martes, 24 de mayo de 2016

Juan Álvarez Mendizábal - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Juan de Dios Álvarez Mendizábal
Juan Alvarez Mendizabal.jpg


Escudo del rey de España abreviado antes de 1868.svg

Presidente del Consejo de Ministros de España

(interino)
25 de septiembre de 1835-15 de mayo de 1836
Predecesor Miguel Ricardo de Álava
Sucesor Francisco Javier de Istúriz


Ministro de Hacienda
13 de junio de 1835-15 de mayo de 1836
Predecesor José María Queipo de Llano
Sucesor José Ventura Aguirre Solarte


11 de septiembre de 1836-18 de agosto de 1837
Predecesor Maríano Egea
Sucesor Pío Pita Pizarro


19 de mayo-30 de junio de 1843
Predecesor Mateo Miguel Ayllón Alonso
Sucesor Mateo Miguel Ayllón Alonso


Ministro de Estado

(interino)
25 de septiembre de 1835-15 de mayo de 1836
Predecesor Miguel Ricardo de Álava
Sucesor Francisco Javier de Istúriz


Información personal
Nombre nativo Juan Álvarez Mendizábal
Nacimiento 25 de febrero de 1790

Flag of Spain (1785-1873 and 1875-1931).svg Chiclana de la Frontera, Cádiz, España
Fallecimiento 3 de noviembre de 1853 (63 años)

Flag of Spain (1785-1873 and 1875-1931).svg Madrid, España
Nacionalidad Española
Partido político Partido Progresista
Familia
Cónyuge Teresa Alfaro
Información profesional
Ocupación Político y economista
Participó en Guerra de la Independencia Española
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Juan de Dios Álvarez Mendizábal, nacido Álvarez Méndez (Chiclana de la Frontera, Cádiz, 25 de febrero de 1790-Madrid, 3 de noviembre de 1853), fue un político liberal y hombre de negocios español. De origen relativamente humilde, se convirtió en el principal protagonista de la Revolución liberal española.



Índice

Biografía

Origen y cambio del segundo apellido

Hijo de Rafael Álvarez Montañés, comerciante, y de Margarita Méndez,
aprendió idiomas modernos y recibió formación comercial en el negocio de
su padre. Durante la Guerra de la Independencia,
sirvió en el Ejército del Centro y, habiendo sido capturado en dos
ocasiones, logró fugarse en ambas. El 21 de febrero de 1812 se casó con
Teresa Alfaro y desde entonces decidió cambiar su segundo apellido,
Méndez, por Mendizábal, para ocultar el origen al parecer judío de los
Méndez, según la opinión más generalizada, por más que en 1811, siendo
Ministro de Hacienda del Ejército del Centro, firmaba ya sus documentos
como Mendizábal, tal y como se puede encontrar en el Archivo Histórico
Provincial de Albacete, por lo que su nombradía como Mendizábal le precedía antes de casarse.


La casa de los Méndez, dedicada al negocio de la trapería, a la que
pertenecía su madre, era conocida en Cádiz como una familia de cristianos nuevos
de origen judío. Eso explicaría, según el historiador Juan Pan-Montojo,
su decisión de «cambiar su segundo apellido por el de Mendizábal, con
el que se otorgaba un origen vasco, garantía en sí mismo de limpieza de sangre.
La nueva identidad resultaba tanto más útil para fabricar su imagen,
por cuanto que la casa de comercio de Miguel Mendizábal era una de las
más importantes del Cádiz dieciochesco». Además, en el acta matrimonial
declaró ser natural de Bilbao.1
El apelativo de «judío» para referirse a Mendizábal cuando éste alcanzó
el poder se utilizó con frecuencia en la prensa antiliberal de su
tiempo e incluso en algunos casos apareció representado con rabo, un
aditivo que se suponía propio de los judíos —y del diablo—, por lo que
también utilizaban el mote del «rabilargo Juanón» — además de «rabino
Juanón».2


Mendizabal resaltó el hecho de que no provenía de uno de los grandes
linajes aristocráticos o burgueses en diversas ocasiones, como en el
discurso del 6 de abril de 1836 que pronunció como presidente del
gobierno ante las Cortes del Estatuto Real
en que dijo que su educación había sido «literaria», porque había
estado «siempre aplicado al trabajo para adquirir una fortuna» o cuando
poco después en otro discurso se llamó a sí mismo «hijo del pueblo», a
quien «no se verá nunca con buenos ojos que la nación me deba un buen
gobierno que le proporcione prosperidad en el porvenir».3
«En la vida de Mendizábal negocios y política resultan prácticamente
inseparables: él insistió siempre en que la política le costaba dinero,
que le había hecho sacrificar cuatro veces su fortuna, cifra que debe
aumentarse porque murió en la pobreza».4


Ascenso social y político (1817-1834)

Durante la guerra se ocupó de las tareas de avituallamiento del
ejército, a través de las cuales entró en contacto con la familia
valenciana Bertrán de Lis, dedicada al suministro de las tropas y cuyo
patriarca era Vicente Bertrán de Lis,
del que al acabar la guerra aceptó un empleo. En 1817 Mendizábal y su
esposa se trasladaron a Madrid y allí nació su primer hijo, del que
fueron los padrinos sus patrones Luis Bertrán de Lis y Vicente Bertrán de Lis.
Ese mismo año pasó a ser socio de la casa, haciéndose cargo de los
suministros de las tropas en la Baja Andalucía, junto con el hijo de su
jefe, también llamado Vicente.5
Este último fue el que lo puso en contacto con el grupo de liberales
con los que la familia Bertrán de Lis estaba relacionado — el patriarca
Vicente Bertrán de Lis era un importante dirigente liberal en Valencia y
por ello fue encarcelado cierto tiempo tras la restauración del absolutismo
en 1814 por Fernando VII; un hijo de aquél, Félix Bertrán de Lis, fue
ajusticiado en Valencia en enero de 1819 por haber participado en una
conjura militar presuntamente masónica contra la Monarquía absoluta.6


Así en el otoño de 1819 Mendizábal ya formaba parte de la conspiración liberal, en la que participaban entre otros Francisco Javier Istúriz y Antonio Alcalá Galiano, que culminaría con el pronunciamiento de Rafael del Riego
de principios del año siguiente. Asimismo ingresó en la logia masónica
que organizó la conspiración en Cádiz, según el testimonio de Alcalá
Galiano, aunque según Juan Pan-Montojo, esta fuente no resulta del todo
fiable por lo que la condición de masón de Mendizábal no está clara.6 Según se cree, fue masón del «Taller Sublime» de Cádiz junto a Francisco Istúriz y Antonio Alcalá Galiano.



Juan Álvarez Mendizábal; fecha indeterminada.
Desempeñó un papel muy activo en la organización y desarrollo del pronunciamiento de Riego iniciado en Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820 y formó parte de la junta rectora del mismo junto con el propio Riego, Evaristo Fernández de San Miguel, Fernando Miranda
y otros. Su papel principal fue el de financiar el alzamiento, como lo
recoge un testimonio escrito por Riego a petición del propio Mendizábal:7


Este ciudadano no arrendrándole ningún peligro, asistió a cuantas
acciones hubo en aquel intermedio... que no economizando sus
particulares intereses, a pesar de lo crítico de aquellas
circunstancias, estimuló al soldado constantemente, ya facilitando
cuatro reales por plaza, ya dos reales, ya un cuartillo de vino, sin
contar con que diariamente estaba gratificando ya a unos, ya a otros, y
particularmente a los que se distinguían en algunas acciones.


Adelantó dinero (¿que se hizo pagar?) para la conspiración de Rafael
del Riego y se unió a su tropa desde el 27 de enero hasta el 4 de marzo
de 1820. Se dedica por entonces a la importación de carey de Birmingham para fabricar peines.


Durante el Trienio Liberal
no obtuvo ningún cargo público a pesar de su estrecha relación con
Rafael del Riego y, aunque no abandonó la actividad política, se dedicó a
los negocios por cuenta propia o para la compañía de los Bertrán de
Lis, de la que era socio, y entre los que siguieron estando las
contratas de suministro al ejército. Hubo quien le acusó de que su
enriquecimiento durante esos años se debió a sus contactos con la clase
política para realizar grandes negocios. Cuando se produjo la invasión
de los Cien Mil Hijos de San Luis enviados por la Santa Alianza
para restaurar el poder absoluto del rey Fernando VII, Mendizábal y la
casa Bertrán de Lis financiaron el traslado de la corte y de las Cortes
de Madrid a Cádiz y al ejército que resistió el sitio de las tropas
francesas. También participó en la organización de sus defensas. Cuando
la plaza finalmente se rindió Mendizábal marchó al exilio para escapar
de una condena a muerte dictada contra él.8 El 30 de septiembre de 1823 escapó a Gibraltar y desde allí se dirigió a Londres.


En la capital británica, a diferencia de la mayoría de los liberales
españoles que se encontraban allí exiliados dedicados a las reuniones
conspirativas y a las actividades políticas, Mendizábal se volcó en los
negocios, gracias a sus contactos con los representantes de las casas
comerciales de Cádiz, especialmente aquellas dedicadas a la exportación
de los vinos de Jerez que cada vez tenían más demanda en Gran Bretaña.
La propia familia Mendizábal acabó fundando su propia empresa bajo el
nombre Antonio Álvarez y Cía. Sin embargo, su dedicación a los negocios
—que extendió al mundo financiero y a la Bolsa de Londres— no lo apartó de la vida política y siguió en contacto estrecho con otros políticos liberales exiliados como Espoz y Mina, José Canga Argüelles o José María Torrijos.9


En Londres ingresó en prisión por deudas, aunque pronto logró salir a
flote negociando la importación de vinos españoles. Allí consolidó una
gran red de amigos y socios que en el futuro le resultarían muy útiles.
Sus negocios le llevaron a Francia al menos en 1828 y en 1830.



Retrato de Pedro I de Brasil, que encabezó el bando liberal en la guerra civil portuguesa en defensa de los derechos de su hija María da Glória frente a los miguelistas.
En 1830, tras el triunfo de la Revolución de Julio
en Francia, se desplazó a París con otros liberales españoles —entre
ellos Vicente Bertrán de Lis— para organizar y financiar el
pronunciamiento que encabezó Espoz y Mina aquel mismo año. «Él mismo se acercó a Bayona, desde donde siguió la incursión liberal en Navarra y Guipúzcoa».10 Al parecer en esta expedición de Vera participaron Ardouin y otros financieros.


Tras el fracaso de esta rebelión, Mendizábal se lanzó a una empresa política y financiera nueva: intervenir en la guerra civil portuguesa apoyando a los liberales portugueses exiliados que estaban liderados por don Pedro que había vuelto de Brasil para devolver la corona portuguesa a su hija María da Glória que la había perdido en favor del absolutista Miguel I de Portugal,
el hermano de don Pedro, todo ello como preludio a la unión ibérica de
los reinos de España y Portugal bajo una misma corona. Así Mendizábal
logró en septiembre de 1831 un empréstito de varios banqueros con el que
adquirió dos fragatas con sus tripulaciones comandadas por oficiales
ingleses. Esto permitió a los partidarios de don Pedro desembarcar en
Oporto en junio de 1832, aunque la ciudad fue cercada por los «miguelistas», hasta que Mendizábal, junto con el liberal moderado portugués Pedro de Sousa Holstein duque de Palmela,
organizó una segunda flota con tropas inglesas que levantó el cerco un
año después. Desde allí salió una expedición que desembarcó en el Algarve al sur de Portugal y poco después, el 24 de julio de 1833, las tropas «pedristas» entraban en Lisboa
y el 22 de septiembre desembarcaba en la capital la reina María da
Glória —viaje que había organizado Mendizábal— que recibió el título de María II de Portugal.11


Revolución liberal (1835-1837)

Tras el triunfo liberal en Portugal Mendizábal alcanzó una posición
clave en aquél país, entre otras razones porque se convirtió en el
agente financiero del reino en Londres. Así fue como reforzó su amplio
crédito en el mundo financiero británico —y también francés— que sería
muy importante en su vuelta a España en septiembre de 1835, dos años
después de la muerte del rey Fernando VII y la asunción de la regencia por su viuda María Cristina de Borbón en nombre de su hija, la futura Isabel II,
lo que había desencadenado un pleito sucesorio transformado en una
guerra civil parecida a la portuguesa, que enfrentaba a los «isabelinos»
o «cristinos», en su mayoría liberales, contra los «carlistas» que defendían los derechos al trono de Carlos María Isidro de Borbón, hermano del rey fallecido, y que apoyaban el absolutismo.12


En España el gobierno presidido por el liberal moderado Francisco Martínez de la Rosa
nombrado por la regente en junio de 1834 se encontró con que no tenía
recursos para pagar al ejército isabelino que combatía en la primera guerra carlista,
por lo que desde Londres Mendizábal se ofreció al ministro de Hacienda,
el conde de Toreno, para hacer gestiones ante los banqueros británicos y
franceses y ante sus respectivos gobiernos para que éstos concedieran
un empréstito
al reino de España. Así cuando el conde de Toreno sustituyó a Martínez
de la Rosa al frente del gobierno en julio de 1835 nombró a Mendizábal
ministro de Hacienda a pesar de que era un liberal exaltado que no agradaba «a las gentes en corte», según relata Espoz y Mina.13



José María Queipo de Llano, VII Conde de Toreno.
Durante su viaje de regreso a España —vía París, Burdeos y Lisboa,
para arreglar asuntos de negocios y conseguir el apoyo de los gobiernos
francés y portugués— estallaron en España sublevaciones liberales
contrarias al estrecho marco político que había establecido el Estatuto Real, especie de carta otorgada promulgada por la regente María Cristina que no reconocía el principio de la soberanía nacional.
Así que cuando llegó a España el 1 de septiembre Mendizábal publicó un
manifiesto en el que contestaba la autoridad del conde de Toreno y éste
acabó cediendo a la presión y el 14 de septiembre Mendizábal pasó a
ocupar la presidencia del gobierno, acompañado sólo de dos ministros, lo que «subrayaba el carácter excepcional y personalista» de su gestión.14


Inmediatamente se ocupó de «encauzar» la «revolución de las juntas»
del verano tomando una serie de medidas que respondían a sus
aspiraciones pero al mismo tiempo restableciendo la autoridad del
gobierno. Algunas de las decisiones fueron de tipo simbólico intentando
identificar al gobierno con el Trienio Liberal, como la rehabilitación de la memoria de Riego, la transformación de la Milicia urbana en Guardia Nacional
o la reposición en sus curatos de los clérigos liberales. A
continuación reunió a las Cortes del Estatuto Real, suspendidas durante
el gobierno de Toreno, ante las que expuso su programa que en síntesis
pretendía acercar el sistema político español al parlamentarismo de la
monarquía británica (ampliación del sufragio, libertad de imprenta,
responsabilidad del gobierno ante las Cortes), además de anunciar la
supresión de las órdenes religiosas y la desamortización
de sus bienes, legalizando así las iniciativas de las juntas
revolucionarias que ya había iniciado el proceso por su cuenta —algo que
también había hecho el conde de Toreno cuando suprimió los conventos
con menos de doce profesos—. Y el objetivo último de todo ello era ganar
la guerra «que solo se hace pronto y felizmente con hombres y dinero en
abundancia».15


Para conseguir los hombres reclutó a la «quinta de los cien mil», que
también le sirvió para obtener dinero por cuanto se podía comprar la
exención del reclutamiento, lo que por otro lado libraba a las familias
acomodadas de enviar a sus hijos a la guerra —la redención de quintas
fue un paso atrás en el pensamiento liberal porque era contraria al
principio de igualdad—.
En cuanto a la financiación de la guerra obtuvo plenos poderes de las
Cortes por la Ley del Voto de Confianza aprobada el 16 de enero de 1836,
lo que permitió realizar diversas operaciones financieras y contratar
préstamos, y en febrero de 1836, con las Cortes disueltas, aprobó un
real decreto de venta de los bienes de las órdenes religiosas
extinguidas por el gobierno de Toreno y por las «juntas revolucionarias»
—que el 8 de marzo se extendió a todas las órdenes religiosas— con lo
que así conseguiría la disminución de la deuda a medio plazo y la
elevación de su cotización a corto plazo, ya que en las subastas se
permitió el pago con títulos de la deuda por su valor nominal.16


En contra de lo que se había venido sosteniendo el propio Mendizábal
sí compró tierras en su desamortización, aunque no fueron muy
importantes y tuvo que venderlas, probablemente para hacer frente a sus
deudas.17


El propósito de los decretos desamortizadores del 19 de febrero y 8 de marzo de 1836, que constituyeron la llamada Desamortización de Mendizábal, fue también que las propiedades improductivas y en poder de la iglesia y las órdenes religiosas, pasaran a una clase media o burguesía
que realmente enriqueciera al país. El procedimiento seguido para
evitar que las propiedades pasaran al pueblo fue el subastar las
propiedades en grandes bloques que los pequeños propietarios no podían
costear, aunque lo más determinante fue que se permitió el pago del
precio final de los remates con títulos de la deuda por su valor
nominal, muy por debajo entonces de su valor real en el mercado.


A causa de la oposición de las Cortes a la nueva Ley Electoral,
Mendizábal consiguió que la regente las disolviera y convocara nuevas
elecciones que fueron ganadas en la Cámara de Procuradores por los
partidarios del gobierno —los antiguos liberales exaltados, que pronto serían llamados liberales progresistas— mientras que los que se oponían a él eran los liberales moderados, que tenían en la corte uno de sus principales apoyos. Como expuso el diario liberal El Eco del Comercio el 18 de febrero de 1936, la mayoría gubernamental estaba compuesta por:18


los que desean que acaben todos los privilegios, los que piden
reformas sin contemplaciones, los que trabajan porque tengamos una carta
constitucional que marque la autoridad de la Corona y los derechos de
la Nación, los que condenaron y condenan el sistema martinista y ansían que se lleve a cabo el programa de Mendizábal.



Antiguo convento del Espíritu Santo, cuya iglesia se empleó como salón de sesiones del Estamento de Procuradores del Estatuto Real (vista del año 1843).
Sin embargo, la mayoría obtenida en la Cámara de Procuradores no evitó que el 15 de mayo de 1836 la regente lo sustituyera por Istúriz
al frente del gobierno. Pero no por ello abandonó la lucha política
sino que incrementó su presencia en la prensa y apoyó a las sociedades
secretas que preparaban un movimiento revolucionario como el del verano
del año anterior. Así en julio y agosto de 1836 volvieron las «juntas
revolucionarias» que defendían abiertamente el restablecimiento de la Constitución de 1812, lo que consiguieron cuando se produjo el motín de los sargentos de La Granja
que obligó a la regente María Cristina a promulgarla. A continuación,
el 14 de agosto de 1836, se formó un nuevo gobierno liberal progresista
presidido por José María Calatrava
y en el que Mendizábal, auténtico hombre fuerte del mismo, ocupó la
cartera de Hacienda. Durante el año que estuvo en el poder el gobierno
Calatrava-Mendizábal culminó la Revolución liberal española volviendo a poner en vigor toda la legislación revolucionaria de las Cortes de Cádiz y del Trienio Liberal lo que puso fin al Antiguo Régimen en España.19


En este segundo período en el gobierno no tuvo tanto éxito en el tema
financiero por lo que la Hacienda pública tuvo que suspender el pago de
los intereses de la deuda que vencían el 1 de noviembre de 1836, y esta
«falta de recursos sería motivo de queja constante por parte de los
generales liberales».20 En el plano político, además de las leyes y decretos que pusieron fin al Antiguo Régimen, las Cortes constituyentes acometieron la reforma de la Constitución de 1812 que dio como resultado una nueva Constitución,
que pretendía ser de consenso entre las dos grandes corrientes del
liberalismo español, moderados y progresistas. Después de la
promulgación de la nueva Constitución de 1837
un complot de los moderados con el apoyo de ciertos sectores militares
derribó al gobierno Calatrava-Mendizábal el 18 de agosto y al mes
siguiente convocaron nuevas elecciones que les proporcionaron una
mayoría suficiente para poder gobernar durante los tres años siguientes
—de 1837 a 1840—.19


El declive (1837-1853)


El general Baldomero Espartero, que asumió la regencia tras obligar a María Cristina de Borbón a abandonar España.
Durante el «Trienio moderado» (1837-1840) dejó de ser el líder
indiscutible de los liberales progresistas, aunque siguió ejerciendo una
gran influencia sobre ellos. Tras la vuelta al poder de los
progresistas a finales de 1840 con el primer gobierno de la Regencia de Espartero,
Mendizábal no entró en el mismo pero situó en él a varios de sus
colaboradores, aunque su peso político disminuyó en los dos años
siguientes. En enero de 1843 fue designado alcalde de Madrid y entre
finales de mayo y finales de julio de ese mismo año volvió a ocupar la
cartera de Hacienda. Pero con la vuelta al poder de los moderados que
puso fin a la Regencia de Espartero, Mendizábal tuvo que marchar al
exilio.21


Durante este segundo exilio se instaló en París donde sus negocios no
marcharon bien lo que le llevó a la bancarrota. Gracias a una amnistía
parcial pudo regresar a Madrid en octubre de 1846 y presentarse a las
elecciones celebradas dos meses después en las que salió elegido
diputado. Desde entonces encabezó el sector más conservador del
liberalismo progresista, que no tuvo ninguna opción de volver al poder a
causa de la vinculación exclusiva de la Corona con el partido moderado.22 Murió en 1853 dejando muchas deudas.23


Ya en 1835 había sido elegido Mendizábal procurador por Gerona, pero en 1836 lo fue por Barcelona, Granada, Pontevedra, Málaga, Cádiz y Madrid (eligió Cádiz), lo que da idea de su poder. De nuevo en 1836-1837 y en 1838-1839 fue diputado por Madrid. En 1839, elegido diputado por Madrid, Albacete y Murcia, optó por Murcia. Lo fue por Madrid en 1840; en 1841 lo fue también, aunque fue elegido también por Albacete, Ávila, Murcia, Cádiz y Toledo. Cuando se debatió la regencia por la minoría de edad de Isabel II, se declaró en favor de la regencia triple contra Espartero,
esto es, militó en el bando de los «Trinitarios». Representó a Madrid
en la primera legislatura de 1843 y ese año volvió a ser ministro de
Hacienda, pero la contrarrevolución le hizo huir a Francia y no regresó
hasta 1846. Todavía fue diputado por Madrid entre 1846 y 1850.


Memoria histórica


Mausoleo de Agustín Argüelles, José María Calatrava, Juan Álvarez Mendizábal, Diego Muñoz Torrero, Francisco Martínez de la Rosa y Salustiano Olózaga. Construcción de Federico Aparici, la estatua superior de Ponciano Ponzano representa la «Libertad» y las estatuas inferiores de Sabino Medina la «Pureza», el «Gobierno» y la «Reforma». Inicialmente situado en el cementerio de San Nicolás de Madrid (1857), fue trasladado al claustro del Panteón de Hombres Ilustres en 1912.
«Mendizábal se convirtió en un verdadero mito político desde el
momento de su muerte [en 1853]. Su entierro constituyó una auténtica
manifestación del progresismo».23
En febrero de 1857 sus restos fueron trasladados a un mausoleo en el
cementerio madrileño de San Nicolás erigido por suscripción pública a
donde también se trasladaron los restos de José María Calatrava y Agustín de Argüelles, convertidos así en la tríada personal de referencia de los liberales progresistas y de la revolución liberal española.
La erección de una estatua ya fundida en su honor tuvo que esperar diez
años porque el gobierno lo impidió mediante una argucia legal —como la
autorización de la erección de la estatua ya estaba concedida, hizo
aprobar por las Cortes una ley que impedía la colocación de estatuas en
lugares públicos antes de transcurridos 50 años de la defunción de los
homenajeados—.23 Finalmente en el Sexenio Democrático
el monumento pudo situarse en la plaza del Progreso de Madrid que, por
cierto, se había configurado tras la demolición de un convento de
mercedarios desamortizado.24


Así nació el mito del Mendizábal revolucionario y estadista, que
murió en la pobreza, y que recogerían los hombres del Sexenio y que
engrandecerían los historiadores y los escritores liberales, como Benito Pérez Galdós, que le dedicó uno de sus Episodios nacionales.
Pero al mismo tiempo nació el mito negativo de Mendizábal, que tuvo
tanta fuerza como el positivo, y que lo retrataba como el máximo
representante del anticlericalismo,
como el desamortizador que había arrebatado sus bienes a la Iglesia en
beneficio de sus amigos especuladores, bolsistas y tenedores de deuda
pública.25


Como recordaba Julio Caro Baroja en su libro pionero sobre el anticlericalismo en España, «cuando las fuerzas triunfantes del general Franco
entraron en Madrid [el 29 de marzo de 1939], uno de los primeros actos
simbólicos que realizaron fue el de derribar la estatua de Mendizábal y
cambiar el nombre de la plaza del Progreso, donde se alzaba aquélla. Lo
bueno fue que nombre y estatua los sustituyeron por los de un fraile,
que no brillaba por la austeridad de sus ideas: me refiero al maestro Tirso de Molina, creador de Don Juan, Don Gil de las calzas verdes y otras figuras de nuestro teatro, no muy santas en general».26 La estatua fue destruida a continuación y la calle madrileña que llevaba su nombre pasó a denominarse Víctor Pradera, un tradicionalista de origen carlista.24


Véase también

Referencias


  • Pan-Montojo, 2000, p. 178.

    1. Caro Baroja, Julio (2008) [1980]. Historia del anticlericalismo español. p. 155.

    Bibliografía

    Enlaces externos


  • Pan-Montojo, 2000, p. 177.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 172-173.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 174.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 158.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 159.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 159-160.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 160-161.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 161.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 162.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 162-163.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 163-164.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 164-165.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 166-167.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 167.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 168.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 175.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 168-169.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 169-170.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 170.


  • Pan-Montojo, 2000, pp. 170-171.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 171.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 179.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 157.


  • Pan-Montojo, 2000, p. 180.


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