martes, 24 de mayo de 2016

Tomás de Aquino

Tomás de Aquino

Tomás de Aquino

(1225 – 1274)

1. Contexto histórico,

sociocultural y filosófico de

Santo Tomás.

Tomás de Aquino es un pensador

cristiano y medieval. Durante

la Edad Media coexisten en el espacio geográfico del antiguo Imperio

Romano al

menos tres

formas

políticas, sociales y culturales
dife­rentes: la

de los restos del

antiguo Imperio de Oriente (Bizancio), la de los reinos cristianos de

Occidente

y la de los territorios islamiza­dos. Las relaciones entre estos tres

focos son

a menudo conflictivas: En el 711 los musulmanes, concluida su expansión

por el

norte de África, penetran en Europa por la Península Ibérica, pero son

deteni­dos

en los Pirineos. Los reinos cristianos batallarán contra el invasor

musulmán y,

desde el siglo XI al XIII, organizarán las Cruzadas para la

recuperación de

los "Santos Lugares". Por su parte, Bizancio, tam­bién acosado por el

Islam, se rebela contra las imposiciones doctri­nales, litúrgicas y,

sobre

todo, políticas de los obispos de Roma, se produce el cisma de Oriente

en el siglo XI.
En

Occidente, el ideal político-religioso al que se tiende es el de Cristiandad:
una

única comunidad con una sola religión (Iglesia), con dos autoridades supremas, una

temporal, el

emperador, y otra espiritual, el Papa
. Se trata de restituir el

Imperio Romano,

ahora como Imperio Cristiano: así, el año 800 el Papa coro­na como

emperador al

rey de Francia Carlomagno. Sin embar­go, las relaciones entre estas dos

"espadas" o poderes de la Cristian­dad no fueron pacíficas. Cuestiones

como el nombra­miento de los obispos y cargos eclesiásticos, o la misma

ambigüedad del poder papal (a la vez jefe espiritual de la Iglesia y

señor

temporal de los Estados pontificios), desataron el conflicto y

prepararon el

camino para las dos grandes revoluciones que, dentro del cristianis­mo,

se

realizan contra la autoridad del obispo de Roma: el concilia­rismo del

siglo

XIV (que afirma que el poder supremo de la Iglesia es el Concilio y no

el Papa)

y la Reforma protestante del XVI.
En este

momento comienzan a formarse los estados modernos
,

a través de

monarquías hereditarias que darán lugar a la idea de nación:

Inglaterra,

Francia, Castilla, Aragón, etc.
La Edad Media es, ya dijimos, un

período que se limita

convencionalmente por dos fechas: 476 y 1453/1492. Entre Agustín

(muerto en

430) y Santo Tomás (muerto en 1274) hay 850 años, es decir, casi 9

nueve

siglos. ¿Qué ha ocurrido entretanto en el mundo? Podemos distinguir a

grandes

rasgos dos períodos:
hasta el siglo XI, hegemonía del

sistema feudal.
desde el siglo XI, resurgimiento de

las ciudades y la

burguesía.
El siglo XIII es una época de grandes

transformaciones. A

partir del siglo XI emergen nuevas realidades que van cambiando el

rostro del

mundo feudal. Del siglo XI al XIII el progreso de la agricultura

permite un

aumento de la población. Se desarrollan las ciudades (burgos) y

sus

habitantes, los burgueses,

dedicados al comercio y la artesanía. Este nuevo grupo social acabará

provocando el derrumbe de la sociedad estamental (nobleza,

clero

y campesinado).

El reparto desigual

de las riquezas y del poder produjo revueltas campesinas, comunas

urbanas y

otros conflictos que serán más importantes a partir del siglo XIII. Es

la época

de las grandes catedrales y de las primeras universidades (Bolonia, Oxford, Paris,

Salamanca): tanto

unas como otras serían imposibles en un mundo exclusivamente rural como

el de

los siglos anteriores. Las universidades, de hecho, surgen inicialmente

como

una asociación de profesores y alumnos, a la que después se le

reconocen

ciertos derechos y ciertos
En arte

se produce el tránsito del románico al gótico
.

Se

puede decir que es el momento de esplendor del mundo medieval, donde,

tras los

conflictos entre religión y cultura profana, razón y fe, Iglesia y

Estado,

etc., parece haberse alcanzado por fin la deseada armonía en una

concep­ción

del mundo donde las realidades mundanas (ciencia, arte, filoso­fía,

política,

etc.) son valoradas positivamente, pero subordinadas a la religión.
Algo se renueva también, sin embargo,

dentro de la Iglesia:

aparecen las órdenes

mendicantes
(franciscanos

y dominicos),

que plantean el ideal evangélico de pobreza

frente a unas estructuras eclesiásticas excesivamente ricas y poderosas.
           

Para

comprender el pensamiento de esta época hay que tener muy presente

cuáles eran

los textos que estaban accesibles en cada momento y, muy

particularmente, el

siguiente hecho decisivo. El hecho importante es que una masa grande y

decisiva

de literatura antigua (cuyo principal elemento es el grueso de la obra

de

Aristóteles) estaba siendo estudiada y comentada por árabes y judíos

mientras que

era desconocida en el Occidente latino. En efecto,

la gran tradición de

la filosofía griega cayó en el olvido en la cultura occidental y

durante

muchísimo tiempo los únicos textos conocidos de Aristóteles eran sus

obras

lógicas. Esa situación de olvido había comenzado en el año 529, con el

cierre

de la última escuela filosófica de Atenas y la huida de Simplicio a

Persia. En

ese momento la gran tradición griega (y sobre todo la parte más

importante de

la obra de Aristóteles) cae en el olvido en el Occidente cristiano y

sólo se

conserva en las culturas árabe y bizantina, que estudian y comentan los

textos

aristotélicos. Precisamente los árabes van a ser los que reintroduzcan

a

Aristóteles y a la gran filosofía griega en Occidente. En efecto,

debido a la

continuada presencia de musulmanes y judíos en el sur de Europa

(principalmente

España) y a la comunidad de intereses con los cristianos de ciertos

lugares,

toda esa masa de literatura empieza a traducirse en algunas ciudades,

especialmente en Toledo, en la cual se funda una famosa Escuela de

Traductores.
Desde 1100-1150, por tanto, empieza a

traducirse en Toledo, y

bajo los auspicios del arzobispo Raimundo, a Aristóteles, Alfarabí,

Avicena,

Algazael y Gabirol al latín (Aveorres y Maimónides estaban aún

comenzando su

obra). Al menos uno de los traductores de Toledo (Dominicuss

Gundissalinus:

Domingo González) era también autor de obras propias. Nótese que era un

trabajo

tedioso y muy fatigoso: las traducciones a veces se hacían palabra por

palabra

del árabe o el hebreo al castellano y del castellano al latín, a lo

cual hay

que añadir que si el autor era griego se partía ya de versiones árabes

que

habían pasado por el siríaco. En cualquier caso, la entrada de todo

este

material despertó un interés importante, y ya desde algo antes de 1200

empezaron a traducirse obras al latín directamente del griego. A

mediados del

siglo XIII (1250) se tenía lo esencial de la obra de Aristóteles

traducido del

griego al latín.
Esta “avalancha” de nuevos textos que

provienen de Toledo

coincide con la constitución de la universidad de París (en 1215 se

aprueban

los estatutos definitivos –reconocidos por el Papa y el rey de

Francia–), lo

cual no deja de tener importancia para entender el contexto filosófico

de Santo

Tomás. En la universidad de París se discutirá, precisamente, la

“nueva”

filosofía aristotélica. Ya hemos visto que durante los siglos

anteriores la

filo­sofía cristiana es fundamen­talmente platónica: San Agustín y San

Anselmo,

por ejemplo, usan conceptos de Platón para explicar el cristianismo. El

redescubrimiento en Europa de las obras de Aristóteles supuso una

auténtica

revolución. ¿Por qué? Porque la obra de Aristóteles ofrecía una explicación

racional del mundo y

del hombre independiente de las verdades cristianas
. El debate entre el

pensamiento

tradicional, agustiniano (la filosofía de Platón era más fácil de

armonizar con

la fe), y el aristotelismo recién llegado será especialmente intenso en

París.
La

universidad de París será el principal lugar de enfrentamiento de las

escuelas

filosóficas en el siglo XIII.
En un

primer momento, el averroísmo
es

declarado herético. Los

estatutos fundacionales de la universidad de París prohibían la

enseñanza de la

obra de Aristóteles –excepto las obras lógicas (es decir, el Organon)– por considerarla peligrosa

para la fe, y siguiendo lo formulado en un concilio provincial de 1210.

El

obispo de París prohibirá también, en varias ocasiones (1240, 1270 y

1277), las

tesis aristotélicas, sustituyéndolas por tesis agustinianas. Sin

embargo, el aristotelismo

mode­rado


(representado por Alberto Magno

y sobre todo por Santo Tomás) se acabará imponiendo y convirtiéndose

desde

entonces en el pensamiento ofi­cial de la Iglesia.
           

El

pensamiento dominante de esta época se denominó escolástica,

ya que se

originó en las escuelas monacales (y después también en las

universidades). La

escolástica es un movimiento filosófico-institucional que trata de

explicar

racionalmente las creencias y dogmas del cristianismo.

2. Vida y obra

Nació cerca de Aquino, en 1225, en

una familia noble de

Nápoles. A los veinte años ingresó en la orden de los dominicos.

Estudia

en París (la universidad más importante de la

época) y en Colonia, donde

es discípulo de Alberto Magno, quien le introduce en el aristotelismo.

Es

profesor de la universidad de Paris desde la que polemiza con los

averroístas y

con los franciscanos agustinistas. Enseñó en París, en la curia

pontificia y en

Nápoles. Murió a los 49 años, camino del Concilio de Lyon, lo cual no

impidió

que escribiese una muy voluminosa obra.
El siglo XIII es el siglo del triunfo

del aristotelismo en

Occidente. Al principio el propio papa advirtió del peligro que tenía

para la

fe la filosofía de Aristóteles, y también los agustinianos lo combatían

ferozmente. A pesar de todo, Santo Tomás es conocido por sintetizar

cristianismo y aristotelismo
y construir un sistema

aristotélico y

cristiano a la vez. La influencia ejercida por Santo Tomás ha sido

enorme.

Durante siglos su pensamiento ha sido el pensamiento oficial

de la Iglesia

católica
.
En definitiva, Santo Tomás pasa por

ser el pensador que

consiguió reunir y armonizar el cristianismo con el pensamiento de

Aristóteles.

Por ello quizás sea interesante reseñar las tesis que Santo

Tomás acepta y

recoge de Aristóteles
:
  • La teoría del movimiento como paso de

    la potencia al acto y

    la distinción de los tipos de movimiento.
  • La teoría hilemórfica, la distinción

    entre sustancia y

    accidentes, y el sistema de categorías.
  • La teoría de las cuatro causas (a las

    que añadirá la

    “causalidad ejemplar”).
  • La demostración de la existencia de

    Dios de Aristóteles

    basada en el movimiento (esta será la 1ª vía). Dios es acto puro y

    pensamiento,

    pero Dios crea el mundo y lo conoce (contradice el mundo eterno de

    Aristóteles).
  • La concepción aristotélica del alma

    como forma y acto del

    cuerpo. También acepta, con ligeras variantes, las facultades o

    potencias que

    Aristóteles atribuía al alma.
  • El principio de que el fin último del

    hombre es la

    felicidad, así como la idea de que la felicidad más perfecta consiste

    en la

    contemplación. Las normas morales se basan en la naturaleza humana, y

    el

    conocimiento de esta será el punto de partida para la formulación de

    las leyes

    morales.
  • El hombre es, por su propia

    naturaleza, un ser social

    (aunque el modelo ideal de socialidad no es ya la polis, como para

    Aristóteles, sino el Estado moderno que

    empieza a fraguarse).  
Las obras que escribe Tomás de Aquino

pertenecen a los

géneros literarios habituales en la época para las obras de filosofía y

teología. Es interesante saber que estos géneros son:
  • Comentarios a las

    obras de Aristóteles, Boecio,

    Dionisio, el Libro de las causas, y otros textos.

    Un texto cuyo

    comentario era casi obligatorio –y que Tomás también comenta– era el Libri

    IV sententiarium
    de Pedro Lombardo. Todos ellos en latín.

    Proceden de un

    uso académico: la lectio.
  • Cuestiones disputadas

    (Quaestiones disputatae)
    :

    presentación sistemática de argumentos contrarios sobre un asunto

    determinado,

    y solución por parte del autor. Tomás escribió varias obras de este

    tipo: Sobre

    la verdad
    (De veritate); Sobre

    el alma
    (De anima),

    etc. Este género también tiene un origen académico: las disputationes

    que periódicamente se celebraban entre maestros y alumnos.
  • Quaestiones quodlibetales:

    procedentes de actos

    académicos más solemnes, y de tema libre.
  • Opúsculos (Opuscula): elaboración

    breve de estructura

    elegida por el autor sobre un problema determinada. A éste género

    pertenecen

    por ejemplo Sobre el ente y la esencia (De

    ente et essentia
    ) y Sobre

    la eternidad del mundo
    (De aeternitati mundi),

    y muchas otras.
  • Sumas (Summae),

    exposiciones sistemáticas y amplias

    –a menudo muy voluminosas– que pretenden abarcar el todo de una

    disciplina,

    bien pura y simplemente, como la famosa Suma teológica

    (Summa

    theologica
    ), bien en relación con un fin o un aspecto

    determinado, como la Suma

    contra gentiles
    , (Summa contra gentiles).
Es fácil ver que la técnica

expositiva de las Summae

se basa en las disputationes.

3. Razón y fe en Santo Tomás.

La difusión de la filosofía de

Aristóteles supuso el

replanteamiento de las relaciones entre la fe y la razón. Ya hemos

visto que el

problema de la relación entre la razón y la fe fue un problema clásico

de todo

el pensamiento judío, árabe y cristiano. En general, la solución de

este

problema había sido la subordinación de la razón (la filosofía) a la fe

(la

teología); la explicación del mundo se basaba en la Revelación (la

Biblia) y

esta explicación era aclarada y precisada mediante la razón. La

filosofía, en

el contexto cristiano, era sobretodo la filosofía de Platón,

relativamente fácil

de armonizar con la Biblia (recuérdese lo que hemos visto de Agustín).

Pero el

descubrimiento de las obras de Aristóteles supuso también descubrir una

explicación racional del mundo y del hombre independiente de las

verdades

cristianas. Ahora, se

demuestra que hay una visión del mundo (la aristotélica) que es

autónoma e

independiente de la fe
, de forma que la filosofía puede aspirar a

ser independiente de la

teología. 
           

Por estas

razones, el filósofo árabe Averroes había afirmado

que existen dos

verdades
, de fe y de razón. La verdad racional es autónoma e

independiente

de la fe. Y además, según Averroes y sus seguidores latinos, son dos

verdades que

pueden entrar en conflicto. Lo verdadero para la razón puede ser falso

para la

fe y viceversa; la razón es independiente de la fe, porque puede

sostener

afirmaciones falsas para la fe. Santo Tomás rechaza esta

teoría de la doble

verdad
. Para Santo Tomás hay, en efecto, distinción entre la

verdad

teológica (fe) y la verdad filosófica (razón); cada una tiene su propio

campo

de acción: a la filosofía corresponde el campo de la verdad natural y a

la

teología el de la verdad sobrenatural. Pero para Santo Tomás no puede

haber

conflicto entre ambas porque las dos proceden de Dios; son distintas,

pero no

contradictorias.
           

Para Santo Tomás no hay conflicto entre razón y fe,

sino armonía. Esta armonía se muestra en el hecho de que hay verdades que son a la vez de razón y de

fe
(por ejemplo la inmortalidad del alma, la

existencia de Dios), es

decir, razón y fe son dos caminos para llegar a la misma verdad.

Supongamos que

hay contradicción entre fe y razón. En este caso según Santo Tomás

podemos

estar seguros que la fe siempre tiene la verdad y que es el filósofo

que usa la

razón el que se ha equivocado en sus argumentos. De hecho, nos

hemos

confundido
nosotros, personalmente, y

hemos creído que la razón

humana decía no-A. Pero evidentemente no puede haberlo dicho, porque la

razón

humana como tal no se equivoca, y por otro lado la

revelación tampoco, o

sea que debe ser A. Por eso dice que la fe colabora con la razón en

buscar la

verdad: la fe es una norma o criterio (extrínseco) para la razón.  Pero la razón también

ayuda a la fe, porque

ayuda a ordenar racionalmente las afirmaciones de la fe en la teología.

La

existencia de contenidos comunes a la fe y a la razón permite que el

filósofo

llegue a establecer argumentos racionales sobre Dios, el hombre, la

ética, y

que esos argumentos coincidan con lo que afirma la fe y la moral

cristianas. 
Así pues, podemos resumir la postura

de Tomás respecto del

problema de razón y fe en los siguientes términos:
Hay una clara distinción

entre razón

y fe.

Filosofía y teología son

ciencias distintas, y se distinguen, entre otras cosas, por su modo de

acceder

a los contenidos de los que trata.
No

hay contradicción entre razón y

fe. Si

encontramos una

contradicción, tenemos que revisar nuestros razonamientos, porque nos

hemos tenido

que equivocar en algún sitio.
 Hay

una zona de confluencia entre

ambas
.

En efecto, hay 3 tipos de verdades:
Aquéllas a las que sólo puede

accederse a través de la fe (artículos

de fe
).
Aquéllas a las que sólo puede

accederse a través de la razón

(las que tratan del mundo natural).
Aquéllas a las que puede accederse a

través de la fe y de la

razón (este tipo de verdades son los llamados preámbulos de la fe, y son

verdades tales que Dios existe y

es uno, que es creador del mundo, etc.).
¿Por qué Dios ha revelado

determinadas verdades que la razón

podía descubrir por sí misma? Porque hay determinadas verdades (como

por

ejemplo: que Dios existe) que son necesarias

para la salvación
. A ellas puede llegar la

razón, pero el camino es

complejo y quizás no esté al alcance de todos los hombres, por lo que,

si Dios

no hubiese revelado tales verdades, muchos hombres quedarían

irremediablemente condenados

y no podrían salvarse.
           

Una de esas

verdades, como hemos dicho ya, es la existencia de Dios.

4. El problema de la

existencia de Dios

Una tesis básica del tomismo, que lo

distingue de otras

corrientes de pensamiento, es, en efecto, ésta: que el hombre, en su

actual



estado de conocimiento, necesita demostrar

la existencia de Dios.
Veamos.

La proposición «Dios

existe» es evidente de suyo,

pero aun cuando se trata de una afirmación que en sí misma no necesita

ser

probada, por lo que a nosotros respecta sí precisa de

justificación


(recordemos que en el texto de la Suma que tenemos

que leer Tomás

distingue dos modos de ser evidente: en sí mismo y para nosotros). La

tradición

filosófica abunda en semejantes «pruebas» de la existencia del

«Principio».

Solo que no todas ellas son igualmente válidas. En concreto, Tomás de

Aquino considera

invalida las pruebas a priori (cuya versión más

depurada es el argumento

ontológico de San Anselmo, en la que se pretende

concluir la verdad de

la proposición «Dios existe» a partir del mero concepto de “Dios”).
           

Los caminos

o «vías» abiertos al entendimiento finito para legitimar la existencia

de

habrán de ser, pues, para Santo Tomás, vías a posteriori; esto

es,

argumentos que parten de la condición de las criaturas, tal y como

estas se nos

dan en la experiencia. Nuestro conocimiento de Dios

debe basarse, por

tanto, en la experiencia que tenemos del mundo. Solamente a partir del

conocimiento del mundo puede la mente humana elevarse hasta el

conocimiento de

Dios. Un razonamiento que parte del mundo para llegar a Dios es un

razonamiento

que va del efecto (el mundo) a la causa (Dios). La existencia de Dios sólo puede ser demostrada a

posteriori
(a partir de la

experiencia) y no a

priori
(sin tener en cuenta la experiencia),

como el argumento

ontológico de San Anselmo y la  vía

de la

interiorización de San Agustín. Santo Tomás formula cinco famosísimas

pruebas

de la existencia de Dios. Son las siguientes:
           

1) La

primera vía se funda en el movimiento.

Procede materialmente de Aristóteles, si bien su espíritu no es

aristotélico ni

podía serlo. Un ser en potencia adquiere en acto una perfección que

antes no

tenía. Esta perfección no se la puede dar a sí misma el ser en

potencia, pues

carece de ella, por lo que la ha de recibir de otro ser que ya posea

esa

perfección. Pero éste segundo ser tampoco se la pudo dar a sí mismo,

sino que

la recibió de otro ser, y así sucesivamente; pero como no podemos

remontar la

cadena de seres hasta el infinito, hemos de llegar a un primer ser que

sea la

causa originaria y absoluta de toda perfección y movimiento de la

naturaleza.

Así es como llegamos a Dios como primer motor del universo. El

argumento es el

siguiente: “En el mundo hay cosas que se mueven (hecho de experiencia),

pero

todo lo que se mueve es movido por otro. Pero, si lo que mueve a otro

es, a su

vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y a éste otro. Mas

no se

puede seguir al infinito, porque así no habría un primer motor y, por

consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no

mueven

más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que

un

bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente, es

necesario

llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que

todos

entienden por Dios.” (Suma

teológica
,

I, q. 2, a.

3)
           

2) La

segunda vía se basa en la causalidad

eficiente
. Encontramos en las cosas naturales un

orden de causas

eficientes, y según este orden no es posible que una cosa sea causa de

sí misma

(puesto que la causa tiene que ser anterior al efecto, y ello obligaría

a que

una cosa fuese anterior a sí misma). Y como aquí tampoco podemos

proceder hasta

el infinito en el encadenamiento de las causas, hemos de admitir una

causa

eficiente primera, a la que llamamos Dios.
           

3) La

tercera vía es la vía de la contingencia. Hay

cosas que aunque son

(=existen), podrían no ser (=no existir), esto es, hay cosas contingentes. Ahora

bien, o todo

es contingente, o hay algo necesario. Así, si todo lo que en el mundo

existe

pudiera no existir es porque alguna vez de hecho no existió. Y como lo

que es

no puede darse a sí mismo el ser, tiene que haber algo que no puede

dejar de

ser, que existe necesariamente y del cual todo lo demás ha recibido la

existencia. Tal es el ser necesario, al cual llamamos Dios. Es decir,

si todo

es contingente, significa que alguna vez no hubo nada. Y entonces nada

pudo empezar

a ser. Y ahora no habría nada. Pero es una contradicción. Tiene que

haber por

tanto algo necesario.
           

4) La

cuarta vía es la vía de los grados de perfección. En

lo sensible

percibimos la existencia misma de grados de perfección (cosas más o

menos buenas,

más o menos nobles, etc.). Como todo grado de perfección existe en

virtud de

una causa de grado superior, debe haber algo ‘absolutamente bueno’,

‘absolutamente verdadero’. Es decir, el que de una cosa se pueda decir

que es

más o menos en un orden cualquiera sólo se explica porque el más o

menos

incluya una relación a algo que en ese orden es lo máximo. Debe, pues,

haber un

ser que sea lo más verdadero, bueno, justo, y que sea la causa de las

perfecciones de los demás seres: Dios.
           

5) La

quinta vía se toma del orden de

las

cosas
. En el mundo reina un orden, que no puede

ser fruto del azar,

de la casualidad, sino de una inteligencia superior al mundo que lo

sujeta a

leyes y le imprime una finalidad; esta inteligencia ordenadora del

mundo es

Dios. En otras palabras, vemos que cosas carentes de inteligencia se

mueve a un

fin, que están ordenadas a conseguir algo. Vemos, en definitiva, que

hay un

“orden” del mundo. Puesto que no tienen conocimiento, esto sólo puede

suceder

si están dirigidas por algo inteligente (una causa eficiente por la

cual las

cosas son llevadas a su fin esencial). Esa inteligencia ordenadora

ordena

porque tiene ella misma un fin esencial. Como este proceso no se puede

repetir

indefinidamente tiene que haber una inteligencia suprema que sea ella

misma a

la vez causa eficiente primera y fin absoluto; ahora bien, el fin es

acto, y la

causalidad eficiente es actualidad; luego esa inteligencia suprema es

acto puro

(Dios).
Como podemos observar, las cinco

pruebas poseen una

estructura similar:
1)

Se constata

un hecho de experiencia:
movimiento, orden de

las causas, seres

contingentes, grados de perfección, orden del mundo.
2) Se aplica el principio de

causalidad al hecho

constatado.
3) Se excluye por imposible

una serie infinita de causas.
4) La conclusión es la

afirmación de la existencia de

Dios.
No hay ente finito alguno, ni

conjunto alguno de entes

finitos, que pueda ser causa de sí o de sus propiedades; esto es, de su

existencia, su movilidad, sus perfecciones, su poder de causalidad

tanto

eficiente como final. Pero como todas estas son realidades que precisan

explicación, esa causa, razón o explicación deberá encontrarse, so pena

de

nuevo absurdo, en una fuente de esas realidades que, a su vez, sea por



misma, y no precise ya de ulterior fundamentación: Dios.
4. La “esencia” de Dios.
Acabamos de ver que, según Santo

Tomás, podemos conocer

racionalmente que Dios existe. No sucede lo mismo, sin embargo, con la

naturaleza o esencia de Dios. Debido a la infinita distancia que separa

nuestra

naturaleza de la naturaleza de Dios, no

podemos conocer la esencia de Dios, y a este respecto tenemos que creer en las Escrituras. Por

otro

lado, el hecho de que no podamos decir acerca de Dios qué es no se

reduce a una

incapacidad nuestra, sino que Dios no es, en

sentido estricto, nada

determinado
, no es nada en el sentido de que Dios no tiene

una esencia en

sentido estricto (y por eso ponemos esencia entre comillas en este

contexto). Sin

embargo, y aunque sea de modo imperfecto, podemos aproximarnos a la

naturaleza

o “esencia” de Dios, por las vías siguientes:
Vía

de la

negación
: que constituye la llamada “teología

negativa”; teniendo en

cuenta las limitaciones de las cosas que conocemos, decimos que Dios no

se encuentra en ese estado de limitación; es decir, podemos pensar en

los

predicados que aplicamos a las cosas del mundo y reconocer que ninguno

de ellos

puede convenir a Dios. Dios no es corpóreo, no es móvil, etc.
Vía

de la

afirmación:
en sentido positivo podemos decir

de Él que es aquel al

que le corresponde en mayor medida el ser (siguiendo las palabras del Éxodo: “Yo soy el que soy”).

*En

este punto vemos que también Santo Tomás, al igual que San Agustín,

identifica

en cierto modo a Dios con el ser. Deus

est ipsum esse
(Dios es el ser mismo). Esto lo

asumen y defienden

ambos pensadores. Lo que les distingue en este punto es cómo

interpretan el esse.

Para Agustín, esse

es la esencia, y así Dios es

la pura esencia; para Santo Tomás, esse

se refiere al acto de ser, a la existencia, y así Dios es el acto puro

de ser. Dios

es la existencia misma.

Vía

de la

eminencia:
en tanto que Dios posee en grado

sumo cualquiera de las

cualidades positivas que podamos pensar, podemos decir de Él que es

“infinitamente bueno”, “infinitamente sabio”, “infinitamente poderoso”,

etc.

5. El universo como creación

de Dios.

Tomás considera que la Creación es

una verdad filosófica,

racionalmente demostrable. La doctrina cristiana de la creación establece, como ya

hemos

visto, una diferencia radical entre Dios y los seres creados. Dios es

un ser

necesario, no puede no existir, pero los seres creados son

contingentes,

existen pero podrían no existir. Los seres creados no existen por sí

mismos,

sino en virtud de otro ser, en virtud de Dios que es el único ser

necesario. Para

explicar esta diferencia entre Dios y los seres creados Santo Tomás

toma de los

pensadores árabes la distinción

entre

esencia
y

existencia
(la

idea de la contingencia de los seres creados estaba implícita en el

pensamiento

judío, cristiano e islámico, como hemos visto en San Agustín, pero sólo

aparece

de manera explícita en Alfarabi, de donde pasa a Avicena y a los

pensadores

judío-españoles, y de estos a Santo Tomás). En efecto, la pregunta
“¿qué es un unicornio?”, que pregunta

por la esencia o definición

de unicornio, es distinta de la pregunta
“¿existen los unicornios?”, que

pregunta si los hay o no los

hay.
Pues bien, para Santo Tomás esas

preguntas son dos preguntas

distintas en el caso de los seres creados.

Los seres creados están

compuestos de esencia y

existencia. En los seres

creados, finitos, hay una distinción entre esencia y existencia.

Esencia y

existencia no coinciden, como se puede ver

claramente en que hay cosas

que tienen una esencia muy determinada (como por ejemplo, un unicornio)

y que

sin embargo no existen. Los seres creados no existen de suyo, por el

mero hecho

de tener una esencia, sino que necesitan de la acción de Dios para

pasar de la

posibilidad de ser al hecho de ser. Los seres creados son así

radicalmente contingentes.
Sin embargo, en Dios

esencia y existencia se identifican
,

son una; la esencia de Dios incluye necesariamente su existencia (o lo

que es

lo mismo, Dios es un ser necesario). La esencia es potencia (la esencia

puede

existir), la existencia es acto de ser.

6. Participación, grados de

perfección y analogía.

La consideración del ser como el

concepto más general reduce

ya al absurdo esta misma consideración, pues si el ser es el concepto

tal que

nada queda excluido entonces ya no es concepto ninguno, porque no

delimita

nada. El ser, por el contrario, es algo singular,

y ese algo singular, eso uno es

Dios.

Por otro lado, hay cosas, existen cosas y su existencia (=su ser)

consiste

precisamente en una cierta relación con Dios a la que llamamos participación.

El ser de las cosas es común a las cosas, pero no al modo de un

concepto

universal distributivamente predicable (como cuando decimos “esto es un

caballo” y “aquello es un caballo”, etc.), sino al modo de un singular

absoluto

respecto al cual cada cosa tiene una especial relación llamada

participación. De

ahí que para Santo Tomás podemos decir que los seres creados

existen en

cuanto participan de Dios
. El concepto de participación está

así en el

centro de la concepción de la realidad de Santo Tomás, y, como sabemos,

se

trata de un concepto platónico, por lo que suele

decir que, a pesar de

su aristotelismo, Santo Tomás está aquí influido por el platonismo. La

realidad

muestra un orden jerárquico (como la sociedad del momento) y en la

cúspide se

encuentra el ser más perfecto, Dios. Además para Santo Tomás hay

distintos grados

de perfección
en los seres creados (un animal es más perfecto

que una

planta y una planta lo es más que una piedra), dependiendo de su grado

de

participación en Dios. La existencia de Dios es la más perfecta

posible.
Cuando hablamos de Dios y

de los seres creados y decimos que todos ellos existen no estamos

hablando

unívocamente; el ser no se dice de la misma manera en uno y en otro

caso; sin

embargo, tampoco estamos hablando de modo puramente equívoco (como si

el ser

significase cosas completamente distintas en uno y otro caso), sino

según una analogía

de proporción
. De suyo, por sí mismos, todos los predicados

convienen ante

todo a Dios y sólo a Dios, y a las criaturas solamente por relación a

Dios. Lo

que pasa es que los predicados, en cuanto impuestos por nosotros,

convienen en

primer lugar a las criaturas y nosotros los entendemos según son dichos

de las

criaturas.

7. La antropología tomista y

la teoría del conocimiento.

Santo Tomás aplica al hombre la

teoría aristotélica del

hilemorfismo, y así define al hombre

como un compuesto de materia y forma
; la materia

es el cuerpo y la

forma el alma. Santo Tomás vuelve a un planteamiento unitario del

hombre (no

dualista como el de Platón y San Agustín): el hombre es una unidad de

cuerpo y

alma. Sin embargo, y a diferencia de Aristóteles, afirma que cuando el

cuerpo

muere y se descompone el alma subsiste, ya que es inmortal. 

           

La

concepción del ser humano está en estrecha relación con el problema del

conocimiento.

Según la concepción platónica nuestro entendimiento conoce en la medida

en que

conoce las ideas, que son realidades inmateriales que existen separadas

de las

realidades materiales. Según la teoría

aristotélica, nuestro conocimiento parte de los sentidos, de la

experiencia

sensible
, no de la razón y su conocimiento de lo universal

(las ideas de

Platón).
           

Para Santo Tomás, como

para Aristóteles, el conocimiento comienza con la experiencia sensible.

El

entendimiento elabora los datos de los sentidos y obtiene conceptos

universales, y el proceso por el cual se obtienen conceptos universales

se

llama abstracción.

Desde

las percepciones sensibles de Pedro, Pablo, etc. el entendimiento

elabora el

concepto “hombre”, que es un concepto universal porque se refiere a

todos los

seres humanos. El proceso del conocimiento va desde representaciones de

los

objetos concretos y particulares hasta representaciones del

entendimiento que

son abstractas y universales: los conceptos (hombre, justicia,

triángulo, etc.).

Este proceso tiene cinco pasos:
1) El conocimiento se inicia cuando

los sentidos

captan un objeto, por ejemplo un hombre concreto.
2) Su imagen se graba en la imaginación

y además

queda conservada (memoria).
3) El entendimiento agente

(la capacidad de abstraer)

elimina los elementos individuales y concretos (el lugar, el espacio en

el que

se encuentra Pedro, sus rasgos físicos particulares, etc.) dejando sólo

lo

esencial.
4) El entendimiento paciente

conoce universalmente

mediante el concepto que ha formado el entendimiento agente: el

concepto de

“hombre”.
5) Vuelta a la imagen: el

entendimiento aplica el concepto

universal “hombre” a un objeto concreto; así puedo decir “Pedro es un

hombre”.
Simplificando mucho, podemos decir

que Santo Tomás sigue la

teoría del conocimiento aristotélica

(el conocimiento comienza por los sentidos) y por eso las cinco vías

comienzan

por la experiencia sensible de los seres del mundo para acabar

concluyendo que

Dios existe. San Agustín sigue la teoría platónica

(el conocimiento comienza por la razón, por la

intuición de las ideas), y por eso su vía de la interiorización se

inicia con

el conocimiento de las ideas para concluir la existencia de Dios como

causa de

las ideas.

8. La ética y política de

Santo Tomás: ley natural, ley

positiva y ley eterna.

Tomás de Aquino acepta del

aristotelismo que la

felicidad es el fin úl­timo del hombre,
y que el conocimiento de

la naturaleza humana
per­mite especificar un

conjunto de normas

morales que constituyen la ley natural.

Aquino, pues, se vuelve a un

análisis de la naturaleza humana. Platón y Aristóteles interpretan la

naturaleza humana como fuente de nor­mas morales. Se preguntan cuál

es el fin a cuyo cumplimiento está orientado el ser humano,
dónde

se

hallan el perfeccionamiento y la plenitud humanas. Este planteamiento

da lugar

a una ética

de los fines,
a una ética basada en la

perfección o

cumplimiento de las exigencias de la naturaleza humana. Tomás de

Aquino,

siguiendo a Aristóteles, se adhiere a esta concepción

finalista, teleológica, de la naturaleza.
El

fin último del hombre

en la tierra es la felicidad, que consiste en la actividad

contemplativa. Pero

si consideramos nuestra inmortalidad, la felicidad última consiste en

la

contemplación de Dios.
Existencia de la ley natural. De

acuerdo

con la teleología aristotélica, Aquino afirma que el ser hu­mano, al

igual que

cualquier otro ser natural, posee ciertas tendencias enraizadas

en su naturaleza. El término «tendencia» significa aquí: línea de conducta

orientada a un fin específico.
La naturaleza

humana posee, pues,

ciertas tendencias. Esto es algo que el ser humano tiene en común con

el resto

de los seres naturales, ya que la existencia de fines es un rasgo

específico de

la naturaleza como tal, y no ex­clusivamente de la naturaleza humana.

Ahora

bien, el hombre se distingue de los otros seres naturales por su

racionalidad,

porque solo él es capaz de conocer sus propias tendencias y, por tanto,

solo él

puede deducir ciertas normas de conducta encaminadas a darles el

cumplimiento

adecuado. De este modo se demuestra, a juicio de Aquino, la existencia

de la

ley natural: como ser racional que es, el hombre puede formular ciertas

normas

de conducta de acuerdo con las exigencias de su propia naturaleza. La

ley

natural es el criterio con el que podemos distinguir entre acciones

moralmente

buenas y malas.
Contenido de la ley natural. El

contenido

de la ley natural se deduce, por tanto, del repertorio de las

tendencias

naturales del ser humano, que Aquino clasifica en tres órdenes:
1) En tanto que sustancia (y,

por tanto, al igual que cualquier otra), el

ser humano tiende a conservar

su propia existencia.
El cumplimien­to de esta

tendencia impone el

deber moral de procurar la conserva­ción

de

la

existencia.
2) En tanto que

animal
(y,

por consiguiente, al igual que el resto de los animales), el ser humano

tiende

a procrear. De

esta tendencia cabe deducir ciertas normas de conducta relativas a la

consecución del fin de la procreación

y del cuidado

de los hijos.
3) En tanto que ser racional, el

hombre tiende a conocer

la verdad y a vivir en sociedad.
La sociedad

implica la ordenación

racional de la convivencia con vistas a la consecución de ciertos fines

y, por

tanto, es al­go específicamente humano, que no puede confundirse ni

identificarse con la manada o el rebaño. De estas tendencias surgen las

obligaciones morales de buscar la verdad y respetar las exigencias de

la

justicia.
Propiedades de la ley natural. Dado

que

la ley moral natural se deduce de las tendencias de la natura­leza

misma, su

contenido es evidente, universal, inmutable y no se puede borrar del

corazón

humano
. Estas y otras propiedades de la ley

natural son tratadas por

Santo Tomás en 6 artículos de la Suma teológica.

Podemos resumir las

preguntas que formula en cada artículo y su contestación:
Artículo 1º ¿Qué es la ley natural?

La

ley natural no es un hábito, porque la poseemos de forma permanente

aunque no

la usemos. Por tanto, es algo distinto e intermedio, a veces está en

acto en la

razón, a veces está en la razón sólo de forma habitual, pero siempre

está

presente, aunque no se esté usando. 

Artículo 2º ¿Cuáles son sus

preceptos?


¿Estos preceptos son uno o muchos? Los preceptos son muchos pero se

deducen de

un único primer precepto: “El bien ha de buscarse, el mal evitarse”.

Y este precepto en que consiste la ley natural es evidente.

La ley natural debe ser evidente porque es la norma ob­jetiva

orientadora de la

conducta para todos los seres humanos y sus preceptos han de ser

fácilmente

cognoscibles, de modo que todos los hombres puedan conocerlos.
Artículo 3º Los actos de las virtudes

¿pertenecen

todos a la ley natural?
No, no todas las

virtudes son por ley

natural. Hay actos virtuosos que el hombre realiza para conseguir algún

fin y

no por seguir su inclinación natural (por ejemplo, la dieta de un

atleta es un

acto bueno para el fin que persigue, pero no es una obligación para

todos los

hombres).
Artículo

4º La ley natural ¿es la misma para todos?
Sí, es

universal. 
Artículo

5º La ley natural ¿puede cambiar?
No, es

inmutable.
Artículo

6º La ley natural ¿puede ser abolida del corazón humano?
No, no puede

ser abolida

o borrada.

En conclusión, la ley natural es un

precepto ético siempre presente en la razón, evidente, común a todos

los

hombres, inmutable e indeleble.
Estas

propiedades vienen dadas por

el concepto de naturaleza, entendida como lo común a todos los seres

humanos a

pesar de sus diversidades culturales, raciales, etc., y co­mo lo que

permanece

constante a través de los cambios históricos, económicos, etc., a los

que se

halla sometido el ser humano. En su formulación tomista, la teoría de

la ley

natural ha constituido y si­gue constituyendo el eje fundamental de la

doctrina

moral católica.
           

Ley

natural y ley positiva.
Tomás de Aquino formula

las relaciones entre

la ley natural y la ley positi­va (las relaciones entre physis y nomos) de

un modo sistemático y preciso:
1) En

primer lugar, la ley positiva es una

exigencia de la ley natural.
En efecto, la ley natural

impone la vida en

sociedad y esta solo es posi­ble sobre la base de unas normas legales

que

regulen la convivencia. La ley positiva no es, pues, el mero resultado

de una

imposición capricho­sa por parte de los más fuertes o de un arbitrario

convenio

entre iguales, sino algo exigido por la naturaleza del hombre en cuanto

ser

social.
2) En

segundo lugar, la ley positiva

constituye una prolongación de la ley natural.
Su

contenido viene a

concretar las normas naturales que, da­das sus características, no

descienden a

una ordenación detallada de la convivencia humana.
3) Por

último, las exigencias de la ley

natural han de ser respetadas por la legislación positiva.
La

ley natural

constituye, pues, la norma o marco que señala los límites dentro de los

cuales

ha de organizarse moral­mente la convivencia humana.
Esta forma de interpretar las

relaciones entre la ley

natural y la ley positiva pone de manifiesto que Tomás de Aquino no

concibe el

mundo del dere­cho

y el mundo de la moral

como dos reinos desconectados e indepen­dientes. El derecho se halla

incardinado en la moral y el punto de in­cardinación no es otro que la

idea de

justicia. En efecto, la justicia, como exigencia de dar a cada uno lo

suyo, es

una exigencia moral y es también el fundamento del derecho.
La ley natural y el orden del universo. La

ley natural, en cuanto principio ordenador de la conducta humana, no es

algo

desconectado del orden general del universo en que el hombre se halla

inserto.

La totalidad del universo está sometida a una ordenación que Tomás de

Aquino,

de acuerdo con la doctrina cristiana de la creación, hace depender de

Dios como

causa creadora del universo. Esta ordena­ción divina del universo

recibe el

nombre de ley

eterna
(concepto que se halla en San Agustín).

La ley

eterna es definida por Aquino como «la razón de la sabiduría divi­na en

tanto

que rectora de todos los actos y movimientos». Ahora bien, esta

ordenación

general del universo no regula del mismo modo el comportamiento humano

y el de

los otros seres naturales. El compor­tamiento de estos es regulado a

través de

leyes físicas a cuyo cumpli­miento no pueden sustraerse, ya que carecen

de

libertad. El hombre, por el contrario, es un ser libre, por lo que su

conducta

no es ordena­da por leyes físicas, sino por una ley moral que respeta

su

libertad. Se­gún Aquino, la ley natural es

aquella parte de

la ley

eterna
que se refiere específicamente a

la conducta humana
. El hombre participa de la

ley eterna a través de

la razón. Así

pues, la ordenación del mundo constituye la ley eterna

o divina. La participación del hombre en esa ley

constituye la ley

natural
(así llamada porque está inscrita en la naturaleza

humana). El

hombre accede a dicha ley mediante la razón.
           

Ley natural y política.
El

hombre es para Santo Tomás, como para Aristóteles, un animal social por

naturaleza. Una organización social y una autoridad es una necesidad

natural de

los seres humanos. El Estado es una institución basada pues en la

naturaleza

del hombre. Su objetivo es una vida justa y el bienestar común. Dios es

el

origen del poder para Santo Tomás, pero su organización es cosa de los

hombres.

Para Santo Tomás el fin último de la existencia humana es la visión de

Dios en

la otra vida. Por eso subordina el Estado a la Iglesia, porque es la

Iglesia la

que dirige al hombre a ése fin último. El Estado tiene una

independencia

relativa para realizar su tarea, que es realizar el bien común, pero

finalmente

depende de la Iglesia, ya que sólo ella se ocupa del bien completo del

hombre

(su salvación espiritual y no sólo su felicidad en la tierra).
 ______________________________________
Resumen

elaborado por Guillermo Villaverde

  
Semos legales
Lic.CC.2.5
Semos alternativos


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