martes, 24 de mayo de 2016

La historia olvidada de los Trastámara, los reyes fratricidas que vertebraron España

La historia olvidada de los Trastámara, los reyes fratricidas que vertebraron España













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Historia

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La historia olvidada de los Trastámara, los reyes fratricidas que vertebraron España


Con Fernando y su hija Juana murió la
dinastía que Enrique de Trastámara había empezado el 14 de marzo de 1369
en una sangrienta y trágica noche en Montiel

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Retrato de Enrique II «El Fratricida», el primer Trastámara - Wikimedia
Carlos V tenía sangre Trastámara por parte de su madre, Juana «La Loca»,
pero a esas alturas era el último e intrascendente rastro que quedaba
de una dinastía que había vertebrado la historia de Castilla, primero, y
luego la de Aragón. «Hagan otros la guerra; tú feliz Austria, cásate;
porque los reinos de Marte da a los otros, a ti te los concede Venus»,
rezaba la traducción de unos versos latinos del siglo XVI sobre la
estrategia llevada a cabo por los Habsburgo para
extender sus tentáculos por Europa. Frente a esos monarcas austriacos y
sus pródigos matrimonios, la familia de los fratricidas castellanos se
ahogó a la orilla de la Edad Moderna y, sin más, desapareció.

«¿Dónde
está ese judío hideputa que se nombra Rey de Castilla?», gritó Enrique
de Trastámara, hermano bastardo del Rey, antes de enzarzarse en un duelo
fratricida
Con Fernando y su hija Juana murió la dinastía que Enrique de Trastámara
había empezado el 14 de marzo de 1369 en una sangrienta noche en
Montiel. Tras casi 20 años en guerra –donde Enrique de Trastámara y su
hermano Pedro I «El Cruel» (o «el Justiciero»,
dependiendo del bando) se disputaron la Corona de Castilla, involucrando
a numerosos reinos vecinos, incluidos los de Francia e Inglaterra–,
ambos se encontraron frente a frente en Montiel. «¿Dónde está ese judío
hideputa que se nombra Rey de Castilla?», gritó Enrique de Trastámara,
hermano bastardo del Rey, antes de enzarzarse en un duelo fratricida
que dio a Castilla un nuevo Rey y origen a una nueva dinastía: Enrique
«El Fratricida» de los Trastámara.

La guerra entre los dos
hermanos empezó con la repentina muerte de Alfonso XI de Castilla, en
1350, a causa de la peste, cuando solo contaba 40 años. La Corona de
Castilla cayó por sorpresa en un imberbe Pedro I. Hasta entonces, el
joven príncipe había estado aislado de la Corte junto a su madre María
de Portugal, que había sido desplazada por la hermosa amante del Rey, Leonor de Guzmán (tataranieta de Alfonso IX de León),
y por los diez hijos frutos de esta relación extramatrimonial. Enrique
de Trastámara fue uno de los hijos de Leonor y el primero en llegar a la
vida adulta junto a su hermano gemelo Fadrique Alfonso de Castilla.



El Conde Trastámara le hace la guerra a Pedro I

Mientras Pedro permanecía marginado, Enrique recibió los condados de Noreña y Trastámara y los señoríos sobre Lemos y Sarria, en Galicia, y las villas de Cabrera y Ribera,
junto al resto de concesiones de las que se beneficiaron los hijos de
Leonor. El fallecimiento de Alfonso XI revirtió la situación. Con la
llegada al poder de Pedro I y de su madre María de Portugal, los hijos de Leonor perdieron el apoyo de buena parte de la nobleza y tuvieron que huir de la corte.

La guerra civil costó muchas vidas a ambos bandos. Leonor y varios de sus hijos fueron ejecutados por orden del Rey, que fue apodado a la postre como «El Cruel».
A su muerte, en 1369, terminó el reinado de la Casa de Borgoña en
Castilla y empezó el de la Casa de Trastámara. En el libro «Historia de
España de la Edad Media» (Ariel), el profesor Julio Valdeón Baruque
plantea que «la victoria del bastardo fue de la mano de la
consolidación de los cimientos del poder real, así como de lo que se ha
denominado de “la revolución aristocrática”». Enrique II se presentó
ante sus súbditos como un continuador de las obra de su padre, Alfonso
XI, lo que significaba que pretendía defender el fortalecimiento del
poder regio. Ésto no se traducía necesariamente en acotar el poder de
las Cortes, que fueron convocadas con toda normalidad y mucha frecuencia
durante su reinado.

Sepulcro de Juan I. Capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral de Toledo.
Sepulcro de Juan I. Capilla de los Reyes Nuevos de la Catedral de Toledo.- Wikimedia
A
la muerte de Enrique le sucedió en el trono castellano su hijo, Juan I
de Castilla, que también tuvo que luchar para defender sus derechos al
trono frente a los descendientes de Pedro «El Cruel». Juan fue un continuista del periodo anterior y su reinado supuso un periodo de maduración institucional para la Corona de Castilla
y de expansión militar. No obstante, la hegemonía castellana en la
Península ibérica y la presencia de personajes afines a la dinastía
anterior en los reinos vecinos complicaron la posición de Juan en el
encaje internacional. Como prueba de ello, en julio de 1380 se firmó en
Estremoz un acuerdo secreto que preveía una acción angloportuguesa sobre
Castilla para sustituir al trastámara por Juan de Lancaster,
casado con la hija de Pedro «El Cruel». La operación fue un fracaso y,
de la enemistad con Portugal, se pasó de golpe a la amistad a través de
la boda de Juan y la hija del Rey luso.

Con la intención de
evitar un nuevo desembarco inglés en Portugal, Juan de Castilla reclamó a
la muerte del Rey de Portugal los derechos dinásticos de su esposa para
establecer un protectorado sobre el reino portugués a partir de 1383.
El matrimonio fue reconocido como Rey y Reina de Portugal por la
nobleza, con la hostilidad del pueblo en algunos puntos del país, lo
cual devino en una revuelta encabezada por el maestre de Avís, que era hermano bastardo del anterior Rey.

La
derrota castellana llevó a pensar a Juan de Lancaster que se trataba de
un momento excelente para volver a reclamar el trono castellano
El
3 de septiembre de 1384, Juan I de Castilla dejó guarniciones en las
plazas de sus partidarios, regresó a Castilla y pidió ayuda al Rey de
Francia. El monarca castellana entró de nuevo en Portugal por la ruta de
Ciudad Rodrigo y Celorico. Pero las derrotas que sufrió su ejército en Trancoso y Aljubarrota,
en mayo y en agosto de 1385, supusieron el fin de sus opciones de
imponerse como Rey de Portugal. En Aljubarrota el desastre castellano
fue absoluto, el Rey huyó a Santarém y desde allí bajó el Tajo hasta
encontrarse con su flota cerca de Lisboa. A partir de entonces, los Avis
iniciarán en el país vecino uno de los periodos de mayor esplendor de
Portugal. De bastardo a bastardo.

Se afianzan en Castilla, desembarcan en Aragón

La
derrota castellana en Portugal llevó a pensar a Juan de Lancaster que
se trataba de un momento excelente para volver a reclamar el trono
castellano e incluso el Papa Urbano VI se prestó a
ello. Le reconoció como Rey en abril de 1386. No obstante, la dinastía
Trastámara reaccionó reorganizando su ejército y sus estructuras
políticas para hacer frente a la amenaza inglesa. Cuando los ingleses
desembarcaron en La Coruña en julio de 1386 no hallaron el reino
desarticulado que esperaban, sino todo lo contrario. Avanzaron a través
de Galicia, tierra afín a Pedro «El Cruel», siendo coronado Rey en Santiago de Compostela y plantada su corte en Ourense. Hasta aquí llegaron sus pretensiones.

Castilla
se defendió a las incursiones inglesas y la superioridad de su flota
forzó a Juan Lancaster a renunciar a la Corona a cambio de una
compensación económica. Tras años de cierta estabilidad, Juan I de Castilla falleció el 9 de octubre de 1390 junto a la puerta de Burgos, dejando el poder en un consejo de regencia hasta que su hijo Enrique III alcanzara la mayoría de edad.

Retrato de Enrique III, «El Doliente»
Retrato de Enrique III, «El Doliente»- ABC
Lo
más reseñable para los Trastámara en materia internacional en los
siguientes años a la muerte de Juan I fue el desembarco de la dinastía
fratricida en la Corona de Aragón. El largo reinado de Pedro IV de Aragón finalizó con una sensación de crisis general y con la banca catalana arruinada. Le sucedió su hijo Juan I «El Cazador», cuyo reinado se caracterizó por el desorden administrativo y financiero en Aragón, y a éste le siguió su hermano Martín «El Humano», hasta entonces gobernador de Sicilia.

Martín
trató de ganarse el favor de las oligarquías urbanas —muy descontentas
con la anarquía del anterior reinado— pero finalmente quedó atrapado en
el terreno de la indecisión y nada pudo hacer para finalizar los
enfrentamientos banderizos que dividían los reinos de Aragón y Valencia.
En 1410, Martín I moría sin dejar hijo varón vivo (si dejó a un nieto
ilegítimo, Fadrique) ni hermano al que dar la Corona.

Ante esta
situación se decidió que el sucesor de Martín I sería el que designara
un Parlamento General de la Corona, para lo cual se reunieron en febrero
de 1411 en Calatayud las Cortes de Aragón bajo la presidencia del
arzobispo de Zaragoza, García Fernández de Heredia. La disputa, sin
embargo, evolucionó en enfrentamiento abierto entre los dos principales candidatos a suceder a Martín: Jaime II de Urgel y Fernando de Trastámara, el de Antequera, Infante de Castilla.

«El Compromiso de Caspe», pintado por Dióscoro Puebla en 1867
«El Compromiso de Caspe», pintado por Dióscoro Puebla en 1867
Fernando de Antequera era hijo segundo de Juan I de Castilla y de Leonor de Aragón, hermana del Rey aragonés Martín «El Humano»,
lo que le convertía en un sólido candidato al trono. No en vano, fue su
capacidad económica (su red de señoríos era enorme), su sólido
prestigio militar y el ejército castellano a su disposición lo que le
entregó la Corona en 1412. A través de una serie de acuerdos con Jaime
II de Urgel –lo que vino a certificarse en el Compromiso de Caspe–, Fernando prendió la dinastía Trastámara en Aragón. La perpetuaron dos de sus hijos, Alfonso V «El Magnánimo» y Juan II (padre de Fernando «El Católico»).

El caos de Juan II y Enrique «El Impotente»

Mientras
tanto en Castilla Enrique III pacificó a la aristocracia y restauró el
poder real, apoyándose en la pequeña nobleza. Sin embargo, los sucesivos
reinados de Juan II y de Enrique IV interrumpieron la serie histórica
de reyes que habían reforzado el poder regio. Las revueltas dirigidas
por nobles convirtieron sus reinados en un nido de inestabilidades. A la
muerte de Enrique «El Impotente» (se sospecha que envenenado por orden de su hermana) aconteció una guerra de sucesión entre los partidarios de su hija Juana «La Beltraneja» y la hermanastra del Rey, Isabel. La joven y su esposo, Fernando, heredero de la Corona de Aragón, se impusieron en la guerra. Dos descendientes Trastámaras reinarán al fin juntos en los dos principales reinos hispánicos.

Pintura de Felipe y Juana, en 1500
Pintura de Felipe y Juana, en 1500
La
unión de reinos fue el gran logro de esta generación de los Trastámara,
pero la dinastía no vivió para ver completado el proceso. Los Reyes
Católicos casaron a dos de sus hijos, Juan y Juana, con dos vástagos del
Archiduque Maximiliano de Austria con el objetivo de
alejar la amenaza francesa que se cernía sobre las posesiones aragonesas
en Italia. La alianza entre los Austrias (la dinastía Habsburgo) y los
Trastámara también implicaba a la familia real portuguesa, los Avis, y
de forma puntual a los Tudor a través del matrimonio de Catalina de Aragón con Enrique VIII de Inglaterra.
No en vano, la prematura muerte del infante Juan de Trastámara, el
único hijo varón de los Reyes Católicos en llegar a adulto, terminó
precipitando el desplazamiento de la casa reinante en España por los
Habsburgo.

La
prematura muerte del infante Juan de Trastámara, el único hijo varón de
los Reyes Católicos, terminó precipitando el desplazamiento de la casa
reinante
Pese a que Fernando «el Católico» intentó hasta sus últimos días –posiblemente a consecuencia de esos esfuerzos sexuales falleció
tener otro hijo varón con su segunda esposa, Germana de Foix; nunca lo
consiguió. Por el contrario, el Rey dejó todas sus posesiones a su hija
Juana, Reina de Castilla, que al encontrarse inhabilitada para reinar
cedió la Corona de Aragón, incluidos sus reinos italianos y una parte de
Navarra, a Carlos de Gante, futuro Carlos V de Alemania. Castilla
también pasó a sus manos.
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