus dominios y allí le despeña.


2 comentarios
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  1. jose permalink
    abril 4, 2012 9:56 pm
    quiero saber, si es verdad, que una mujer,gano una
    competicion atletica,haciendose pasar por un hombre,
    evidentemente,cuando no permitian, participar a las mujeres



    • sterost permalink*
      abril 5, 2012 6:10 pm
      No lo creo, ya que en los juegos griegos se jugaba desnudo y
      no creo que se pudiera disfrazar de hombre sin que se dieran cuenta a
      no ser que participara en los juegos con ropa.


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