miércoles, 18 de mayo de 2016

Keter le Israel | Difusión de la Sagrada Torah desde el punto de vista ortodoxo | Página 130

Keter le Israel | Difusión de la Sagrada Torah desde el punto de vista ortodoxo | Página 130









חג שבועות שמח, לכם ולכול עם ישראל








KETER DE ISRAEL QUIERE DESEAR A SUS SEGUIDORES, LECTORES, VISITANTES Y A TODO EL AM ISRAEL UN JAG SHAVUOT SAMEAJ.
חג שבועות שמח , לכם ולכול עם ישראל

SHAVUOT: Relato


Cuenta el Talmud
Cuenta el Talmud (Baba Metzia 59 b) una discusión entre Rabí Eliézer y
sus colegas. Rabí Eliézer aportó todos los argumentos posibles, mas sus
colegas no se declararon convencidos. Entonces, Rabí Eliézer dijo: “Si
la Ley me concede la razón, pruébelo este algarrobo”. Y el algarrobo se
trasladó a una distancia de 60 metros, pero sus compañeros le
replicaron: “Ninguna prueba puede aportar un algarrobo”. Rabí Eliézer
porfió: “Si la Ley está< de acuerdo con mi punto de vista, sea una
prueba este arroyo". Y el arroyo dio media vuelta. Sin embargo, sus
compañeros le dijeron: "Un arroyo nada puede probar". Rab Eliézer
entonces les dijo: "Si la Ley aprueba mi parecer, demuéstrenlo las
paredes de esta yeshivá". Las paredes se hendieron y amenazaban
desplomarse. Rabí Iehoshúa les reprendió: "Si quienes estudian la Ley
discuten entre sí acerca de alguna regla, ¿qué os importa?". Y, por
respeto hacia Rabí Iehoshúa, las paredes no se derrumbaron, pero tampoco
volvieron a su primitiva posición, por deferencia a Rabí Eliézer, y
quedaron inclinadas.


Finalmente, Rabí Eliézer exclamó: “Si la Ley está de mi parte,
envíenos el Cielo una prueba de ello”. Entonces se oyó una voz celestial
que decía: “¿Por qué estáis contra Rabí Eliézer? La decisión legal
siempre está de acuerdo con su opinión”. Se levantó Rabí Iehoshúa y dijo
: “La Ley no está en los cielos” (Deuteronomio 30:12). No atendemos,
pues, a voces celestiales, ya que está escrito: “Se decide acorde a la
mayoría” (Éxodo 22:2). ¿Qué hacía en ese momento Di-s? Sonreía y decía:
“¡Me habéis vencido, hijos, me habéis vencido!”.


Sin ninguna duda, éste es uno de los párrafos más significativos del
Talmud. En él, un judío se levanta frente a Di-s a decirle que no va a
aceptar su ingerencia, y Di’s lo admite. ¿Por qué Rabí Iehoshúa se
consideraba con derecho a decirlo? ¿A qué Ley se refiere? En la
respuesta a estos conceptos encontramos algunas de las claves para
entender quiénes somos.


En Shavuot fundamentalmente rememoramos la entrega de la Ley, y esta
Ley fue dada por Di’s. Entonces, ¿cómo puede el Talmud decir que no se
acepta su ingerencia? El tema es simultáneamente muy complejo y muy
claro. Al darle Di’s a los hombres la Ley, y al aceptar éstos cumplirla,
se concreta un pacto, un Brit, una alianza, y este concepto rige toda
la vida judía. Di’s y el pueblo tienen un contrato, el pueblo debe
cumplir la Ley y Di’s a cambio lo cuidará, le dará bienestar y
sabiduría. En cambio, si el pueblo se aparta de la Ley, Di’s lo
castigará. Pero Di’s no puede modificar este pacto, él mismo se ha
auto-restringido, y la interpretación de la Ley es tarea de los hombres,
ya que el hombre es libre, tiene autodeterminación. De esta manera, se
crea una forma de vida donde el conocimiento, el estudio de la Ley,
pasan a ser lo más importante y dominante. La imposibilidad de error en
la misma, dado el autor, y las aparentes contradicciones encontradas en
el texto, obligaron a acentuar la capacidad de interpretación. Asimismo,
la necesidad de adecuar lo escrito con la realidad cambiante a lo largo
de las épocas generaron permanentes reinterpretaciones.


¿A qué Ley se hace referencia? No solamente al Pentateuco, los cinco
primeros libros de la Biblia entregados a Moshé, sino también al Tanaj y
a la Ley Oral.


El judaísmo tiene históricamente dos leyes, la Ley Escrita (Tanaj), y
la Ley Oral. El Tanaj, o Biblia Judía, está compuesto de tres partes,
la Torá (Pentateuco), Neviim (Profetas), y Ketuvim (Escritos). Por una
característica del hebreo, donde la K puede leerse como J, y dado que no
se escriben las vocales, surge la palabra Tanaj, con las primeras
letras de los tres cuerpos de libros y el agregado de vocales para
pronunciarlo.


La Ley Oral tiene la misma antigüedad que la Ley Escrita, y cuenta la
Torá que Moshé reunió a los ancianos y se las transmitió ya que él la
había recibido en el Sinaí. En la práctica, la Ley Oral es toda la
jurisprudencia que se va formando desde Moshé en adelante. Esta Ley
estaba prohibido ponerla por escrito, pero luego de la destrucción del
Segundo Templo, un gran rabino, Iehuda A. Nasi, formalizó un código de
leyes denominado Mishná, por miedo a la pérdida de la tradición. Otros
elementos tales como leyes, explicaciones, relatos, conocidos como
Baraitas, Toseftas, y Midrashim, coexistían. En la interpretación de
éstos, los sabios discutieron durante varios siglos, lo que fue
recopilado en el Talmud, del cual hay dos cuerpos, uno escrito en
Babilonia, y el otro en la Tierra de Israel. La interpretación de la
Ley, generando nuevas normas, adaptándola a la vida actual, respondiendo
a la necesidad del hombre, sigue hasta nuestros días. Existieron
grandes comentaristas, como Rashi, Maimónides, Yosef Caro, autor de la
última síntesis de la Ley (Halajá), aceptada por todos los sectores
hasta nuestros días, y el Shuljam Aruj, para mencionar sólo a los más
conocidos. A esta Ley, la Escrita y la Oral, se refiere Rabí Iehoshúa.


Encontramos entonces en Shavuot dos elementos básicos, el nacimiento
de la Ley, ajena al dictado del gobernante de turno, y la introducción
en la historia de la humanidad del concepto de monoteísmo. Ambos
elementos son totalmente revolucionarios para su época.


En el desarrollo de esta ley, el judaísmo construyó un mundo de
normas que, entendiendo la naturaleza humana, tienden a crear una
sociedad justa y equitativa.


Shavuot marca el inicio de este largo camino que lleva recorrido el
pueblo judío, el intento de vivir sometidos solamente a una Ley, nunca a
un hombre.


Toda imagen humana está prohibida por tener implícito un ídolo. El
Di-s judío es innombrable, invisible, totalmente abstracto. El
monoteísmo marcado en Shavuot es tan intenso que resulta totalmente
incomprensible para las sociedades de su tiempo, e inclusive en nuestros
días para algunos sectores.


Solamente a través de un profundo desarrollo de la capacidad de
abstracción puede llegarse a captar la idea. La libertad dada al hombre
en el judaísmo es total. El concepto de fe, tal como se propaga en la
cultura moderna, es totalmente ajeno. Al hombre se lo mide en primera
instancia por sus actos y se contemplan sus motivos, pero nunca por sus
sentimientos, ya que éstos pertenecen totalmente al fuero íntimo de la
persona y no son medibles. La observancia de la Ley es el camino que
nuestra tradición nos ha dado para participar en la Creación y
perfeccionamiento del mundo. El sentido de la vida está claramente
marcado en nuestras raíces: Respetar la Ley para construir un mundo
donde sólo reine la justicia.


Nuestra visión moderna debe, por lo tanto, rescatar totalmente de
este mensaje sus valores, y viabilizarlos. El día de descanso, el pago
justo, la igualdad ante la Ley, la independencia de la justicia de la
voluntad de los poderes de turno, la denuncia de los abusos, la
corrupción y los falsos testimonios, la eliminación de todo tipo de
esclavitud, la lucha contra la idolatría en todas sus formas por más
inocua que pueda aparentar ser, para nombrar sólo algunos de los valores
dados en Shavuot, siguen siendo, con la misma fuerza y compromiso que
en nuestra historia, los objetivos que pretendemos lograr para
realizarnos como judíos y como seres humanos.


Los Diez Mandamientos son el marco ético que el judaísmo le ha dado
hace 3.500 años al mundo. El ejemplo de su cumplimiento es nuestra razón
de ser.


http://www.mesilot.org

SHAVUOT: La Historia de Shavuot





Los hijos de Israel eran guiados durante su
viaje en el desierto, por el “Amud heanán” — la Columna de Nubes. Esta,
según sus movimientos, les indicaba si debían marchar o acampar.
De pronto, comenzó a revolotear sobre ellos y luego quedó quieta. Los
hijos de Israel miraron hacia arriba y comprendieron que habían
recibido la señal para detenerse y ‘armar’ el campamento. Habían llegado
al Monte Sinaí, el que en el futuro tanto significaría para ellos.


De inmediato comenzó a desplegarse una febril actividad que abarcaba a
todos, tanto jóvenes como ancianos. Rápidamente se ocuparon en preparar
las carpas y habituarse al nuevo lugar.


Una impresionante emoción embargaba sus corazones. Sabían que estaban
prontos a enfrentar el momento más grande de sus vidas, y todo su
empeño estaba dirigido a que cada día que transcurriera los acercara más
a ese instante.


Sí, pues el tiempo puede ser medido no sólo por el calendario, sino
también por lo que ponemos y logramos en los días y semanas que pasan.


Hacía solo seis semanas que habían abandonado Egipto, y sin embargo, cuán diferentes parecían todos ahora.


Habían desaparecido las líneas de ansiedad que antes surcaran sus
frentes; ya no se veía aquel enfermizo color que la vida de esclavitud
en Egipto había llevado a sus rostros; también había desaparecido esa
usual expresión desesperada y de profunda miseria, que había opacado sus
miradas.


En cambio, una nueva luz brillaba en sus ojos — la de la esperanza,
de expectación, de ansiedad. El “Maná” los había alimentado tan bien,
que sus antes flacas caras se presentaban nuevamente llenas y lozanas.


Física y mentalmente, los hijos de Israel habían mejorado increíble- mente en el corto espacio de seis semanas.


Ahora, aquí estaban, atareados todos en ordenar sus tiendas recién
armadas. Los pequeños, en un intento de ser serviciales, eran más un
estorbo que una efectiva ayuda, impacientando a sus mayores:


—Niños, ¿por qué no lleváis el ganado a pastar? —les decían sus mayores, para quitárselos de encima.


— ¿Cómo podemos? ¿Acaso pueden pastar nuestros rebaños en las arenas calientes del desierto? —protestaron ellos.


—Llevad el ganado hasta el pie del Monte Sinaí. Mirad qué hermoso y
verde crece allí el pasto. Mas, pase lo que pase, aseguraos de no poner
pie sobre esa sagrada montaña, pues Di-s Todopoderoso mismo caminará por
sus laderas cuando El nos obsequie con Su sagrada Torá, el próximo día
de Shabat. Sed cuidadosos y no lo olvidéis!


—Mamá, ¿qué es esa ‘Torá’ de la que tanto me hablas? —preguntó una delgada vocecita.


—Bueno, mi niño. La Torá es… es… es… no sabré exactamente lo que es
hasta que la recibamos. Pero eso sí, niños, puedo aseguraros que la Torá
es el regalo más precioso y magnífico que nos haya dado Di-s jamás.
Ahora, no me molestéis más. Vamos, vamos ¿no veis que estoy ocupada?


El sol brillaba con todo su esplendor y una maravillosa atmósfera de
paz habíase extendido en derredor, mientras los niños estaban felizmente
recostados sobre la arena blanda.


Estaban a la sombra de este magnífico Monte Sinaí, acerca del cual
habían escuchado historias tan emocionantes, y todos hablaban al mismo
tiempo.


Habían cumplido con el deber de cuidar del ganado, que todavía
continuaba mordiendo tranquilamente el abundante pasto verde a sus pies.


Los niños se sintieron libres para dedicar un rato al ocio y la conversación.


— ¿Dónde están esas galletas de “Maná”? —preguntó uno de los pequeños, sintiéndose hambriento repentinamente.


—Aquí tienes —replicó otro, extrayendo una enorme bolsa llena de galletas.


—Tienen buen aspecto, gracias —dijo un tercero, mientras las galletas eran repartidas.


Por unos momentos masticaron en silencio, y entonces uno de ellos dijo lenta y pensativamente:


—Nunca tuvimos galletas tan ricas en Egipto. ¡Se hace difícil creer que solo hace seis semanas que dejamos ese odioso lugar!


— ¡Esos brutos nos daban golpes, en vez de galletas! —dijo otro.


—Mataron a mi pobre hermano, mezclándolo con el cemento en la pared
de un edificio, esos monstruos infames —exclamó un tercero, con lágrimas
en los ojos al revivir el recuerdo.


—No pienses ya en eso. Todos esos malvados egipcios han pagado ya por
su crueldad con sus propias vidas —lo consoló otro— ¿Se acuerdan cómo
nos imploraron por un vaso de agua?


— ¿Y las demás pestes? Esos sapos… ¡Ahj! Esos egipcios se deben haber sentido como sapos también!


Todos los niños irrumpieron en sonoras carcajadas mientras uno de
ellos brincaba sobre sus manos y comenzaba a dar saltos como un sapo.


—No era divertido ver cómo, siempre que un egipcio ponía la mano en
su bolsillo, había allí un pegajoso sapo? Se ponía sus sandalias… y su
pie encontraba un horrible sapo. Quería comer su cena… pero un sapo
saltaba dentro de la olla. ¡Suficiente como para volverse loco! Sapos en
su ropa, sapos en la comida, sapos hasta en su cama. Por todas partes,
esos sapos pegajosos y saltarines.


—Esas pestes deben haber enseñado una buena lección a los egipcios.


—Olvidemos a esos horribles egipcios y hablemos de otra cosa. Y ahora
que mencionaron ‘lección’, recuerdo que mi padre me estaba explicando
que la Torá que nos será dada en este Monte Sinaí significa ‘Enseñanza’;
también quiere decir ‘mostrar’.


—Mi madre le cantó una hermosa y nueva canción de cuna a mi hermanito, el otro día —dijo uno de los niños—. Es así:


Duérmete Israel, tus lindos ojos debes cerrar


Sabio, muy sabio has de crecer. Debes aprender, además de jugar.


Algunos gustan de los placeres mundanos, y no saben dónde hallarlos
mas nosotros sabemos que de nuestros tesoros, La Torá es el más valioso…


El muchacho dejó de cantar.


— ¡Vamos, vamos, continúa que es muy buena! —lo apremiaron los demás.


—Lo siento… Me he olvidado el resto —dijo el muchacho, con expresión preocupada


—Con una memoria así, ¿cómo esperas poder recordar la Torá? —se burlaron los otros niños.


—Me pregunto si Di-s mismo nos dará la Torá —murmuró uno.


— ¡Claro! ¿No has visto cómo El dividió el Mar Rojo en doce pasajes para que todos pudiéramos llegar a tierra firme?


— ¿Quizás Di-s también divida el Monte Sinaí? —preguntó otro.


— ¿Para qué se hacen tantas preguntas? Si Di-s quiere, dividirá la montaña, y si no quiere no lo hará. ¡Y eso es todo!


Un muchacho proveniente del campamento se acercó corriendo hacia el grupo, dando voces.


— ¡Hola muchachos! ¡Adivinen lo que escuché! Dicen que al día
siguiente de haber recibido la Torá, el Shabat próximo, todos nosotros
debemos ir al “Jeder” —la escuela hebrea tradicional— para estudiarla!
¿Qué les parece? ¡Creo que tendremos muchísimo para aprender, por todos
los años que hemos perdido!


—Y quién nos va a enseñar? —preguntó un muchacho.


—Los Levitas serán nuestros maestros.


— ¡Viva! —gritaron todos al unísono.


—Pero, ¿quién enseñará a los Levitas? —preguntó inteligentemente otro niño.


—Los setenta Ancianos —contestó el recién llegado.


— ¿Y quién enseñará a los Ancianos?


— Aharón el Sacerdote.


— ¿Y quién le enseñará a él?


— Moisés, nuestro líder.


— ¿Y quién enseñará a Moisés?


— ¡Di-s Todopoderoso enseñará a nuestro líder Moisés!


— Pues entonces, muchachos, de nosotros depende que la enseñanza de
la Torá no se pierda. ¿La estudiaremos y cumpliremos sus preceptos?


Todos los niños se incorporaron, miraron hacia el Monte Sinaí con respeto y reverencia, y gritaron con firmeza:


— ¡Guardaremos la Torá y sabremos apreciarla!


UN REGALO PARA TODOS


Las buenas nuevas de que Di-s se aprestaba a entregar la Torá a los hijos de Israel, circularon por todo el campamento.


Moisés había advertido a su pueblo que se preparase para el gran
evento — la Revelación de Di-s en el Monte Sinaí. Pues en esos días
debían mantenerse puros y santos, y entonces recibirían el regalo
Divino.


Moisés, deseoso de ver cómo se preparaban sus hermanos para recibir
la Torá, resolvió hacer una gira por el campamento. Pasó por las tiendas
de los Tzadikím (justos) y vio que estaban alegres, festejando.


— ¿A qué se debe tanto júbilo? —preguntó Moisés.


— ¿Cómo es posible que tú, de entre todos los hombres, querido
Maestro, lo preguntéis? — exclamaron los Justos— ¿Podríamos, acaso,
recibir mayor regalo de Di-s? ¿Cómo podríamos adorar a Di-s sin él? ¿Y
cómo podríamos vivir y ser verdaderamente felices sin la Torá? ¡No es de
extrañar, pues, que estemos contentos!


—Bien dicho —dijo Moisés, aprobando sus palabras. —Vosotros, mis
justos y piadosos hermanos, estáis en lo cierto al regocijaros con la
Torá.


Moisés continuó su camino, y se detuvo cerca de las tiendas de los Letrados. Ellos también estaban festejando, felices.


—Qué causa esta alegría? —preguntó Moisés a los Letrados.


— ¡Nos alegramos con la Torá, naturalmente! —fue la respuesta.


— ¿Y qué os hace sentir tan felices con ella?


— No hay placer más grande que el estudio de la Torá y nosotros lo
disfrutaremos. ¡La Torá es maravillosa! Cada vez que se la estudia, se
descubre algo nuevo. Uno lee y cree comprender su significado, mas, al
volver a leer, se da cuenta de que aún no ha llegado al fondo; por un
momento se piensa que es muy extraño, pero luego al concentrar todas las
facultades mentales sobre el asunto, se ve nuevamente la luz. Oh, es
maravilloso, ilimitado…!


—Tenéis razón, honorables Letrados —dijo Moisés, moviendo afirmativamente la cabeza y sonriendo feliz.


Moisés prosiguió su gira hasta llegar a las tiendas de los Mercaderes
y Artesanos. Estaban sentados hablando de cosas triviales, sin
demostrar ninguna alegría por el hecho que se avecinaba.


— ¿No estáis contentos de recibir la Torá? —preguntó Moisés, con aire de reproche.


— ¿Qué parte tenemos nosotros en la Torá? —replicaron ellos—. Estamos
ocupados todo el día y no tenemos tiempo para estudiarla, ni la podemos
comprender, de manera que ¿por qué habríamos de regocijarnos?


—Pero es que sí tenéis una parte en la sagrada Torá —dijo Moisés— De
vosotros dependerá el apoyo económico que se dé a las Ieshivot y Talmud
Torá donde la Torá será estudiada. Vuestras contribuciones a las
instituciones dedicadas a la Torá y el apoyo que deis a sus estudiosos,
les permitirá proseguir el estudio de ésta, y se considerará como si
tomareis parte en sus estudios. Además, antes de comenzar el trabajo
diario, y luego de finalizar la ocupación del día, por la mañana y al
anochecer, vais a estudiar la Torá, asistiréis a los Servicios diarios
de la Escuela en Shabat y Iom Tov, y seguiréis las enseñanzas y los
preceptos de la sagrada Torá, tal como los otros. Oh, sí, amigos míos,
vosotros también tenéis una parte en la Torá; y muy importante —concluyó
Moisés.


Los rostros de los mercaderes y Artesanos se encendieron, y también ellos comenzaron a ocuparse de los preparativos generales.


Moisés prosiguió su camino, y vio que las mujeres estaban sentadas,
charlando, sin preocuparse por los preparativos para el Festival de la
Entrega de la Torá.


—Vosotras, mujeres ociosas —les reprochó Moisés— ¿por qué no estáis
ocupadas en preparar manjares para honrar al Festival de la Entrega de
Nuestra Torá?


—Pero ¿qué tenemos que ver nosotras con la Torá, venerado Maestro?


—replicaron ellas.


— ¿No fuisteis vosotras las primeras en ser enteradas sobre la
entrega de la Torá? —dijo Moisés—. Vuestra responsabilidad es aún mayor
que la de vuestros maridos. Deberéis educar a vuestros hijos para que
amen la Torá; los llevaréis al Talmud Torá y a la Ieshivá. También
ayudaréis a sostener estas instituciones de la Torá. De vosotras
dependerá que vuestro hogar sea realmente un hogar judío, y en la Torá
hay preceptos que están reservados exclusivamente a vosotras. Os puedo
asegurar que vuestra parte en la sagrada Torá, es sumamente importante.


Inmediatamente las mujeres comenzaron a prepararse para Iom Tov.
Fueron a ordeñar las vacas, batir la manteca, preparar la masa, y a
hornear, cocinar, freír, y hervir, en honor al Festival de la Entrega de
la Torá.


Moisés continuó su inspección recorriendo el campamento de Israel, y
no tardó en llegar hasta donde los niños remontaban barriletes, jugaban a
la pelota, hacían navegar barquillos de papel, y mil cosas más, pero
ninguno mostraba señales de un verdadero espíritu festivo.


— ¿No se avergüenzan de perder el tiempo de esta manera, cuando
deberían estar preparándose para recibir la maravillosa Torá? —preguntó
Moisés con dulce seriedad.


— ¡Oh, querido Maestro Moisés! —exclamaron los jovencitos— pero
nosotros no podemos comprender la Torá. Tendremos que esperar a que
seamos grandes. ¿Hay alguna Torá para chicos?


— ¡Claro que la hay! —dijo Moisés—. Vayan al Talmud Torá y a la
Ieshivá, y lo verán. Sus maestros les enseñarán muchas cosas hermosas y
sabias. ¿Ignoráis acaso que Di-s ama vuestro estudio más aún que el
proveniente de los adultos?


Los niños se pusieron de pie entusiasmados.


— ¡Viva! —gritaron—. ¡También nosotros vamos a aprender con la Torá!


En ese momento, un niñito que lloraba —tenía solamente cuatro años— se acercó a Moisés.


—Querido Moisés —dijo el niño, con lágrimas en los ojos—. Yo también
quiero tener algo de la Torá. Todo el mundo está tan contento con ella, y
yo no puedo siquiera leer o escribir…


Moisés levantó al niño en sus brazos y lo acarició paternalmente.


—No llores, querido niño. Tú también estudiarás la Torá, Cuando
aprendas el Alef-Bet —abecedario hebreo— y sepas leer nuestra sagrada
lengua: “Kametz Alef – Ah””Kametz Bet – Ba”, y así ¿sabes lo que estará
haciendo Di-s entonces? El recogerá todo sonido que brote de tu boquita
pura y jugará con ellos como si fueran brillantes gemas. El te amará por
ello, y amará también a tus queridos padres, por ti.


Así todos los integrantes del campamento de Israel, jóvenes y
ancianos, ricos y pobres, colaboraron en los preparativos para el día
santo, cuando Di-s se revelaría en el Monte Sinaí y entregaría Su
sagrada Torá.


Y todo el pueblo de Israel dijo con una sola voz: “¡Todo lo que Di-s’ ordene, lo realizaremos!”


TODOS TUVIERON UNA OPORTUNIDAD


Se acercaba el día en el que Di-s había decidido otorgar la Torá a Su
pueblo elegido —los hijos de Israel— a quien veía ahora limpio de toda
la impureza que había llenado su vida en la esclavitud de Egipto.


Di-s quiso ser equitativo y por ello debía ofrecer la Torá también a
las otras naciones del mundo (a pesar de que El sabía de antemano que
sería rechazada), antes de ofrecerla a los hijos de Israel.


Así pues, primero llegó hasta los Edomitas, descendientes de Esav,
hijo de Itzjak y hermano de Iaacov, y les ofreció la Torá con estas
acogedoras palabras:


—A vosotros, Edomitas, hijos de Esav, os traigo el regalo de mi
Sagrada Torá. Aceptadla y seréis benditos vosotros y vuestros hijos con
larga vida.


—Qué está escrito en Tu Torá? —preguntaron los Edomitas.


—Está escrito en Mi Torá: ¡No matarás! (Éxodo 20:13; Deut. 5:17).


— ¡Pero eso es ridículo! —protestaron los Edomitas – Somos soldados,
hombres de guerra, que vivimos de la espada. ¿Cómo quieres que aceptemos
una Torá que predica contra nuestro modo de vida? No, gracias. Tu Torá
no nos sirve.


Llevó entonces Di-s la Torá a los hijos de Ishmael, hijo de Abraham, y la ofreció con estas palabras:


— ¡Hijos de Ishmael! Aceptad la Torá que os traigo en este día, y si
guardáis sus mandamientos, seréis benditos con todo lo bueno.


— ¿Qué requiere Tu Torá de nosotros? —preguntaron con cautela los Ishmaelitas


—Mi Torá dice ¡No robarás! —replicó el Todopoderoso (Levítico 19:11).


—Eso no nos serviría —contestaron los hijos de Ishmael – Somos
mercaderes, y una ley así sería una interferencia en nuestras
transacciones comerciales. Lo lamentamos, pero no tenemos utilidad para
Tu Torá.


El próximo pueblo a quien Di-s se dirigió fue el de Tiro y Zidón, ya
todos los habitantes de la tierra de Canaan, a quienes dijo:


—Os traigo un precioso regalo — Mi Torá. Tomadla y seréis benditos con muchos días en vuestra tierra.


Los Canaanitas contestaron diciendo:


—Antes dinos qué se lee en Tu Torá.


En Mi Torá está escrito: Tendréis balanzas justas y pesas correctas, y daréis la medida completa (Levítico 19:36) —replicó Di-s.


—No queremos aceptar Tu Torá, que es tan ‘quisquillosa’ sobre tales
asuntos. Tu Torá no es para nosotros! —respondieron firmemente los
Canaanitas.


De esta manera, cuando Di-s hubo llevado la Torá a todas las demás
naciones del mundo, quienes no tuvieron la suficiente comprensión como
para estimar su valor, tuvo la certeza de que Su pueblo elegido la
apreciaría y aceptaría con presteza.


LA GARANTIA


Mientras los hijos de Israel estaban atareados con los preparativos,
Moisés escaló la montaña en busca del Señor. Entonces el Señor le dijo:


—Reúne a todo el pueblo, mas antes dirige tus palabras a las mujeres
de Israel, para que escuchen y aprecien Mis enseñanzas. Cuando Mis
palabras hayan penetrado en sus corazones, ellas ayudarán a sus esposos
en la educación de sus hijos, para que siempre transiten por el camino
de la Torá. Entonces, Moisés, cuando hayas terminado de hablar con las
mujeres de Israel, te volverás hacia los hombres y les enseñarás todo lo
que te He enseñado. No debes omitir nada de todo lo que te He dicho.


Moisés descendió de la montaña y habló a todos los hijos de Israel, tal como le fuera especificado por Di-s.


Cuando Moisés hubo terminado de hablar, todos dijeron al unísono:


— ¡Todo lo que Di-s nos ha ordenado hacer, lo realizaremos con gusto! (Éxodo 19:8).


Entonces Di-s preguntó qué garantía podían ofrecer de que planeaban
cumplir Su palabra. Pues a menos que le ofrecieran garantes
satisfactorios, El no les entregaría la Torá.


—Nuestros santos Patriarcas, Abraham, Itzjak y Iaacov serán nuestros garantes —replicó el pueblo.


— ¡No! —contestó el Todopoderoso— debéis darme otros garantes pues
Abraham puso en duda mi palabra, diciendo: “¡Cómo sabré que heredaré la
tierra de Canaán?” Itzjak amaba a Esav, quien Me odiaba; y Iaacov,
cuando estuvo en aprietos dijo: “Mi camino está oculto del Señor”. Por
eso debo pedir mejores garantes que ellos.


Los hijos de Israel consideraron el problema por un momento, y luego dijeron:


—Aceptarás a nuestros hijos, los que nos nacerán, como garantes, para asegurarte de que tenemos la intención de cumplir Tu Torá?


—Vuestros hijos son en verdad la mejor garantía que podéis ofrecer, y los acepto como vuestra prenda de confianza.


—Prometemos fielmente estudiar la Torá y enseñar la Torá a nuestros
hijos, para que ellos a su vez, enseñen a sus hijos, y así sea por
siempre.


Vuestras palabras Me agradan mucho —contestó el Señor— ahora vigilaré vuestras acciones.


UNA DISPUTA CON LOS ANGELES (según el Talmud)


Una grande y espesa nube cubría el Monte Sinaí.


A] ascender por la montaña para recibir la Torá de Di-s, Moisés pensó
“¿Cómo pasaré la nube?”. Pero de súbito la nube se abrió y llevó a
Moisés hasta el cielo. Cuando Moisés se acercó a los portones del Cielo,
los ángeles que guardaban el acceso al Divino reino le preguntaron.


— ¡Moisés! ¿no tienes miedo de entrar en el Cielo? ¿No te asustan los ángeles y su sagrado fuego?


Moisés prosiguió, y pronto los ángeles se acercaron, rodeándolo con
fuego, el cual amenazaba devorarlo Pero Moisés pronunció el Nombre de
Di-s, y los ángeles huyeron de él.


Todavía transportado por la nube, Moisés vio un espectáculo
aterrador. Hadarni-el*, el ángel cuya palabra disparaba doce mil dardos
de centellas al aire, apareció ante él.


Moisés quedó mudo de temor.


Casi no podía articular palabra. Entonces Di-s le dijo:


—Me has llamado antes, intrépidamente y sin temor alguno ¿por qué
tiemblas ahora ante un ángel que sólo es uno de Mis servidores?


El valor retornó a Moisés, y nuevamente llamó a Di-s. Apenas había dicho una palabra cuando Hadarni-el se le acercó y le dijo:


— ¡Bendito hijo de Amram! yo te guiaré a través de nuestro reino.


Hicieron un poco de camino juntos, y luego se volvió y dijo a Moisés:


—No puedo proseguir contigo. Debo volverme, no sea que me con- suma la gran llama del ángel Sandalfor.


Cuando Moisés escuchó estas palabras, su corazón vaciló y se volvió hacia Di-s con lágrimas en los ojos:


—Sálvame, oh Di-s!


Entonces Moisés fue testigo de lo que ningún humano vio antes. Sobre
un enorme río de fuego pasó Moisés. Se tapó los ojos con las manos, pues
vio una luz que superaba a todas en brillo. Ángeles brillantes, los más
brillantes del cielo, estaban de pie, rodeando el Trono Divino. Y sólo
porque Di-s había provisto a Moisés de poderes Divinos, pudo éste
soportar la visión de estas maravillas.


—Qué? ¿Dejaremos que Moisés nos quite la Torá? —los ángeles en el
Cielo se preguntaban entre sí, cuando se enteraron de que aquél había
venido a llevársela.


— ¡Moisés! —dijo Di-s—. Los ángeles quieren la Torá para sí. Háblales, y demuéstrales por qué la Torá te debe ser entregada.


—Temo que me consuman con sus fuegos sagrados.


—No temas. Tómate de Mi Trono y Yo te protegeré.


Así hizo Moisés y volviéndose hacia los ángeles, replicó.


—Así está escrito en la Torá de Di-s: “Yo soy Di-s, tu Di-s, Quien te
ha liberado de Egipto”. “No tendréis otros dioses”. “Recordad el
Shabat”. “No robaréis”. “No mataréis”. Decidme, ¿estuvisteis vosotros
presos en Egipto? ¿Es acaso posible que vosotros, quienes contempláis de
a diario la gloria de Di-s, erréis con culto pagano, prosternándoos
ante ídolos de madera y piedra? ¿Sentís, acaso, alguna vez, la tentación
de hurtar el uno del otro o causarle algún daño? ¡No! ¡La Torá no es
para vosotros! ¡Nos pertenece a nosotros, los seres humanos!


Cuando Moisés culminó sus palabras, los ángeles contemplaron la justicia y sabiduría que éstas encerraban.


— ¡Hágase la voluntad de Di-s! —replicaron.


Súbitamente, Moisés oyó maravillosos tañidos musicales que retumbaban
en sus oídos, una música celestial, pues los ángeles habían prorrumpido
en un estridente himno de alabanzas al Todopoderoso.


EL DIA DE DIAS


Eran días solemnes para el pueblo judío acampado en el desierto de Sinaí.


Caminando entre las tiendas, no podía verse a nadie ocioso. El
campamento estaba en plena ebullición, cada cual atareado con sus
quehaceres. Uno lavando sus vestimentas, el otro barriendo la zona
aledaña a su carpa, cada cual preparándose para el magnánimo evento.


No se podía oír ninguna charla ni risas ociosas.


Jóvenes y ancianos por igual estaban preocupados por el grandioso suceso que estaba por llevarse a cabo.


¡Día de días! ¡El sol nunca se había levantado tan gloriosamente!
Nunca el cielo había sido tan azulado, el aire tan refrescante. Una
sagrada luminosidad había impregnado a todo el universo, en tanto Moisés
conducía a su pueblo fuera del campamento, donde el Creador había
elevado al Monte Sinaí cuyo pico se perdía en los cielos.


Mientras el pueblo permaneció a cierta respetuosa distancia, Moisés,
con paso decidido, ascendió al Monte hasta que también él estuvo rodeado
de nubes, perdiéndose de la vista.


Entonces dijo Di-s a Moisés:


—Ahora he de entregar la Torá a Israel. Las maravillas del cielo
serán reveladas a Mi pueblo elegido. Más puesto que tú estás conmigo en
el monte ¿cómo habrán de saber que soy Yo, y no tú, quien les habla? Ve,
pues, y únete al pueblo.


En ese instante, ni bien Moisés se dio vuelta para descender hacia el
pueblo de Israel, los cielos se abrieron, y los misterios celestiales
fueron revelados al boquiabierto pueblo de Israel en un inolvidable y
temerosamente inspirador instante.


Moisés llevó las palabras de Di-s al pueblo:


—No soy como los reyes terrenales, los gobernantes y príncipes de las
naciones. No necesito sirvientes que me abran el camino, ni edecanes
que extiendan rojos tapices a Mis pies. No necesito velas para iluminar
Mi palacio, ni tapices para colgar en Mis paredes.


He extendido los azules cielos encima Mío, y todo el extenso universo
es Mi palacio, iluminado por Mi propia y brillante luz. El verde pasto y
las fragantes flores son Mi alfombra real, y el soles solo una de Mis
antorchas. El mundo es mío, y Yo soy el Rey.


Por eso, ahora, si acudís a Mi voz, y obedecéis Mis mandamientos, os
transformaré en un reino de sacerdotes y una nación santa — súbditos
merecedores del Rey de Reyes.


E Israel sabía cuán verdaderas eran las palabras de Di-s.


Nunca respiró sobre esta tierra un rey que pudiera compararse con El,
pues Di-s es Todopoderoso. Su sabiduría sin límites y Su piedad sin
fin.


Cuando concluyó la lectura de los mandamientos, su pueblo replicó como un solo hombre ‘Lo haremos y obedeceremos’.


En ese momento, seiscientos mil ángeles descendieron del cielo, cada uno para dirigirse a un judío:


Has hecho una sabia elección, Di-s se alegra de que estés preparado a
obedecer cada mandamiento Suyo, el más pequeño como el mayor. Y porque
has elegido este camino, mira los hermosos regalos que te traemos.


Entonces, los ángeles dieron a cada judío dos hermosas coronas de
gloria. Una por prometer “hacer”, y la otra por prometer “obedecer” las
palabras de Di-s.


El amanecer del sexto día encontró a todos los judíos reunidos alrededor del Sinaí, plenos de emoción y a la expectativa.


Un gran silencio descendió sobre la tierra.


Todo movimiento cesó, y cada cosa quedo quieta.


Ningún pájaro cantó, ningún buey mugió en el campo.


Las aguas de los mares permanecieron inmóviles, y ni una ola subió o
bajó. Ni las hojas se movían pues el viento no soplaba. El mundo entero
aguardaba conteniendo el aliento, en suspenso. Pájaros, bestias,
hombres, todos estaban bajo el hechizo del gran evento que se avecinaba.


Y entonces, en medio de este silencio completo, las palabras de Di-s
explotaron como un trueno, “Yo soy el Señor, vuestro Di-s… “.


¡Cómo agitaron estas palabras al mundo hasta sus mismos cimientos!
Llenaron por completo el universo y resonaron a través de la tierra. El
bebé más pequeño y la cabeza más gris, temblaron por igual ante tanta
gloria y santidad. Las montañas temblaron, y el mar rugió. Relámpagos
iluminaron los cielos, y se oyó el furor del trueno, Y las palabras, una
vez que Di-s las hubo pronunciado, se transformaron en llamas, que
flotaron en el espacio.


Solo después de que cada judío hubo aceptado los mandamientos, los inscribió Di-s sobre las Tablas.


La llama proveniente de las palabras de Di-s creció en luminosidad
cegando a Israel con su brillo y llenando sus corazones de temor.


Cuando la Torá miró hacia abajo y vio a Israel casi muerto de terror, se volvió hacia Di-s y dijo:


—De qué servirá que se me dé a unos cuerpos sin vida? ¡Yo debo ser
fuente de vida para ellos, no la causa de su muerte! Revívelos, oh Di-s,
para que puedan gozar con Tu gran presente!


Entonces un dulce rocío cayó sobre Israel, reviviéndolos y dándoles coraje y fuerzas para oír el resto de las palabras de Di-s.


Mientras Israel estaba parado reverente ante el Monte Sinaí, los
ángeles descendieron desde los cielos, trayendo los mandamientos de
Di-s.


De igual manera, como uno que presenta con cariño joyas preciosas,
así los ángeles entregaron los mandamientos a Israel, mostrándole la
belleza de cada ley, la recompensa por obedecerla, y el castigo por su
infracción.


EL. MUNDO SE INQUIETA


El pueblo de Israel no estaba solo en su miedo ante el temblor que agitó al mundo y las llamas que flotaban en el espacio.


Los gobernantes y reyes de todas las naciones fueron presa del pánico
y se apresuraron a preguntar a Bilám la causa del extraño fenómeno.


—LEs que Di-s se dispone a destruir el mundo con un nuevo diluvio?


—No —replicó Bilám— Ya ha prometido que nunca más ha de causar otro diluvio sobre la tierra.


Esta respuesta no aquietó sus temores.


— ¿Entonces, quizás piense destruir el mundo con fuego esta vez?


—No —replicó Bilám— Está entregando Su Torá a Israel. Contentos con
esta respuesta, los príncipes de las naciones regresaron a sus palacios.


DI-S ES JUSTO


Moisés era muy sabio.


Y no era de extrañar.


Di-s mismo le había enseñado toda clase de ciencias y sabidurías.


Además había abierto sus ojos para permitirle ver todo lo que
sucedería en futuras generaciones. Moisés pudo ver a todos los reyes,
jueces y líderes de Israel que le sucederían, a través de las edades.


¡Qué magnífica visión! Como por una pantalla, la gente buena y justa
desfilaba ante sus ojos; pero también vio hombres malvados y crueles.


Vio las sonrisas de la gente feliz, y las lágrimas de los pobres y
los infelices. A Moisés le pareció que, por extraño que fuere, las
personas buenas, nobles y justas, eran en su mayoría pobres, mientras
que los ricos y poderosos eran generalmente malvados.


— ¡Oh, bueno y justo Di-s, Juez Supremo del mundo! —exclamó Moisés—
¿Cómo puedes soportar tanto mal y tanta injusticia? ¿Por qué prosperan
los malvados mientras sufren los justos? Te imploro, Oh Di-s, ayúdame a
comprenderlo, a entender Tus actos, Tus leyes de justicia, para que
pueda alabar Tu sabiduría y piedad y enseñarlas a todos.


—He escuchado tus oraciones, mi siervo Moisés —contestóle el Creador—
Te mostraré Mi justicia. Será, sin embargo, una breve mirada, pues
ningún ojo humano puede verlo todo. Ahora abre tus ojos y contempla lo
que te muestro.


Moisés abrió los ojos y vio.


Vio un arroyo que corría pacíficamente colinas abajo.


Sus aguas, puras como el cristal, brillaban al sol.


De pronto apareció un caballero montado en su magnífico corcel. El
jinete se detuvo ante el arroyo, desmontó y llevó a su caballo hasta el
agua. Observó mientras su caballo bebía, y luego se arrodilló y también
él bebió del agua clara y fresca.


Mientras estaba agachado, su bolsa con el dinero se deslizó de su bolsillo) mas el caballero no se percató de ello.


Habiendo bebido, jinete y caballo se alejaron tan rápidamente como habían llegado.


Poco después, un joven pastor apareció sobre la colina, dirigiendo sus ovejas hacia el agua.


Habiendo dado de beber al rebaño, se aprestaba a dejar el lugar, cuando avistó la bolsa.


— ¡Viva! — gritó, al levantarla y comprobar que estaba repleta de
monedas de oro y plata— ¡Que suerte! —exclamó nuevamente. Se acabaron
mis sufrimientos. Basta de malos tratos y azotes. Dejaré a mi amo
inmediatamente y regresaré al lado de mi querida madre. Compraremos un
campo y una casa y viviremos felices para siempre.


La alegría del muchacho era incontenible, mientras guiaba el rebaño de vuelta al hogar, con más vigor que nunca.


El polvo ya se disipaba sobre la orilla del arroyo cuando un anciano
llegó bajando trabajosamente la colina. Tenía aspecto cansado y se
apoyaba pesadamente sobre su bastón.


Cuando finalmente llegó a orillas del arroyo, se acomodó sobre la
arena, extrajo unos trozos de pan viejo que procedió a mojar en el agua y
comió. Luego puso su atado debajo de su cabeza y pronto estuvo
profundamente dormido.


Entretanto, el caballero había descubierto su pérdida.


Sabía que debió perder el dinero cuando se agachó a beber en el
arroyo, de manera que dio media vuelta y emprendió a rápido galope el
retorno hacia el lugar.


— ¡Eh, tú! ¡Despierta, mendigo! —le gritó al viejo que dormía, mientras lo zarandeaba con ambas manos.


El viejo mendigo se despertó, sobresaltado


— ¿Qué queréis?


— ¡Sabes muy bien qué es lo que quiero! ¡Vamos, devuélveme mi bolsa, ahora mismo!


—Debéis estar fuera de vuestro sano juicio, hombre —replicó el mendigo— ¿Por qué no me dejáis dormir?


—Escucha, viejo ladrón —rugió el caballero— Se me cayó mi bolsa aquí
hace un rato, y tú eres el único que la pudo haber recogido. ¡Es mejor
que me la entregues o te mataré!


El pobre mendigo sólo atinó a reírse, mas el furioso caballero sacó su espada y la hundió en el cuerpo del anciano.


A continuación revisó el atado de éste y sus bolsillos, pero en vano, no pudo encontrar ni rastros de su bolsa.


Se encogió de hombros, sorprendido, montó y se alejó a todo galope. Al ver este asesinato a sangre fría, Moisés quedó anonadado.


— Oh, Di-s —exclamó— ¿cómo pudiste dejar que un viejo, inocente
indefenso hombre, fuera brutalmente muerto, mientras que el verdadero
culpable, el joven pastor, se alejaba con el tesoro?


—No te apresures —llegó la respuesta de Di-s— ¿Ves esa escalera allá?
Sube en ella un escalón y observa. Ningún ojo humano vio jamás tanto,
pero tú verás cómo se hace justicia, y que todos Mis modos de actuar son
justos.


Moisés ascendió por la escalera indicada por Di-s.


Una escena enteramente diferente se abrió ante sus ojos.


Vio un granjero rengo que caminaba con una muleta, y un niño pequeño a su lado, tomado de su mano mientras caminaban.


Vio un salteador emboscado que de pronto se abalanzó sobre el
granjero, lo apuñaló, tomó su bolsa y se alejó corriendo… Un jinete que
pasaba escuchó los gritos del niño, pero permaneció indiferente…
Tranquilamente, recogió la bolsa que el ladrón había dejado caer en su
apuro, y se alejó en su caballo…


Nuevamente quedó Moisés horrorizado pero pronto escuchó la palabra de Di-s.


—Escúchame, Moisés, y lograrás comprender que gobierno al mundo con
justicia. El mendigo que viste asesinar a orillas del arroyo es el mismo
que mató al granjero rengo y le robó su dinero. El jinete que observó
indiferente el asesinato, ejecutó él mismo al asesino más tarde, pues
era el caballero que perdió la bolsa en el arroyo. Había encontrado la
bolsa que el mendigo robó al granjero, pero no la devolvió al niño. De
manera que también la perdió. El pastor era el hijo del granjero, y como
legítimo heredero, finalmente obtuvo el dinero. ¿Ves, ahora, que aquel
que derrama la sangre de un hombre inocente, su sangre será a su vez
derramada, y nadie se beneficia con el robo?


Entonces exclamó Moisés: “El Di-s leal, sin iniquidad, justo y equitativo es El” (Deuteronomio 32:4).


Extraído de “Shavuot, día de días” . Gentileza de Kehot Lubavitch Sudamericana. Todos los derechos reservados.

SHAVUOT: Bikurim (Las Primicias)





Shavuot —el festival que conmemora la entrega
de la Torá en el Monte Sinaí— se conoce también, como ya hemos
mencionado, con el nombre de Festival de la Cosecha —Jag Hakatzir— o Día
de los Primeros Frutos—Jag Habikurim.
Nadie trabaja más duro que el agricultor, y, simultáneamente, nadie
tiene tanta inseguridad sobre los frutos de su trabajo como éste.


El labrador depende completamente de los “elementos” de la naturaleza.


Se necesita sol, pero no demasiado, para que no se produzca una
sequía que arruine lo plantado. Se precisan lluvias, pero a su exacto y
debido tiempo. El rocío, el viento, la temperatura — todos son factores
importantes. ¿Qué puede hacer el pobre agricultor más que rogar a Di-s
para que El bendiga el producto de sus manos y le brinde una buena y
abundante cosecha?


No es de extrañar, pues, que la época de la cosecha fuera ocasión de gran regocijo en la antigua Tierra de Israel.


El campesino judío sabía que todo lo debía al querido y piadoso Di-s.


Para no olvidar esta verdad, decimos en nuestras oraciones diarias
(en el Shemá) “Y ocurrirá si obedecéis Mis mandamientos… entonces daré
las lluvias de vuestra tierra en su temporada… y recogeréis vuestro
grano, vuestro vino y vuestro aceite.” (Deuteronomio 11:13,14).


La época de la cosecha, en la vieja Israel, comenzaba en Pesaj,
cuando el grano de cebada comenzaba a recogerse, y el “Omer” se llevaba
al Templo como ofrenda de Gracias.


Pronto, maduraban los otros granos y frutas, pero “Bikurim”, la
ofrenda de los primeros frutos maduros, no debía llevarse al Templo
antes de Shavuot.


Durante todo el verano, desde Shavuot hasta Sucot, había tiempo para traer Bikurim al Sagrado Templo.


Los Primeros Frutos debía ser traídos solamente de las “siete
especies” por las cuales se alaba a la Tierra de Israel: trigo, cebada,
uvas, higos, granadas, aceitunas y dátiles (Deut. 8:8).


Todo un tratado de la Mishná está dedicado al tema de Bikurim y lleva
su nombre. Aquí encontramos las diversas leyes: sobre quién recaía la
obligación de llevar Bikurim, quién estaba exento de hacer la
Declaración, y finalmente, quién estaba exento de ambos. No entraremos
en el detalle de estas leyes, sino que daremos la muy interesante
descripción de toda la ceremonia, que encontramos en la Mishná.


Cuando un hombre iba a su campo, huerta o viñedo, y veía por primera
vez un higo maduro, o un racimo de uvas maduro, o una granada madura, la
envolvía con un junquillo y decía: “Estos son los Primeros Frutos”.


Imaginen qué tentación era para el campesino el arrancar el primer
higo maduro y llevarlo a la boca. Pero no se entregaba a la tentación,
sino que lo designaba como ofrenda a Di-s por la buena cosecha.


Recogiendo todos los Primeros Frutos, y agregándoles muchos más, de
entre los mejores, el agricultor se dirigía a la ciudad más próxima y
desde allí, junto con sus colegas, se dirigía a la ciudad de Maamad —la
principal del distrito—.


Allí, reunidos en el mercado bajo un cielo limpio y azul, los
campesinos pasaban la noche. Temprano por la mañana, el oficial del
Maamad los despertaba llamando: “Levantaos vosotros, y vayamos hasta
Sión, a la Casa de nuestro Di-s”.


Aquellos campesinos que vivían cerca de Jerusalem traían los frutos
frescos, pero aquellos que vivían lejos traían higos secos y pasas de
uvas, para que la fruta no se arruinara en el camino.


Los frutos se llevaban en canastas decoradas. Los ricos llevaban
canastas de oro y plata, mientras que los pobres utilizaban canastas
confeccionadas con ramillas de sauce peladas. Muchos llevaban palomas
vivas consigo, junto con la canasta, como sacrificios.


Cuando más se acercaban los peregrinos a Jerusalem, mayor era su número, y su alegre espíritu.


Al frente de la impresionante procesión marchaba un hermoso buey,
futura ofrenda. Sus cuernos estaban cubiertos con oro, y un collar de
hojas de olivo adornaba su cuello. Una flauta sonaba ante ellos, hasta
llegar a Jerusalem. Cuando llegaban a las cercanías de la ciudad, los
gobernantes y prefectos, jefes de los sacerdotes y jefes de los Levitas y
los oficiales del Templo, salían a recibirlos.


También todos los artesanos de Jerusalem solían salir e inclinarse
ante los recién llegados, diciendo: ‘Hermanos de tal o cual lugar, sed
bienvenidos’.


La procesión continuaba hasta llegar al Monte del Templo, precedida
por los flautistas. Cuando llegaban al Monte del Templo, cada uno, hasta
el mismo rey, ponía su canasta sobre el hombro y entraba hasta el Patio
del Templo.


Cuando los portadores de Bikurim llegaban al Templo, los Levitas
cantaban: ‘¡Y Te exaltaré, Oh Señor, pues Tú me Has elevado e impedido
que mis enemigos triunfen sobre mí” (Salmo 30).


Las palomas atadas a los canastos eran entonces sacrificadas, y lo
que el pueblo traía en sus manos era entregado a los Sacerdotes.


Mientras el canasto estaba todavía sobre su hombro, cada portador de
Bikurim recitaba la “Declaración” (Deut. 26:5). Esta Declaración
contenía, en pocas palabras elegidas, la antigua historia de nuestro
pueblo, incluyendo la esclavitud egipcia y la liberación. Concluía con
las palabras: “Y Él nos ha traído hasta este lugar, liberándonos, y nos
ha dado esta tierra, una tierra que rebalso de leche y miel. Y ahora, he
aquí que he traído los Primeros Frutos de esta tierra que Tú, Oh Señor,
me has dado” (Deut. 26:10).


Luego dejaba el canasto al lado del altar, se inclinaba y salía.


Luego de la grande e impresionante ceremonia de la ofrenda del
Bikurim, Jerusalem se convertía en una ciudad de solemne alegría y
regocijo, de acuerdo con el mandamiento: “Y te alegrarás por todo lo
bueno que el Señor, Tu Di-s, te ha dado a ti ya tu casa; tú, el Levita, y
el extraño que se encuentre entre vosotros” (Deut. 26:11).


Extraído de “Shavuot, día de días” . Gentileza de Kehot Lubavitch Sudamericana. Todos los derechos reservados.

SHAVUOT: Leyes y Costumbres





Leyes de Shavuot

(Selección extraída del libro “Shuljan Aruj”, por Rabí Abraham Hassan, © Ed. Jerusalem de México)
1. Desde Rosh Hodesh Siván hasta 6 días después de Shavuot no se dice Tahanún.
2. Debemos purificamos y santificamos la víspera de
Shavuot para completar el período de preparación de 7 semanas del Omer
que preceden la recepción de la Torá.
3. Shavuot se celebra en la Diáspora los 2 días del 6 y 7 de Siván. Son dos días de Yom Tov. (Días festivos)
4. Se acostumbra adornar con flores las sinagogas y los Sifré Torá. (Libro de la Torá)
5. Si no se hicieron los adornos en la víspera
de Shavuot, puede hacerlos en Shavuot mismo, a condición de preparar de
antemano flores para este objetivo.
6. Si la víspera de Shavuot cae en Shabat, no se
pueden hacer los adornos ese día, aun si las flores fueron preparadas de
antemano el viernes, pues no se deben hacer arreglos en Shabat para el
Yom Tov.
7. Se acostumbra tomar en Shavuot comidas lácteas (y también con miel)
8. En la noche de Shavuot, el Kidush se dice no
antes de la caída de la noche, pues Shavuot entra una vez transcurridas 7
semanas enteras a partir de Pesah, y el día 49 sólo se completa a la
caída de la noche.
Bendito eres Tú, Señor, nuestro Dios, Rey del Mundo, creador del fruto de la vid
Bendito
eres Tú, Señor, nuestro Dios, Rey del Mundo, que nos has escogido,
entre todos los pueblos y nos has exaltado por encima de todas las
lenguas y nos santificaste con Tus preceptos, Señor, nuestro Dios con
amor (el shabat para reposo), festividades para alegría; solemnidades y
fechas para regocijo (este día del Shabat y) este día de la celebración
de Shavuot, fecha de otorgamiento de nuestra Torá., (con amor); de
convocación santa como rememoración del éxodo de Egipto. Pues a nosotros
nos has elegido, y a nosotros has santificado de entre todos los
pueblos (y el Shabat) y Tus santas fechas (con amor y agrado), con
alegría y regocijo, nos has impartido. Bendito eres Tú, Señor, que
santificas (el Shabat y) a Israel y a las Fechas.
9. La segunda noche de Shavuot se puede decir Arbit y Kidush aun antes de caer la noche.
10. Se acostumbra trasnochar la primera noche de
Shavuot para estudiar el Tikún Shavuot que comprende trozos de Tanaj
(Biblia) y de Zohar en honor a la Torá que recibimos nuevamente en esta
fecha. Una gran importancia es atribuida a ese estudio.
11. Se suele recitar durante Shavuot, Meguilat
Rut, el libro de Rut que fue la antepasado del Rey David, nacido y
fallecido justamente el día de Shavuot, así como Hazaarot, poemas
conteniendo los 613 Mandamientos de la Torá.
Oraciones de ShavuotArbit (Rezo) de la Noche de Shavuot
Se recita el salmo 68 Lamnatsea-h- Yakum Elo-him,
seguido del medio Kadish. Se reza como en Shabat hasta el fin de
Hashkivenu, luego se dice Ele Moadé.. medio Kadish, Amidá de Yom Tov
Beyom “Hag Hashavuot Hazé Uvyom TovZemán Matan Toratenu. Después de la
Amidá se dice Kadish Titkabal, el salmo 122 Samahti, Kadish Yehé Shelamá
Rabá, Barejú, Alenu Leshabeah, Yigdal. Las dos noches se menciona
Shehe-heyanu en el Kidush.
Shajarit de los dos primeros días de Shavuot
1. Se recita el Shajarit de Yom Tov (Shalosh
Regalim), con el Halel completo. Al momento de sacar el Sefer Torá se
acostumbra leer la Ketubá (contrato de matrimonio) adaptada
alegóricamente a la unión entre Israel y la Torá.
2. Los dos días de Shavuot, se sacan 2 Sifré Torá y
se llama a 5 personas al primero (7 personas si Yom Tov cae en Shabat) y
el Maftir al segundo. Se dice medio Kadish después de la lectura de la
Parashá en cada Sefer Torá. Después de la Haftará se dice Musaf de Yom
Tov (Shalosh Regalim).
Parashiyot y Haftarot de los dos días de Shavuot
Primer día: 1er. Sefer
Torá: Bajodesh Hashelishí.(Exodo 19:1-20:23) Parashá que relata la
convocación del pueblo ante el Monte Sinai para recibir la Torá y la
transmisión de los Diez Mandamientos.2do. Sefer Torá: Uveyom Habikurim (Bamidbar 28:26-31)Haftará: Vayhi Bishloshim Shaná (Yeheskel 1:1-28-3:12)
2. Segundo día: 1er.
Sefer Torá: Kol Habejor (en Shabat se añade el trozo precedente: Aser
Teaser)(Deuteronomio 14:22-16:17)2do.Sefer Torá: idem primer dia
Haftará: VeHashem Behejal Kodsho (Hababuk 2:20-3:19)
Noche de salida de Shavuot
Se dice Arbit como en los días de semana, añadiendo
en la Amida: Atá Honantanu. Después de Arbit, se dice Havdalá sobre el
vino con sólo dos Berajot: Haguefen y Hamavdil. Se acostumbra recitar
Birkat Halevaná a la salida de Arbit.
Símbolos y costumbres
(selección extraída del libro “Shavuot” por Rabino Dr. Nissan Mindel, © Ed. Kehot Lubavitch Sudamericana)



Los Cuatro Nombres de la Festividad


La Festividad de Shavuot constituye el segundo
de los Tres Festivales de Peregrinación (los otros dos son Pesaj y
Sucot) en los que, de acuerdo al mandato bíblico, cada judío debe
presentarse en el Gran Templo de Jerusalem.En general, esta Festividad es conocida con los siguientes nombres:
1. Zman matan torateinu
– Epoca de la Entrega de nuestra ToráEn el sexto día del mes de Siván
(era un día Shabat), del año 2448 luego de la Creación, (1312 antes de
la E. Común) Di-s nos dio la Torá en el Monte Sinaí. La Fiesta de las
Semanas (Shavuot), el 6 y 7 de Siván, conmemora este gran evento.
2. Jag Hashavuot – Fiesta
de las SemanasEste festival recibe tal nombre pues se celebra al
finalizar las siete semanas de Sefirat Haomer, cuya cuenta diaria se
había emprendido en la segunda noche de Pesaj.
3. Jag Hakatzir –
Festival de la cosechaEn la Tierra de Israel, ésta era la época de la
cosecha, especialmente aquella de trigo. Las primeras ofrendas de la
nueva cosecha se hacían bajo la forma de dos panes de trigo -Shtei
Halejem-.
4. Iom Habikurim – Día de
las primiciasEl Festival de Shavuot marcaba, además, el principio de la
época para ofrendar los “primeros frutos” -Bikurim- cuando el Santo
Templo existía en Jerusalem. También lleva este nombre debido a la
ofrenda de los “Dos panes” – que recibían el nombre de “primeros frutos”
de la cosecha de trigo.
Símbolos y Costumbres
En la Mishná y en el Talmud, el festival de
Shavuot se llama generalmente “Atzeret”, es decir “asamblea solemne”, o
“festival del cierre” (no debe ser confundido con Sheminí Atzeret, el
octavo día de Sucot). La razón es que se considera a este festival como
concluyendo el festival de Pesaj, con el cual está conectado de muchas
maneras (tal como Sheminí Atzeret es la “extensión” de la Fiesta de
Tabernáculos Sucot).
Shavuot quiere decir no sólo “semanas” (Shavúa)
sino también “juramentos” (Shevuá). El nombre indica los dos juramentos
que Di-s e Israel intercambiaron el día de la Entrega de la Torá, de
permanecer fieles el uno al otro, por siempre.
A Shavuot se lo llamaba “Pentecostés”
(“Quincuagésimo”) por los judíos griegos, porque se celebra cincuenta
días después de la ofrenda del Omer.
Los Dos Panes de Trigo que eran traídos como
señal de gracias en la época del Bet Hamikdash (Sagrado templo de
Jerusalem), simbolizaban la naturaleza dual de nuestra Torá: la Torá
Escrita (Torá Shebijtav) y la Torá Oral (Torá Shebealpé) que se dieron
simultáneamente en el Monte Sinaí.
En muchas comunidades se acostumbra decorar la
sinagoga con Yuyos, flores y plantitas para el festival de Shavuot. La
razón es doble:a) Shavuot es el Día del Juicio para los árboles
frutales.b) En recuerdo al Monte Sinaí que estaba rodeado de verdes
pastos, evidenciado por el hecho de que se ordenó que el ganado y las
ovejas no pastaran al pie de la Montaña de Di-s.
En la primera noche de Shavuot, es costumbre
regresar a la sinagoga luego de la comida, para leer el “Tikún leil
Shavuot”.El libro (“Preparativos para la Noche de Shavuot”), contiene:
los versos iniciales y finales de todas las Secciones semanales del
Jumash -Pentateuco-, los párrafos primeros y últimos de los Profetas y
las Sagradas Escrituras, las Mishnaiot, partes del Zohar, etc. Algunos
capítulos especiales de la Torá (como el Cruce del Mar Rojo, la Entrega
de la Torá, los Diez Mandamientos, el Shemá, etc.) se dan completos.
También la enumeración de los 613 preceptos, tal como los enumera
Maimónides con su división en “positivos” (Mitzvot Asé) y “negativos”
(Mitzvot Lo Taasé). Muchos judíos pasan toda la noche recitando el
“Tikún”.
Para la lectura de los Diez Mandamientos de la
Torá, el primer día de Shavuot por la mañana toda la congregación se
pone de pie y la escucha de pie.
Algunos judíos observan la costumbre de comer en
Shavuot pasteles de crema o miel porque la Torá se asemeja a la leche y
la miel.
La costumbre de comer “blintzes” de queso en Shavuot se basa en un juego de palabras hebreas.La
palabra hebrea para queso es “Gueviná”, que nos recuerda la
“controversia” de las montañas más altas, cada una pretendiendo ser ella
más merecedora que la de Sinaí para el privilegio de recibir la Torá.
Por eso se las llamó “Gavnunim” (Salmos 68:17) – “jorobas”, por su falta
de modestia, mientras que la de Sinaí fue elegida por su humildad
(Talmud, Meguilá 29a).
Algunos judíos observan la costumbre de comer “Kreplaj” (ravioles de tres puntas) en Shavuot.La
razón es recordamos la Torá aún durante las comidas. Pues todo lo que
tenía relación con la entrega de la Torá es de naturaleza triple:La Torá
-que consiste en el Jumash, Profetas y los Hagiógrafos (Tanaj) fue dada
a Israel -compuesto de Sacerdotes, Levitas e Israelitas- a través de
Moisés -el tercer hijo de Amrám- luego de tres días de preparación, en
el tercer mes (Siván).
La costumbre, observada en muchas sinagogas, de
leer el Libro de Ruth en el segundo día de Shavuot tiene varias
razones:a) Shavuot es el cumpleaños y también aniversario del
fallecimiento del Rey David, y el Libro de Ruth da la información sobre
sus antepasados. Boaz y Ruth fueron los bisabuelos de David.b) Las
escenas de la cosecha son apropiadas para el Festival de la Cosecha.c)
Ruth fue una conversa sincera, que abrazó el judaísmo con todo su
corazón. Similarmente, en Shavuot, todos los judíos eran prosélitos,
habiendo aceptado la Torá y todos sus preceptos.
http://www.tora.org.ar/

SHAVUOT:El Razonamiento de Hashem





Hashem quería dar el Primero de los Diez
Mandamientos. En aquel momento, Moshé estaba sobre la cima de la
montaña. Hashem le ordenó descender.
El razonamiento de Hashem fue similar. “Si Moshé permanece en la
cima,” El dijo, “el pueblo puede no estar seguro de que ellos realmente
escucharon los Diez Mandamientos de Mí. Podrían pensar que fue la voz de
Moshé. Que él por lo tanto descienda primero, y luego Yo pronunciaré
los Diez Mandamientos. Hashem por consiguiente ordenó a Moshé, “Baja y
advierte al pueblo que ellos no deben apiñarse más allá del límite
fijado para ellos al pie de la montaña, a pesar de su anhelo de verme a
Mí. Todo el que toque Har Sinai morirá. Después de la partida de la
shejiná (Presencia Divina), una vez más serán autorizados a ascender la
montaña.”
“Ya les he transmitido esta advertencia,” replicó Moshé.
“No obstante, adviérteles una segunda vez.
¡Ahora es el tiempo cuando la advertencia se aplica!” Hashem le dijo.
“Después de haberles advertido, tú, Aharón, y los hijos primogénitos que
realizan la avodá (servicio) pueden ascender a la montaña, y cada uno
puede asumir su posición designada. ¡El pueblo debe permanecer al pie de
la montaña; los primogénitos pueden ascender más alto, Aharón aún más
alto, y tú a la misma cima!” Tan pronto como Moshé hubo descendido,
Hashem comenzó a hablar, diciendo, “Yo soy Hashem, Vuestro Di- s….”
Hashem primero pronunció todos los Diez Mandamientos simultáneamente.
Esta era una proeza la cual está más allá de capacidad humana. El
propósito de este milagro fue demostrar claramente que los Diez
Mandamientos vinieron directamente de El. Ningún ser humano, demonio o
ángel hubiera podido realizar tal milagro. Después de ello, El repitió
cada Mandamiento separadamente.
Tan pronto como Hashem exclamó, “ANOJI,” “Yo soy”
la Creación fue silenciada. Los pájaros no gorjearon ni volaron en el
cielo; los bueyes no mugieron; los ángeles no dijeron shirá (cántico);
el océano no se agitó. El universo entero estaba quieto mientras la voz
de Hashem estalló. Esto sirvió como una demostración irrefutable de la
certeza de que nada existe además de El. Cada uno de los Diez
Mandamientos fue dirigido a K’lal Israel en la forma singular. Así,
ningún Judío podría excusarse él mismo, diciendo, “Es suficiente si otro
cumple la Torá.” Cada Judío debe sentir una obligación personal de
guardar la Torá de Hashem, desde que ella le fue dirigida directamente a
él.
Los Diez Mandamientos contienen en conjunto 620 letras, de tal modo
simbolizando que los Diez Mandamientos son la esencia de la Torá. Puesto
que la Torá contiene 613 mitzvot, y los jajamím instituyeron siete
mitzvot adicionales, produce un total de 620 mitzvot. Además de escuchar
los Diez Mandamientos básicos, Benei Israel también previeron la
miríada de detalles incluídos, todos los Midrashím (alegorías)
vinculados a cada Mandamiento, toda halajá, kal vajómer y guezerá shabá
contenidos en ese respecto.


El Primer Mandamiento: Creer en la Existencia y Providencia de Hashem
“Yo
soy Hashem, vuestro Di-s, Quien os sacó a vosotros fuera de la tierra
de Egipto de la casa del Faraón donde vosotros fuísteis esclavos.”
“Yo soy tanto Hashem, un Di-s misericordioso para
aquéllos que me obedecen a Mí, como elokeja, un Di-s punitivo para uno
que rehúsa escucharme a Mí.” La obligación impuesta por el Primer
Mandamiento es creer en la existencia de un Creador omnipotente; saber
que El ejerce continua Providencia sobre el universo, que El es la
Fuerza que dicta todas las leyes naturales, y que El sustenta y provee
para todas las criaturas, de la más diminuta a la más grande.
Esta mitzvá no está limitada a tiempos específicos (como la mayoría
de las mitzvot); más bien, la conciencia de la existencia y poder de
Hashem deben constantemente preocupar al Judío.
¿Por qué escogió Hashem describirse a Sí Mismo como el “Di-s que sacó a los Benei Israel fuera de Egipto?”
Hashem se presentó a Sí Mismo a los Benei Israel en
Har Sinai como el Di- s que los había redimido a ellos, con ello
recordándoles su especial obligación hacia El. (El no empleó la
descripción, “Di- s, Señor del Universo,” dado que aquel término general
no obligaría en sí mismo a K’lal Israel a guardar la Torá.)
El Segundo Mandamiento: No Servir Idolos


“¡No tendréis otros dioses!”


El término “otros dioses” no implica, jas veshalom, que existen otros
dioses además de Hashem. La Torá se refiere a los ídolos como “dioses”
dado que aquella terminología es empleada por sus adoradores ( a pesar
de que en realidad ellas son imágenes impotentes). La palabra “otros” no
se refiere a la relación entre Hashem y los ídolos, sino más bien a los
ídolos en relación uno con el otro. Dado que los adoradores de ídolos
continuamente cambian sus deidades, rechazando las antiguas y
volviéndose a otras diferentes en su lugar, el término “otros” dioses
significa dioses los cuales son frecuentemente intercambiados por otros
por sus adoradores.


Este Mandamiento implica que está prohibido creer en cualquier poder
además de Hashem, adorar ídolos, o inclinarse a ellos. Nuestros jajamím
(sabios) prohibieron inclinarse ante un ídolo aún sin intención de
adorarlo. Tampoco está permitido tener un ídolo en posesión de uno aún
si uno no lo adora. Este Mandamiento también incluye la prohibición de
hacer una estatua de un ser humano o de cualquier criatura u objeto en
el universo.


El Tercer Mandamiento: No pronunciar el Nombre de Hashem en Vano


Está prohibido emplear mal el Nombre de Hashem mencionándolo en
conjunción con un juramento innecesario o falso. Hashem dice, “No
empleéis mal Mi Santo Nombre. Recordad que Abraham apeló a este mismo
Nombre y fue salvado de la caldera ardiente. Moshé apeló a él, y el Iam
Suf (Mar rojo) fue partido en doce partes; Iehoshúa lo llamó, y fue
asistido; Ioná lo llamó en el interior del pescado y fue salvado. El
Nombre de Hashem es invocado por los enfermos y enfermizos, y ellos son
curados; por los transidos de dolor, y ellos son consolados. ¡Cuidáos de
ser descuidados en mencionar el Nombre de Hashem, porque uno que
pronuncia el Nombre de Hashem en vano no saldrá impune!” Un figurativo
“mal empleo del nombre de Hashem” sería exhibir una apariencia falaz de
rectitud mientras en realidad se actúa inicuamente.


El Cuarto Mandamiento: Observar el Shabat
Este
Mandamiento incluye la prohibición en contra de realizar cualquiera de
las treinta y nueve Labores principales prohibidas en Shabat. Además de
esto, el Shabat debe ser distinguido por nuestro hacer una berajá
(bendición) cuando el Shabat comienza y a su conclusión. Esto nosotros
lo cumplimos haciendo kidush y havdalá. Shabat debe ser singularizado
con deliciosos alimentos especiales y por el usar vestimentas
especiales.
Una persona es reembolsada por todas las
expensas en las cuales incurre en honor del Shabat. A pesar de que el
ingreso de toda persona es determinado en Rosh Hashaná para el año
entero, las cantidades gastadas en honor de Shabat, Iom Tov, Rosh
Jodesh, y para cuotas pagadas para el aprendizaje de la Torá de sus
hijos no están incluidas en esta cantidad fija. Si gasta más, Hashem la
compensará con más; si escatima, Hashem en consecuencia le devolverá
menos.
El día de Shabat debe ser un tiempo para ocupaciones espirituales,
Torá, y tefilá (plegaria). Una persona no debe pensar acerca de la labor
incompleta de la semana sino más bien apartar su mente de sus
ocupaciones mundanas.
Quienquiera que descansa en el séptimo día testifica que Hashem creó el mundo en seis días.
El Quinto Mandamiento: Honrar a los Padres


“¡Honra a vuestro padre y a vuestra madre!”


Esta mitzvá obliga a uno a atender a las necesidades de sus padres,
ocuparse de que ellos tengan comida, bebida, y vestimenta. (El no está,
sin embargo, obligado a gastar de su propio dinero, para esto los padres
deben proveer el dinero.) El debe acompañarlos cuando salen y atender
todos sus requerimientos. Debe dirigirse a ellos de una manera cortés.
Incluidos en esta mitzvá están los mandamientos de honrar a un hermano mayor y a la segunda/o esposa/o del padre o la madre.
Existen tres socios en la creación de una
persona: Hashem, su padre, y su madre. Si las personas honran a sus
padres, Hashem dice, “Yo lo considero como si Yo moré en su medio y
ellos me honraron a Mí.” Si una persona causa a sus padres irritación,
Hashem dice, “¡Es bueno que Yo no moro en su medio, porque si Yo hubiera
estado entre ellos, me hubieran provocado a Mí también!”
La recompensa por honrar a los padres es
longevidad en olam habá (mundo venidero). Si bien la principal
recompensa por la mitzvá está reservada para el mundo venidero, es una
de las mitzvot de las cuales una persona también recibe beneficio en
este mundo.
Cuando los reyes de las naciones oyeron el Primer Mandamiento de
Hashem, no fueron impresionados. Arguyeron, “¿Qué soberano desea ser
negado? Hashem, al igual que cualquier otro rey, comanda que El sea
reconocido.” Cuando escucharon acerca del Segundo Mandamiento,
similarmente observaron, “¿Existe algún soberano que tolerará a otra
autoridad? Hashem, al igual que todos los reyes, quiere ser adorado El
solo. ¡Ese es el por qué El decretó que nadie sirva otros dioses!”
Tampoco fueron conmovidos por el Tercer Mandamiento, comentando, “¿Qué
rey querría que sus súbditos juraran falsamente en su nombre? Tampoco
Hashem lo quiere.” Acerca del Shabat dijeron, “¡Desde luego, todos los
reyes gustan que su día especial sea celebrado!” Pero cuando escucharon
acerca de la mitzvá de honrar a los padres, todos los reyes se
levantaron de sus tronos y alabaron a Hashem, admitiendo, “Si alguien en
nuestros círculos es elevado a un noble rango, inmediatamente niega a
sus padres. Hashem actúa diferentemente. ¡El ordenó que todos honren a
sus padres!”


Los reyes entonces entendieron retroactivamente que todas las mitzvot
de Hashem no fueron dadas, como originalmente imaginaron, a fin de
honrar a Hashem. Las mitzvot fueron presentadas para el beneficio de los
seres humanos.


El Sexto Mandamiento: No Matar


“¡No mataréis!”
Uno que vierte sangre mutila a la shejiná. (Presencia Divina)
El emperador ordenó que estatuas de sí mismo fueran erigidas en su
recientemente conquistada provincia y que monedas llevando su imagen
debían ser acuñadas. El populacho demostró su desprecio por el nuevo
conquistador derribando las estatuas representándolo y destruyendo las
monedas que llevaban su grabado.
Similarmente, cuando uno mata a un ser humano quien fue creado a imagen de Hashem, es como si él hubiera dañado a Hashem Mismo.
El castigo Celestial para un asesino es que
será asesinado por algún otro. (Bereshit 9:6). Es una forma de asesinato
avergonzar a otro ser humano (causando a la sangre irse de su rostro).
El Séptimo Mandamiento: No Cometer Adulterio
“¡No cometeréis adulterio!”


Hashem castiga la transgresión de adulterio lo más severamente,
porque El es paciente en el caso de cualquier pecado excepto aquél de
inmoralidad. Nuestros Sabios incluyeron en esta prohibición a uno que se
lleva la parnasá ( medios de vida) de otro Judío abriendo un negocio
competitivo en una vecindad que solía ser el dominio del otro. Nuestros
Sabios así explican el pasuk (Iejézkel 18:6), “… y él no deshonró a la
esposa de su semejante.” Esto está dicho en alabanza de alguien quien no
privó a otro de parnasá comprometiéndose en el mismo oficio.


El Octavo Mandamiento: No secuestrar a un Judío
“¡No robaréis!”


La prohibición de robar en los Diez Mandamientos se refiere a robar
seres humanos.(Hurto de propiedad está prohibido por el pasuk en Vaikrá
19:11) Alguien que rapta a un Judío y lo vende o lo utiliza como esclavo
está sujeto al castigo capital por el Beit Din (Tribunal de justicia).


El Noveno Mandamiento: No Prestar Falso Testimonio


“¡No prestaréis falso testimonio en contra de vuestro semejante!”


Prestar falso testimonio conduce a la destrucción de la civilización.
Causa a las víctimas ser castigadas por crímenes los cuales nunca
cometieron. También permite a las personas robar, asesinar, y oprimir a
otros y luego escapar al castigo por falso testimonio. Uno que testifica
falsamente de tal modo trae destrucción al mundo. También niega la
Providencia del Creador.


El Décimo Mandamiento: No Intentar Traer dentro de la Posesión de Uno lo Que Pertenece a Otro


“¡No codiciaréis la casa de vuestro semejante, ni a su esposa, ni a
sus sirvientes, ni cualquier cosa que pertenezca a vuestro semejante (y,
como resultado, idearéis planes para obtenerlo)” Está prohibido hacer
cualquier intento para obtener algo que pertenece a otro porque uno
mismo desea poseerlo. Esta prohibición incluye convencer a alguien para
vendéros una cosa la cual no desea vender pero que vos le presionáis a
vender. Esto está prohibido aún si le pagáis en un pago total. Tampoco
está permitido desear aún en el corazón de uno las posesiones que
pertenecen a otro (Devarím 5:18). El mal rasgo de desear las posesiones
de otras personas causa a una persona volverse un criminal, porque en su
ansia de obtener el objeto de su deseo, está expuesto a tornarse
violento si le es negado. Puede estar preparado incluso a asesinar al
propietario del objeto que ansía.


Mientras los primeros cinco Mandamientos mencionan el Nombre de
Hashem, él es omitido de los últimos cinco. Hashem dijo, “Que Mi Nombre
no sea asociado con asesinos, adúlteros, ladrones, falsos testigos, y
personas codiciosas.”
Fuente: El Midrash Dice / Shemot
Editorial Bnei Sholem

Shavuot y los Magníficos Números 7





Un tapiz increíble de sietes ha sido tejido en la creación. ¿Cuántos puedes nombrar?
En el principio… Dios creó el número 7.
¡Ah!
seguro, Él creó la luz y la oscuridad, los cielos y la tierra, también.
Pero por razones desconocidas para nosotros, Él pareciera tener una
afinidad especial con el número 7.
El hecho que la Torá comience con un verso que contiene 7 palabras y
28 letras (divisible por 7) no es nada notable. Pero colocado dentro del
contexto del aplastante número de asociaciones en el judaísmo con el
número ‘7’ un fascinante tapiz comienza a desplegarse. Démosle una
mirada más cercana a este fenómeno.


¿Por qué Shavuot?
Cada
primavera, los judíos de todo el mundo celebran la festividad de
Shavuot -conmemorando el evento más significativo en la historia de la
humanidad, la revelación de Dios en el Monte Sinai.
Shavuot. Nombre
curioso para esta festividad, ¿no? Shavuot significa “semanas,”
acentuando el período de 7 semanas entre Pesaj y Shavuot durante el cual
contamos cada día (y semana) en anticipación y preparación para revivir
la revelación en el Sinai. Pero ¿por qué llamarlo Shavuot -“semanas”?
¿Por qué no llamar a la festividad “Torá,” o “Sinai,” o “Mandamientos,” o
“Tablas”? ¿Qué significado tiene “Semanas”?


El tiempo contiene muchas entidades diferentes. Casi todas ellas
están relacionadas a fenómenos naturales. Días, noches, meses,
temporadas y años que están todas directamente determinadas, de alguna
manera, por las constelaciones. Hay una excepción – la semana. La
formulación de una semana pareciera ser totalmente arbitraria. ¿Quién la
necesita? ¿Y por qué 7 días?


El concepto de una semana y su constitución de 7 días es
estrictamente una invención de Dios adoptada por los humanos. Mientras
podemos andar con sutilezas respecto de la creación — ¿cómo, cuándo, por
quién, por qué? – el mundo ha estado consensualmente de acuerdo con el
concepto de una semana. Los Beatles se equivocaron… solo hay 7 días en
una semana. Y cuando sea que una semana se ha completado es aún otro
recordatorio para la humanidad (o debería serlo) de que Dios creó el
mundo en 7 días. (Sólo se requirió de 6 días para fabricar la estructura
física, pero el proceso no estaba completo hasta que la esfera
espiritual, Shabat, fuera agregada).


Llámelo “el eslabón de la semana”.


¿Por qué “7”?
La
Cábala enseña que el 7 representa la integridad y terminación. Después
de 7 días, el mundo estaba completo. Hay 6 direcciones en nuestro mundo:
norte, sur, este, oeste, arriba y abajo. Agregue el lugar donde usted
está, y usted tiene un total de 7 puntos de referencia.


Shavuot, que conmemora el surgimiento del Pueblo Judío como una
nación, por virtud de recibir y aceptar la Torá también marca una
terminación. Tal vez es por eso que la festividad es llamada Shavuot,
“Semanas”. Queremos identificar esta festividad como una terminación del
proceso de creación de la nación judía.


Nadie sabe con certeza por qué Dios eligió el número “7” para
expresar la terminación. Todo lo que podemos hacer es especular,
observar y maravillarnos.


En honor a nuestra propia finalización del período de 49 días que nos
conduce hasta Shavuot, presentamos 49 alusiones al número “7” dentro
del judaísmo. ¿Cuántos de éstas reconoce usted? ¿Cuántos más usted puede
añadir?


¡Los Magníficos Números Siete!
Shabat es el séptimo día de la semana.


– Hay 7 semanas en la cuenta del Omer antes de Shavuot. (Levítico 23:15)


– En Israel, hay 7 días de Pesaj y Sucot. (Levítico 23:6, 34)


– Cada séptimo año, la tierra está inactiva durante la Shmitá (Año Sabático). (Levítico 25:4)


– Después de 7 ciclos de Shmitá, tenemos un año de Jubileo (Yovel). (Levítico 25:8)


– Cuando un pariente cercano fallece, nos sentamos en Shivá por 7 días.


– En Sucot agitamos 7 especies – 1 Lulav, 1 Etrog, 2 ramas de sauce y 3 ramas de mirto.


– Itró, el primer verdadero converso al judaísmo, tenía 7 nombres distintos, y 7 hijas (una se casó con Moisés).


– Moisés, nació y falleció en la misma fecha – el 7 de Adar.


– Nuestras cabañas de Sucá, son “visitadas” por 7 huéspedes – Abraham, Isaac, Iaacov, Moisés, Aarón, Iosef y David.


– La Menorá en el Templo tenía 7 brazos.


– Ajashverosh, Rey de Persia durante el milagro de Purim, realizó una fiesta que duró 7 días. (Ester 1:5)


– Hay 7 festividades en el año judío: Rosh Hashaná, Iom Kipur, Sucot, Januká, Purim, Pesaj y Shavuot.


– Adicionalmente a los 613 Mandamientos, los Sabios agregaron 7 más.


– Hay 7 Leyes para los Hijos de Noé que le conciernen a toda la humanidad.


– En cada ceremonia de matrimonio judío, se recitan 7 bendiciones (Sheva Brajot).


– En cada Shabat, 7 personas son llamadas a la lectura de la Torá (Aliot).


– El primer verso de la Torá contiene 7 palabras (y 28 letras).


– Nuestra matriarca Lea tuvo 7 hijos – seis hombres y una mujer.


– Hubo 7 días de preparación para la construcción del Tabernáculo en el desierto. (Levítico 8:35)


– Tradicionalmente, la novia da 7 vueltas alrededor del novio bajo la Jupá (palio nupcial).


– Nos enrollamos las correas de los Tefilin con 7 vueltas alrededor del brazo.


– Moisés fue la séptima generación después de Abraham.


– Cada plaga en Egipto duró 7 días.


– En el sueño del Faraón, habían 7 vacas y 7 tallos de grano. (Génesis 41)


-El período Bíblico de contaminación típico duraba 7 días. (Levítico 13:4)


– Dios creó 7 niveles de cielo. (De ahí viene la expresión, “¡Estoy en el séptimo cielo!”)


– En Shabat y en las festividades, rezamos 7 bendiciones en la Amidá silenciosa.


– Hay 7 especies de productos especiales por los cuales la Tierra de
Israel es elogiada: trigo, cebada, uvas, granadas, higos, aceitunas y
dátiles. (Deuteronomio 8:8)


– El mundo tiene 7 continentes (para los que separan América del Sur y Central de América del Norte).


– Las 7 semanas del Omer corresponden a las 7 “sefirot”, los 7 rasgos
de comportamiento con los cuales servimos a Dios: bondad, fuerza,
belleza, triunfo, esplendor, fundación y reinado.


– Noé envió a la paloma y al cuervo fuera del Arca por 7 días a inspeccionar las condiciones climáticas. (Génesis 8:10)


– 7 naciones lucharon contra Israel: cananeos, hititas, hivitas, amorreos, perizitas, jebuseos, y girgashitas.


– En Iom Kipur, el Sumo Sacerdote rociaba la sangre en el Templo 7 veces. (Levítico 16)


– El año nuevo judío de Rosh Hashaná ocurre, sorpresivamente, en el séptimo mes – Tishrei. (Levítico 23:24)


– El calendario judío, en gran parte lunar, tiene un ciclo de
intercalación que contiene 7 años bisiestos durante cada período de 19
años.


– Hay 7 notas en la escala musical.


– Un Cohen (sacerdote) sólo puede participar en el funeral de 7
parientes: padre, madre, hermano, hermana, hijo, hija, y cónyuge.
(Levítico 21:2)


– Bailamos 7 rondas (hakafot) en la festividad de Simjá Torá.


– La dimensión más pequeña aceptable de una Sucá es 7 puños por 7 puños.El mundo tiene 7 mares.


– Ioshua condujo al Pueblo Judío alrededor de los muros de Jericó 7 veces antes que las murallas cayeran. (Ioshua 6:15)


– Iaacov trabajó para Labán por 7 años (dos veces) para casarse con sus hijas. (Génesis 29:27)


– El Templo Sagrado tenía 7 puertas de entrada.


– Recitamos 7 bendiciones cada día antes y después del “Shemá” – 3 en la mañana y 4 en la noche.


– El Talmud enumera 7 mujeres profetisas: Sara, Miriam, Débora, Jana, Abigail, Huldá, y Ester.


– Un esclavo judío recobra su libertad en el 7mo. año de trabajo. (Éxodo 21:2)


– Concluimos nuestro rezo de Iom Kipur proclamando 7 veces, “¡El Señor es Dios!”


– Un matrimonio judío es seguido por 7 días de celebración (Sheva Brajot).


Biografía del Autor:
El Rabino Yaakov Salomon,
Asistente Social Certificado, es un connotado psicoterapeuta con
práctica privada en Brooklyn, Nueva York, por más de 25 años. Es
conferencista de Aish Hatorah y es el Director Creativo de Discovery
Productions. Es también editor y autor para la serie de publicaciones
Artscroll y miembro del Kolel de la Yeshivá “Torah Vodaath”. El Rabino
Salomon es co-autor, con el Rabino Noah Weinberg, del best seller “What
the Angel Taught You; Seven Keys to Life Fulfillment”, (Mesorah), y es
también co-productor del altamente aclamado film, “Inspired”. Su más
reciente libro es “Something to Think About; Extraordinary Reflections
About Ordinary Events” (Mesorah). Sus talentos en el área de las letras y
de la música han deleitado a audiencias desde Harvard hasta Broadway y
todo lo que hay en el medio. El Rabino Salomon comparte su vida con su
esposa Temmy, y con su impredecible familia.









  • :)
  • PARA SHALOM BAIT (PAZ EN EL HOGAR)






  • No hay comentarios:

    Publicar un comentario