martes, 24 de mayo de 2016

Judeoconverso (España) - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Detalle del cuadro de Pedro Berruguete "Auto de fe" (h. 1500) en el que aparecen dos penitenciados por la Inquisición española, probablemente judeoconveros, llevando sus respectivos sambenitos
Judeoconverso es el nombre que recibe el judío que se ha convertido a otra religión. En los reinos cristianos de la península ibérica las conversiones masivas de judíos al cristianismo, en su mayoría forzadas, tuvieron lugar en los años que siguieron a las terribles matanzas de judíos de 1391 y en los cuatro meses de 1492 que los Reyes Católicos dieron de plazo para la expulsión de los judíos de la Corona de Castilla y de la Corona de Aragón, y en los años siguientes cuando varios miles de judíos retornaron y se bautizaron. A partir 1492 todos los habitantes de ascendencia judía de las dos coronas eran judeoconversos, también llamados cristianos nuevos. Los que siguieron practicando la religión judaica en secreto, denominados marranos, fueron objeto de una dura persecución por la Inquisición española
creada en 1478 precisamente para resolver el llamado "problema
converso". Además los conversos en general, aunque fueran unos
fervorosos cristianos, fueron objeto de una discriminación "racista"
–según Henry Kamen-1 por medio de los estatutos de limpieza de sangre que los excluyó de algunas instituciones y dificultó su ascenso social.


Índice

Los judeoconversos en el siglo XV

La primera oleada de conversiones: las matanzas de judíos de 1391

En los siglos XII y XIII se recrudeció el antijudaísmo cristiano en el Occidente medieval, del que los reinos cristianos peninsulares no fueron en absoluto ajenos –en el código castellano de las Partidas se recordaba que los judíos vivían entre los cristianos para que su presencia recuerde que descienden de aquellos que crucificaron a Nuestro Señor Jesucristo-, pero los reyes siguieron "protegiendo" a los judíos por el importante papel que desempeñaban en sus reinos.2



Matanza de judíos en Barcelona en 1391 (Josep Segrelles, ca. 1910).
En el siglo XIV se termina el periodo de "tolerancia" hacia los
judíos pasándose a una fase de conflictos crecientes, debido a que "las
guerras y las catástrofes naturales que preceden y siguen a la Peste Negra
[de 1348] crean una situación nueva. […] [La gente] se cree víctima de
una maldición, castigada por pecados que habría cometido. El clero
invita a los fieles a arrepentirse, a cambiar de conducta y regresar a
Dios. Es entonces cuando la presencia del pueblo deicida [el pueblo judío] entre los cristianos se considera escandalosa".3 En la Corona de Castilla la violencia antijudía se relaciona estrechamente con la guerra civil del reinado de Pedro I en la que el bando que apoya a Enrique de Trastámara
utiliza como arma de propaganda el antijudaísmo y el pretendiente acusa
a su hermanastro, el rey Pedro, de favorecer a los judíos. Muchos
judíos son asesinados, otros son esclavizados y sus sinagogas
incendiadas.4
Pero la primera gran catástrofe para los judíos de la península ibérica
tiene lugar en 1391 cuando las juderías de la Corona de Castilla y de
la Corona de Aragón son masacradas. Los asaltos, los incendios, los
saqueos y las matanzas se inician en junio en Sevilla, donde cientos de
judíos son asesinados, sus casas saqueadas y las sinagogas convertidas
en iglesias. Algunos judíos logran escapar; otros, aterrorizados, piden
ser bautizados.5 6
Desde Sevilla la violencia antijudía se extiende por Andalucía y luego
pasa a Castilla. En agosto alcanza a la Corona de Aragón. En todas
partes se reproducen los asesinatos, los saqueos y los incendios. Los
judíos que logran salvar la vida es porque huyen –muchos se refugian en
el reino de Navarra, en el reino de Portugal o en el reino de Francia; otros se marchan al norte de África- y sobre todo porque aceptan ser bautizados, bajo la amenaza de muerte.7 6


Además tras la revuelta de 1391
se recrudecen las medidas antijudías -en Castilla se ordena en 1412 que
los judíos se dejen barba y lleven un distintivo rojo cosido a la ropa
para poder ser reconocidos; en la Corona de Aragón se declara ilícita la
posesión del Talmud y se limita a una el número de sinagogas por aljama- y las órdenes mendicantes intensifican su campaña de proselitismo -en la que destaca el dominico valenciano Vicente Ferrer-
para que los judíos se conviertan y que recibe el apoyo de los monarcas
–en la Corona de Aragón se decreta que los judíos asistan
obligatoriamente a tres sermones al año-. Como consecuencia de las
masacres de 1391 y las medidas que le siguieron, hacia 1415 más de la
mitad de los judíos de Castilla y de Aragón habían renunciado a la Ley Mosaica y se habían bautizado, entre ellos muchos rabinos y personajes importantes.8
Así tras las matanzas de 1391 y las predicaciones que las siguieron,
hacia 1415 apenas cien mil judíos se mantuvieron fieles a su religión en
las coronas de Castilla y de Aragón. Como ha señalado Joseph Pérez, "el
judaísmo español nunca se repondrá de esta catástrofe".9


El nacimiento del "problema converso" y la creación de la Inquisición

En el siglo XV el problema principal dejan de serlo los judíos para
pasar a serlo los conversos, cuyo número según Joseph Pérez
probablemente estaría cercano a los doscientos mil.10
Como muchos de ellos se habían bautizado bajo la presión de las
matanzas de 1391 y las medidas antijudías que les siguieron siempre
fueron mirados con desconfianza por los que se empiezan a llamar a sí
mismos cristianos viejos.11
En el siglo XV las posiciones abandonadas por los judíos fueron
ocupadas en su mayoría por los conversos, que se concentran allí donde
habían florecido las comunidades judías antes de 1391. Se ocupan de las
actividades que antes desempeñaban los judíos -el comercio, el préstamo,
el artesanado- y ahora con la ventaja añadida de que al ser cristianos
pueden acceder a oficios y profesiones que antes estaban prohibidas a
los judíos. Algunos incluso ingresan en el clero llegando a ser canónigos o priores.12 E incluso obispos.13


El ascenso social de los conversos fue visto con recelo por los cristianos viejos,13
un resentimiento que se vio acentuado por la conciencia por parte
aquéllos de que poseían una identidad diferenciada, orgullosos de ser
cristianos y de tener ascendencia judía, que era el linaje de Cristo.14
Así cuando en Castilla entre 1449 y 1474 se vivió un período de
dificultades económicas y de crisis política (especialmente durante la guerra civil del reinado de Enrique IV)
estallaron revueltas populares contra los conversos, de las que la
primera y más importante fue la que tuvo lugar en 1449 en Toledo,
durante la cual se aprobó una Sentencia-Estatuto que prohibía el acceso a los cargos municipales de nigún confesso del linaje de los judíos –un antecedente de los estatutos de limpieza de sangre del siglo siguiente-.15
El origen de las revueltas era económico –en Andalucía especialmente se
vivía una situación de hambre, agravada por una epidemia de peste- y en
principio "no van dirigidas especialmente contra los conversos. Son los
partidos y los demagogos los que se aprovechan de la exasperación del
pueblo y la dirigen contra los conversos".16


Para justificar los ataques a los conversos se afirma que éstos son
falsos cristianos y que en realidad siguen practicando a escondidas la
religión judía. Según Joseph Pérez, "es un hecho probado que, entre los
que se convirtieron para escapar al furor ciego de las masas en 1391, o
por la presión de las campañas de proselitismo de comienzos del siglo
XV, algunos regresaron clandestinamente a su antigua fe cuando pareció
que había pasado el peligro; de éstos se dice que judaízan.17 La acusación de criptojudaísmo
se hace más verosímil cuando se conocen algunos casos de destacados
conversos que siguieron observando los ritos judaicos después de su
conversión. Pero los conversos que judaizaban, según Joseph Pérez,
fueron una minoría aunque relativamente importante.18 Lo mismo afirma Herny Kamen
cuando dice que "puede afirmarse que a finales de la década de 1470 no
había ningún movimiento judaizante destacado o probado entre los
conversos". Además señala que cuando se acusaba a un converso de
judaizar, en muchas ocasiones las "pruebas" que se aportaban eran en
realidad elementos culturales propios de su ascendencia judía –como
considerar el sábado, no el domingo, como el día de descanso-, o la
falta de conocimiento de la nueva fe –como no saber el credo o comer
carne en Cuaresma-.19



Cuadro Virgen de los Reyes Católicos en el que aparece arrodillado detrás del rey Fernando el Católico, el inquisidor general Tomás de Torquemada, y arrodillado detrás de la reina el inquisidor de Aragón Pedro de Arbués.
Así es como nace el "problema converso". El bautizado no puede renunciar a su fe según la doctrina canónica de la Iglesia por lo que el criptojudaísmo es asimilado a la herejía,
y como tal debe ser castigada. Así lo empiezan a reclamar diversas
voces incluidas las de algunos conversos que no quieren que se ponga en
duda la sinceridad de su bautismo por culpa de esos "falsos" cristianos
que empiezan a ser llamados marranos.
Y además se extiende la idea de que la presencia de los judíos entre
los cristianos es lo que invita a los conversos a seguir practicando la Ley de Moisés.20


Cuando en 1474 accede al trono Isabel I de Castilla, casada con el heredero de la Corona de Aragón, el futuro Fernando II de Aragón,
el criptojudaísmo no se castigaba, "no, por cierto, por tolerancia o
indiferencia, sino porque se carecía de instrumentos jurídicos
apropiados para caracterizar este tipo de delito".21 Por eso cuando deciden afrontar el "problema converso", sobre todo después de que el prior de los dominicos de Sevilla, fray Alonso de Ojeda, les remite en 1475 un informe alarmante sobre la cantidad de conversos que en esa ciudad judaízan, incluso de manera abierta,22 se dirigen al papa Sixto IV para que les autorice a nombrar inquisidores en sus reinos, lo que el pontífice les concede por la bula Exigit sincerae devotionis del 1 de noviembre de 1478.22
"Con la creación del tribunal de la Inquisición dispondrán las
autoridades del instrumento y de los medios de investigación adecuados".21
Según Joseph Pérez, Fernando e Isabel "estaban convencidos de que la
Inquisición obligaría a los conversos a integrarse definitivamente: el
día en que todos los nuevos cristianos renunciaran al judaísmo nada les
distinguiría ya de los otros miembros del cuerpo social"23


La segunda oleada de conversiones: la expulsión de los judíos en 1492

Los primeros inquisidores nombrados por los reyes llegan a Sevilla en
noviembre de 1480, "sembrando en seguida el terror" entre los conversos
de la ciudad y de toda Andalucía. En los primeros años y sólo para esta
ciudad dictan 700 sentencias de muerte y más de cinco mil reconciliaciones
–es decir, penas de cárcel, de exilio o simples penitencias- que van
acompañadas de la confiscación de sus bienes y la inhabilitación para
cargos públicos y beneficios eclesiásticos.24


En sus investigaciones los inquisidores descubrieron que desde hacía
tiempo muchos conversos se reunían con sus familiares judíos para
celebrar las fiestas judaicas e, incluso, asistir a las sinagogas.
Además guardaban el sábado y los ayunos y rezaban oraciones judías.25
Esto les convence de que no lograrán acabar con el criptojudaísmo si
los conversos siguen manteniendo el contacto con los judíos, por lo que
piden a los reyes que sean expulsados de Andalucía. Estos lo aprueban y
en 1483 dan un plazo de seis meses para que los judíos de las diócesis
de Sevilla, Córdoba y Cádiz se marchen a Extremadura.26



El 31 de marzo de 1492, poco después de finalizada la guerra de Granada, los Reyes Católicos firmaron en Granada el decreto de expulsión de los judíos, aunque este no se haría público hasta finales del mes de abril.27 Unos meses antes un auto de fe
celebrado en Ávila en el que fueron quemados vivos tres conversos y dos
judíos condenados por la Inquisición por un presunto delito de crimen ritual contra un niño cristiano (el que será conocido como el Santo Niño de La Guardia) contribuyó a crear el ambiente propicio para la expulsión.28


Aunque en el decreto de expulsión no se hacía referencia a una
posible conversión, esta alternativa estaba implícita. El drama que
vivieron los judíos sobre la terrible decisión que tenían que tomar lo
recoge una fuente contemporánea:29


Algunos judíos, cuando se les acababa el término, andaban de noche y
de día como desesperados. Muchos se volvieron del camino… y recibieron
la fe de Cristo. Otros muchos, por no privarse de la patria donde habían
nacido y por no vender en aquella ocasión sus bienes a menos precio, se
bautizaban


Los judíos más prominentes, con pocas excepciones entre las que destaca la de Isaac Abravanel, decidieron convertirse al cristianismo. El caso más relevante fue el de Abraham Seneor,
rabí mayor de Castilla y uno de los colaboradores más estrechos de los
reyes. Él y todos sus familiares fueron bautizados el 15 de junio de
1492 en el monasterio de Guadalupe, siendo sus padrinos los reyes Isabel y Fernando. Tomó el nombre de Fernán Núñez Coronel y su yerno Mayr Melamed el de Fernán Pérez Coronel –el mismo nombre de pila que el del rey-. A este caso, como al de Abraham de Córdoba,
se le dio mucha publicidad para que sirviera de ejemplo para el resto
de miembros de su comunidad. De hecho durante los cuatro meses de plazo
tácito que se dio para la conversión muchos judíos se bautizaron,
especialmente los ricos y los más cultos, y entre ellos la inmensa
mayoría de los rabinos.30


Un cronista de la época relata la intensa campaña de propaganda que se desplegó:29


A todas las aljamas y comunidades dellas fueron hechas muchas
predicaciones en todas las sinagogas y en las plazas y en las iglesias y
por los campos, por los sabios varones de España; y les fue predicado
el santo evangelio y la doctrina de la santa madre Iglesia, y les fue
predicado y probado por sus mismas Escrituras, cómo el Mesías que
aguardaban eran Nuestro Redentor y Salvador Jesucristo, que vino en el
tiempo convenible, el cual sus antepasados con malicia ignoraron, y
todos los otros que después dellos vinieron nunca quisieron dar oído a
la verdad; antes, engañados por el falso libro del Talmud, teniendo la verdad ante sus ojos y leyéndola en su ley cada día, la ignoraban e ignoraron.


Los judíos que decidieron no convertirse "tuvieron que prepararse
para la marcha en tremendas condiciones". Un cronista de la época
escribió:31


Vendieron y malbarataron cuanto pudieron de sus haciendas… y en todo
hubieron siniestras venturas, ca hubieron los cristianos sus haciendas,
muy muchas y muy ricas casas y heredamientos por pocos dineros; y
andaban rogando con ellas y no hallaban quien se las comprase y daban
una casa por un asno y una viña por poco paño o lienzo, porque no podían
sacar oro ni plata.


Algunos pocos en el último momento decidieron bautizarse para poder quedarse. Así lo relata Andrés Bernaldez, párroco de Los Palacios:32


Iban con muchos trabajos y fortunas; unos cayendo, otros levantando,
otros muriendo, otros naciendo, otros enfermando, que no había cristiano
que no hubiese dolor de ellos y siempre por do iban los convidaban al
bautismo y algunos, con la cuita, se convertían y quedaban, pero muy
pocos, y los rabíes los iban esforzando y hacían cantar a las mujeres y
mancebos y tañer panderos.


El motivo que se aduce en el decreto para expulsar a los judíos es
que servían de ejemplo e incitaban a los conversos a volver a las
prácticas de su antigua religión:33 34


Bien es sabido que en nuestros dominios, existen algunos malos
cristianos que han judaizado y han cometido apostasía contra la santa fe
Católica, siendo causa la mayoría por las relaciones entre judíos y
cristianos.


Según Joseph Pérez, "lo que les preocupaba [a los reyes] era la
asimilación total y definitiva de los conversos; para ello fracasadas
las medidas anteriores [la reclusión de los judíos en guetos, la
creación de la Inquisición], acuden a una solución drástica: la
expulsión de los judíos para arrancar el mal".35
"A la inquisición le pareció la expulsión de los judíos la mejor forma
de acabar con los conversos judaizantes: quitada la causa –la
comunicación con judíos-, desaparecería el efecto"36
Asimismo, "los reyes debieron pensar que la perspectiva de la expulsión
animaría a los judíos a convertirse masivamente y que así una paulatina
asimilación acabaría con los restos del judaísmo. Se equivocaron en
esto. Una amplia proporción prefirió marcharse, con todo lo que ello
suponía de desgarramientos, sacrificios y vejaciones, y seguir fiel a su
fe. Se negaron rotundamente a la asimilación que se les ofrecía como
alternativa".37


Como algunos judíos identificaban España, la península ibérica, con la Sefarad bíblica, los judíos expulsados por los Reyes Católicos recibieron el nombre de sefardíes. Estos, además de su religión, mantuvieron sus costumbres y particularmente conservaron su lengua, el judeoespañol, que derivaba del castellano que se hablaba en el siglo XV.38


Varios miles de judíos expulsados regresaron al poco tiempo a causa
del maltrato que sufrieron en algunos lugares de acogida, como en el reino de Fez (Marruecos).39
La situación de los que retornaron se regularizó con una orden del 10
de noviembre de 1492 en la que se establecía que las autoridades civiles
y eclesiásticas tenían que ser testigos del bautismo de los judíos y en
el caso de que se hubiesen bautizado antes de volver se exigían pruebas
y testimonios que lo confirmasen. Asimismo pudieron recuperar todos sus
bienes por el mismo precio al que los hubieran vendido. Los retornos
están documentados hasta 1499 por lo menos. Por otro lado, una provisión
del Consejo Real de 24 de octubre de 1493 determinó duras sanciones
para aquellos que injuriasen a estos cristianos nuevos –llamándolos tornadizos, por ejemplo.40


Los judeoconversos después de 1492

Los marranos y la persecución de la Inquisición

A los judíos que se bautizaron pero que siguieron practicando en secreto el judaísmo, -es decir, que judaizaban- recibieron el nombre de marranos, una palabra de etimología incierta, y que unos relacionan con la costumbre judía de no comer cerdo y otros con el verbo marrar
('fallar') en referencia a que esos judíos no se convirtieron de forma
sincera. El término converso se suele reservar a los judíos que se
convirtieron y renunciaron completamente a su antigua fe. Así el marranismo fue una forma de criptojudaísmo,
que fue justificado por los rabinos con el argumento de que los judíos
podían -e incluso debían- fingir convertirse a otra religión si creían
en peligro su vida. Además estos criptojudíos estaban exentos de cumplir
aquellas prácticas del culto que pudieran delatarles, y sólo se les
exigía en última instancia que mantuvieran la fe en sus conciencias.41



Marranos. Ceremonia secreta en España en la época de la Inquisición. Pintura de historia del artista ruso-judío Moshe Maimon,42 1893.
La Inquisición comenzó a actuar inmediatamente contra los judaizantes
y en las cuatro décadas siguientes éstos fueron sus principales
víctimas. A partir de 1530-1540 los casos juzgados por la Inquisición
que tuvieran que ver con judaizantes prácticamente desaparecieron –en el
tribunal de Toledo, por ejemplo, sólo el 3% de los casos que pasaron
por el tribunal entre 1531 y 1560 tuvieron que ver con ellos-. Incluso
la Inquisición se ocupó de erradicar la práctica bastante común de
llamar "judío" a un enemigo –el agraviado podía llevar su caso ante el
Santo Oficio y que éste demostrara que no tenía ningún antepasado judío,
limpiando así su honor-. Además existen testimonios de contemporáneos
de que los judaizantes habían desaparecido.43 Agustín Salucio utilizó el hecho de que no hubiera ya judaizantes como argumento para denunciar los estatutos de limpieza de sangre en el libro que publicó en 1599. Diego Serrano de Silva escribió en 1623:44


[H]oy se ve por larga experiencia de años que las familias que tienen
raza desta infección son de corazón fidelíssimos cristianos, devotos y
píos, dando sus hijas a religiones, sus hijos al sacerdocio, obrando con
manifiesta devoción cristiana


Sin embargo, Henry Kamen afirma que a finales del siglo XVI y
principios del siglo XVII continuaba habiendo judaizantes, pero eran
"irreconocibles como judíos" porque "virtualmente todos los signos del
judaísmo [como la circuncisión, el sabbat, las fiestas judías,
abstenerse de comer cerdo] habían desaparecido". "Los que permanecieron
aferrados a su identidad mantenían, si embargo, una fe inquebrantable en
el Dios de Israel, transmitían de padres a hijos las pocas oraciones
tradicionales que podían recordar y usaban el Antiguo Testamento
católico como lectura básica". Aporta como prueba que en la última
década del siglo XVI la Inquisición condenó a varios grupos de
judaizantes –singularmente mujeres- en Quintanar de la Orden –donde fueron penitenciadas unas cien personas-, en Granada –con más de 150 personas condenadas- y en Sevilla –89 judaizantes.45


Pero la situación cambió con la llegada a Castilla de un gran número de judeoconversos portugueses
–en realidad eran judíos castellanos que habían marchado a Portugal en
1492 y que en 1497 habían sido obligados a convertirse- tras la
implantación definitiva de la Inquisición portuguesa en 1547 –entre 1547 y 1580 en los tres tribunales de Lisboa, Évora y Coimbra hubo 34 autos de fe, con 169 ejecuciones en persona y 51 en efigie y 1.998 penitentes- y sobre todo tras la incorporación por Felipe II del reino de Portugal a la Monarquía Hispánica
en 1580, que supuso que la Inquisición portuguesa intensificara la
persecución de los que judaizaban –entre 1581 y 1600 hubo en los tres
tribunales portugueses 50 autos de fe, en los que fueron ejecutados 162
condenados en persona y 59 en efigie y hubo 2.979 penitenciados-. El
problema que se planteó fue que buena parte de estos judeoconversos portugueses
eran marranos, porque hasta cincuenta años después de que se les
obligara a bautizarse en 1497 no se implantó la Inquisición allí y
durante ese tiempo habían podido seguir practicando más o menos
abiertamente la fe judaica. No es de extrañar que la Inquisición
española comenzara actuar inmediatamente contra ellos. "A partir de la
década de 1590, la presencia de judaizantes portugueses en los procesos
inquisitoriales se fue haciendo cada vez más significativa", presencia
que se prolongó durante el siglo XVII y principios del siglo XVIII –"de
las más de 2.300 personas procesadas por judaizantes por los tribunales
españoles entre la década de 1660 y la de 1720, el 43 por 100 era de
origen portugués".46


El problema para la Inquisición era que la Monarquía tenía necesidad
de los marranos portugueses porque un grupo de ellos eran grandes
financieros que podían conceder préstamos a la deficitaria Hacienda real
-ya en 1604-1605 Felipe
consiguió del papa el perdón general a los marranos portugueses por
delitos anteriores a cambio de un donativo de casi dos millones de
ducados-. El Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV,
protegió a los banqueros y comerciantes marranos portugueses, sobre
todo después de la bancarrota del Estado de 1626 que supuso la quiebra
para los banqueros genoveses que hasta entonces habían sido los
principales financiadores de la Monarquía y que a partir de entonces
pasaron a serlo los portugueses. En 1628 Felipe IV concedió "a los
banqueros portugueses la libertad para comerciar y establecerse sin
restricciones, esperando de ese modo recuperar parte del comercio con
las Indias, que ahora estaba en manos extranjeras".47


Se dijo incluso que el Conde-Duque había iniciado negociaciones con
judíos descendientes de los expulsados en 1492 que vivían en el norte de
África y Oriente Próximo para regresaran dándoles garantías sobre su
seguridad.48 En una carta de 8 de agosto el padre Pereyra escribía: "El valido [Olivares] anda en que entren los judíos en España". Un cronista anotaba: "He
sabido como cosa cierta que se trata de restituir y traer a los judíos,
que están en las sinagogas de Holanda y otras partes… Opónese la Santa
Inquisición
".49


Al parecer lo que pretendía Olivares era servirse de las redes
marranas sefardíes que se habían extendido por Europa y Oriente Próximo
con su epicentro en Ámsterdam, y que estaban constituidas "a base de
relaciones de negocio, complicidades religiosas y lazos de parentesco".
Gracias a ellas "un marrano, nada más llegar a una ciudad o tierra
desconocida, entra rápidamente en contacto con otros marranos, parientes
o amigos de amigos, que le ayudan y, muchas veces, le dan la
oportunidad de practicar el judaísmo o incluso le incitan a judaizar
cuando había dejado de hacerlo".49


En la existencia de estas redes organizadas de solidaridad entre los
judíos sefardíes está el origen, según Joseph Pérez, del mito de la
conspiración judía mundial. Uno de sus primeros propagadores fue el
escritor Francisco de Quevedo, quien "siempre sintió gran repulsión y odio a los judíos" como lo demostró en su panfleto Execración de los judíos.50
El escrito de Quevedo en el que refiere la existencia de un complot
judío para manejar los hilos de la política mundial lo tituló La Isla de los Monopantos, que incluyó en 1644 en su obra Sueños. En ella se describía una supuesta reunión secreta celebrada en Salónica, entonces una ciudad del Imperio Otomano y donde vivían miles de sefardíes, entre judíos llegados de todas partes de Europa y los Monopantos,
es decir, los cristianos que estaban dispuestos a colaborar con ellos
para acabar con el mundo cristiano –entre los que se puede suponer que
se encontraría Olivares-.51


Pero la política de Olivares no pudo impedir que la Inquisición
actuara, sobre todo en Madrid, donde el comportamiento de los marranos
portugueses en la corte a veces "rayaba en la provocación". En 1629
fueron condenados y quemados en un auto de fe presidido por Felipe IV
cuatro judeoconversos portugueses que habían profanado y quemado un
crucifijo. En 1633 aparecieron en las calles de Madrid pasquines en los
que se proclamaba la superioridad de la religión judía sobre la
cristiana, lo que dio lugar a la réplica de Quevedo Execración contra los judíos.49 En esos años la Inquisición procesó por judaizantes a algunos banqueros portugueses como Manuel Fernández Pinto o Juan Núñez Saravía.52


Tras la caída de Olivares en 1640 la Inquisición ya pudo actuar
libremente y fue deteniendo uno a uno a casi todos los banqueros
portugueses. En seguida la persecución se extendió a toda la comunidad
de judeoconversos portugueses y "la década de 1650 vio el comienzo de
una serie de arrestos indiscriminados y de juicios que reinstauraron el
reino del terror para la minoría conversa de origen portugués", afirma
Henry Kamen. Algunos escaparon al norte de Europa, especialmente a las Provincias Unidas de los Países Bajos y a su ciudad más importante Ámsterdam, donde retornaron a la fe judía sin ser perseguidos.53 Uno de ellos Gaspar Méndez, quien en cuanto llegó a Ámsterdam cambió su nombre por el de Abraham Idana, escribió un duro alegato contra la Inquisición:.54


Obligándolos con ynauditos tormentos a que muchos confiesen por
fuerza lo que no hicieron, y esto [h]a sido y es causa que muchos que
muchos [h]an preso, entrando en las cárzeles sin conocimiento de otra
cosa más que ser cristianos [h]an salido judíos. Esta fue la causa de
retirarme de tierra donde domina tal tribunal.


A partir de 1680 el número de judeoconversos procesados por la
Inquisición se va reduciendo, lo que indica, según Henry Kamen, que "la
primera generación de conversos portugueses había sido borrada de la faz
de la tierra, lo mismo que lo había sido la de los conversos españoles a
principios de siglo".55


Pero a finales del siglo XVII hubo un último caso de persecución de judeoconversos: los chuetas de Mallorca —según Joseph Pérez, "la palabra chueta
aparece por primera vez en un documento inquisitorial de 1688 para
referirse a los judaizantes de Palma que vivían en un barrio en torno a
la calle del Sagell"—.56
Se trataba de una comunidad descendiente de judeoconversos que en 1675
se descubrió que muchos de sus miembros judaizaban secretamente desde
hacía más de un siglo –la Inquisición desde 1531, año en que ejecutó al
último judaizante, se había ocupado sobre todo de los moriscos-. Aquel
año fue quemado vivo un joven de 19 años y en los cuatro años siguientes
fueron detenidas varios centenares de personas y sus bienes fueron
confiscados por un valor superior a los dos millones y medio de ducados.
En la primera mitad de 1679 se celebraron en Mallorca cinco autos de fe
en los que hubo 221 ejecuciones. Nueve años después algunos chuetas
organizaron una conjura pero fracasó dando lugar a cuatro autos de fe
celebrados en 1691 en los que fueron ejecutados 37 condenados en persona
y 49 en efigie.57 Sus sambenitos permanecieron colgados en la iglesia de Santo Domingo de Palma hasta finales del siglo XIX. Al principio de la década ominosa (1823-1833) del reinado de Fernando VII
se produjo una violenta represión contra los chuetas y sus casas de la
calle de las Platerías fueron saqueadas. La discriminación continuó a lo
largo del siglo XIX. A un sacerdote de origen chueta J. Taronjí se le
prohibió predicar en 1876; en 1904 al presidente del gobierno de
entonces, el mallorquín Antonio Maura, en un debate parlamentario un diputado le gritó: que se calle el chueta. Hasta 1963 no hubo ningún canónigo de origen chueta en el cabildo de la catedral de Palma de Mallorca.58


La discriminación de los judeoconversos: los estatutos de limpieza de sangre

Henry Kamen ha relacionado la difusión de los estatutos de limpieza de sangre, establecidos para impedir que los judeoconversos
pudieran formar parte de determinadas instituciones, con la actuación
de la Inquisición porque el espectáculo de miles de judeoconversos
condenados a la hoguera por judaizar convenció a muchas personas de que
la religión cristiana debía "ser protegida excluyendo a los conversos de
todos los cargos importantes". Precisamente la primera institución que
adoptó un estatuto de limpieza de sangre, el Colegio Mayor de San Bartolomé, en Salamanca, lo hizo en 1482, el mismo año en que empezó la Inquisición a actuar en la ciudad.59


Los Reyes Católicos
establecieron la discriminación a los conversos que habían sido
penitenciados por la Inquisición —y a la primera o segunda generación de
sus descendientes— en 1501 pero no a los conversos en general. Los
estatutos de limpieza sangre que incluían a todos fueron decididos por
cada institución de forma independiente.60


Hacia 1570-1580 las instituciones que exigían pruebas de sangre eran
relativamente pocas, aunque los conversos vieron muy limitadas sus
posibilidades de ascenso social al no poder acceder a algunas de ellas,
como los colegios mayores o las órdenes militares. Según Henry Kamen, las "comunidades del estatuto", como se las llamaba, se reducían "a los seis colegios mayores de Castilla, a algunas órdenes religiosas (jerónimos, dominicos y franciscanos); a la Inquisición
[que aprobó su estatuto de limpieza de sangre en 1572] y algunas
catedrales (Toledo, Sevilla, Córdoba, Jaén, Osma, León, Oviedo y
Valencia). Prácticamente sólo un sector secular se veía afectado por los
estatutos: las órdenes militares, (la orden de Santiago adoptó uno de estos estatutos en fecha tardía, en 1555) y su órgano administrativo, el Cosejo de Órdenes. Algunos asuntos legales, como el del mayorazgo,
también establecieron condiciones de limpieza de sangre. Finalmente, un
puñado de municipios y de hermandades, repartidas por Castilla,
practicaban también la exclusión". Sin embargo, alguna de estas
instituciones eran muy importantes, como es el caso de los colegios
mayores, ya que la exclusión de los conversos significaba cerrarles el
paso a ocupar los altos cargos eclesiásticos y estatales, o el de las
órdenes militares, ya que las encomiendas eran una de las formas de acceder a la nobleza. "El panorama, evidentemente, era negro para los conversos", afirma Kamen.61



Retrato de Juan Martínez Silíceo, arzobispo de Toledo, por Francisco de Comontes, que consiguió que se aprobara un estatuto de limpieza de sangre en la catedral de Toledo.
A pesar de todo, según Henry Kamen, "el reducido número de
instituciones provistas de estatuto... desmiente la idea de que una
especie de obsesión por la limpieza de sangre estaba asolando el país", y
además "los estatutos nunca formaron parte del derecho público español y
nunca figuraron en ningún cuerpo de derecho público. Su validez estaba
restringida sólo a aquellas instituciones que los habían adoptado". Por
otro lado, los estatutos existían casi exclusivamente en la Corona de Castilla.
En Cataluña eran desconocidos. Asimismo los estatutos siempre fueron
muy criticados, no gozaron de amplia aceptación y en muchos casos no se
cumplieron -por ejemplo, en 1557, un año después de que Felipe II
confirmara el estatuto de la catedral de Toledo, fue nombrado como
canónigo un converso-, además de que se podían burlar mediante el
soborno o la presentación de pruebas falsas.62
Y para entrar en la nobleza no se exigía la limpieza de sangre, aunque
los conversos condenados por la Inquisición por herejía podían ser
excluidos.63


Sin embargo la barrera de la limpieza de sangre existía. Los que
tenían que acceder a determinados cargos debían demostrar que entre sus
antecesores no había habido nadie condenado por la Inquisición o que era
judío o musulmán.64
En aquella época se consideraba que el estigma que recaía sobre una
persona y sobre un linaje –la infamia- era perpetuo, y ni siquiera el
bautismo lo podía borrar. Esta doctrina —"básicamente racista", según
Kamen— fue fomentada por la Inquisición con su costumbre de colgar en un
lugar visible los sambenitos una vez que los condenados habían finalizado el período de castigo "para que siempre aya memoria de la infamia de los herejes y de su descendencia".65



Los estatutos de limpieza fueron criticados por ciertos sectores. Una de las personas que mostró una oposición más firme fue Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús,
por lo que los jesuítas admitieron a los conversos, de quienes el
rector del colegio jesuita de Alcalá escribió en una carta a Ignacio de
Loyola: "se encuentra entre ellos más virtud que entre los cristianos viejos y los hidalgos". El sucesor de Ignacio de Loyola como general de la Compañía en 1556 fue un converso, Diego Laínez, lo que suscitó la oposición entre ciertos sectores de la Iglesia. Francisco de Borja, sucesor de Laínez y cristiano viejo, escribió en una carta que para el Señor "no hay acepción de personas ni distinción entre griego y judío, entre bárbaro y escita". El jesuita Juan de Mariana escribió en su tratado El rey (1599) una dura crítica a los estatutos de limpieza de sangre argumentando que "las
notas de la infamia no deben ser eternas, y es preciso fijar un plazo
fuera del cual no deben pagar los descendientes las faltas de sus
antepasados
".66


Ese mismo año de 1599 se publicó el alegato más rotundo que se había
escrito nunca contra los estatutos y que causó una gran conmoción porque
su autor había sido miembro de la Inquisición y además era un
prestigioso teólogo dominico de 76 años. Se trataba de Agustín Salucio quien en su Discurso
planteó dos críticas a los estatutos: que ya no tenían vigencia porque
ya no había conversos que judaizaran y que habían traído más males que
bienes —"de la paz dicen que no la puede aver estando dividida la república en dos vandos", afirmaba—. Y concluía: "Gran cordura sería assigurar la paz del reyno limitando los estatutos, de manera que de chistianos vejos [sic] y moriscos y confessos, de todos se venga a hazer un cuerpo unido y todos sean christianos viejos y seguros".67


El libro de Salustio, que recibió el apoyo de muchas autoridades
civiles y eclesiásticas, abrió una enorme crisis en el seno de la
Inquisición, aunque mantuvo la prohibición del mismo.68
Al libro de Salustio le siguieron otros que criticaban los estatutos,
algunos de ellos escritos por miembros destacados de la Inquisición,
pero hasta la llegada al poder en 1621 del Conde-Duque de Olivares tras subir al trono Felipe IV
no se hizo nada por cambiarlos. En 1623 la Junta de Reformación decretó
nuevas normas que modificaban la práctica de los estatutos. Se
eliminaban las pruebas de limpieza cada vez que se ascendía o se
cambiaba de empleo, no se haría caso de los "rumores" para determinar la
limpieza de sangre y tampoco de los testimonios orales que no
estuvieran apoyados en pruebas sólidas, así como se prohibía la difusión
de las obras en las que aparecían listados de familias de origen judío,
como el "Libro Verde de Aragón".69 Sin embargo, los "consejos, tribunales, colegios mayores y comunidades con estatutos"
a los iba dirigida la reforma parece que la incumplieron, a pesar de
que como escribió un miembro de la Junta de Reformación eran70


causa y principio de mucha multitud de pecados, perjurios,
falsedades, pendencias, muertes, pleytos criminales y civiles, y que
muchos de los nuestros, viendo que no son admitidos a las honras y
oficios de su patria, se hayan ausentado de estos Reynos e ídose a
otros, desesperados de verse infamados.


Según Henry Kamen, la limpieza de sangre "nunca se aceptó
oficialmente en el derecho español, ni en la mayor parte de las
instituciones, iglesias ni municipios de España. El daño más profundo
fue el que hizo, como sucede con otras discriminaciones raciales, en el
ámbito del estatus, el rango social y la promoción. Pero en ningún
momento llegó a convertirse en una obsesión nacional. [...] A finales
del siglo XVII, los pocos estatutos que aún perduraban estaban siendo
abiertamente ignorados y contravenidos a cada paso". La única excepción
fue el caso de los chuetas de Mallorca cuya discriminación se mantuvo hasta la segunda mitad del siglo XIX.71


En el siglo XVIII los ministros ilustrados del reformismo borbónico criticaron los estatutos aunque no los abolieron —el conde de Floridablanca los condenó porque "se
castiga la más santa acción del hombre, que es su conversión a nuestra
santa fe, con la misma pena que el mayor delito, que es apostatar de ella
"—.72 La abolición se produjo en el siglo XIX por una Real orden del 31 de enero de 1835, en el marco de la Revolución liberal española que puso fin al Antiguo Régimen,
aunque hasta 1859 se mantuvo para los oficiales del ejército. Una ley
de mayo de 1865 abolió las pruebas de limpieza de sangre para los
matrimonios y para ciertos cargos civiles y militares.72


Referencias


  • Kamen, Henry (2011). p. 224. «Se creía que España, sus tradiciones y su fe pertenecían exclusivamente a los cristianos viejos.
    Este patrimonio no podía compartirse con quienes estaban fuera del
    cuadro, fuesen judíos, musulmanes o herejes. Lo que comenzó como una
    discriminación social se convirtió más tarde en antagonismo social y en
    racismo».
    Falta el |título= (ayuda)

    1. Kamen, Henry (2011). p. 245. Falta el |título= (ayuda)

    Bibliografía


  • Pérez, Joseph
    (2012) [2009]. pp. 10-11. «Los judíos, perseguidos, hallaron refugio en
    los reinos cristianos del norte, donde fueron bien acogidos por los
    príncipes porque procedían de un país –Al-Ándalus-
    cuya civilización era por aquel entonces muy superior a la de la España
    cristiana, porque hablaban árabe, porque conocían la organización
    política, económica y social de los territorios musulmanes y porque
    dominaban las técnicas comerciales más avanzadas».
    Falta el |título= (ayuda)


  • Pérez, Joseph (2012) [2009]. pp. 12-13. Falta el |título= (ayuda)


  • Pérez, Joseph
    (2012) [2009]. pp. 13-15. «La guerra civil ha modificado la situación
    de los judíos de la corona de Castilla. Por primera vez, el antisemitismo ha sido explotado políticamente; por primera vez, ha adoptado formas violentas y ha dado lugar a matanzas y pillajes».
    Falta el |título= (ayuda)


  • Pérez, Joseph (2012) [2009]. p. 15. Falta el |título= (ayuda)


  • Kamen, Henry (2011). p. 17. Falta el |título= (ayuda)


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  • Pérez, Joseph
    (2012) [2009]. pp. 20-21. «Se odia a los ricos porque están a salvo del
    hambre y de la enfermedad; se acusa a los comerciantes de almacenar el
    trigo para provocar la subida de los precios; las casas de unos y de
    otros son saqueadas.»
    Falta el |título= (ayuda)


  • Pérez, Joseph (2012) [2009]. p. 22. Falta el |título= (ayuda)


  • Pérez, Joseph (2012) [2009]. pp. 22-23. Falta el |título= (ayuda)


  • Kamen, Henry
    (2011). pp. 44-46. «Cualquiera que no se adaptase al resto de la
    comunidad se le veía como "judío". Manuel Rodríguez, alquimista de Soria
    en la década de 1470, desdeñaba la religión oficial, pero el párroco lo
    describió como "de los más sabios hombres del mundo en todas las
    cosas". Precisamente por ello tenía fama, según el testimonio de un
    funcionario, de ser judío».
    Falta el |título= (ayuda)


  • Pérez, Joseph (2012) [2009]. pp. 24-25. Falta el |título= (ayuda)


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