EL TRICKSTER-BURLADOR Y SUS AVATARES.
PAYASOS SAGRADOS, BUFONES, SABIDURIA DEL TONTO, EL TONTO SANTO, LA RISA
POPULAR CARNAVALESCA, EL HÉROE CÓMICO, EL CLOWN, HOMO LUDENS, LA
ESTUPIDEZ, LA LOCURA,...
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POPULAR CARNAVALESCA, EL HÉROE CÓMICO, EL CLOWN, HOMO LUDENS, LA
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SABIOS TONTOS
HISTORIA DE LA IDEA "SABIDURÍA DEL TONTO"
La idea paradójica de
que el tonto puede poseer sabiduría, consigue su mayor desarrollo
durante la Edad Media y en el Renacimiento europeo. No es casualidad que
esa misma época fuera la de mayor auge en la sociedad del tonto
profesional (ver BUFON) o que la cultura popular fuese "carnavalesca",
según el término de Mijail Bajtín(ver RISA CARNAVALESCA), y el Estatus
particular del loco o tonto del que gozaba en la Edad Media. Eruditos y
filósofos cristianos desarrollaron la idea; se plamó en la vida
cultural, en la pintura y literatura, así como en el imaginario y en la
cultura popular medieval(ideas, leyendas y cuentos).
Aunque indudablemente la idea tuvo sus principios más temprano en el
proceso de civilización. Tan pronto como el hombre pudo sentir nostalgia
por un estilo de vida más simple, también debió preguntarse sobre la
superioridad de un estilo más simple de sabiduría, innata o inspirada,
sobre cualquier conocimiento del mundo que él había adquirido de su
propia deducción empírica o de la instrucción de otros. Siempre que la
razón pudiera preguntarse y reconocer que el corazón tiene razones que
la razón no entiende, se ha atribuido al tonto una especie de sabiduría.
Los hombres a menudo notaban que el no instruído o simple, en su pureza
del corazón, podría penetrar en verdades profundas frente a aquellos
estorbados por el aprendizaje y la convención, en el mismo sentido que a
veces sentimos una verdad más resonante en refranes caseros o
proverbios populares que en la exposición racional.
No es, de
hecho, ningún accidente que los tontos de la literatura
característicamente recurran a expresiones proverbiales; ya que los
proverbios dibujan su fuerza. Además, el desarrollo de la racionalidad,
como la civilización en vías de desarrollo, ha parecido traer tanto
cargas como ventajas; y más avanzado el desarrollo, más hombres que
añoran un estado más temprano, más simple, más natural, han
experimentado los gustos de lo incivilizado y lo irracional. El concepto
del tonto sabio, en oposición a una sabiduría natural o dada por Dioses
frente a una autoadquirida, es el más sofisticado y de mayor alcance de
aquellas ideas primitivas con las que el hombre se ha preguntado por
sus propias potencialidades y logros.
I
CARACTERÍSTICAS DEL TONTO
Las
implicaciones inherentes a la figura del sabio tonto crece de las
actitudes que la mayor parte de sociedades ha considerado verdaderos
tontos. Los nombres que le han dado sugieren, en sus matices
etimológicos, varias características que han sido atribuidos al tonto y
al loco: que sea tonto (ταιος, inanis, tonto), necio (ρος, stultus,
mentecato, payaso), imbécil (imbécile, dotard), y carente de
entendimiento (νοοσ, φρων insipiens); que sea diferente de los hombres
normales (idiota); que no articule palabra (Tor) o balbucee
incoherentemente (fatuus) y sea dado a la parranda bulliciosa (buffone);
que no reconozca los códigos de propiedad (ineptus) y ame burlarse de
otros (Narr); que actúe como un niño (νπιος); y que tenga una
simplicidad natural e inocencia en el corazón (θης, natural, simplón).
LIBERTAD DEL TONTO
Aunque
los locos violentos tuvieron que ser, necesariamente, por lo general
retenidos o encarcelados por la sociedad, los tontos inocuos a menudo
disfrutaban de especial privilegio. Su impotencia les ha ganado la
protección compasiva del más afortunado, como su infantilismo les da a
los niños la licencia para ser irresponsables — y a menudo irreverentes-
en palabras o acciones. Ya que son dirigidos sólo por sus instintos
naturales, el tonto y el niño no son considerados responsables a las
reglas de la sociedad civilizada. Ya que mientras los adultos maduros
aceptan los códigos de conducta y de creencia, asumiendo que deben
“saber más y mejor,” que el tonto, del que no se espera, como del niño,
que "sepa" algo. Por esto, a menudo le concedían una libertad
considerable.
Quizás más que otra cosa, es el privilegio del hablar impunemente hacía del tonto un ser “todo autorizado”,
papel tan atractivo a la imaginación literaria. Además, aunque los
tontos se mantienen aparte de la humanidad normal, a veces fueron
tratados como objetos del escarnio, pero a veces también hizo que fueran
venerados. En la Edad Media, como en ciertas sociedades primitivas, se
pensó que estaban bajo la protección especial de Dios, y la posibilidad
siempre existía que lo que sonaba a la charla necia era, en realidad,
“conocimiento superior”.
INTERPRETACIÓN PSICOLÓGICA
El
psicólogo moderno ha tomado, retrospectivamente, el interés especial por
la personalidad del tonto; ya que en términos freudianos él encarna la
expresión no impedida del ello. Careciendo de cualquier vestigio de un
superego, el tonto se rinde desvergonzadamente a sus apetitos corporales
y deseos naturales, y él está con regularidad caracterizado por su
hambre, sed, lujuria, y obsesión con obscenidades.
Se ha indicado que
su misma etimología tiene una sugerencia genital (follis). Sin la
personalidad social para enmascarar sus emociones, él es infantil en la
completa franqueza de sus respuestas: cuando es feliz, se ríe; cuando
está triste, llora. Ya que anda igualmente falto de memoria e incapaz de
seguir algo por su conclusión lógica, el pasado y el futuro carecen de
sentido para él y felizmente vive en y para el momento. Instruido sólo
por sus sentidos y su intuición, busca sólo autosatisfacción, él es el
principio de placer personificado. Su enemigo, el superego, representa
todas las convenciones y la racionalidad de civilización de la sociedad
que él encuentra incomprensible e intolerablemente represiva. Sin
embargo podemos decidir que expresa la antítesis-ello vs. superego,
corazón contra cabeza, caos contra orden, anarquía contra cultura,
naturaleza contra arte, pasión contra razón, placer contra virtud,
Carnaval contra Realidad — su lealtad siempre es de modo inconfundible
clara y unilateral.
LOCURA Y SOCIEDAD
Lo que caracteriza durante la Edad Media y el Renacimiento al estatus del loco es esencialmente la libertad de circulación y de existencia que
se le permite. Las sociedades medievales, por paradójico que parezca,
eran perfectamente tolerantes en relación con el fenómeno de la locura: a
pesar de la fuerte organización jerárquica del feudalismo, a pesar del
sistema riguroso de vínculos de las familias o de las parentelas, el
loco era un individuo tolerado. Se le toleraba incluso en el seno de la
sociedad, aunque ocupara siempre un lugar relativamente marginal. Era
costumbre, por ejemplo, que en todos los pueblos hubiese alguien al que
se llamaba el tonto del pueblo, personaje que todavía se encuentra en
algunas regiones un poco rústicas y arcaicas de Europa. El tonto o los
tontos del pueblo tenían un estatus marginal: no trabajaban, no estaban
casados, no formaban parte del sistema de juego y su lenguaje estaba
relativamente desvalorizado. Sin embargo, existían en el interior de las
sociedades, donde eran recibidos, alimentados y hasta cierto punto
soportados, se dejaba al loco circular de ciudad en ciudad, de lugar en
lugar. Había simplemente algunos puntos que eran, en cierto modo, los
puntos de coacción donde se ubicaba, se encerraba, de un modo siempre
provisional a los locos que estaban demasiado agitados o eran
peligrosos. Encierro provisional, en el límite de las ciudades, que
dejaba a la mayoría de los locos su libertad de existencia y de
movimiento.
La sociedad del siglo XVII, en cambio, se convirtió,
en relación con la locura, en una sociedad profundamente intolerante, la
presencia del loco, en el interior de la familia, en el interior del
pueblo, en la sociedad, se volvió literalmente intolerable, era el
principio de la organización social, política y estatal de las
sociedades capitalistas. El capitalismo se está organizando en el ámbito
de los Estados y de las naciones. En una sociedad como ésta, la
existencia de una masa de población ociosa llega a ser literalmente
imposible e intolerable.
Por primera vez en Occidente se percibe
al loco, al tonto, como anomalía o anarquía respecto de la sociedad,
como individuo al que hay que excluir. Hasta entonces el loco era un
individuo marginal, pero aún estaba incluido en el interior de la
sociedad. Para que empiece a ser no sólo marginado, sino excluido
materialmente, individualmente, corporalmente de la sociedad, se han
necesitado estas nuevas normas de la sociedad capitalista en vías de
desarrollo.(Historia de la locura en la época clásica Michel Foucault)
BANQUETE DE TONTOS O FIESTA DE LOCOS
En
las sociedades europeas de la Edad Media, tenemos la prueba evidente
del estatus particular del loco en una práctica muy curiosa. Antes del
final del siglo XII (y probablemente antes), el tonto había conseguido
la eminencia de tener su propio día de fiesta. El famoso, a veces
infame,Fête des Fous (Fiesta de locos, Banquete de
Tontos, Feast of Fools,o en España, Fiesta de Inocentes) dio
primeramente, al bajo clero, aunque sólo de modo efímero, la libertad
tradicional reservada al tonto y al loco. En ella se incorporaba el
espíritu del desgobierno de carnaval. En el transcurso de esta fiesta,
la tradición quería, en primer lugar, que la gente se disfrazara de tal
manera que su estatus social resultara enteramente invertido, o en todo
caso que los signos de su estatus social fueran invertidos. Los ricos se
vestían como los pobres, los pobres adoptaban las vestimentas de los
ricos, los que no eran nada en la sociedad se ponían a interpretar
durante unos días el papel de los más poderosos e, inversamente, los más
poderosos interpretaban el papel de los más humildes. Era la inversión
general del estatus social, era igualmente la inversión de los sexos,
los hombres se vestían de mujer y las mujeres de hombres, era
igualmente, por una sola vez al año, la gran impugnación del sistema
social entero, ya que en el curso de esta fiesta, la gente tenía derecho
a desfilar ya sea ante el palacio del burgomaestre, ante el palacio
episcopal, o ante el castillo del señor, y decirles, a cantarles las
cuatro verdades y a injuriarles si hacía falta. Toda esta gran fiesta
terminaba con una gran misa que era una misa al revés, a contratiempo,
una contramisa, la Fiesta del Asno que terminaba cuando se
introducía en el interior de la iglesia a un asno y en el momento en que
se ponía a rebuznar significaba amén.
Era la imitación
irrisoria de los cantos de la Iglesia. Relacionado con los Saturnales
paganos romanos, a pesar de la conversión del Imperio al cristianismo, y
de la denuncia de obispos y consejos eclesiásticos siguió celebrándose
por la gente en el Kalendas de enero con toda su vieja licencia. La
costumbre fue adoptada por los conquistadores bárbaros, España, Francia,
Alemania y Gran Bretaña. En el siglo XI el Obispo Burchard de Worms
pensó necesario fulminarla por los excesos relacionados con ellas. Como
parecía caer en el olvido entre la gente, el mismo le dio el carácter de
un festival religioso específico. El banquete de San Stephen (26
diciembre) para los diáconos, el día de San John (27 diciembre) para los
sacerdotes, el Día de los Inocentes para los muchachos, y para la
Circuncisión de subdiáconos, la Epifanía, o el 11 de enero. El Banquete
de Santos Innocentes se hizo un festival regular de niños, en ellos un
muchacho, decidido por sus compañeros de escuela de coro, funcionaba
solemnemente como obispo o arzobispo, rodeado por los niños del coro
mayores como su clero, mientras los canones y otro clero tomaban los
asientos más humildes.Al principio no hay pruebas para demostrar que
estas celebraciones tuvieran comportamientos especialmente indecorosos;
pero en el siglo 12 tal comportamiento se había hecho la regla, así en
el Banquete de Tontos estaba en su apogeo: un subdiácono joven era
elegido obispo señor del mal gobierno simulando al obispo, ataviado con
la insignia episcopal (excepto la mitra) y conducido por sus compañeros
al santuario. Una masa fingida empezó, mientras que las lecciones fueron
leídos cum farsia, cantaban canciones obscenas y bailaban,
comían en el altar pasteles y salchichas, y jugaban a las cartas y dados
en él. Por aquél entonces, este carácter ingenuo y burlesco de la
celebración sobre las cosas sagradas no sugería desprecio a ellas.
(Casi
tres siglos más tarde, estas celebraciones blasfemas se habían
extendido fuera de la iglesia, siendo asumidas y ampliados por las
seculares Societés Joyeuses(sociedades alegres) en las ciudades y
universidades (juergas seculares del Señor de Mal gobierno). Emulando a
los subdiáconos de las catedrales, los estudiantes y los ciudadanos
urbanos tuvieron la oportunidad de dominar despóticamente a sus mayores y
autoridades fingidas, tanto temporales como religiosas, con la amnistía
asumida. Pero el bíblico original en el que se basaba la fiesta sugiere
un “Mundo Girado Al revés“, teniendo que ver estrechamente con el
tonto. Ya que en su misma naturaleza, el tonto es iconoclasta, no
simplemente irreverente, potencialmente subversivo por su inhabilidad de
entender las asunciones en las que se fundan las autoridades. Es
demasiado simple para ver las nuevas ropas del emperador y demasiado
sencillo para abstenerse de apuntar la desnudez de la verdad.
Era
una fiesta de la religión invertida, era la contrafiesta, era la fiesta
de la contrarreligión, era algo así como los preludios lúdicos de la
reforma de Lutero. En cualquier caso, lo interesante es ver que sólo
esta fiesta, no bendecida por la Iglesia ni regulada por la religión,
estaba precisamente considerada como la fiesta de la locura. Era sentida
como la locura que se ponía a reinar en la ciudad en lugar del
orden.(Ver RISA CARNAVALESCA)
TONTO NATURAL Y TONTO PROFESIONAL
Al
mismo tiempo, los tontos de la Fête des Fous y la Société Joyeuse no
eran, por supuesto, genuinamente simples, y la diferencia debe hacerse
entre el tonto auténtico o natural y el tonto artificial o profesional.
Aunque no sepamos el origen de cuándo a un hombre normal le pareció
ventajoso asumir el aspecto de un simplón, hay cuentas en Xenophon,
Ateneo, Luciano, y Plauto de profesionales divertidos que se ganaron el
pan con estupideces, y de romanos ricos que conservaron bufones deformes
en sus casas cuya impudencia era legendaria. Sus descendientes son los
tontos de tipo Rigoletto de la Baja Edad Media y el Renacimiento Europeo
con su traje tradicional de colores, gorra y campanas, y bastón. Ellos
tuvieron su auge en los siglos XV y XVI, y algunos de ellos consiguieron
tal fama que sus nombres todavía son conocidos. Se supone que al menos
uno de ellos, el tonto de Francisco I, fue realmente estúpido, y el
famoso tonto de Tomas Moro sufrió un daño cerebral por una caída de la
torre de una iglesia; pero la mayor parte de ellos eran hombres de
inteligencia normal que encontraron provechoso adoptar el traje
multicolor por su capacidad de divertir y esto les dio la impunidad para
hablar libremente. El bufón profesional, cuyas bromas sardónicas
tendieron no sólo a divertir, sino a menudo corregir a su maestro,
personifica la inclinación que todos los tontos tienen para comentar
sobre las moralejas de otros y los asuntos del estado. (VER BUFÓN)
II
EL SABIO TONTO: SÓCRATES
La
idea de la sabiduría (sapientia) del tonto siempre está en contraste
con el conocimiento (scientia) del culto "o la sabiduría" del mundano
(sapientia mundana). A este respecto, el oxímoron, "el tonto sabio," es
intrínsecamente reversible; ya que siempre que sea conocido que el tonto
es sabio, también se sugiere, expresamente o tácitamente, que los
sabios son tontos. Quizás la expresión registrada más temprana de esta
paradoja es la observación de Heraclito “tanto aprendizaje no enseña la
sabiduría” pero el tema era recurrente en la literatura antigua de
Esquilo a Horacio. El arquetipo clásico para la figura del tonto sabio
es Sócrates, al que los teóricos posteriores invocaban constantemente.
No sólo su método educativo estaba basado en la exposición de la locura
del supuestamente sabio, sino que él mismo afirmó que su propia
sabiduría salió de tomar conciencia de su ignorancia. En la
Apología(20a-23b), él cuenta como el oráculo en Delfos había dicho una
vez que no había ningún hombre más sabio que él. Sin embargo, sabiendo
que él no era sabio, intentó refutar el oráculo buscando a un hombre más
sabio entre los atenienses; pero encontró que todos aquellos que
profesaban la sabiduría eran de hecho ignorantes, mientras él solo
admitió su ignorancia. De ahí él concluyó que lo que el Dios pitio había
querido decir era: “el más sabio de vosotros, O hombres, es él que,
como Socrates, sabe que lo que atañe a la sabiduría realmente carece de
valor.
LA IDEA DEL "TONTO SABIO EN CRISTO"
La cuenta de
Sócrates de la ignorancia humana, en la atribución de la sabiduría
verdadera sólo al divino, anticipa la reclamación de San Pablo de que la sabiduría de este mundo es estupidez ante Dios (!Sapientia enim hujus mundi, stultitia est apud Deum"I Corintios 1:20; 3:19). Este concepto del Tonto en Cristo, que tiene su exposición mayor en las Cartas a los Corintios,
afirma la inutilidad de la sabiduría del mundo en contraste con la
sabiduría de los cristianos, que al mundo parece locura. Afirmando que
somos tontos por el bien de Cristo, pero somos sabios en Cristo (I
Corintios 4:10), se argumenta que “la tontería de Dios es más sabia que
los sabiduría de los hombres”(I Corintios 1:25), y cuenta de incrédulos
que, "profesándose para ser sabios, se hicieron tontos" (Romanos 1:22).
"No deje a ningún hombre engañarse," exhorta; "si algún hombre parece
ser sabio en este mundo, déjele hacerse el tonto, que puede ser sabio"
(I Corintios 3:18).Cristo Él mismo había ejemplificado esta sabiduría
tonta, no sólo cuando como un niño contestó a los doctores en el templo,
sino también más tarde cuando confundió en su sabiduría a los
escribanos y fariseos. Además, se vio que Su enseñanza era infantil en
su simplicidad, "tonta" en sus imaginería casera; y, fue argumentado más
tarde, aunque pensemos en ovejas como criaturas tontas, Él era el
Cordero de Dios. (VER SANTOS TONTOS)
Esta paradoja teológica del
Tonto Sabio en Cristo proporcionó la razón fundamental para las
invitaciones posteriore a la sabiduría de la locura, y se mantuvo viva
durante toda la Edad Media por escritores como Juan Escoto Erígena,
Francisco de Asís, Jacopone da Todi, y Raimundo Lull.
Pero fue en la última Edad Media y en aquel misticismo del norte de la "devotio moderna" enseñado por la comunidad de los Hermanos de la Vida Común en
Deventer cuando aparecen dos de los tratamientos cristianos más
importantes de la sabiduría del tonto. Ambos casi simultáneamente, hacia
la mitad del siglo XV, Tomas de Kempis, en su “Imitación de Cristo“(1418), impulsó una vida cristiana “de la simplicidad santa” en la emulación de Cristo el Tonto, y Nicolás de Cusa (o
Cusano), en varias escrituras, puso el trabajo filosófico preliminar
para un nuevo concepto de la ignorancia culta. "Docta ignorantia"
(1440), “la coincidencia de conocimiento e ignorancia,” en rechazar la
teología racional y atribuir a Dios una sabiduría inaccesible para el
hombre, plantea preguntas serias sobre la misma posibilidad del
conocimiento humano, pero finalmente saca una especie de sabiduría de la
antítesis entre la razón absoluta y la lógica irracional. Ya que él
afirma, como Sócrates antes y como Montaigne después (aunque ambos en
contextos completamente diferentes), el reconocimiento de la ignorancia
es una ignorancia instruida, docta.
FOLKLORE POPULAR Y LITERATURA: ESTAFADOR Y TONTO SABIO
A
lo largo de la Edad Media, en un plano menos teológico — y, es verdad
que a menudo menos figura de sabio tonto, brincaron personajes por
juegos de carnaval, proverbios, canciones, y libros de bromas que
aparecieron por todas partes en Europa. Tyl Eulenspiegel y Marcolf en
Alemania, Scogin, Bertoldo (el Marcolf italiano), Robin Goodfellow en
Inglaterra, y otros más, aunque a menudo sólo eran bufones groseros y
bromistas escandalosos, a veces declaran en sus bromas que ellos son
también buques de la sabiduría. En su picardía, ellos son los
antepasados directos de los estafadores-tricksters de la literatura
posterior — el receptor de piel de conejo Isabelino, Arlecchino,
Lazarillo, Simplicius Simplicisimus, Scapin, el sordomudo de Melville,
Felix Krull; pero en su sabiduría, ellos muestran las características de
todos los tontos. En particular, el legendario Marcolf,
fue la representaión del "tonto sabio", de orígenes distantes y
oscuros, es una de las manifestaciones primordiales de la sabiduría de
la locura. Compañero del Rey Solomon, la misma personificación de
sabiduría, él con regularidad mejora al sabio en sus encuentros por
medio de su agudeza de la tierra, natural, dispuesta literal.
Al mismo tiempo, había también tontos literarios que eran sólo tontos, y la imaginación medieval tomó el placer satírico en catalogarlos en tales trabajos como el Brunellius del Speculum stultorum de Nigel Wireker o el Ordre de Folys John Lydgate. Al final de Edad Media, en 1494, Sebastian Brandt, publica “La barca de los locos” (Narrenschiff) debía confirmar una vez más la vieja observación del predicador de Eclesiastés de que la tontería es infinita en número “stultorum numerus infinitus est”(I:15). Y, en efecto, los pasajeros en la barca de los locos son necios; y como todos los hombres, pecadores.
IDEA DEL TONTO
Hacia
el final del siglo XV, un juego bastante complejo de ideas y
asociaciones se había unido alrededor de la figura del tonto. En el peor
de los casos, fue considerado un instrumento pecador del vicio, ciego a
la verdad y sin ninguna esperanza de salvación. Se ha sugerido que esta
actitud vuelve al San Jerónimo, que tradujo la apertura de Salmo 53/52 con “Dixit insipiens en corde suo non est Deus“,
(dijo el tonto en su corazón no hay Dios) dando la palabra hebrea
"nabal" como "el tonto" más que como "persona vil o moralmente
deficiente. A lo más, el tonto era un inocente simple, carente del
pretensiones de aprendizaje y de las corrupciones de la sabiduría
mundana, en quien el espíritu de Dios podría entrar más fácilmente. Sin
embargo, las características más universales del tonto, se ponen en
algún sitio en medio de estas dos ideas representados por el tonto del
San Jerónimo y el tonto del San Pablo; ya que éstas son sus
características sociales más que religiosas. Por un lado, podría
encontrarse en cualquier estrato de la sociedad; por otra, era el
crítico desvergonzado de todas las estratos. Vio a través de la
hipocresía de la posición social y de los sentimientos nobles; expuso la
vanidad de la belleza y el aprendizaje. No creyó en el honor, orden,
medida, prudencia, justicia, castidad, o cualquiera de las restricciones
que las sociedad estoica impone sobre sí. Si Hércules en la encrucijada
entre la virtud y el placer optóo tradicionalmente por la virtud, el
tonto con resolución tomó la otra dirección y buscó la satisfacción para
el cuerpo más bien que el espíritu. Sin embargo, hace tiempo que fue
reconocido como un adversario formidable, no sólo porque rechazó cumplir
con las reglas aceptadas, sino porque sus payasadas jocosas, como todo
el juego, podrían convertirse fácilmente en grave seriedad y su lengua
desenfrenada era capaz de decir tanto verdades como tonterías.
III
ERASMO DE ROTTERDAM: ELOGIO A LA LOCURA
Al margen de estos antecedentes, el tonto más sabio, más importante y
más influyente de todos fue creado en la primera década del siglo XVI.
El "Moriae Encomium Stultitiae Laus" (Encomio de la locura Alabanza de
la Estupidez)de Erasmo de Rotterdam, escrito en 1509 y
primero publicado en 1511, traducida como “Elogio de la Locura” (aunque
entiéndase locura como estulticia, necedad, estupidez, idiotez, y a la
vez, ignorancia, desmemoria) es, a pesar de lo humorístico, el exámen
más profundamente serio y penetrante del tonto sabio en la literatura
Occidental. Huizinga nos dice sobre la obra que el valor eterno del
libro reside en el concepto de que "la estupidez es sabiduría y la
sabiduría estupidez"
En la obra quién habla es la figura de
Stultitia, que se entrega su propio elogio.Es la creación tonta del
hombre más culto de su tiempo, y en su idiota sabiduría representa el
florecimiento máximo de la fusión del pensamiento humanístico italiano
con la piedad del norte llamado Humanismo cristiano.
Stultitia no sólo resume todas las expresiones más tempranas de la
paradoja "sabiduría estúpida", sino también, por su sentido profundo de
la humanidad y su ironía polisémica, puede dar nuevas dimensiones al
concepto.
Como todos los tontos, el impulso básico de Stultitia
es satírico, y su mala fama extendida a lo largo del siglo XVI Europeo
fue en gran parte resultado de aquellas partes de su discurso en el que
irreverentemente alardea de que todos los principales estados seculares,
religiosos e intelectuales del mundo de Renacimiento están bajo el
dominio de la estupidez. Ningún hombre, ni su propio autor, se exime de
su burla mordaz cuando ella analiza las locuras de la humanidad. No es
sólo su catálogo satírico, sino su autodescripción irónica la que tuvo
mayor eco. Ya que en la explicación de quién es ella — a la pregunta qué
quiere decir ser tonto — ella manifiesta que la tontería no es sólo
universal, sino necesaria y hasta deseable a la humanidad, que ser un
hombre no es nada además de jugar al tonto, y que reconocer este hecho
es la sabiduría más alta.
Retratándose
como la personificación de todos los instintos naturales, la Necedad
reclama ser la fuerza de vida en el universo y sostiene que es sólo ella
quién impide a los hombres suicidarse. Aquellos impulsos del hombre que
intentan contener o negar su propia naturaleza son objetos de su
desprecio más profundo. Detrás de este naturalismo tonto está la
creencia profunda de Erasmo, heredada un poco de los precursores
humanísticos, en la calidad de naturaleza, especialmente en la
naturaleza humana- una posición filosófica que permitió a Lutero más
tarde acusarlo.
Stultitia, en el reflejo de esta creencia, surge como
el campeón de la naturaleza sobre todas las formas de ley, costumbre o
convención, que la naturaleza intenta restringir. Ella es, como lo son
intrínsecamente todos los tontos, un enemigo de los Estoicos, que
consideran que el bien y la virtud consisten en vivir de acuerdo con la
razón, evitando las pasiones. Pero este tonto tiene motivos filosóficos y
teológicos para reforzar su amor instintivo del placer. De hecho, ella
es uno de los portavoces más tempranos para el renacimiento postmedieval
de Epicuro y su modo de vida hedonista. Aunque Stultitia hable en el
latín culto decorado con etiquetas griegas,es igualmente desdeñosa de
las pretensiones de aprendizaje, entre sofista pedante y metafísica
especulativa, extrae la humildad de la ignorancia y el conocimiento
simple dibujado de la experiencia y la fe. A través de esto, ella es,
como siempre, consciente de los cuidados de la humanidad y de los
dolores de la existencia. Se lamenta como Eclesiastés que “El
conocimiento creciente aumenta la aflicción” y tristemente como Sófocles
que “sin saber nada se permite una vida más feliz”.
La
inclinación tradicional del tonto para girar cosas al revés es, en
Stultitia, reforzada por la capacidad erasmiana profunda de ver ambos
lados de una cuestión. Invoca uno de los adagios más importantes de su
autor, “el Sileni de Alcibiades” en que se argumenta que la esencia
interior de cualquier materia es a menudo la parte contraria a su
aspecto externo, algo aparentemente tonto puede realmente ser sabio, lo aparentemente sabio, tonto.
Esto es, desde luego la base de su ironía; pero esto también es la
carga de su mensaje. Ya que aplica esta técnica de la inversión a todos
los aspectos de la sabiduría mundana, reexaminando aquellas virtudes y
códigos de la conducta que el mundo da por supuesto para ser sabio, y
demostrando tanto sus limitaciones como la sabiduría de sus
contraposiciones tontas. Por ejemplo, ella aclama el Amor propio como su
compañero más cercano, pregunta cómo puede amar realmente el cristiano a
su vecino como él mismo, si él mismo de hecho no se ama. Del mismo
modo, ella ataca la Prudencia, el enemigo tradicional de la Locura en la
imaginería medieval, no simplemente porque no haya nada tan atrevido
como la ignorancia, sino a fin de mostrar que la experiencia puede ser
valiosa y que los juicios son siempre difíciles. Ella reconoce que sus
ilusiones y autoengaños son tan importantes para el hombre como sus
verdades; acepta las pasiones del corazón así como los motivos de la
mente; y resuelve la antinomía antigua entre virtud y placer sosteniendo
que el placer es una virtud. Estas estimaciones radicales de asunciones
comunes salen del entendimiento humano, de la condición del hombre y en
una creencia en la calidad esencial de la naturaleza humana, si no está
corrompido por instituciones artificiales, falso aprendizaje, y
perversiones de la voluntad. Una vez que el hombre se ha despojado de
estas reclamaciones falsas de la sabiduría, se convierte en un
receptáculo apropiado para recibir la sabiduría de Cristo,
que es la única sabiduría verdadera. En la conclusión de su gran
discurso, Stultitia invoca la figura del Tonto en Cristo, sacado de San
Pablo y Cusano, y prescribe una simplicidad pietística del corazón como
el modo verdadero de adivinar la sabiduría. Es más, ella con eficacia
sostiene que, para ser un hombre se debe ser tonto; cuando el Hijo de
Dios aceptó el papel de la debilidad humana, Él se convirtió en el mayor
de todos los tontos.
IV
TONTOS Y LOCOS SABIOS EN SHAKESPEARE Y DON QUIJOTE
Stultitia se
convirtió en la anfitriona de los tontos sabios que desempeñaron un
papel dominante en pensamiento europeo y en la literatura durante los
siguiente cien años, desde Narrenbeschwörung (Conjuro de los locos) de Thomas Murner (1512) a Don Quijote de
Cervantes (1605, 1615). A menudo los grandes tontos del siglo dieciséis
son esencialmente la creación del humanismo de Renacimiento y de su
irónica sabiduría. Al mismo tiempo, es importante reconocer pruebas en
tal suministro de tontos que los ideales esperanzadores de la filosofía
humanista estaban cayendo ya en duda.
El concepto de locura "sabia",
es la antítesis del concepto de la dignidad de hombre. El sueño
optimista del hombre y las posibilidades que asaltan la razón humana tan
orgullosamente avanzada por los humanistas del siglo XV no concedieron
ninguna sabiduría a la estupidez. Aunque el primer humanista, Petrarca,
reclamó la sabiduría de su propia ignorancia, la ignorancia que él
profesó no era aquel del tonto. Es en el siglo XVI, cuando la sombra del
escepticismo y pesimismo empezó a caer en el pensamiento humanista, el tonto sabio surge como el portavoz de su época.
Es exactamente cuando no puede determinar si el hombre es el modelo
Divino de animales o la base de la quintaesencia del polvo que Hamlet
pone la disposición del tonto y anda en el pasillo leyendo " Elogio de
la Locura" de Erasmo.
Ariosto, Skelton, Rabelais, Folengo, Nashe,
Hans Sachs, Cornelius Agrippa, Francisco Sanchez, Montaigne, y muchos
otros durante el siglo XVI describen la sabiduría de la locura en todos
sus matices; el retrato del tonto sabio es dibujado una y otra vez por
Brueghel, El Bosco, Massys y Holbein, e innumerables ilustradores
menores.
Cuando
Olivia, en la obra de Shakespeare, Noche de Reyes (Twelfth Night), dice
del payaso Feste, “Este compañero es bastante sabio para jugar al
tonto” y cuando Touchstone, proverbialmente observa que “ el tonto
piensa que es sabio, pero el sabio sabe que él es un tonto”, ellos
pronuncian lo que entonces se habían hecho cosas comunes. En la época de
Elizabeth I, la bobería en efecto pareció “realmente pasearse por el
orbe como el sol y brillar en todas partes“(Foolery, sir, does walk about the orb like the sun, it shines everywhere.—William Shakespeare,Twelfth Night);
y uno de los últimos personajes de Benjamin Jonson, que miran hacia
atrás sobre el drama del precedente siglo, puede afirmar nostálgicamente
que “no había ningún juego de cualquier mérito, sin un tonto”.
En
Inglaterra sobre todo, el tonto sabio encontró su verdadera casa en el
drama de Heywood, Marston, Middleton, Dekker, Jonson, y, sobre todo, Shakespeare.
Tanto en las comedias como en las tragedias, el tonto sabio
shakesperiano tiene su papel espléndido para jugar, del ingenio burlón
de Touchstone y Feste a Yorick con el cráneo de calavera y el payaso que
lleva a la muerte a Cleopatra - El propio tonto de Lear es sólo el
mayor de muchos que, a pesar de su traje variopinto, nos hace llorar
debido a la profundidad de su sabiduría. Ni son aquellos los únicos
tontos sabios en Shakespeare: entendemos mejor tales personajes por otra
parte tan distintos como Falstaff y Antony cuando reconocemos que ellos
también manifiestan muchos de los rasgos tradicionales del tonto sabio.
Considerablemente, el último del gran Renacimiento bromea, Don Quijote,
quién monta a caballo adelante cuando la edad de humanismo dibuja a su
fin, es conocido al mundo no por su broma variopinta, sino por su
semblante triste. Desde luego su compañero, Sancho Panza, tiene algo de
bufón de corte sin oficina — o sin corte; pero hacia el principio del
siglo XVII el tonto profesional casi había acabado sus días. Incluso su
traje coloreado sólo sobrevive parcialmente en el Commedia dell'Arte. El
concepto de locura, sin embargo, estaba lejos de morir. Los tontos,
expresamente identificados como tal o no, han seguido durante los siglos
poniendo en duda las reclamaciones de aprendizaje, religión y
civilización. Siempre que la razón humana orgullosamente se te jacte de
sus logros, ha sido inevitablemente desafiada por la risa burlona del
tonto sabio.
Mucho tiempo después de que el tonto de
Renacimiento saliera de escena, la idea de la sabiduría de la locura ha
persistido, de Grimmelshausen a Molière y de Swift al Príncipe Myshkin "El idiota" de Dostoevsky y de Emanuel Quint de Hauptmann a Crazy Jane de Yeats.
La idea paradójica de
que el tonto puede poseer sabiduría, consigue su mayor desarrollo
durante la Edad Media y en el Renacimiento europeo. No es casualidad que
esa misma época fuera la de mayor auge en la sociedad del tonto
profesional (ver BUFON) o que la cultura popular fuese "carnavalesca",
según el término de Mijail Bajtín(ver RISA CARNAVALESCA), y el Estatus
particular del loco o tonto del que gozaba en la Edad Media. Eruditos y
filósofos cristianos desarrollaron la idea; se plamó en la vida
cultural, en la pintura y literatura, así como en el imaginario y en la
cultura popular medieval(ideas, leyendas y cuentos).
Aunque indudablemente la idea tuvo sus principios más temprano en el
proceso de civilización. Tan pronto como el hombre pudo sentir nostalgia
por un estilo de vida más simple, también debió preguntarse sobre la
superioridad de un estilo más simple de sabiduría, innata o inspirada,
sobre cualquier conocimiento del mundo que él había adquirido de su
propia deducción empírica o de la instrucción de otros. Siempre que la
razón pudiera preguntarse y reconocer que el corazón tiene razones que
la razón no entiende, se ha atribuido al tonto una especie de sabiduría.
Los hombres a menudo notaban que el no instruído o simple, en su pureza
del corazón, podría penetrar en verdades profundas frente a aquellos
estorbados por el aprendizaje y la convención, en el mismo sentido que a
veces sentimos una verdad más resonante en refranes caseros o
proverbios populares que en la exposición racional.
No es, de
hecho, ningún accidente que los tontos de la literatura
característicamente recurran a expresiones proverbiales; ya que los
proverbios dibujan su fuerza. Además, el desarrollo de la racionalidad,
como la civilización en vías de desarrollo, ha parecido traer tanto
cargas como ventajas; y más avanzado el desarrollo, más hombres que
añoran un estado más temprano, más simple, más natural, han
experimentado los gustos de lo incivilizado y lo irracional. El concepto
del tonto sabio, en oposición a una sabiduría natural o dada por Dioses
frente a una autoadquirida, es el más sofisticado y de mayor alcance de
aquellas ideas primitivas con las que el hombre se ha preguntado por
sus propias potencialidades y logros.
I
CARACTERÍSTICAS DEL TONTO
Las
implicaciones inherentes a la figura del sabio tonto crece de las
actitudes que la mayor parte de sociedades ha considerado verdaderos
tontos. Los nombres que le han dado sugieren, en sus matices
etimológicos, varias características que han sido atribuidos al tonto y
al loco: que sea tonto (ταιος, inanis, tonto), necio (ρος, stultus,
mentecato, payaso), imbécil (imbécile, dotard), y carente de
entendimiento (νοοσ, φρων insipiens); que sea diferente de los hombres
normales (idiota); que no articule palabra (Tor) o balbucee
incoherentemente (fatuus) y sea dado a la parranda bulliciosa (buffone);
que no reconozca los códigos de propiedad (ineptus) y ame burlarse de
otros (Narr); que actúe como un niño (νπιος); y que tenga una
simplicidad natural e inocencia en el corazón (θης, natural, simplón).
LIBERTAD DEL TONTO
Aunque
los locos violentos tuvieron que ser, necesariamente, por lo general
retenidos o encarcelados por la sociedad, los tontos inocuos a menudo
disfrutaban de especial privilegio. Su impotencia les ha ganado la
protección compasiva del más afortunado, como su infantilismo les da a
los niños la licencia para ser irresponsables — y a menudo irreverentes-
en palabras o acciones. Ya que son dirigidos sólo por sus instintos
naturales, el tonto y el niño no son considerados responsables a las
reglas de la sociedad civilizada. Ya que mientras los adultos maduros
aceptan los códigos de conducta y de creencia, asumiendo que deben
“saber más y mejor,” que el tonto, del que no se espera, como del niño,
que "sepa" algo. Por esto, a menudo le concedían una libertad
considerable.
Quizás más que otra cosa, es el privilegio del hablar impunemente hacía del tonto un ser “todo autorizado”,
papel tan atractivo a la imaginación literaria. Además, aunque los
tontos se mantienen aparte de la humanidad normal, a veces fueron
tratados como objetos del escarnio, pero a veces también hizo que fueran
venerados. En la Edad Media, como en ciertas sociedades primitivas, se
pensó que estaban bajo la protección especial de Dios, y la posibilidad
siempre existía que lo que sonaba a la charla necia era, en realidad,
“conocimiento superior”.
INTERPRETACIÓN PSICOLÓGICA
El
psicólogo moderno ha tomado, retrospectivamente, el interés especial por
la personalidad del tonto; ya que en términos freudianos él encarna la
expresión no impedida del ello. Careciendo de cualquier vestigio de un
superego, el tonto se rinde desvergonzadamente a sus apetitos corporales
y deseos naturales, y él está con regularidad caracterizado por su
hambre, sed, lujuria, y obsesión con obscenidades.
Se ha indicado que
su misma etimología tiene una sugerencia genital (follis). Sin la
personalidad social para enmascarar sus emociones, él es infantil en la
completa franqueza de sus respuestas: cuando es feliz, se ríe; cuando
está triste, llora. Ya que anda igualmente falto de memoria e incapaz de
seguir algo por su conclusión lógica, el pasado y el futuro carecen de
sentido para él y felizmente vive en y para el momento. Instruido sólo
por sus sentidos y su intuición, busca sólo autosatisfacción, él es el
principio de placer personificado. Su enemigo, el superego, representa
todas las convenciones y la racionalidad de civilización de la sociedad
que él encuentra incomprensible e intolerablemente represiva. Sin
embargo podemos decidir que expresa la antítesis-ello vs. superego,
corazón contra cabeza, caos contra orden, anarquía contra cultura,
naturaleza contra arte, pasión contra razón, placer contra virtud,
Carnaval contra Realidad — su lealtad siempre es de modo inconfundible
clara y unilateral.
LOCURA Y SOCIEDAD
Lo que caracteriza durante la Edad Media y el Renacimiento al estatus del loco es esencialmente la libertad de circulación y de existencia que
se le permite. Las sociedades medievales, por paradójico que parezca,
eran perfectamente tolerantes en relación con el fenómeno de la locura: a
pesar de la fuerte organización jerárquica del feudalismo, a pesar del
sistema riguroso de vínculos de las familias o de las parentelas, el
loco era un individuo tolerado. Se le toleraba incluso en el seno de la
sociedad, aunque ocupara siempre un lugar relativamente marginal. Era
costumbre, por ejemplo, que en todos los pueblos hubiese alguien al que
se llamaba el tonto del pueblo, personaje que todavía se encuentra en
algunas regiones un poco rústicas y arcaicas de Europa. El tonto o los
tontos del pueblo tenían un estatus marginal: no trabajaban, no estaban
casados, no formaban parte del sistema de juego y su lenguaje estaba
relativamente desvalorizado. Sin embargo, existían en el interior de las
sociedades, donde eran recibidos, alimentados y hasta cierto punto
soportados, se dejaba al loco circular de ciudad en ciudad, de lugar en
lugar. Había simplemente algunos puntos que eran, en cierto modo, los
puntos de coacción donde se ubicaba, se encerraba, de un modo siempre
provisional a los locos que estaban demasiado agitados o eran
peligrosos. Encierro provisional, en el límite de las ciudades, que
dejaba a la mayoría de los locos su libertad de existencia y de
movimiento.
La sociedad del siglo XVII, en cambio, se convirtió,
en relación con la locura, en una sociedad profundamente intolerante, la
presencia del loco, en el interior de la familia, en el interior del
pueblo, en la sociedad, se volvió literalmente intolerable, era el
principio de la organización social, política y estatal de las
sociedades capitalistas. El capitalismo se está organizando en el ámbito
de los Estados y de las naciones. En una sociedad como ésta, la
existencia de una masa de población ociosa llega a ser literalmente
imposible e intolerable.
Por primera vez en Occidente se percibe
al loco, al tonto, como anomalía o anarquía respecto de la sociedad,
como individuo al que hay que excluir. Hasta entonces el loco era un
individuo marginal, pero aún estaba incluido en el interior de la
sociedad. Para que empiece a ser no sólo marginado, sino excluido
materialmente, individualmente, corporalmente de la sociedad, se han
necesitado estas nuevas normas de la sociedad capitalista en vías de
desarrollo.(Historia de la locura en la época clásica Michel Foucault)
BANQUETE DE TONTOS O FIESTA DE LOCOS
En
las sociedades europeas de la Edad Media, tenemos la prueba evidente
del estatus particular del loco en una práctica muy curiosa. Antes del
final del siglo XII (y probablemente antes), el tonto había conseguido
la eminencia de tener su propio día de fiesta. El famoso, a veces
infame,Fête des Fous (Fiesta de locos, Banquete de
Tontos, Feast of Fools,o en España, Fiesta de Inocentes) dio
primeramente, al bajo clero, aunque sólo de modo efímero, la libertad
tradicional reservada al tonto y al loco. En ella se incorporaba el
espíritu del desgobierno de carnaval. En el transcurso de esta fiesta,
la tradición quería, en primer lugar, que la gente se disfrazara de tal
manera que su estatus social resultara enteramente invertido, o en todo
caso que los signos de su estatus social fueran invertidos. Los ricos se
vestían como los pobres, los pobres adoptaban las vestimentas de los
ricos, los que no eran nada en la sociedad se ponían a interpretar
durante unos días el papel de los más poderosos e, inversamente, los más
poderosos interpretaban el papel de los más humildes. Era la inversión
general del estatus social, era igualmente la inversión de los sexos,
los hombres se vestían de mujer y las mujeres de hombres, era
igualmente, por una sola vez al año, la gran impugnación del sistema
social entero, ya que en el curso de esta fiesta, la gente tenía derecho
a desfilar ya sea ante el palacio del burgomaestre, ante el palacio
episcopal, o ante el castillo del señor, y decirles, a cantarles las
cuatro verdades y a injuriarles si hacía falta. Toda esta gran fiesta
terminaba con una gran misa que era una misa al revés, a contratiempo,
una contramisa, la Fiesta del Asno que terminaba cuando se
introducía en el interior de la iglesia a un asno y en el momento en que
se ponía a rebuznar significaba amén.
Era la imitación
irrisoria de los cantos de la Iglesia. Relacionado con los Saturnales
paganos romanos, a pesar de la conversión del Imperio al cristianismo, y
de la denuncia de obispos y consejos eclesiásticos siguió celebrándose
por la gente en el Kalendas de enero con toda su vieja licencia. La
costumbre fue adoptada por los conquistadores bárbaros, España, Francia,
Alemania y Gran Bretaña. En el siglo XI el Obispo Burchard de Worms
pensó necesario fulminarla por los excesos relacionados con ellas. Como
parecía caer en el olvido entre la gente, el mismo le dio el carácter de
un festival religioso específico. El banquete de San Stephen (26
diciembre) para los diáconos, el día de San John (27 diciembre) para los
sacerdotes, el Día de los Inocentes para los muchachos, y para la
Circuncisión de subdiáconos, la Epifanía, o el 11 de enero. El Banquete
de Santos Innocentes se hizo un festival regular de niños, en ellos un
muchacho, decidido por sus compañeros de escuela de coro, funcionaba
solemnemente como obispo o arzobispo, rodeado por los niños del coro
mayores como su clero, mientras los canones y otro clero tomaban los
asientos más humildes.Al principio no hay pruebas para demostrar que
estas celebraciones tuvieran comportamientos especialmente indecorosos;
pero en el siglo 12 tal comportamiento se había hecho la regla, así en
el Banquete de Tontos estaba en su apogeo: un subdiácono joven era
elegido obispo señor del mal gobierno simulando al obispo, ataviado con
la insignia episcopal (excepto la mitra) y conducido por sus compañeros
al santuario. Una masa fingida empezó, mientras que las lecciones fueron
leídos cum farsia, cantaban canciones obscenas y bailaban,
comían en el altar pasteles y salchichas, y jugaban a las cartas y dados
en él. Por aquél entonces, este carácter ingenuo y burlesco de la
celebración sobre las cosas sagradas no sugería desprecio a ellas.
(Casi
tres siglos más tarde, estas celebraciones blasfemas se habían
extendido fuera de la iglesia, siendo asumidas y ampliados por las
seculares Societés Joyeuses(sociedades alegres) en las ciudades y
universidades (juergas seculares del Señor de Mal gobierno). Emulando a
los subdiáconos de las catedrales, los estudiantes y los ciudadanos
urbanos tuvieron la oportunidad de dominar despóticamente a sus mayores y
autoridades fingidas, tanto temporales como religiosas, con la amnistía
asumida. Pero el bíblico original en el que se basaba la fiesta sugiere
un “Mundo Girado Al revés“, teniendo que ver estrechamente con el
tonto. Ya que en su misma naturaleza, el tonto es iconoclasta, no
simplemente irreverente, potencialmente subversivo por su inhabilidad de
entender las asunciones en las que se fundan las autoridades. Es
demasiado simple para ver las nuevas ropas del emperador y demasiado
sencillo para abstenerse de apuntar la desnudez de la verdad.
Era
una fiesta de la religión invertida, era la contrafiesta, era la fiesta
de la contrarreligión, era algo así como los preludios lúdicos de la
reforma de Lutero. En cualquier caso, lo interesante es ver que sólo
esta fiesta, no bendecida por la Iglesia ni regulada por la religión,
estaba precisamente considerada como la fiesta de la locura. Era sentida
como la locura que se ponía a reinar en la ciudad en lugar del
orden.(Ver RISA CARNAVALESCA)
TONTO NATURAL Y TONTO PROFESIONAL
Al
mismo tiempo, los tontos de la Fête des Fous y la Société Joyeuse no
eran, por supuesto, genuinamente simples, y la diferencia debe hacerse
entre el tonto auténtico o natural y el tonto artificial o profesional.
Aunque no sepamos el origen de cuándo a un hombre normal le pareció
ventajoso asumir el aspecto de un simplón, hay cuentas en Xenophon,
Ateneo, Luciano, y Plauto de profesionales divertidos que se ganaron el
pan con estupideces, y de romanos ricos que conservaron bufones deformes
en sus casas cuya impudencia era legendaria. Sus descendientes son los
tontos de tipo Rigoletto de la Baja Edad Media y el Renacimiento Europeo
con su traje tradicional de colores, gorra y campanas, y bastón. Ellos
tuvieron su auge en los siglos XV y XVI, y algunos de ellos consiguieron
tal fama que sus nombres todavía son conocidos. Se supone que al menos
uno de ellos, el tonto de Francisco I, fue realmente estúpido, y el
famoso tonto de Tomas Moro sufrió un daño cerebral por una caída de la
torre de una iglesia; pero la mayor parte de ellos eran hombres de
inteligencia normal que encontraron provechoso adoptar el traje
multicolor por su capacidad de divertir y esto les dio la impunidad para
hablar libremente. El bufón profesional, cuyas bromas sardónicas
tendieron no sólo a divertir, sino a menudo corregir a su maestro,
personifica la inclinación que todos los tontos tienen para comentar
sobre las moralejas de otros y los asuntos del estado. (VER BUFÓN)
II
EL SABIO TONTO: SÓCRATES
La
idea de la sabiduría (sapientia) del tonto siempre está en contraste
con el conocimiento (scientia) del culto "o la sabiduría" del mundano
(sapientia mundana). A este respecto, el oxímoron, "el tonto sabio," es
intrínsecamente reversible; ya que siempre que sea conocido que el tonto
es sabio, también se sugiere, expresamente o tácitamente, que los
sabios son tontos. Quizás la expresión registrada más temprana de esta
paradoja es la observación de Heraclito “tanto aprendizaje no enseña la
sabiduría” pero el tema era recurrente en la literatura antigua de
Esquilo a Horacio. El arquetipo clásico para la figura del tonto sabio
es Sócrates, al que los teóricos posteriores invocaban constantemente.
No sólo su método educativo estaba basado en la exposición de la locura
del supuestamente sabio, sino que él mismo afirmó que su propia
sabiduría salió de tomar conciencia de su ignorancia. En la
Apología(20a-23b), él cuenta como el oráculo en Delfos había dicho una
vez que no había ningún hombre más sabio que él. Sin embargo, sabiendo
que él no era sabio, intentó refutar el oráculo buscando a un hombre más
sabio entre los atenienses; pero encontró que todos aquellos que
profesaban la sabiduría eran de hecho ignorantes, mientras él solo
admitió su ignorancia. De ahí él concluyó que lo que el Dios pitio había
querido decir era: “el más sabio de vosotros, O hombres, es él que,
como Socrates, sabe que lo que atañe a la sabiduría realmente carece de
valor.
LA IDEA DEL "TONTO SABIO EN CRISTO"
La cuenta de
Sócrates de la ignorancia humana, en la atribución de la sabiduría
verdadera sólo al divino, anticipa la reclamación de San Pablo de que la sabiduría de este mundo es estupidez ante Dios (!Sapientia enim hujus mundi, stultitia est apud Deum"I Corintios 1:20; 3:19). Este concepto del Tonto en Cristo, que tiene su exposición mayor en las Cartas a los Corintios,
afirma la inutilidad de la sabiduría del mundo en contraste con la
sabiduría de los cristianos, que al mundo parece locura. Afirmando que
somos tontos por el bien de Cristo, pero somos sabios en Cristo (I
Corintios 4:10), se argumenta que “la tontería de Dios es más sabia que
los sabiduría de los hombres”(I Corintios 1:25), y cuenta de incrédulos
que, "profesándose para ser sabios, se hicieron tontos" (Romanos 1:22).
"No deje a ningún hombre engañarse," exhorta; "si algún hombre parece
ser sabio en este mundo, déjele hacerse el tonto, que puede ser sabio"
(I Corintios 3:18).Cristo Él mismo había ejemplificado esta sabiduría
tonta, no sólo cuando como un niño contestó a los doctores en el templo,
sino también más tarde cuando confundió en su sabiduría a los
escribanos y fariseos. Además, se vio que Su enseñanza era infantil en
su simplicidad, "tonta" en sus imaginería casera; y, fue argumentado más
tarde, aunque pensemos en ovejas como criaturas tontas, Él era el
Cordero de Dios. (VER SANTOS TONTOS)
Esta paradoja teológica del
Tonto Sabio en Cristo proporcionó la razón fundamental para las
invitaciones posteriore a la sabiduría de la locura, y se mantuvo viva
durante toda la Edad Media por escritores como Juan Escoto Erígena,
Francisco de Asís, Jacopone da Todi, y Raimundo Lull.
Pero fue en la última Edad Media y en aquel misticismo del norte de la "devotio moderna" enseñado por la comunidad de los Hermanos de la Vida Común en
Deventer cuando aparecen dos de los tratamientos cristianos más
importantes de la sabiduría del tonto. Ambos casi simultáneamente, hacia
la mitad del siglo XV, Tomas de Kempis, en su “Imitación de Cristo“(1418), impulsó una vida cristiana “de la simplicidad santa” en la emulación de Cristo el Tonto, y Nicolás de Cusa (o
Cusano), en varias escrituras, puso el trabajo filosófico preliminar
para un nuevo concepto de la ignorancia culta. "Docta ignorantia"
(1440), “la coincidencia de conocimiento e ignorancia,” en rechazar la
teología racional y atribuir a Dios una sabiduría inaccesible para el
hombre, plantea preguntas serias sobre la misma posibilidad del
conocimiento humano, pero finalmente saca una especie de sabiduría de la
antítesis entre la razón absoluta y la lógica irracional. Ya que él
afirma, como Sócrates antes y como Montaigne después (aunque ambos en
contextos completamente diferentes), el reconocimiento de la ignorancia
es una ignorancia instruida, docta.
FOLKLORE POPULAR Y LITERATURA: ESTAFADOR Y TONTO SABIO
A
lo largo de la Edad Media, en un plano menos teológico — y, es verdad
que a menudo menos figura de sabio tonto, brincaron personajes por
juegos de carnaval, proverbios, canciones, y libros de bromas que
aparecieron por todas partes en Europa. Tyl Eulenspiegel y Marcolf en
Alemania, Scogin, Bertoldo (el Marcolf italiano), Robin Goodfellow en
Inglaterra, y otros más, aunque a menudo sólo eran bufones groseros y
bromistas escandalosos, a veces declaran en sus bromas que ellos son
también buques de la sabiduría. En su picardía, ellos son los
antepasados directos de los estafadores-tricksters de la literatura
posterior — el receptor de piel de conejo Isabelino, Arlecchino,
Lazarillo, Simplicius Simplicisimus, Scapin, el sordomudo de Melville,
Felix Krull; pero en su sabiduría, ellos muestran las características de
todos los tontos. En particular, el legendario Marcolf,
fue la representaión del "tonto sabio", de orígenes distantes y
oscuros, es una de las manifestaciones primordiales de la sabiduría de
la locura. Compañero del Rey Solomon, la misma personificación de
sabiduría, él con regularidad mejora al sabio en sus encuentros por
medio de su agudeza de la tierra, natural, dispuesta literal.
Al mismo tiempo, había también tontos literarios que eran sólo tontos, y la imaginación medieval tomó el placer satírico en catalogarlos en tales trabajos como el Brunellius del Speculum stultorum de Nigel Wireker o el Ordre de Folys John Lydgate. Al final de Edad Media, en 1494, Sebastian Brandt, publica “La barca de los locos” (Narrenschiff) debía confirmar una vez más la vieja observación del predicador de Eclesiastés de que la tontería es infinita en número “stultorum numerus infinitus est”(I:15). Y, en efecto, los pasajeros en la barca de los locos son necios; y como todos los hombres, pecadores.
IDEA DEL TONTO
Hacia
el final del siglo XV, un juego bastante complejo de ideas y
asociaciones se había unido alrededor de la figura del tonto. En el peor
de los casos, fue considerado un instrumento pecador del vicio, ciego a
la verdad y sin ninguna esperanza de salvación. Se ha sugerido que esta
actitud vuelve al San Jerónimo, que tradujo la apertura de Salmo 53/52 con “Dixit insipiens en corde suo non est Deus“,
(dijo el tonto en su corazón no hay Dios) dando la palabra hebrea
"nabal" como "el tonto" más que como "persona vil o moralmente
deficiente. A lo más, el tonto era un inocente simple, carente del
pretensiones de aprendizaje y de las corrupciones de la sabiduría
mundana, en quien el espíritu de Dios podría entrar más fácilmente. Sin
embargo, las características más universales del tonto, se ponen en
algún sitio en medio de estas dos ideas representados por el tonto del
San Jerónimo y el tonto del San Pablo; ya que éstas son sus
características sociales más que religiosas. Por un lado, podría
encontrarse en cualquier estrato de la sociedad; por otra, era el
crítico desvergonzado de todas las estratos. Vio a través de la
hipocresía de la posición social y de los sentimientos nobles; expuso la
vanidad de la belleza y el aprendizaje. No creyó en el honor, orden,
medida, prudencia, justicia, castidad, o cualquiera de las restricciones
que las sociedad estoica impone sobre sí. Si Hércules en la encrucijada
entre la virtud y el placer optóo tradicionalmente por la virtud, el
tonto con resolución tomó la otra dirección y buscó la satisfacción para
el cuerpo más bien que el espíritu. Sin embargo, hace tiempo que fue
reconocido como un adversario formidable, no sólo porque rechazó cumplir
con las reglas aceptadas, sino porque sus payasadas jocosas, como todo
el juego, podrían convertirse fácilmente en grave seriedad y su lengua
desenfrenada era capaz de decir tanto verdades como tonterías.
III
ERASMO DE ROTTERDAM: ELOGIO A LA LOCURA
Al margen de estos antecedentes, el tonto más sabio, más importante y
más influyente de todos fue creado en la primera década del siglo XVI.
El "Moriae Encomium Stultitiae Laus" (Encomio de la locura Alabanza de
la Estupidez)de Erasmo de Rotterdam, escrito en 1509 y
primero publicado en 1511, traducida como “Elogio de la Locura” (aunque
entiéndase locura como estulticia, necedad, estupidez, idiotez, y a la
vez, ignorancia, desmemoria) es, a pesar de lo humorístico, el exámen
más profundamente serio y penetrante del tonto sabio en la literatura
Occidental. Huizinga nos dice sobre la obra que el valor eterno del
libro reside en el concepto de que "la estupidez es sabiduría y la
sabiduría estupidez"
En la obra quién habla es la figura de
Stultitia, que se entrega su propio elogio.Es la creación tonta del
hombre más culto de su tiempo, y en su idiota sabiduría representa el
florecimiento máximo de la fusión del pensamiento humanístico italiano
con la piedad del norte llamado Humanismo cristiano.
Stultitia no sólo resume todas las expresiones más tempranas de la
paradoja "sabiduría estúpida", sino también, por su sentido profundo de
la humanidad y su ironía polisémica, puede dar nuevas dimensiones al
concepto.
Como todos los tontos, el impulso básico de Stultitia
es satírico, y su mala fama extendida a lo largo del siglo XVI Europeo
fue en gran parte resultado de aquellas partes de su discurso en el que
irreverentemente alardea de que todos los principales estados seculares,
religiosos e intelectuales del mundo de Renacimiento están bajo el
dominio de la estupidez. Ningún hombre, ni su propio autor, se exime de
su burla mordaz cuando ella analiza las locuras de la humanidad. No es
sólo su catálogo satírico, sino su autodescripción irónica la que tuvo
mayor eco. Ya que en la explicación de quién es ella — a la pregunta qué
quiere decir ser tonto — ella manifiesta que la tontería no es sólo
universal, sino necesaria y hasta deseable a la humanidad, que ser un
hombre no es nada además de jugar al tonto, y que reconocer este hecho
es la sabiduría más alta.
Retratándose
como la personificación de todos los instintos naturales, la Necedad
reclama ser la fuerza de vida en el universo y sostiene que es sólo ella
quién impide a los hombres suicidarse. Aquellos impulsos del hombre que
intentan contener o negar su propia naturaleza son objetos de su
desprecio más profundo. Detrás de este naturalismo tonto está la
creencia profunda de Erasmo, heredada un poco de los precursores
humanísticos, en la calidad de naturaleza, especialmente en la
naturaleza humana- una posición filosófica que permitió a Lutero más
tarde acusarlo.
Stultitia, en el reflejo de esta creencia, surge como
el campeón de la naturaleza sobre todas las formas de ley, costumbre o
convención, que la naturaleza intenta restringir. Ella es, como lo son
intrínsecamente todos los tontos, un enemigo de los Estoicos, que
consideran que el bien y la virtud consisten en vivir de acuerdo con la
razón, evitando las pasiones. Pero este tonto tiene motivos filosóficos y
teológicos para reforzar su amor instintivo del placer. De hecho, ella
es uno de los portavoces más tempranos para el renacimiento postmedieval
de Epicuro y su modo de vida hedonista. Aunque Stultitia hable en el
latín culto decorado con etiquetas griegas,es igualmente desdeñosa de
las pretensiones de aprendizaje, entre sofista pedante y metafísica
especulativa, extrae la humildad de la ignorancia y el conocimiento
simple dibujado de la experiencia y la fe. A través de esto, ella es,
como siempre, consciente de los cuidados de la humanidad y de los
dolores de la existencia. Se lamenta como Eclesiastés que “El
conocimiento creciente aumenta la aflicción” y tristemente como Sófocles
que “sin saber nada se permite una vida más feliz”.
La
inclinación tradicional del tonto para girar cosas al revés es, en
Stultitia, reforzada por la capacidad erasmiana profunda de ver ambos
lados de una cuestión. Invoca uno de los adagios más importantes de su
autor, “el Sileni de Alcibiades” en que se argumenta que la esencia
interior de cualquier materia es a menudo la parte contraria a su
aspecto externo, algo aparentemente tonto puede realmente ser sabio, lo aparentemente sabio, tonto.
Esto es, desde luego la base de su ironía; pero esto también es la
carga de su mensaje. Ya que aplica esta técnica de la inversión a todos
los aspectos de la sabiduría mundana, reexaminando aquellas virtudes y
códigos de la conducta que el mundo da por supuesto para ser sabio, y
demostrando tanto sus limitaciones como la sabiduría de sus
contraposiciones tontas. Por ejemplo, ella aclama el Amor propio como su
compañero más cercano, pregunta cómo puede amar realmente el cristiano a
su vecino como él mismo, si él mismo de hecho no se ama. Del mismo
modo, ella ataca la Prudencia, el enemigo tradicional de la Locura en la
imaginería medieval, no simplemente porque no haya nada tan atrevido
como la ignorancia, sino a fin de mostrar que la experiencia puede ser
valiosa y que los juicios son siempre difíciles. Ella reconoce que sus
ilusiones y autoengaños son tan importantes para el hombre como sus
verdades; acepta las pasiones del corazón así como los motivos de la
mente; y resuelve la antinomía antigua entre virtud y placer sosteniendo
que el placer es una virtud. Estas estimaciones radicales de asunciones
comunes salen del entendimiento humano, de la condición del hombre y en
una creencia en la calidad esencial de la naturaleza humana, si no está
corrompido por instituciones artificiales, falso aprendizaje, y
perversiones de la voluntad. Una vez que el hombre se ha despojado de
estas reclamaciones falsas de la sabiduría, se convierte en un
receptáculo apropiado para recibir la sabiduría de Cristo,
que es la única sabiduría verdadera. En la conclusión de su gran
discurso, Stultitia invoca la figura del Tonto en Cristo, sacado de San
Pablo y Cusano, y prescribe una simplicidad pietística del corazón como
el modo verdadero de adivinar la sabiduría. Es más, ella con eficacia
sostiene que, para ser un hombre se debe ser tonto; cuando el Hijo de
Dios aceptó el papel de la debilidad humana, Él se convirtió en el mayor
de todos los tontos.
IV
TONTOS Y LOCOS SABIOS EN SHAKESPEARE Y DON QUIJOTE
Stultitia se
convirtió en la anfitriona de los tontos sabios que desempeñaron un
papel dominante en pensamiento europeo y en la literatura durante los
siguiente cien años, desde Narrenbeschwörung (Conjuro de los locos) de Thomas Murner (1512) a Don Quijote de
Cervantes (1605, 1615). A menudo los grandes tontos del siglo dieciséis
son esencialmente la creación del humanismo de Renacimiento y de su
irónica sabiduría. Al mismo tiempo, es importante reconocer pruebas en
tal suministro de tontos que los ideales esperanzadores de la filosofía
humanista estaban cayendo ya en duda.
El concepto de locura "sabia",
es la antítesis del concepto de la dignidad de hombre. El sueño
optimista del hombre y las posibilidades que asaltan la razón humana tan
orgullosamente avanzada por los humanistas del siglo XV no concedieron
ninguna sabiduría a la estupidez. Aunque el primer humanista, Petrarca,
reclamó la sabiduría de su propia ignorancia, la ignorancia que él
profesó no era aquel del tonto. Es en el siglo XVI, cuando la sombra del
escepticismo y pesimismo empezó a caer en el pensamiento humanista, el tonto sabio surge como el portavoz de su época.
Es exactamente cuando no puede determinar si el hombre es el modelo
Divino de animales o la base de la quintaesencia del polvo que Hamlet
pone la disposición del tonto y anda en el pasillo leyendo " Elogio de
la Locura" de Erasmo.
Ariosto, Skelton, Rabelais, Folengo, Nashe,
Hans Sachs, Cornelius Agrippa, Francisco Sanchez, Montaigne, y muchos
otros durante el siglo XVI describen la sabiduría de la locura en todos
sus matices; el retrato del tonto sabio es dibujado una y otra vez por
Brueghel, El Bosco, Massys y Holbein, e innumerables ilustradores
menores.
Cuando
Olivia, en la obra de Shakespeare, Noche de Reyes (Twelfth Night), dice
del payaso Feste, “Este compañero es bastante sabio para jugar al
tonto” y cuando Touchstone, proverbialmente observa que “ el tonto
piensa que es sabio, pero el sabio sabe que él es un tonto”, ellos
pronuncian lo que entonces se habían hecho cosas comunes. En la época de
Elizabeth I, la bobería en efecto pareció “realmente pasearse por el
orbe como el sol y brillar en todas partes“(Foolery, sir, does walk about the orb like the sun, it shines everywhere.—William Shakespeare,Twelfth Night);
y uno de los últimos personajes de Benjamin Jonson, que miran hacia
atrás sobre el drama del precedente siglo, puede afirmar nostálgicamente
que “no había ningún juego de cualquier mérito, sin un tonto”.
En
Inglaterra sobre todo, el tonto sabio encontró su verdadera casa en el
drama de Heywood, Marston, Middleton, Dekker, Jonson, y, sobre todo, Shakespeare.
Tanto en las comedias como en las tragedias, el tonto sabio
shakesperiano tiene su papel espléndido para jugar, del ingenio burlón
de Touchstone y Feste a Yorick con el cráneo de calavera y el payaso que
lleva a la muerte a Cleopatra - El propio tonto de Lear es sólo el
mayor de muchos que, a pesar de su traje variopinto, nos hace llorar
debido a la profundidad de su sabiduría. Ni son aquellos los únicos
tontos sabios en Shakespeare: entendemos mejor tales personajes por otra
parte tan distintos como Falstaff y Antony cuando reconocemos que ellos
también manifiestan muchos de los rasgos tradicionales del tonto sabio.
Considerablemente, el último del gran Renacimiento bromea, Don Quijote,
quién monta a caballo adelante cuando la edad de humanismo dibuja a su
fin, es conocido al mundo no por su broma variopinta, sino por su
semblante triste. Desde luego su compañero, Sancho Panza, tiene algo de
bufón de corte sin oficina — o sin corte; pero hacia el principio del
siglo XVII el tonto profesional casi había acabado sus días. Incluso su
traje coloreado sólo sobrevive parcialmente en el Commedia dell'Arte. El
concepto de locura, sin embargo, estaba lejos de morir. Los tontos,
expresamente identificados como tal o no, han seguido durante los siglos
poniendo en duda las reclamaciones de aprendizaje, religión y
civilización. Siempre que la razón humana orgullosamente se te jacte de
sus logros, ha sido inevitablemente desafiada por la risa burlona del
tonto sabio.
Mucho tiempo después de que el tonto de
Renacimiento saliera de escena, la idea de la sabiduría de la locura ha
persistido, de Grimmelshausen a Molière y de Swift al Príncipe Myshkin "El idiota" de Dostoevsky y de Emanuel Quint de Hauptmann a Crazy Jane de Yeats.
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