Cristiano nuevo
El concepto se opone al de cristiano viejo, concepto que, más que entenderse como tener ascendencia cristiana «por los cuatro costados» desde tiempo inmemorial (fuera esto real o imaginario), en la práctica solía reducirse a remontarse a los padres y los cuatro abuelos.1
La denominación de cristianos nuevos se aplicaba sobre todo a las
familias judías que habían sido obligadas a adoptar la fe cristiana
después de las revueltas antijudías de 1391. Los judeoconversos estaban siempre bajo sospecha de practicar su antigua religión en secreto («judaizar» —criptojudaísmo—), y se les denominaba «marranos»;
cosa que, si fue más o menos cierto en las generaciones más próximas a
la conversión, dejó de serlo la mayor parte de las veces en sus
descendientes con el paso del tiempo, a pesar de lo cual se mantuvieron
tanto la discriminación social como la legal que les afectaba, durante
la práctica totalidad del Antiguo Régimen en España (aunque muy relajada a partir de 1622, con el Conde Duque de Olivares —y especialmente desde la quiebra de 1627, que encumbró a los banqueros judeoconversos portugueses—,2 mientras que en Portugal quedó radicalmente eliminada con la ley de 23 de mayo de 1773 —debida al marqués de Pombal—3 ). En el caso de los de origen musulmán, denominados moriscos,
su situación demográfica y socioeconómica era completamente distinta,
así como su condición étnico-religiosa y su capacidad de resistencia (revueltas moriscas); lo que llevó a intentar todo tipo de soluciones (tolerancia, represión, dispersión) hasta la expulsión de todos ellos en 1609. Por el contrario, la expulsión de 1492 solo afectó a los judíos, no a los conversos.
La «limpieza de sangre»
o «sangre sin mezcla» que se atribuía a los llamados cristianos viejos
era un concepto ideológico, sin mucho fundamento real, dado el
extraordinario dinamismo migratorio y conyugal que caracterizó a la Edad Media en España. Exceptuando a los campesinos de las zonas más septentrionales, es improbable que existieran en los reinos cristianos peninsulares muchos habitantes que no tuvieran algún antepasado musulmán o judío; al igual que en al-Andalus la mayor parte de la población necesariamente descendería de la población hispano-romano-visigoda (los llamados muladíes), a pesar de que los que deseaban prestigiarse se esforzaran en demostrar ascendencia árabe.
Paradójicamente, la conversión, forzada o no, abría el camino para que pudiera actuar la Inquisición española
(establecida en 1478 explícitamente para reprimir a los judaizantes),
ya que la competencia del Santo Oficio era sobre cristianos, no sobre
musulmanes o judíos. Los delitos que perseguía eran los relacionados con
prácticas u opiniones heterodoxas (herejía,
o desviación de la ortodoxia católica). Así, los cristianos nuevos de
origen judío o (más raramente) musulmán, no eran procesados o condenados
por ser miembros de otra religión (o secta, que sigue otra ley —la ley mosaica o la ley de Mahoma—), sino por la desviación respecto a la que oficialmente practicaban (la ley de Cristo).
Un importante tema de debate historiográfico (que en esencia se remonta a las reflexiones contemporáneas de los arbitristas y de los posteriormente identificados como contribuyentes a la leyenda negra) ha sido si la represión a los cristianos nuevos fue una de las causas de la decadencia española,
no sólo por lo que afectó a elementos productivos en todos los ámbitos,
sino por la forma en que desincentivó el desarrollo económico de una
sociedad que, dada la identificación de los conversos con las
actividades financieras4
(cosa que en realidad ni era generalizada ni exclusiva de este
colectivo) veía como sospechosa cualquier forma de ser rico que no
coincidiera con la percepción de rentas feudales de los estamentos privilegiados
(nobleza y clero), y cualquier forma de trabajar que no coincidiera con
el sufrido e intemporal trabajo de la tierra por los campesinos cristianos viejos (pues incluso la industriosa actividad de las huertas valencianas, murcianas o alpujarreñas se asociaba a los moriscos).5
Índice
Judeoconversos
El primero de los conflictos fue el de los judeoconversos,cuyo número (que sería del orden de unos 300 000 a principios del
siglo XVI, un 5 % de la población, pero que suponía un porcentaje mucho
más importante en ciertas ciudades)6 empezó a ser significativo a partir de las conversiones forzadas por la revuelta antijudía de 1391
y cuya integración social en la comunidad cristiana no era aceptada por
parte de ésta; aunque la discriminación jurídica tanto a judíos como a
descendientes de judíos (independientemente de su religión) era muy
anterior.7 Tales recelos consistían fundamentalmente en que el éxito social de algunos era visto por muchos cristianos viejos como incompatible con el mantenimiento del orden social estamental, que justificaba el estatus de cada individuo como una consecuencia determinada por la voluntad divina, que ponía a cada uno en el lugar que ocupaba por derecho de nacimiento (o de sangre).
El recelo al ascenso social era particularmente visible en el caso de
los banqueros y prestamistas de los reyes (de los Avis, de los
Trastámara y de los Habsburgo, como Gracia Nasi —de los reyes de Portugal—, Gabriel Zaporta o Alonso de Espinosa —de Carlos V—8 o los portugueses del reinado de Felipe IV —Manuel Cortizos—9 ), y los cargos de la hacienda y burocracia real (como Samuel Abravanel, Fernán Díaz de Toledo, Luis de Santángel, Alfonso de la Cavallería, Hernando de Zafra, Lope de Conchillos, Alonso Gutiérrez de Madrid —o Alonso Gutiérrez de la Cavallería—,10 Rodrigo de Dueñas,11 los Dávila o los los Pérez), y en el de un selecto grupo de altos clérigos (como Alfonso de Valladolid, la familia de Pablo de Santa María, Juan Arias Dávila, Gonzalo de Vivero, Hernando de Talavera, Pedro Díaz de Toledo y Ovalle o Francisco de Toledo Herrera).
Se denunciaba la connivencia entre judíos y conversos, entre los que
(independientemente de la religión) persistían contactos familiares y
socioeconómicos y redes clientelares, aunque tuvieran que mantenerse
separados espacialmente por el establecimiento de juderías (ya existentes como comunidades jurídicas —aljamas—, pero que pasa a ser obligatorio mantener apartadas espacialmente desde las Cortes de Toledo de 1480); o, como fue el caso de Valencia, por su supresión, lo que hacía que los contactos se establecieran entre los judíos de Murviedro (Morvedre-Sagunto) y los conversos de Valencia.12 De las trescientas juderías que había en total, solamente se tiene constancia de que se efectuó tal apartamiento
en unas treinta, pero eran las más importantes de la Corona de Castilla
(a la que afectaba la ley). Había otras notables juderías en Portugal,
Navarra, Aragón y (con el nombre de call) en Cataluña y Mallorca. Las juderías del reino de Granada,
muy importantes en época nazarí, tuvieron poca continuidad en época
cristiana, a causa del breve tiempo que pasó entre la conquista y el
decreto de expulsión.
Revueltas anticonversas
La revuelta anticonversa de Toledo de 1449, liderada por el alcalde mayor Pedro Sarmiento, tuvo como desencadenante la actividad recaudatoria del converso Alfonso Cota (padre del poeta Rodrigo Cota); pero su trascendencia más decisiva fue que su ejemplo extendió los estatutos de limpieza de sangrecomo requisito para entrar en muchas instituciones castellanas. Aunque
tal causa era muy popular, muchas de entre el gran número de revueltas anticonversas de la época no tenían nada de espontáneo, sino que estaban provocadas por los intereses cruzados en las guerras civiles castellanas de la época, no siempre en favor del mismo bando. El 14 de marzo de 1473 (en Cuaresma) tuvo lugar en Córdoba una matanza de cristianos nuevos, a los que se acusaba de haber profanado la procesión de la Hermandad de la Caridad (que sólo aceptaba a cristianos viejos). La represión de la revuelta por Alonso de Aguilar,20 que mató a un cabecilla popular (el herrero Alonso Rodríguez) suscitó una nueva revuelta (liderada por un noble, Diego Aguayo), que sólo terminó cuando Aguilar, refugiado junto con gran cantidad de judíos y conversos en el Alcázar, ofreció el perdón general y mandó a judíos y conversos salir de la ciudad o mantenerse dentro de la judería.21 El ejemplo de Córdoba llevó a matanzas y saqueos similares en Carmona (donde se dijo que no quedó un converso con vida), Andújar, Úbeda, Baeza, Almodóvar del Campo y Valladolid. La revuelta que se produjo en Segovia el 16 de mayo de 1474, instigada por el marqués de Villena, amenazaba con ser todavía más mortífera y acabar con la toma del Alcázar por los enemigos de Isabel la Católica, extremo que fue frustrado por el converso Andrés Cabrera.22
El establecimiento de la Inquisición y la resistencia conversa
La implantación de la inquisición suscitó fuertes resistencias enmuchas ciudades, protagonizadas principalmente, pero no exclusivamente,
por los conversos. En la mayor parte se limitaron a protestas encauzadas
institucionalmente, como en Teruel. En dos destacados casos: Sevilla y Zaragoza, se plantearon de forma clandestina.23 En 1480 el asistente de Sevilla Diego de Merlo frustró una conspiración conversa (la de la Susona),
reacción al comienzo de la presión inquisitorial. En las averiguaciones
posteriores se apresó a un gran número de implicados, que terminaron en
la hoguera (unos dos mil, según el cronista Fernando del Pulgar —también cristiano nuevo—).24 En 1485, en Zaragoza, se culpó del asesinato del inquisidor Pedro Arbués a un grupo de influyentes conversos liderado por Jaime de Montesa (abogado de la Diputación de Aragón). También fueron condenados Juan de Pero Sánchez (administrador del General), mosén Luis de Santángel25 y Francisco de Santa Fe.
En el contexto de la extensa represión posterior se llegó a investigar
gran parte de las familias de alto y medio rango de Aragón; destacando
entre los conversos Alfonso de la Cavallería (vicecanciller), Luis de Santángel (homónimo de uno de los condenados, y uno de los funcionarios más cercanos al rey Fernando) y su tío Gabriel Sánchez (tesorero real —descendiente de Alazar Golluf26 —).27
La expulsión de los judíos en 1492
Los Reyes Católicos, dentro de su política de máximo religioso,28 intentaron con la expulsión de los judíos(1492) salvar de la contaminación criptojudía a los conversos y
estimular las conversiones. En ambas cosas, la medida tuvo un resultado
relativo. Las más sonadas conversiones fueron la de Abraham de Córdoba (apadrinado por el cardenal Mendoza y el nuncio papal) y la del rabino mayor de Castilla, Abraham Senior, que se bautizó apadrinado por los propios reyes, junto con toda su familia (cambiando su apellido por el de Coronel);29 mientras que su íntimo amigo Isaac Abravanel o el astrónomo Abraham Zacuto optaron por lo que hizo una parte (de incierta cuantificación) de los judíos: salir al exilio y formar las comunidades de judíos sefarditas dispersas por Europa y el Mediterráneo.
Las cifras propuestas por los historiadores son muy dispares: habrían
salido entre 50 000 y 150 000 de un total de unos 200 000 judíos.30 Un alto número de los expulsados (unos 50 000), arrepentidos de su decisión, volvieron bautizados a España, como Diego Martínez de Calahorra.31
De los 200 000 judíos calculados para 1492, 150 000 vivirían en la
Corona de Castilla (4% de la población) y 50 000 en la Corona de Aragón
(5%). Del número indeterminado de los expulsados, 10 000 corresponderían
a la Corona de Aragón, para la que los datos son más fiables,
considerándose imposible determinar cuántos salieron de Castilla.32
Persistencia del «problema converso»
naturaleza social más que religiosa o racial, no acabó por la
desaparición de los judíos, sino que subsistió con oscilaciones durante
toda la Edad Moderna, siendo sufrida por algunos de los más importantes intelectuales de los Siglos de Oro, como Luis Vives, los hermanos Valdés, los hermanos Vergara, Fernando de Rojas, Andrés Laguna, San Juan de Ávila, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León o Luis de Góngora (cuya condición conversa fue ampliamente ridiculizada por Quevedo); y entre los portugueses Samuel Usque, Pedro Nunes, Garcia de Orta, Francisco Rodrigues Lobo o António Nunes Ribeiro Sanches.33
periódicamente, en continuidad con la fortísima que se había iniciado en
1478 (con miles de ejecutados). Los últimos procesos importantes
tuvieron lugar a mediados del siglo XVIII (el del destacado novator Diego Mateo Zapata en España, 1745, o el del dramaturgo António José da Silva en Portugal, 1739).
La necesidad de ocultar el origen judío, o de compensarlo con celo del converso (lo que les llevó a todo tipo de extremos, como el de algunos inquisidores —comenzando por el propio Tomás de Torquemada—,34 o el de algunos heterodoxos —como María de Cazalla y Agustín de Cazalla—, además de los polemistas —primero antitalmúdicos o genéricamente antijudíos y luego anticonversos— Jerónimo de Santa Fe, Juan de España o Juan de Valladolid —a pesar de que se ha pensado que estaría entre ellos, no parece en cambio que lo fuera Alonso de Espina, un furibundo anticonverso que polemizó contra el converso Pedro Díaz de Toledo— o los poetas satíricos Pero Ferrús, Juan de Valladolid o fray Diego de Valencia —que se esforzaban en denunciar la condición marrana de sus rivales, usando entre otros recursos la introducción en su versos castellanos de abundantes palabras hebreas—35 ), así como la obsesión por demostrar la condición de cristiano viejo
y la omnipresencia del miedo a la arbitrariedad de la Inquisición,
caracterizaron la vida social de la España del Antiguo Régimen.
Participar en negocios, especialmente en compañías y armazones que hacen con los holandeses era prueba de ser traidor al Rey y a la patria donde nació, que fácilmente llevaba a los inquisidores a añadir la de judaizante (caso de Luis Fernández Pato, arrendador de las salinas de Andalucía, y su suegro Francisco López Capadocia, proveedor de la plaza de Tánger, en 1652).36 Cualquier conflicto social, especialmente los suscitados por las luchas entre redes clientelares establecidas entre los bandos rivales del patriciado urbano, podía expresarse en una acusación de judaizante o en la denegación de una prueba de sangre.37
La extensión de la presencia de antepasados judíos alcanzaba a todasHice el Credo y adorar
ollas de toçino grueso
torreznos a medio asar
oir misas y rezar
santiguar y persignar
y nunca pude matar
este ratro de confeso.
Antón de Montoro, 1474.38
las clases sociales, incluida la aristocracia y la mismísima familia
real, originando una peculiar literatura de denuncia (Libros verdes, entre los que el más divulgado fue el Tizón de la nobleza,
1560). El conocimiento general de la condición cristiana nueva de
algunos linajes no impidió que se mantuvieran en lo más alto de la
sociedad y del Estado (como la casa de Olivares y los Enríquez —a través de los cuales la condición cristiana nueva habría llegado también a los Trastámara y a los Habsburgo, aunque ya el primero de los Trastamara, Enrique II de Castilla, ya sería cristiano nuevo por parte de su madre, Leonora de Guzmán—). Parece que la madre de Fernando el Católico, Juana Enríquez, tenía antepasados cristianos nuevos. Más discutible es la pretendida condición judeoconversa de la familia de María de Padilla, amante de Pedro I el Cruel y abuela de Catalina de Lancaster
(abuela a su vez de Isabel la Católica), aunque lo que sí es muy
referido es la mala fama que tenía de hechicera y su relación con un
judío que le habría suministrado unas joyas encantadas para enamorar a
Pedro, quien por su parte también era sujeto de todo tipo de acusaciones
(provenientes del partido Trastámara) por su política filojudía y
filoconversa (que también se extendía a sus amantes).39
poco menos que universal; pero tales sospechas ni siquiera se disiparon
en época contemporánea, cuando el problema converso había dejado de ser
un movilizador social (con la significativa excepción de Mallorca)
y suscitaba interés únicamente entre los historiadores y los críticos
literarios. La búsqueda de antepasados conversos en todos los personajes
del Siglo de Oro se hizo extensiva e intensivamente, y pocos de ellos habrá que se hayan librado de tales pesquisas. Está en duda que Bartolomé de las Casas o Mateo Alemán fueran de origen judeoconverso, mientras que la existencia de judeoconversos en el árbol genealógico de Miguel de Cervantes le impidió probar su limpieza de sangre.40 Más evidente es la ascendencia cristiana nueva de los franceses Michel de Montaigne o Alexandre de Rhodes.
Marranos y «judíos nuevos»
Una crónica judía muy citada cuenta la siguiente anécdota atribuida a un inquisidor de Sevilla y al corregidor de esa ciudad: sideseáis daros cuenta de la cantidad de marranos,... subamos a lo alto
de esta torre.... Por más frío que sea el tiempo, no veréis humo alguno
elevarse de aquellas habitaciones, pues es sábado. Y, durante este día,
no se permite a los judíos tocar el fuego para encender.41
El concepto de marrano se aplicaba al judeoconverso que judaizaba,
aunque se generalizó de forma genérica como despectivo para todos
ellos. Su uso quedó fijado por la historiografía, sin matices
despectivos, para la particular forma que adquirieron las prácticas criptojudías en la península ibérica (corona de Castilla y reino de Portugal, siendo un término también usado, aunque con menor frecuencia, en la Corona de Aragón), y a los que, emigrando fuera de ella (especialmente al Norte de Europa y al Imperio otomano) generaciones después de la expulsión de 1492, se encuentran con las comunidades de judíos sefarditas establecidas allí, sufriendo un nuevo choque cultural y una no fácil convivencia (se les aplicaba generalmente el concepto de anusim —converso a la fuerza—, o incluso el de minim —hereje—). Casos destacados fueron los de Isaac Cardoso y Rodrigo Méndez Silva en Venecia y de Diego Teixeira Sampayo en Hamburgo. Entre los denominados judíos nuevos de Ámsterdam estuvo Uriel da Costa (a comienzos del siglo XVII), Orobio de Castro, Samuel Rosa, Juan de Prado, Nicolás Oliver Fullana, Isabel Correa y Miguel de Barrios42 (mediado el siglo, contemporáneos de Spinoza —cuyos orígenes portugueses o castellanos no están esclarecidos—).43
Como los que viven en España no guardan la Ley ni son circuncidados, y
aunque hagan algunas ceremonias de dicha Ley y hayan ido a
circuncidarse a algunas partes de Italia y Flandes... faltan en estas
cosas de ordinario que son las esenciales, a los tales los tienen allá
los verdaderos judíos por herejes que en hebreo los llaman minim.
La novia judía, de Rembrandt.
Aunque la identidad de los retratados no ha sido establecida con
certeza, una de las posibilidades es que represente a Miguel de Barrios y
su segunda esposa, Abigail de Pina.
Chuetas
La comunidad chueta se conformó en Mallorcacomo resultado de las prácticas endogámicas y la identificación por el
resto de la sociedad mallorquina de esa comunidad como «judía», a pesar
de profesar en su mayor parte la fe católica desde la conversión, aunque
en su seno se desarrollaban también prácticas criptojudías y sincréticas.
A Josep Tarongí, eclesiástico de origen chueta, se le impidió predicar en Mallorca en fechas tan tardías como l876.
Moriscos
El segundo ejemplo de colectivo que accedió masivamente a la categoría de cristianos nuevos (Pragmática de 14 de febrero de 1502 de conversión forzosa) fueron los moriscos,cuyo número era similar al de los judeoconversos (se calcula que serían
unos 325 000 a comienzos del siglo XVII —en torno al 4 % de la
población—), pero cuya situación social era radicalmente distinta: no
estaban dispersos por todas las ciudades como aquellos, sino
concentrados en comunidades rurales y sometidos a un duro régimen señorial,
para el que su situación socialmente inferior era una garantía de
sumisión, que al final no se cumplió. También los había nobles, como Fernando Núñez Muley,46 los Bellvis o los Marín;47 o incluso descendientes de la familia real nazarí, como los Granada Venegas;48 o intelectuales prestigiosos, como Alonso del Castillo y Miguel de Luna;49 50
aunque lo habitual es que permanecieran discriminados y relegados a un
estatus social inferior, condición común en las comunidades campesinas
mayoritarias en determinadas regiones donde componían pueblos y hasta
comarcas enteras, como la huerta de Valencia y Murcia (valle de Ricote), el valle del Ebro (desde la Tudela navarra hasta la Tortosa catalana) o las Alpujarras andaluzas. En el reino de Valencia suponían un tercio de la población, en Aragón un quinto.51
La implantación del cristianismo entre los moriscos distaba de ser
eficaz. Mayoritariamente ni habían recibido una mínima instrucción
religiosa, ni accedían a los servicios religiosos que ofrecían las
parroquias (ni siquiera se implantó una red eclesiástica suficientemente
tupida en sus zonas). En cuanto a la minoría de moriscos que se había
incorporado plenamente a la élite dirigente, también se había
incorporado plenamente a las prácticas religiosas cristinas. Incluso
muchos de los que se sublevaron en la llamada Guerra de las Alpujarras a mediados de 1568-1571 (Abén Humeya,
de nombre cristiano Fernando de Valor y Córdoba) habían sido
sinceramente cristianos, o al menos no lo negaban tras el bautismo
obligatorio a que fueron sometidos sus abuelos (entre 1501 y 1525, según
cada reino), pero retornaron a la fe coránica (o al tipo de
religiosidad popular pseudoislámica que había sobrevivido) ante las
vejaciones a que eran sometidos por las autoridades, que incluyó su
dispersión por el interior de la península, ante el temor de que
actuaran de apoyo a los turcos que amenazaban la costa, o que ellos
mismos se dedicaran al bandolerismo, como Alonso de Aguilar, el "Joraique".
Hubo casos de moriscos españoles que, llegados de un modo u otro al
territorio islámico norteafricano (algunos incluso como cautivos), se
convirtieron allí en personajes importantes, como Yuder Pachá.
Cuando se decretó la expulsión de los moriscos en 1610,
muchos de los desterrados eran cristianos que al llegar a sus lugares
de exilio no tuvieron más remedio que convertirse al islam para poder
integrarse.
Una de las manifestaciones de religiosidad ecléctica más notorias,
dentro de los diferentes intentos de legitimar rasgos de la identidad
cultural morisca más allá del islam, fue el caso de Torre Turpina y los Plomos del Sacromonte (1588-1599).52
Persistencia en la historia y la cultura erudita y popular de España
intentaban librarse falsificando sus genealogías o entrando en la
jerarquía eclesiástica e incluso en la Inquisición. El estigma se ha mantenido localizadamente hasta bien entrado el siglo XX: todavía a finales del siglo XIX, a un seminarista chueta, se le prohibió ordenarse sacerdote alegando que era cristiano nuevo. Hasta mediados del siglo XX,
los chuetas tenían dificultades por las mismas razones para entrar en
instituciones como colegios religiosos. Al igual que ocurrió con los
moriscos en la época de su expulsión, muchos chuetas se han interesado
recientemente por la fe judía que se les ha atribuido durante siglos y
que les era totalmente ajena. Treinta familias chuetas llegaron incluso a
emigrar a Israel en 1959.
La persistencia de la identificación del ser de España
con una condición étnico-religiosa construida ideológicamente en
oposición al concepto de lo cristiano nuevo ha sido una constante
histórica mantenida a lo largo del Antiguo Régimen y que se prolonga en la Edad Contemporánea, y no únicamente en el pensamiento erudito, reaccionario, conservador o progresista (Adolfo de Castro —Historia de los judíos en España, 1847—,53 Marcelino Menéndez y Pelayo —Historia de los heterodoxos españoles, 1880—, Julián Juderías —concepto de Leyenda negra, 1914—, Claudio Sánchez-Albornoz —en contradicción con Américo Castro, años 1950—), sino incluso en la arena política (la "conspiración judeo-masónico-comunista-internacional" tan citada por Francisco Franco)54 y muy implantado en lo que se ha venido denominando casticismo. Aparece de forma ubicua en la heráldica (con abundante representación de cabezas de moros), la toponimia (Suspiro del Moro, Cuelgamoros —hoy Cuelgamuros, el lugar donde se construyó el Valle de los Caídos—55 Castrillo Matajudíos, actual Castrillo Mota de Judíos), la antroponimia (Matamoros, Despeñaperros), la renovación anual del Voto de Santiago y numerosísimas festividades populares (Santo Niño de La Guardia, Corporales de Daroca, Tributo de las cien doncellas, moros y cristianos). Incluso "matar judíos" es una forma de denominar la costumbre de "ir de tapas" en algunas localidades, como León.56
Pueblos malditos
La oscuridad del origen de vaqueiros, maragatos, agotes, brañeros y, en general, de los denominados "pueblos malditos" (pasiegos, hurdanos, soliños de la península del Morrazo —María Soliño—, afiladores orensanos de Nogueira de Ramuín) ha hecho que a lo largo de la historia se les haya pretendido identificar con el concepto de cristianos nuevos.57También la condición étnico-religiosa de comunidades como los mercheros (o quinquis) y los gitanos ha sido tradicionalmente uno de los elementos asociados a la discriminación que les afecta.
Véase también
Notas y referencias
condición de cristiano viejo debía ser acreditada con siete partidas de
bautismo: las correspondientes al aspirante, sus padres y sus cuatro
abuelos» para el ingreso en muchas instituciones y profesiones, como en
este caso en la abogacía) [1]. En burla de semejantes pretensiones, Cervantes, en el Retablo de las maravillas,
añade como requisito para poder ver el inexistente artefacto, que
además de cristianos viejos debían ser «nobles», entendiendo esto no
como pertenecientes al estamento nobiliario, sino como de esclarecido
nacimiento, o sea, de padre y madre conocido.
- Juan García Atienza, [Guía de los pueblos malditos españoles], Arín, 1985, ISBN 8434402483.
- Breve artículo del mismo autor: Los pueblos malditos
- Tesa Vigal, Pueblos malditos en España, cita como fuente el libro de García Atienza.
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Enlaces externos
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- Sefarad - Revista de estudios hebraicos y sefardíes, CSIC (bianual desde 1941).
- Conversos en Gran Enciclopedia Aragonesa.
- Un padrón de conversos sevillanos (1510)
- Jaime Castillo, De solidaritats jueves a confraries de conversos: entre la fossilització i la integració d'una minoria religiosa, en Revista d'Historia Medieval 4, pp. 183-206
- Ernesto García Fernández, Los conversos y la Inquisición
- Michael Jones, La tragedia de los conversos en España.
- Isabel montes, El problema converso. Una aproximación historiográfica (1998-2008), en Revista de la Sociedad Española de Estudios Medievales nº 18, 2008.
- Vicent Parello, Los Mora de Quintanar de la Orden: un criptojudaismo familiar a finales del siglo XVI, en Sefarad, vol. 61, nº 2, 2001.
- Paloma Torrijos, Los judeo conversos en la Corte de los reyes de Castilla
en desgracia el Conde-Duque, hasta 1669 fueron procesados sólo en
Sevilla 441 portugueses, entre ellos los más ricos comerciantes y
banqueros. En cambio, el más poderoso de todos, Manuel Cortizos de Villasante, no fue molestado (Pessoas en Madrid).
- Santiago Fernández Mosquera, Situación y contexto de la Execración contra los judíos de Quevedo, en AISO, Actas III, 1993
Y odiados de unos y otros, influyendo
decisivamente en la vida de todos con su habilidad superior y su secreta
adhesión, los judíos consagrados a actividades financieras y a aquellos
oficios reposados y sutiles que requerían más habilidad que esfuerzo:
plateros, latoneros, zapateros, ropavejeros, pergamineros.
(el personaje utilizado como recurso literario por Cervantes para
hacerlo pasar como su fuente -el cronista o verdadero autor de la
historia de Don Quijote-), con un morisco que habría sido uno de los que
intervino en la traducción de los plomos del Sacromonte (Ismail
El-Outmani, El morisco Cide Hamete Bejarano, autor del Quijote).
... quienes eran y como actuaban las
personas, grupos sociales o compañías encargadas de la extracción de las
rentas regias... cuales eran los grupos sociales implicados en las
tareas de arrendamiento... la importancia numérica y económica que
tenían los arrendadores judeo-conversos respecto a los cristianos [viejos]...
lo que representaba la presencia judía en personas, aportación del
capital, control de rentas y otros mecanismos fiscales en el sistema
hacendístico granadino,... éste colectivo tuvo el peso y la importancia
adjudicados por la historiografía en el control de rentas... una
presencia masiva de familias conversas controlaban el negocio de las
rentas granadinas, llegando a superar con creces la presencia que tenía
este colectivo en el Reino de Castilla. La ausencia de un tribunal
inquisitorial en el Reino de Granada, la experiencia acumulada en el
arrendamiento de las rentas por las familias conversas, así como la
magnífica posibilidad que ofrecía el Reino para ampliar los negocios
financieros, fueron algunas de las causas que explican por qué el
elemento converso fue tan importante en el Reino granadino. Compañías
sólidamente asentadas en Castilla como la formada por los conversos
toledanos Alonso Gutiérrez de Madrid, Fernando de Villareal, García de Pisa y Juan Díaz de San Gines, entre otros, participarán en el negocio de las rentas granadinas, acaparando fundamentalmente las rentas en las Alpujarras.
y élites de poder en Castilla durante la primera mitad del siglo XVI.
Rodrigo de Dueñas, consejero de Hacienda de Carlos V, en Jornadas Sefardíes y Seminario de las Tres Culturas "Las tres culturas en la Corona de Castilla y los sefardíes,
Castillo de la Mota, noviembre de 1989 y León, Palencia, Salamanca y
Valladolid, febrero de 1990. Valladolid: Consejería de Cultura y
Bienestar Social, 1990, p. 149-161
aho berengena / ya no las como que soy de Llerena... así que la
berengena de Toledo no se tiene por manjar de judíos ni por razón de
ellas pueden ser motejados de conversos los toledanos como los necios lo
entienden Sebastián de Horozco, El libro de los proverbios glosados
«se achou na porta da Universidade hum papel que dizia per notificacam,
que todo o estudante que fosse da nação dentro em três dias
dezaparecesse da Universidade sob penna de ser lancado com pancadas, e
bofetadas»
Golluf, miembro de una ilustre y antigua familia de Zaragoza […] fue
tesorero del rey don Juan de Aragón y de su esposa Violante. Su alta
posición le permitió ocuparse de los asuntos de la población judía
incluso fuera de los límites de la aljama donde habitaba. Yitzhak Baer, Historia de los judíos en la España cristiana, Barcelona, Riopiedras Ediciones, 1998, p. 485-486. Citado en Monique Combescure-Thiry, Les assassins de l’inquisiteur Pedro Arbués.
Instituto de Historia Eclesiástica Isabel la Católica, 2004 (Comisión
Isabel la Católica del Obispado de Valladolid, Página Oficial de la
Comisión para la Causa de Canonización de la Reina Isabel la Católica).
-
- Ángel Gómez Moreno, Judíos y conversos en la prosa castellana medieval (con un excurso sobre el del Marqués de Santillana], pg. 57 y ss.
- Julio Rodríguez Puértolas, La poesía de la Baja Edad Media, pg. 87 y ss.
- Francisco Marcos Marín, La Tragicomedia de Calixto y Melibea como conflicto de comunidades, pg. 135 y ss.
- Felipe Pedraza Jiménez, Los judíos en el teatro del XVII, comedia y entremés, pg. 153 y ss.
- Jesús Antonio Cid,Judíos en la prosa española del XVII (Imperfecta síntesis y antología mínima), pg. 213 y ss.
- Huellas judías en la literatura española en vallenajerilla.com. Valencia de León, Fray Diego de (1350-1412). Véase Cancionero de Baena.
Hombres de negocios procedentes de
Portugal, como las familias Pinto y Ribeiro, y más tarde Francisco López
Capadocia... se hallaban instalados en Lisboa y Amberes, dominando ese
importante eje de negocios. Treinta años después hicieron su entrada en
Castilla, dividiéndose entre Madrid y Sevilla. Poco a poco la familia se
fue ramificando de tal modo que sus miembros se situaron
estratégicamente en los centros neurálgicos de las transacciones
comerciales y financieras. Se mantuvieron en Portugal y en Castilla, y
fuera de la Península se distribuyeron entre Amberes y Ámsterdam en el
Norte, y Venecia en el Sur, construyendo entre todos un circuito de
enormes posibilidades.
presencia de un círculo de poder dividido en bandos enfrentados fue un
rasgo común a casi todas las villas y ciudades castellanas hasta el
siglo XVI... los Báñez y los Guraya en Mondragón, los San Tomé y San Benito en Salamanca, los Silva y Ayala en Toledo, los Ovando y Carvajal en Cáceres,... los Medina Sidonia y Ponces de León en Sevilla... En la ciudad de Murcia... Manueles y Fajardos... Sotos contra Riquelmes, Jaime Contreras Contreras y Raquel Sánchez Ibáñez, Familias, poderes, instituciones y conflictos, vol. 4 de Familia, élite de poder, historia social, EDITUM, 2011, ISBN 8483719983, pg. 171.
- Jaime Contreras: Curso de doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid, 1988. Los conversos (conferencia), París: Instituto Cervantes, 1999, La identidad del converso en España y fuera de España. Judíos, judaizantes y conversos en la Península Ibérica en los tiempos de la expulsión (en Ángel Alcalá, Judíos sefarditas). Iglesia, religión y sociedad, Fundación Instituto de Historia Social, 1999. Historia de España - Espasa Calpe (tomos V y VI). Domínguez Ortiz y la bibliografía sobre judeoconversos. Historia de la Inquisición Española(1478-1834): Herejías, delitos y representación, Arco, 1997. Sotos contra Riquelmes: regidores, inquisidores y criptojudíos, Anaya & M. Muchnik, 1992, ISBN 8479790423
- Max Sebastian Hering, La "limpieza de sangre" y sus implicaciones sociales", en "Limpieza de sangre" ¿racismo en la Edad Moderna?, Tiempos Modernos nº 9 (2003-04) ISSN: 1139-6237:
Para acceder a las instituciones regidas por dichos estatutos se hizo
menester certificar la “pureza de sangre” mediante la presentación de
un árbol genealógico. Este procedimiento de ingreso se denominaba
“prueba de sangre”, en el que informantes de las instituciones
correspondientes examinaban los linajes en cuestión. A base de
interrogatorios se elaboraba un protocolo y se verificaba la genealogía,
indagando sobre su supuesta constitución inmaculada. Los informantes
viajaban a los lugares de nacimiento de los pretendientes, a los de sus
padres y a los de sus abuelos, con el fin de localizar testigos entre la
comunidad y sus alrededores que proporcionaran información concerniente
a su posible pasado judío o musulmán. En los casos en que los
encuestados no conocían personalmente a los aspirantes, el prestigio y
la reputación de la familia —en ese entonces, “voz pública” y “fama”— se
convertían en criterios suficientes para denegar o aceptar la solicitud
respectiva. De esta manera se hace evidente que la investigación
genealógica —predestinada a la corrupción y a la falsificación— se
consolidó como criterio determinante de ingreso al mundo del saber y del
poder, en una sociedad para la cual el concepto de la “pureza” o
“impureza de sangre” regía la movilidad social. Acorde con la teoría de
la “limpieza de sangre”, ésta no tenía otra función distinta al bloqueo y
a la obstaculización del proceso de asimilación y de la correspondiente
movilidad vertical de los “cristianos nuevos”. Gracias a las
investigaciones microhistóricas de Jaime Contreras se ha podido
comprobar que en la práctica cotidiana el criterio de “limpieza de
sangre” ha sido instrumentalizado tanto en pro como en contra de los
aspirantes, en donde el carácter de los interrogados, obedeciendo al
grado de amistad o de enemistad con el pretendiente, determinaba si sus
testimonios los beneficiaban o perjudicaban. Más allá de un supuesto
“origen verídico” de un aspirante, la “limpieza de sangre” actuó como un
mecanismo de rivalidad entre familias, clanes y estamentos. De esta
manera se dio origen a un nuevo dispositivo de enemistad social.
vol 51 de Biblioteca Áurea Hispánica, Asociación de Cervantistas.
Coloquio Internacional, Universiṭah ha-ʻIvrit bi-Yerushalayim,
Iberoamericana Editorial, 2008, ISBN 8484893146.
- Kaplan, Judíos nuevos..., op. cit.
- Henry Méchoulan, Abraham Pereyra y otros Hispanidad y judaísmo en tiempos de Espinoza, especialmente pg. 34.
- Moriscos y judeoconversos en Webislam.
judío de Orán del siglo XVII que se encontraba en la Corte con
beneplácito regio y que dio este informe a los inquisidores. Citado en
Pilar Huerga, El marranismo ibérico y las comunidades sefardíes, en Entre
el Islam y occidente - Los judíos magrebíes en la edad moderna:
seminario celebrado en la Casa de Velázquez, 16-17 de noviembre de 1998, pgs. 49 y ss. Casa de Velázquez, 2003, ISBN 8495555441.
He visto varias copias de estos
documentos, i cada una de ellas parece ser de distinto autor. Para que
el lector se convenza de esta verdad, voi á trasladar aquí dos de cada
una.
Carta de los judíos de España á los de Constantinopla.
«Judíos honrados, salud i gracia:
Sepades que el rei de España por pregon público nos hace volver
cristianos i nos quiere quitar las haciendas i nos quita las vidas, i
nos destruye nuestras sinagogas, i nos hace otras vejaciones, las cuales
nos tienen confusos é inciertos de lo que debemos hacer. Por la lei de
Moisen os rogamos i suplicamos tengais por bien de hacer ayuntamiento é
inviarnos con toda brevedad la deliberacion que en ello habeis hecho. —
Chamorro, príncipe de los judíos en España.» La misma carta en otro
estilo.
«Como hermanos i personas de nuestra lei
á quienes igualmente nuestra desventura toca, os damos parte de lo que
acá pasa, para saber vuestro parecer é con él determinarnos á lo que
hayamos de seguir; i es que el rei de España de poco acá ha dado en
hacernos grandes fuerzas é violencias, especialmente nos profana
nuestras sinagogas, mata nuestros hijos, toma nuestras haciendas; i lo
peor es que manda que dentro de cuatro meses ó seamos cristianos, ó
salgamos de sus reinos. Sobre esto en particular nos enviad vuestro
parescer en cada cosa, porque este seguirémos: la turbacion que tenemos
no nos deja determinar. El alto Dios Adonay sea con todos.»
Respuesta de los judíos.
«Amados hermanos en Moysen: vuestra
carta recibimos: en la cual nos significais los trabajos é infortunios
que padeceis, de los cuales nos ha cabido tanta parte como á vosotros.
El parecer de los grandes sátrapas y rabíes es el siguiente: — A lo que
decís que el rey de España os hace volver cristianos, que lo hagais pues
no podeis hacer otro. A lo que decís que os manda quitar vuestras
haciendas, haced vuestros hijos mercaderes para que les quiten las
suyas; y á lo que decís que os quitan la vida, haced vuestros hijos
médicos é apotecarios para que les quiten las suyas; y á lo quedecís que
os destruyen vuestras sinagogas, haced vuestros hijos clérigos para que
les profanen y destruyan su religion y templo. A lo que decís que os
hacen otras vejaciones, procurad que vuestros hijos entren en oficios de
república para que sujetándoles os podais vengar de ellos. Y no salgais
de esta órden que os damos, porque por esperiencia vereis que de
abatidos vendreis á ser tenidos en algo. — Usuff, principe de los judíos
de Constantinopla.»
La misma respuesta en otro estilo.
«Recibimos vuestra carta y cuanto fue
posible nos dolió é dió penavuestro trabajo é desasosiego; y en cuanto
toca al parescer que nos pedís, comunicado con los mas sabios rabís y
hombres de buen ingenio desta sinagoga, nos paresce que el mejor y
postrer remedio con que todo lo acabais es el baptizar los cuerpos,
quedando los ánimos firmes, en lo que se debe á nuestra ley, y con esto
os podreis vengar de todos los agravios que os han hecho; porque si os
han profanado vuestras sinagogas, haced vuestros hijos clérigos y
profanareis sus iglesias; si os han matado vuestros padres, haced
vuestros hijos médicos y matareis los padres suyos; si os han tomado
vuestras haciendas tratantes sois, tratadlos de manera que presto sean
vuestras las suyas; y haciendo esto vengareis lo hecho y por hacer. — El
alto Dios Adonay sea con vosotros.»
Pero estos documentos son del todo
apócrifos, i su verdadero autor fue el cardenal Siliceo, arzobispo de
Toledo, que los publicó como sacados del archivo de aquella iglesia con
propósito asi de difundir la noticia de que muchos judíos se habian
convertido en clérigos para vivir mas seguros de la Inquisicion, como de
conseguir de la corte de Roma el estatuto de limpieza para los que
tuvieren prebendas ó beneficios en aquella diócesis. Entonces se
esparcieron por España las cartas apócrifas de las que se ha hablado en
el libro 1.º de la presente historia en contraposicion de las fingidas
por el cardenal Siliceo. De modo que esto fue una guerra hecha con
papeles. El cardenal decia que deberian desterrarse de las prebendas,
beneficios i dignidades de la Iglesia de Dios á todos cuantos vinieren
de linaje de judíos, porque la mayor parte de los que quedaron en España
despues de la espulsion, tomaron aquellos cargos que mas les convenían
segun los consejos de los rabís de Constantinopla. Los convertidos
verdaderamente á la fe, decian que deberian ellos ser admitidos en tales
dignidades, puesto que sus ascendientes contradijeron la muerte de
Jesucristo, fundando su parecer en aquella carta atribuida á la sinagoga
de Toledo. Ser el cardenal Siliceo quien mas apretaba para el estatuto
de limpieza en la metrópoli de esta ciudad, i ser la carta atribuida á
los judíos que no consintieron en la muerte del Salvador del mundo,
escrita por los judíos de la sinagoga toledana, la cual era nada menos
que cabeza i primada de las Españas, de la misma suerte que hoi lo es
aquella iglesia, me hace sospechar que todos estos documentos así de una
parte como de otra son forjados cada cual con el propósito de
desvanecer los argumentos de sus contrarios.
- Joaquín Álvarez Barrientos, Los
judíos y su cultura en la producción literaria del siglo XVIII: la
construcción del tópico "judeo-masón-liberal" durante la Ilustración y
el Romanticismo, en Hassán, op. cit., pg. 267 y ss. - Pura Fernández, La literatura del siglo XIX y los orígenes del contubernio judeo-masónico-comunista, ídem, pg. 301 y ss.
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